Un viernes inesperado

Era rubio, con media melena, alto, fuerte, con barba de varios días.

UN VIERNES INESPERADO

Un día horrible, agobiante, mil llamadas, mil visitas, miles de papeles en mi mesa, eran las 8 de la noche y aun estaba en la oficina. Un viernes y sin ningún plan, mi vida era un desastre.

Bajé al archivo a buscar unos papeles y me di cuenta que había luz en el almacén, pensé que se la habían dejado como muchos días, pero ahí estaba él, revisando papeles y recolocando piezas, hacía varios meses que trabajaba con nosotros pero la verdad es que lo me había fijado mucho en él. Era rubio, con media melena, alto, fuerte, con barba de varios días.

Rápidamente se percato de que yo estaba allí, me di la vuelta y bajé las escaleras corriendo. Cuando llegué al archivo, solté una risa de quinceañera, no me había dado cuenta, pero había estado mirándolo durante unos minutos. Abrí, cerré carpetas, metí, saqué archivos, busqué, guardé papeles, ya lo tenía casi todo listo, solo faltaba guardar unos informes y mi día había acabado, por ley de murphy el archivo que buscaba estaba arriba del todo, me subí al pequeño taburete, pero no llegaba, seguí estirándome hasta que una voz me dejo petrificada "Te ayudo", sonó seco, grave, rotundo. Esa voz me desequilibro y me precipité al suelo, pero no llegué a hacerlo, sus brazos se interpusieron en el suelo y mi cuerpo. Sus brazos me rodeaban la cintura fuertemente, mi cara quedó a la altura de la suya, estaba flotando, mis ojos recorrieron su rostro, sus ojos, no me había dado cuenta pero tenía los ojos azules, azules como el mar, como el cielo, seguí recorriendo su rostro hasta que llegué a sus labios, eran carnosos, rojizos, ardientes, no sé cuánto tiempo estuve así, pero para mí fue eterno. Él me miraba como nunca nadie lo había hecho. Era una mezcla entre miedo y deseo. Sus labios se acercaron a los míos, pero retiré la cara, esto no podía estar pasando. Me disculpe, me dejó en el suelo e intenté evitar su mirada. Le dije que ya lo haría otro día y me dirigí a las escaleras, pero antes de que subiera el segundo peldaño, me cogió de la mano y me dirigió hacia él. Me volvió a mirar como lo había hecho antes y dijo "porque no", y sus labios tocaron los míos, fue un beso, solo un beso, sus labios y los míos nada más, de esos que ves en las películas y piensas que son muy cursis, pues ese fue, fue impresionante. Se separó de mi, sus manos rodeaban mi cintura, mis manos involuntariamente se habían situado en su espalda, en ese momento fui yo la que quiso seguir, mi boca buscó la suya, ese ya no iba a ser un beso tierno, sino un beso de pasión, mi lengua se retorcía con la suya, lamía sus labios, sus dientes. Él mordía mi lengua, sus manos me apretaban con fuerza, sentía su corazón en mi pecho. Sin dejar de mirarme me desabrochó los botones de mi camisa, mis pechos quedaron a la luz, los tocó con delicadeza, como si fueran un tesoro muy preciado, con un arte magistral me quitó el sujetador, bajó la cabeza hasta esa altura y comenzó a lamerme los pezones, los succionaba, los mordía, mi cuerpo se excitaba cada vez más, no podía entender lo que estaba pasando, eché la cabeza atrás para intentar coger aire. Poco a poco fui quitándole la ropa hasta que se quedó en ropa interior, era un cuerpo de deseo, un cuerpo para disfrutar. Nos tumbamos en el suelo, sus manos recorrieron mi cuerpo despacio, eso me excitaba cada vez más, sus besos eran ardientes, llenos de pasión, su lengua recorría mi cuello, mis pechos, mis caderas. Su lengua se acercó a mi sexo, pero no le dejé que siguiera, quería que disfrutáramos los dos. Mi mano en introdujo en su ropa interior y toqué tu sexo, estaba duro, tenso, preparado para todo. Le bajé la ropa, él hizo lo mismo, mis piernas se abrieron involuntariamente, en acto de reflejo, y llegó el momento, se introdujo en los más profundo de mi ser, gemimos a la vez, mi cabeza se echó atrás, mi boca estaba abierta, no podía creer que simplemente con un movimiento podía haber disfrutado tanto. Se movía despacio, lentamente, notaba como su cuerpo rozaba con el mío, colocó sus brazos por debajo de mis hombros, me agarró fuertemente. Mi piernas se elevaron hasta que lo rodearon, notaba todo su sexo dentro de mi, y llegó el clímax, noté su embestida, su deseo desbordado, fue intenso, largo y deseado. Ese encuentro se repetía todos los viernes en el mismo lugar y con la misma intensidad.