Una acabada a Mariano III
La noche en que acabé con Mariano en el auto
Tras la experiencia en el motel, mi vida sexual con mi marido mejoró mucho y deseábamos tener sexo todo el tiempo recordando las escenas de esa tarde y hablando de lo que yo hubiera hecho si me hubiese atrevido. Mi esposo me decía que le habría encantado verme hacer sexo oral y que lo máximo sería verme montada por Mariano, o por otro amigo. Obviamente comenzamos a buscar un nuevo compañero de juegos y con las mismas dificultades de siempre: ninguno parecía indicado por una razón o por otra, hasta que la casualidad vino en nuestra ayuda: 4 meses después de la cita con Mariano, nos escribió para anunciarnos que estaría un par de días en Buenos Aires y que le encantaría repetir la experiencia, así que aceptamos de inmediato. ¡Ah, cuánta excitación sexual sentí entonces! ¡Qué ganas terribles de volver a mirar su pene rosado y lleno de venas! La verdad es que me moría de ganas de experimentar un poco más, aunque no sabía cuánto más.
Mariano llegó a Buenos Aires un martes al mediodía, hizo sus asuntos y a la noche salimos a cenar los tres a un restaurant de La Recoleta, donde el vino y las risas me aflojaron lo suficiente como para decir en un momento: "bueno ¿vamos?". Ya me sentía en suficiente confianza como para manifestar mis deseos sexuales, pero más que nada quería terminar con los nervios e ir al tema de una vez. Salimos del restaurant y al subir al auto a mi marido se le ocurrió que Mariano y yo fuésemos en el asiento trasero para "entrar en calor". Así lo hicimos.
Fue para mí como regresar a la adolescencia. Durante la media hora que duró el viaje hasta el motel, Mariano y yo nos besamos en la boca, unimos las lenguas y nos acariciamos como si fuésemos novios. Yo sentía un calor tremendo mientras me pasaba la lengua por el cuello y buscaba mis pechos. En un momento se bajó el cierre del pantalón y mi mano derecha entró por el espacio de la bragueta para palpar su pene duro y cálido, Mariano me besó los pechos, en fin, que llegamos al motel muy calientes los dos. Esta vez nos tocó la habitación número 15.
Entramos, cerramos la puerta y dejamos encendidas solo las luces bajas. Había música de Arjona. Mariano se desnudó de inmediato y nos acostamos para seguir con los besos y caricias, mientras mi marido sacaba su propio pene para acariciárselo. Yo acariciaba el pecho, la cola, los huevos de Mariano; él me acariciaba todo, la vulva y la cola en primer lugar y en un momento me montó y nos abrazamos y movimos como si estuviésemos cogiendo. Acaricié sus nalgas, su ano, su espalda... Era hermoso todo eso y no tardé mucho en desnudarme por completo y en abrir las piernas para que me diera sexo oral, lo que estuvo maravilloso, mucho mejor que la primera vez. Entró con su lengua en mi vagina y en mi ano hasta que el placer me hizo olvidar que estaba mi marido mirándonos, aunque no del todo. Cada vez que Mariano trataba de meterme el pene yo lo detenía, hasta que comencé a besar su pecho, su vientre y dejé que el pene entrara en mi boca por primera vez. Disfruté lamiendo sus huevos y chupando la cabecita y nos acomodamos para hacer un 69 maravilloso que me hizo llegar al orgasmo en segundos, casi al mismo tiempo en que mi boca se llenaba de semen. Seguimos besándonos el sexo un rato más y luego nos tendimos uno al lado del otro, mirándonos en el espejo del techo. Entonces, mi esposo me montó entrando por mi vagina y eyaculó dentro mío...
Durante unos minutos ninguno dijo nada, los tres desnudos y satisfechos...
Yo aún no estaba dispuesta a dejarme penetrar por Mariano, pero esa noche recibí dos veces más su leche en mi boca y acabé nuevamente con él mientras me besaba la vagina a la vez que me metía dos dedos por el ano, tuve un orgasmo intenso con esa técnica suya y obviamente me dejé servir dos veces más por mi esposo, que me poseía mientras yo besaba el pene de Mariano. Jamás imaginé que el placer pudiera ser tan grande.
Regresamos a la ciudad a las cinco de la mañana, tal como habíamos salido: Mariano y yo en el asiento trasero, acariciándonos el sexo. Lo dejamos en su hotel y fuimos a casa a tomar café y a hacer el amor. Mi marido me besaba la boca y me decía que tenía gusto a semen. Creo que nunca yo había gozado tanto sexualmente.