Un viaje de verano...
Relato de una pareja de veinteañeros durante un viaje de verano...
Llevaban más de dos horas de viaje, era un viaje largo y caluroso. Aquel viejo coche sin aire acondicionado no era lo más cómodo para viajar en verano desde el norte de España hasta el sur. Lo cierto es que nuestra pareja protagonista se había planteado en más de una ocasión cambiarlo, pero finalmente siempre decidían esperar a más adelante, cuando empezarán de forma más contundente su nuevo proyecto de vida juntos, al fin y al cabo, ambos eran jóvenes. El acababa de cumplir los 25 años, acababa de ponerse a trabajar y con lo poco que había ganado decidió pasar unos días con su novia en el sur, con el buen tiempo. Ella, tenía 24 años, allí donde Mireia iba llamaba la atención, podemos decir que era la típica chica que los fines de semana sacaba algo de dinero haciendo de relaciones públicas para discotecas o en promociones de algún tipo de producto en centros comerciales, una chica castaña, media melena, ojos azules, sonrisa perfecta… Su tipo era perfecto, si bien no tenía unos grandes pechos que llamaran la atención tampoco podía quejarse, eran firmes, deseables, y muchas veces le permitían, como en este momento ir sin sujetador. Sus sesiones intensas de gimnasio la otorgaban un cuerpo que cualquier chica podía envidiar.
El caso es que llevaban aproximadamente dos horas de viaje, el calor dentro del coche era bastante insoportable. Mireia estaba realmente ilusionada con que su novio la llevara de viaje, una semanita de vacaciones financiadas con sus primeros sueldos era algo que nunca olvidarían. Tal era la ilusión que apenas notaba el calor sofocante que hacía en el vehículo, eso, y que además llevaba un vestido realmente corto de tirantes en previsión de las deficiencias del vehículo. Entre tanto a Mireia se le ocurrió un juego para distraer a Carlos del calor, el cual sí estaba algo agobiado por este.
- ¿Oye cari, que te parece si jugamos un poco para que se te olvide la sudada que llevas encima?
- De verdad, ¿jugar? ¿qué tenemos 8 años para ir jugando al veo veo en el coche?
- La verdad es que mi idea era algo un poco más de adultos…
Según acabo la frase comenzó a soltarse el cinturón de seguridad y a poner esa sonrisa pícara que a él tanto le excitaba.
- Mireia te has vuelto loca. No te voy a decir que no me ponga que me la chupes mientras conduzco, pero me parece demasiado peligroso.
Ella, manteniendo esa misma sonrisa que tanto le ponía a él se burló y contestó:
- Ja! Que te lo has creído, el juego no consiste en que yo te haga nada, sino en que te mantengas concentrado.
Dicho esto, ella comenzó a deslizarse el tanguita que llevaba por debajo del vestido hasta quitárselo totalmente.
Él no se lo podía creer:
- ¡Enserio! No es justo, podías esperar a que llegáramos.
Ella se rio, se sentía claramente superior y deseada, le encantaba volverle loco. Por lo que siguió con el juego. Subió las piernas un poco al salpicadero y reclino mínimamente el asiento mientras ya avanzaba con su mano hacía su propio sexo.
- Joder Mireia, me parece fatal lo que estás haciendo, además de peligroso.
A ella le daba lo mismo, mientras él decía esas palabras su mano había comenzado a masturbarla y se mordía el labio inferior emitiendo pequeños gemidos. Lo que había comenzado como teatro había hecho que empezara a mojarse y a disfrutar.
- Eres mala persona, en lugar de esperar a que lleguemos y poder disfrutar los dos, que egoísta eres… ¿Que estás revolviendo por ahí atrás?
El solo oía los gemidos y la podía mirar sin apartar excesivo tiempo la vista de la carretera. Le extraño que sonara como revolvía atrás en su bolso, pero la excitación que le estaba provocando le impedía recordar que Mireia solía llevar un pequeño consolador en el bolso.
Cuando quiso recordarlo ya estaba ella succionándolo para lubricarlo bien. Así que ahora oía los gemidos de su novia ahogados por el pequeño consolador que esta tenía en la boca.
