Un verano sorprendente- iii- (tomando el control)

Andrés y Mónica son sorprendidos por la hija de ésta y parece desencadenar un giro de los acontecimientos. Mientras lo resuelve, nuestro protagonista rememora un encuentro sexual de su pasado lleno de morbo

La introdujo en su boca, aceleró el ritmo, y a los pocos segundos sentí la oleada de un orgasmo importante, a pesar de que no hacía tanto que me había corrido, pero ya se sabe, tantos años de acumulación…y solté la primera descarga en su garganta mientras me agarraba a su cabeza, y luego, ella, se la sacó y mientras seguía acompañando mis descargas con una suave paja, las repartía por su cara con la lengua fuera, para ir lamiéndola cada vez que le apetecía. En ese instante de glorioso placer, y con una imagen tan sexual y excitante en mi retina, un grito nos sacó bruscamente del éxtasis:

-         ¡OSTIA MAMA!¿PERO QUÉ COÑO HACES?

Los dos giramos al instante nuestra cabeza hacia la puerta de la cocina, para descubrir a una jovencita de poco más de 18 años, (muy atractiva por cierto y con un inconfundible aire de familia y parecido con Mónica), con cara atónita, que nos miraba con unos bonitos ojos de color miel que parecían querer salirse de sus órbitas.

Mónica fue la primera en reaccionar, pero no como yo me hubiera imaginado:

-         ¡Claudia, qué coño haces en casa!

Acto seguido, se puso de pie y se dirigió hacia un rollo de papel de cocina que había sobre la isla de la cocina para limpiarse el desaguisado que había provocado mi corrida en su cara. Mientras tanto, yo comencé a recoger mi ropa y disponerme a salir de la cocina, (y de la casa), un tanto agobiado por la situación; sinceramente más por mi compañera de juegos que por mí, que a fin de cuentas, no me veía perjudicado salvo por la repentina cortada de royo. Pero lo más sorprendente es que durante estos segundos, la jovencita, (Claudia), permanecía en la puerta mirándonos con descaro, (sobre todo a mí), y no parecía tener intención de moverse de allí, circunstancia que no pasó desapercibida a Mónica, ya con la cara limpia y un visible enojo en sus facciones, más que sorpresa o culpabilidad, y se dirigió a su hija de forma airada diciéndole:

-         ¡QUE TE VAYAS A TU CUARTO, JODER!

A lo que la muchacha obedeció, no sin echar una última mirada a la escena y despedirse con un:

-         Buenas noches, caballero.

Hay que resaltar que esto último lo dijo con un tonito bastante irónico en la voz. Al instante salió de la cocina.

Mónica se giró hacia mí, y, mientras se vestía me dijo:

-         Te pido disculpas Andrés, siento mucho todo esto, debería estar con su padre hasta el domingo al mediodía, pero me imagino lo que habrá pasado, no es la primera vez.

Yo, que ya me había vestido, por lo menos de cintura para abajo, levanté las manos en señal de “Aquí no pasa nada”, y le dije,

-         No pasa absolutamente nada, me sabe mal por ti…

-         Que va. Esta niña me lleva de cabeza, sobre todo desde que nos separamos su padre y yo, es imposible entenderse con ella, y, ahora que ha llegado a la mayoría de edad, la vida con ella es una batalla continua…

-         No te preocupes por mí, pero pienso que será mejor que me vaya; la cena ahora sería una situación bastante incómoda

-         Si, es cierto, lo siento mucho. ¿Encontrarás tren ahora?

-         Si, todavía no es muy tarde. Cojo un taxi y estoy en la estación en 10 minutos, no te preocupes.

-         Pero te vas a ir sin cenar…

Me acerqué a Mónica con una sonrisa en la boca:

-         Bueno, me he llevado algo más reconfortante…

Y le di un besito dulce, que ella recibió con una sonrisa radiante.

-         Te dejo guapa, voy a por mi camisa y me marcho, y…no olvides parar el horno o sacar las doradas…o las dos cosas

Me devolvió otra sonrisa luminosa. Realmente me gustaba aquella mujer…

-Ahora me toca lidiar con la fiera…ya te contaré guapo

Me dirigí a la bonita habitación para acabar de adecentarme, ya con el chip mental de que debía darme prisa, y unas crecientes ganas de llegar a mi casa, por fin. Era viernes por la noche y quería relajarme después de una semana laboral intensa.

Entré y encendí la luz, justo enfrente de la entreabierta puerta que daba a la terraza, a pocos metros de mí, estaba tumbada, cómodamente Claudia, que tecleaba muy concentrada sobre la pantalla de su móvil que brillaba en la semi-oscuridad. Ni se inmutó cuando le llegaron los reflejos de la luz de la habitación; debió pensar que era su madre. Observé lo que me permitió la poca luz y la distancia, lo justo para apreciar que aquella nena destilaba una seguridad poco habitual para su edad y, porqué no decirlo, que estaba bien formada.

Me acabé de vestir con rapidez y decidí salir lo antes posible de aquella casa: se acumulaban muchas ideas en mi cabeza, y necesitaba coger distancia para analizarlas con perspectiva. Estaba haciéndose un pequeño lío en mi cabeza y, además se estaba encendiendo alguna alarma…

Bajé a la calle, y en tres minutos estaba subido en un taxi, rumbo a la estación de RENFE. La noche ofrecía una temperatura muy calurosa, que contrastaba con la temperatura interior del vehículo, perfectamente climatizado. Estaba deseando llegar a casa para darme un buen baño en la piscina.

Mi situación en la empresa en que trabajaba, con una nómina más que aceptable, y los interesantes bonus que iba obteniendo, además de haberme proporcionado la salida a mi anterior situación ruinosa, me permitía pagar el alquiler de una bonita casa unifamiliar en una urbanización de la costa, en las afueras de la ciudad, donde vivía con tranquilidad y algún pequeño lujo.

Llegué a la estación, en el momento justo para poder subir, tras una corta carrera, a uno de los últimos trenes que me acercaban a casa. Me acomodé y me dispuse a dejar pasar los 45 minutos de recorrido que me separaban de mi destino. Mi cabeza comenzó su inexorable análisis:

“Vamos a ver…el sexo con Mónica me gusta, claro que,,,después de tanto tiempo de abstinencia…aunque claro, tienes elementos de comparación de sobra por otras experiencias y…si, realmente es un sexo muy gratificante…”

¡Pipopi, pipopi, pipopi, pipopi!

