Un viaje de vacaciones -5

Joven americana de vacaciones por el Africa Negra

UN VIAJE DE VACACIONES – 5

Los meses pasaban, y mi vientre crecía, ya no era aquel vientre plano que tenía cuando llegue a África, se notaba una pequeña protuberancia mayor cada mes. No obstante todas las noches Lembani me reclamaba, para dormir con él, tras mamarle su polla me violaba nuevamente, eso sí, no era tan brusco como las primeras veces, metía su pene con mas delicadeza, pero igualmente embestía ya dentro, no era para dejarme preñada, que ya lo estaba, era para disfrutar el del sexo, pero cuando me sodomizaba entonces sí que se volvía la bestia de antes.

Un día la joven que estaba embarazada, cuando llegue a la casa, se puso de parto, entre las hermanas-esposas de Lembani la llevaron a un lugar apartado de la casa cerca de los establos, a mi me llevaron para que les ayudase y comprobase el parto, ya que sería primeriza cuando me tocase. Nunca había visto un parto, lo único que sabía es que le decían que empujase, y que soplase, eso es lo que aparecía en las películas. La joven completamente desnuda, se puso en cuclillas exponiendo su sexo a la vista de las que estábamos presentes, le daban a beber de una calabaza, al mismo tiempo que frotaban su sexo con una hierbas, la mujer, sudaba, su cara se desencajaba por el dolor, me fije que su sexo se dilataba y en eso soltó por él un liquido verduzco, había roto aguas, se inclinaba hacia los lados al mismo tiempo que hacia fuerzas como si estuviese estreñida, y en un momento expulso de su vagina a la criatura que cayó sobre un montón de paja, estaba todo manchado del liquido amniótico y rastros de sangre, de inmediato con unos hilos ataron por dos partes el cordón umbilical y procedieron a cortarlo, la criatura, un niño, enseguida comenzó a llorar, la mujer se recostó sobre sus espaldas, le pusieron a su hijo sobre ella que enseguida busco el pezón de la madre y se agarro a él comenzando a mamar, mientras, expulsaba la placenta, las otras mujeres la recogieron y la trocearon, dándosela a comer a la madre. Aquello me dio un asco terrible, aquella masa informe, sanguinolenta que la mujer fue comiendo, luego me dijeron el motivo.

En la selva, las hembras cuando paren, se comen la placenta inmediatamente, al mismo tiempo que limpian a la criatura recién nacida, con ello evitan que su olor atraiga a las fieras que podrían devorar al recién, en realidad, en la vida actual todos los mamíferos sean domésticos o de granja, también lo hacen, la ingestión de la placenta, facilita la recuperación de la madre más rápidamente ya que tiene muchos estrógenos, eso es lo que tendría que hacer yo cuando pariese, casi vomito en aquel momento. Transcurrido el parto, la ayudamos a llegar a su lecho, donde se acostó a descansar con su hijo en sus brazos.

El tiempo pasaba, mi vientre crecía, mis pechos habían aumentado considerablemente de tamaño, las aureolas de mis pezones se habían vuelto más oscuras, la espalda me dolía, por el peso de mi vientre y mis pechos, me ponía al sol completamente desnuda para ver por la sombra mi silueta, era como una S gigante con piernas cuando caminaba tenía que llevar una mano bajo mi vientre para sostener aquel peso excesivo que soportaba mi espalda, mis pechos comenzaban a segregar calostro cada vez que Lembani los acariciaba en las sesiones de sexo, la única manera que me podía poner para que me penetrase, era a horcajadas sobre el o a cuatro patas y a veces recostada lateralmente, durante todo mi embarazo asistí a cinco partos mas, todos con la misma ceremonia, las esposas-hermanas de Lembani ya comenzaba a mostrar las curvaturas de sus vientres preñados, hubo un momento en que todas las mujeres que estábamos en aquel lugar estábamos preñadas. A los seis mese del nacimiento de aquel niño al que asistí en su nacimiento, le fue retirado a su madre y vendido a otra tribu como esclavo, es de suponer el dolor de la madre al quitarle el hijo, pero no mostro pena alguna, lo tenía asumido desde hacía mucho tiempo, sabía que se lo quitarían y ella volvería a estar disponible para ser preñada nuevamente, estábamos en aquel lugar con el único fin de parir hijos de Lembani, éramos ganado dedicado a la cría., con el dinero que recaudaba de la venta de los recién nacidos y de las niñas que eran vendidas cuando tenían 10 años, podía comprarse nuevas hembras dedicadas a la cría, aquel lugar era como una granja de gallinas que estaban enjauladas y su única misión era poner huevos, pero nosotras poníamos los huevos ya crecidos y tras la recuperación vuelta a empezar. Mi hijo-a, se movía constantemente, me daba patadas, seguro que sería un buen futbolista, además, me hacia cosquillas interiormente al moverse, tenía ganas de tenerlo entre mis brazos, pero aun me faltaba un par de meses, cuando me ponía de pie, no podía ver mis pies, mi tripa de preñada, los tapaba, estaba tan gorda que parecía una hipopótamo, pero sinceramente estaba feliz porque dentro de mi crecía una personita que sería mía.

