Un viaje inesperado

Como un aburrido y largo viaje de avión puede convertirse en una experiencia increible.

Era un viaje largo pero iba a merecer la pena. Aquellos parajes a los que siempre desee ir por fin los vería con mis propios ojos. Aquella gente y aquella cultura que ha sido una incógnita para mi por fin sería desvelada. Cogí un taxi y me trasladé al aeropuerto. Viajaría todo el trayecto de noche por lo que seguramente dormiría durante todo el vuelo. Nunca me han atraído demasiado los viajes en avión por lo que me vendría genial dormirme durante la mayor parte del tiempo.

Llegué al aeropuerto. Es sorprendente la cantidad de gente que puede coger un avión tan pronto. Estaba repleto. Me acerqué a la taquilla correspondiente y saqué mi billete. Una vez dentro de la sala de embarque abrí mi mochila y saqué un libro, una novela un poco aburrida para que me fuera entrando el sueño. A los 20 minutos nos llamaron para ir entrando en el avión. Era uno de esos enormes por lo que la cola que se formó fue bastante considerable. ¡Qué aburrido se hace la espera en los aeropuertos!, nunca lo he soportado. Por fin entré en el avión y busqué mi sitio. Había cogido un sitio en la ventana. Me senté, abrí de nuevo el libro y continué leyendo. Las personas se iban sentando. Yo deseaba tener a mi lado a una chica guapa pero siempre tengo tan mala suerte que se sentó a mi lado un señor. Tendría unos 45 años, vestido con unos jeans y una camisa. No le di la mayor importancia y seguí con mi incansable lectura. Al cabo de 15 minutos en la misma posición ya se me iban cerrando los ojos. Y empezó el ruido, ¡¡vaya mierda!!. Me tocaría esperar a que el avión despegara para poder dormirme tranquilamente. 15 minutos más de espera, todo esto empezaba a hacerse insoportable. ¡¡Por fin!!. El avión despegó. Volví a abrir mi somnífero por la página correspondiente y no me dio tiempo a terminar el tercer párrafo cuando noté que otra vez llegaba el sueño. Volví a guardar el libro, recliné mi asiento y cerré los ojos. ¡Qué alivio!.

Llevaba algo así como una hora durmiendo cuando empezó a entrarme un poco de frío. Suerte que en estos viajes largos sirven una manta y una almohada en cada sitio. Cogí la manta y me la puse por encima para seguir durmiendo. No se cuánto tiempo había pasado cuando de pronto me doy cuenta de que mi brazo está apoyado en la parte del asiento del señor de al lado. Sin abrir los ojos, siento como la palma de mi mano está tocando algo suave y carnoso. Por un momento pensé que, sin querer, me había colocado la mano en mi polla y empecé a moverla suavemente. Pero me sorprendí bastante cuando descubrí que no era mi polla la que estaba tocando sino la de mi vecino de al lado. Instintivamente pensé en quitarla de allí, pero me dio vergüenza y seguí con la mano donde estaba. No comprendía lo que me estaba pasando pero aquella situación me estaba provocando una erección de caballo. Pasó un rato y decidí mover un poco la mano, muy poco, pero lo suficiente para notar que mi extraño vecino no estaba mal dotado y también estaba a tope.

Rozaba suavemente su glande y luego volvía a bajar, muy despacio. El corazón me palpitaba como si hubiera corrido los 100 metros lisos en 9 segundos. Seguí bajando la mano y acaricié sus genitales. Estaban totalmente depilados. No tenía ningún pelo. Me sorprendió bastante. Pero más me sorprendí a mi mismo lo que estaba haciendo, ¿Cómo era posible? Dejé que el deseo se apoderara de mí. Agarré su polla y empecé a moverla con más rapidez. No podía parar. Aquello me gustaba. El extraño empezó a moverse como si estuviera incómodo pero yo no dejaba de mover aún más rápido hasta que se corrió. Era la primera vez que masturbaba a un tío. Me llenó toda la mano de semen. Poco a poco fui retirando la mano de dentro de su pantalón. Abrí los ojos. Me di cuenta que él también se había puesto la manta por lo que nadie parecía haberse enterado de nada. Retiré la mano de su sitio y la saqué de la manta. Estaba totalmente empapada de semen. Me la acerqué a mi cara y miré aquella sustancia, la olí y me dieron ganas de tocarla con la lengua. Así lo hice. De pronto alcé la vista y me di cuenta de que el extraño me estaba mirando. Rápidamente retiré la vista y miré hacia la ventana. Tenía que salir de ahí, me levanté y pedí paso para ir al servicio. Quería lavarme las manos y recapacitar acerca de lo que había hecho. Nunca me han gustado los chicos y me sentía confundido. Llegué al servicio y estaba ocupado. Me tocaba esperar. Miré hacia mi sitio y me di cuenta de que aquel extraño también se había levantado y se dirigía hacia mí. En ese momento dejaron libre el servicio y entré rápidamente. Estaba avergonzado y no quería que me viera. Cerré la puerta y me lavé las manos. En ese momento, llamaron a la puerta. No sabía que hacer y sin pensarlo la abrí. Me encontré de frente con aquel extraño. Sin mediar palabra entró conmigo en aquel baño que era muy pequeño para dos personas y me empujó a un lado. Me quedé de espaldas a él. En frente de mi había un espejo pero no podía levantar la vista. El extraño me agarró por la cintura y empezó a restregarse contra mi trasero.

