Un verano en familia

Una historia dinámica, dos protagonistas que no se conocían, fantasías y un final que no esperabas.

Esta historia que paso a relatar se remonta a mediados del verano, cuando el calor por la tarde se hace insoportable, cuando el sol se vuelve una tostadora gigante capaz de hacer transpirar hasta al más lampiño y cuando, por supuesto, el bronceador le da ese brillo de revista a la gente (a no toda la gente por supuesto).

Por empezar podría comenzar describiéndome físicamente, detallando algunos aspectos de mi vida cotidiana o simplemente dar a conocer los protagonistas de la historia, pero no quiero. Eso ya se ha transformado en figurita repetida, así que, apelando a mi capacidad observadora, creativa y luego de haber leído unos cuantos relatos me dispongo a escribir algo, que aunque también goza de veracidad como ya creo que otros muchos relatos aquí publicados lo hacen, intenta no repetir el mismo prototipo que aquí a menudo se presenta.

Entonces dejando atrás todo tipo de explicaciones, excusas para quien lo quiera llamar así, me dispongo a empezar, no sin antes invitar a los lectores a ponerse cómodos, bajar la intensidad de la luz o apagarla en su defecto, poner música quizás si así se lo prefiere y a desabrocharse el pantalón porqué no. Asimismo quiero dejar sentado, y esto prometo que ya termina, que la persona que no se sienta cómoda, o que tenga algún prejuicio y/o pensamiento poco positivo para conmigo o el relato puede ya mismo cerrar la ventana o elegir otro relato para leer, no me hago cargo de la impresión que pueda llegar a dejar en nadie. Me estoy olvidando de algo, que creo será de mucha utilidad pero es lo último: A quien quiera escribirme diciéndo que Sábato en el Túnel hace algo parecido invitando al lector a dejar el relato, le recomiendo que no se gaste, no me importa plagiar a nadie, y mucho menos al maestro Sábato.

Bueno, ahora sí, después de la pequeña introducción continúo con el verano. Esta historia tiene por protagonistas a dos jóvenes, se imaginarán quien era el joven, pues la joven basta con decir que tiene 17 años. De hecho, nos conocimos en una tarde de verano. Ella estaba con sus amigas y yo frente suyo mirándola simplemente. Cuando me vio tímidamente me saludó, entonces yo me acerqué y la besé en una mejilla. Me contó su nombre, me presentó a sus amigas y después de eso yo volví adonde estaba sentado y sin dejar de mirarla continué conversando con Eduardo, mi hermano. Estaba completamente cegado, su remera le ajustaba los senos y aunque no se podía adivinar exactamente su forma, todo tal cual se presentaba era suficiente, y sus piernas eran de una piel tersa que se prolongaba por debajo de su falda de jean blues, para dejarse ver nuevamente a la altura de su cintura, delgada, estrecha, coronando sus nalgas, redondas y firmes, bien formadas.

Y pues esto no es que lo supiera o lo viera, simplemente me lo imaginaba, porque ella estaba sentada a metros de donde yo estaba. Pero cuando alzó su mentón unos centímetros hacia arriba, entrecerró sus ojos y parecía que iba a estornudar, increíble fue mi sorpresa al ver que no lo hacía, sino que con su mano derecha acariciaba su cuello, mientras que el sol le daba directo en su cara, y la mano bajaba, guiada por sus dedos que como olas recorrían la delgada tela que cubría secretos y placer, calor, una imperceptible humedad en sus senos provocada por la excitación quizás, mientras la otra mano empezaba a seguir el camino que su pierna derecha le ofrecía hacia el epicentro del secreto placer supremo de su ser... Ahí fue cuando Eduardo me pegó una cachetada en la nuca, y me hizo cerrar los ojos, cuando los abrí nuevamente y miré hacia ella, como si nada hubiera pasado, se reía con sus amigas sin siquiera mirarme.

Ey, me estás prestando atención? – dijo en tono imperativo.

Sí, sí, sólo miraba el paisaje – Contesté.

Bueno, entonces, cuando entré...

Pero ya no escuchaba a Eduardo, si es que en algún momento lo había hecho, mi único sentido en funcionamiento era la vista, mientras que por otro lado mi imaginación también hacía lo suyo. Pero con miedo a ser descubierto en semejantes pensamientos, intenté fijar mi atención en mi hermano, y con mucho esfuerzo pude hacerlo hasta que terminó y nos metimos al agua. Porque no sé si lo habré comentado, pero cerca de donde vivimos hay un dique, al que solemos ir como en esta ocasión.

El calor reinante, sumado a mis fantasías eróticas no sólo me habían subido la temperatura corporal a nivel de la piel sino también en mi mente, que sin duda necesitaba un buen refresco. Como hacía mucho que no me llegaba por esos lugares, decidí que esa misma noche mis pensamientos se harían realidad, o al menos en parte.