En cuanto acabo de lubricarlo bien, comenzó a llevarlo hacia su sexo, a sabiendas de que su novio estaba más o menos pendiente se dejó caer los tirantes del vestido para que la gravedad dejara sus preciosas tetas al aire.
- ¿Sabes que como pase un coche cerca te van a ver?
Poco le importaba lo que su novio dijera, ella ya no estaba ahí, en el momento que el consolador entro en ella empezó a disfrutar verdaderamente, y lo que había comenzado como un juego ya era definitivamente un glorioso orgasmo en camino.
El consolador entraba y salía de su sexo gracias a la agilidad de su muñeca, la otra mano se encargaba de jugar con sus propios pechos, que debido al calor estaban sudados y permitían que su tacto deslizará eróticamente por ellos.
El placer era tan intenso que se dio rienda suelta, y lo que antes eran pequeños gemidos ahora claramente eran gemidos de placer y lo que antes eran caricias en sus pechos, ahora eran pequeños pellizcos en sus perfectos pezones.
Carlos no podía dar crédito a lo que estaba pasando, y lo peor aún, que él no pudiera apuntarse a aquella fiesta:
- Me encanta cuando te pones así, pero esta no sé como, pero me la vas a pagar….
Mireia estaba absolutamente distraída con el placer que le estaba dando aquel pequeño consolador que entraba y salía de su sexo ya de forma frenética y solo estaba pendiente de recibir aquel fabuloso orgasmo que sus músculos ya comenzaban a narrar:
- Joder nene, ya te compensaré, pero ahora me voy a correr como hacía tiempo…
Cuando el orgasmo era ya inminente noto un intenso frenazo en el coche que hizo que se rompiera toda su esfera de placer y observara por la ventanilla del vehículo.
Durante el tiempo que ella había desconectado Carlos había cogido un desvío de la autopista y se había introducido en un área de descanso con una pequeña gasolinera. El gesto instintivo de Mireia fue girarse para que nadie pudiera contemplarla dando un espectáculo, muy erótico, pero vergonzoso para ella.
Mientras ella se giraba en segundos y se tapaba su desnudez Carlos reía:
- Jajajajaja, sigue, ¿Qué pasa? No te atreves a seguir con público…
- Joder, eres gilipollas, ¿Qué quieres? ¿Qué algún paleto de por aquí me grabe y todos vean a tu novia magreándose como una zorra?
- A si por lo menos podría verlo tranquilamente… Venga anda no te enfades, vamos a tomar algo en el bar de la gasolinera, que hace mucho calor.
Ella salió enfadada, le repateaba que la hubiera fastidiado un orgasmo tan inminente, en ese momento se la llevaban los demonios. Pero aún más cuando salió del coche y vio ese lugar. A Mireia le repateaban los lugares rurales, en este caso la gasolinera más que rural era cutre. Apenas unos servidores de combustibles del siglo pasado y un pequeño bar que parecía vacío:
- Madre mía, no había algún lugar más cutre para parar…
- No antes de que te corrieras y perdiera la opción de putearte.
Comenzaron a dirigirse al interior del bar para tomar algo y refrescarse el gaznate.
Una vez entraron en el bar Mireia se dio cuenta de que sí que había gente en el interior del
local, para ser precisos tres personas, sin contarse a ellos mismos.
El primero de los tipos era el camarero, o dueño de la gasolinera, ella lo desconocía. Un señor de estatura media, más bien poco pelo, el poco que le quedaba era por la nuca y encima de las orejas. No era agraciado en sus facciones faciales ni tampoco en su físico, pero no se podía decir que estuviera gordo, aunque tampoco delgado. Iba vestido como un camarero de otra época, jugando únicamente con colores blancos y negros, le pareció absolutamente deprimente.
El segundo hombre era un señor apoyado en la barra, de pelo no se podían dar muchos datos, llevaba una gorra de publicidad de una entidad financiera local, aunque se intuía algo de pelo por la nuca, tenía un tupido bigote negro que llamaba la atención. Su forma física era notablemente peor que la del camarero, pues en este caso si había un problema de obesidad, aunque era algo más alto que el camarero. Respecto de su ropa se puede decir que dejaba intuir que trabajaba el campo y que no había pasado por casa después de la agobiante jornada de trabajo.
