Un viaje inolvidable
De como un viaje se convierte en una aventura que toma un giro inesperado. Sin pensarlo me cogí a la novia de mi amigo.
Esta es una historia que tiene algo de verdad pero mucho de fantasía. Se han cambiado los nombres para proteger a los inocentes.
Una semana que yo tenía libre en la universidad, me fui con mi novia y otra pareja amiga a un viaje por las montañas. Muchas veces habíamos ido mi novia y yo de viaje pero siempre con su familia, y como se puede entender, esos viajes eran muy zanahoria. Como teníamos ya tiempo saliendo juntos, los suegros no se opusieron que esta vez fuéramos solos con nuestros amigos. ¿Que de malo podría pasar? si van con Yelitza y José, ellos son muy responsables y seguro que no se atreverían a hacer ninguna locura – pensarían los suegros.
Lo cierto es que nos fuimos en el LTD que le había prestado el papá a José. Yelitza abrió la guantera y sacó un cassette con canciones de Juan Gabriel y nos pusimos a cantar las que estaban de moda en ese tiempo, tales como “Hasta que te conocí” y “Amor Eterno”. Mientras tanto, Lorena y yo – así se llama mi novia de ese entonces – que estábamos en los asientos de atrás, estábamos bien encendidos, nos besábamos a cada momento, yo le agarraba las tetas y ella me apretaba mi verga con ganas. Lo único que se oía era los jadeos, y chasquido de nuestras lenguas. José, escuchando el jaleo que teníamos, lo único que nos decía era: hey, hey dejen el escándalo! – con un tono de guachafita. Yelitza nos decía: muchachitos! esperen a que sean de noche! – dijo esto entre broma y en serio.
Debo explicar aquí, que yo llegué a conocer a José y Yelitza por medio de Lorena, y desde que vi a Yelitza por primera vez me gustó que jode, y sé que ella también le llamé la atención por las miradas que siempre me daba cuando nos encontrábamos en algún momento, y más de una vez ocurrieron unos acercamientos físicos entre ella y yo. Nunca habíamos hecho el amor, pero ella no desperdiciaba ningún momento para restregarme sus senos por la espalda cuando iba a pasar en algún momento y yo me encontraba en el camino, o si nos tocaba sentarnos juntos en la mesa para comer, ella por debajo de la mesa ponía su mano en mis piernas y la subía como quien quiere y no quiere hasta mi entrepiernas. Pero esos juegos no iban más allá, porque aunque yo le seguía el jueguito y le correspondía con una agarrada de nalguitas, o un pellizco en una teta, yo estaba realmente enamorado de Lorena y se me hacía difícil tomar alguna iniciativa más comprometedora. Además, mi novia siempre me fue fiel, o por lo menos eso es lo que su conducta me hacía creer, y por eso yo no podía faltar a la relación.
El viaje ya estaba por terminar, y el ambiente muy frío indicaba que estábamos llegando a la casa que habíamos alquilado para pasar ese fin de semana en Mucuchies, pueblito pintoresco del Estado Mérida, que invita al romance por sus lindos paisajes y el ambiente fresco que tanto atrae a los maracuchos como nosotros. Ya el camino había cambiado desde una carretera asfaltada y con señalizaciones, a un camino de tierra con árboles de lado a lado que daba la impresión que estábamos en un país europeo. A las 6:30 de la tarde llegamos hasta la entrada de la casa, que estaba bien retirada de la carretera. Había pocas casas alrededor, las cuales se encontraban algo retiradas. Dicha ubicación era ideal para unos muchachos que estaban dispuestos a bonchar y hacer escándalos.
Pues, al entrar nos estacionamos, abrimos la puerta de la casa, y luego de darle un vistazo al lugar y darnos cuenta de que era un lugar no muy lujoso pero sí cómodo para las dos parejas, comenzamos a desempacar. Como habían dos cuartos, Lorena y yo nos apresuramos a tomar el cuarto con la cama matrimonial, llevado quizás por el cachondeo que teníamos por los toqueteos del viaje. –Verga primo, te vais a quedar sin cuarto!- exclamó José.