Apoyé las manos en el lavabo porque me estaba empujando y me iba a caer. Él cogió mi pantalón y lo fue desabrochando poco a poco. Los jeans que llevaba me están un poco grandes así que cuando terminó de desabrocharme el último botón los pantalones cayeron por su propio peso. Me quedé en boxers. En ese momento noté en mi trasero la extremada erección que tenía el extraño e inexplicablemente empecé a restregar mis nalgas sobre aquel precioso trofeo. Lo quería dentro. Pero… ¡qué estaba pensando! ¡Nunca me había pasado esto!. Al cabo de un rato el extraño se separó un poco. Oí como sonaba la hebilla de su cinturón al desabrocharse y acto seguido me bajó el resto de la ropa que cubría mis partes íntimas. Él seguía un poco separado, noté que abría algo como si fuera un tubo de gomina y lo exprimía para sacar el líquido. En ese momento pensé que a aquel hombre había colado algún líquido en el avión de forma ilegal y me hizo gracia. Cuando recuperé el ardor, noté que algo duro en mis nalgas empezaba a moverse rítmicamente y a introducirse en medio de ellas. Sentí como el hombre hacía esfuerzos por subir y bajar su miembro por entre mi culo y le facilité la posición. Me puse de puntillas y me incliné más sobre el lavabo. Poco a poco iba llegando ese enorme falo a mi esfínter. Lo estaba deseando. Deseaba que la metiera toda. Como no podía aguantar más, metí mi mano entre mis piernas y cogí su polla dirigiéndola hacia la entrada de mi ano. Al tocar ese lugar sentí un cosquilleo por todo el cuerpo, como si me hubieran dado una descarga. Él empezó a hacer presión y poco a poco se introdujo la punta del capullo en mi culo. Era una sensación indescriptible. No había podido soltarle la polla y notaba como la punta de su capullo estaba dentro de mi. Solté un pequeño gemido, muy tímido. Me dolía un poco pero nada comparado con la sensación explosiva que sentía en mi interior. Le dije entre jadeos que esperara un poco. Necesitaba que se fuera todo el dolor para sentir completamente el éxtasis del momento. Estuvo así un rato y poco a poco comenzó a moverse lentamente. Eso ya fue lo más, no podía parar de jadear. Sentía como su polla rozaba contra las paredes de mi ano. Podía oir hasta el sonido que hacía el contacto de su verga contra mi esfínter. Tenía mi polla a tope pero decidí no tocarla y continuar sintiendo aquella maravillosa sensación. Él se movía cada vez más deprisa y mis jadeos cada vez eran más intensos.

De pronto, noté como llegaban sus genitales a mi culo y me golpeaban en las nalgas. Me la había clavado hasta dentro. Su movimiento se hizo más y más brusco y yo intentaba abrir más las piernas para que entrara más todavía. De repente paró y sacó su verga de mi culo, me dio la vuelta y me cogió de los hombros empujándome hacia abajo. Yo obedecí y me puse cuclillas. Tenía ante mi cara una enorme polla que goteaba un líquido transparente. Él me acercó más todavía. Su polla me quedaba justo a la altura de mi boca. Saqué la lengua tímidamente y chupé aquel líquido que goteaba. Sabía ligeramente salado. Toqué con mi lengua la punta de su capullo y empecé a hacer círculos con ella alrededor de todo el glande. Me animé a bajar un poco más y llegué a sus genitales totalmente depilados. Me entraron unas ganas enormes de meterme todo aquel falo en mi boca y así lo hice, o por lo menos lo intenté. No me cabía entera. Succionaba aquella manguera que entraba y salía de mi boca como si fuera un experto, y nunca lo había hecho. Noté los jadeos del extraño y aceleré mi movimiento hasta que noté como un gran chorro de semen inundaba mi garganta. Me lo tragué todo. Aquel líquido me gustaba y quería más. Succioné hasta la última gota.

Una vez separé mi cara de su polla el extraño, sin decir una palabra, se subió los pantalones, abrió la puerta del servicio y se fue como si nada hubiera pasado dejándome allí totalmente extasiado.