El día continuó de lo más normal, tan sólo la desvestí una vez más, pero fuera de eso estuve tomando una cerveza, charlando con un par de amigos de mi hermano, anduvimos en lancha, y hasta me enseñaron a esquiar. Hasta que se hizo tarde, empezó a oscurecer y decidimos ir a casa a comer.

Ya en la ducha sentí cierto alivio al bañarme con agua helada, la lluvia me tocaba como pequeños dedos dispuestos a masajearme con su fría humedad. Allí volví a pensar en mis fantasías, a todo esto con los ojos cerrados y concentrado en enjabonarme, cuando sin haberme dado cuenta mi pene se había endurecido mucho, obviamente a causa de recientes imágenes tensgiversadas, así fue que despacio, como quien no quiere la cosa comencé a masajearlo, despacio, de a poco, y sin proponérmelo, cuando menos me lo imaginaba, eyaculé. Sin duda la calentura que me poseía había llegado a límites insostenibles. Salí de la ducha y me cambié, no sin antes sentir un pequeño cosquilleo en el pecho de tan sólo imaginar una noche sumamente fructífera.

Cuando bajé al comedor, estaban todos ya sentados y al parecer esperándome.

Sentate hijo al lado mío – dijo mi madre en tono candoroso, como si hubiera muchos más lugares para elegir en la mesa.

Me senté y empezó, como siempre lo hacía, a hablar de mí contándoles a todos de mis estudios, lo lejos que me había ido y lo poco que venía a casa debido a lo ocupado que estaba. Yo, como también siempre lo hacía, agaché la cabeza y comí. Hasta que vino el postre y pude relajarme un poco, mi madre hablaba ahora de lo exitosa que había resultado la ensalada prepara por ella misma!

Bueno, cuando todo esto terminó, y créanme que no son necesarios más detalles, salimos todos afuera a la galería a tomar unas cervezas mientras las estrellas nos adornaban las cabezas. Charlando, riendo y ya un poco tomados algunos se fueron a dormir, entre ellos mi madre. Yo quedé solo con mi hermano, y ya en una especie de intimidad me invitó a salir, era una buena noche, yo ya lo tenía pensado pero no con él, pero asimismo me pareció una buena idea. Así que cada uno en su auto salimos, primero fuimos a un bar, yo tomé un poco de cerveza y él prefirió vodka, con durazno.

Cuando ya el ambiente empezó a ponerse denso, los ojos comenzaron a nublarse y cualquiera de las chicas que pasaban por donde estábamos me parecía que sonreían como invitándome a algo más que una charla, me di cuenta que era necesario tomar un poco de aire y fijar rumbo a otro lugar. Pagamos, y llegamos al boliche. Hacía mucho que yo no recalaba ahí, quizás meses, y la noche parecía ser prometedora, así que sin dudarlo me dispuse a entrar. Ya adentro me dirigí a la barra, compré otra cerveza, y cuando todo estaba de manera que no podía mejorar me acordé de mi hermano. Sin duda no había entrado, pero, pensándolo mejor me acordé que estaba bastante borracho, así que estaría durmiendo o simplemente se habría vuelto a casa.

El alcohol empezaba a hacerme efecto nuevamente y esta vez iba a ser más difícil escapar del mismo, pero lo pensé dos veces, y decidí seguir tomando, un gusto se lo tiene que dar cualquiera.

Estaba todavía apoyado sobre la barra cuando a unos pasos vi a una amiga del secundario que hacía muchísimo no veía. La llamé tocándole su hombro y extrañada se dio vuelta, cuando me reconoció me abrazó y yo a ella.

Cómo andás? Tanto tiempo... hace mucho que no venís por acá che – Decía sonriente.

Es cierto, sí, he estado muy ocupado, pero ahora estoy acá y hay que aprovechar, no? – Le contesté mostrándole la cerveza. Ella me sonrió, me agarró de un brazo y me llevó a bailar, y así estuvimos un buen rato hasta que se acabó la botella y volvimos a la barra. Y decime – dijo – Estás con alguien allá?. Yo, quizás adivinando el trasfondo de su pregunta, le contesté – No, en realidad estaba, nos alejamos un poco porque no éramos compatibles, por decirlo de alguna manera. Además me quería todo el tiempo allá, y uno siempre extraña el lugar donde creció, no? – Y esto último obedeció a mis deseos, porque casi al instante de terminar de pronunciar las últimas palabras me arrepentí. Pero ella, acercándose a mi oído, me dijo – Es así, quién sabe cuando a uno se le presenta la oportunidad de recordar el pasado?.

