Un viejo macho alfa se adueña de mi esposa.

Su cuerpo se estremecía conforme los minutos pasaban, na verga de Roberto salía cubierta de sus líquidos vaginales.

Un verdadero macho alfa para mi esposa.

El viaje de regreso a casa, fue agotador, maneje por espacio de 14 horas para llegar ese mismo día, solo deseaba llegar a descansar; por la mañana debía ir a la oficina a reportarme, sin embargo… al entrar, el cansancio desapareció, no pude ocultar la erección que tuve al ver a Silvia vestida de esa forma tan llamativa y sexy, sin lugar a duda… ¡cualquier hombre estaría agradecido de ser recibido de esa forma!

Me apresuré a cerrar la puerta. Justo en el momento que Silvia se puso de pie y caminó lentamente hacia mí, con pasos felinos, mirándome fijamente, relamiendo sus labios y dejando en claro su estado de excitación…

Zapatillas negras. Era… lo único que llevaba puesto, es decir… ¡estaba completamente desnuda! Sus vellos púbicos cubrían discretamente su sexo, sus pezones estaban erguidos, apuntando desafiantes al frente, la sorpresa fue total, no podía pronunciar palabra alguna.

Pasó sus pequeñas manos por mi cuello y me beso apasionadamente, aferre mis manos a su estrecha cintura y la atraje a mi cuerpo, apretándola con fuerza, pude sentir el calor que de su cuerpo emanaba. Su cabello aún estaba húmedo, no tenía mucho que se había bañado, no pude resistirme, baje mis manos lentamente por su espalda y acaricie con ansiedad sus carnosas nalgas, ella se estremeció y cerro sus ojos al tiempo que ahogaba un gemido.

¡Estoy muy excitada! ¡Hace días que espero con ansiedad tu regreso! ¡Quiero que me cojas ahora mismo…apaga el fuego que esta consumiéndome!

Fue un recibimiento muy placentero, sin embargo… tengo que ser sincero, todos mis esfuerzos por satisfacerla plenamente, no son suficientes, ella es amable y siempre dice estar satisfecha, pero estoy seguro que solo lo hace por cortesía y lo comprobé esa misma noche, después de hacerle el amor, el cansancio me venció y quedé profundamente dormido, desperté a eso de las 3 de la mañana, Silvia no estaba en la cama.

Sigilosamente dejé la cama, fui a la puerta y al escuchar un discreto gemido, abrí discretamente la puerta, ahí estaba acostada en el sofá, completamente desnuda, acariciando su cuerpo, metía sus dedos en su chocho y después de sacarlos impregnados con sus jugos vaginales, los llevaba a su boca.

Lentamente volví a la cama. Aun pasaron casi 40 minutos antes que ella volviera, por la mañana, la vi hacer sus labores con mucha tranquilidad, parecía estar satisfecha, fue en ese momento cuando tomé una decisión, debo aclarar que hacia más de 2 meses que Andrés dejó de llamarla, sin duda estaba en una etapa de excitación permanente.

Silvia. ¡Quiero que te pongas un vestido muy sexy! ¡Quiero… que te pongas ropa, como si fueras a salir con Andrés! ¿Comprendes?

¡Si… iré a arreglarme!

La miré caminar hacia la recamara, no había duda de mis suposiciones, pues apenas escucho el nombre de Andrés, percibí un ligero temblor en sus pequeñas manos, lo mismo que sucedía siempre que lo vería. Encendí el televisor y esperé pacientemente su regreso, cuando la puerta se abrió… Silvia entró derrochando sensualidad,

Zapatillas blancas con tacón de aguja y pulsera al tobillo. Un hermoso vestido strapless en color azul turquesa, ceñido a su estrecha cintura. Sus pezones se marcaban bajo la delgada tela del vestido, sus piernas lucían hermosas. Se detuvo frente de mí, me miró fijamente y antes de hablar bajó tímidamente la mirada.

¡Espero que te guste como me veo!

Si… ¡me gusta como te ves Silvia! Siéntate aquí a mi lado, tengo algo importante que decirte.

Silvia se sentó a mi lado, al hacerlo… el vestido se subió hasta sus hermosos muslos, la delgada tela resbalo entre sus piernas cubriendo su intimidad, en silencio esperó que yo le dijera algo.

¿Sabes? Hace unas semanas conocí a un hombre, hemos charlado un poco, me ha preguntado algunas cosas tuyas, y creo que le contado lo suficiente para conocerte, ¡está interesado en conocerte! Así… que necesito saber si estás de acuerdo en ir este fin de semana.

