Un viaje de vacaciones - 3

Una joven americana de viaje al África negra

UN VIAJE DE VACACIONES – 3

Aquella noche apenas pegue ojo, pensando en lo que le estaba ocurriendo a la pobre muchacha y lo que me ocurriría a mi cuando me tocase.

Al día siguiente, nos despertaron muy temprano, apenas había salido el sol, me llevaron a la casa grande y me metieron en la cocina, para ir preparando el desayuno de Lembani y sus esposas, las demás mujeres cautivas ya comenzaban con sus tareas cotidianas, ordeñar las vacas, recoger leña, dar de comer al ganado. Cuando estaba sirviendo el desayuno a las esposas de Lembani apareció la muchacha que había pasado con él la noche, su aspecto no era precisamente de haberlo pasado muy bien, apenas podía caminar, y su rostro mostraba los daños de varias bofetadas, sin decir nada, desapareció y se dirigió al establo para lavarse.

Apenas habían pasado unos minutos, apareció Lembani, me vio con aquellos ojos llenos de odio y se acerco a mí. Me dio la vuelta, levanto la túnica que me cubría y me dio dos azotes en mi trasero, que me dejo la marca de sus manos en mis nalgas, echándose una carcajada y diciéndome.

-          Tengo ganas de probar esa carne blanca.

Aquellas palabras me asustaron, sin levantar la vista hice mi tarea y me retire a la cocina. Durante todo el día no podía apartar de mi mente el momento en que Lembani me poseyera, nunca había estado con un hombre y en realidad no sabía cómo actuaria mi cuerpo y mi mente.

Cuando salí un momento después de hacer las tareas al establo para recoger los huevos que habían puesto las gallinas, me encontré a Lembani poseyendo a otra de las mujeres, ella estaba agachada a cuatro patas y el agarrándola por las caderas la estaba sodomizando, había metido su miembro en el ano de la muchacha, la pobre lo único que decía eran dar gritos de dolor, salí de aquel lugar corriendo, no sabía dónde meterme, quería esconderme huir de aquel lugar tan espantoso, me veía en esa posición y siendo sodomizada.

Aquella noche, cuando nos retiramos al galpón, estaba temblando, solo pensaba en las palabras que me había dicho por la mañana, en eso se abrió la puerta, era Lembani, empezó a vernos, yo trataba de esconderme, en eso, sentí un fuerte tirón de mis pelos que me arrastraban por todo el suelo, Lembani me había encontrado y me llevaba para pasar la noche en su cama.

Cuando llegamos a su habitación, me tiro sobre la cama y me mando sacarme la túnica, yo me opuse, le pedí que no me hiciese nada, la respuesta, una bofetada que me partió el labio, luego me arranco la túnica y me volvió a tirar sobre la cama, me agarro de los pelos y me puso de rodillas ante él, sin decir nada se quito el blusón que le cubría hasta la rodilla y me dijo con voz gruesa y ordenándome.

-          Chúpame la polla, y no me hagas daño ni se te ocurra morderme, pues será lo último que muerdas ya que si lo haces, yo mismo te sacare todos los dientes, abre la boca.

Entre sus piernas, colgaba un pene como nunca había visto, bueno en realidad, nunca había visto a un hombre desnudo, si había visto fotografías anatómicas pero nada como lo que tenía enfrente de mi boca, era un pene enorme, tendría unos 14 cm en reposo y un grosor similar la empuñadura de un bate de beisbol, detrás de aquel pene, le colgaban dos testículos que su tamaño estaría entre una pelota de golf y una de tenis, su vello púbico negro y muy ensortijado, hacia un enorme contraste con mi pubis afeitado y blanco como la leche, su glande un poco más claro pero con la forma parecida a una pera, estaba circuncidado, tímidamente abrí la boca, el cogió con una mano mi nariz y me la tapo, obligándome a abrir más la boca para poder respirar, en el momento que la abrí, de un solo movimiento metió en mi boca su pene y me dijo.

