Un viejo verde y yo sola en la piscina III

El resto de la semana con mi vecino

Me despierto al lado de mi vecino. Otra vez los ronquidos naciendo de su prominente barriga y llenando el espacio. Me sorprende que me haya quedado dormida... bueno, tantas emociones, es normal...

Pienso en Pablo. Mucho más atractivo, educado, atento... Y sin embargo, ayer dejé que este hombre se corriera dentro de mí mientras hablaba por teléfono con él... ¿cómo pude hacerlo?

Comienzo a rememorar lo ocurrido la noche anterior y, en realidad, me cuesta poco entenderlo. Llevo encadenando un orgasmo brutal tras otro con esta aproximación a ser humano que tengo como vecino. Vivo en un estado de deliciosa excitación permanente en el que me siento plena. Feliz. Tengo que pensar en esto, tengo que discernir cómo afecta esto a mi vida, a mi matrimonio.

Justo en ese momento se despierta mi amante y tengo que dejar de pensar. Trato de aprovechar los pocos momentos que me regala totalmente sobrio.

En cuanto abre los ojos le doy un beso.

  • Buenos días, vecino.

  • Mmm, buenos días. Joder, niña, me tienes agotado. No hacía tanto ejercicio desde... jajajaja. Creo que no he hecho tanto ejercicio en mi puta vida.

Le sonrío.

  • A cambio, yo tengo el coño irritado. Así que estamos los dos para el arrastre.

  • ¿Ah sí? Vamos a ver.

Y lleva su mano a mi sexo y comienza a acariciarlo.

Cuarto de hora después mi vecino se levanta con los dedos empapados después de lograr que me deshiciera de nuevo entre ellos. Tengo aún su saliva en mis pechos y los pezones irritados.

  • Joder vecina, así da gusto despertarse, jajajaja. Venga levanta y prepárame el desayuno.

Por supuesto no solo sirvo el desayuno, sino que además me siento sobre él para que me pueda meter mano mientras se alimenta. Nunca pensé que pudiera acabar un desayuno con un copazo, pero le acompaño con el primero de los dos que se toma él para ponerse a tono. Cuando termina me dice.

  • Ahora después de desayunar follaremos, comeremos, follaremos y dormiremos la siesta. Esta tarde vienen mis amigos a jugar a las cartas y tenemos que estar descansados.

Y todo fue según el guión que me dijo en un par de frases. Con algún cambio, porque yo, para recibirlos, además me di una ducha.

Escondida en la cocina oigo las voces de los amigos al pasar. Comienzan a intercambiar saludos soeces y pronto los oigo pasar al salón. Entonces mi vecino toma la palabra.

  • Bueno, Rubén, espero que hayas traído hoy pasta fresca que voy a desplumarte. Pero, ¿qué coño haces mirando por la ventana?

  • Pues lo del mes pasado, ¿no te jode? A ver si está tu vecina la flaca tomando el sol en bikini.

  • Jajajaja. Pero si no está tan buena, hombre, apenas tiene tetas, jajaja. - Responde mi vecino.

Oigo al muy cabrón hablar así de mí y... aflora una sonrisa a mi rostro.

  • Ya, pero tiene un culillo y unas patas que vamos... ¿cómo se llamaba la jodía?

  • Silvia, se llama Silvia. Siento decirte que no está en la piscina.

  • ¿Está de vacaciones?

  • No, qué va. Está en casa. Le pedí que me ayudara hoy a organizar la partida de hoy.

  • No jodas, cabrón... ¿va a venir aquí?

  • Sí, claro, ya te he dicho que le comenté que teníamos partida y, como no tengo mujer, se ofreció a servirnos las bebidas y a prepararnos algo.

Se crea un largo silencio. El comentario machista me mata, pero no puedo dejar de sonreír.

  • Venga tío, estás de coña... ¿que va a venir esa jamelga a ponernos las birras? ¡venga!

  • ¿Qué? jajaja ¿Te gustaría no? Jajajaja. - Contesta mi vecino.

  • Qué cabrón, - dice su amigo- por un momento pensé que iba a tener su culo aquí meneándose mientras le pedía otra cerveza.

  • Jajajaja. Lo imagino, lo imagino. ¡Silvia! -grita de pronto- tráenos ya las cervezas, guapa.

En ese momento aparezco con mi microvestido ajustado y mis tacones llevando la bandeja llena de latas de cerveza. El momento es bestial. Todos se me quedan mirando abobados con la boca abierta. Yo dejo de mirar sus caras de pura vergüenza y excitación.

  • Buenas tardes, señores.

Y dejo las latas en la mesa. Después voy de nuevo a la cocina roja de vergüenza.

Ahora hablan en voz baja, aunque los oigo de todas maneras.

  • ¿Pero qué coño has hecho cabronazo? ¿Cómo es posible que...?