Un día, sentí unas molestias extrañas, no le di importancia, pero al poco me encontré completamente mojada, había roto aguas, estaba de parto, entre las hermanas-esposas de Lembani, y otras de las mujeres, me llevaron al paritorio, por así llamarlo al establo donde acudían a parir las preñadas, comencé hacer los movimientos que había visto que hacían aquellas mujeres que me habían precedido en tal momento, lo que me daban para beber tenía un sabor repugnante, era un tipo de infusión que me ayudaba a dilatar, al mismo tiempo que frotaban una serie de hojas por mi sexo, decían que era para ahuyentar a los malos espíritus y que no devorasen a mi hijo en el momento de parirlo, los dolores cada momento eran más intensos, así estuve 6 horas, y llego el momento, recordando las películas, empuje y di un grito, en eso una personita, la más hermosa del mundo salió de mi coño, cayendo sobre el montón de paja y hierbas que tenían bajo mi sexo, ataron el cordón y lo cortaron, en eso le oí llorar, me lo pusieron sobre mi pecho y aquella personita busco mi teta y se agarro a ella, pero los dolores seguían, fue cuando me dijeron que venía otro, tenia gemelos, nuevamente hacer las fuerzas pertinentes para que aquella nueva persona viese la luz, al igual que su hermano salió como si fuese el tapón de una botella de champagne , tras cortar el cordón me lo pusieron sobre mi pecho y se agarro a la otra teta, había tenido gemelos, eran niñas, las dos eran niñas, mis pequeñas muñequitas. Su color era como el de su padre, negrito como el carbón, pero llevaban sangre irlandesa. Me ayudaron a llegar a mi camastro y sobre él me recosté abrazando a mis hijas, estaba llorando, de felicidad, lo que si era que no había asumido todavía que aquellas personitas me serian arrebatadas cuando dejase de darles el pecho, he instruidas a partir de aquel momento para ser maquinas de parir.

En eso apareció Lembani, estaba orgulloso y me dijo.

-          Te dije que mi leche era buena, todas las mujeres que bebieron mi leche han tenido buenos hijos, pero ninguna me dio dos de una sola vez, cuando te compre sabia que me darías muchos hijos, contigo tendré mucho dinero.

Todo ese día y el siguiente, permanecí en reposo, ya que el parto había sido doble, pero pasado los dos días, me tuve que reincorporar a los quehaceres que tenia asignados, a mis hijas las llevaba a la espalda dentro de una especie de bolsa hecha con un trozo de una tela muy amplia, anudada por delante, cuando tenía que darles el pecho, únicamente le daba la vuelta y las niñas quedaban a la altura de mis tetas, las cuales agarraban y mamaban hasta dejarlas secas. Mis pechos eran como relojes, cuando le tocaba darles la teta a mis hijas unos momentos antes ya me salía la leche de mis pezones, que por la succión que hacían mis hijas habían crecido tenían el tamaño de un dedo gordo de mi mis manos, tras darles el pecho, tenía que limpiarlas, bañarlas al igual que mis pechos para evitar infecciones. Cuando les daba el pecho y veía a mis hijas mamando con aquella intensidad, se me caían las lagrimas eran lagrimas de ternura, de amor maternal, cuanto daría yo porque me viesen mis amigas en aquellos momentos, no me importaba de que me criticasen de que mis hijas eran negras y serian esclavas, pero eran mis hijas y ellas no tenían culpa ninguna de que su padre fuese un mal nacido traficante de esclavos y proxeneta.

Durante la cuarentena, Lembani, me reclamaba todas las noches, quería que le hiciese una mamada y me bebiese su esperma, el seguía con la idea de que yo había parido a dos porque había bebido su esperma que era muy poderoso, durante ese periodo todas las noches después de mamársela me penetraba analmente, ya que no podía hacerlo por vagina, fuero 40 días agotadores, había días que no podía sentarme, tenía el culo como los monos, hinchado y enrojecido, deseaba que aquellos cuarenta días no llegasen nunca, pues el volvería a violarme para dejarme nuevamente preñada, se me ocurrió, de que como había tenido un parto doble, la recuperación se tenía que prolongar otros 40 días, no lo tomo a bien pero se resigno a regañadientes, mientras se satisfacía con las otras mujeres que ya habían pasado la cuarentena y que estaban resignadas a abrirse de piernas pasado el periodo de recuperación.

Pero lo bueno se acaba pronto. Pasaron los 80 días y nuevamente Lembani me reclamo y comenzó a forzarme, estaba empeñado en dejarme preñada otra vez, por suerte no le fue tan fácil. Durante esos meses de espera sus esposas-hermanas parieron cada una un varón, yo las ayude, ellas sabían que a los pocos meses su hermano los trataría mejor que los otros niños y que no serian vendidos, ya que estaban destinados a seguir las directrices de Lembani, se dedicarían a dejar preñadas a toda mujer que entrase en el rebaño de Lembani.

Como las hermanas-esposas de Lembani, estarían muy ocupadas criando y atendiendo a sus propios hijos, yo le pedí a Lembani que me dejase cuidar y adiestrar a mis hijas y que no las separase de mi tan pequeñas de apenas 6-7 meses, acepto por lo que mantuve a mis hijas más tiempo de lo normal, pero tuve que pagar con un mayor número de penetraciones-violaciones, no me importaba, aunque realmente, yo disfrutaba con los coitos, gracias a que tenia clítoris, que por si no lo saben los hombres es realmente uno de los puntos de mayor excitación que tenemos las mujeres, por eso gritamos tanto cuando nos hacen un cunnilingus, es decir, cuando nos comen el coño, parece mentira yo que era una mojigata y escapaba de las conversaciones soeces que tenían mis amigas, ahora estoy hablando mas y peor que ellas, lo que hace el haber tenido unos buenos polvos y el coño bien ocupado por una buena polla como la de Lembani.

CONTINUARA.