Un verano Inolvidable IV
Y al final todo se lía... las amistades se estropean, las parejas se rompen... es lo que tiene el sexo... no se puede separa del amor, ¿o Sí?
Salí del agua, me vestí y recogí mis cosas sin importarme de lo que el resto hacía, tenía tal cabreo… Eran en torno a las 6 de la mañana, así que decidí irme a casa. La borrachera casi se me había pasado y al subir me quité la ropa y me metí directamente en la cama.
Ni frescor matutino ni gaitas pensé. Eran las 9 y estaba sudando como un pollo, desnuda, en la cama, con la puerta de la habitación cerrada, la ventana cerrada… qué calor. Parecía que aún no había llegado nadie, la golfa debía seguir con Nestor y pobrecita Eva, estaría aún gritando… Crucé el pasillo y fui al baño, un pis, un agua, …no, mejor una ducha, agua fresquita… que rica sensación. Estaba bajo el agua, disfrutando de la ducha, recordando lo que había pasado anoche y fantaseando con Nestsor, Paco, y las chicas ¿qué habrían hecho?
No sé cómo ni porqué, mi excitación fue en aumento, supongo que toda la noche en tensión y seguir dándole vueltas a lo mismo no ayudaba. Empecé a tocarme levemente, bajo el agua de la ducha. Cogí la alcachofa y la dirigí entre mis piernas, había visto eso en alguna peli porno, pero jamás lo había probado. Era agradable, pero no terminaba de entrar en situación. Pensé en llamar a Carlos y contarle lo sucedido esa noche, me masturbaría con el y asunto resuelto. No, era muy pronto y no quería eso tampoco. ¿Qué hacer?.
Desnuda salí de la ducha, medio envuelta en una toalla que para variar a penas daba para rodearme (y no estaba nada gorda). Miré por el pasillo, no se oía nada, en el dormitorio de Nestor no había nadie, ya que estaba, me dirigí al de Paco. Tenía la puerta entre abierta, pensando que no había nadie, la abrí sin cuidado. ¡Qué susto y salto para atrás! Estaba Paco, tumbado boca abajo en la cama, al abrir la puerta se había dado la vuelta, por suerte seguía dormido, y sobre todo, ¡desnudo!.
Me quedé con la boca abierta, asombrada. La luz entraba levemente por la ventana de la habitación. El estaba sobre las sábanas, con los brazos por encima de la cabeza y las piernas medio abiertas, medio giradas. Su polla colgaba por encima de su pierna izquierda, reposaba sobre su muslo, era oscura, estaba descapullada y tenía una pinta deliciosa.
Entré en la habitación, me apoyé junto a la puerta, dejé caer la toalla al suelo y seguí contemplando su cuerpo ensimismada. Fantaseaba con al piscina, me tocaba levemente, apoyando la espalda en la pared, restregándola con fuerza, clavando las puntitas de gotelé en mi espalda a fin de hacerme daño. Flexionaba las piernas desde casi sentarme en el suelo hasta ponerme nuevamente de pié. Mis dedos hacían de las suyas entre mis labios y cada vez estaba más caliente. El miedo a que paco se levantase de la cama incrementaba mi excitación.
En un arranque de atrevimiento me acerqué a Paco, tendido en la cama, sabía que si lo tocaba ahí terminaría todo. Hasta el momento todo lo ocurrido podría contárselo a Carlos, pero llegar más allá tendría difícil explicación. Mientras me tocaba me acoqué por el lateral de la cama. Puse mi cabeza sobre su entrepierna, quería abrir la boca e introducir ese pedazo de carne entre mis labios. ¿Cómo sería de grande si se empalmara? Seguro que estaba dormido, despierto su excitación le hubiera delatado. Me repetía una y otra vez, al mínimo movimiento de esa polla sal corriendo.
Cada vez estaba más cerca. Pensé que los efectos del alcohol seguirían haciendo de las suyas. ¿Cómo iba yo a atreverme a hacer algo así?. Pero mientras mi cabeza me preguntaba si estaba loca, mis dedos me estaban haciendo pasar un rato increíble, había pedido el control y abalanzarme sobre esa polla ya sólo era cuestión de tiempo.
