Un Viernes en el Cine Cometa
Quince minutos de mi vida compartidos contigo, un perfecto desconocido.
Un Viernes Cualquiera en el Cine Cometa
Es Viernes en la tarde. Estoy comiendo con mis colegas a una cantina del centro. Me tomo un par de cervezas y unos tequilas, dejándome llevar por la típica reunión buga, a las que estoy acostumbrado debido a mi trabajo. Debo decir que soy un hombre hacia el final de mis treintas, bien parecido, casado hace casi 10 años. Me dedico a administrar inversiones, por lo que mi día con día transcurre encerrado en traje y corbata de diseñador, con camisa blanca, mancuernillas, y zapatos de piel, normalmente negros. La imagen misma de un ejecutivo exitoso.
A los dieciocho años tuve mi primer encuentro con otro hombre. Entonces, tenía un cuerpo maravillosamente formado, con una espesa cabellera negra y ojos negros expresivos enmarcados por gruesas cejas. Mis fuertes brazos y mi amplio pecho cubiertos de vello estaban perfectamente complementados con hermosas piernas y unas nalgas que eran la envidia de propios y extraños. Casi veinte años mas tarde, me considero digno homenaje a lo que en ese entonces fui, aunque el tiempo, las ocupaciones y tres comidas caseras al día sin duda han dejado huella.
La comida en la cantina termina sin novedad. Salgo un poco hastiado del show buga, y me doy cuenta de que me queda poco más de una hora para mi siguiente compromiso. Puede que haya sido el hastío de la conversación, el par de tequilas de la comida o el hecho de que no he tenido un encuentro con otro hombre en meses. Pienso en la posibilidad de buscar acción, aunque una hora difícilmente es suficiente tiempo. Momentáneamente lo descarto, pero empiezo a sentir una fuerte excitación que me causa una suave erección. Más me excito cuando pienso que llegaré a mi próximo compromiso oliendo a sexo. Siento que el calor en la entrepierna aumenta, y entonces empiezo a considerar seriamente las alternativas.
Hace mucho que no visito los baños de hombres de los centros comerciales buscando acción. De hecho, ni siquiera sé si siguen siendo puntos de encuentro. Descartado. Conseguir a un profesional en tan poco tiempo no me parece factible tampoco. Descartado. No conozco baños públicos en esta ciudad. También descartado. Entonces recuerdo que alguna vez visité el Cine Cometa, no lejos de donde estoy. El simple recuerdo del lugar me produce tal excitación que siento que me voy a venir en los pantalones, en medio del tráfico de Calzada Madero.
Recuerdo el Cine Cometa como uno de esos extraños lugares que todavía hay en las grandes ciudades: puntos de reunión para la comunidad gay, en donde por cuarenta pesos cualquiera tiene derecho a una terrible película pornográfica buga de los años sesentas o setentas, una o más butacas medio desvencijadas, baños casi decentemente limpios y la maravillosa posibilidad de hacer contacto con otros hombres, dependiendo de los gustos, preferencias y habilidades de cada uno. Recuerdo también que la concurrencia es, por decirlo gentilmente, menos que elegante, y eso me excita todavía más.
Han pasado diez minutos. Después de pagar en la taquilla, entro al vestíbulo del cine, donde, siguiendo la tradición, sigue habiendo dulcería. Paso rápidamente al baño, antes de entrar de lleno en mi aventura personal en la sala. Hay varios hombres parados camino al baño. El ambiente se empieza a apoderar de mi cabeza, y empiezo a evaluar a cada uno de ellos. Aunque ninguno es demasiado atractivo, la pura excitación de verlos parados allí, ligando abiertamente, casi me impide orinar. El mingitorio de la izquierda lo ocupa un hombre de unos 50 años, que parece llevar allí un buen rato. Veladamente se está masturbando, y me voltea a ver con mirada invitadora. No es mi tipo, y decido que prefiero ir a buscar suerte adentro de la sala. Además, el baño no está muy limpio. No me siento inspirado.
Salgo del baño y me meto a la sala. Es una sala muy grande, del estilo antiguo de los cines, donde se entra por la mitad de la sala. Hay un pasillo central paralelo a la pantalla y cuatro pasillos perpendiculares que recorren las filas de las butacas. Se proyecta una película muy vieja, en donde tres "Tarzanes" persiguen a tres "Janes" por la selva.
Hay cinco o seis hombres parados en el pasillo de acceso, recargados hacia enfrente o en la pared de atrás. No creo que nadie le preste atención a la película. Nadie parece notarme tampoco. De pronto me doy cuenta de que mi atuendo puede resultar un tanto contrastante con el lugar: Llevo puesto un traje Versace gris oscuro raya de gis, camisa blanca, corbata Boss roja y mancuernillas de plata. Mi descubrimiento me preocupa un poco, pero al mismo tiempo agrega un elemento de diversión a la aventura.
