Una amiga me ayuda con el cabrón de mi vecino.

Una amiga al conocer mi obsesión por el cabrón de mi vecino decide ayudarme y entre las dos obligamos a José a satisfacernos sin medir las consecuencias. Contiene lésbico y fisting.

Una amiga me ayuda con el cabrón de mi vecino .

Me pone super cachonda el cabrón de mi vecino 2.

Mi desesperación creció de manera exponencial al saberme en sus manos y aunque sabía que la manera en que ese maldito me dosificaba sus caricias era con el objeto de volverme loca, no pude evitar que cómo un tsunami mi calentura alcanzara unos límites ridículos.

Considerándome una mujer atractiva, sus continuos rechazos me estaban hundiendo en la miseria y tratando de sacudirme su influjo, nada mas llegar a casa llamé a una amiga y le pedí que me sacara de copas. Alicia no puso reparo alguno en acompañarme y quedé con ella en una hora.

Decidida a triunfar esa noche, me puse un sexy vestido rojo que me sentaba de vicio y unos tacones de trece centímetros con los que aliviar mi  impotencia. Antes de salir me tomé un par de chupitos para ir calentando y ya medio entonada, llamé al ascensor.

Para mi desgracia en ese preciso momento, José salió de su piso y dando un repaso a mis pintas,  con descaro comentó:

-¿Te he dejado tan caliente que vas en busca de guerra?

Más que una pregunta era una afirmación y humillada hasta decir basta porque aunque me costara reconocerlo era verdad, contesté muy cabreada:

-No eres el único.

Muerto de risa, ese cabrón me levantó la falda y dejándome claro el poder que ejercía en mí, manoseó mi culo mientras decía:

-Lo sé pero soy el mejor.

Si  ya estaba bruta de por sí, cuando sentí sus dedos hurgando en mi trasero,  creí que me iba a dar un sofoco por la temperatura tan alta que alcanzó mi chumino e intentando zafarme de su abrazo, le solté:

-He quedado con uno que si cumple, ¡No cómo tú!

Nada más decirlo me arrepentí porque de mis palabras se podía deducir que aceptaba que me ponía cachonda. Mi inútil rebelión le divirtió y mientras me daba un suave pellizco en las nalgas, me informó:

-Mañana, no quedes con nadie.

La promesa que se escondía detrás de esa orden, terminó de ponerme como una moto y babeando ante la perspectiva de pasar toda una noche con él, salí huyendo  rumbo a las escaleras sin esperar que llegara el ascensor. No había recorrido ni el primer tramo, cuando escuché que me gritaba:

-Recuerda, te quiero sin bragas.

Con mi mente hecha un lio, caminé hasta el bar donde había quedado con mi amiga. Durante el trayecto, me recriminé mi falta de autoestima por no haberle soltado una bofetada cuando me tocó y debido a eso, estaba casi llorando cuando saludé a Alicia.

-¿Qué te ocurre?- preguntó al verme en ese estado.

Incapaz de quedarme con ese dolor dentro, le expliqué lo mal que me sentía por culpa del capullo de mi vecino. Con todo lujo de detalles, narré mi desgracia mientras ella se iba enfadando cada vez más hasta que ya hecha una furia, me comentó:

-No te comprendo. Eres un cañón de mujer y mírate, ¡Parece que disfrutas humillándote!

Dejándome llevar por la desesperación, empecé a berrear en sus brazos mientras la música del local amortiguaba mis gemidos. Alicia me estuvo consolando durante un rato hasta que harta de mi insensatez, me soltó;

-Vamos a emborracharnos.

Tras lo cual, llamó al camarero y pidió un par de copas. No sé si fue el cariño que me demostró o el efecto del alcohol que recorría mis venas pero poco a poco fui olvidándome de José mientras bailábamos como locas en mitad de la pista. Varios cafres se nos acercaron pero en ese momento lo que nos apetecía era divertirnos entre nosotras y por eso no hicimos caso a sus ataques. Tres horas más tarde, ya bastante borrachitas, salimos del bar y sin ganas de seguir deambulando por las calles, pregunté a mi amiga:

-¿Nos tomamos la última en mi casa?

