Un verano con su hija 15

El verano va tocando a su fin y, aprovechando el calor veraniego, nuestras dos amigas elevan la temperatura en un nuevo escenario.

Hola, para quien siga interesado/a/e en esta historia y en las circunstancias que acomapañan al autor, hay una pequeña explicación y disculpa al final.

El asfalto de las calles de la ciudad parecía que iba a fundirse en cualquier momento. Sonia se refugiaba en las sombras a la menor oportunidad. Pese al calor, caminaba rápido, agitando en cada paso la falda de su vestidito blanco y la mirada de los turistas con los que se cruzaba.

Este calor me está poniendo pensó, mientras zarandeaba un poco más las caderas ante un tipo rubio y rosado, de camisa floreada y que la resiguió de arriba abajo sin importarle ir acompañado de señora e hija adolescente. Se lo imaginó llegando luego al hotel y masturbándose mientras espiaba a su hija en la ducha.

Últimamente tenía muchos pensamientos así. No es que no los hubiera tenido nunca antes, pero ahora ese tipo de fantasías la asaltaban a cada momento. Como si todo el mundo en el planeta se dedicara a actividades como las que habían practicado ella y la familia de su amiga aquel verano de locos.

Sonrió. Quién sabía cuánta gente tenía esas fantasías y cuánta las llevaba a la realidad.

Mientras se aproximaba al lugar de la cita, recordaba cómo había seguido el verano en aquel chalé en la sierra, después de ver ante sus ojos aquel maravilloso trío de Lucía con sus padres. Luego, Carmen, ya pasada la excitación y enormemente agitada, entre reproches y lloros, les había abandonado. No habían podido convencerla de que se quedara por lo menos a discutir la situación. Los días siguientes, aquellos dos se habían quedado como mustios y la actividad sexual se había reducido a la nada.

Luego, una tarde que tuvieron que quedarse encerrados en la casa por una tormenta veraniega, Sonia había vuelto a encender la chispa y no tardaron en volver a soltarse. El sexo fue de tal intensidad que Lucía se corrió dos veces, ella tres y Carlos acabó soltando sobre sus cuerpos y caras tal cantidad de leche que acabaron absolutamente pringadas.

Y así pasaron los días y las noches, con Carmen desaparecida y los tres volviendo a disfrutar de un verano que ahora ya empezaba a tocar a su fin. Luego, ella había vuelto a la ciudad a su pesar, a ayudar a sus padres a montar la tienda para la nueva temporada, mientras su hermano hacía el vago con la excusa de su hombro.

¡Qué tonta es la gente! Si no hubiera sido por ella, aquellos dos quizá aún estarían conteniendo sus instintos reprimidos. Le tendrían que pagar un viaje o una beca por el favor que les había hecho.

Llegó a la terraza del bar. Ellas ya la esperaban. Lucía llevaba un vestidito de tirantes estampado con un escote de campeonato. ¡Madre mía, está de muerte! Solo de verla se excitó aún más. A su lado, Marta, que no estaba nada mal, parecía una chica casi esmirriada y feúcha.

Saludó, les dio dos besos y se sentó a la mesa. Un ventilador agitaba suavemente el cabello de las chicas.

—¿Qué tal?

—¿Qué tal, tú, cerdi?

—Nada, aquí aburrida. El inventario no se acaba nunca. Pensaba que ya no te vería más este verano.

—Ya te dije ayer que han llamado a papá para el trabajo. Se le han acabado las vacaciones. Me dijo que me quedara, pero ¿qué hubiera hecho ahí sola?

—Nos podrías haber invitado —dijo Marta y le guiñó un ojo—. Aunque sin tu padre no es lo mismo.

—Si tanto te gusta, ven a vernos a casa. Aunque tendrás que esperar porque le han enviado a una feria en Alemania.

—Pues cuando vuelva, no lo descarto.

En otra ocasión, Lucía se hubiera quejado; ahora sonrió ligeramente.

Llegó el camarero y Sonia pidió un gin-tonic.

—Vas fuerte, tía.

—Estoy harta de números. ¿Y si vamos a la piscina?

—¡Ay, no, estará llena de enanos!

­—¿Te acuerdas del tarado de la última vez, el que le sobó las tetas a Lucía?

—Él se debe acordar de mí. Él y su nariz.

—El que no se las sobó de milagro fue tu hermano. Nunca he visto unos ojos más saltones.

—Ese pringado. Lleva todo el día en casa jugando a videojuegos. O estará cascándosela con sus vídeos guarros.

­—¿No lo has vuelto a pillar?

—Ni ganas. ¿Y tú al tuyo?

