Un viejo pordiosero me violó 2 (recogelatas)
Despues de forzarme a beber su grumoso semen el viejo me tomo de una manera ruin
Después de hacerme probar su asquerosa y amarillenta semilla que rebosaba de grumos, el hombre anciano decidió que tomaría mi ano sin mostrar ningún tipo de remordimiento ni restricción. Tomo su miserable pene y lo puso cerca de mi ano. Yo me di cuenta y cuando apenas iba a advertirle que no lo hiciera el vejete inserto su miseria en mi ano haciéndome gritar de coraje y asco. ¡Pinche viejo de mierda, quien chingados le dijo que me podía penetrar ahí! –pregunté–. El no respondió más que con un –cállate el hocico, de seguro bien que dejas a esos chamacos sacarte toda la cagada cuando vienen a cogerte–. Me presiono la cabeza con fuerza en contra del cojín del sillón y mis glúteos quedaron hacia arriba mientras el con brutal fiereza penetraba mi ano. Podía sentir cada relieve de su vieja polla entrando y saliendo de mi ano. Me sentía totalmente ultrajada y violada por aquel hombre, incapaz de poder hacer algo.
El parecía tener más resistencia por haber eyaculado anteriormente ya que tenía violándome más de diez minutos y aún no tenía indicios de querer venirse de nuevo. Violentamente me tomaba del cabello, me penetraba y en ocasiones lamia mi piel con su lengua, dejando su asquerosa saliva con olor a mierda por toda mi piel. Gemía y gruñía fuerte mientras tomaba mi ano. Después de estar cogiéndome por más de quince minutos se detuvo, probablemente porque había perdido la erección. Yo iba a preguntar qué era lo que ocurría, pero antes de poder voltearme el comenzó a lamer mi ano. ¡Puta madre, aquí esta lo que quería para comer hijita! –gritó mientras metía su lengua profundamente en mi ano–. El hombre lo penetraba con su lengua desesperadamente como un taladra hidráulico tratando de encontrar oro en una mina oscura. Tengo que admitir que el anciano era bueno en lo que hacía y me había comenzado a sentir bien por sus lengüetazos. Escarbaba con su lengua en los rincones más profundos de mi recto. Parecía que quería poder encontrar lo que había desayunado esa mañana. Yo había entrado en un estado pleno de excitación. Tenía mi lengua de fuera y la saliva caía por mis labios hasta el cojín de mi sala haciendo un pequeño charco. Por el inmenso placer pequeños gemidos se escapaban de mí intermitentemente. Eran imposibles de detener y con cada una de sus lamidas tomaban más fuerza. ¡No señor, ya no me chupe ahí por favor! –grité–. No hijita, usted no me va a decir que es lo que tengo que hacer, acuérdese que yo soy el que manda aquí –dijo con autoridad–. El hombre siguió cogiéndome con su lengua tan experta hasta que sentí como se me volteaban los ojos y mi piel se hacía hipersensible en cuestión de segundos. Me tomé fuerte del cojín de la sala y gemí fuerte apretando mis labios dejando salir una gran eyaculación mojando por completo la sala.
Después me arrepentiría de eso, pero la verdad, el sexo oral que el viejo le había dado a mi ano había sido increíble que no pensé en como arruinaría la sala haciendo eso. Ves, bien que decías que no pero ya te chorreaste toda en la sala cabrona –dijo mientras se levantaba del sillón–. Se masturbó para poder reanimar su pene. S pesar de hacerlo con fuerza su polla parecía no despertar. Ven y despiértame la polla cabrona –dijo sonriendo y jalando su polla flácida–. Yo me puse de rodillas al lado del sillón y lo mire a los ojos. El me tomó del cabello y me dijo –chúpamela hermosa–. Saque mi lengua despacio y comencé a lamer su glande despacio y muy eróticamente. Mi lengua pasaba suavemente por la piel de su glande haciéndolo desear cada vez más. El solo me tomaba la cabeza con una mano y reclinaba su cabeza hacia atrás como si disfrutara plácidamente de un buen viaje. Ya sé por qué vienen todos esos pinches chamacos, eres todo una experta con esa lengua hijita. El sabor de su pene era más que desagradable pero trataba de soportar lo más que podía. Su pene comenzó a crecer de nuevo tomando su tamaño regular y nada especial. Cuando su polla recuperó su fortaleza me dijo –esta vez sí me voy avenir adentro chiquita, quiero llenarte la conchita con mi leche, no sabes cuánto tiempo tengo sin llenar a una puta con mi leche–. Yo sabía que si no lo dejaba el haría algo en contra mía.
A regañadientes me recosté en la sala y abrí las piernas. Es toda suya, por favor no sea tan rudo –dije mientras me acomodaba en el sillón–. No mi reina, no quiero hacértelo tan incómodo en ese sillón tan pequeño para los dos, vamos a tu habitación, quiero disfrutarte cómodamente en tu cama –dijo mientras se saboreaba mi cuerpo pasando su lengua por sus bigotes–. Me tomo de la mano y me dijo –llévame a tu camita mi amor–. Lo lleve a mi habitación y él se recostó tranquilamente en mi cama. Quiero que te esfuerces perrita, quiero que me montes bien duro, te has de mover chingón montando, me muero por saber cómo se mueven esos melones brincando. Yo me moje un poco la vagina con mis dedos ensalivados y me puse encima de él anciano. Él tenía en el rostro una expresión de total impaciencia por sentir el interior de mi vagina. Yo me senté lentamente en su pene y el rechino los dientes y cerró los ojos gimiendo fuerte. La humedad y el calor de mi vagina parecía mucho para él. Me tomó de la cintura y yo comencé a moverme de adelante hacia atrás. El solo me tomaba firmemente con sus viejas manos de la cintura y abría la boca sin emitir ningún sonido. Sus ojos estaban cerrados y sus manos parecían estar fundidas a mi cintura. Mis movimientos comenzaron a ser frenéticos y rudos. Quería destrozar su vieja polla y enseñarle quien realmente tenía el control. Me movía rápida e intensamente tratando de castigar la polla del vejete. Él se tomó de mis senos apretándolos muy fuerte, tanto que me lastimaba. El dolor me motivaba a ser más ruda y puse mis manos en su cuello. El tomo con fuerza mis senos y segundos después me abofeteo fuerte tirándome en la cama. La sangre brotaba de mis labios y el coraje se acrecentaba en mí ser.
No se te olvide quien es el que tiene el control de la situación perrita –dijo mientras se incorporaba en la cama. Me golpeo de nuevo esta vez con la mano cerrada en el estomago. Yo me quede sin aire por unos segundos y el se puso encima de mi abriendo mis piernas. Me penetro por completo con su pene y comenzó a bombear mi vagina ahorcándome con ambas manos. Su fuerza y brutalidad eran intensos. Besaba mis labios aun con sangre en ellos y seguía violándome sin parar. Pronto lo estrecho de mi vagina le hizo gemir como un jovencito inexperto dejando salir su semilla dentro de mí mientras mordía mis pechos y después reposaba su sudada cabeza entre ellos, usándolos como almohadas. Unos minutos después se levantó y comenzó a ponerse toda su ropa. Se dirigió a la puerta de la habitación y dijo –si no quieres que tu familia se entere de que eres una prostituta barata, tienes que complacerme cada vez que quiera, no te preocupes vendré cuando no haya nadie–. Yo me quede en la habitación llorando mientras su semen fluía fuera de mi vagina. Continuara …
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