Así fue que mirándonos fijo a los ojos durantes tres segundos nos adivinamos, y agarrándola de la mano la llevé al reservado, la luz era tenue, muy imprecisa y de un color casi oscuro que sólo dejaba entrever siluetas. Así fue que nos sentamos en un sillón, y tomándola del mentón traje su boca a la mía, mi otra mano se posó en su cintura desnuda, y subiendo lentamente fue amoldándose a la forma de su seno, por encima de la blusa sentía su pezón endurecerse y arriba nuestras lenguas libraban una pequeña batalla tibia. Sus manos me tomaron de la cintura y atrayéndome hacia ella, cruzó una pierna quedando yo como atrapado entre sus pinzas. Lentamente las fue bajando, mientras mis dedos invadían la blusa por dentro, y su objetivo, sin necesidad de ser siquiera tocado empezó a endurecerse, mis dedos, como serpientes insaciables llegaron hasta su espalda, y desprendiendo su corpiño la gravedad pareció no actuar en sus senos, estaban admirablemente firmes, esto hizo que mi pene endureciera aún más, y ella sin dudarlo desprendió mi cinto, el botón, bajó la bragueta y todo fue un manoseo insaciable, mi otra mano se dejó escapar por entre sus piernas, sentí su humedad, a mi oído gemía y su respiración se hacía cada vez más entrecortada, hasta que su cabeza comenzó a bajar, con mis manos apoyadas en su pelo acompañé el movimiento y sentí como una suavidad tibia y húmeda me descubría el glande, su lengua comenzó a pasearse en círculos alternados, y por mi parte mis manos la hacían subir y bajar, esto duró tan sólo unos minutos, al instante me vine, ella se introdujo completamente mi miembro en la boca y la sensación fue aún más espectacular, un hormigueo que duró apenas décimas de segundo invadió mi cuerpo y me tensé completamente, cerré los ojos, ella siguió succionando y me relajé.

Pero cuando levantó su rostro y me miró, su pelo despeinado y el lápiz labial corrido me hicieron sentir absolutamente incómodo, y tratando de no demostrarlo me prendí rápido la bragueta, y le dije que iba al baño, que en un instante volvía. Caminé, y tratando de no mirar atrás me metí en el baño, frente al espejo me di cuenta lo despeinado que estaba y me acomodé el cabello. Salí del baño, y mirando con cuidado de no ser descubierto me dirigí una vez más a la barra, estaba exhausto y sediento, la noche todavía no terminaba, pero dadas las circunstancias no pretendía hacerla durar mucho tampoco. Así que me quedé así, esperando que ella no viniera. Pero entre tanto alboroto mental, no me percaté que estaba siendo observado. Y así estuve, nervioso y algo alterado, mirando a todos lados, paranoico.

Hasta que en una de esas veces que miraba, me quedé pasmado al descubrir un par de ojos que brillaban por sí solos y me observaban, candentes. Recordé cuando la había desnudado, cuando se tocaba, y cuando la saludé, todo en un segundo, hasta que reaccioné y con la mirada la invité a acercarse. Tímidamente, como a la tarde, se acercó, me besó en la mejilla y yo me quedé mirándola. Estoy muy borracha – me dijo, como si yo la fuera a retar. Me acerqué a su oído y le dije – Yo también, ya somos dos – Entonces ella sonrió suavemente, y sin quedarme atrás le dije – Una chica como vos debería estar acompañada y sobre todo si ha tomado, no puede arriesgarse con tantos hombres por ahí – Y nuevamente sonrió, pero esta vez pareció captarme y me contestó – Tenés razón, tendría que ir a dormir, pero no me puedo arriesgar con tantos hombres por ahí a caminar sola. Si dudarlo la tomé de un brazo y como un padre que saca a su hija de un boliche cuando no le ha dado permiso de salir, me la llevé, con cara de enojado por si alguien sospechaba algo. Afuera, con el aire fresco que por un momento supuse me iba a hacer mejor me mareé mucho más, y ella pareció sufrir lo mismo que yo. Nos subimos al auto y me dirigí a su casa.

En el camino puse la radio, sonaba un rock lento, y mi mareo me provocaba sueño, se me cruzaban en la vista imágenes recientes de sexo, sí, qué vergüenza, y a la vez la miraba disimuladamente a ella, traía una faldita hasta la rodilla de color negro, y un strapple blanco, sin duda no tenía corpiño, lo que la hacía más deseable. Tenía el pelo planchado a pesar de tenerlo lacio y estaba modestamente pintada los labios de un rosa casi color piel. En una de estas escapadas de mi vista vi como sus ojos se dirigían a mi entrepierna, que había empezado a tomar forma de verla a ella, de sólo imaginarla como lo había hecho a la tarde.

