Un yerno de Pontevedra

Aventuras con suegra

UN YERNO DE PONTEVEDRA

‘’ Las mujeres tienen una gran destreza para ponernos una venda en los ojos y además nos riñen si tropezamos’’. Bourget, Paul, 1852-1935, escritor francés.

Cada vez que la hija de Doña Natalia, Natali anunciaba una nueva amistad, lo primero que pensaba la madre era cuánto tardaría en decirle que había conocido a otro más capacitado. Sabía que su hija no tenía remedio, que para ella enamorarse era como cambiarse los pantalones, que lo hacía cada dos por tres.

  • ¡Mamá! ¡He conocido a un chico de Pontevedra! Se parece a aquel chico que jugaba en el Deportivo. Guapo por que sí, y como aquel chico que donde pone el ojo pone el balón.
  • ¿Qué es futbolista este que has conocido? - Preguntó su madre sin prestar mucha atención.
  • No, mamá, es pastelero, bueno lo que quería decir es que cuando te pone los ojos encima te entra un nosequé…
  • Quizá algún día te entienda hija mía, pero por el momento no lo logró.
  • Que te quedas anticuada mama, hay hombres que cuando te miran tu ya sabes exactamente lo que quieren.
  • ¿Y qué quieren esos hombres que te miran?
  • ¡Mama! Que parece que estás en el limbo, lo que quieren es follarte.
  • Vamos hija, no será para tanto mi amor, que tu también todo lo ves del mismo color.
  • Quizá, pero este es de armas tomar
  • ¿Pero no te habías enamorado del pastelero?
  • Aún no mamá, pero voy en camino.

Al cabo de unos días, Natali le dijo a su madre que se había enamorado.

  • ¿Del pastelero o del de la ferreteria? - Preguntó su madre.
  • Mama que todo lo que digo te lo tomas a cachondeo.

Cuando Natali llevó al pastelero a casa, su madre comprendió porque se había enamorado de aquel gacho solo con mirarle te quitaba las bragas.

La señora Natalia, al conocerlo, comprendió que también acabaría en sus brazos, era cuestión de tiempo. Desde que su marido bajó a comprar tabaco y se fue con la estanquera que no había visto ni tocado ninguna buena polla y su chochito ya solo lo usaba para hacer pipí. Doña Natalia a sus 51 años estaba mejor que muchas mujeres con 10 o 15 años menos. Por donde pasaba notaba como los hombres miraban el movimiento de sus caderas, algunos incluso se lo decían en voz alta. Si esta había rechazado toda relación con algún pretendiente fue porque hasta hacía poco tiempo tuvo a su madre enferma. Quizá había llegado la hora de darse un revolcón. Como de santa no tenía nada, sabía que a esta vida no había venido solo a sufrir.

Solo medio año después, Natali y el pastelero, Gerónimo, se casaban. Natali se mudo a casa de él y su madre se quedó sola esperando tiempos mejores. La primera Navidad que el joven matrimonio pasó juntos, durante esta celebración, todos los amigos se pusieron más contentos que el patio de un colegio. Quien más quien menos, todos llevaban una truca que acabaron tirados por los sofás y las camas de los anfitriones. Los vapores del alcohol lo impregnaban todo. Natali tuvo que ser llevada a su habitación inconsciente, el que más aguantó fue Geronimo, que tenía una gran resistencia al alcohol. La señora Natalia, que apenas lo había probado, estaba más fresca que los cubitos. Ella apenas probó bebida alcohólica alguna, pero bebió muchas limonadas. Cuando la casa parecía un campamento e incluso había un invitado durmiendo la mona en la alfombra, ella tuvo la necesidad de ir a hacer pis, pero en el baño había un invitado vomitando. Gerónimo que ya le tenia el ojo echado, le acompaño al baño del cuarto de los invitados y le dijo:

  • Si necesita ayuda puedo ayudarle a arremangarse la falda, no vaya a ser que pierda el equilibrio.
  • Vamos yerno, cierra la puerta por dentro que me ayudaras. - Le dijo ella sonriendo de manera traviesa.

Ella no tuvo que repetirlo dos veces y mientras acababa de hacer pis, ya tenia la iniesta polla del yerno delante de la boca, sentada en la taza, de la chupó con glotonería. Tanto gusto le daba al pastelero que se le cayeron los pantalones al suelo, ella le bajó los calzoncillos para poder acariciarle el culo. El la cogió por la cabeza, iba sacando y metiendo la polla de su boca con frenesí, hasta que soltó todo el contenido dentro.

Tal y como estaba con los pantalones bajados, la levantó de la taza y la hizo apoyarse sobre ella, quedando frente aquel húmedo culo, presto para ser penetrado. Allí en aquella posición, iba entrando y saliendo de su húmedo chocho mientras palpaba suavemente con el dedo pulgar su ano hasta que se la metió por ahí.

Cuando el yerno se subió los pantalones, ella se quedó sentada en la taza con la mirada perdida sin saber muy bien que había pasado.

  • Hasta pronto suegra. - Le dijo este cuando salió del baño.

Al salir del baño , toda la casa estaba en silencio, salvo aquel invitado que resoplaba como un mulo durmiendo en el sofá.

Desde entonces, el yerno visitaba un par de veces a la semana a su suegra, y sin mediar palabra, este le subía la falda hasta la cabeza y le arrancaba las bragas para darle lo que ella necesitaba. Aunque fuese subiendo las escaleras del piso superior, para ninguno existía la terrible monotonía de los matrimonios, cada encuentro era diferente y especial.

A principios de verano, a doña Natalia, su yerno, fue a visitarla de madrugada.

  • Tengo ganas de follar en el campo yerno. - lE DIJO ELLA.
  • ¿A estas horas? - Le preguntó el.
  • ¿No querrás que vayamos a media mañana? - Le replicó esta.

A tan solo 2km del pueblo había un rincón escondido con una pequeña charca. Esta charca la mayoría de veces parecía un barrizal, con juntos de más de un metro, a su alrededor crecía un bosque de bambú que escondía lo que ahí pudiese pasar. Aunque aquellas horas podría ser un búho o un gato trasnochador.

La señora Natalia se metió al barro hasta los tobillos.

  • Vamos yerno a ver como me empotras. - Dijo aguantándose en los bambús ofreciéndole el culo.

Después de la enculada, Doña Natalia se arrodilló dentro del barro y cogió su decaída polla y se la comenzó a chupar hasta que se puso como la pata de una silla, cuando este se corrió. Al acabar fueron a una fuente cercana a limpiarse el barro. Cuando subieron al coche, Natalia besó apasionadamente a su yerno hasta que tuvo otra erección, y doblándose se la chupo mientras éste conducía.

Al llegar a su trabajo el yerno se tumbó a descansar sobre los costales de harina mientras se secaban sus zapatos.

Doña Natalia, se tumbó en la cama recordando aquella excursión tan bien aprovechada. En la calle los primeros rayos de Sol saludaban a los más madrugadores

FINE