Era el tono de aviso de mi móvil. Me había llegado un whatsapp. Abrí la aplicación y me encontré con un mensaje de Mónica:

“Gracias por todo, lo he pasado muy bien. Te debo una cena…y un postre”

Y emoticonos de caritas sonrientes. Decidí responder instantáneamente:

“Me ha encantado descubrir lo sexy que eres y algo más…Será un placer disfrutar de esa cena con menú completo”

Y emoticonos de carita sonriente y cara de diablillo. Enviar

Me disponía a seguir con mis pensamientos, pero, volvió a sonar otra vez el aviso de mensaje recibido. Joder, no me gustan las conversaciones interminables a través de mensajes, espero que Mónica no sea de esas…

Pero para mi sorpresa, el mensaje no procedía de un número conocido o, por lo menos, yo no lo tenía grabado en mis contactos. Seguramente se me quedó cara de gilipollas cuando vi el contenido del mensaje. Eran tres fotos muy claras, en las que se nos veía a Mónica y a mí en plena acción: una en la que yo estaba lamiendo su coñito mientras ella estaba tumbada sobre la isla de su cocina, otra en la que yo la follaba desde atrás mientras ella tenía la cara desencajada de placer, y la tercera, muy explícita en la que Mónica tenía mi polla en su boca, justo antes de correrme. Por el ángulo en que estaban tomadas, estaba claro lo que eso significaba: primero que la fotógrafa debía haber sido Claudia y segundo, que la muy zorra debía estar espiándonos desde hacía un buen rato. Vaya con la niña…

Esperé unos minutos más, para ver si recibía algún otro mensaje, mientras reflexionaba sobre la posibilidad de poner al tanto de todo esto a Mónica…aunque a juzgar por su reacción cuando fuimos pillados “in fraganti”, parece que ya pocas cosas le sorprendían de su hija.

Un nuevo mensaje llegó a mi móvil. Esta vez solamente texto

“Vaya para de viciosillos estáis hechos”

No supe como tomarme esto. Estaba claro que si querían “acojonarme” de alguna manera, por ese camino no lo iban a conseguir, tal vez el tema tenía una intención de un tipo, digamos que más “morboso”. Decidí forzar un poco la situación y respondí al mensaje de la forma más neutra posible pero dejando puertas abiertas a una respuesta:

“Pues si, nos gusta disfrutar del sexo. Somos dos adultos libres. ¿algún problema?”.

Enviar. A los dos minutos llegó la respuesta en forma de pregunta:

“¿Pero no crees que a tu edad es  demasiado sexo en muy poco tiempo?”

-         ¡Joder!

No pude evitar decirlo en voz alta y una pareja joven que estaba sentada frente a mí me miraron extrañados. Me había pillado desprevenido. Intenté pensar con la cabeza fría. Era y soy muy bueno para eso:

“Claudia no puede saber que tuvimos sexo también en el coche antes de subir a casa. Aquí hay algo que no cuadra. Además, ¿cómo coño ha conseguido mi número de teléfono móvil?”

“Por otro lado. Sin duda ha sido Claudia quién nos hizo las fotos. Pero ¿con qué fin las envía?. Desde luego a esta tía le va la marcha, porque no solamente nos ha estado espiando, sino que, además, nos ha estado fotografiando a escondidas…y las miradas que me lanzaba cuando entró en la cocina…”

Decidí dejar que los acontecimientos jugaran a mi favor. Si quería jugar una partida de ajedrez, jugaríamos. Yo no tenía nada que perder y sabía ser paciente. Veríamos que sucedía y a donde me llevaba todo esto.

Me acomodé en la butaca unos minutos más y en poco tiempo llegué a mi destino. Me sentía bien, contento, aliviado, incluso ilusionado; sentía dentro de mí, de nuevo, esas sensaciones tan familiares, pero sin embargo casi olvidadas, que te ayudan a sentirte vivo; si, definitivamente, me sentía de putamadre.

Llegué hasta mi vehículo, y en 15 minutos estaba aparcando frente a mi casa. Me di un buen baño en la piscina, y nadé un poco. Después, me sequé y preparé una buena cena, tenía apetito: un entrecot a la barbacoa, acompañado de una buena ensalada, y de postre, un trozo de puding de coco. Después, me di un homenaje. Me serví una buena copa de ron de reserva, sentado en una hamaca en el porche de casa, viendo la inmensidad del mar a lo lejos, donde se reflejaba la creciente luna, y las pocas estrellas que la contaminación lumínica me permitía ver. Encendí un puro nicaragüense, y disfruté de la sensación de relax, de bienestar, que me proporcionaban las vistas, la exaltación del paladar y los aromas del ron y el puro, y la música que sonaba a través de mi televisor, conectado con una playlist de mi teléfono de uno de mis cantantes favoritos.

Mi  menté comenzó recordando los acontecimientos vividos horas atrás, incluso durante los últimos días con Mónica, pero después, lentamente, el ambiente, la situación y todos los aromas me trasladaron a un momento, hace unos años…si aquella noche me lo recordaba…

Era verano, concretamente finales del mes de julio, y me encontraba en una bonita localidad de la costa de Andalucía. Yo había iniciado mis vacaciones dos días antes que un compañero y amigo que llegaría al día siguiente. Había pasado el día “reconociendo” el terreno, e informándome con detalle, para poder disfrutar a tope de esos días. El amigo no era otro que aquel que, a la postre, me traicionó.

Estaba en la terraza de un bonito chalet pareado, que habíamos alquilado por tres semanas, situado en una lujosa urbanización, y que contaba con todas las comodidades, incluido un gran jardín con piscina, además, de unas vistas envidiables al mar, que se divisaba a nuestros pies. Tras una magnífica cena en un restaurante del puerto deportivo, (nunca me ha importado comer solo), y ya de regreso al chalet, me dispuse a disfrutar de una copa y el placer de un cigarro habano en la terraza de la primera planta del chalet, cuando llamó mi atención el sonido del chapoteo y risas en la piscina del chalet de nuestra izquierda. Eran un grupo de seis casas pareadas, por lo que yo podía ver la piscina desde la terraza, que quedaba una planta más arriba que el nivel de la piscina de las casas y viceversa.

Me incorporé, acercándome a la balaustrada que delimitaba la terraza,  para poder ver mejor. El espectáculo era magnífico: tres chicas de veintitantos años con minúsculos bikinis y gritando divertidas mientras jugaban dentro del agua. O eso pensé yo inicialmente, porque tras un minuto de atenta observación, (y por qué no decirlo de incipiente voyeurismo), pude comprobar que dos de las muchachas se dedicaban especiales atenciones, y, más concretamente, una de ellas apoyaba sus codos en el borde de la piscina, mientras la otra la besaba apasionadamente y le sobaba descaradamente sus pechos sobre y bajo el bikini; mientras tanto la tercera chica quedaba en una zona de semioscuridad, producida por la iluminación del jardín, por lo que no pude verla bien.