-          Ahora mama como si fuese la ubre de una vaca, quiero que me lo pongas bien duro, y no me muerdas.

Entonces comencé a chupar de aquella “ubre” como si yo fuese una ternera mamando de su madre, notaba que aquel pene, por momentos crecía dentro de mi boca, pero no solo en grosor sino también en longitud llegándome a tocar la campanilla, lo que me producía arcadas, en eso, lo saco de mi boca y me tumbo sobre la cama, el se puso encima mía con la intención de penetrarme, yo me oponía, mis piernas no se separaban, las tenia pegadas con el pegamento más fuerte que existe la resistencia de una mujer, pero todos los pegamentos tienen su punto débil, una fuerte bofetada me desconcentro de las fuerzas que hacían mis piernas y afloje, en ese momento el las separo y de un solo movimiento puso su pene a la puerta de mi sexo diciéndome.

-          Creías que te librarías de mí poder, ahora vas a saber lo que es un hombre, te voy a dejar preñada a la primera.

Poco a poco, fue introduciendo su enorme pene en mi vagina, yo no estaba lubricada y la resistencia natural a la penetración me hacía daño, a él no le importaba, él lo que quería era penetrarme y mejor si me hacía daño, en eso se encontró con la barrera de mi himen y me dijo.

-          Llego tu momento, blanquita, ahora vas a saber lo que es ser una mujer de verdad, gracias por haberte reservado para que yo el gran Lembani te desvirgue.

Y dicho eso, de un solo golpe me penetro rompiendo mi himen, el grito que di se debió de oír en todo el continente, acto seguido, comenzó a bombear dentro de mí, con movimientos lentos pero continuos, lo que me provoco que comenzase a notar la secreción de mis jugos vaginales, los cuales amortizaron el dolor que poco a poco se fue convirtiendo en sedación para mi sexo dolorido, ya no era virgen, y según decían las chicas de mi pueblo, lo había hecho con un negro grande fuerte y con una polla como la de un elefante, en esa posición se mantuvo como media hora con sus movimientos, que poco a poco aumentaban el ritmo, yo notaba en mi cuerpo una sensación desconocida, como si una corriente me recorriese toda la columna vertebral, pero era una corriente de placer sentía un placer a cada movimiento y en cada embestida la sensación aumentaba hasta que llego a explotar, en el mismo momento que sentí como algo inundaba mi vagina, golpeando sus paredes, instintivamente y sin proponérmelo los músculos de mi vagina comenzaron a contraerse, apretando al intruso que en ella se había alojado, mi vagina estaba ordeñando al pene de Lembani, el al notarlo dio un grito de placer y me dijo.

-          Que blanquita, parece que te gusto que no quieres soltarme.

-          Amo yo no estoy haciendo nada es un acto reflejo de mi cuerpo un acto involuntario, no me pegue por favor.

En esa posición permaneció como 10 minutos más, aprovechando para amasar mis tetas, y digo amasar pues los movimientos que hacía con sus manos era como si estuviese amasando el pan para meterlo al horno, chupaba de mis pezones como si quisiese que de ellos manase leche, tras separarnos, me dijo que me pusiese de rodillas ante él y que le limpiase su pene con la boca, me dio repugnancia, estaba lleno de mis jugos vaginales mezclados con la sangre de haberme desvirgado y con su semen, pero tenía que obedecer, luego me dijo que me tumbase en la cama, el se coloco detrás mía abrazándome, permanecimos en esa postura unos 15 minutos. De inmediato se levanto y me mando ponerme a cuatro patas, en la misma postura que lo había encontrado en el establo sodomizando a una de las chicas, le dije.

-          Amo por favor, por detrás no.