Dos dedos se clavaban en mi interior, como en un tarro de gelatina, mi dedo corazón y anular entraban y salían a placer de mi interior mientras el pulgar jugaba con mi clítoris e índice y meñique se clavaban en mi entrepierna. Sacaba mis dedos y acariciaba en círculos toda mi conchita, estaba literalmente chorreando. Mi boca se entre abrió, sobre la polla de Paco, si hubiera estado despierto hubiera podido sentir ya mi aliento en su glande. Mi lengua estaba ávida de carne y mis labios humedecidos por la saliva estaban a escasos milímetros de la polla de Paco, cuando oí abrirse la puerta de la entrada.
De un salto huí de la habitación de Paco recogiendo la minúscula toalla y rápidamente me volví a mi habitación. No pude cerrar la puerta, así que me tiré en la cama haciéndome la dormida. Nestor estaba entrando en casa, la verdad es que no sé para qué corría tanto, luego lo pensé, pero en ese momento, el corazón no me cabía en el pecho, parecía que habían llegado mis padres o que un ladrón entraba en casa. Me mantuve acurrucada en la cama, hecha un ovillo, ocultando a la vista mis partes más púdicas. Sentí los pasos de Nestor hasta la puerta de mi habitación. Tal y como estaba sentada no podía vela, pero sentía que estaba allí, la excitación se mezcló con el miedo, estaba paralizada. ¿Qué estaría haciendo?
Le imaginé reproduciendo mi escena anterior, de pié, junto a la puerta, con la polla en la mano, masturbándose mientras me contemplaba. La excitación te lleva a hacer tonterías y yo hice la mía. Mientras me hacía la dormida, gemí levemente y aún frente a la pared, torné la mitad inferior de mi cuerpo y entre abrí mis piernas. Mi brazo izquierdo caía junto a mi costado dejando uno de mis pechos completamente al aire, mis piernas entre abiertas dejaban ver mi conejito rasurado y seguramente entre mis piernas, aún se vería el brillo de mis jugos aún sin secar.
Mi movimiento se acompasó del ruido de la puerta del baño. Disimulando un repentino despertar, me giré bruscamente hacia la puerta y nadie estaba allí, Nestor parecía haberse metido en el baño, se oía el agua de la ducha y yo estaba a punto de explotar.
Nuevamente mi excitación llamó a mi inconsciencia a la palestra y me puse boca a bajo, me puse una almohada en el cuello, sobre los hombros y poco a poco fui levantando mi trasero hasta quedarme de rodillas, con las piernas entre abiertas y mi cara más allá de la almohada que entre mis hombros y mi pecho me sostenía. Deslicé mis manos entre mis piernas y comencé donde lo había dejado. El ruido del agua me evocaba a hacía a penas una hora, en la ducha, donde yo sola comencé esto que estaba ahora, dispuesta a terminar.
Estaba tan excitada que no hacía más que echar ingredientes a la locura. La puerta de la habitación abierta, de espaldas a la puerta, desnuda, con el culo en pompa, chorreando… estaba claro lo que quería.
Comencé a tocarme nuevamente, la primera palpación resultó seca y sucia, pero inmediatamente después estaba de nuevo chorreando y dispuesta a provocarme un delicioso orgasmo. Primero con la palma de la mano y luego, con mis dedos, nuevamente comencé a masturbarme. Usaba las dos manos, mientras una trabajaba mi clítoris, la otra se centraba en mi agujerito, dándome un placer indescriptible. No hacía más que pensar en la mesilla de Pili y en el consolador que tiene, si lo hubiera tenido a mano, hubiera dado buena cuenta de el.
Enumeraba escenas en mi cabeza, la polla de Paco, las caricias en la piscina a Nestor, las masturbación telefónica con Carlos, la pobre Eva… mi excitación iba en aumento, notaba cómo se aproximaba mi tan deseado orgasmo al ritmo de mis dedos y de repente noté que el corazón se me iba a salir del pecho, mi garganta se secó al instante, mis dedos se quedaron clavados en mi interior… Noté cómo el colchón cedía ante el peso de un nuevo inquilino que metió su polla de un estacazo en el hueco que mis dedos ocupaban.
