Un viaje con sorpresa I
Planeamos un viaje con mi marido y mi amante. Sospecho que tienen una sorpresa para mi, pero no sé que será.
“Y si hacemos un viajecito?” propuso mi marido. Se venía un fin de semana largo que yo pensaba pasar con Pedro, mi amante, por lo que la idea me desilusionó un poco. “Claro que podés invitar a Pedro” agregó al notar mi duda. Entonces si, decidida, lo llamé a Pedro para ver si estaba libre y que le parecía.
Hablamos un buen rato mientras mi marido se bañaba, y quedamos en que pasaría esa noche a cenar así arreglabamos detalles.
A las 9 en punto mi marido estaba terminando el asado en el patio y sonó el timbre. Fui a abrir, yo ya estaba toda producida para el encuentro: tanga cola less elegida por mi marido, sin corpiño, remera ajustada para sostener la delantera, y pollera hasta la rodilla. Cuando Pedro me vio no pudo evitar acariciarme una teta por sobre la remera al tiempo que me daba un lindo beso. “Vamos, mi marido está en el patio terminando el asado, podemos empezar a ver a donde vamos, no?” le dije.
Durante la cena elejimos el destino de aquel viaje, una ciudad pequeña del interior de la provincia, lugar desconocido y poco turístico, ideal para ir los tres. La idea era reservar una habitación de hotel por dos noches, con cama matrimonial más cama simple, así habría lugar para los tres. Viajariamos el viernes, pero a mi marido se le ocurrió una buena idea. “Porqué no van ustedes primero y yo llego el sábado?” Me sorprendió un poco la propuesta. “Y nos queda la noche del viernes para nosotros solos?” pregunté. “Claro. Yo llego como un amigo el sábado, y a la siesta me contás como fue todo, mientras Pedro se va de paseo si no le molesta”. Pedro se mostró encantado con la idea, claro que no le molestaría, y el cambio de roles con mi marido le parecía de lo más excitante.
Terminada la cena y todo decidido para el viaje mi marido se fue a bañar mientras Pedro y yo nos sentamos en el sillón. “Habrá un adelanto del próximo fin de semana?” preguntó Pedro. “Supongo que ni se te ocurriría venir a cenar y no darme esa hermosura que tenés entre las piernas, no?” fue mi respuesta mientras lo besaba y le acariciaba el bulto por encima del pantalón. Apenas ser rió, yo ya estaba desabrochando el pantalón, y metiendo la mano por debajo del calzoncillo para rodear con mi mano la pija de Pedro. Él, minetras tanto, me acariciaba una teta por encima de la remera y me besaba. En eso estabamos cuando escucho a mi marido saliendo del baño. “Veo que no pierden el tiempo, no?” lo escuché decir. Venía desnudo, con la copa de vino, y se sentó en un sillón individual frente a nosotros. “Es que esto (le mostré la pija de Pedro) es mi debilidad!” le dije sonriente.
Esto era algo a lo que mi marido estaba acostumbrado. Siempre le hablaba de lo bien que me llevaba con ese pene maravilloso. No era el más grande que hubiera probado, desde luego, pero algo tenía que me volvía loca. Tal vez el ancho justo, tal vez lo bien que Pedro la usaba, lo cierto es que si bien mi marido (a fuerza de conocerme como nadie) me sacaba orgasmos en 10 minutos, con Pedro sentía un placer intenso desde que se la veía hasta que se la guardaba.