El tercero de los hombres que había era algo más joven que los otros, de unos 40 años, respecto de los cincuenta y algo que se podía intuir en los otros dos, pero tenía algo raro, si bien era el que más pelo tenía con diferencia, tenía algún tipo de aura que daba bastante mal rollo. Una mirada ciertamente extraña combinada con unos dientes extremadamente estropeados para su edad. A Mireia le parecía el perfecto aspecto de un loco depravado. Respecto de la forma de vestir e higiene podemos referirnos a la del segundo tipo para describirla.
Una vez entraron se hizo el absoluto silencio en la conversación que mantenían los tres desde diferentes puntos del bar a voz en grito. La pareja se acercó a la barra durante ese silencio. Mireia sentía como los seis ojos analizaban cada centímetro de su cuerpo. No le gustaba, odiaba que aquellos tipos tan contrarios a lo que era ella se imaginaran siquiera algo con ella.
Cuando llegaron a la barra, Carlos pidió dos consumiciones, una para cada uno. Los dos tipos de fuera de la barra se acercaron y comenzaron a murmurar entre ellos mientras el camarero les servía.
- No se suele ver gente tan joven por aquí, y mucho menos mujeres tan guapas como la suya caballero. Con esa cara y ese cuerpo podría ser modelo. Dijo el camarero dirigiéndose únicamente a Carlos.
- Ya ve, necesitábamos parar refrescarnos, en nuestro coche no funciona el aire acondicionado y es mal día para ello. Respondió Carlos.
La conversación siguió entre ambos, el camarero claramente hablaba únicamente con Carlos pasando olímpicamente de Mireia salvo para mirarla de vez en cuando a los pechos de forma descarada.
A ella la situación la estaba poniendo enferma, Mireia es una feminista de pro, y todas esas actitudes tan machistas la ponían enferma. Había que sumarle además que los otros dos no dejaban de mirar de forma lasciva como poco, y susurrándose y riéndose entre ellos mientras la miraban.
Tal estaba siendo su enfado que se acabó la consumición de trago para acabar aquella visita cuanto antes, pero Carlos estaba en una conversación del todo intrascendente y no había acabado. Para no aguantar más esas miradas decidió ir al servicio para hacer tiempo mientras su novio terminaba:
- Carlos cariño, voy al baño, cuando venga marchamos para seguir.
- Vale cari, ten cuidado.
Cruzó lo más rápido que pudo el bar para llegar al servicio, sobre todo porque se sentía claramente observada y no lo soportaba.
Una vez paso la puerta del servicio se encontró con dos cabinas blancas muy bien iluminadas, una a lado de la otra. Ella pasó a la que intuía de mujeres para hacer pis lo más rápido posible y marchar de ese horrible lugar. Además, tendría una conversación con Carlos, estaba disgustada por no haberse dado cuenta de cómo estaban mirando a su novia.
Fue cuando se sentó en el baño a orinar cuando se dio cuenta de que se había dejado el tanga en el coche y que no llevaba nada de ropa interior puesta. Aquello la hizo sentirse muy sucia, ella era una chica de finos modales, que estudiaba en una universidad de muy alto prestigio (muy cara, era la típica pija universitaria), y no una guarrilla cualquiera que se andaba sin ropa interior por ahí. Aunque de forma extraña haberse paseado por ese antro sin ropa interior la puso un poco.
Mientras meaba intuyó la entrada de alguien en la cabina que estaba a lado de la suya, no le dio mayor importancia.
Cuando ya había terminado cogió un trozo de papel para limpiarse bien, fue en ese momento cuando observo como el portarrollos del papel higiénico se movía un poco antes de que lo tocara.
En un principio la asusto un poco, pero le pudo la curiosidad y lo empezó a mover. Un poco para arriba, un poco para abajo, pero no salía. Y cuando más lo movía más notaba una fuerza desde el otro lado intentando moverlo también.
Finalmente, de un tirón lo saco del todo quedándose con él en la mano. El resultado fue un agujero en la pared de la cabina de baño. Antes de que pudiera siquiera plantearse para que servía aquello apareció una polla como la que nunca había visto.