En eso estaba yo, cuando escuché un sonido que me sorprendió, similar al timbre de la puerta. Por la proximidad deduje que debía corresponder con el de mi casa, pero no había tenido oportunidad de oírlo todavía. Bajé a la planta baja, y abrí la puerta. Una preciosa chica de ojos negros, pelo largo moreno, vestida con una camiseta ancha que debía hacer a la vez de mini-vestido veraniego improvisado, me saludó con una sonrisa:

-         ¡Hola vecino!

-         Buenas noches…-acerté a decir-

-         Soy Vero, una de tus vecinas de al lado, las que estamos armando follón, ja, ja, ja

Realmente era mona y simpática

-         ¿En qué puedo ayudarte?

-         Verás…nos hemos quedado sin hielo y te quería pedir si te sobraría algo…

¡Ostras el hielo!, ya sabía yo que me dejaba algo por comprar en el super…

-         Pues mira, ahora que lo dices, me acabas de recordar que no tengo, he olvidado comprarlo hoy…

-         Oh, vaya…

Puso carita de niña pequeña que se ha llevado una gran decepción, solo le faltó hacer un puchero

-         Pero mira, ¿Vero has dicho…?

-         Si…

-         Por cierto, yo me llamo Andrés

Los dos besitos de rigor

-         Ahora que me lo has recordado, me voy a acercar a comprar al pueblo, si quieres te puedo llevar

-         ¿Siii?, ¡estupendo!. Espera un momento, que ahora mismo vuelvo, voy a por mi cartera y a avisar a las chicas de que me marcho contigo

Y salió disparada como alma que lleva el diablo antes de que yo pudiese decir una palabra más. Cerré la puerta y subí de nuevo a la terraza, para ver como llegaba a avisar a sus amigas. Pocos segundos después la vi salir al jardín y como decía algo a sus amigas y las miradas se centraban sobre ella. Entonces pude observar a la otra chica; desde mi posición me pareció que tenía unas curvas exuberantes. Lo que no me esperaba es el brusco movimiento que hizo la vecina, señalando justo hacia donde yo estaba, lo que atrajo todas las miradas sobre mí en ese preciso instante, (debí poner cara de conejo al que le han deslumbrado las largas de un automóvil en plena noche), y agitando la mano mientras me gritaba:

-         VECINOOOO AHORA  MISMOOO VOOOOYY

-         La madre que me parió….

Fue lo único que acerté a decir entre dientes. Entré disimuladamente lo más dignamente que pude, cogí mi cartera y las llaves del coche y fui bajando las escaleras para abrir la puerta del garaje. Mi flamante y espectacular automóvil deportivo de una prestigiosa marca, me aguardaba allí y me recordó porqué trabajaba tanto. Acto seguido llegó Vero como una exhalación y me dijo:

-         Ya estoy aquí vecino…¡joder este es tu coche!

-         Pues si

-         ¿es descapotable?

-         Pues si “joder que labia tienes Andrés”

-         Sube, por favor Vero

Y le abrí la puerta del lado del acompañante

-         ¡Huy!, pero si eres todo un caballero

Debo reconocer, que aunque estos gestos me salen automáticamente, cada vez me cuesta más acerca, pues entre las chicas que se ofenden porque dicen que es un gesto trasnochado o machista, y quien muestra total frialdad ante el gesto, que una chica tan joven lo apreciase me pilló desprevenido y me ruboricé un tanto; por suerte, la nocturnidad en la que se producía la situación impidió que se me notase. Arranqué el vehículo, accioné el botón para que se plegase la capota del vehículo y quedase en modo descapotable, bajo la atenta mirada de Vero, y una vez finalizada la maniobra salimos del garaje y nos dirigimos hacia el pueblo.

Ya en ruta, aproveché para echar alguna ojeada a mi distraída pasajera que observaba con atención todo lo que había en el camino, y mientras, me iba contando cosas sobre ella y sus amigas. La camiseta holgada, se había encogido al sentarse, con lo que ahora quedaba sobre sus ingles, dejándome ver unas bonitas piernas, con unos muslos muy apetecibles y ligeramente bronceados. Su cabello ondeaba ligeramente con el viento. Además, mostraba graciosamente su hombro izquierdo que quedaba desnudo. Un bonito y atractivo perfil y unos pechos que parecían tener un buen tamaño completaban la estampa. La niña estaba cañón.

Llegamos a la gasolinera, que era el punto más cercano para nuestra compra, y entramos en una amplia tienda con todo lo que te puedas imaginar, incluido un montón de gente. Cogimos el hielo y Vero además varias bolsas de patatas fritas y snacks y nos pusimos a hacer cola en la caja, situación que ella aprovechó para acabar de contarme varias cosas sobre ellas. En resumen: eran vascas, de Bilbao, llevaban cinco días de vacaciones, sus dos amigas María y Alba, (las dos novias), su prima Maite, y ella. Hoy habían decidido quedarse en casa, porque estaban saliendo todas las noches y quemando el presupuesto antes de lo esperado, y quedaba mucho verano todavía…

Pagamos por fin, y volvimos al coche. De vuelta, volví a observarla dentro de lo posible, mientras ella me comentaba las excelencias de la zona donde estábamos veraneando, y como si nada, mientras tanto, Vero se quitó la camiseta

-         Joder que calor, quiero que me dé el airecito que es muy sano…

Entonces pude ver su cuerpo cubierto, solamente, por un diminuto bikini rojo, que apenas cubría su cuerpo y concretamente un sujetador que apenas cubría sus pechos que, por efecto del aire y la velocidad del vehículo, comenzaron a marcar de forma evidente unos pezones de considerable tamaño. Mi entrepierna comenzó a reaccionar, mientras ella parecía no darse cuenta de nada. Por suerte llegamos pronto al garaje, accioné el mando a distancia y entramos. Dejé el coche abierto.

-         Andrés, muchas gracias. ¿Porqué no vienes a casa a tomar algo y te presento a las chicas?, ya que somos vecinos…además te has portado muy bien

-         Por que no…déjame que suba a meter el hielo en el congelador.

-         Vale, te espero aquí abajo

Salí por la puerta que comunicaba con el recibidor de la casa, y dejé el hielo en la cocina. La oferta me parecía interesante y tampoco tenía nada mejor que hacer.

-         Cuando quieras.

Cerré la puerta y salí detrás de ella. Su culito era impresionante, apenas cubierto por la braguita de aquel bikini que parecía empeñado en introducirse entre las nalgas de su dueña que, por cierto, lo movía con bastante gracia.