Alicia aceptó sin pensárselo y por eso a los quince minutos estábamos abriendo la puerta de mi apartamento. Al entrar no tardamos en oir el sonido de un berrido que venía de casa del vecino.

-Lo ves. Ese cabrón todas las noches se folla a una diferente- comenté y muerta de risa, dije: -Si no me equivoco esta es la gritona.

-Joder, ¡Se oye todo!- Alicia respondió pidiéndome que me callara.

Acostumbrada a ese tipo de serenatas, la dejé en mitad del salón y me fui a servir un par de copas. Ya de vuelta, no tardé en descubrir que mi amiga se había visto afectada por la demostración de mi vecino al ver que estaba completamente colorada.

-Es alucinante, ¿Verdad?

El volumen de los gemidos de la pareja de esa noche de mi vecino lejos de menguar, habían aumentado y por eso tras pensárselo un momento, me contestó mientras cogía su vaso de mis manos:

-Ahora comprendo cómo te tiene. ¡Ese tipo es un semental! Reconozco que me ha puesto cachonda.

Esa confesión no hubiera tenido importancia si en ese momento, no se hubiera acercado a mí y pegando su cara a la mía, preguntara:

-¿Qué te apetece hacer?

Aunque nunca me he considerado lesbiana, la cercanía de sus labios entreabiertos me excitó y no pude resistir acariciar sus pechos por encima de la tela. Fue entonces cuando Alicia sonrió al ver mis labios tan cerca de los suyos y cogiendo mi cabeza entre sus manos, me besó. Sentir su lengua introduciéndose en mi boca fue maravilloso, pero aún más el notar sus pechos posándose delicadamente contra los míos.

Desinhibida por el alcohol y azuzada por el ruido que venía del apartamento de mi vecino, deslicé los tirantes del vestido de mi amiga, dejando al aire sus bonitos pechos. Ella no solo no puso impedimento alguno sino que luciendo una extraña sonrisa, alentó descaradamente mis maniobras diciendo:

-Vamos a enseñar a ese cabrón que también en esta casa ¡Sabemos gritar!

Sus palabras me permitieron continuar y por eso recorrí con mi lengua su cuello en dirección a sus oscuros pezones que erizados esperaban con ansía mi llegada. Alicia no pudo reprimir un suspiro cuando sintió la humedad de mi boca recorriendo sus areolas. Yo por mi parte, deseaba aunque fuera con ella liberar la excitación que llevaba acumulando durante meses aunque al día siguiente nos odiáramos  por caer en la tentación.

-¡Me encanta!- gritó al notar que con mis dientes estaba mordisqueando sus pechos mientras la terminaba de desnudar.

Ya desnuda, mi amiga me miró con el deseo reflejado en sus ojos y sin pedir mi permiso, fue desabrochando los botones de mi traje mientras permitía que mi mano se apoderara de su trasero.

-Nunca he estado con otra mujer- reconocí al quedar en pelotas frente a ella.

-Para mí, también es mi primera vez-, respondió y sin dar importancia a que ambas fuéramos nuevas en esas lides, me cogió de la mano y me llevó hasta mi cama.

Una vez allí, levantando mi trasero, me despojó del tanga dejándome totalmente desnuda. Para entonces, éramos dos mujeres necesitadas y nuestra excitación inundó la habitación con su sonido.

-Te deseo- susurró en mi oído mientras se quitaba sus bragas y se acostaba a mi lado.

La confianza que nos teníamos le permitió apoderarse con su boca  de mis pechos mientras sus dedos se iban acercando cautelosamente a mi sexo. Os juro que al experimentar la suavidad de su piel sobre la mía, me hizo olvidarme de José y respondiendo a sus caricias, me tumbé sobre las sábanas mientras gemía de placer. Alicia al percatarse de mi entrega,  separando mis piernas, fue bajando por mi cuerpo. Cuando su lengua entretuvo jugando con mi ombligo, creí que me moría y pegando un aullido, le grité:

-¡Hazme sentir nuevamente viva!

