Una ama de casa muy especial (06)

Una ama de casa muy especial (06)...

Anda, pasa al salón, Ernesto. Menudo bulto que le hacía el pantalón, la cosa prometía, y vaya manera de mirarme.

Mira, Maria, solo te traigo diez mil pesetas, es lo que tenía en casa, si falta algo, ya lo arreglaremos no?.

Si, hombre, ahora no te preocupes por eso. Cogí las diez mil de ala, mientras Ernesto me rodeaba por la cintura con la mano derecha y la izquierda empezaba a acariciarme las tetas, desde luego estaba acaloradísimo.

Estás preciosa, Maria, menudo culo tienes, decía mientras me lo acariciaba y me daba pellizquitos cariñosos.

Nos sentamos en el sofá y le puse una película porno, aunque parecía que no le hacía demasiada falta.

Huy, Maria, no sabía que te gustaba este tipo de cine.

A mi me gustan todas las manifestaciones "artísticas"

¿Qué te parece si vamos imitando la película?

Muy interesante, pero al final sale un pastor alemán y eso no podremos porque no tenemos perro.

En la peli ya empezaban a meterse mano mutuamente los protagonistas y yo no me iba a quedar corta.

A ver Ernesto que tenemos por aquí, decía mientras le abría la bragueta. Humm, toda para mi, cariño. Y me dediqué a un solo de flauta, estaba inmensa, empecé a chuparsela, desde la base hasta la punta, menudos lengüetazos. Por lo que suspiraba no debía estar muy acostumbrado. Los de la película ya estaban follando y Ernesto me estaba quitando el body, desde luego me duraba poquísimo la ropa interior.

Anda Maria déjame que te lo chupe un poquito, cariño mio, decía mientras me arrancaba la ropa dejándome en pelota picada.

Ahora tocaba jugar un poquito, me levanté y corrí hacia el dormitorio, mis tetas se bamboleaban y Ernesto me seguía con la mirada sin dar crédito a lo que veía.

¿Pero qué haces? ¿Adónde vas, Maria? Saltó del sofá persiguiéndome. El dormitorio estaba precioso, poca luz, sábanas de raso blanco, de las que resbalan, y un espejo en el techo. Cuando entró ya le estaba esperando en la cama, con las piernas bien abiertas.

Venga, cabrito, aquí me tienes, dispuesta para ti...

Te la voy a meter hasta la empuñadura... Saltó encima mio, yo creía que se rompía la cama, pero afortunadamente era de las resistentes. Y sin pensárselo dos veces me la metió de un solo empujón. Yo le rodeé con las piernas y empezó un mete y saca frenético. Me mordía el cuello y me apretaba las tetas, pellizcándome los pezones.

Ahhh, sigue, sigue, no pares. Pero ahora el que tenía ganas de jugar era Ernesto, de golpe me la saco y me volvió boca abajo, otro que me va a dar por culo, pensé. Empezó a chuparme la espalda desde la nuca hasta el culo mientras me metía un dedo en el ano, que al poco fueron dos. Yo me acariciaba el clítoris, para no perder el tiempo.

Métemela Ernesto, ahora, por favor. Ernesto era un caballero obediente y no se hizo rogar, me levantó un poco las caderas, poniendo el culo en pompa y acercó su verga a mi culito, apretando suave pero enérgicamente. Ya la tenía dentro, y empezamos a culear como posesos, mientras me acariciaba el clítoris y me metía el pulgar en la vagina. Alternando con apretones en las tetas. Me levanté, quedando los dos de rodillas, como me lo llenaba. Seguimos bombeando, hasta que estuvo a punto, me cogió del pelo, tirando suavemente, me la metió en la boca

Trágatela toda putita mia. Empezó a escupir y yo a tragar otra vez, menudo dia llevaba. Se la limpié a conciencia.

Menudo polvo Ernesto. Anda descansa un ratito y te regalo otro, por lo bien que te has portado. Nos quedamos adormilados un rato y despues tuvimos tiempo de que me follara dos veces antes de que se fuera a su casa.

A este paso me iba a hacer famosísima en el barrio. Decidí que hoy ya no iba a trabajar mas, estaba hecha polvo, y nunca mejor dicho.

Al día siguiente me despertó una llamada de Arturo

Maria, tienes trabajo ésta noche es un directivo de una fábrica de coches, que quiere pasar un buen rato contigo. Ponte elegante, pero muy provocativa y a las nueve en su hotel, pregunta por el Sr. Hikida

De acuerdo Arturo, alli estaré, nunca lo he hecho con un japonés, que emoción.

Pero eso ya es otra historia...