El resto de la noche transcurrió en la cocina preparando la cena, bebiendo cerveza, escuchando música, y echando chistes. Ya el alcohol nos estaba haciendo efecto. Las risas y carcajadas ocurrían por cualquier tontería, y las insinuaciones de Yelitza no se hicieron esperar. Debido al alcohol, sus toques a mi verga eran más evidentes, pero ni Lorena ni José se daban cuenta. Yo no le hacía mucho caso porque solo pensaba en cogerme a Lorena, terminar con el trabajito que comenzamos en la parte de atrás del carro. No puedo negar que cada toque de Yelitza me hiciera poner más duro de lo que tenía mi verga, y que disfrutara con pasarle un dedo por la raja de su culo cuando pasaba por su lado sin que los demás se dieran cuenta. Por su lado, ella se contoneaba aún más de la cuenta y su mirada subyugante era cada vez más reveladora.
Luego de que estuvo lista la comida (que consistía en parrilla de carne, puerco y chorizos) nos sentamos en la mesa del porche a deleitarnos con tal alimento. En la medida que comíamos el efecto del alcohol se iba disipando y la conciencia volvía a ponerme con los pies sobre la tierra. Ya las risas eran menos intensas y los chistes malos no eran tan frecuentes.
La mesa era pequeña y rectangular, por lo que cada uno tenía una persona justo en el frente. José y yo nos sentamos primeros, para poder conversar sobre el próximo semestre que íbamos a inscribir. Las muchachas estaban preparando la comida para llevarla a la mesa. La primera de ellas que se sentó fue Yelitza y lo hizo en la silla que estaba en frente de mí, y Lorena se colocó frente a José. Al poco tiempo de haber comenzado a comer, Lorena puso su mano en mi pierna derecha y comenzó a sobarla y de vez en cuando tocaba mi pene que seguía duro como una piedra. Ella se acercó a mí y con una sonrisa de oreja a oreja me dijo en el oído: Ujum! estas durito ¿no? esta noche te voy a dar un trabajito con mi boquita que va a domar a ese semental! – exclamó entre risitas.
José y Yelitza nos miraban sin poder aguantar la risa, por lo que Lorena se volvió a acomodar en su asiento y yo continué comiendo. De repente sentí que una pierna me tocó el ruedo de mi pantalón, y que poco a poco iba subiendo por mis piernas rozándolas hasta que su pie llegó hasta mi verga. Esta Lorena está super cachúa! ya no se puede aguantar- me dije por dentro mientras dejaba escapar una sonrisa- Pero poco a poco me di cuenta que no podía ser Lorena, porque los movimientos delataban que era ¡Yelitza! quien me toqueteaba directamente en mi verga. Como la mesa era pequeña, no tenía que hacer mucho esfuerzo para realizar tal proeza. Sus movimientos eran suficientes para que mi verga se entusiasmara más y me recorriera una sensación de placer por mi espalda, y por un momento dejé de comer para sentirlo. ¿¡Que pasa bebé, no quieres comer más!? –inquirió Lorena- No pasa nada mi vida, solo disfruto esta comida tan rica – contesté nervioso – José y Yelitza se rieron a carcajadas y el primero me dijo: Ay verga! ¿Qué te pasa muchacho, como que te cayeron mal las cervecitas? Ante esto no me quedó más que disimular la situación y me excusé diciendo que tenía que ir al baño para orinar. Me levanté y me fui directo al cuarto, tratando de ocultar mi tremenda erección.
Cuando estuve en el baño, me saqué mi verga violentamente y me lo apreté fuertemente, produciéndome una sensación intensa de placer. No pude más, y me comencé a mover mi mano alrededor del machete de arriba a bajo. La sensación era intensa, cerré los ojos, y mis movimientos eran muy rápidos, hasta que en pocos instantes estaba expulsando toda la leche que estaba acumulada en mis cojones, acompañado de movimientos espasmódicos de todo mi cuerpo, y unos gemidos apenas reprimidos para que no se dieran cuenta de lo que andaba haciendo.