  • Jajajaja. - Oigo reír a mi vecino. - Teníais que haber visto vuestra cara cuando ha aparecido, jajajaja. Nada, ya te he dicho que se ofreció a servirnos mientras jugábamos la partida.

  • Pero... joder, si iba medio en pelotas. Que no llevaba sujetador, que se le notaban los pezones...

Me miro el pecho y, efectivamente, los pezones están marcadísimos por la excitación.

  • Sí, bueno, eso se lo pedí yo. Le dije que mis amigos pensaban que era muy atractiva y le pedí que se pusiera algo sexy para servirnos. O ¿cómo le dije?, ¡Silvia!

Vuelvo a salir al salón y me quedo mirándole.

  • Silvia, cuéntame que no me acuerdo. ¿Qué te dije que te pusieras para servir a mis amigos?

  • Me dijo que a sus amigos les gustaría que me vistiera de putilla, vecino.

  • Eso es, jajajaja. Te dije de putilla, eso es...

  • ¿No está bien así vecino? ¿Debo ponerme algo diferente?

  • De momento no, preciosa. Sólo una duda. El amigo Pedro piensa que no llevas sujetador y que se te marcan demasiado los pezones, ¿es eso cierto? ¿no llevas?

Yo miro hacia el suelo.

  • Vecino, como usted dijo "de putilla", pensé que... Pero no quiero incomodarlos...

Mi vecino se ríe sonoramente.

  • A ver Pedro, fíjate bien, ¿tú prefieres que se ponga un sujetador o que siga marcando pezones?

  • Joder, por mí así está bien, jajaja. Y mejor aún si se quiere poner en tetas, jajaja

Mi vecino me mira seriamente. Bueno, eso podemos arreglarlo...

Se levanta y se acerca a mí, seriamente. No admite réplica. Yo permanezco quieta mientras él comienza a deslizar los tirantes hacia mis codos. Ni siquiera protesto. En realidad, me estoy excitando solo de pensar que va a mostrarme en tetas a sus amigos.

Siento la tela del vestido avanzar perezosamente, escalando mis pequeños montes por la ladera menos escarpada. Al llegar a la cima, veo aparecer el pezón rosado e, inmediatamente, miro a Pedro que observa hipnotizado mi pezón. Mi vestido sigue bajando hasta que mis dos pechos quedan completamente al descubierto.

¿Veis? Ya os lo dije. Apenas tiene tetas, jajaja.

Nos quedamos todos en silencio durante un minuto. Sus amigos mirando fijamente mis pechos desnudos, yo avergonzada y excitada a partes iguales. Y mi vecino, supongo, disfrutando del status adquirido entre sus amigos y satisfecho de comprobar que mi sumisión era total. De nuevo es él quien rompe el silencio, señalándome a uno de sus compadres.

  • Silvia, mi amigo Rubén piensa que tienes un culo muy interesante.

Yo miro a su amigo.

  • Muchas gracias, señor.

De nuevo un silencio. Mi vecino, esta vez no tiene que decirme nada.

Desabrocho la cremallera y bajo completamente mi vestido hasta quedar en tanga y tacones frente a los tres extraños. Me doy media vuelta para que Rubén pueda ver mi culo con tranquilidad.

Mi vecino se levanta y de un empujón, me coloca con las tetas apoyadas en la mesa en la que están jugando. Sin mediar palabra, pega un tirón y rompe el tanga dejándome completamente en cueros y allí, delante de sus tres amigos comienza a follarme.

Nadie habla. Sus amigos observan atónitos, mi vecino bombea sin cesar y yo... yo me limito a gemir en cuanto su ritmo agita mi interior. Así seguimos por unos minutos, quién sabe cuántos, hasta que se cansa de la postura y me hace tumbarme en la mesa boca arriba, con mi trasero justo en el límite, y vuelve a atravesarme sin piedad, sólo que ahora agarrando mis pechos para ayudarse a empujar.

Yo siento su rabo deslizarse por mi interior y las miradas de sus vecinos por mi cuerpo. Y llega el orgasmo. Ahí, sin intimidad alguna, rodeada de extraños. Llega el orgasmo a tiempo, antes de que mi vecino explote, para que quede constancia frente a su parroquia de que él cumple con las mujeres, que las hace gozar. Y una vez logrado su objetivo, se vacía dentro de mí.

Sus amigotes lo miran con veneración mientras lanza sus últimos gruñidos. Se queda un rato dentro de mí. Mira a sus amigos sonriendo. Finalmente sentencia.

  • Creo que tengo que ir a cagar.