¡Yo… siempre estoy dispuesta a complacerte! No es necesario que me pidas mi opinión, solo… dime que debo hacer y lo haré con mucho gusto, s tú lo decides… ¡puedes traer aquí mismo a casa a un hombre y dejar que me coja delante de ti!

Me agrada que sigas pensando de esa forma Silvia. Y bueno, dadas las circunstancias… ahora mismo llamaré a Roberto, porque así lo acordamos, si el está de acuerdo, mañana mismo iremos a su casa. Bueno, tengo que ir a la oficina, en el trayecto le llamaré, ¡quiero que pases el día vestida así!

Caía la tarde cuando salí de la oficina, al pasar por un parque, me senté en una banca bajo la sombra de un árbol, marque el numero de teléfono de Roberto, lo que me dijo… me dejó frío por la sorpresa, la situación parecía salirse de mi control, simplemente tenía dos opciones… hacer lo que Roberto me pedía, ó simplemente olvidarme del asunto.

¡Buenas tardes Roberto! Te llamo como lo acordamos, ya estoy en casa y Silvia ya acepto viajar para conocerte. ¿Podemos viajar mañana?

__ ¿Estás en casa?

No… estoy saliendo de la oficina.

__ Pon atención. ¡Quiero que llegues a casa, llames a Silvia a tu lado y vuelvas a llamarme! ¡Cuando me llames, quiero que me digas con palabras claras y voz fuerte! (Roberto quiero llevar a mi esposa a tu casa para que me hagas el favor de coger con ella, necesito que le des el placer que yo no puedo darle) si no te sientes seguro de querer hacerlo… no pasa nada, solo… ¡no vuelvas a llamarme!

Sin darme tiempo de protestar, Roberto cortó la llamada, me avergonzó lo que me pidió hacer, no es lo mismo dejar que Silvia salga a coger con un amante a que yo mismo haga una llamada a un hombre para rogarle que coja a mi esposa, simplemente descabellado.

Estaba confundido, me rehusaba a hacerlo, pero al recordar las palabras que Roberto me dijo cuando charle con él en días pasados, terminó por despejar mi mente y decidí hacer el sacrificio… en ese momento no tenía la más mínima idea de lo que sucedería durante los siguientes días.

Silvia seguía con el vestido puesto, tal y como se lo pedí. Estaba sentada en el sofá mirando el televisor, lo apagó apenas me vio llegar, me miró interrogante, me senté a su lado y tomé el teléfono, antes de llamar a Roberto… le dije algo en actitud suplicante.

Silvia… ¡voy a llamar a Roberto, solo que…te pido no tomes a mal lo que vas a escuchar! ¡No me juzgues mal antes de saber el porque de mi actitud!

No dijo una sola palabra, permaneció en silencio esperando que yo hiciera la llamada.

Mis manos temblaban por lo que estaba por suceder. Sé que mi rostro estaba rojo por la vergüenza de mi proceder, para mi sorpresa… Silvia lo tomó con mucha naturalidad.

¡Buenas tardes Roberto! ¡Te llamo… para pedirte que nos recibas en tu casa a mi esposa y a mí! ¡Quiero que cojas con ella! ¡Te pido que le des el placer y la satisfacción sexual que yo no puedo darle! ¿Puedes recibirnos el día de mañana?

__ Estoy de acuerdo. Puedes traerla mañana, ya sabes, cuando estén en la ciudad márcame para enviarte la ubicación; mañana serás testigo de cómo se debe tratar a una mujer como Silvia, voy a ser tu tutor sexual, ¡si eres un buen alumno…aprenderás a satisfacer plenamente a tu esposa!

Al terminar la llamada. Traté de dar una explicación a Silvia, pero amablemente, puso sus dedos en mi boca, y con palabras dulces dijo.

¡No tienes que explicarme nada! Lo importante, es… que tú estés satisfecho con lo que haces, haré todo cuanto me pidas, solo para satisfacerte a ti, lo demás… ¡no tiene mucha importancia!

Salimos de casa por la mañana, solo tomamos un desayuno ligero y fuimos al encuentro de esa nueva aventura. Silvia se veía hermosa, zapatillas blancas con tacón de aguja y pulsera al tobillo. Vestido strapless en color amarillo, sus pezones se marcaban bajo la delgada tela, sus hermosas piernas invitaban a acariciarlas, su cabello aún estaba húmedo, sus labios rojos lucían frescos, jugosos, no se puso maquillaje, solo pintó sus uñas en color rojo.