Ya eran las casi la 1:00 y ya estábamos cansados por el largo viaje. Lorena estaba acostada en el sofá completamente dormida, José bostezaba a cada momento y Yelitza estaba terminando de lavar los platos que habían quedado sucios de la cena.
Los cuartos no están arreglados todavía, no limpiamos cuando llegamos y está full de polvo – dijo Yelitza - ¡yo no voy a dormir así! – agregó. Como yo sufro de alergias, me preocupó la situación y dije:
¿Qué vamos a hacer entonces? ¡yo no quiero estornudar toda la noche¡ - agregué con tono de preocupación.
José que estaba todavía en la terraza y había escuchado la conversación, se acercó y dijo:
A mi me dijo el dueño de la casa que en el closet que está en la lavandería habían sábanas adicionales y varias colchonetas, que tenía allí para casos en que los cuartos no fueran suficientes para el número de personas.
¡Menos mal¡ - dijo Yelitza, y agregó con entusiasmo: ¡¿que tal si dormimos todos en la sala?¡
Por mí está bien, contestó José rascándose una bola mientras caminaba hacia la lavandería a buscar las cosas.
A mi me dio gracia el asunto, y no me negué puesto que con el estado en que estaba Lorena, yo sabía que esa noche no iba a haber función.
Al fin, todo estaba listo en la sala para dormir. Tanto Lorena como Yelitza se cambiaron y se vistieron con mono y franela, mientras que José y yo seguíamos con los bluejeans que nos habíamos puesto cuando nos bañamos al llegar, porque nos protegían del fuerte frio que estaba haciendo esa noche. Colocamos las colchonetas en el piso y las chicas colocaron hábilmente las sábanas y las cobijas. Lorena fue la primera en acostarse en el borde derecho de la improvisada cama y yo me acosté a su lado dándole un abrazo y un beso largo en la boca, ella lo recibió, pero me dijo: Vamos a dormir mi bebé, ¡estoy muerta! mañana te compenso, ¿si?
¡Yo me quedé con unas ganas de cogerme a ese culo! y me desvelé. Me pareció que pasaron como 30 minutos pensando en la inmortalidad del cangrejo, cuando mis ojos comenzaron a cerrarse producto del cansancio del viaje y de las curdas. De repente, cuando ya estaba casi vencido por el sueño, sentí una mano que levantó mi franela y se metió dentro para sobarme mi pecho. ¡Eso me hizo saltar el corazón! ¡Por fin Lorenita se apiadó de mí! –pensé. La mano comenzó a jugar con mis pelos, haciendo bucles con ellos. Después comenzó a bajar sobando mi estómago, y pronto estaba debajo de mi pantalón agarrando mi verga que comenzó a crecer rápidamente. No se apresuró a masturbarme, se tomó su tiempo para sobar mi miembro y mover su piel para dejar al descubierto la cabeza. Con una habilidad indescriptible continuó haciendo ese trabajo que me hacía delirar de placer.
Yo estaba acostado boca arriba, y moví mi mano izquierda buscando el cuerpo de la autora de esas caricias para retribuírselas, pero fue infructuoso porque ella se había rodado de tal forma que no podía tocarla sin moverme lo suficiente para ello. En ese momento no entendía lo que pasaba por lo dormido que estaba. ¿Cómo puede estar tan lejos si siento su mano tan cerca? me pregunté. De repente todo tomaba sentido de quien era la verdadera autora de esas delicias, ¡no podía ser más que Yelitza! Antes de que pudiera reaccionar de alguna manera, sentí una respiración en el lado derecho de mi cabeza e inmediatamente sentí una lengua que comenzó a rozar mi oreja. Eso me dio un gran escalofrío, y a la vez me paralizó todo. No podía creer lo que pasaba, nunca me imaginé que esto iba a suceder. Siempre pensé que entre Yelitza y yo solo podía haber esos juegos llenos de morbo, ¡pero nada más!
