Un viaje de trabajo un tanto voyeur ...

Relato sobre un viaje de trabajo de mi mujer, en el que se convierte protagonista y observadora de distintas escenas...

Los viajes de trabajo me dan pereza. Tantos días fuera de casa, con temas de trabajo todo el día … suelen ser muy aburridos. Máxime después de ser madre de una hija, teniendo que estar separada de ella toda una semana. Esta vez iba a ser la primera que pasaría tantos días sin la pequeña. Sólo el estar fuera de casa era una idea que me horrorizaba, además iban a ser toda una semana, de lunes a viernes en Madrid asistiendo a un curso. Afortunadamente esta vez no me tocaba ir sola, si no acompañada de una compañera de trabajo, María, un encanto de mujer, extrovertida y alegre, que añadía algún interés a este viaje.

En casa dejaba a mi marido con mi hija, ya que no podía coger más vacaciones y acompañarme, así que con mucha pena me despedí de ellos en la estación, donde emprendimos el viaje a Madrid.

La empresa nos había reservado un apartamento coqueto en un aparthotel de la capital. Una habitación con dos camas, un baño y un espacio único para cocina, comedor y sala de estar donde se ubicaba un sofá-cama. Nos llevamos una grata sorpresa con su aspecto, ya que la empresa no solía ser muy generosa, así que sorprendidas, nos instalamos en la habitación, donde cada una tenía su cama.

El curso era no era excesivamente interesante, pero acababa a una buena hora, por lo que podíamos disfrutar todos los días de unas horas de asueto. Recorrimos calles, tiendas, bares, … nos divertíamos mucho en nuestras salidas vespertinas, descubriendo los diversos rincones de una gran ciudad que siempre sorprende al visitante. Hacía tiempo que no disfrutaba de tanta libertad y tiempo, un plan que podría haber hecho con cualquier amiga cuando tenía veintypocos años ...

Además María, que se ha divorciado recientemente suele estar a todas horas hablando de sexo. Siempre ha sido así, y ahora que está otra vez soltera esta desatada. La mayoría de chicas de la oficina tenemos parejas con las que llevamos mucho tiempo y escuchar las historias de sus aventurillas siempre nos da mucho juego. Estando allí ya le comenté que saldríamos juntas alguna noche de marcha, pero que luego la tendría que dejar el apartamento a solas. Con esa idea estuvimos bromeando varios días. Esos días nos contamos más cosas personales, sobre los compañeros de la oficina, las parejas y exparejas de cada una, etc. Todo este ambiente entre nosotras nos hacía más fácil de llevar el curso.

El último día pensamos en salir un poco, ya había acabado el curso y sólo nos quedaba tomar el tren de regreso el sábado a la tarde. Toda la semana María me había estado calentando la cabeza para que saliéramos a bailar y por qué no, a ligotear un poco. Yo le seguía el juego a pesar de no tener ninguna gana de tener aventuras nocturnas.

El último día que íbamos a estar en Madrid decidimos salir, para lo que me vestí con un vestido de verano  azul con un cinturón pequeño en la cintura y con unas sandalias a juego con el cinturón. Algo normalito pero que a María le gustó mucho. Ella es un menuda y un poco rellenita, una mujer de curvas que no suele vestir ese tipo de vestidos. Eso sí el gusto y la habilidad que tiene para combinar prendas hacen que sea una de las chicas que mejor vista de la empresa. Los compañeros le dedican muchos piropos; esas curvas y su forma de ser la hacen una chica atractiva, con éxito entre los chicos.

Fuimos a cenar a un local de comida oriental muy de moda en la ciudad. Tenía muchas ganas de conocer ese lugar y nos encantó a las dos. Más tarde decidimos ir a algún local de marcha conocido, a ver cómo eran los famosos locales de Madrid. En la discoteca nos pedimos unas bebidas y estuvimos visitando las diferentes estancias del local, con distintos ambientes, música, y tipos de gente. Nos gustó la zona de exterior con una música electrónica suave, con un ritmo pegadizo pero tranquilo. La gente charlaba, bailaba, … todo muy agradable.