Decido dar una vuelta caminando hacia la parte superior del cine. Hay un tipo fortachón, en camiseta deportiva sin mangas, parado en la base de las escaleras de la derecha. Paso junto a él y alcanzo a notar un bulto en su entrepierna. Fortachón me ignora, por lo que sigo mi camino hacia la parte de arriba, junto al proyector, donde supongo que podré encontrar más acción. Veo a dos tipos besándose, y manoseándose. Me llama la atención, pero sigo caminando hasta llegar arriba. Después de quedarme parado algunos minutos disfrutando la sensación de estar rodeado de hombres lujuriosos que se están desvistiendo con la vista, tratando de ver a través de la ropa quien tiene un pito mas grande y sabroso, y quien está mejor para cachondear, me siento en las últimas filas esperando que alguien pase por allí. Pasan un par de personas, a quienes mentalmente descarto: Uno muy viejo, otro muy feo. Pasan un par mas, y uno me parece guapetón. Calculo que tiene unos 34 años, delgado, con pantalón blanco y camisa obscura. No está mal. Trato de llamar discretamente su atención, pero se sigue de largo.
Volteo a ver nuevamente la película, que había ignorado hace un rato. Ahora Jane le está chupando el palo a Tarzán, quien no deja de gruñir de placer. Me atrapa momentáneamente la vista del hermoso miembro de Tarzán. Trato de ignorar que es Jane quien le está haciendo la faena, y me imagino que soy yo quien se mete y se saca ese pedazo glorioso de carne de la boca. Cuando me doy cuenta, el guapetón del pantalón blanco está de regreso. Decidido a ser mas determinante, logro captar su atención hasta que se sienta junto a mí.
Intercambiamos un par de palabras. El se llama Rolando, y oficialmente salió a un mandado. Yo me agarro el paquete y lo rozo con mi pierna. El se tarda un segundo en poner su mano sobre mi pierna y me empieza a acariciar. De cerca parece más simpático que de lejos: es delgado, trae bigote y sus ojos parecen sinceros. Suficiente. No quiero saber mas de él. Minutos después empezamos a tocarnos el bulto, pero el se ve tenso. Lo invito atrás de la última fila del cine, para que seamos más discretos, y el acepta. Un par de minutos después bajo su cierre y meto mi mano en su bragueta, sintiéndole los huevos y el pito mucho más de cerca. Sin duda esta caliente, pero sigue nervioso Finalmente, me da una excusa elegante y se retira. Ni modo.
Pensando en que ya no tengo mucho tiempo, bajo nuevamente con la idea de dar una ultima vuelta. Tal vez no fue tan buen plan como parecía. Caminando por el pasillo central, de repente oigo una voz joven que dice "No cabrón, tu nomás me la quieres tocar y nada de mamar, no se vale". Volteo y te veo: un hombre de 25 años que lleva puestos unos jeans ajustados, camisa blanca y cinturón vaquero. Tienes el pelo corto y barba de tres días. No eres muy alto, pero pareces perfectamente proporcionado. Claramente haces ejercicio. Así lo reflejan tus nalgas redondas, el pecho descubierto por los tres botones de la camisa que están desabrochados, y los antebrazos que se ven por las mangas que llevas enrolladas hasta el codo.
Molesto con el "cabrón" que se rehusaba a darte servicio completo, te subiste por el lado izquierdo del cine hasta la parte superior, encendiendo un cigarro en el camino. Te seguí instintivamente a un par de pasos de distancia, hasta que te paraste en la esquina de arriba a la izquierda. Pasé por enfrente de ti, pero no llamé tu atención. Sin pensarlo dos veces me planté frente a ti.
¿Quieres una mamada?
¿Cómo, perdón?
Bueno, la verdad es que oí tu conversación allá abajo, y yo con todo gusto te la mamo.
Lo dije sólo para quitármelo de encima, ya vez como es esta pinche raza.
Pues yo estoy en lo dicho, pero tengo prisa. Tengo quince minutos para darte la mejor mamada de tu vida.
No, como crees. Aquí está muy riesgoso. Mejor en el baño.
Tu dices, pero tengo poco tiempo.
Recordé mi rápida visita al baño y pensé que sería mejor allí, de una vez. Está por demás decir que nunca se la había mamado a nadie en un lugar tan público, mucho menos con público parado a menos de un metro. La sola idea de hacerlo me calienta tanto que siento un golpe de sangre en la cabeza, que rápidamente me pone la verga a todo lo que da, y decido seguir con la propuesta hasta el final. Tiras tu cigarro en señal de aceptación, te abres el botón y te bajas la bragueta dejando salir tu hermoso pedazo de carne.
