Un yerno batallador

Un yerno cae en las garras de su querida suegra.

Paul de Koch “Cuando una mujer está enamorada olvida lo demás”

Un Yerno Batallador

Doña gertrudis, desde que había enterrado al marido hacía ya casi 2 años que no había salido ni un día de casa salvo para hacer las compras y poca cosa más. Su vida transcurría, con una monotonía exasperante, televisión y más televisión. Doña gertrudis, el día que cumplió 59 años fue un mal día, porque sabía que después, le llegarían la fatídica cifra de 60, y que a estas edades lo único que podía aspirar, cómo les pasaba a otras amigas que tenía en su situación

,

con suerte, a encontrar un hombre ya casi viejo, con achaques, neuras y las tonterías de la edad, y que para colmo ni podía terminar un polvo.

Además, que a ella lo que le gustaban eran los hombres jóvenes y vigorosos. Con ganas de reír, jugar y hacer el amor cuántas veces se pudiese, y esto los vejetes ya no lo lograban. Mejor estar sola, qué hacer de enfermera, sin ninguna contraprestaci

ó

n

,

pero el problema, el gran problema, era que entre sus piernas aún necesitaba una buena maza de mortero. Lo que esto tampoco lo consiguió con su difunto marido. Este, en estas cuestiones no brillaba, ni sabía, ni aguantaba a que su mujer llegase al orgasmo. El pobrecito, en esta cuestión era más bien un niño. Doña Gertrudis tuvo que conformarse. Solo una vez estuvo a punto de dar el salto y fue cuando a casa vino un fontanero que se le notaba que era Guerrero. Al estar sola en casa, tentada estuvo de a este subiéndose la falda, enseñarle la cosa, que a buen seguro que se la hubiese tirado. De este fontanero sabía que a más de una le había arremangado bien pero bien. Cosa que nunca ocurría, en cuando decidió provocarlo sonó el timbre de la puerta, era el cartero con un certificado.

Dos minutos después, llamo al timbre el hombre del butano, y cuando ya parecía

que el timbre no sonaría más, llegó el marido antes de la hora porque no se encontraba bien. Doña Gertrudis, cabreada, se propuso volver a llamar a que el fontanero aunque no tuviese ninguna avería, y si era necesario provocarla ella.

Doña

gertrudis

, lo que no podía imaginar era que la solución la tuviese en casa. En realidad, en casa de su hija, casada con un gacho que también se las traía.

Este, por lo que le decía la hija, era más caliente que el horno del panadero. No veas mamá este tío no me deja ni dar el pecho a la cría, en cuanto llega y cuando menos lo espero me arremanga la falda aunque esté en la cocina con los biberones y la cría llorando a lágrima viva y él dale que te dale

por delante y por detrás.

Doña gertrudis, en cuando escuchaba su hija se le ponía el chocho como

el a

fluente del

E

bro, chorreando.

Un día que estaba

n

en casa de doña Gertrudis comiendo, el yerno, y la

hija

,

la cría un no comía. A esta se le ocurre decir qué el próximo domingo quería ir al cine a ver una película de dibujos animados. Tanto el uno como la otra, se la quedaron mirando como si chochease.

-Podríamos ir los

tres-

continuo

ella-

y así después me dejáis en casa, y aquí aquella ahora no hay bus.

-Y la niña dónde la dejó mamá? -dile a tu vecina que la tenga ella, que solo serán 2 horas -doña Gertrudis por dentro, se reía al ver los apuros de su hija.

E

lla sabía que si no podía ir al cine le

era

igual. Pero la hija como sabía que su madre nunca salía de casa, quería complacerla. -mira mamá- yo me quedo en casa con la niña y al cine que te lleve este marido que tengo tan marchoso, y así podré descansar un poco. Doña Gertrudis sabía que lo de descansar un poco se refería, a lo de las arremangadas de falda. -a mí no me metáis en medio - exclamó el yerno no demasiado contento- que a esta hora darán un partido de fútbol

que

quiero ver. -si tú no llevas a mamá al cine el próximo domingo, le dijo esta, con mala cara, no te dejaré que me arremangue las faldas durante 3 meses. Y sabes bien que cumplo lo que digo.

la comida acabo sin demasiada alegría. La hija de doña Gertrudis tenía genio y figura. Tan pronto como montaron en el coche para irse a casa,

el yerno le pregunto a la suegra que había salido despedirlos la hora que tenía que pasarla a buscar.

Cuando ya había arrancado el coche, el bueno del marido le pregunto si sería capaz de hacerle aquello. Tienes narices gacho, sabes que mi madre nunca sale de casa y está más sola que la una, y tú, no eres capaz de dedicarle un par de horas

-

valiente marido me busque.

Tal como quedaron, el domingo por la tarde el yerno de doña

gertrudis

, llamaba la puerta de la casa de la suegra. Cuando está le abrió, en nada se parecía a la suegra que conocía. doña Gertrudis estaba como una tarta de manzanas de

A

ragón

.

Por delante y por detrás, parecía la famosa Doris

D

ay en sus mejores tiempos. Su culo de Jaca jerezana era como un imán para los ojos de aquel caliente yerno. Cuando ya había arrancado el coche, al yerno se le ocurrió preguntarle qué película era la que quería ver con tanto interés. doña Gertrudis con una sonrisa traviesa le contesto: “instinto básico”, querido yerno. Me han dicho que en esta hay mucha marcha. El yerno, que también sa

bia

algo, la miró perplejo. Aquella suegra qué era la que conocía, ¿quién se lo iba a decir?

A la suegra, lo que le impacto fue la escena

en que el protagonista encula a su amante en el respaldo del sofá. La escena, se las traía.

Doña Gertrudis poniendo sus labios en la oreja de este le dijo en voz baja:

ves, esto a mí, mi marido nunca me lo hizo. El yerno que empezaba a comprender el terreno que pisaba

, también en la oreja de ella le susurro:

-

E

sto tiene arreglo querida suegra-. Ella volviéndose hacia este y en voz baja le pregunto quien le haría el arreglo?-siendo una cosa de familia y habiendo una necesidad, su yerno puede arregl

á

rselo. Ella, volviéndose otra vez le dijo al oído: veremos cómo te portas, yerno.

-

T

anto el uno como la otra, estaban deseosos de llegar a casa. Sí al yerno lo encend

pensar en el majestuoso culo de la suegra clavándose su pr

í

apo, a doña Gertrudis el recibirlo por detrás, que no sabía lo que era, ni lo que se sentía, también.

-

T

al como lo visionaron en la película, doña gertrudis, desnudándose totalmente,

le

ofreció su yerno, apoyada también en el respaldo del sofá, su imponente culo. Este al ver aquella hermosura, y para no terminar tan pronto, se arrodilló detrás, y con su lengua le fue acariciando aquella belleza imponente, para acabar en su centro, en su cueva lujuriosa, que lo esperaba con ansia. Allí, sí que doña Gertrudis gozo lo que nunca creyó que se pudiera gozar

En cuando se sintió transportada a otros lugares desconocidos, aquel Bravo yerno, le clavó el

pr

í

apo

hasta el fondo.

Y una vez allí la invistió varias veces como un toro de miura. Ambos se corrieron en un orgasmo sin fin.

Cuando aquello acabó, doña Gertrudis tal y como estaba

aún

desnuda, pasó sus bragas por el cuello de este y lo besó apasionadamente. -y cuándo podrás volver? -le dijo a ella, totalmente entregada.