Un verano, un amigo, y mi hermana

Relato veraniego sobre dos amigos y la hermana mayor desesperada y acomplejada de uno de ellos

Esta historia que relato ocurríó un verano en el que yo rondaba los quince años. Era una época un poco dificil para mí, ya que siempre había sido un chico tímido, y ahora que había empezado a interesarme por las chicas, y sobre todo por el sexo, se hacía bastante duro para mí. También era el caso de mi mejor amigo, Javi, que tenía los mismos problemas con las mujeres que yo. A esa edad no habíamos estado con ninguna, pero nos creíamos unos expertos en el tema, como cualquier chaval de esa edad que haya visto algo de porno. A veces hablabamos de lo que le haríamos a nuestras novias cuando las tuvieramos, que si las follaríamos asi o asá, siempre haciendonos los gallitos. Nos matabamos a pajas (al menos yo), y nos moríamos por meterla en caliente, pero con la poca atención que nos hacían las chicas de nuestra edad no había demasiada esperanza a corto plazo.

Algo parecido le ocurría a mi hermana. Bueno, no era exactamente lo mismo. Ella no era tímida como nosotros, más bien al contrario, era una chica muy abierta y muy agradable, siempre lo había sido. Conmigo siempre se portó como una buena amiga, además de como una hermana. Aunque todo cambió aquel verano...

Veréis, mi hermana a pesar de ser muy extrovertida tenía un grave complejo. Y a decir verdad tenía razón al pensarlo, porque la pobre estaba bastante gordita. Siempre le había acompañado esa lacra, y muchas veces me había compadecido de ella al verla llorar cuando intentaba adelgazar de mil maneras distintas y no lo conseguía. Se que intentaba insinuarse a los chicos, y que andaba algo desesperada, porque solían rechazarle de maneras bastante crueles. Y por cosas como esa yo sospechaba que a sus veinte años seguía siendo virgen.

Durante todo el verano mi amigo Javi y yo ibamos por las mañanas a una pequeña finca que tenían mis padres en las afueras del pueblo. Allí echabamos las mañanas los dos, jugando a la pelota y bañandonos en una piscina excavada en el suelo que teníamos ahí. No teníamos nada que hacer en todo el verano, y tampoco teníamos muchos más amigos con los que quedar, así que en el fondo era lo mejor que teníamos. Al poco tiempo mi hermana también empezó a venir con nosotros a disfrutar del sol y el agua. Tardó unos días en coger confianza con nosotros como para quitarse la camiseta y quedarse en bikini para tomar el sol. Mi amigo y yo nos habíamos puesto de acuerdo en que mi hermana no nos ponía nada.

  • Tiene las tetas grandes, sí, pero sigue estando gorda. - decía mi amigo.

Yo le reproché que fuese tan cruel con mi hermana, sobre todo con lo mal que lo estaba pasando y él me dio la razón. Quedamos en que deberíamos hacer algo e intentaríamos animarla un poco, echándole algún piropo de vez en cuando, o invitándola a jugar en el agua con nosotros, como hacíamos los chicos de nuestra edad con las que nos gustaban. Ella estaba aquí con nosotros, dos críos para ella, y yo tenía la triste sensación de que estaba aquí porque le daba vergüenza ir a la piscina con sus amigas, las cuales estaban jodidamente buenas. Más de una paja había caído pensando en los cuerpos de las amigas de mi hermana. Y más de dos también.

Llegó un momento en que la confianza era total, y nos tratabamos los tres como si fuesemos una cuadrilla de amigos: nos insultabamos, reíamos juntos, nos picabamos... Aunque mi hermana siempre andaba más tranquila que nosotros, tumbada en la toalla tomando el sol, escuchando música y con el móvil. Pero de vez en cuando se cansaba de eso y venía a hacer el imbécil con nosotros.

Un día, jugando con el balón le dimos un balonazo sin querer a mi hermana, y cogió el balón y lo mando de una patada al huerto de enfrente. Nosotros le dijimos que fuese a cogerlo, y como se negó la tiramos al agua.

-¿¡Pero sois subnormales o qué os pasa!?

Nos gritaba cabreada, y al ver que nosotros nos partíamos de risa empezó a salpicarnos, así que nos lanzamos al agua de bomba y la empezamos a agarrar. Ella se retorcía y chillaba tanto como se reía.

Al principio mi amigo Javi estaba un poco cortado de agarrar a mi hermana al no tener tanta confianza con ella como yo, pero una vez que venció la vergüenza la chinchaba incluso más que yo.

Tanto fue así que durante el forcejeo (como me reconoció mi amigo después) Javi la tenía agarrada desde atrás de tal forma que el culo de mi hermana se restregaba al retorcerse contra la polla de mi amigo, que se le puso bien dura. Yo no me estaba enterando de nada, porque toda la acción ocurría debajo del agua, pero lo se porque me lo contó mi amigo después.