Mi amiga ya imbuida por su papel, abrió con sus dedos los labios de mi sexo y dejó mi botón al descubierto. Fue entonces cuando llevando su cabeza hasta mi entrepierna, la punta de su lengua se aproximó a mi coño. La dudas de lo que estábamos haciendo vinieron a mi mente y suspirando le pregunté si estaba segura. Alicia, sonriendo, comprendió mis reparos y dejándolos a un lado, con una exasperante lentitud se fue acercando.

-Dios!-gemí al sentir su aliento.

Con los nervios a flor de piel pero ya dispuesta, le pedí que tomara posesión de su feudo y para recalcar mi deseo, acerqué su cabeza a mi sexo mientras le rogaba que no me dejara a medias.

-No pienso hacerlo- respondió  mientras recorría  mis pliegues y se concentraba en mi erecto botón.

Tanto tiempo a dieta y la ternura de mi amiga hicieron que el efecto de sus caricias fuese inmediato y retorciéndome en la cama,  me corrí salvajemente. Sorprendida pero igualmente encantada por la violencia de mi orgasmo, mi amante se fue bebiendo mi flujo al ritmo que brotaba de mi chocho. Su insistencia prolongó mi placer en un éxtasis continuado que me hizo desear  más.  Fuera de sí y con las hormonas de una hembra en celo, Alicia cambio de postura y  entrelazó nuestras piernas, pegando mi torturado sexo al suyo. Esa maniobra que tantas veces había visto en las películas pero que nunca había practicado, fue el banderazo de salida a una loca carrera de ambas por encontrar el placer.

Fundidas nuestras pieles por la fuerza de nuestra pasión nos lanzamos al galope. Rozando nuestros coños con un frenesí sin igual, compartimos la humedad de nuestros sexos mientras como si estuviéramos lejos de la civilización, no dejábamos de gritar.  El escándalo de nuestros gritos debía de oírse en toda la planta y aun así, no sentí ningún reparo porque de esa manera estaba haciendo partícipe a José, mi vecino, que también yo tenía compañía.

Alicia debió pensar algo parecido porque mientras posaba sus manos sobre mis pechos y así forzarme a acelerar mis movimientos, me dijo:

-¡Mas alto! ¡Qué se entere de lo puta que es su vecina!

Sus palabras me contagiaron de un fervor mayor y lanzándome al galope, busqué tanto su placer como el mío. Chocando continuamente mi coño contra el suyo, conseguí desbordar la pasión de mi amiga y al cabo de unos minutos, la oí gemir de gozo. Su orgasmo aceleró el mío y anegándome por segunda vez en la noche, me desplomé entre sus brazos.

Ya relajadas, nos quedamos abrazadas una a la otra y en esa postura, nos dormimos.

A la mañana siguiente al despertarme, Alicia seguía abrazada a mí y observando su cuerpo desnudo, rememoré el placer que había disfrutado con un sentimiento extraño. Por una parte me era complicado porque no en vano, había sido mi amiga durante años y no sabía cómo iba a reaccionar cuando abriera los ojos, pero por otra no podía negar el placer que sus caricias me habían provocado y por eso me mantuve quieta y que fuera ella quien diera el primer paso.

No llevaba ni cinco minutos despierta cuando noté que se movía y no queriendo que me descubriera cerré mis ojos y me hice la dormida. Os reconozco que estaba horrorizada porque pensaba que sin el aliciente del alcohol tanto ella como yo íbamos a hacer como si nada hubiese ocurrido pero Alicia me sacó de mi error, cuando en silencio y con una ternura sin igual, empezó a acariciar mi cuerpo aprovechando que para ella, estaba todavía soñando.

-Eres un putón- susurré al notar sus dedos recorriendo mis pechos.

El tono dulce con el que le solté ese improperio, le hizo saber que no ponía ningún reparo a reanudar lo de la noche anterior  y por eso ya confiada, usando su lengua recorrió todos mis pliegues y se apoderó del clítoris que tanto le había gustado unas horas antes. Imbuida por la lujuria, usó su lengua para recrearse en mi almeja. Su sabor agridulce la cautivó y por eso no le pareció extraño usarla para follarme como si de su pene se tratara.