“Algún día te vas a aburrir y vas a buscar otra más grande, seguro” agregó Pedro. “Buscar otras seguro, más grandes me encantaría, pero aburrirme de esta nunca” dije mientras me la metía en la boca. Pedro con los ojos en blanco, yo en cuatro entre sus piernas, y mi marido que me levantaba la pollera y corría un poco mi tanga para empezar a lamerme, mientras se tocaba. Poco tarde en estar totalmente mojada. Pero decidí sorprenderlos un poco más. “Hoy quiero placer anal. Me lo preparás para que Pedro me la pueda meter toda?” le dije a mi marido con esa entonación de ruego que tanto calienta a los dos. Me lo mojó, lo lubricó bien, empezó a estirarlo con un dedo y luego otro, mientras yo seguía chupando a Pedro. “Listo” dijo mi marido. “No, mejor metemela un poquito vos por el culo, así cuando entre la de Pedro ya no me duele tanto” le pedi. Me le fue metiendo de a poco, sin problemas porque lo tengo bastante acostumbrado a ese tamaño. Mientras tanto, Pedro me la sacó de la boca, terminó de desnudarse y fue en busca de un forro. Cuando mi marido terminó de metermela bombeó un par de veces y lo detuve. “Ya está, querido, está bien relajado y listo”. No quería que el acabara todavía, ni que mi colita quede demasiado estirada. Salió mi marido y se sentó en elsillón, le puse el forro a Pedro y me acomodé en cuatro en el piso, de frente a mi marido, ofreciendole el culo a mi amante.
Cuando apoyó la cabeza ya me corrió un escalofrío. Cuando la empezó a meter me vinieron los primeros temblores. Cuando Pedro me dijo “Ya la tenés toda adentro, putita” acabé entre gemidos y grititos. “Que pija maravillosa, Pedro” le dije cuando pude articular palabra. “Decime que querés que haga, pedime lo que quieras para acabar que te lo hago”, agregué totalmente entregada. “Te voy a dar un poco más por el culo y después, bueno, ya sabés lo que me gusta” dijo mientras agarrandome de mis caderas me movía para adelante y para atrás suavemente. Si, claro que sabía. Aunque siempre decía que cualquier rincón de mi cuerpo era bueno para llenar de leche, su favorito era mi boca. Así que, mientras Pedro me hacía el culo le pregunté si no le molestaba que chupara un poco a mi marido. “Para nada, así vas preparando la boquita también, petera hermosa” me dijo. Mi marido se acercó y me puso su pija en la boca. Suavemente la metía y la sacaba, hasta que noté que estaba a punto. Me la saqué de la boca y seguí con la mano hasta derramar toda la leche de mi marido por el piso.
Pedro salió de mi cola y se sentó en el sillón. “Ahora es mi turno” dijo, y me avalancé sobre su verga, le saqué el forro y no paré de chuparsela hasta que entre gemidos me llenó la boca de leche. La tragué saboreandola, me limpié las comisuras por donde había rebalzado, y lamí mis dedos hasta no dejar ni una gotita. “Es tan rica...” dije en un susurro. Pedro y mi marido rieron, se sentaron a terminar de tomar el vino y yo me fui a bañar.
Cuando salí del baño me acerqué en silencio al living y desde la puerta escuché que hablaban. No pude evitar quedarme ahí, escuchando en secreto. Un poco de alimento para el ego vendría bien si es que hablaban de mi. Escuché que Pedro decía que la había pasado muy bien. “Se nota” dijo mi marido. “Y no es para menos, con lo bien que la chupa tu mujer”. “Tiene bastante entrenamiento” dijo mi marido a modo de broma. “Imaginate que cada vez que se encuentran sin que yo esté presente, desde la primera vez que la cogiste, llega y me cuenta todo con lujo de detalles mentras me pajea y me la chupa. Así que mirá si no habrá chupado!”. Pedro se rió también. “Lo que me sorprende es como la traga toda, no desperdicia nada” agregó. “A mi también me sorprende” dijo mi marido. “Me parece” agregó Pedro “que lo hace para calentarte más a vos”. “Es muy probable” respondió mi marido, “pero también por que le gusta, jaja”. En ese momento Pedro dijo “Ya tengo hablado lo de la sorpresa”. “Muy bien” dijo mi marido. “Se va a volver loca” agregó. “Seguro” dijo Pedro, “te aseguro que es sorprendente”. Y ahí dejaron la conversación entre risas, y yo intrigada.
En ese momento decidí entrar a la sala. “De qué se rien” dije haciendome la desentendida. “Putita tragona” dijo mi marido entre carcajadas. Terminamos el vino, despedí a Pedro (susurrandole al oido “el viernes no te voy a dar respiro”) y nos fuimos a dormir.