El caso es que durante el forcejeo vi como le cambiaba de repente la cara a mi hermana y se puso muy seria. Nos gritó enfadada de verdad y nos quitó de encima haciéndonos algo de daño, pero al moverse tan bruscamente, se le salió una teta del bañador. De repente nos quedamos todos en silencio, y mi hermana se cruzó los brazos roja de la vergüenza. Creo que si no hubiese tenido que taparse nos habría cruzado la cara, por lo menos a mi que soy su hermano.

Ese día no volvimos a hablar, y cuando mi hermana nos llevó a casa en coche el silencio era mortal.

Solo abrío la boca cuando dejó a Javi en su casa para despedirse de él, pero me fijé en que mi hermana le siguió con la mirada hasta que entró al portal, quizá más pensativa que enfadada. La tensión era tal que temí que al día siguiente no nos quisiera llevar a la finca, pero me equivocaba.

A la mañana siguiente me despertó mi hermana con un escueto “Venga tato, levántate que tenemos que ir a por Javi”. La miré y la ví vestida de una forma muy distinta a la habitual. Llevaba un look campero, sí, pero mucho más coqueto. Llevanba una camisa a cuadros abierta y atada con un nudo encima del ombligo, a juego con unos pantalones cortos vaqueros. Me froté un poco los ojos y me fijé en que debajo de la camisa llevaba una pieza de bikini negra que enseñaba bastante más de lo habitual. No es que me pusiera cachondo ver a mi hermana así, pero me di cuenta que mi hermana no era tan horrorosa como habiamos llegado a pensar.

Me cogí lo poco que necesitaba para ir al campo y me monté en el coche con mi hermana. Siempre nos hacía ir en el asiento de atrás, porque nos decía medio broma medio enserio que no quería que nadie la reconociese yendo con unos niñatos por ahí. La miré a través del retrovisor “¿Se ha maquillado?”. Todo esto era un poco raro, pero tampoco le di importancia.

Cuando llegamos allí ella se puso a sus cosas y nosotros a las nuestras. La tensión seguía ahí, había que ser tonto para no verla, pero mi hermana decidió romper el silencio.

-Javi cariño. -¿”Cariño”? Nunca le había llamado así.- Mi madre ha dicho que teníamos que bajar las barquillas de fruta a casa. Las debía haber llevado ayer, pero se me olvidó completamente y yo sola no puedo con ellas. Le diría a Gabi, pero me parece mal dejar al invitado aquí solo.

-¿Y no podemos llevarlas cuando bajemos después? -Contesté yo.

-No, no, mejor cuanto antes. Además... da igual. ¿Vienes Javi?

Mi amigo asintió con la cabeza y la siguió hasta la caseta con la cabeza baja. Al salir mi hermana iba dandole conversación, sonriendo y forzandole alguna que otra sonrisa a mi amigo, todavía avergonzado por lo del día anterior. Al verla sonreir así, y arreglada como iba me pareció hasta guapa, aunque solo fuese un instante.

Se marcharon y me quedé alli solo un par de horas. Me preguntaba como podían tardar tanto, pero era demasiado ingenuo para sospechar nada de mi hermana mayor. Cuando volvieron estaban raros. Supuse que sería la vergüenza de haber estado todo ese rato solos, y que se habrian pasado todo el viaje en silencio. Tuve que contener una carcajada y le dije sonriendo a mi amigo que se vienese a echar unos tiros en dos palos que teníamos como portería improvisada. Mi amigo estaba distraído, y mi hermana nos miraba tumbada boca abajo en la toalla. “Otra vez esa cara” pensé mientras la veía fumar un cigarro. Estaba como pensativa, no se. Debí darme cuenta de que también era raro que no se hubiese quedado en bikini como hacía normalmente.

El día siguiente fue más normal. Y el siguiente del siguiente también. Había algo raro en el ambiente, pero no vi nada raro entre ellos dos. Pero al día siguiente mi hermana dijo que ese día no podía llevarnos al campo, que tenía planes. Le dije que no importaba, y al rato llamé a mi amigo para decirle si quería subir en bicicleta, como habíamos hecho antes de que mi hermana empezara a llevarnos. Pero me dijo que estaba enfermo y que se iba a quedar en casa.