Al sentir que el placer se iba acumulando en mi entrepierna fue cuando me percaté que aunque nunca me hubiera dado cuenta era bisexual disfrutaba siéndolo.

-¡Por favor! ¡Sigue!- aullé al experimentar la caricia de uno de sus dedos en mi ojete.

Decidida a darme nuevamente  placer, metió una de sus yemas en mi ojete mientras escuchaba como mi respiración se aceleraba. Alicia estaba tan ansiosa por servirme que no anticipó mi orgasmo hasta que mi flujo empapó sus mejillas y entonces completamente cachonda y con su propio coño anegado de placer, se dedicó a satisfacer a mi gozo.  Sus renovadas ganas  me llevaron a alcanzar un orgasmo tras otro retorciéndome en la cama y justo cuando caía rendida en el colchón, Alicia comentó:

-Llevo desde anoche pensando en tu vecino- y poniendo cara de putilla, me preguntó: -¿Te apetece que hoy nos lo follemos entre las dos?....

Como “buenas amigas” decidimos enfrentarnos con José.

Abusando de la fascinación que sentía por él, mi vecino me había citado esa tarde nuevamente en el portal, poniéndome como condición que debía acudir sin bragas. Su idea era como tantas veces aprovechar el trayecto en ascensor para volver  a ponerme bruta y después dejarme rumiando sola mi excitación pero en esa ocasión todo iba a ser diferente porque aunque no lo supiera ese día no iba a ir sola.

¡Alicia me acompañaría!

Tal y como había quedado José llegó al portal puntualmente y sonrió al verme esperándole sin percatarse de la presencia de mi amiga. Ella se comportó como si fuera una vecina que casualmente esperaba también al ascensor.

Como otros días, el ruín de ese tipo esperó a que entrara en él para ponerse detrás de mí y empezar a tocarme. Lo que no se esperaba es que al sentir sus manos rozando mis pezones, me diese la vuelta y sin darle tiempo a reaccionar bajándole su bragueta, saqué su miembro todavía morcillón de su encierro.

-¡Qué haces!- protestó cortado al no estar preparado pero sobre todo por la presencia de Alicia.

Esta ni siquiera se lo pensó y colocándose a su lado, me ayudó a bajarle el pantalón. La sorpresa que se llevó no le dio tiempo a reaccionar y para cuando se quiso enterar, ya le habíamos quitado los pantalones y le habíamos dejado en calzones.

-¿Será una broma?- exclamó cuando le dejamos allí en mitad del ascensor medio desnudo y sin llaves de su piso.

Entonces y desde la puerta de mi piso, mi amiga le respondió:

-Para nada. Si quieres que te devolvamos las llaves, antes tendrás que comportarte y dejarnos satisfechas.

Tras lo cual entrando en el apartamento, lo dejó abierto para que José entrara detrás. Mi vecino tardó solo  unos instantes en comprender que no le quedaba más remedio que acompañarnos e intentando recuperar sus pertenencias, accedió al piso de muy mal genio.

-Dadme mis cosas- exclamó al ver que Alicia le esperaba sentada en el sofá.

Con la tranquilidad del que sabe que tiene al otro en su poder, sonrió y abriéndose de piernas, le mostró su sexo desnudo y dijo:

-Cállate y empieza a comer.

Indignado, se negó amenazando con llamar a la policía. A ello e interviniendo, contesté pasándole el teléfono:

-Toma, llama. Explícales que dos jovencitas te han desnudado en el ascensor y te han quitado las llaves de tu casa. Ja jajá...

Lo absurdo del planteamiento le hizo recapacitar y todavía de mala leche, preguntó:

-Si accedo, ¿Al terminar me daréis mis llaves?

-Por supuesto- respondí- una vez que nos hayas satisfecho, no nos sirves para nada.

Mi promesa le tranquilizó y aunque era humillante para él, al final accedió y quitándose la camisa, nos soltó:

-¿Con cuál de las dos putas comienzo?