Abrió la puerta, me hizo pasar, y fue a dejar la compra en la cocina. La esperé. Acto seguido, me pidió que la acompañase y salimos hasta el jardín; yo me quedé en la puerta, intentando no ser muy intrusivo.

-         ¡Heeeeyyy!¡Que ya he vuelto!

Las chicas miraron hacia donde estábamos nosotros. Las dos amigas, (María y Alba), que seguían en el agua, “muy pegadas” me saludaron sin mucha efusividad desde su posición, pero Maite, su prima, si que se acercó a saludarme.

-         Hola, me llamo Andrés

-         Encantada, soy Maite

En mi mente lo primero que acudió fue la frase. “eres los que tú quieras. Pedazo de hembra. Era poco elegante pero es lo que me vino ”

Maite era una morena de metro sesenta, y la única que usaba un bañador; este era de color azul marino, con dos líneas blancas en cada lateral, y con un ligero escote. Tenía unas curvas voluptuosas, exuberantes, diría yo, con el pelo moreno, y largo, ojos negros, caderas rotundas, piernas torneadas, unos grandes pechos que se adivinaban firmes y, una sonrisa sencillamente encantadora.

-         ¿quieres tomar algo?

Vero me sacó de mi ensimismamiento

-         ¿una cerveza puede ser?

-         Si…creo que hay alguna fresquita

Y solícita fue a por mi bebida. Yo aproveché para hacerme una composición de lugar. Allí había dos tías que se estaban poniendo moradas, haciendo caso omiso de la presencia de sus amigas y de un extraño, y otros dos bombones que acababa de conocer, pero mi sexto sentido me decía que allí no había demasiado buen ambiente esa noche…Vero volvió con una lata y me invitó a sentarme en una de las hamacas de la terraza…de la que tuve que retirar una toalla mojada para poder sentarme.

-         Disculpa, es que hemos estado en la playa casi todo el día –dijo Maite-

-         No te preocupes, además, no quiero molestar, me bebo la cerveza y os dejo a vuestro royo…

-         Si lo dices por esas dos, –comentó Vero-, ya se podían cortar un poco…están todo el día como dos perras en celo

Dijo esto último en un volumen más elevado. En ese momento empecé a escuchar gemidos, no demasiado fuertes, y me corté para no mirar, pero yo creo que las dos sirenas se estaban haciendo unos dedos, o algo más…Mi cerebro se estaba excitando, se le estaba acumulando la faena a base de imágenes sugerentes…

-         Bueno, cada uno –no acerté a decir nada más-

-         Si es que al principio íbamos a venir Maite y yo solas, pero se apuntaron, nos conocemos del trabajo hace tiempo, pero últimamente están muy pesadas..

Como comencé a sentirme un tanto incómodo, di un par de tragos a la cerveza y recordé el puro y el roncito que tenía esperándome; joder estaba de vacaciones,  así que me puse de pie y me dispuse a despedirme

-         Oye, muchas gracias por la cerveza, de verdad, pero tengo cosas pendientes que hacer, además mañana llega mi colega y lo tengo que ir a buscar al aeropuerto o sea que no quisiera ser descortés, pero me vuelvo a casa.

Esbocé una sonrisa y Maite se acercó a darme dos besos. Puso su mano derecha sobre mi hombro izquierdo, y me dio los dos besos, despacio, con parsimonia: que bien olía aquella chica. Después Vero me acompañó a la puerta

-         Muchas gracias Andrés, de verdad

-         Ha sido un placer. Buenas noches.

Y me despedí con dos besos rápidos. En unos segundos llegué a la casa. Abrí y me fui directamente a la terraza del piso superior para disfrutar de mi pequeño momento hedonista. En el mismo instante en que llegaba a la terraza y procedía a sentarme, (ya no me encontraba animado para mirar a las dos sirenas calientes), escuché unos gritos en forma de bronca procedente de la casa de mis vecinas:

-         ¡Por lo menos os podíais ir a vuestra habitación! – era Maite-

-         ¡Nosotras también hemos pagado la casa, imbécil! – era una de las sirenas-

-         ¡Maldita la hora! – esta vez era Vero-

Acto seguido, escuché un poco más de revuelo y, por fin el silencio…o eso creía yo. Pasaron apenas cinco minutos cuando otra vez sonó el maldito timbre.

-         ¡joder!, ¡pero es que uno no puede fumarse ni un puñetero puro en paz!

Bajé a abrir con cara de pocos amigos y al abrir la puerta, me sorprendió encontrarme con Vero y Maite. Vero lloraba en silencio

-         Perdón Andrés, lo sentimos mucho, pero es que acabamos de tener una bronca con estas dos y ahora, para joder están follando en el salón y el ambiente se está poniendo irrespirable y esta hora y sin coche no sabemos donde ir, por aquí está todo tan tranquilo

-         Pasad, -dije entre sorprendido y molesto-

-         Gracias, de verdad, esperamos no haber interrumpido nada…

-         Que va, iba a tomar una copa y fumar un puro, si no os molesta…

-         Faltaría más –solo hablaba Maite-

-         ¿Qué queréis tomar?

-         Yo nada – dijo Vero-, de verdad creo que no es buena idea nos acabas de conocer

-         Un cubata, o lo que sea con Coca-cola –dijo Maite-

-         Ahora mismo lo preparo, ahora ya tengo hielo –y les sonreí-

Las acompañé al jardín, y mientras le preparaba la bebida a Maite, pensé que todo aquello era muy extraño. Me bajé mi tan ansiado ron y mi cigarro al jardín.

Nos sentamos en unos amplios sillones con orejeras y mullidos cojines, alrededor de una bonita mesita central, y puse un poco de música; el ambiente se distendió considerablemente. Procedí con mi ritual de cortar y encender el puro bajo la más que atenta mirada de mis dos invitadas inesperadas. Me serví una copa de mi ron preferido, y comencé a degustar

-         ¿Está bueno? –preguntó Maite-

-         A mi me encanta, pero entiendo que es algo muy personal. Procuraré no ahumaros

Todos reímos distendidamente. Mojé la punta apagada del puro, por la que aspiraba el humo en el ron de la copa, solamente un poquito, lenta y delicadamente. Después lo llevé a mis labios y aspiré con deleite; saboreé el humo y lo expulsé de mi boca, lentamente. Las chicas no me quitaban ojo, y Vero hacía tiempo que había olvidado su enfado. Maite me sorprendió con una pregunta:

-         ¿Puedo probarlo?