Y a partir de ahí la cosa empezó a ponerse rara de verdad. Mi hermana hacía planes más de lo normal, y mi amigo se ponía enfermo más de lo normal (y en las mismas fechas). Así que alternabamos días de campo con días de quedarme en casa con el ordenador, y si, la mayor parte del tiempo cascandomela solo en casa como un chimpancé. A veces , cuando bajabamos a la finca, veía miradas extrañas entre ellos dos. Otras veces, Javi se comportaba de manera extraña. Cuando hablabamos como siempre de mujeres, de sexo y demás, mi amigo a veces me sorprendía corrigíendome en una cosa u otra, o jactándose de saber más que yo. “Es mil veces mejor follar que hacerse una paja, te lo digo yo”, o por ejemplo, “a las tías no les gusta que les hagan eso”. También una vez me preguntó si no creía yo que mi hermana se parecía a la actriz porno 'Marina Visconti'. Le pegué un puñetazo y me reí. “¿Estas tonto? Anda, ponte a la sombra que se te han quemado los huevos de tanta paja jajaja”. El se río conmigo y me dijo que lo olvidara.

Yo no era tonto, bueno, quizás un poco sí. Pero a esas alturas ya tenía bien claro que mi timido amigo se cepillaba a alguna. Yo me reía, porque si no me lo quería contar sería porque sería más fea que pegar a un padre. Hacía lista mental de las amigas del pueblo que podían ser candidatas a haber desvirgado al parado de Javi. Cuando me hacía una paja a veces si sentía algo de envidia. La intriga me estaba matando, así que uno de esos días que se quedó enfermo en casa decidí ir a espiarle a su casa.

-¿Enfermo, no? Jajaja.

-Sí, enfermo. Jajaja.

“La cara de enfermo que se te va a quedar cuando te pillé magreandote con ese orco.” Pensaba yo ríendome de él, feliz y divertido por la idea de pillar por sorpresa a mi amigo. Bajé hasta su casa y me dio un vuelco al corazón. En frente vi aparcado el coche de mi hermana y de repente se juntaron todas las piezas en mi cabeja. Sudé, le pegué a las paredes, y casi lloro de rabia. Al final decidí esperar a que mi hermana se fuera y llamar a su casa para pegarle un puñetazo y decirle de todo. Pero cuando lo hizo, verla ahí me trastocó todos los planes. No pude hacer otra cosa que decirle.

-¿Cómo has podido?, tío.

Su cara al verme fue todo un poema. Abrió la puerta sin preguntar quién llamaba, y abrió con una sonrisa, tal vez esperando que fuese mi hermana para darle otro repaso. La sola idea me produjo asco, y más todavía cuando mi amigo intentó defenderse y trató de conmoverme. Casi lo consigue. “Casi”.

-Te juro que la quiero. Estoy enamorado de ella.

-¡No me toques los cojones que te reviento!

-Vale, vale. Escuchame. Al principio fue solo sexo, pero ahora ha surgido algo más. Te prometo que voy a tratarla bien, tío.

“Mi hermana y mi mejor amigo. ¿Debería alegrarme? ¡Pero si le saca cinco años!” Me volvieron las ganas de pegarle, pero no tenía fuerzas ni para eso.

-¿Desde cuando?

Mi amigo empezó a contar la historia. El día de las barquillas. Claro. No había sido más que una estratagema de mi hermana para quedarse a solas con él. “Ella estaba pillada por mí”. Eso me dijo el engreido de mi amigo. Más tarde me daría cuenta de que mi hermana simplemente estaba desesperada. Veinte años, virgen, y gorda. Quién mejor que un chaval timido y salido para estrenarse sin que nadie se enterase. No le iba a decir que no, y aún así nadie iba a creer a ese marginado aunque lo contase, pero ya lo creo que mi hermana compró bien ese silencio a base de sexo. Debió de usarlo para quitarse el peso de la virginidad de encima, y de paso ganar algo de confianza para cuando se topase con un chico de su edad. Pero de eso me di cuenta después, claro. En ese momento llegué a creer la historia de mi amigo del romance que no entiende de edades. Supongo que él mismo estaba tan convencido de ello que por eso mismo me lo creí.

Me contó como ella lo llevó a un camino que había unos cuantos huertos más allá. Allí en el coche mi hermana empezó a hablar de lo que había pasado el día del desliz. Risueña le recordó como habían forcejeado hasta que se le salió una teta.

Mi amigo me dijo que Alba se sonrojó al decir aquello, y soltó una risita que lo enamoró. Después el relato empezó a cambiar. Ella le miró a los ojos y le pregunto si le gustaba, mientras llevó una mano a su pierna. “Me sentiría muy halagada si me dijeras que sí...” Con su poca experiencia no pudo más que quedarse callado, pero mi hermana soltó otra risita y empezó a acariciarle la pierna. “¿Eres virgen?” Le preguntaba mientras se arrimaba más a su asiento. “No te preocupes, no pasa nada... Si me guardas un pequeño secretito... te diré que yo también. ¿Pero sabes? Tengo ganas de hacerlo contigo...” Para ese momento la polla de mi amigo no le debía de caber ya en el bañador. Alba se rió como una colegiala nerviosa y empezó a acariciarsela por encima de la tela. Mi amigo gimió y suspiró, todo a la vez, y mi hermana le dio un beso tierno en la mejilla. Sin lugar a dudas mi hermana estaba más interesada en tener una polla en la mano por primera vez que por los sentimientos del chaval, pero a su vez también esta nerviosa por estrenarse. Sabía que tenía que llevar la iniciativa, y así lo hizo. Metío la mano y se la sacó. Subió y bajo la piel un par de veces, tal como le habrían contado sus ammigas que lo hacían, y antes de que le entrara la vergüenza o los remordimientos, o aunque solo fuera por no mirarle a la cara, agachó la cabeza hacia él.