Muerta de risa, me senté junto a Alicia y levantándome la falda del vestido, contesté:

-Nos da igual. Para que te dejemos ir tendrás que habernos complacido a ambas.

Alicia, hurgando en su herido, apoyó mis palabras diciendo:

-Date prisa que se enfrían los conejos.

Derrotado por las circunstancias, a José no le quedó más remedio que arrodillarse frente a nosotras y separándole las piernas a mi amiga, empezar a lamer su sexo. Lo que no se esperaba fue que la rubia le parara y pusiera uno de sus pies a la altura de su cara, diciendo:

-Empieza por mis dedos.

Esa nueva humillación le encolerizó más pero aun así, abriendo su boca, sacó la lengua y comenzó a recorrer con ella las comisuras de sus dedos. Alicia, no contenta con ese pequeño triunfo, me abrazó y me besó mientras José obedecía sus órdenes. Os juro que ver a ese cabrón prostrado, me excitó y bajando los tirantes de mi vestido, puse mis pechos a disposición de mi amiga. La rubia no les hizo ascos y se puso a mamar de ellos mientras mi vecino seguía lamiéndole los pies.

-¡Qué boca tienes! ¡Cabrona!- exclamé al sentir la húmeda caricia de su lengua recorriendo mis areolas.

Alicia al escuchar mis gemidos, incrementó su lactancia mientras separaba sus rodillas, diciendo a José de ese modo que ya podía subir por sus piernas. El moreno quizás azuzado por la escena lésbica que estaba contemplando, fue dejando un mojado surco por sus pantorrillas en dirección a su meta. Para entonces ya estaba brutísima y por eso llevé mis manos hasta las tetas de la rubia y sacándolas por el escoté, me dediqué a acariciarlas.

Al recibir ese doble estímulo, la rubia no pudo más que empezar a gemir de placer y mordiendo uno de mis pezones, incitó mi morbo diciendo:

-Puta mía, ¡Necesito comerte el coño!

Ni que decir tiene que al oírla, la complací y poniéndome a horcajadas sobre ella, puse mi sexo en su cara. Alicia en cuanto vio mi vulva a su alcance, usó sus dedos para separarme los pliegues y ya con mi botón al descubierto, sacó su lengua y empezó a relamerlo con fruición.

-¡Cómo me gusta!- gemí olvidando momentáneamente a ese moreno que para entonces ya iba por los muslos de mi amiga.

Mi aullido aguijoneó la excitación de la rubia que mientras seguía mordisqueándome el clítoris, con un dedo comenzó a penetrar mi conducto con una rapidez que no tardó en sacar de mi garganta nuevos chillidos.

-¡Sigue que me estás volviendo loca!- grité sintiendo que mi coño se encharcaba.

Dispuesta a darme placer, Alicia incrementó la velocidad con la que sus yemas me follaban mientras entre  sus piernas, José ya había alcanzado su sexo. Al notar que mi vecino se apoderaba de su propio botón, gimió descompuesta diciendo:

-A mí, ¡No! ¡Fóllate a mi zorrita!

Mi vecino tardó en comprender los deseos de mi amiga, por lo que tuvo que ser ella quien me bajara de su cara y pusiera mis nalgas a su disposición. Aunque intenté protestar, Alicia no cedió y con tono dominante, me ordenó:

-Deja que te folle mientras tú me comes el chumino.

Para entonces José ya se había repuesto y colocando su glande entre mis labios, comprobó que mi sexo estaba suficientemente lubricado y de un solo empujón, hundió todo su miembro en mí.

-¡Dios!- chillé al notar mi conducto invadido y la cabeza de mi pene chocando contra la pared de mi vagina.

Increíblemente excitada, me agaché entre las piernas de mi amiga y me puse a saborear su flujo mientras ese cabrón comenzaba un mete saca de lo más estimulante.

-Te gusta, ¿Verdad?, putita- susurró la rubia en mi oído.

-Síííí..- gemí ya dominada por el placer que asolaba mis entrañas y recreándome en el chocho de Alicia, bebí sin parar del néctar que manaba de sus entrañas.

