Un viejo me folla (9)

Mi amo Don Toño, me cita en un lugar, y ahí me domina y me castiga por no obedecer sus ordenes (incluye fotos).

Un Viejo me folla 9

Mi amo Don Toño, me cita en un lugar, y ahí me domina y me castiga por no obedecer sus ordenes (incluye fotos).

Bajo del taxi, y me apresuro hacia su casa. Quiero encontrarme con él, hace días que ya lo deseaba. Y yo sabia ya lo que a él le gusta. Cuando mi amo entra en la habitación, yo estoy a cuatro patas sobre la alfombra negra. Mis piernas bien separadas, mis orificios están bien abiertos y disponibles. En general hay una larga serie de preliminares, a mi amo le gusta recorrer con los labios mi piel, suave y cálida, y yo disfruto cuando él me toca. Pero ese día estamos los dos muy excitados. Yo tenia la vagina hinchada, y bien mojada, y él de mi amo estaba muy duro. Se arrodilla detrás de mi, me toma por mi cintura, con las dos manos, y me penetra.

"MMmmm", gemía suavemente mientras se introduce en mi.

El se sale y me da una palmada en las nalgas.

"Sabes bien cuales son tus obligaciones", me recuerda.

Una esclava está obligada a bramar casi como un animal cuando su amo la penetra, para que quede claro como goza cuando él la está haciendo suya.

Me penetra otra vez, pero me quede casi en silencio. Parece que andaba con ánimo rebelde.

Mi amo no podía permitir tamaña ofensa. Se para, y me ordena que me arrodille, en el medio de la habitación. Una larga cadena, gruesa y resistente, cuelga desde un gancho en el techo. La toma, y usando un candado, grande y fuerte, la encadena por mi cintura. Ahora yo estaba prisionera, obligada a permanecer allí, encadenada y desnuda, mientras mi amo lo disponga.

Mi amo se retira de la habitación, por unos momentos, y mientras tanto, yo me quede allí inmóvil, para no ofender más a mi amo. Cada vez que pasaba el tiempo, no podía evitar moverme un poco, y entonces las cadenas tintinean. El corazón me late a mil, porque imaginaba lo que me esperaba, sabia que mi amo me iba a castigar por mi insolencia, y cada chasquido de la cadena se me hace tan fuerte como el gong de una campana.

Mi amo vuelve, con un falo de acero en una mano, y dos candados en la otra. Usa uno de los candados para unir el consolador metálico a la cadena. Yo levanto la cabeza un momento, y lo miro con odio.

Mi amo me ordena separar las piernas. Enseguida, sin contemplación, me mete el consolador hasta el fondo. Yo gritaba cuando sentía como ese objeto, duro y helado, me llenaba.

"Viste, puta, así tendrías que haber gritado antes", me dice.

Después, me pasa la cadena entre las piernas, bien metida en la ranura del culo, y con el otro candado, la fija a la porción de cadena que rodea mi cintura. Verifica que la cadena haya quedado bien tensa, sujetando el falo de acero bien adentro de la vagina.

"Ahora siéntate, con las piernas bien abiertas", ordena mi amo.

Yo soy su esclava y obedezco, no quería hacer enojar más a mi amo. Y aunque el objeto de acero que tenia adentro me molesta, lo hago rápidamente, y abro las piernas lo más que puede.

Mi amo pasa unos minutos asegurándose de que sea imposible retirar el consolador de mi vagina. Me manosea descaradamente, mientras trata de retirar el objeto de mi sexo de su esclava. Yo gemía de dolor varias veces, pero, aún así, al final, debía morderme los labios para no acabar, de tan excitada que estaba. Pero sabia que una esclava no tiene derecho a gozar, salvo que su amo se lo permita.

Mi amo trae un banquito, y se sienta entre mis piernas abiertas. Apenas si necesita hacerle una seña. Yo, siempre con las piernas bien abiertas y el consolador bien adentro de la vagina, me sujeta la pija y me la mete en la boca.

La chupaba y la acariciaba con mis labios, mientras mi lengua juega con la punta del glande de amo. Cuidaba de no tocar con los dientes el sexo de mi amo.

Cuando siento que mi amo estaba por terminar, se asegura que el miembro de él esté bien dentro de mi boca, para tragarme todo. Es otra de las obligaciones de una esclava. Sería una falta de respeto desperdiciar el semen, permitiendo que caiga al suelo.

Mi amo se estremece unos instantes, y suspira antes de pararse.

"Lo hiciste bien, tu castigo no va a ser tan severo. Además, si quieres, puedes terminar", me decia mientras me acariciaba el cabello.

Me ordena pararme, y con un par de esposas, me sujeta las manos bien por encima de la cabeza. Además, me envuelve con la cadena, y para asegurarse de que yo solo pueda permanecer parada, la pasa alrededor de mi cuello, sujetándola en mi nuca con otro candado.

Mi amo se retira de la habitación, demorándose varios minutos.

Yo era prueba de sus ataduras, y me doy cuenta que lo único que podía hacer, es dar apenas un paso, antes que la cadena se tense y me impida moverme. Debía permanecer allí, encadenada y desnuda, parada en el medio de la habitación, con los brazos en alto.

Mis manos, atrapadas por las esposas, me son inútiles. No puedo cubrirme, ni protegerme. Estaba a merced de mi amo. La cadena, bien metida entre mis nalgas, me molesta. Y es bien consciente de ese pedazo de metal dentro de mi vagina. Bailoteaba unos instantes, para ver si con el movimiento conseguía expulsarlo, pero de ninguna manera. La cadena entre mis piernas esta demasiado tensa. Voy a tener que soportar la indignidad de ese objeto dentro de mi vagina mientras mi amo lo desee.

Mi único consuelo es que si cierro las piernas, y me frotaba los muslos entre sí, podía estimularme fácilmente. Probé unos instantes, pero antes de terminar, me detuve. Es que sólo puede gozar en presencia de mi amo, es el privilegio de mi amo observarme si es que yo tenia placer.

Mi amo vuelve a la habitación, con una vara de madera en sus manos. Mientras él se ubica a mi espalda, yo bajo la cabeza. Mi respiración se hace profunda, y un suave temblor recorre mi cuerpo.

Se escucha el siseo de la vara cortando el aire, primero, y el impacto sobre mi piel desnuda, después. Y mientras una marca roja se dibuja sobre mis nalgas, yo gritaba, y me retorcía.

Trataba de alejarme, pero la cadena en mi cuello me lo impide. Trataba de cubrirme con los brazos, pero las esposas en mis muñecas no me lo permiten. Solo puede permanecer allí, parada, desnuda e indefensa, esperando el próximo golpe.

Al cuarto golpe, todo se junta. La cadena contra mi piel; el ardor casi intolerable en mis nalgas, por los azotes; la sensación del falo de acero, moviéndose en mis entrañas. Y mi cuerpo explota, en un orgasmo salvaje que me hace estremecerme descontroladamente. Mientras mis pechos se bambolean alocadamente, un sonido salvaje sale de mi garganta, al compás de cada espasmo de placer. Y no es por obligación.

Continuara

Autora: Verónica

Quiero agradecer al joven Master Zero por estar publicando mi relato, y por favor escribanme y diganme, que hago con este problema, me quedo como esclava o me libero, diganme por favor, escribanme al darkmasterzero783@hotmail.com cada persona que lea este relato deme su opinión.