Cuando íbamos por la segunda copa ya estábamos bailando y hablando con 3 chicos de Canarias que también estaban pasando unos días por cuestiones de trabajo, en una reunión de su empresa. Enseguida nos entraron a bailar, charlar y a querer llevarnos por ahí. Nosotras les dábamos bola, viendo que uno de ellos, un tal Ricardo le había entrado por los ojos a María. Yo estuve hablando con los otros dos, Miguel y Enrique. Les dejé claro que conmigo no iba a haber tema pero estaba claro que tendría que aguantar un tiempo allí. Los chicos eran agradables y simpáticos, me reí mucho con ellos, pero las horas pasaban y me estaban entrando ganas de quitarme aquellas sandalias y tumbarme en la cama. Le comenté el tema a María y ella decidió seguir la juerga con los chicos, que comentaron que iban a ir a un local frecuentado por famosos y donde trabajaba un amigo suyo canario.

Al salir de la discoteca miré que tenía un sms de mi marido. Habíamos cruzado unos cuantos esa misma tarde, pero este era de la noche. “ Cuando llegues al hotel, pregunta en recepción si tienes correo ”. Sonreí. Mi marido solía escribirme relatos eróticos las noches que dormíamos por separado, ya fuese porque él o yo nos encontrábamos fuera de la ciudad. Ya me extrañaba que no me dijese nada al despedirme .. otras veces mete sobres con los relatos en mi equipaje. Cuando me subí al taxi, entre la noche y el sms , me impacienté por llegar al aparhtotel ¿se qué sería esta vez el relato? Cuando llegué, pagué al taxista y subí las escaleras de la entrada nerviosa, con mis sandalias en las manos y fui directamente a recepción.  Allí pregunté si tenía correo.

-          Sí señorita, ha llegado este sobre, lo ha traído un transportista.

Era un sobre grande, tamaño folio. Mientras subía en el ascensor no lo abrí, dejando el suspense para más tarde. Primero quería ponerme cómoda y echarme sobre la cama.

Entré en la habitación y me fui al baño. Tenía ganas de ducharme, para refrescar el cuerpo y ponerme la ropa de cama limpia. Después de la pequeña ducha me puse un camisón corto que uso en verano y que sé que le gusta a mi marido. Encendí la luz de mi cama y me tumbé cómodamente, con la espalda apoyada en la almohada y las piernas dobladas, donde apoyaba los dos o tres folios que contenían el relato.


Otro día que me daban las 8 en el trabajo y llevo así dos semanas, seguro que mi mujer me mata … escribí un mensaje a mi mujer “cariño, hoy llegaré tarde”. La contestación no tardó ni un minuto. “¿Otra vez? Tu verás …”. Uf esto tenía mala pinta, pero es normal, al fin y al cabo aunque yo me quede trabajando ella tiene que atender a la niña, y a eso hay que sumarle su trabajo. Es normal que se enfade. Eso fue lo que pensaba para mis adentros mientras intentaba darme prisa en acabar, al menos trataría de llegar para cenar.

El tiempo pasaba, peor al menos iba acabando los temas. Las 9, otro mensaje “oye, cena tu que no llego”. Pero esta vez, no hubo respuesta. Mierda, la cosa pintaba mal, hoy iba a tener que cenar morros.

Al fin acabo el trabajo. Cierro y salgo como un tiro hacia casa, conduciendo mientras iba construyendo en mi mente la bronca que me iba a caer al llegar.

Subí a casa casi corriendo. Abrí la puerta y todo estaba a oscuras. En el salón la lamparita de la mesilla entre los sofás estaba encendida, y a contra luz, pude ver su silueta sentada. Una cosa me llamó la atención, vestía tacones, algo no muy normal en casa. Me acerqué para besarla y empecé a hablar:

- Ni te acerques me dijo.

- Pero …

- Que ni te acerques ni me digas nada. Tienes la cena en la mesa.