Y sale de mí. Dejándome tirada en la mesa con sus amigos. Chorreando semen de mi sexo. Yo trato de respirar, de recomponerme. Quieta sobre la mesa. Pero pasa lo que tiene que pasar. Lo que mi vecino sabe que pasaría: Pedro, tímidamente comienza a acariciar mi brazo. Yo sé que es lo que él quiere, así que no hago nada mientras él, viendo mi permisividad, avanza su mano por mi brazo hasta la parte superior de mi pecho. Sigo quieta y él interpreta que tiene vía libre, de modo que el viejo rufián abarca mi seno con su manaza y lo aprieta para después jugar con mi pezón.

Otro de sus amigos, el que ni siquiera me presentó, ocupa el otro pecho. Yo los miro mientras me tocan... y me encanta. El que queda, Rubén, se levanta y comienza a bajarse la cremallera.

  • Compadre.

Oigo una voz en el pasillo. Mi vecino avanza sonriendo.

  • Se puede tocar, pero no te pases.

No sé cuánto durarán habitualmente sus partidas de cartas, pero no creo que fueran más largas que el rato que continúan magreándome. Al menos yo pierdo la noción del tiempo. Tres bocas y seis manos en mi cuerpo son las culpables. La excitación que apareció cuando mi vecino me puso en tetas para ellos se quedó corta comparado con lo siento cuando dos de ellos chupan a la vez mis pezones mientras me acarician. No creo que pueda describir el torbellino de sensaciones que me invade. Finalmente mi vecino, excitado tanto o más que yo, vuelve a follarme mientras sus amigos se resisten a dejar de abusar de mi cuerpo. Sentir su aparato deslizándose dentro de mí, mientras el resto del geriátrico me toca y me come es brutal. Y el resultado es el orgasmo más salvaje que he sentido hasta el momento. Esta vez, tras eyacular, se queda en mi interior y les dice a sus amigos que se larguen.

Nos quedamos los dos solos. Él aún dentro de mí.

  • Has estado excepcional, Silvia.

Yo no soy capaz ni de hablar.

  • Buuuf, tenía mis dudas de que fueras capaz de hacerlo. Ya sabes que a los hombres, de nada nos vale tirarnos a una tía si no podemos contarlo a los amigos. Y si lo contara, no creo que lo hubieran creído, jajaja.

Yo sigo callada.

  • Joder, si hasta cuando Rubén se bajo la cremallera te quedaste quieta... ¿querías follártelo o qué? jajajaja

  • Vecino, no sabía qué hacer, la situación me superó... ha sido... desbordante... no podía ni pensar.

Él sale finalmente de mi interior y me da un beso.

  • En determinados momentos, querida, pensar no es lo que hay que hacer.

Se bebe la cerveza y se va de nuevo al baño. Como la vez anterior, yo me quedo quieta. Tratando de entender qué pasa conmigo. Me doy cuenta de que, pese a su apariencia, sus palabras siempre dan en el clavo "En determinados momentos, querida, pensar no es lo que hay que hacer". Qué demonios. Lleva razón. Para cuando sale del baño ya estoy convencida de que la tarde ha sido maravillosa. Que los orgasmos vividos han sido demoledores y que, lejos de ser humillante lo vivido, ha sido, sobre todo excitante. Mi vecino se da cuenta de mi ánimo y abre una botella de whisky mientras me dice que vamos a cenar. Yo, por supuesto, en pelotas.

No bebo mucho, de modo que a la segunda copa estoy mareada y cuando acabamos de cenar, me quedo dormida en el sofá sintiendo sus manos en mis pechos. La luz machaca mi cabeza. Se clava como agujas en mi cerebro embotado. Me duele la espalda y estoy agobiada. Con esfuerzo abro los ojos. Estoy desnuda en el sofá del salón  y tengo a mi vecino, dormido, apoyando su pesado cuerpo sobre mí. Apestando a whisky...joder supongo que yo también... ¿en qué me estoy convirtiendo? De nuevo sus palabras: "En determinados momentos, querida, pensar no es lo que hay que hacer". Inmediatamente sonrío recordando la fiesta de la tarde anterior. Estoy viviendo el sexo de una manera maravillosa. Brutal. Exagerada tal vez, pero intensa. Creo que se merece que lo despierte con una mamada...

Durante los siguientes días apenas salimos de casa. Mi vecino quiere que beba con él. Y bebemos. Mucho más de lo que estoy acostumbrada. Y follamos. Descubro lo delicioso que es abrir mis piernas cada vez que él me lo dice. Tener mi cuerpo siempre a su disposición... Es maravilloso.

Finalmente llega el día en que mi marido va a volver a casa. Mi vecino me dice que no queda ginebra. Que va a comprar más. Mientras tanto, vuelve a esa infinita bolsa de cosas que compró el primer día y saca un microshort vaquero, una camisa de cuadros, un sujetador negro y unas botas de cowboy.

  • Dúchate y ponte eso. Siempre he querido follarme a una vaquera, jajaja. Ah, y no se te ocurra abrocharte el escote. Uf, con este modelito te vas a enterar lo que te voy a hacer.