Hicimos el viaje en silencio. Solo por momentos charlamos de cosas comunes, ambos estábamos nerviosos; después de 5 horas de camino llegamos a la pequeña ciudad en el estado de Guerrero, detuve la camioneta justo a la entrada a un costado de un servicio de gasolina, antes de llamar a Roberto, consideré necesario hacerle una confesión a Silvia.

Tengo algo que decirte antes de llegar a casa de Roberto. ¿Sabes? a decir verdad, en este momento estoy muy excitado, el solo hecho de pensar que muy pronto Roberto te cogerá, me eleva la excitación, justo como sucedía cuando te subías al auto de Andrés, así que… si estás de acuerdo… debemos seguir esta doble vida, buscar amantes ocasionales, sentir y disfrutar el placer que nos causa el hacerlo.

¡Estoy de acuerdo contigo amor! Sin embargo…vuelvo a recordarte, que yo hago lo que a ti te guste, es verdad que también lo voy a disfrutar… ¡pero solo lo haré cuando tú me lo pidas, jamás hare nada sin tu pleno consentimiento!

¡Gracias por decirlo Silvia! Ahora… lleguemos a casa de Roberto y disfruta de una velada llena de sexo, ya acordaremos cómo mantener este ritmo de vida, ¡ahora ya no me preocupa lo que la gente piense de nosotros!

Puse en marcha la camioneta y pronto llegamos a casa de Roberto, era una casa grande, más bien parecía una finca donde vive una familia numerosa, Roberto salió a recibirnos elegantemente vestido, su fuerte apariencia viril despertó de inmediato el interés de mi esposa, Silvia lo miraba con admiración.

Zapatos negros perfectamente lustrados, traje negro, camisa blanca y corbata gris Oxford, mirada penetrante y escudriñadora, cabello encanecido y sonrisa sincera; su persona causaba sentir una especie de inferioridad. Esbozando una sonrisa nos invito a pasar, tomó a Silvia de la mano, como si la conociera de mucho tiempo atrás, le dio0 un beso en la mejilla y discretamente roso sus labios.

Pude notar que ella se estremecía. Sin soltar su mano caminaban delante de mí, no había duda, también él quedó fascinado con la apariencia tan femenina de Silvia, me senté en el sillón individual mientras ellos lo hacían en el sofá, bebimos un par de copas y cuando consideré que era el momento me despedí.

__ ¡Puedes quedarte en la casa! Es muy amplia, hay varias recamaras, estamos solos, así que puedes estar seguro de total privacidad, ¡quizá te animes a participar en un trio!

No… yo prefiero pasar la noche en algún hotel y darles total libertad.

__ De acuerdo. Entonces permíteme acompañarte a la salida, Silvia… mientras regreso, sirve un par de copas.

Silvia se puso de pie. Me dio un beso en la mejilla y fue a servir las copas, Roberto me guio a la salida, sin embargo al estar fuera de la casa me dijo algo.

__ Acompáñame. Quiero mostrarte algo que sé te gustará.

Caminamos por un amplio jardín. A la parte trasera de la casa, subimos unas escaleras de caracol que nos llevaron a una recamara, ahí… había una pantalla grande empotrada en la pared, una cama y un frigo bar, tenía baño dentro de la habitación y todo lo necesario para estar cómodo.

__ ¡Aquí pasaras la noche! Ahora… voy a mostrarte algo que terminará de animarte, Silvia no se enterará que estás aquí, sin embargo… ¡tú podrás mirar todo cuanto suceda en la casa!

Roberto tomó un control y encendió la pantalla, de inmediato apareció la imagen de Silvia, ella estaba sentada en el sofá, miraba los retablos que había en las paredes de la sala.

__ ¡Observar a tu esposa disfrutando de una buena cogida será algo nuevo en tu vida! Es decir… observarla sin que ella se entere que lo haces, acepta quedarte y veras lo placentero que resulta mirar…

Convencido por Roberto salí a la calle, solo para meter la camioneta a la cochera, después fui a la recamara y me recosté, el momento de la función estaba por iniciar. Se trataba de un circuito cerrado, los miré salir al jardín del frente de la casa, se sentaron a beber en una mesa de jardín, podía ver todo, pero no escuchar, Roberto tenía razón, mirar estaba resultando un potente afrodisíaco.

Casi obscurecía cuando volvieron a entrar a la casa, Roberto puso música, tomó a Silvia por su estrecha cintura y comenzaron a bailar, ella pegó su cabeza al pecho de Roberto, quien le decía algo al oído, la fidelidad de la imagen me permitía observar cada detalle de la reacción de mi esposa.