—¿A ese empollón? Si se pasa el día estudiando.

—Venga, todos lo hacen. Hasta el padre de Lucía lo debe hacer cuando su hija sale a correr.

La imagen de Carlos meneándose aquel grueso tronco la puso a cien. Lucía siguió sonriendo quedamente.

—No puedo imaginar a mi padre haciendo eso.

¡Qué cerdita eres, cerdi!

—Oye, ¿y si lo provocamos?

—¡¿A quién, a su padre?!

—A tu hermano, tonta. Vamos a tu casa y jugamos con él, sobre todo Luci, que con ese escote se la pondría dura a cualquiera. Luego hacemos como que le dejamos solo y nos escondemos.

—¿Y eso para qué?

—¿No te gustaría ver cómo lo hace? Dijiste que la tenía muy grande.

—¿Yo dije eso? Si casi no se la vi.

—¿Y no tienes curiosidad?

—Tía, que es mi hermano.

—Sí, pero después de hablar del tema te fuiste corriendo al baño.

Marta se quedó en silencio y le dio un sorbo a su cerveza. El camarero trajo el gin-tonic y Sonia le dio un buen trago.

—Dijiste que veía vídeos de hermanos y hermanas.

—Es un cerdo.

—Seguro que le pones cachondo y que se pajea pensando en ti.

—Eso que dices es asqueroso.

Marta estaba sonrojada. Estaba pensando como atacar el tema cuando Lucía acudió al rescate.

—Vamos.

—¿Dónde?

—A tu casa. Espero que funcione el aire acondicionado.

—El aire… ¿de verdad le vas a hacer caso a esta loca?

De pronto, Lucía se transformó. Se inclinó hacia Marta y empezó acariciarle un brazo delicadamente.

—¿No te gustaría verlo tocándosela? Seguro que la tiene muy dura. Y que se corre como una manguera. ¿No dijiste que lo desvirgarías?

—Lo dije por decirlo, en plan, era una broma.

—Pobre, virgen y cachondo y con el culito de su hermana paseándose por la casa a todas horas. Le debes un favor.

Lucia se estaba convirtiendo en una alumna aventajada.

—Bueno, vamos, pero tú le calientas y, si quieres, te lo follas.

—No, no, lo calentamos entre las tres. Si no, ¿qué gracia tiene?

—Bueno, a lo mejor, no sé…

—Va, será divertido.

Sin acabarse las bebidas, pagaron y se fueron.

Desde fuera se oían los disparos y zumbidos del último juego online de moda.

—Veis, se pasa el día con los videojuegos. Si llamo, ni va a oír el timbre.

Sacó la llave y abrió. El piso los acogió con un fresquito consolador. Dejaron los bolsos en la entrada y se dirigieron a la sala. Ahí estaba Richi, el hermano de Marta, tirado en el sofá con solo unos calzoncillos puestos y sacando chispas del mando de la consola.

—Richi, estoy en casa.

Él hizo un gesto con la cabeza y siguió jugando, la atención centrada en la pantalla y en las voces que le llegaban por los auriculares. No es tan feo , pensó Sonia. Tirillas, sí, pero si no fuera por el acné sería medio guapo. Y marca bastante paquete. Se lo imaginó follándose a Marta y volvió a excitarse.

—¡Hola, Richi! —chilló Lucía.

—¡Hostia! —soltó el mando y, mientras un alien mataba a su personaje, agarró un cojín y lo situó alternativamente sobre el pecho, el regazo, el pecho y, otra vez, sobre el regazo. Desde los auriculares llegó un claro: Tío, ¡qué haces!

—¿A qué juegas? ­—Lucía le hizo apartarse y se sentó en el sofá a su lado.

—Al Fr… al Free City.

—¿Es difícil? ¿Me dejas probar un rato?

No esperó respuesta. Cogió el mando y se puso a buscar una partida nueva.

—Es… estaba jugando con los amigos.

Uno de los amigos, que debía estar amorrado al micrófono, se dejó oír:

¿Con quién estás, tío?

—Con mi hermana y unas amigas suyas.

¿Están buenas?

—¡Tío, que se oye todo!

Lucía aproximó la cara al micro de Richi. Casi le rozó la mejilla con ella y el pecho desnudo con una de sus espléndidas tetas. Richi se puso como un tomate.

­—Sí, están muy buenas. Y ahora vete a jugar a la calle, estúpido.

Sonia se partía de risa. Marta ponía cara de pasmo. A Richi se le fue la mirada al escote de la amiga de su hermana y aspiró aire con clara intensidad.

—Ya no necesitas los cascos, Richi, ahora puedes jugar con nosotras.