Hace calor acá, no? – Dijo de forma imprevista.

Este... sí, está muy caluroso la verdad – Le contesté, sin saber siquiera porqué.

Podríamos comprar unas cervezas en la estación de servicio, querés?

Bueno, dale, peor no nos puede hacer – Y me sentí aún más ingenuo.

Llegamos adonde íbamos y apagué el auto, me estaba por bajar pero se me adelantó.

Dejá, voy yo – Me dijo, y me pareció que me guiñaba el ojo, dio media vuelta y me quedé estupefacto con su tanga que se marcaba deliciosamente en su falda.

Estuve pensando en como revertir la situación, me estaba faltando chispa y seguro por la borrachera que ya era indisimulable. Así que cuando volvió estaba listo para empezar a reivindicarme, pero me quedé con la boca abierta, cuando ya sentada en el asiento dijo – Esta son para el calor – y puso una cerveza delante de mi pene y otra en su entrepierna, - Y estas para tomar – mostrándome dos botellitas más. Entonces sentí que era dueño del mundo cuando le contesté – Podríamos sacarnos el calor de otra forma... – Y ella sonriendo con su mano agarró mi bulto y me dijo – A si? Me contás o me mostrás cómo? – Arranqué el auto y en dos minutos estábamos frente a mi casa, y le dije – Entramos y te muestro? – Me miró un poco asustada y contestó que no, prefería adentro del auto. Para mí, a decir verdad, no tenía demasiada importancia.

Así que tiré su asiento para atrás y mediante una especie de malabar la senté frente a mí sobre mis piernas. Y le dije – Hay unas cuantas formas de sacar el calor, por ejemplo... – Y tomé su cara con mis dos manos, nuestros labios de rozaron y como dos imanes nos atraímos mutuamente, nuestras lenguas jugaban, se tocaban, intentaban vencerse una a otra. Mis manos por encima del borde de su falda la traían conmigo, su respiración empezó a vacilar. Delicadamente empecé a subir su strapple, instintivamente subió los brazos y se lo saqué.

Sus senos quedaron completamente desnudos a mi vista, sus pezones me apuntaban desafiantes y lentamente posé mis labios en ellos y empezé a succionarlos como un bebé.

De a poco, imperceptiblemente empezó a gemir de placer mientras yo apretaba sus tetas, mordisqueaba un pezón, y con mis manos subí un poco la falda, y pude sentir esa cola por debajo de la tela, apenas cubierta por una mínima línea de tela negra, una tanguita de algodón pequeñísima, la corrí hacia un costado y sentí lo empapada que se encontraba su vagina, apenas adornaba por unos vellos rubios y suaves, masajeaba su clítoris, despacio, y a medida que lo hacía sus gemidos iban aumentando, con mi otra mano, dejando por un momento sus senos me desprendí el pantalón, con un esfuerzo enorme lo corrí un poco hacia abajo, y sin preámbulos lo apoyé en su entrada, me abrazó y con su respiración en mi oído, fui haciendo fuerza hasta que comenzó a entrar, pude darme cuenta que la barrera de la virginidad se oponía a mi entrada, pero dejando un momento mi pene como estaba, para que ella se acostumbrara lo empujé, con fuerza y ella largó un gritito de dolor mezclado con placer, la besé y sentí unas lágrimas que recorrían su rostro, así nos quedamos un momento, hasta que ella misma empezó a moverse de arriba hacia abajo, y yo guiándola con mis manos agarradas a sus nalgas, nuevamente empezó a gemir más fuerte, nuestros jadeos se confundían, y sentía como sus fluidos me mojaban, la excitación de ambos movía el auto, el silencio contrastaba enormemente con sus gemidos reprimidos, hasta que ya no pudo más, comenzó a gritar – siiiiiiii, asiiiiiiii – y mientras levantaba su cabeza al cielo, - no pareeeessss, mmmmm... – Yo como podía empecé a embestirla con fuerza – ahhhhh, siiiiiiii, te gusta putita??? – Y ella agarrándose de mí y moviendo su cintura, bien abajo, para que entrara completamente – ahhh, siiii, me gusta, siiii, asiiiii – Sentí que no me contenía más y sacándola eyaculé sobre parte de mi pierna y de la suya – Hoooo, siii – Se quedó mirándome, me besó y luego me abrazó – Fue hermoso, me encantó – dijo apoyada en mi hombro - lo vamos a repetir?. La volví a besar y le dije – Sí, pero ahora cambiate que tenemos que ir a dormir.

Nos cambiamos los dos, y ya vestidos, mirándome con picardía, me preguntó – Entramos juntos a la casa tío?.

Espero opiniones y/o comentarios, dependiendo de la sensación que produzca el relato, se continuará, o no, con lo que resta.