Lo cierto es que Mireia era una chica muy atractiva, moderna, totalmente liberal, pero no había estado con muchos hombres a lo largo de su vida. No había surgido. Y desde luego con ninguno con una polla de ese tamaño.
Aquel miembro debía de medir unos 19 centímetros, pero lo que más llamaba la atención era su grosor, parecía un vaso de tubo.
La primera reacción de Mireia fue la de apartarse. Se levantó y se acomodó decidida a salir por la puerta del baño.
Justo cuando toco el pestillo de la puerta se paró. No sabía porque, pero quería seguir mirando aquella polla. Tenía un efecto hipnótico sobre ella. Es como si el destino quisiera burlarse de ella, pues siempre había tenía el morbo de practicar un “gloryhole” esa fantasía de jugar con una polla de dueño desconocido la ponía muy cachonda.
Mientras pensaba en esas cosas, su sexo empezó a humedecerse como antes. Quizás si hubiera recibido su orgasmo anterior no le hubiera pasado, pero no lo había hecho, por lo que empezó a sentir un calor interno muy intenso.
Ella no se lo podía creer, ¿Cómo demonios eso la estaba poniendo tan cachonda?
El caso es que fuera de todo pronóstico se descubrió apoyada en la puerta con su mano masturbando su propio sexo, lógicamente en presencia de esa potente polla que no podía dejar de mirar. De un momento a otro se encontraba fuera de sí. Únicamente se masturbaba y su respiración se aceleraba de forma súbita. De nuevo se intensifico su forma de sudar y poco a poco comenzó a deslizarse hasta el suelo, no llego a posarse en él, pero sí a estar totalmente agachada. Poco a poco se fue dejando llevar, como si estuviera hipnotizada, hasta que finalmente se puso ante aquel manjar. Tenía claro que no pensaba tocarla, pero si estaba dispuesta a alcanzar el orgasmo mirando e imaginando jugar con aquel trozo de carne.
Continúo masturbándose ya frente al objeto de su deseo imaginando lo que podría hacer con aquello. Estaba totalmente empapada y fuera de sí, aun así, no quería apoyar su sexo sobre el suelo de ese antro, así que apoyo la mano en la misma pared en la que se hallaba el orificio por el que salía aquel pedazo de polla a fin de no perder el equilibrio. Se imaginaba aquella polla taladrando su coño y abriéndolo en dos como nunca había hecho ninguna verga.
En lo más alto de su éxtasis sexual, descubrió como su objeto empezaba a retroceder por aquel orificio, sin pensarlo, de forma totalmente instintiva su mano se dirigió a su juguete y lo agarro con firmeza. Se sintió absolutamente sucia, se había prometido no tocar aquella polla, pero aun así no la soltaba, y además haber pasado aquella barrera y sentirse tan sucia la hacía incrementar notablemente su placer sexual.
El propietario de aquello freno en su intento de sacarla del agujero y comenzó a avanzar de nuevo, o eso pensaba ella. Pues cuando ella pensaba que volvía a su lugar original percibió un balanceo, aquel cabrón estaba masturbándose con su mano, cada vez a mayor velocidad.
Mireia empezó a darse cuenta de que aquella lucha la tenía totalmente perdida, así que decidió, con la poca voluntad que le quedaba ponerse un nuevo límite. Masturbaría aquella polla, pero no haría nada más con ella. Por lo tanto, continuó, ya masturbando claramente ambos sexos.
Su vestido de verano ya era un cinturón en su cuerpo, dejando sus pechos descubiertos. Cada vez su cabeza se acercaba más a ese manjar. Estaba tan cerca que podía percibir la falta de higiene del hombre bien dotado que la estaba regalando ese momento. En cualquier otra situación ese cerdo no hubiera tenido la menor posibilidad de siquiera soñar estar con una mujer como ella, a ella le daba asco imaginar que cualquiera de los “animales” que había el bar estuviera consiguiendo doblegar su voluntad de esa forma, sin siquiera hablarla.
