Un yerno con clase

Relato erótico de una viuda y su yerno

James M. Leig (1784-1859)-Poeta Inglés – “Los besos robados son siempre los más dulces”

UN YERNO CON CLASE

La familia o más bien la casa de Don Gerardo Bermúdez siempre se había distinguido por su amabilidad en el trato con los vecinos así como la generosidad hacia los más débiles. Su hermosa esposa también. Doña Leonor cada vez que iba a la iglesia dejaba en un minúsculo sobre una cantidad que sólo sabía el capellán de esta. Doña Leonor además de una gran Sra. También era una Santa. Cuando a Doña Leonor su única hija le dijo que se quería casar con el novio que tenía le dio una gran alegría. La hija y había sobrepasado los 30 años parecía que aquél noviazgo duraría eternamente.  Allí nunca se habló de boda alguna. Para aquella familia fue un acontecimiento. Al cabo de dos meses se celebró la boda y en ella participaron cientos de invitados venidos de lejanos puertos, en donde Don Gerardo tenía negocios.

Después la hija de Don Gerardo y Doña Leonor se fue a vivir a la capital de donde era el ya marido. Sólo habían pasado tres meses cuando la hija de Doña Leonor sin avisar volvió la casa paterna, acompañada de varias maletas que eran todas sus pertenencias. A sus Padres ésta les dijo que se había equivocado. Para Don Gerardo aquello no significó ningún problema mejor que en casa su hija en ningún sitio estaría. A Doña Leonor su hija si le dijo la verdad, ambas tenían una comunicación como si fueran Hermanas. Cuando le explicó que el marido era bisexual y nunca le dijo nada, y que lo encontró en su despacho con los pantalones y calzoncillos bajados mientras otro le daba por el culo como si fuese una zorra. A Doña Leonor le quedaron unos ojos como platos. Quién lo iba a decir de un hombre tan arrogante. Para Doña Leonor que volviese a casa su hija era una buena noticia con el tiempo ella olvidaría que el traspiés. Quien gobierna encontrar otro. Siendo un joven. Doña Leonor hubiese cambiado su edad por la de ella sin pensarlo ni un segundo. Con 56 años veía cómo se le aproximaba la tercera edad a paso ligero. Como nadie de aquella casa la hubiese comprendido se callaba sus temores y sus carencias afectivas. Tanto para marido como para la hija era una mujer mayor. Alguien que ya nada necesitaba  ¡Cuan  equivocados estaban!  Si cuanto más años sumaba más deseos tenía de follar y hacer locuras.  Cuando se miraban el Espejo del armario y veía su robusto y hermoso culo y sus exuberantes pechos, sentía ganas de volar a donde fuese y con quien fuese. A su marido Seguro la aburría, por esto  cada uno dormía en una habitación diferente pero a ella esto también le pasaba. Tal como corrían los años más le gustaban los hombres jóvenes.

Pero en esto pocas soluciones habían.

La mañana que la hija de Doña Leonor le dio la noticia, en la calle caía un temporal de agua, como un diluvio.

Mamá, por internet he conocido a un pollo que me ha gustado y seguro que a ti también. No será pasado por agua como el otro le dijo Doña Leonor sonriente. El pollo como le dijo la hija su Madre era un francés del sur que tenía 30 años y que hacía poco había dejado el deporte –el hockey sobre patines- y que ahora estaba estudiando lo que le quedaba de la carrera de arquitectura. Que hacía poco había terminado una relación y que quería conocerla personalmente.

Dile que venga pasar unos días con nosotros le dijo Doña Leonor así lo evaluaremos entre tú y yo, no sea que esté también salga rana. La mamá como siempre tenía razón.

