Un verano hace ya mucho tiempo
Cosas que pasan, y uno recuerda al paso de los años...
Pleno verano. Mi amigo de toda la vida estaba cuidando la casa de su hermana, que se había ido con su familia de vacaciones.
Teníamos un poco más de veinte años, ambos estábamos allí solos, nos unía mucha confianza -con lo que quiero decir que nos vimos muchas veces desnudos, al salir de bañarnos o que nos vimos muchas veces meando. Era una situación totalmente natural.
Pero no voy a explayarme demasiado en esos detalles: ese sábado caluroso nos encontrábamos en el patio de la casa de su hermana tomando cerveza, y bastante cerveza, por lo que meábamos a cada rato.
En un momento dado que fui a un rincón oscuro del patio a orinar contra el árbol de paltas, mi amigo vino también y me empezó a mirar la pija como nunca antes lo había hecho, al menos dándome yo cuenta. Entonces estiró la mano y me dice –“¿Qué tenés ahí? Dale, mostrame”, y la me tomó por la base... La sorpresiva agarrada me hizo reír, pero recuerdo que me excitó bastante, sobre todo porque hacía mucho que el viejo había quedado sin trabajo y salía de changas, en casa la plata era escasa, tanto que apenas alcanzaba para comer y aunque estaba anotado en decenas de lugares nunca me llamaron para laburar y yo por supuesto no cogía. En aquellos tiempos hasta para coger se necesitaba plata en el bolsillo, ya que era impensable no llevar a tu chica a un hotelito discreto…
No hablamos más, solo nos miramos fijamente a los ojos y entramos a la casa, a la primera pieza que encontramos donde había una de esas camas marineras de las que están una encima de la otra, el cuarto de sus sobrinos mellizos.
Sin decir nada, me recosté en la cama de abajo y me bajé los pantalones. Él se puso de rodillas entre mis piernas, empezó a pajearme, y luego de un momento de silencio que solo cortaba nuestra respiración fuerte me dijo “-Ah, loco… ¡Qué hermosa pija tenés!”
Esas simples palabras dichas por mi amigo de toda la vida hicieron que el objeto vivo que tenía en su mano se endureciera como una piedra en cuestión de segundos y que no tardara en comenzar a chupármela, delicadamente al principio, pero de pronto cuando se le aceleró la respiración, metiéndosela toda en la boca empezó a mamarla con verdadera desesperación mientras me masajeaba gentilmente con la izquierda los huevos llenos de tanta seca.
Nunca me la habían chupado así, ¡nunca! A mí me empezó a latir más fuerte el corazón y una calentura fuera de lo común empezó a invadirme todo el cuerpo. Jamás había tenido una experiencia de este género - siempre había cogido con mujeres- así que eso era toda una novedad por la que sentía curiosidad, morbo… y mucha calentura.
Le dije que quería cogerlo y él sin dudarlo se puso en cuatro en la cama, ofreciéndome su culo blanco y firme recubierto de una pelusita suave, sobre todo en la parte baja de las nalgas, como protegiendo el ojete.
Escupí la cabeza de mi pija ensalivándola bien mientras él se ensalivaba el culo metiéndose el dedo medio hasta el fondo, cosa que a mi entender -de poca experiencia, claro- era la evidencia de que su culo ya había recibido alguna visita.
Me acomodé detrás y apoyé la cabeza de mi pija, hinchada y palpitante por la calentura, pero él no me dejó empujarla: me la agarró del tronco por detrás de la cabeza y la guió hasta su orto brilloso y mojado por la saliva. Yo le dije que sacara la mano para poder meterla, pero me dijo: “-No, vos tenés la pija muy gorda, y no quiero que me hagas doler.”
Tomándomela firmemente, comenzó a hacer fuerza hacia atrás, hacia la cabeza que se erguía deseosa y coronada de líquido seminal. Es obvio que costó bastante pasar el umbral debido a la escasa habilidad de ambos, pero la poronga entró muy suavemente detrás de la cabeza y aunque eso me desesperaba un poco –instintivamente mi morbo por la situación novedosa buscaba hundírsela sin lástima hasta el fondo- porque la falta de sexo me tenía realmente desesperado, y ese culo era el paraíso para mi pija: un culo estrecho, caliente e impensado...
Él seguía con ese sistema -por decirlo de alguna manera- de meterla despacio y sacarla para volver a colocarla en su recto, pero yo no aguanté más y le retiré la mano caprichosa, hundiéndole la verga hasta los huevos.
Pegó un alarido de dolor. Me dijo que no fuese tan hijo de puta, que así le iba a romper el culo. Y yo, con cierta malicia, le digo emtonces: “-¿Cómo que te te voy a romper el culo si ya lo tenías roto?” Y él me dice ofuscado por mi insinuación “-Dilatado sí, no roto. Mirá que nadie me cogió nunca, solo que a veces pensando en vos me meto un consolador chiquito.”