-         ¿…..? –no sabía exactamente a que se refería-

-         Si, el puro mojado en ron…

-         Claro, (le dije sin mucho convencimiento pero viendo una puerta entreabrirse…y no me equivoqué), acércate…

Se levantó sin dejar de mirarme, con una expresión que no acabé de comprender, mientras Vero la miraba extrañada. Cogí mi puro, lo volví a mojar en la copa de ron y luego limpié las gotas sobrantes en el borde de la copa. Maite se acercó, se sentó de lado sobre mis piernas, lentamente, y pude notar su culo rotundo, perfecto sobre mi miembro. Acercó su boca a la parte humedecida del puro, entreabrió sus labios carnosos, perfectos, y aspiró suavemente una pequeña bocanada de humo. Contrariamente a lo que yo pudiera esperar, no tosió, saboreó lentamente y, después, expulsó el humo.

-         Ahora hazlo tú Andrés, quiero verte de cerca –dijo Maite-

Repetí la operación, con lentitud, con deleite, pero con seguridad, llevé el cigarro a mi boca, aspiré, saboreé y sin dejar de mirarla exhale el humo hacia un lado, suavemente. Maite, acercó su cara a mí y con voz muy dulce me dijo:

-         Ahora quiero ver a que sabe tu boca.

No dije nada, acerqué mi boca a la suya y dejé que su lengua entrara en la mía, golosa, buscando los sabores que contenía. Comencé a mover la mía y, a tientas, dejé el puro en el cenicero y la copa en la mesa, la atraje hacia mí y el beso se hizo más caliente, más húmedo. Maite se movió lentamente y puso sus rodillas a cada lado de mis piernas, yo puse mis manos en su magnífico culo y la apreté contra mí, a lo que Maite respondió con un gemido que se ahogó en nuestro húmedo beso.

Mi miembro comenzó a endurecerse rápidamente y en mi cabeza seguía encendida la alarma de que allí, a tan dolo dos metros, mirándonos, estaba Vero. Comencé a explorar el cuerpo de Maite, introduciendo mi mano izquierda por debajo del bañador en su nalga derecha y subiendo mi mano derecha sobre su pecho izquierdo. Ella respondió pegándose a mí con fuerza, dejando atrapada mi mano derecha entre su pecho y mi cuello, inmóvil. Tras la sorpresa, mi cerebro comenzó a funcionar y decidí sacar partido de aquella situación. Aparté ligeramente a Maite de mí y bajé el tirante izquierdo de su bañador, el derecho según yo lo veía. Tiré hasta que quedó su pezón al descubierto. Un maravilloso pezón, de considerable tamaño y color oscuro, que está muy arrugado en su aureola por la excitación y estaba coronado por un pitón duro y erecto que, sin pensar me llevé a la boca, tras pasarle la punta de mi lengua. La respuesta no se hizo esperar y Maite gimió a la vez que movía las caderas apretándolas con fuerza sobre mi miembro.

Giré la cabeza hacia mi derecha y comprobé que Vero nos miraba embelesada, prácticamente sin parpadear. Decidí jugármela a una sola carta, y con tono firme le dije:

-         Vero, ven aquí

Permaneció un instante dubitativa, como en trance, pero después se puso en pie y se acercó hasta que se quedó a escasos 30 centímetros de nosotros dos. Me miraba desde arriba expectante. Creí percibir cierto aire infantil en el poco contacto que había tenido con ella, e iba a explorar ese territorio. Parecía ser un tanto sumisa…

Mientras tanto, Maite había bajado el segundo tirante de su bañador y comenzó a tirar, un tanto atropelladamente, de mi polo, para sacarlo por mi cabeza

-         Espera Maite, ¿Qué tal si primero me desabrochas el botón?

-         Fffuuuuu, si perdona es que me tienes como una moto

“Si, nena eso tú ves dándome información…que ya verás”

Agarré con mi mano derecha la cintura de Vero y la atraje hacia nosotros, ella se acercó con dos pasitos cortos y las manos pegadas a sus costados; estaba realmente cortada. Maite notó el contacto de su prima y nos miró alternativamente a uno y otro con cierto recelo. Parecía que era un tanto posesiva, y esto le parecía una intromisión, pero ella había empezado este juego iniciando el acercamiento conmigo delante de Vero. Sus  recelos no le iban a servir de nada esa noche, ahora mandaba yo.

Maite pegó sus pechos desnudos a mi pecho, y comenzó a pasar la punta de su lengua por mis orejas, para luego introducirla sutilmente, en mi oído, lamer mi cuello, por encima de mis labios…mientras tanto, yo dirigí mi mano derecha al culito de Vero, escarbando hasta que conseguí introducir los dedos bajo la braguita de su bikini y agarré su nalga. Me deshice del beso de Maite y la miré mientras se la manoseaba con lascivia, y ella se dejaba hacer cerrando los ojos. Maite me miró reclamando mi atención.

-         Quítale la camiseta a Vero

-         Pero…

-         He dicho que se la quites.

Mi tono fue lo suficientemente firme, y girando su cintura hacia su prima, estiró sus brazos y tiró hacia arriba de la amplia camiseta, a lo que Vero respondió mirándome a mí con entrega y levantando los brazos para que la prenda saliera. Ahora su braguita quedaba al alcance de mi mano. Desplacé mi mano izquierda hacia Maite que volvía a pegarse a mí, agarré y arrugué la parte de abajo de su bañador, y tirando de él hacia arriba hice que aparecieran sus labios mayores. Ella me miró con sorpresa, pero yo tiré de la prenda hacia arriba con más fuerza, haciendo que se estrechase aún más, y se metiera entre sus labios. Maite cerró los ojos cuando recibió el contacto y sacó la punta de su lengua por la comisura de sus labios, relamiéndose. Acto seguido dirigí mi mano derecha a la entrepierna de Vero y, por encima de su braguita, comencé a frotar su sexo con mis dedos índice y pulgar. Ahora empezaba a tenerlas donde yo quería. Maite estaba más caliente que Vero, por lo que decidí dar un paso más con ella:

-         Maite, quítame el pantalón

Se descabalgó de mí, y procedió a desabrochar mi cinturón, con manos un tanto nerviosas, el botón y después bajar la cremallera. Le gustaba obedecer.

Para no descuidar a Vero, que solamente permanecía de pie con los ojos cerrados y sus muslos pegados al brazo del sillón, introduje mi dedo pulgar por dentro del bikini, y comencé a acariciar su coñito; estaba empapada y su sexo ardía. Por fin abrió los ojos, a la vez que se le escapaba un suspiro con la respiración acelerada, agitada

-         Uuuuuffff, ooohhh

Maite acabó su cometido y, por decisión propia, estaba intentando bajar mi bóxer. La miré fijamente, lo que produjo que se detuviera en seco y me preguntara mientras permanecía arrodillada entre mis piernas:

-         ¿Puedo?