Un mes después Marcel Pagarte estaba la casa de Don Gerardo y Doña Leonor. Según dijo tenía quince días libres. Como deportista que era se le veía un chicarrón fuerte como un roble y con una sonrisa que a Doña Leonor la enamoró. Cuando tanto la hija como Marcel  fueron a intercambiar unos golpes al tenis en las pistas de la ciudad Doña Leonor les acompañó. Y en la pista, las piernas de aquel pollo le despertaron aquellos oscuros deseos de la entrepierna, que parecían dormidos, y el bulto que se le marcaba en los cortos pantaloncitos de tenis, daba para hacer conjeturas del volumen de lo que llevaba entre las piernas. Su robusto culo era para tenerlo en cuenta, Doña Leonor deseo que su marido iniciase uno de aquellos imprevistas viajes a Italia en donde tenía clientes. De ser así tendría unos días para conocerlo mejor. Aquel pollo presintió que era duro de desplumar. Un yerno así  era lo que necesitaba su hija, y se sobraba alguna amiga quizá ella la podía saborear. Dos días después y tal como sucedía continuamente Don Gerardo tuvo que emprender viaje para estar como mínimo una semana. El corazón de Doña Leonor dio la oportunidad de conocer mejor a futuro yerno, sin levantar suspicacias. La oportunidad que esperaba y llegó cuando su hija dijo que iba a la peluquería. Aquello serían unas tres horas.

Tan pronto como su hija salió con el coche, Doña Leonor se fue hasta la biblioteca en donde se encontraba el Marcel. Este al verla se levantó de la mesa en donde tenía un libro abierto, y acercándose a ella la besó en ambas mejillas

– ¿Se siente bien con nosotros?- le preguntó Doña Leonor

-Fui  madama, es un sitio magnífico, y ustedes unas bellas personas. Me siento casi mejor que en casa.

-Sabe- le dijo la Sra. Leonor- me gustaría que si llega casarse con mi hija se quedase aquí con nosotros. Así tanto mi marido como yo tendríamos a nuestra hija cerca y  usted podría montarse un despacho en la misma casa, que sitio nos sobra. El año que le falta de carrera podría terminarlo aquí y mi marido lo presentaría a los o constructores de aquí inversionistas y podía trabajar tan pronto como terminase. Marcel se la quedó mirando con ojo crítico. Con lo poco que lo conocía era extraño el interés que tenía para que se quedase.

No tardó en darse cuenta que aquella madura dama se interesaba por él.

-lo comentaré con su hija, por mi no hay inconveniente, me es igual trabajar en Francia que en otro sitio - dijo este.

-a mí me haría muy feliz que se quedase con nosotros-le dijo Doña Leonor-y así me enseñaría algo de arquitectura-continúa ella.

– Esto es algo que siempre me ha gustado.

-Marcel, que ya llevaba años por la vida y viajando mucho con lo  del hockey, se dio cuenta que aquella dama le hacía más falta un yerno que a su hijo marido. Precisamente  un día que estaban solos en aquella casa ésta se le había acercado, para hacerle una consulta. La cogió por los hombros y sonriéndole amorosamente le preguntó, la falta que tenía de un yerno. Doña Leonor sólo supo contestarle que sí. Marcel acercando su cara a la de ella la besó en los labios, siendo al instante correspondido.

Al notar la pasión en que se entregaba, Marcel, en la misma gruesa alfombra que cubría aquella estancia y encima de esta la hizo poner de rodillas y bajándose la cremallera de las pantalones puso la boca de ella su inhiesto Príapo Doña Leonor, como si fuese una Becerra se lo fue mamando glotonamente, mientras, con su mano buscaba sus huevos acariciando los como si de ello le fuese la vida. Cuando éste sintió que se acercaba el orgasmo le le hizo darse la vuelta y bajándole las bragas y ya de rodillas otra vez la penetró por su esplendoroso culo. Doña Leonor al sentir dentro de ella aquel torrente de caliente semen sintió desmayarse. Con voz entrecortada le fue diciendo, a aquel bravo y futuro yerno que no se marcharse, que ella haría todo lo que fuese por él, para que allí se sintiese feliz.

-Marcel  Pigart, de la casa de Don Gerardo Bermúdez y de Doña Leonor y anoche fue, si el dueño de la casa estaba encantado con aquel nuevo yerno, más lo estaba Doña Leonor. La hija de estos más aún, ella había encontrado el hombre de su vida.

Tan pronto como la hija de Doña Leonor así como Don Gerardo se ausentaba en de casa por cualquier cuestión, tiempo les faltaba a aquellas dos almas para entregarse cegados por la lujuria. Hubo un momento en que Marcel tuvo que preguntarse a cuál de las dos quería más.