Sonia se acercó al sofá para completar el cerco. Se sentó al otro lado del adolescente. Le quitó los cascos y empezó a pasarle la punta de dos dedos por el hombro desnudo.

—Tendrías que buscar un juego al que podamos jugar los cuatro.

—No sé… solo tengo dos mandos.

—A lo mejor a un juego de mesa. ¿Tenéis el Taboo? Me encanta.

Al pobre Richi los ojos se le iban del escote de Lucía a los muslos torneados de Sonia. Luego levantó la mirada hacia su hermana que, sonrojada también, estaba muy seria. Apretó con más fuerza el cojín contra la entrepierna.

Lucía tardó exactamente dos segundos en ver su personaje reducido a cenizas.

—¡Qué difícil! ¿No tienes un juego más fácil, Richi?

—¿Y si jugamos al Teto?

—Ese… me parece que no lo tengo.

—¡Ay, qué tontito que eres Richi! ¿Por qué te has puesto un cojín ahí abajo?

—Por nada… por estar cómodo.

El chico miró a su hermana, como pidiendo ayuda. Marta estaba claramente excitada, los pezones marcándosele en la camiseta, aunque intentaba no demostrarlo.

—Sácatelo, seguro que Lucía estaría más cómoda con el culito encima, ¿verdad, Luci?

—¡Ay, sí! ¡Este sofá es muy duro, Marta!

Sonia le quitó la almohada. El bulto que se marcaba en los calzoncillos era bastante prometedor. Le pasó el cojín a Lucía, que no le hizo ningún caso.

—Me está viniendo mucha sed. ¿Tú tienes, Richi? ¿Por qué no traes unas bebidas?

—Sí… será mejor… que traiga algo.

Se levantó de un salto. De pie, aún fue más visible la hinchazón de su entrepierna. Cuando se hubo ido, Lucía y Sonia se rieron.

—¿Has visto qué fácil, Marta? Lo tenemos en el bote.

—¿Os lo vais a follar?

—¿Te gustaría verlo? Parece que sí que la tiene grande.

—No todo son… pollas.

Sonia se levantó y se acercó a su amiga. Le besó la mejilla y luego los labios. Recorrió con un dedo el nacimiento de sus pechos.

­—Estás cachonda, reconócelo.

—Un poco, solo un poco.

—Más lo vas a estar.

Se quitó el vestido en un santiamén. Lucía no tardó en acompañarla. A Sonia se le hizo la boca agua cuando contempló de nuevo el sensual cuerpo de su amiga. Tenía los pechos que parecían a punto de reventar el sujetador de encaje blanco en cualquier momento.

Sonia se sentó en el sofá y Lucía se tendió, la cabeza apoyada en sus muslos.

—Tarda, ¿no? Igual ya se está pajeando.

Pero Richi volvió al rato.

—Solo tenemos Coca… ¡hostia!

Al pobre Richi casi se le cayeron las bebidas al suelo cuando se encontró a las amigas de su hermana semidesnudas en el sofá. El bulto en el calzoncillo volvió a manifestarse seriamente.

—Tráenos una Coca-Hostia, Richi, majo. ¡Qué calor!

Él recogió las latas y se acercó como un autómata. Se plantó ante las chicas, repasando claramente el cuerpo de la rubia, que abría y cerraba los muslos. Le dio una lata del refresco a Sonia casi sin mirarla; luego otra a Lucía. Esta la abrió y, al ir a beber, se les escapó una buena cantidad que le mojó el pecho.

—Uy, ¡qué torpe!

Se incorporó, mostrando aún más la contundencia de sus turgentes senos. Se los frotó para recoger la bebida y se llevó los dedos a los labios. Los pezones de la chica se marcaban claramente en el tejido del sujetador. Sonia sentía los suyos propios bien duros. La cara de Richi era la de un preinfartado y, aún más impactante, el glande de su dura polla, erguida ya como un mástil, había decidido salir a saludar por encima de la goma del calzoncillo.

—¿Por qué no le llevas una a tu hermana?

Richi despegó la mirada del objeto de su deseo e, inconsciente del espectáculo en el que se había convertido, fue a llevarle otro refresco a Marta. Esta lo recibió sin decir nada. La vista claramente fijada en la polla empalmada de su hermano.

Él se dio cuenta de su mirada y de su situación. Se echó para atrás para topar de lleno con Sonia, que se había levantado y no tardó en abrazarlo por detrás.

—Estás un poco nervioso, Richi, ¿te pasa algo?

Las manos de Sonia recorrían el pecho casi imberbe del chico. Le dio un besito en la nuca.

—No estás acostumbrado, ¿verdad?, a tener chicas guapas en casa.