Las copas comenzaron a hacer efecto en Silvia, la miré caminar hacia el baño, caminaba con un poco de dificultad, ya llevaban más de una hora bailando, de repente Roberto bajó el cierre del vestido, sus tetas quedaron descubiertas, por instinto ella trato de sujetar la prenda, pero él se lo impidió, y al soltarlo, resbalo por su cuerpo, solo llevaba una pequeña tanga de hilo en color blanco, el diminuto triangulo frontal estaba bien adherido a su sexo, sus vellos púbicos se traslucían bajo la transparente tela.

Reanudaron el baile. Roberto seguía vestido, mientras Silvia solo llevaba la diminuta tanga y las zapatillas, perdí la noción del tiempo, quizá una hora después, Roberto tomó delicadamente los elásticos laterales de la tanga y se arrodillo para despojarla de la prenda.

Con sorprendente agilidad la tomó en sus brazos y caminó al segundo piso de la casa, entraron a una recamara mucho más amplia que donde yo estaba, una cama grande, un sofá de piel negra, la ayudó a acomodarse de espaldas a él, las pequeñas manos de Silvia quedaron apoyadas en el respaldo del sofá, sus pies quedaron sobre el asiento, ahí estando de pie. ¡Separó sus piernas tanto como pudo! Roberto se arrodillo, puso sus grandes manos en cada nalga, miré como las separaba y sin más… comenzó a mamar su chocho.

Silvia se movía inquieta. Por momentos la miraba ponerse de puntas, volvía a bajar y elevaba ligeramente su cabeza mirando al techo, la escena era demasiado morbosa, tomé el control y aumente el zoom, el chocho de mi esposa estaba empapado, comprobé que Roberto pasaba por escasos segundos la punta de su lengua en el ano de Silvia, y ese era justo el momento cuando ella se para en las puntas de sus pies.

Sin dejar de mirar la escena. Fui despojándome de mis ropas, estaba demasiado excitado. Necesitaba liberar mi verga de la opresión de la ropa. Por fin le dio la vuelta, ahora estaba de frente, seguía apoyada con sus manos al respaldo, su chocho estaba completamente expuesto.

Su cuerpo sudaba. Apretaba sus labios y se relamía, Roberto le tomo de las nalgas, como si fuera una silla así la atraía al frente y ahora la lengua hurgaba en el mojado chocho de mi esposa, su cuerpo temblaba de pies a cabeza. Yo mismo temblaba de excitación, repentinamente los labios de Roberto atraparon el botoncito rosado, succionó y Silvia se retorció en un espasmo de placer…

Un torrente de líquidos vaginales salió disparado, mojando el rostro de Roberto, ávido se apresuró a beber el néctar; mientras ella parecía gemir enloquecida de placer. No sé cuanto tiempo había pasado ya desde el inicio, pero Roberto aún seguía vestido.

Silvia cayó de rodillas en el sofá. Parecía que había perdido las fuerzas, pero Roberto no le dio tiempo de recuperarse, la ayudó a recostarse y separó sus piernas, una sobre el respaldo y la otra colgando del sofá, ahora introdujo el dedo índice en el mojado chocho, su dedo salió bañado de un liquido espumoso y blanquizco.

Lo aproximo a la boca de ella y la hizo chupar. Repitió la misma acción un par de veces, por ultimo dejó los dedos dentro del chocho y comenzó a masturbarla; Silvia luchaba por apartarlo, lo empujaba de la cabeza, del pecho, pero él… no dejaba de masturbar.

Una fuerte sacudida anuncio la llegada del orgasmo. Fue abundante, jamás en mi vida de casado, yo había logrado arrancarle un orgasmo semejante. Por fin la dejó descansar, Roberto salió de la recamara y volvió con una copa, mientras Silvia se estremecía… él bebía la copa, observándola, esbozando una sonrisa. Discretamente miró hacia una cámara y levanto la copa en señal de saludo.

Silvia se puso de pie para ir al baño. Minutos después salió, su cuerpo estaba mojado, se había refrescado, parecía haber recuperado las fuerzas, ya caminaba sin dificultad, se sentó en el sofá y le dijo algo a Roberto al tiempo que sonreía satisfecha.

La miraba fijamente. Quizá tratando de captar cada reacción de ella. Lentamente comenzó a desnudarse, sus ropas fueron quedando encimadas a un lado de Silvia, solo le quedaba el bóxer, podía verse un gran paquete que parecía luchar por salir, cuando por fin bajo la prenda, una verga larga, gruesa salió bamboleándose, tenía las venas hinchadas, parecían estar a punto de reventar.