La verdad que en esos momentos, al igual que mi amigo, estaba empezando a ponerme un poco cachondo por la historia y no quería perderme detalle. Me contó cómo notó su lengua dando un par de timidas lamidas en la cabeza, cómo le sujetó los huevos mientras se la metía en la boca, y cómo gemía al succionar la polla. Mi amigo cerraba los ojos muy fuerte ante su primera mamada, y gemía también. Llevó una mano a su pelo y ella le giró la cara sonríendo. “Tócame cariño” fue todo lo que dijo antes de volver a llevarsela a la boca. Y vaya si lo hizo. Agarró las tetas de mi hermana y las sobó a lo bestia. Las sacó del bikini y las amasó como podía sin molestar a mi hermana en su tarea oral. “¡Que tetas!” Se regocijaba mi amigo salivando y recordando el momento.

Alba mamaba con muchas ganas. Movía la lengua con la polla en la boca sin parar, mientras su amante le sobaba todo el cuerpo. Le magreó el lomo, le agarró el culazo grande de mi hermana, y hasta se atrevió a darle un azote. A raíz de eso se la empezó a chupar más fuerte y mi amigo se vino tan arriba que le cogió la cabeza y le marcó el ritmo entre los gemidos de ambos, durante el poco tiempo que tardó en correrse. Ni siquiera pensó en avisar, y aunque lo hubiees pensado dudo mucho que lo hubiese hecho. Como no tenía experiencia en tragar se le derramó, pero no apartó la boca en ningún momento. Al levantar la cabeza se apoyó en la polla todavía dura y temblando. Tenía la mano pringosa del semen y sus propias babas, pero se reía y jadeaba excitada perdida. Se movió en el asiento y se sento en los muslos de mi amigo para darle un beso sucio. Ambos lo gozaron mucho, y mi amigo se animó a volver a sobarla agarrandole los dos pechos muy fuerte, mientras mi hermana se sentaba de cara a él con su polla agarrada entre las piernas. Se reía mientras la sobaban con la barbilla brillante, hambrienta de sexo.

La polla de mi amigo se negaba a ponerse flacida, y mi hermana se bajó pantalon y bragas de una vez para restregarsela entre los muslos. “Casi me corro otra vez al sentir el coño de tu hermana contra mi polla, te lo juro.” Se besaban como animales, y mi amigo jura que mi hermana gritó de placer cuando le empezó a comer las tetas. “Había tanto que lamer, tanta carne que chupar...” Mi hermana abrazó la cabeza de mi amigo contra su abundante pecho, y con la cabeza hacia atrás guió la polla hasta su entrada y se dejó caer. Fue tan brusca que gritó al sentir romperse su virginidad. Suspiro un momento con la polla metida hasta el fondo sin dejar de ahogar a mi amigo entre sus carnes y empezó a cabalgar.

La idea de mi hermana follando como una amazona me puso muy burro. Según cuenta, la zorra de ella se aparto un poco de él para cabalgar a su antojo. Le dio un manotazo cuando intento volver a agarrarle las tetas, y siguío follandoselo apoyandose con los brazos en el techo y la ventanilla. Las tetas botaban delante de la cara de Javi violentamente. “¡Que tetas!” Mi hermana gemía como una puta y mi amigo hacia fuerzas por no correrse. Pero esta vez la que se corrió fue ella. Empezó a gritar como una loca y mi amigo intento seguir el frenetico ritmo de sus caderas con las manos en sus caderas, así hasta que ella tuvo su trabajado orgasmo y se vino encima de él. Mi amigo también se derramó dentro esta vez.

Al recuperar la respiración ella se bajo del coche apestado a sexo y sudor y se encendió un cigarro a poyada en el coche, todavía con las tetas por fuera del bikini. “Alli no habia nadie”. Mi amigo le vio las tetas apoyadas en el cristal y se bajó también para abrazarla por detras y sobarla rendido mientras le decía a mi hermana lo increible que era y lo mucho que la quería. Mi amigo dijo que mi hermana sonrío al oír aquello, porque ella le quería también. Pero yo creo que sonreía porque por una vez era ella la que tenía a alguien arrastrado a sus pies.