A mi espalda, José cada vez se sentía más cómodo y menos humillado por lo que ya sumido en la acción, no tuvo reparo para darme un duro azote diciendo:

-Mete dos de tus dedos en esa puta.

Su sugerencia lejos de molestarme, me estimuló y cumpliendo sus deseos, introduje dos de mis yemas en el coño hirviendo de la rubia. Mi amiga al sentir esa invasión separó aún más sus rodillas comunicándome su aceptación.

Mi vecino viendo su entrega, volvió a azotar mi culo incitándome a sumar un tercer dedo a los otros dos. Alicia estaba tan mojada que su sexo no tuvo problemas en aceptar las caricias de tres falanges moviéndose en su interior.  La facilidad con la que los absorbió y los gemidos de placer que salieron de su garganta, incrementaron el morbo que sentía y sin que tuviera José que pedírmelo, metí un cuarto.

-Eres muy mala- chilló llena de gozo al experimentar la presión de tantos dedos en su interior.

Fue entonces cuando decidí probar su resistencia y mientras sentía que me estaba derritiendo por el acoso de la verga de mi vecino dentro de mí, introduje el último.

-¡Me encanta!- oí que Alicia decía mordiéndose los labios de placer.

Ya puesta y observando que el coño de mi amiga era capaz de todo, presioné mi mano e introduje toda ella en su interior.

-¡Me duele pero me gusta!- bramó como cierva en celo al sentir mi puño dentro de su vagina y retorciéndose sobre el sofá, gritó: -¡Hazme más puta de lo que soy!

Comprendí lo que me pedía y cerrando mi mano en su interior comencé a mover mi puño  golpeando suavemente las paredes de su sexo.

-¡No pares!- chilló y mientras todo su ser se licuaba, insistió: ¡Hazlo duro!

Sus palabras me terminaron de convencer y con rápidos movimientos de muñeca, como si fuera un martillo asolé sus defensas hasta que pidiendo una tregua se desplomó sobre el sofá. El observar su orgasmo no solo no apaciguó mi morbo sino que lo aceleró y mientras le exigía a José que siguiera follándome, usando mi puño golpeé sin parar su interior.

-¡Por favor!- aulló al notar que su clímax se prologaba uniéndose con el siguiente- ¡No puedo más!

La sensación de tenerla en mis manos fue tan placentera que sin dejarla de machacar pedí a mi vecino que derramara su simiente dentro de mí. El moreno ya contagiado de nuestra pasión me cogió  de las caderas y comenzó un cruel asalto que no tardó en conseguir sus frutos:

-¡Me corro!- berreé gritando al sentir que todo ese cúmulo de sensaciones me estaban desbordando y que mi cuerpo estaba a punto de estallar.

José al escuchar mis gritos, aceleró aún más si cabe el ritmo de sus incursiones y coincidiendo con mi orgasmo, noté las brutales explosiones de su pene bañando con su lefa mi vagina.

-Cabrón, ¡No te has puesto condón!- grité asustada al caer que me estaba follando a pelo.

Como comprenderéis trate de zafarme pero olvidando cualquier recato, me agarró de las tetas e inmovilizándome, prosiguió esparciendo su simiente en mi interior. La angustia de poder quedarme embarazada y la imposibilidad de evitarlo, amplificó ´mi placer regalándome un orgasmo tan brutal que caí sobre mi amiga, babeando e incapaz de moverme.

Fue entonces cuando José sacando su verga, no soltó:

-Ya he cumplido, ¿Dónde están mis cosas?

Agotadas y satisfechas, le dijimos donde estaban y sin movernos del sofá, observamos cómo se ponía el pantalón y revisaba si tenía las llaves. Habiendo comprobado que podía irse, mi vecino se acercó a nosotras y mientras nos pellizcaba un pezón a cada una, se despidió diciendo:

-Mañana, os espero a las ocho. ¡Venid sin bragas y con ganas que os dé por culo!

Tras lo cual, nos dejó allí tiradas sabiendo que al día siguiente ni Alicia ni yo podríamos evitar estar allí puntuales.

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RITA Y CLARA