Sentí unas manos cogiéndome las caderas y arrastrándome hacia el borde de la cama, mientras esa polla no salía de mi interior. Mis manos se afanaban por echar mi cuerpo hacia atrás para no arrastrar mis pechos por las sábanas y mis piernas reculaban ante los deseos de mi amante. Ya al borde de la cama me dejé caer sobre esa polla, que se me hizo interminable. Cada centímetro, poco a poco, reculado, completamente “empompada”, chorreando, a pinto de correrme entre mis dedos. Mi amante asió mis caderas y me empujó hacia delante hasta sacar su polla, para seguidamente pasear su capullo por mis labios golpear mi clítoris y volver a penetrarme lentamente. Mi gemido era eterno, tan largo como su penetración, ahogado por la almohada y rematado por un fuerte chapoteo al terminar su embestida con un golpe seco contra mi culo empapado por los fluidos que ya cubrían las sábanas, mis piernas, mis dedos.
Tras tres embestidas suaves, decidió subirse a la cama, puso una pierna a cada lado y sobre mi, como un conejo, comenzó a bombearme con fuerza, notaba todo lo largo de su miembro rozarme de arriba abajo, era tan larga que los movimientos se me hacían lentos, pero placenteros, muy placenteros. – Así, despacio – le dije. Debió sentirse insultado, pues soltó mis caderas y me cogió de las cahas del culo comenzando a darme un refriegue a toda velocidad, esta vez, a penas sacaba su pene de mi interior, se limitaba a hacer un pequeño movimiento por el que salía una pequeña parte que volvía a meter en mi interior con un golpe seco y muy rápido.
Decidí ayudarle en su empeño, volvía a sentir que se acercaba mi orgasmo, y esta vez no quería que se me escapase de nuevo, así que comencé a incorporarme un poco, a separar mi cuerpo del colchón para poder moverme mejor. Recuerdo que mis pechos se movían descontroladamente, mis pezones rozaban dolorosamente contra las sábanas y mi amante ya ni siquiera me tocaba, estaba dando bufidos y saltaba literalmente sobre mí, haciendo que toda la cama se moviera. Al incorporarme intenté marcar el ritmo, puse mi culito a trabajar, pero cual fue mi sorpresa, cuando mi amante me arrojó nuevamente sobre la almohada, me azotó en el culo e incrementó su ritmo.
Esa muestra de poder fue suficiente… instantáneo, nada más sentir mi cara chocar contra la almohada un orgasmo me sobrevino, comencé a chillar con ese martillo taladrándome a ritmo frenético. Segundos después, el me acompañó. Sus bufidos terminaros y su cuerpo se arrojó sobre mi como una losa ambos sudábamos, pero el esfuerzo no nos permitía movernos.
Un minutito, pensé… Y me quedé dormida.
Otra vez, que calor… giro la cabeza hacia la puerta…
- Joder!!! Que susto!
Era Nestor, de pié, junto a la puerta, con cara de asombro, al girarme, mi asombro es mayor. A mi lado yace aún durmiendo Paco, desnudo, pegado contra la pared de mi habitación…
Esa misma mañana Nestor hizo las maletas y se fue. Hemos vuelto a coincidir, pero nunca fue igual. Me confesó que jamás estuvo con la “guarrona” de la piscina, al salir siguieron la juerga y la dejó en casa. Al parecer estaba deseando entrar por la puerta para decirme que sentía su comportamiento y hacerme un “regalo” antes de la vuelta de Carlos.
Paco me contó lo ocurrido. Esa noche tuvo un extraño sueño en el que yo me colaba en su habitación. Se levantó desconcertado y oyó ruidos en la puerta, al parecer de los vecinos de enfrente que volvían de fiesta. Pensando que era Nestor que volvía se levantó a ver qué había pasado al final con la “guarrona” y al pasar frente a mi habitación me encontró desnuda y en la cama. Se puso tan cahondo que decidió darse una ducha para no liarla más, encendió el agua y se fue a la habitación a por la ropa. Al volver me encontró con el culo en popa, masturbándome y decidió hacer lo que el cuerpo le pedía.
Y este fue mi verano picante del 99.