Un viaje en subte
A partir de este Relato, continuo relatando mis vivencias (y mis aventuras extramatrimoniales) durante los años de noviazgo y de matrimonio con Samuel.-
Luego que se me declarara Samuel, y con el objeto de alimentar el "fuego del noviazgo", cambié mi itinerario de regreso a casa, a la salida de la facultad...- Así fue que en lugar de viajar en el colectivo 92 que me dejaba a 2 o 3 cuadras de mi departamento, comencé a viajar en el colectivo 130, junto con él, que desde la Facultad de Derecho, nos llevaba hacia Plaza de Mayo...; allí caminábamos unas cuadras, tomados de la mano y luego de cruzar la Plaza, en la boca de entrada al Subte de la Línea A, en la Estación Perú, nos despedíamos.- Samuel, continuaba caminando unas pocas cuadras hacia su domicilio (supongo que eso haría y que hacia allí se iba) y yo me internaba por las escaleras en busca del tren subterráneo que me llevaba hasta la Estación Acoyte, desde donde caminando unas 10 cuadras, llegaba a mi departamento; (¡¡¡CABEZA DE NOVIA...!!!, cuantas estupideces una hace, en el intento de alimentar el "fuego sagrado del amor en el noviazgo"...; al punto que muchas chicas, en el colmo de la estupidez, terminan siendo madres solteras..., ¡¡¡por suerte no fue mi caso!!!).-
El día en que ocurrió esta historia, rigor invernal mediante, estaba yo calzada con un par de botas de caña larga, de cuero negras y tacos altos, vestía una minifalda del mismo color y una camisa blanca, no llevaba soutiens pero sí portaba unas mediasbombacha enterizas de seda.- Por el frío de la época, me abrigaba con un tapado a la moda, también negro, muy entallado en el cuerpo, con faldones largos, pero que tenía atrás un tajo central que arrancaba desde la mitad de la cola mas o menos.-
La cosa fue que ese día, como de costumbre, me interné por la boca del subte hacia el andén y de allí en su momento, hacia el interior del tren.- Se viajaba en esas épocas y a esas horas, mas que apretujados y era menester, dejarse llevar por la marea humana que al unísono, se movía ingresando por las puertas del tren y ubicándose en el interior del vagón donde y como se podía.-
Yo, empujada por las otras gentes, fui a depositar mi osamenta contra un rincón del vagón, entre la puerta de acceso del lado contrario al que ingresé y el final del vagón (en ese espacio que se abre para que el motorman conduzca el convoy y que permanece plegado cuando se lo hace desde otro vagón, y en el que se ubican un montón de pasajeros de pie); pero no estaba tan arrinconada, aunque sí mas que apretujada, tenía adelante un señor muy circunspecto, que no tuvo mejor idea que intentar desplegar su diario (era La Nación), al que pudo al rato (no sin esfuerzo) doblegar y doblar de forma tal, que lo convirtió en una fina lonja de papel, a la que tomaba con sus dos manos..., justo a la altura de mis senos, con lo cual el dorso de ellas en el vaivén del tren en movimiento, me los refregaban como si los estuviera inspeccionado en busca de durezas que anuncian posible tumores..., mi perfil derecho estaba apoyado contra el lateral del vagón, mi perfil izquierdo empujado por una espalda masculina que me apretaba sin intención contra el lateral donde se apoyaba mi perfil derecho..., a mis espaldas tenía a un señor, que a los pocos minutos de andar, me hizo sentir "su poder", por sobre las ropas que me cubrían y del que no podía apartarme, sin presionar las manos del señor que tenía delante, leyendo el diario mientras me refregaba las tetas... y aunque yo me fuera con el cuerpo hacia adelante (cosa casi imposible de lograr), no lograba aflojar la presión que sentía sobre mi cola, propiciada por el sexo del señor que tenía detrás, el que en buen lunfardo: Me estaba "apoyando" a "gusto y piaccere".-
Tenía que hacer algo... y lanzada como soy, se me ocurrió "gastarle una broma", por lo que como pude, bajé mi mano derecha hasta que alcancé con ella "el bulto" del caballero que impertérrito me "apoyaba"... y luego de palparlo un poco, para calcular a "grosso modo" sus dimensiones, busqué los botones de su bragueta (en esos tiempos aún no se habían popularizado los cierres a cremallera en los pantalones) y comencé a desabrocharlos prolijamente..., luego interné mi mano por la abertura que habia provocado y hurgando entre los pliegues de su calzoncillo, (cazador , cazado) me apropié de la "fiera" que antes sentía presionándome la cola...- El tipo, no sé si por sorprendido o lanzado, me dejaba hacer...y lo hice: Saqué su "paquete" hacia afuera y lo conduje hasta ubicarlo entre mis piernas por debajo de mis nalgas y allí y con ellas, lo tomé prisionero, apretándolo lo mas posible y para que no tuviera opción de escape, lo empuje con mi cuerpo contra el fondo del vagón, aprisionando el suyo allí, a mi merced; los vaivenes del tren al desplazarse sobre las vías, harían el resto: Sabía que el roce de la seda de mis medias, contra la piel desnuda de su falo, sería una tortura insoportable y por mucho que le gustara el jueguito..., se iba a acordar de él por el resto de su vida (o al menos, por el tiempo que tardara en desinflamársele el pene).-
No conforme con este castigo, subí la apuesta y estando el tren a punto de partir de la Estación Río de Janeiro (donde ya el vagón se había descongestionado bastante y el señor del diario había descendido), me lancé de un envión hacia la puerta y descendí del tren sin previo aviso, casi al momento en que se cerraban las puertas, dejando a mi "apoyador preferido", en el rincón del vagón con su pene expuesto a la vista de los demás pasajeros..., tan perplejo y absorto, que hasta el momento en que pude observarlo mientras el tren se iba de la estación, no atinaba ni a cubrirse, ni a recomponerse...; solo se miraba el miembro desnudo y alternativamente a la gente que ya habia percibido su fálica desnudez.-
El tramo que me separaba de mi departamento, lo hice a pie, sonreía "de oreja a oreja", imaginando los atribulados momento que el "apoyador" estaría viviendo dentro del tren, sin posbilidad alguna de escaparse del lugar; y cuando recordaba la expresión de la cara de ese hombre mirándose el pene y mirando a la gente alternativamente, mientras el tren se alejaba de la estación, reía sinceramente, sin importarme que los ocasionales transeúntes con los que me cruzaba, pensaran que estaba loca, como seguramente mas de uno de ustedes, luego de leer esta historia, pensaran que en verdad lo estoy.-