Comprendí que este era uno de esos momentos en los que es mejor callarse y dejarlo pasar. Dejé mis cosas y me fui directo a la cocina, donde tenía un plato de merluza en salsa con una pinta estupenda. Me senté y cené, sólo, sin radio, ni tv, ni nada. Cené sólo y en silencio. Mientras tanto oía los pasos de unos tacones por la casa.

Cuando acabé, recogí y volví al salón. Ella seguía allí, viendo una serie en la TV.

- ¿Has acabado? – me preguntó.

- Sí, estaba muy bueno.

- Muy bien, ahora quítate la ropa y vete al baño, tienes puesta la bañera

No dije nada, ya que la idea de un baño caliente era algo que no me desagradaba. Me desnudé y entré en el baño de nuestra habitación. Efectivamente el baño estaba preparado, con su espuma y su temperatura adecuada. Me metí dentro.

No sé el tiempo que pasé allí, pero al rato volví a escuchar los pasos de los tacones.

- ¿Suficiente? -  me dijo desde el otro lado de la puerta.

- Sí, estoy muy a gusto. ¿No quieres meterte?

- No, sal tú.

Me levanté. Vacié la bañera mientras me secaba con una toalla que me puse a la cintura para salir.

Allí estaba ella, de pie, frente a mí. Vi que tenía puesto un conjunto de lencería que compramos en un viaje a Portugal. Me gusta cuando se lo pone. Y esta vez más, ya que me estaba sorprendiendo ya que suelo ser yo el que propone las cosas, pero hoy era distinto. Estaba jugando en su tablero y con sus reglas, y por ahora no me tuve que comer ninguna ficha, por lo que presentía que algo tendría que hacer para redimir mis pecados.

No dije nada y la deje hacer. Se acercó a mi y me pasó sus manos por el pecho desnudo. Bajaba por el abdomen pero sin tocar la toalla. Me tocaba los pezones con sus dedos mientras me daba pequeños besos y lametones en el cuello. No tardé en empalmarme, a pesar de la toalla que me envolvía.

Ella lo sabía y se giró, dándome la espalda, Fui a abrazarla para cogerle las tetas por detrás, sujetarle los pezones con mis dedos … pero me lo impidió. Con el mismo movimiento tiró de mi toalla, cayendo esta al suelo. Acercó su culo y rozó mi polla que ya estaba totalmente dura e hinchada. Me la cogió con los dedos, como si fuese de papel, acariciándola. Poco a poco la acercaba a su culo y la restregaba con suavidad. Ardía en deseos de empujarla sobre la cama, tumbarla boca abajo y penetrarla. Pero hoy no era el día.

Para mi sorpresa, se dio la vuelta y me sonrió, por primera vez en toda la velada. Mientras jugaba con sus dedos y mi polla, me empezó a dar pequeños besos en el cuello, el pecho, el abdomen, repitiendo lo que antes hacía con las manos. Enseguida bajó y se puso de rodillas acabando con los besitos en la punta de mi capullo. Siguió bajando, mientras su dedo se dedicaban a masajearme las pelotas. En ese momento, agarró con cada mano uno de ellos, me lanzó una mirada acompañada de una sonrisa y sin dejar de mirarme a los ojos engulló mi capullo por completo. La visión de sus ojos puestos en los míos, sus labios rodeando mi polla y sus dedos acariciando los huevos me llevaron a un estado de excitación como pocas veces había sentido. Tenía ganas de cogerla de la nuca y atraerla más hacia mí, para llenarle la boca por completo.

Pero no, hoy yo no hacía ni decía nada. Ella bajó la mirada y se concentró en subir y bajar sus labios  Seguía acariciándome los huevos mientras intentaba engullir cada vez una porción mayor de mi polla.

La visión de mi mujer de rodillas, vestida con una lencería sexy, de rodillas comiéndome la polla de aquella manera era algo que más pronto que tarde iba a acabar en un orgasmo. No sé si lo vio en mi cara o no, pero de repente se levantó. Sacó un condón de una de las copas de su sujetador y me dijo “póntelo”.