Miro la ropa y pienso "más que una vaquera, voy a parecer una autentica puta del oeste americano". Pero sonrío, porque en realidad estoy deseando vestirme para él. Me ducho, me maquillo, me perfumo tratando de alejar de mi cabeza que hoy llegará mi marido. Que todo volverá a ser como antes...Pasan por mi cabeza todos los polvos que hemos echado, todas las cosas vividas y no me puedo creer que haya sido capaz de hacer todo lo que he hecho...y más aún, lo que he disfrutado haciéndolo.

Espero a oír la puerta y entonces me acerco despacito por el pasillo. Su boca se abre cuando aparezco en su campo de visión.

  • ¡Joder!, ¡estás impresionante! - Dice justo antes de dar un trago a morro la botella.

  • ¿Esto era lo que querías no?- Respondo acercándome a él y, tras agarrar la botella, doy un trago también.

  • Sí, esto era.

Siento un intenso cachete en el culo y luego lo aprieta bien fuerte. Después me quieta la botella. Da otro trago y después vierte lo que queda sobre mi escote para lamerlo. Desde el cuello a mis tetas.

  • te voy a destrozar como nadie te ha follado zorra.

  • si vecino, fóllame, fóllame, lo estoy deseando. - Contesto casi con tristeza, sabiendo que se está agotando el tiempo.

Eso es lo que mi vecino quería oír. Me empuja contra el sofá y, de un tirón rasga la camisa y luego el sujetador. Yo me voy quitando el pantalón y las bragas, pero no me deja quitarme las botas.

Poco después tengo su cabeza entre mis piernas y yo gimiendo ante sus lamidas, pensando lo que voy a echar de menos esto. Y también echaré de menos ver cómo se incorpora y me la mete. Y me taladra fuertemente. Echaré de menos ver su cuerpo gordo y viejo moverse para bombearme una y otra vez. Ver sus manos agarrar mis muslos, ver su cara acercarse con la boca abierta para meter su lengua entre mis labios.

Así que trato de disfrutarlo y guardarlo en mi memoria.

  • Ahora me vas a cabalgar como una cowboy.

De modo que esa era su fantasía. Mi vecino se sienta en el sofá, yo me pongo a horcajadas sobre él y me la meto fácilmente. Comienzo a cabalgar como me ordenó.

  • Vamos, zorra, solo sabes hacer esto. - Me grita. - Al galope yegua, que quiero llegar a mi destino ya.

Sólo sé hacer eso, me dice el muy cabrón...Yo sonrío y continúo. Subiendo y bajando. Se ve que le excita cómo se mueven mis tetas mientras le monto porque su boca se lanza a por ellas y, mientras sigo mi cabalgada, él las chupa y muerde los pezones.

Mi móvil comienza a sonar. Mi vecino se separa de mis tetas y lo mira.

  • Pablo dice que te quería dar una sorpresa y que está en casa, jajaja, o sea que detrás de mi pared está el cornudo de tu marido, jajaja subo el tono y grito "ohhh como follas zorra"

Sabes que Pablo está a unos metros me mata. Aumento el ritmo. Gimo fuerte, jadeo.

Otro whatsapp.

  • Éste sí que es bueno, jajaja. "joder cariño el asqueroso de nuestro vecino está follándose a alguien, será una puta desesperada que ha contratado". Jajajaja.

Eso es demasiado para mí y, entre gritos, termino de correrme. Sin preocuparme porque Pablo me reconozca porque, con él, nunca he gritado así. Mi vecino se ríe con el whatsapp, supongo que imaginando a Pablo viendo la tele mientras él se folla a su mujer. Una sonora carcajada que pronto muere porque la situación también es excitante para él. Tanto como para lograr que termine muy pronto y se vacíe sobre mí.

Terminamos agotados y voy tomando conciencia del peligro de lo que está ocurriendo. Me levanto, me doy una ducha rápida, me lavo los dientes y me visto.

"Vaya, qué sorpresa, he ido a comprar el pan y estaba aquí de charla con una vecina"  escribo en el whatsapp.

Antes de salir lo miro.

  • Esto se ha acabado a partir de ahora se vuelve a la rutina. - le digo.

  • De acuerdo puta. - Contesta riendo, - pero ya sabes... si necesitas lo que no te da tu marido, ya sabes dónde estoy jajajaja

Pero a pesar de lo dicho sé que no se ha acabado... sé que no podré dejar de tener esos polvazos. Sobre todo cuando, tras despedirnos, tomo sus manos y las pongo en mis pechos, que agarra con fuerza. Abro la puerta sin hacer ruido y rápido voy a las escaleras a comprar el pan. Cinco minutos después estoy en casa con mi marido. Hago como que me hace ilusión verlo medio día antes, cuando, en realidad, maldigo su "sorpresa".