Cuerpo atlético, bien trabajado. Se aproximo y se sentó en el sofá, Silvia se puso de pie, lo miró con el rostro enrojecido, comportándose con actitud sumisa, se arrodillo y quedó en medio de las largas piernas, abrió la boca y sorprendentemente, tragó casi en su totalidad la verga.

Por un momento pensé que no lo lograría, pero si lo hizo, con movimientos suaves sacaba y metía el trozo de carne, Roberto estaba tranquilo, no parecía alterarse en lo más mínimo. No sé cuanto tardó mamando esa formidable verga, pero cuando lo hizo, dio la vuelta, subió sus pies al sofá y separando las piernas, se dispuso a montarse, no perdí detalle alguno.

Cerró los ojos cuando la punta de la verga entró en su chocho. Pude ver cómo se expandían sus labios vaginales mientras la verga entraba lentamente, por fin quedó completamente ensartada, se quedó inmóvil unos minutos, después… ¡comenzó a subir y bajar lentamente!

Conforme pasaban los minutos. La verga comenzó a salir impregnada de los jugos del chocho excitado. Silvia apretaba sus labios con fuerza, las manos de Roberto apretaban las pequeñas tetas, poniendo mayor énfasis en los endurecidos pezones.

El sudor de sus cuerpos comenzó a mezclarse. Silvia aumento la fuerza de sus movimientos, de repente… no pudo más, se elevo un poco más y soltó la verga al tiempo que salió un torrente disparado, Roberto no le dio tiempo… ¡Acomodó la verga y volvió a penetrar con fuerza! Ahora era él quien arremetía, la tenía sujeta de la estrecha cintura, resultaba morboso ver el pequeño cuerpo de Silvia, sentada sobre sus piernas, ensartada, una fuerte sacudida anunció un orgasmo más…

Repentinamente… ¡Roberto pasó sus manos por sus piernas, la tomo con fuerza! Se puso de pie teniéndola aun ensartada, estaban de frente a la cámara… ¡como si fuera una muñeca la subía y bajaba con sus fuertes manos! No pude más… sin perder detalle me masturbe mirando como esa formidable verga entraba y salía del chocho de mi esposa.

Por fin la soltó. La llevo en brazos a la cama y la recostó boca abajo. Silvia temblaba sin parar, mortificado miré como separaba las piernas de mi esposa, se acomodó en medio y sin piedad hundió la verga aun endurecida en el ano…

La tomo con fuerza de la cintura. La verga entraba hasta el tronco, hubiera deseado escuchar a Silvia, quizá gimiendo de placer… quizá llorando de dolor. El ano se veía dilatado cuando le sacó la verga, era sorprendente mirar esa verga erguida, endurecida, un verdadero macho.

La puso boca arriba… tomó sus pies con sus manos, abrió tanto como pudo, el chocho estaba palpitando, mojado… ¡el momento sublime había llegado! Roberto la penetro con fuerza, metía y sacaba su formidable verga, a momentos con delicadeza, a momentos con brusquedad…

Lo vi estremecerse cuando estaba por eyacular. Estaba bañado en sudor, empujaba con fuerza, por fin se quedó inmóvil dejando la verga dentro del chocho, Silvia se movía tratando se zafarse de la formidable penetración, sin poder lograrlo.

La verga salió empapada, un delgado hilo de semen seguía saliendo, Silvia se quedó con las piernas abiertas, pude ver como salía el semen del macho de su chocho. Roberto salió de la recamara mientras Silvia seguía temblando, se estremecía… ¡Más tranquila…la miré esbozar una sonrisa plena de satisfacción! No había la menor duda… ¡Roberto es el macho alfa que mi esposa necesita! Eran las 5 de la mañana, apague la pantalla y entre a bañarme, no pude dormir, esperé despierto.

Por la mañana entre a la casa, fingiendo haber llegado en ese momento. Después tomar el desayuno, Roberto me dijo.

__ ¡Quiero que la próxima semana venga Silvia a verme! La tendré todo el fin de semana, llámame un día antes. Y ya sabes como tienes que pedirme que los reciba.

¿Te ha gustado estar con Roberto?

Si. ¡Aun estoy impresionada por su forma de cogerme! ¡Gracias por haberlo contactado!

Durante el viaje… le pedí me contara lo sucedido, fue confortante escucharla darme cada detalle, y para mi fortuna, todo coincidió, en ese momento comprendí que Silvia no me ocultaba nada.

En este momento estoy escribiendo lo ocurrido la siguiente semana. Roberto estaba dispuesto a convertir a Silvia en su juguete sexual y yo… ¡estoy completamente de acuerdo en darle total libertad!