Lo cierto es que siguió moviendo hábilmente su mano dentro de mi pantalón y metiéndome la lengua hasta el ¡oído medio! Todo mi cuerpo se estremecía y tenía que ahogar cualquier sonido que saliera de mi garganta para evitar que los otros se despertaran. Acto seguido, sacó mi verga del pantalón, y siguió meneándola de una forma exquisita. Luego sentí como su boca se separaba de mi oreja y su aliento comenzó a moverse desde mi pecho hasta posarse entre mis piernas. Su lengua comenzó a rozar suavemente mis bolas que agarraba con su mano derecha. Hizo varios toqueteos, pero pronto comenzó a subir su boca hasta encontrar mi cabeza que envolvió con sus labios carnosos. Con movimientos de arriba a bajo chupaba intensamente mi miembro. Todo esto debajo de las sábanas que nos acobijaban del frio que desde ya hace rato no sentía. ¡Que sensación tan deliciosa experimentaba yo en ese momento! Tan solo el pensamiento de estar haciéndolo tan cerca de otras personas me hacía estremecer hasta tal punto que no podía acallar mis gemidos; no se como Lorena y José no se despertaron, me imagino que era por el cansancio y el licor que los dejó exhaustos.
Yelitza seguía haciendo su trabajo con mi verga, con movimientos de su boca y de su mano. De repente, paró su mamada para ponerse encima de mí, y tomando mí boca con la suya introdujo su lengua dentro de ella, compartiendo los jugos que había extraído de mi miembro. No se como hizo, pero con unas pocas maniobras de sus caderas, ya tenía mi verga dentro de su vagina. ¡Ufff, que delicia sentí cuando entré en su cueva del placer! Sus movimientos no se hicieron esperar, eran tan lentos pero profundos que me enloquecían. Sentía esa sensación de eyaculación inminente que no terminaba de venir, haciéndome delirar, rogando que por fin acabara. Yo la tomaba por las caderas para apresurar el paso, ella me chupaba la lengua como una poseída. Nuestros alientos se confundían en un solo soplo, que al momento del orgasmo se hizo tan intenso que me hizo desvanecer por unos segundos. ¡Al fin se produjo el desenlace de tal odisea! los chorros de leche se escaparon con tal fuerza que debieron inundar toda su gruta, ya que sentí que se escapaban hasta mis bolas. Nos quedamos quietos para saborear la sensación de alivio de la tensión que genera el acto sexual cuando es intenso, y luego, en silencio, ella se separó de mí y se acostó a mi derecha.
Yo me quedé atónito por lo que había pasado, no podía moverme. No sabía que hacer en ese momento, por lo que me quedé callado, con los ojos cerrados para asimilar todo lo que había ocurrido. ¿Qué hacer en esta situación, que palabra debe salir de mi boca? Ninguna respuesta me llegaba a mi mente, estaba en blanco. En un rato sentí como Yelitza se levantó y caminó hacia un lugar, que después de un rato, supe que era el baño al oír sonar la poseta. En el momento que se levantó pude relajarme, por lo que pude pensar y se me ocurrió que lo mejor era hacer como si nada hubiera sucedido, ligando que ella hiciera lo mismo, ya que cualquier comentario o insinuación daría pié a una situación muy incómoda.
Ambos nos quedamos dormidos sin cruzar ninguna palabra. Al amanecer, abrí los ojos y vi que todos seguían dormidos todavía. Yo di un sobresalto recordando lo que había ocurrido, y porque sentía la sensación de mis bolas todas empegostadas por la leche que había derramado en la madrugada. Me paré y fui al baño tratando de hacer el menor ruido posible. Me di una ducha exquisita con agua caliente, que me calmó sobremanera.
Durante todo ese día compartimos como si nada hubiera pasado. Yo disfrutaba con mi novia y José con Yelitza. Ella me hacía los jueguitos furtivos de siempre. Nunca más ocurrió nada como esto. De hecho José y Yelitza se casaron y viven felices con sus hijos.
En ocasiones he dudado de que hubiera sido cierto todo lo que recuerdo. ¿Y si fue un sueño? ¿Y si la leche que encontré en mi cuerpo fue producto de una emisión nocturna por ese sueño tan excitante? Mi respuesta es que mejor quede todo en mi recuerdo o mi fantasía, de donde frecuentemente la revivo para autocomplacerme en noches de soledad.