-         Si puedes ¿qué?, Maite

-         ¿Puedo tocarla?

Ya estaba entendiendo su rol, parecía que las dos primas tenían un punto un tanto sumiso, y yo en ese momento era el tipo afortunado que estaba disfrutando de semejantes hembras en tan ardiente situación, y estaba más que dispuesto a averiguar hasta donde llegaba su sumisión para nuestro mutuo disfrute

-         Adelante, pero solo con la mano. No puedes usar tu boca…aún

Me miró un tanto aturdida, pero acabó asintiendo con la cabeza. Procedió a liberar mi miembro, que en ese momento estaba cerca de su máxima dureza, y comenzó a acariciarlo con suavidad. Con la mano derecha me hacía una suave paja, mientras con la izquierda, la acariciaba con cariño. Dejó caer un poco de saliva sobre el tronco de mi pene, y lo extendió con la mano izquierda, para luego continuar con su suave masturbación.

Aproveché que tenía a Maite ocupada en tan grato menester, para apartar los labios mayores de la rajita de Vero e introducir sin más miramientos dos dedos en ella, que fueron recibidos sin problema en un agujerito caliente y resbaladizo como pocas veces he visto; tanto me llamó la atención que me fijé en sus muslos y pude ver algunas gotas que resbalaban escapando de su interior, desbordando la braguita de su bikini. Esto había que aprovecharlo. Con voz firme pero sosegada y cálida les dije:

-         Atención a las dos, Maite y Vero

Me aseguré de que había captado su atención cuando Maite me miró y dejó su tarea, mientras Vero, solamente abrió los ojos y permanecía como una muñeca, exquisita, gimiendo bajito pero sin mover sus brazos de los costados de su cuerpo, por lo que decidí ponérselo un poco más difícil que a su prima, y aceleré la intensidad de la masturbación que le proporcionaban mis dedos en su coñito.

-         Ahora quiero que tú, Maite, te acerques al lado de tu prima, (me daba morbo hacer notar ese detalle de familiaridad en semejante situación), y os acabéis de desnudar una a la otra…- se quedaron como en trance- ¡vamos señoritas!

Maite reaccionó como si la hubiese pellizcado y se acercó a Vero, que solo podía mirarla, mientras yo le castigaba su agujerito cada vez más rápido. Su prima le desató la parte de atrás del sujetador liberando unos pechos deliciosos, de buen tamaño, con una pequeña aureola y un botoncito diminuto que la coronaba, aunque en ese momento estaba totalmente hinchado. Su forma era perfecta, casi desafiaban la ley de la gravedad. Las hábiles manos de Maite desabrocharon después las cintas de los laterales de la braguita de Vero para dejarme ver, por fin, esa maravilla que mis dedos estaban follando. Paré al instante ante la mirada suplicante de Vero, que pensó que era un castigo y enseguida comenzó a tirar con fuerza hacia abajo del bañador de Maite. Esta le ayudó, y levantando sucesivamente una pierna y otra quedó desnuda frente a mí. Las dos tenían un bonito sexo. El de Vero completamente depilado con unos labios mayores sencillamente perfectos, del mismo tono que la piel que los rodeaba, en cambio el de Maite, de mayor tamaño, con un cuidado triangulito de bello negro que parecía indicar la dirección hacia su mayor fuente de placer.

-         Las dos sois preciosas, unas Diosas

-         Vero, sonrió un tanto ruborizada, mientras que Maite me contestó con un escueto y tímido –gracias-

-         Ahora ha llegado el momento de que me demostréis que sabéis hacer con vuestras lenguas

Maite fue la primera en adoptar la posición que ya tenía antes, de rodillas entre mis piernas, cogió mi pene con su mano derecha, acercó sus labios, le dio un tierno beso, dejó caer unas gotas de saliva y después, de forma golosa, se lo fue introduciendo en la boca, centímetro a centímetro hasta llegar a la mitad de su tronco, para luego volver a sacarlo igual de lentamente. A todo esto, tiré suavemente de la mano de Vero para que se acercara junto a su prima, porque permanecía de pie como hipnotizada observándolo todo. Se arrodilló, lentamente a mi derecha, (la izquierda de Maite), apoyó su mano izquierda en mi muslo, junto a mi ingle, y comenzó a mirar de cerca todo lo que sucedía.

-         Vero, tú también…adelante

Acercó su linda carita a la base de mi agradecido miembro y comenzó a pasar tímidamente la punta de su lengua por él, para luego continuar lamiendo mis testículos. Aproveché para acariciar a placer el pecho de Vero, que me miró de reojo mientras seguía con su cometido, era una verdadera delicia. Yo comenzaba a estar en la gloria, sobre todo cuando Vero acercó su boquita a mi rabo y comenzó a masajear con sus labios abiertos mi polla, acompañando las acometidas de la garganta de Maite, que cada vez eran más profundas; parecía que las primas empezaban a compenetrarse. Prueba de ello fue cuando Maite acercó mi glande a la boca de su prima, para que Vero dejase caer saliva, y acto seguido volver a introducírselo en la boca, en perfecta sincronización.

A pesar de estar en el cielo, pensé que no quería correrme así y mucho menos dejar a esas dos preciosidades sin su ración de rabo, por lo que les dije:

-         Preciosas, ha llegado el momento de cambiar de escenario

Me levanté, cogí de una mano a cada una y las dirigí hacia mi dormitorio en la primera planta, haciéndolas pasar delante de mí para así poder admirar aquellos maravillosos y juveniles cuerpos, poder disfrutar de su contoneo al caminar y al subir las escaleras delante de mi atenta y lujuriosa mirada. Esos fueron unos instantes que no he podido olvidar nunca, otra foto mental más archivada.

Accedimos a mi dormitorio y tan solo encendí una lamparita de noche; el resto de la iluminación lo proporcionaba el amplio ventanal abierto a la terraza, que dejaba pasar la creciente luna que nos acompañaba en aquella noche de julio, y los tenues reflejos que nos llegaban desde la iluminación artificial del jardín. Las invité a tumbarse en la cama, una junto a la otra cosa que hizo Maite, pero Vero me pidió un segundo para ir al baño de mi habitación, cosa que hizo antes de que yo pudiera responderle, apareciendo un instante después, con una toalla que depósito sobre la cama a la izquierda de su prima, (mi derecha), para después tumbarse sobre ella. Supongo que esta chica era una auténtica fuente como pude comprobar antes y después.