Aquellas reflexiones la hicieron sentirse tan sumamente sucia, y vejada, que hicieron que rompiera ya toda barrera psicológica, aquella ya no era Mireia, era una zorra ansiosa de servirse de lo que tuviera delante.
Sin más dilación dejo de resistirse a algo que ya estaba sentenciado desde hacía tiempo, saco su lengua y lamió profundamente la base de aquel pene, desde la base hasta la punta por su parte inferior. Lo cierto es que por el sabor de aquel trozo de carne se confirmaba la falta de higiene del individuo, pero ya daba igual, ella pensaba dejarla limpia y seca.
Desatendió su propio sexo y comenzó a engullir ese trozo de carne abriendo la boca todo lo que podía y usando sus dos manos para masturbarle. Comenzó coordinando sus manos y su boca, a un ritmo constante devorando todo lo que podía de aquel manjar. Su excitación era tal y el tamaño de aquello tan grande que pronto empezó a salivar de forma abundante. Según su garganta se calentaba el porcentaje de polla que entraba en su boca era mayor, por lo que una de sus manos volvió a atender su masturbación.
De vez en cuando sacaba su presa de la boca y se la pasaba por la cara llenándose completamente de saliva. También se golpeaba tanto la lengua como la mejilla con su nuevo juguete, estaba haciendo lo que nunca había hecho.
Según siguió con aquella extrema felación la saliva acumulada comenzó a caer sobre sus pechos llenándose también estos de saliva. Mireia se metía aquella polla todo lo profundo que podía causándose algunas arcadas que producían que la cantidad de saliva fuera aún mayor. Nunca le habían follado la boca de esa forma, o mejor dicho, nunca se la había auto-follado ella de esa forma.
A Mireia se le caían las lágrimas debido a la profundidad de sus felaciones, ya intentaba introducirse toda esa carne en la boca y sacar su lengua por la parte inferior buscando los testículos del hijo de puta que la había hecho actuar como lo que ella siempre había odiado. Ya solo faltaba que aquel cabrón se corriera y acabará de despojarla de su dignidad y humillarla totalmente. Estaba segura de que con la leche de esa polla conseguiría correrse de forma simultánea.
De repente empezó a notar como aquello palpitaba, ella alcanzo su orgasmo, el cual ahogó introduciéndose aquella polla en la boca. Notó la primera explosión de semen en su boca, una cantidad que no se hubiera imaginado, el semen empezó a caer por sus comisuras derramándose hasta su pecho. Rápidamente, para no ahogarse, saco ese monstruo de la boca y se posó la punta sobre la lengua con su boca bien abierta. Como se imaginaba, aquello continuó expulsando semen cubriendo su cara y boca de líquido blanco y caliente.
Cuando pensó que ya la había exprimido al máximo, pues con su mano recorría desde la base a la punta intentando obtener hasta la última gota. Se la introdujo de nuevo en la boca para dejarla impoluta, quería hasta la última gota de aquel cabrón que le había regalado ese orgasmo.
Pronto aquel trozo de carne perdió firmeza y ella comenzó a recoger con sus dedos el semen que tenía por cara y pecho y comenzó a relamerse cada uno de los dedos para comerse hasta la última gota de aquel manjar.
En eso, desapareció la polla que ella ya nunca olvidaría. Dejándola agachada, humillada y totalmente en shock. Solo hicieron falta 2-3 minutos para que Mireia no se creyera lo que acababa de pasar. El ruido de la puerta de la cabina de alado la devolvió a la realidad. Tenía que salir de allí, como podía haber hecho eso a su novio, y peor aún, con uno de los cerdos que estaba dentro de ese maldito tugurio.
Se levanto, se limpió como pudo, se arregló el pelo, estiró el vestido y salió como un meteoro del baño. Cuando comenzó a pasar por el bar, no pudo sentirse más humillada. Comenzó a oír las risas y silbidos de aquellos tres sucios y asquerosos hombres. Y lo peor de todo es que ni siquiera sabía quién era el que la había hecho renunciar a mucho de lo que creía. Si bien es cierto que tardó poco en salir de nuevo al exterior a ella se le hizo una auténtica vida.
En cuanto salió vio allí, sonriente y haciendo el gesto de “ya es hora” a su novio, apoyado en el coche.