Mientras me colocaba el preservativo se puso de rodillas sobre la cama, ofreciéndome su precioso culo. Abrió las piernas y tras enseñarme cómo apartaba sus labios vaginales me hizo un gesto para que me acercase. Al llegar, tomó mi polla con una mano y la llevó a su vagina. Estaba húmedo por lo que no me costó nada penetrarla, a pesar del tamaño que seguía manteniendo. Despacio introduje todo dentro, hasta que mi vientre y su culo se tocaron. Entonces repetí la operación una y otra vez, lentamente. Sé que eso le gusta y seguí haciéndolo hasta que una mano suya se posó sobre mi culo, clavando sus uñas en mi glúteo.

- Fuerte – me dijo.

Sabía que lo quería así, aunque como ella bien sabe que así poco tiempo puedo aguantar. Es igual, la agarré con firmeza de las caderas, me acomodé y emprendí una serie de embestidas. Pasaba de tener mi polla casi fuera a tenerla completamente dentro en un instante. Ella gemía como si le costase aguantar las embestidas. Acompañaba cada vaivén con mis jadeos, y ella con los suyos.

Así al cabo de otra tanda de empujones me corrí. Con la última embestida la agarré fuertemente de las caderas y la empuje sobre la cama, de forma que mi polla quedaba completamente dentro y ella estuviese tumbada de costado.

En un par de largos y deliciosos minutos permanecimos así abrazados y en silencio. De repente, se volvió y me dijo:

- Ves lo que te pierdes cada vez que llagas tarde a casa, a ver si aprendes.

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Sonreí. Al mismo tiempo continué el trabajo que mis manos habían empezado mientras leía el relato. Estaba excitada, e imaginar las escenas leídas una y otra vez, mientras me acariciaba mis pezones y mi clítoris me habían llevado a un punto de no retorno. Aparté las hojas de mis piernas y las extendí. Introduje mis dedos en mi vagina, mientras con la otra pellizcaba mis pezones … poco a poco, controlando las sensaciones alcancé un orgasmo que intenté alargar todo lo que pude …quedándome acurrucada en la cama, tumbada de lado, mientras mis dedos permanecían dentro hasta que se acabaron las convulsiones que me había provocado.

Recogí las hojas y las guardé, estaba cansada y tras el orgasmo mi cuerpo me pedía sueño, quedándome dormida sobre la cama, tumbada encima de las sabanas.

Al rato, me despertaron unos ruidos. Se había abierto la puerta del apartamento y podía oír perfectamente a María y a Ricardo.

-          Pero tía, nos va a oír tu amiga …

-          No digas nada más que la vas a despertar. Voy a ver si está dormida.

Al oír esto cerré los ojos y me quedé quieta, como si estuviese durmiendo, se me había olvidado cerrar la puerta de la habitación.

-          Esta dormida, no te preocupes, voy a dejar la puerta entornada. Tendremos que andar calladitos jijiji, vamos al sofá cama …

Les oía besarse, el ruido de la ropa al caer, los sonidos de los cuerpos cayendo sobre el sofá cama … aunque intentaran no hacer ruido, su estado no les permitía ser sigilosos aunque se lo propusieran.

Pensé en levantarme a observar, tenía curiosidad por mirarles … una parte de mi sentía esa curiosidad y la otra no me dejaba moverme, por miedo a que me descubrieran. Mientras pensaba eso, los ruidos, la situación el imaginármelos en esos momentos follando a escasos metros de mí, me hizo volver a humedecerme.

Al fin, me levanté y me acerque en silencio a la puerta. María había entornado la puerta pero no la había cerrado del todo y pude mirar lo que estaba sucediendo en el salón. María yacía sobre el sofá boca arriba, sin sujetador ni bragas, pero con la falda remangada en la cintura. Podía ver la espalda desnuda de Ricardo entre las piernas de María, con la cabeza hundida en su sexo. Las manos de Ricardo se alargaban hasta los pechos de María que no podía abarcar con cada mano debido a su tamaño. María gemía y animaba a Ricardo para que siguiera, indicándole el ritmo que más le agradaba.