No dijo nada, me separo las piernas y sin miramiento alguno, me penetro vaginalmente en esa postura, se agarraba a mis caderas para que no me soltase, yo ya tenía mi cabeza apoyada en la cabecera de la cama, no podía ir mas allá, en eso se tumbo sobre mi agarrando mis tetas y queriendo ordeñarme, los envistes que sentía dentro de mi cuerpo me daban la sensación de que me saldrá por la boca su enorme pene, que no había disminuido de tamaño, nuevamente comencé a sentir las mismas sensaciones en mi sexo, esa corriente que me llegaba hasta el cerebro haciéndome ver cosas maravillosas sentía como su pene chocaba con el cuello de mi útero hasta que de repente tanto él como yo explotamos en unos fuegos artificiales, nuevamente el se descargo dentro de mí y yo tuve un nuevo orgasmo, tras permanecer en esa postura como 10 minutos, saco su pene de mi vagina y me mando tumbarme en la cama, el se tumbo a mis espaldas puso uno de sus brazos sobre mi agarrando uno de mis pechos y así permaneció como una hora.

Al cabo de ese tiempo, se levanto, y volvió a ponerse encima mía, me mando abrir las piernas, las agarro por los tobillos y se las puso sobre los hombros, mis caderas quedaban a la altura de su pene, que aun permanecía en estado de erección, con una mano, abrió mi vagina, mientras que con la otra ponía su pene a la puerta de mi sexo, y sin decir nada, de un solo movimiento me penetro nuevamente, comenzando con un mete y saca lento, en esa postura su pene tocaba con el cuello de mi útero en cada embestida, aquellos golpes repercutían en mi cabeza como mazos, nuevamente la corriente subía por mi espalda, yo no podía aguantar aquella sensación que no sabía distinguir si era placer o dolor, mis ojos se ponían en blanco y mi cabeza comenzaba a dar golpes de un lada para otro, en eso note como nuevamente su esperma golpeaba las paredes de mi vagina al mismo tiempo que yo daba un grito, pero no era de dolor, aquel grito había sido de placer, era mi tercer orgasmo en una misma noche, yo que nunca había tenido relaciones sexuales con un hombre, en una noche me habían desvirgado a la fuerza, sometido en tres posturas diferentes y había tenido tres orgasmos. Lo que me vino a mi mente fue. “LO QUE ME HE PERDIDO POR SER TAN ESTRECHA DURANTE TANTOS AÑOS”.

El resto de la noche, me dejo dormir. Por la mañana al despertarse me dijo.

-          Blanquita, ven aquí que te voy a dar el desayuno, ponte de rodillas.

Sumisamente obedecí sus órdenes y me postre ante el arrodillada.

El agarro su pene, en ese momento flácido y me dijo.

-          Pónmelo duro en tu boca, mama como una ternera.

Me lo metí en la boca y comencé a mamar de aquel pene, que poco a poco crecía dentro de mi boca, en longitud y grosor, el puso sus manos en mi nuca y empujaba mi cabeza hacia su cuerpo, mi nariz tocaba su pubis peludo, de vez en cuando tenía que parar para poder respirar, momento que el aprovechaba para darme una bofetada y ordenarme que siguiera mamando, en eso sentí en mi boca como su pene llegaba a la máxima excitación dando unas convulsiones al mismo tiempo que descargaba su semen en mi boca, produciéndome arcadas y me dijo.

-          Traga mi leche fecundadora, a todas las mujeres que he dejado preñadas, antes han bebido mi leche, esa leche las hace más receptivas, ya verás como en unos meses tendrás una hermosa tripa de mujer preñada.

Comprendí que Lembani era un loco, sus creencias le hacían verse como el hombre que poblara la tierra y que todos serán hijos suyos. No tuve más remedio que tragar su semen, su sabor era repúgnate, ni dulce ni amargo, tenía un sabor indescriptible.

Cuando saco su pene de mi boca, me mando ponerme a cuatro patas y sin decirme nada me penetro nuevamente por vagina, estaba decidido a dejarme preñada aquel mismo día. Cuando termino, me mando ir a preparar su desayuno, tuve que salir de su cuarto desnuda, la túnica me la había roto, permanecí todo el día desnuda, expuesta a que me volviese a violar al verme ese estado tan provocativo.

CONTINUARA