Eso fue lo último que le escuché decir, porque lo empujé haciendo que se acostase boca abajo, y sin salirme de su culo me tiré encima de él para cogerlo con toda la desesperación de mis veinte años.
-No me acabes adentro, por favor… - me dijo entrecortadamente.
Y yo seguía bombeando, al notar que su culo estaba más dilatado aún que al principio. Me dijo que le diera más suave porque le dolía, pero a mí no me importaba: yo seguía bombeando dentro de su culo como un loco, y él me volvió a decir que no le acabara adentro. Entonces yo le dije: “-¿De qué tenés miedo, de quedar embarazado, pelotudo?”
Y me respondió en un hilo de voz: “-No, no, es que quiero tomarme tu leche.”
Me fascinó la idea de que me tomara la leche, y solo imaginarlo me calentaba mucho más, pero seguí bombeando porque todavía no sentía ganas de acabar.
Le dije que se acomodara de nuevo en cuatro para bombearlo bien hasta que me diera ganas de acabar, y que así después él me la chupaba cuando le avisara que me venía. Entonces se acomodó levantando bien hacia mí el culo, y yo empecé de nuevo a bombear sin prisa ni pausa. Su culo era mucho mejor que una concha estrecha, aunque la verdad es que yo no había conocido muchas hasta entonces, pero así funcionaba en mi cabeza y mi pija estaba más dura que nunca y yo más caliente de lo que nunca me pudiera imaginar…
No podía dejar de bombear ese delicioso culito –en ese momento era puro instinto, ya no respondía de mí- y él volvió a recordarme que no quería que le acabara adentro, pero yo ya no escuchaba nada y empecé a moverme más y más rápido, y mientras más bombeaba, más me costaba acabar. Pero claro, esto me gustaba más todavía.
Estuve como media hora larga bombeando, cogiéndolo, haciéndolo mío sin escuchar sus quejidos ante mi brutalidad, poseyéndolo con lñas expectativas de saciar mi hambre de sexo y tomándolo tan fuerte de los hombros que mis dedos le quedaban marcados en su piel blanca, pero esto me excitaba todavía más.
El pasó su mano por entre sus piernas y me acarició los huevos, mientras que con la otra intentó pajearse, pero le costaba mucho debido a mis embestidas. Yo me desconocía a mí mismo: era como si no fuese más un ser humano, sino un animal bombeando desesperado y jadeando, como un perro en celo.
Eso lo excitó mucho, porque a pesar de mis embestidas consiguió finalmente pajearse y acabó en unos poquísimos minutos con grandes espasmos en todo el cuerpo. Entonce yo motivado con su placer sentí la necesidad de acabar, y empecé a culear más y más fuerte conteniendo la respiración, hasta que no pude aguantar más la corrida y apretándolo con todas mis fuerzas empecé a inyectarle mi leche dentro de su culo. A cada espasmo lanzaba un chorro caliente que le inundaba su ojete dilatado a pleno, estremeciéndome mientras descargaba mi leche hasta que mi verga dejó de palpitar. Entonces la saqué muy despacio, porque la pija me habia quedado sensible, y pude ver cómo se formaba un hilo de leche espesa entre mi poronga y su culo.
El me volvió a repetir que quería que le diera la leche en la boca, y yo le dije simplemente que no había podido aguantar.
Mi amigo, un tanto molesto, me preguntó: “-Entonces, ¿solo podés acabar una vez o te bancás dos polvos? Yo le respondí que probara, que esa era “su” noche. Así que se sentó sonre la cama y empezó a chuparme la pija todavía dura, limpiando mi leche hasta la última gota. Yo tenía la cabeza sensible pero me aguanté todo cuanto pude, y en cuestión de unos minutos ya no estaba tan sensible y disfrutaba a pleno de su mamada. Él me lamía la cabeza, sin dejar de pajearme, y no tardó mucho en sacarme la leche, que a pesar de ser el segundo polvo salió abundante y eso le gustó; así saboreó mi leche y siguió chupando hasta no dejar una sola gota, hasta dejarla seca y limpia. Me vestí temblando y agradecido, mientras él me dijo que iba a bañarse porque el culo le estaba chorreando a borbotones leche caliente. Cuando llegué a mi casa, a dos cuadras, la noche ya estaba dando paso al día. Mientras me daba una ducha rápida antes de acostarme para refrescarme y borrar de mi nariz el olor a sexo, pensé qué rara es la vida y la gente observando cómo sin ninguna excusa la verga se iba poniendo morcillona nuevamente, entonces hice planes para acompañar a mi amigo durante el día a ver si se repetía aquella cogida maravillosa…