Ricardo siguió en su empeño hasta que María le apartó la cabeza, susurrándole algo que no pude oír al oído. Él se levantó y se desabrochó el cinturón y los pantalones. Mientras lo hacía, María se levantó y se sentó en el sofá. Ahora era Ricardo al que le tocaba disfrutar. María le bajó los pantalones y sacó su polla que estaba prácticamente empalmada. Lo lamió desde la base hasta el capullo hasta que comprobó que estuviera totalmente dura. Entonces lo introdujo en su boca, mientras Ricardo echaba hacia atrás su cabeza en un gesto evidente de disfrute.

Podía ver como María le estaba mamando la polla Ricardo y cómo sus tetas se balanceaban al mismo ritmo. Sus figuras a contraluz me resultaron muy excitantes y sin darme cuenta, comencé a acariciarme. Me apoyé en una pared y sin dejar de mirarles, mis manos recorrieron mis tetas, pezones y clítoris hasta alojar dos dedos dentro de mi vagina.

María dejó de mamársela, a la vista del estado de embriaguez de Ricardo, no confiaba en que este controlase su eyaculación así que se levantó, sacó un condón de su bolso e indicó a Ricardo que se sentase en el sofá. Una vez así María se sentó a horcajadas sobre él, mientras con una mano introducía su polla en su vagina. Lo hizo lentamente y cuando entró por completo puso sus manos sobre los hombros de Ricardo subiendo y bajando por su polla lentamente. La boca de Ricardo buscaba constantemente las tetas de María e intentaba lamer y morder sus pezones. Poco a poco los movimientos de María aumentaron su frecuencia que únicamente se detenía cada 3 o 4 subidas y bajadas, cuando María movía su culo hacia los lados, como si quisiera asegurar que la polla de Ricardo se acomodase en su interior completamente.

Yo ya no podía parar de tocarme, me pellizcaba los pezones con una mano mientras que con la otra estimulaba mi clítoris …

Otra vez fue María que subía y bajaba entre gemidos de ambos la que llevó la iniciativa del cambio de postura. Mandó levantarse a Ricardo y se puso de rodillas en el suelo, apoyando sus tetas sobre el sofá. Ricardo lo comprendió enseguida y se puso de rodillas detrás de ella. La penetró y comenzó a empujar a un ritmo similar al que llevaban anteriormente. María gemía y balbuceaba “más, vamos, sigue, aguanta” mientras desde mi posición veía como el culo de Ricardo empujaba al de María. Ella se incorporó levemente de forma que sus pezones rozasen el sofá, lo que aumentó el volumen de los gemidos. Ricardo agarró sus tetas por detrás para sorpresa de María. No podía aguantar más y trataba de llevar a María al orgasmo al mismo tiempo. Un gemido suyo venía seguido por otro de ella, cada vez más acompasados, con mayor frecuencia, … hasta que ambos comenzaron a gemir a mayor volumen, sus cuerpos temblaron, y sudorosos, se desplomaron sobre el sofá.

La escena terminó con mi consiguiente orgasmo, que fue muchísimo más silencioso que el suyo. Cuando me di cuenta que ellos me podían oír, me metí rápidamente en la cama, quedándome dormida al instante.

A la mañana siguiente desperté y vi que María estaba en la otra cama de la habitación. Me levanté y no vi rastro de Ricardo ni de la “batalla” de hacía unas horas.

Mientras desayunaba se despertó María.

-          ¿Qué tal ayer? – le pregunté, como si no supiera nada.

Me miró y sonrió, mientras se me acercaba.

-          ¿Por qué lo preguntas?

-          No por nada, como te dejé con esos chicos y tal …

-          Pues nada, no pasó gran cosa dijo –mientras sonreía con una mueca más evidente.

-          ¿Por qué me miras así? – le dije.

-          Porque me hace gracia que me lo preguntes tú, que cuando entramos en el apartamento estabas tirada encima de la cama, sobre las sábanas, y cuando me metí en la cama estabas dentro de ellas … - y ambas comenzamos a reírnos a carcajadas …