—Es que… os habéis quitado… quiero decir…

Lucía apareció de repente, colocándose ante el pobre diablo.

—Uy, ¿qué es eso que sale por ahí?

—Yo… no quería…

Ella se giró para dirigirse a Marta. El culo de la diosa se ofreció a la mirada de Richi.

—Marta, ¿sabías que la tenía tan larga?

Esta, que no podía estar más sonrojada, negó ligeramente con la cabeza. Los pezones se le marcaban como dos dedos en la camiseta.

Sonia le acarició los oídos con su suave voz.

—Te pone Lucía, ¿verdad? Te follarías esas tetas, a que sí. ¿O te pone más tu hermana? Tiene un buen culo, ¿te lo follarías?

Luego se dirigió a Lucía:

—Cerdi, ¿no te parece un poco injusto que Marta sea la única que va vestida?

Antes de que esta pudiera reaccionar, Lucía se situó a su lado y empezó a tirar de su camiseta hacia arriba. Marta ni se movió. Cuando la rubia acabó de sacársela, sin demasiado esfuerzo, la mirada de la chica era como lejana, la boca entreabierta, temblaba un poco. Lucía se puso detrás de ella y le puso las manos sobre los pechos, acariciándolos suavemente por encima del sujetador, toqueteando los pezones erectos.

Sonia volvió al ataque:

—No tiene malas tetas, tu hermana, ¿se las chuparías? ¿Piensas en ella cuando te pajeas, Richi?

Las manos bajaron hasta su cintura y agarraron el elástico del bóxer. Lo fue bajando lentamente. Lucía sonrió quedamente, Marta estaba ojiplática.

­—Tienes que ver esto, Sonia.

Ella prefirió seguir ahí. Se arrodilló tras el chico y llevó sus manos hasta el falo que hasta aquel momento solo se había insinuado. Estaba durísimo, apuntando hacia arriba casi en vertical. Lo recorrió con ambas manos y se dio cuenta que era largo y fino, un estilo completamente distinto al de Carlos. Le acarició los huevos, bien cargados, mientras le besuqueba la fina piel del culo.

Lucía se acercó mientras se desabrochaba el sujetador. Richi soltó un quejido cuando aparecieron sus tetas bronceadas.

—Tía, si se la sigues tocando así se va a correr en cero.

Sonia paró. Quería que el show durara algo más. Miró más allá del chico y vio que su hermana se tocaba un poco un pecho.

—¿Qué te gustan más, Richi, las tetas o los culos? —preguntó Lucía mientras se arrodillaba ante su pobre víctima.

Sonia se puso de pie a su lado. Se quitó también el sujetador y empezó a pellizcarse levemente. La rubia recorrió con un dedo la dura verga que se erguía ante ella. Richi tuvo un espasmo y un goterón de semen asomó al glande enrojecido.

—No te corras aún, Richi. Va dime, ¿las tetas o el culo?

—La… las tetas.

—¿Se las has visto a Marta? ¿Las has espiado en la ducha? ¿O cuando se cambia?

—Yo… qué va… yo…

Para sorpresa de Sonia, Marta se quitó también el sujetador y mostró aquellos pechos pequeños pero duros. Empezó a tocárselos.

Otro espasmo se adueñó del miembro de Richi. La gota de semen resbaló por el tallo de su enhiesta verga. Lucía lo recogió y se lo llevó a los labios. Sacó la lengua y lo lamió golosamente.

—¡Mmmm! ¡Qué rico! Estás muy cargado, Richi, ¿hace días que no te pajeas? Ven, Sonia, ¿quieres un poco?

Sonia se arrodilló a su lado, besó a su amiga y compartieron el semen. Siguieron morreándose con pasión, mientras se tocaban las tetas.

—¿So… sois bolleras?

—Somos lo que haga falta, Richi. Marta, ¿por qué no vienes? Seguro que querrás verle más de cerca la polla a tu hermano.

La chica se acercó temblorosa. Las otras dos se hicieron a un lado y ella también se arrodilló ante el sexo distendido de su hermano. Lo miraba como si fuera el primero que veía.

­—Qué duro está, ¿eh? Quieres ver cómo se corre, ¿verdad, Marta?

Se giró hacia Sonia, embobada, jadeando, los pechos levantándose con cada inspiración, los pezones duros hasta lo imposible. Pensó que necesitaba solo un pelín más de combustible. Se puso tras ella y empezó a y acariciarlos y a tirar suavemente. Lucía lo remató.

—Vamos, ¿a qué esperas?

Las manos de Marta sujetaron la polla del chaval, que suspiró profundamente. Otra gota de semen surgió del meato inflamado.

