Un viaje de sexo I
Tras meses trabajando y ansiosa de sexo, llegan mis adoradas vacaciones de verano donde más que monumentos podré admirar otras cosas...
Estaba decidida a que este viaje fuera increíble. Había estado esperando mis ansiadas dos semanas de vacaciones de verano durante todo un año y al fin estaban aquí. Hacía cinco meses que mi novio me había dejado porque necesitaba espacio o no sé qué y yo estaba terriblemente desesperada por un poco de sexo.
Había pasado todo el día anterior preparando las maletas para mi viaje soñado. Me iba unos días a Marruecos, a Turquía y a una islita en Grecia. La mañana del vuelo, me levanté a las 7, me puse un vestido estampado y fresquito, iba a ser un día largo y el tiempo en Marruecos en agosto no es que fuera precisamente refrescante.
El taxi llegó a las 8. Vivía bastante lejos del aeropuerto, casi hora y media, así que en cuanto me monté y empezó a desaparecer mi barrio cerré los ojos e intenté relajarme. Estaba ya casi dormida cuando el coche paró. Demasiado poco tiempo como para que hubiesemos llegado al aeropuerto.
Abrí los ojos y estabamos en una gasolinera realmente vieja, no había ningún coche y si hubiera sido de noche, me habría acojonado realmente, pues parecía una de esas de las películas de terror. El taxista salió del coche y volvió al instante con un joven que tendría mi edad, unos 22 años. El taxista me sonrió, abrió la puerta y me dijo "vamos a ver putita,¿ te crees que puedes ir provocando todo el camino con ese vestido y las piernas abiertas y esperar que yo siga tan campante?". Wow, en mi estado de semi- descanso no debía haberme dado cuenta y ahora tenía a dos hombres delante mía realmente excitados. Me sacaron del coche en brazos y me colocaron en el capó. El mayor me arrancó el vestido y se bajó los pantalones. Ante mí tenía una polla erecta que buscaba algo más que admirar mi cuerpo desnudo. Me bajó el tanguita azul que llevaba y me metió dos dedos sin avisar en mi vagina ya terriblemente húmeda. "bueno, parece que tenemos una buena putita,¿eh? ¿Te gusta perra?" Entonces sacó los dedos y los cambió por su falo. Y allí estaba, en el capó de un coche, en medio de la nada, mientras un tío me penetraba sin descanso. La metía y sacaba con violencia y gritaba de placer. Con las arremetidas yo apenas podía respirar. Miré a la derecha y el joven se había sacado la polla y se estaba masturbando frenéticamente. Tiré de sus pantalones hacia mí y me la metí entera en la boca.
Joder, era demasiado genial. Después de tantos meses sin sexo, tenía una buena polla en mi coño y una en la boca que chupaba con ansia, ni siquiera me importaba perder el vuelo. Entonces el taxista me cogió y me dio la vuelta, mis tetas se aplastaron contra el capó, caliente por el motor aún encendido y mis pezones reaccionaron poniéndose duros como piedras. Me la siguió metiendo así, cogiendome de las caderas y penetrandome bien hondo, en esas estaba, en pleno cielo cuando un dedo empieza a intentar entrar en mi ano. El chico sabía bien donde tenía que meter para darme placer. Ahora me daban por todos mi agujeros y yo moría de placer. Con un enorme gemido, el taxista me llenó entera con su leche, mmm qué caliente estaba, me ponía tan perra.
Me bajaron del coche y me pusieron a cuatro patas en el suelo, el joven se puso detrás mía y me empaló el ano del tirón. Gritaba de dolor, y entonces el taxista se puso debajo y empezó a comerme las tetas y frotarme el clítoris. Mis gritos de dolor se fueron transformando en gemidos de placer. Había perdido la cuenta de los orgasmos que llevaba y el chico aún no se había corrido. Entonces saqué su pene de mí, lo apoyé en el coche y empecé a cabalgarlo rápidamente, y cuando más excitado estaba le metí un dedo por el ano. Lo que parecieron litros y litros de semen me inundaron y me resbalaban por las piernas.
Entonces me lo agradeció y el taxista me dijo que me montara en el coche si no quería perder el avión. Las piernas apenas me respondían, me subí al coche, me puse otro vestido y pero olvidé convenientemente ponerme otro tanga. Cuando llegé al aeropuerto aún me temblaban las piernas. Me despedí de mi taxista, que ni siquiera me cobró el viaje, facturé las maletas y me fui a pasar los controles a toda prisa porque apenas me quedaba tiempo.
Conseguí embarcar pero al llegar apenas quedaban asientos libres. Suelo sentarme en el pasillo, me agobia pasar demasiado tiempo encerrada. Pero no había ningún asiento de pasillo. La azafata, me sugirió un asiento en el medio entre un anciano y una chica adolescente. Subí mi maleta a los compartimentos y me dirigí a sentarme cuando mientras pasaba mi falda se levantó y el anciano pudo ver que no llevaba ropa interior. Me miró extrañado y con cara de desprecio y yo alcancé mi asiento.
Las azafatas dieron sus aburridas indicaciones y el avión despegó. Tenía frente a mí dos horas de viaje. Esa divertida sesión de sexo me había dejado agotada. Decidí dormir ya que antes no me habían dejado. Estaba tan dormida y tan relajada cuando noté cómo algo se abría paso entre mis muslos. Joder,el viejo ese estaba haciendo de las suyas, no me apetecía nada que me tocase después de la mirada de odio que me había echado. Abrí los ojos para decirle que me dejara cuando vi que la mano que se abría paso era dulce y femenina. Miré a la chica de mi izquierda y ella me sonrió. Siguió metiendo sus dedos y alcanzó mi vagina. Comenzó a masturbarme con sus dedos mientras su otra mano se adentraba en sus vaqueros.
Metía y sacaba sus dedos frenéticamente, yo respiraba agitadamente intentando contener gemidos de placer. Ella se retorcía en el asiento y movía sus manos tan rápido que me volvía loca. Alcancé el orgasmo y caí desfallecida. Ella por el contrario se levantó para ir al baño, probablemente aún insatisfecha. Decidí agradecerle su ayuda y la seguí. Entramos en el cubículo y antes de cerrar la puerta ya me metía su lengua hasta la campanilla. Metí mis mano por debajo de su camisa y empecé a pellizcar sus pezones. Entonces bajé sus vaqueros y empecé a lamer ese coñito joven y húmedo. La chica gritaba escandalosamente ante mis lamidas y al poco se corrió echando sobre mi cara todos sus flujos. Me limpié y salí hacia mi asiento. Me puse cómoda en mi asiento. Ese viaje realmente prometía.