Me acerqué a ellas lentamente, las hice juntarse más y fui besándolas alternativamente. Mis besos eran recibidos con pasión y glotonería por Maite, y con cariño y calidez por Vero. Tras unos minutos de calientes besos y de jugar con nuestras lenguas, me deslicé por el cuerpo de Maite hasta colocar mi boca sobre su sexo, separé sus labios y comencé a jugar con mi lengua, primero sobre la entrada de su agujerito, para después separarlos y lanzarme sobre su hinchado clítoris, (que por cierto tenía un tamaño considerable), lo que fue recibido con unos jadeos y movimientos casi espasmódicos de caderas por parte de la receptora de mis caricias, preludio de la llegada de un primer orgasmo. Mientras tanto, mi mano derecha estaba ocupada con la rajita de Vero, concretamente mis dedos corazón e índice follaban su coñito empapado, mientras el pulgar acariciaba su escurridizo clítoris, totalmente encharcado, y de un tamaño menor que el de su prima.

En un minuto llegó el primer orgasmo de Maite, que comenzó a gemir en un volumen muy alto, mientras agarraba mi cabeza con fuerza, (un poco excesiva), moviéndose con temblores y convulsiones casi teatrales

-         UUuuuummmhhhh, Aaaaaaaaaaahhh, AAaaaaaaaaaaaa, uuufffff, uuffffff

hasta que, tras lo que me pareció un poco más de un minuto, comenzó a relajarse y liberó mi cabeza de su lazo, lo que aproveché para ir directamente a por el clítoris de Vero con mi lengua, sin dejar de usar los dedos que ella estrujaba con sus paredes vaginales, lo que propició el consiguiente orgasmo acompañado de movimientos pélvicos rítmicos y oscilantes, y unos gemidos sensuales con aquella voz que se la levantaría a un muerto.

Resultado: las dos jadeando y sudorosas, pero con cara de vicio. Estaban total y absolutamente preciosas. Pero no podía dejar que se relajara el ambiente

-         Vamos chicas, venid aquí

Me puse de rodillas en la cama, y las dos se acercaron como dos gatas, con una graciosa sonrisa en sus rostros. Maite de nuevo fue la primera en actuar usando su lengua sobre mi vientre, para acto seguido abrir la boca y dejar entrar mi polla hasta que le llegó a la garganta, y comenzar una tremenda mamada. Yo aproveché para estirar mi brazo derecho y hacer llegar mi mano hasta su magnífico culo e introducirle por detrás un dedo en su mojado coño. Vero por su parte, buscó mi boca y yo con mi mano derecha comencé a acariciar y disfrutar de aquellos preciosos pechos pellizcando sus sugerentes pezones, lo que al parecer le gustaba mucho dados los gemidos que ahogaba con su lengua en mi boca.

-         Ahora Vero, a cuatro patas

No tardó en obedecer. Cogí del pelo a Maite para que detuviera su mamada, para lo que tuve que tirar hasta una tercera vez con fuerza, porque esto la excitaba como a una perra, y no dejaba de chupar, pero cuando lo conseguí le mostré mi rabo duro como un mástil y le ordené:

-         Dirígelo al coño de Vero

Obedeció de mala gana, pero obedeció. Acercó mi miembro a aquel precioso agujerito, mientras yo me agarré de las caderas de Vero para dejarme llevar y

-         Uuuuuufffff, que maravilla

Aquel chochito era estrecho, de seda, auténtico terciopelo, y atrapó mi rabo como si de un guante se tratara, totalmente mojado, encharcado diría yo, por lo que comencé un mete-saca sin miramientos, que arrancaron auténticos gritos de placer de Vero. Yo me incliné hacia delante, y me agarré a sus pechos para no perderme detalle de aquella maravillosa anatomía mientras la follaba, la disfrutaba, y me estaba mentalizando para no correrme en cualquier instante, cuando de pronto su dueña, casi gritando, me anunció:

-         Mee cooorrooooooooo, ¡ostias!, me corroooooooooo

Y Vero contrajo un par de veces con fuerza su coño, y cuando pensé que la iba a acompañar con una gran corrida, aflojó su presa sobre mi polla, y comenzó a liberar gran cantidad de líquido sobre la cama y mi pene, que aunque no me pareció para nada desagradable, si que empapó de tal manera que abortó mi inminente orgasmo. Acto seguido, se empaló hasta mis huevos, para después desclavarse de mi miembro y dejarse caer derrotada en la cama.

Tardé unos segundos en reaccionar, pero solamente tuve que mirar a mi izquierda y ver a la exuberante Maite expectante, para variar mi objetivo. Me acerqué a ella, y dócil, se tumbó boca arriba, separó de par en par sus muslos, me abrió su rajita con una mano y sin pensármelo apunté la cabeza de mi polla a esa cueva gloriosa, y entré en ella hasta la mitad, para después volver a salir y clavarme por completo de un solo envite, lo que mi compañera recibió haciendo un nudo con sus piernas en mi cintura y comenzando a gemir como una auténtica loca. Me acerqué a ella para poder disfrutar de aquel par de increíbles pechos que mordisqueaba, chupaba y mordía para deleite de su dueña. Nos estábamos poniendo a mil y había que apagar el fuego, por lo que pasé mis manos bajo sus nalgas, las agarré con fuerza, y comencé a apretar a Maite contra mi, a la vez que aumenté la fuerza de mis estocadas, mientras Maite agarró uno de sus pechos y lo acercó a su boca, para introducirse casi por completo el pezón y lamerlo y succionarlo como el manjar que era. Así estuvimos un par de minutos, hasta que abrió sus brazos, y con su mano izquierda agarró la de su prima que permanecía tumbada boca abajo, mirándonos, sin perder detalle del espectáculo, y con la derecha se agarró con fuerza a las sábanas y comenzó a temblar en un tremendo orgasmo, mientras que yo bombeaba sin parar, sin ningún miramiento

-         Andrés, ME CORROOOO AAAAAAAAAHH, ahhhhhhh, aaaaaooooooaaaaaaaaaaa

-         Yo también me voy a correeeerrr

-         Siiiiii, lléname, DAME TU LECHEEEEEEE

Ella se convulsionaba y se tensaba sin parar. Y por mi parte, vaya si me corrí, apreté con fuerza mi rabo en su interior y comencé a descargar, mientras me movía lenta y profundamente dentro de ella. Que gustazo.