Entiendo que todo había sido tan rápido, especialmente para ti, que no se te había alcanzado a parar realmente. Me pongo en cuclillas frente a ti dispuesto a empezar a chupar. Lo primero que noto es un aroma muy agradable. Te habías perfumado. Cabrón, realmente venías determinado a encontrar algo. Me da confianza y me meto tu verga en la boca. Viene a mi mente que me encanta chupar una verga antes de que se ponga dura, e ir sintiendo en la boca como se va haciendo, grande, dura, y gruesa. Te aflojas un poco mas el pantalón y te empiezo a chupar los guëvos, que para mi grata sorpresa estaban casi completamente rasurados. Me doy cuenta de que todo tu vello púbico está también rasurado, y me caliento todavía más. Trato de coger tus nalgas para meterme tu miembro hasta la garganta, pero severamente bajas mis manos a tus piernas.
No me importa, mi rey. Tus piernas parecen de acero. Me aferro a éllas para no perder el equilibrio. Por ti en este momento haría cualquier cosa, con tal de que no me saques este premio de la boca. Quiero metérmelo hasta adentro, mamártelo y que me llegue hasta la garganta. Que rico. Que rico huele. Que rico sabe. Hace años no mamaba una verga tan deliciosa. Es toda mía. La quiero toda para mí. Métemela. Métemela hasta la garganta. Quiero que me cojas por la cara, como si fuera una puta cualquiera. No importa si no puedo respirar, quiero seguirla teniendo adentro. No importa nada más. No importa que haya cuatro o cinco personas viendo como te la mamo. No importa que gires hacia la pared buscando un poco de discreción. Te sigo sin sacármela de la boca e ignoro el mundo que me rodea. Se te pone cada vez mas dura, y empieza a crecer tanto que casi no puedo comérmela toda. Sé que te gusta que me la meta hasta adentro, así que hago lo posible por tragármela. Me ahogo un poco, y siento que tengo que parar. Quiero, además, volver a ver al afortunado dueño de tan magnífico miembro.
Me paro un segundo, y veo que hay mas personas de las que creía alrededor de nosotros. Solo quiero ver tu cara. Siento tu barba crecida mientras me mordisqueas la barbilla, y veo tus ojos brillantes con el reflejo de la luz de la pantalla. Aprecio el detalle de ternura, pero no puedo dejar de pensar en que solo quiero seguírtela chupando.
¿Te gusta como te la mamo?
Me encanta cabrón, me la estás poniendo bien dura.
¿Te la puedo seguir mamando?
Si cabrón, cometela toda, y sacátela tu también.
Era todo lo que quería oír. Me bajo el cierre y vuelvo a llegar a tu entrepierna. Me meto el pedazo de carne que te has estado jalando otra vez a la boca. Beso brevemente tu glande, y juego con tus pelotas lisas y suaves. Me doy cuenta de que se te ha puesto mucho más grande y gruesa. Me encantan las vergas gruesas. Me la sigo comiendo, tratando de metérmela hasta el fondo de la garganta. Siento como la cabeza pega contra el fondo, y quiero que se meta todavía más. Finalmente lo consigo, y siento tu verga llegar hasta adentro de mí. Estoy tan caliente que no me puedo ni tocar. Estoy a punto de venirme, pero quiero que tu te vengas primero. Empiezas a moverte con mas y más fuerza, mientras tu verga entra hasta el fondo de mí. Me imagino por un segundo que me metieras la verga por el culo, pero descarto esa idea, buscando concentrarme en lo que está pasando.
Oigo tus gemidos mezclados con un ruido sordo de la pantalla y algunos murmullos a nuestro alrededor. No me importa nada. Solo quiero que te vengas en mi boca. Tratas de alejarme, pero me pego mas a ti. Accedes a venirte en mi boca, gracias. No quiero desperdiciar ni una gota del preciado liquido que está por salir. Parece que te estas convulsionando, y yo me estoy convulsionando contigo del placer. Siento que tu verga se pone increíblemente dura, mientras que el pesado chorro golpea la parte posterior de mi garganta. Después del primero, saco un poco tu verga, para recibir el resto de tu leche en mi boca. Quiero conocer su sabor, y no me importa nada más. Me como hasta la última gota, y me vengo yo mismo en la alfombra del cine, casi sin necesidad de tocarme. Me levanto para ver tu cara, mientras ambos nos cerramos el pantalón.
¡¡¡¡Guau!!!! Que mamada, cabrón.
¿Te gustó?
Me encantó, estás cabrón.
Tu también. Gracias por aceptar. Nos vemos.
Sin decir mas, bajo las escaleras recomponiendo mi ropa. Checo que mi camisa esté bien fajada, y que mi corbata esté impecable. Aunque mi pantalón no ha tocado el piso, sacudo ligeramente mis rodillas y me dirijo a la salida.
Me sorprende la luz del sol, había olvidado que todavía es de día. Me subo a mi coche, listo para atender mi próxima cita. La vida siempre sigue.