Maite permanecía tendida boca arriba en la cama, jadeando, desmadejada, cuando yo reparé en Vero, y más concretamente en su precioso y espectacular culo. Salí de dentro de Maite, y me acerqué a Vero que con cara de cierto apuro me comentó:

-         No espera, por favor, cuando me corro intensamente, después me quedo mucho rato fuera de juego, me vuelto supersensible y no puedo continuar…lo siento

-         ¿Y tu culito?

-         Mi…¿culito?. No lo sé, nunca he pasado de introducir un dedo…

-         Que me dices Maite ¿Qué le hacemos a Vero?

-         Habrá que desvirgarla, creo yo…

-         ¡Eres una guarra Maite!

-         ¡Ya está bien chicas!

Puse orden y me acerqué a Maite y le hice señales de que se acercase a mí. Cogí su carita con mi mano izquierda, la acerqué a la mía y le di un apasionado y húmedo beso. Luego le hablé al oído:

-         Lame el culito de tu prima, prepáralo para mí

-         Ahora mismo…

Se acercó a Vero y, con pocas contemplaciones, la hizo incorporarse dejando su cara aplastada contra la cama, sus piernas apoyadas sobre las rodillas y su culo bien expuesto. Acto seguido, dejó caer abundante saliva en el escroto de la otra diosa, y con la lengua comenzó a repartir la saliva. Después procedió a ensalivar el ano de Vero y, poco a poco, fue introduciendo su dedo índice. Vero lo recibió pasándose la lengua por sus labios y cerrando sus ojos. Acto seguido Maite se acercó sobre ese culo, cogió su gran pecho derecho, y con su mano dirigió el magnifico pezón al ano de Vero, hasta hacerlo entrar unos centímetros, para deleite de ambas, tanto que Maite estaba comenzando a acariciar su coñito y Vero ya alargó su brazo derecho para ser ella la que trabajase su agujerito con un dedo ensalivado primero, que enseguida fueron dos.

Ante aquel espectáculo, yo me estaba poniendo muy caliente de nuevo, por lo que decidí reclamar la atención que requería; atraje hacia mí a Maite, agarré con fuerza su cabello tras su nuca y la acerqué a mi miembro, para que se ocupase de él, yo quería finalizar mi faena con Vero. Maite puso cara de vicio cuando hice esto, y comenzó a lamer primero y tragar después mi rabo como si le fuera la vida en ello, mientras se le escapaban pequeños gemidos producidos por la excitación y mis caricias a su clítoris.

En dos minutos ambos, Vero y yo, estábamos preparados, por lo que me acerqué a ella por detrás mientras me esperaba con su culito en pompa, y su cara girada hacia un lado, pegada a la cama al igual que su pechos. Apunté la punta de mi miembro desde arriba a su culo, y comencé a empujar con mi glande, mientras ella dejaba hasta de respirar, expectante, y Maite se dedicaba a escupir para lubricar el agujero y miraba con su cara pegada a mi polla. Entró el glande acompañado de un pequeño quejido de Vero que enseguida se convirtió en suspiro y luego en gemido, casi como un ronroneo, y pegó su frente a la cama arqueando un tanto su espalda, yo seguí empujando y la mitad de mi polla entró en su culo, después un poco más, y comencé a bombear despacio, mientras Maite no dejaba de pasar su lengua por mi rabo y el entorno del culito de Vero, lubricándolo al máximo.

Me disponía a iniciar un ataque más duro, cuando Vero nos sorprendió a ambos:

-         Aaaaaay, uuuuuyyy, me corro, me corro, me corro

Y comenzó a soltar de nuevo una importante cantidad de líquido que resbaló por sus muslos procedente de su coño. Se había corrido de nuevo

-         Por favor sácala Andrés, por favor…lo siento…siento dejarte así

Lo hice, pero acto seguido me acerqué con mi polla a su cara

-         No me vas a dejar así, Vero

Lo entendió a la primera, y, aún excitada, abrió su boca y comenzó a tragar mi polla, recibiendo sus propios sabores; agarré su cabeza y comencé a follarme lentamente su boca…durante unos segundos, porque acto seguido, Maite reclamaba mi atención

-         Por favor, folla mi culo, fóllame como a una perra

Se había puesto a cuatro patas y se me ofrecía así, tal cual como una perra en celo. Me acerqué a ella, escupí en su agujero, bastante dilatado por cierto, y acerqué la punta de mi rabo, que se coló casi al instante dentro de ella, llegando mi polla hasta la mitad. Ese culo tenía rodaje. Me agarré a sus caderas con fuerza y comencé a bombear, a embestirla con violencia

-         Si fóllame, fóllame como a una perra, más, más

Y así lo hice, empujé con fuerza, casi con rabia, hasta que después de un tiempo, que no puedo precisar, comencé a sentir que me venía un orgasmo de tamaño descomunal y, por cortesía, avisé a Maite

-         Me voy a correr Maite

Ella respondió totalmente desatada

-         Siiiiiiiii, siiiiiiii, siiiiiiiii, lléname el culo

Bombeé unas cuantas veces más y lancé una tremenda descarga en lo más profundo de su agujero, y después una segunda y una tercera, y noté como mi propio semen envolvía mi miembro, cuando Maite me gritó:

-         LO SIENTOOOO DENTRO, SIIIII, QUE CALIENTEEEE, ME CORROOOO

Comenzó a moverse empujando hacia mí y apretándose contra mi vientre, intentando exprimir hasta la última gota de mis reservas. Luego fue aflojando la intensidad de sus movimientos hasta que se incorporó, se retorció girando su cara hacia mí y con su lengua buscó la mía. Después se movió hacia delante, y se dejó caer en la cama, junto a su prima.

Me puse de pié, a los pies de la cama y contemplé el espectáculo. En aquel momento me sentí un hombre muy afortunado, se podía decir que feliz. Decidí darme un baño en la piscina; mis dos compañeras parecían estar muy bien en su posición por lo que no les dije nada. Bajé e hice un par de largos. Luego salí, me sequé con una toalla, y después me senté en el sillón donde todo empezó esa noche. Volví a encender mi puro y disfruté del silencio y la excelente noche veraniega.

Y mi menté regresó a mi momento actual, a esta noche que me recordaba a aquella, a esa experiencia que tanto me gustó y que ahora, años después me seguía deleitando y calentando con su recuerdo. Ahora también decidí hacer unos largos, bajé a la piscina y ya, más refrescado del calentón mientras me secaba con una suave toalla, decidí que lo mejor era dejar que los acontecimientos se fueran sucediendo y confiar en que sabría capear el temporal, si es que este se presentaba…mañana sería otro día

PD. Muchas gracias por seguir leyendo lo que escribo, por vuestras valoraciones, consejos y comentarios. Solo pretendo entretener y entretenerme. Espero conseguirlo.