—Está muy bueno, ya verás.

Marta acercó la verga a sus labios. Le dio un besito a la punta y lamió el líquido blanquecino y, de sopetón, se la metió en la boca.

—¡Aaaah, hostia, jo-deeer! —Richi se tensó y elevó la mirada al techo. Le cogió la cabeza a su hermana, que ya empezaba un ritmo de vaivén. Sonia bajó las manos, las metió bajo el short de su amiga y no tardó en masturbarle el sexo depilado. Lucía empezó a restregar como loca los pechos contra el muslo de Richi.

Se dio cuenta de que el chaval no iba a durar ni medio minuto, así que aceleró los manoseos al coño de su amiga con una mano, mientras con la otra volvía a sus tetas. Encontró el clítoris distendido y le aplicó un masaje enloquecedor.

Marta, aunque con la boca llena de polla, gemía absolutamente fuera de sí, acompasada a los jadeos de su hermano.

El clímax no tardó en llegar. Marta se corrió como una fuente en los dedos de su amiga. El orgasmo fue tan intenso que se arqueó y se apartó la boca de su hermano, aunque sin dejar de agarrarle la polla.

Richi se corrió, un chorro de semen cayó verga abajo, mojándole las manos a su hermana. El siguiente fue mucho más potente, estrellándose en la cara de Marta y en su cabello. Sonia y Lucía miraban fascinadas el espectáculo, mientras el tercer chorro volaba y le daba en el cuello a una Marta que se tambaleó y cayó de cuatro brazos al suelo. Sonia vio como aún otro chorro se le disparaba al chico y le mojaba aún más el cabello castaño a su hermana.

—¡Madre mía, qué potencia! —rio Sonia, excitada como no podía estarlo más. Lucía se estaba masturbando como una loca, las tetas frotándose contra el muslo velludo del chico. No tardó en correrse también.

Durante unos minutos solo se oyeron sus resoplidos y gemidos. Luego, Sonia, que aún andaba necesitada, se tendió junto a Marta, que intentaba recuperar el aliento. Le recogió el semen del cuerpo y el cabello y lo chupó de sus dedos mientras se tocaba a manos llenas. Los otros la miraban fascinados. Richi, joven como era, no tardó en volverse a empalmar. Lucía le empezó a acariciar la polla mientras Marta miraba todo aquello con cara de alelada.

—Vamos, Marta, ahora ya se la has chupado. Fóllatelo.

—No… no puedo. No está bien.

Sonia se quitó las bragas y las tiró al otro lado de la habitación. Las piernas bien abiertas, metió dos dedos bien adentro, frotándose todos los rincones. Richi miraba alucinado.

—Se ha vuelto a empalmar. ¡Es un máquina! Vamos, Marta, ¡no lo vas a dejar así! —la ninfa rubia se colocó otra vez de rodillas delante del chaval mientras se volvía a toquetear las grandes tetas.

—Venga, Richi, si Mahoma no va a la montaña…

El chico miró a Sonia con cara de no haber entendido la referencia. Pero el autómata que desde hacía rato que gobernaba su cerebro no tardó en hacerlo andar. Pasó ante la mirada divertida de Lucía y se acercó a su hermana.

—¡No te atrevas, imbécil!

La voz de ordeno y mando de su hermana le retuvo. Sonia empezó a entender que, de momento, aquella era una causa perdida. Así que decidió sobre la marcha:

—Si tu hermana no quiere, ¿por qué no te follas a Lucía?

—No, tía, a mí solo me folla quien tú sabes.

—¿Y si te folla las tetas? Le vuelven loco.

La cara de Richi era una afirmación con granos. La piel estaba llegando al rojo profundo. Se acercó a Lucía, pero, pequeñita como era, así de rodillas la verga le quedaba a la altura de la cara. Ella le dio dos lametones que hicieron que se estremeciera. Luego le dio un leve empujón y él casi cayó de culo. Se colocó entre sus piernas, se situó los muslos de él sobre los suyos y acercó los pechos a su polla empalmada.

No tardó en hundirla entre aquellos tiernos globos y empezar el vaivén

—¡Mmmmaaah! —el chico empezó a acompañarla con movimientos de la pelvis. El glande enrojecido sobresalía cada vez que empujaba. Sonia se levantó casi trastabillando. Se acercó a la pareja y le metió dos dedos en el sexo a Lucía mientras usaba su otra mano para darse placer.

—¡Aprovéchalo, tío, esto solo pasa una vez en la vida! —gemía Sonia, cada vez más caliente. Solo faltaba un personaje en la escena. No tardó en aparecer. Marta, fuera de sí, se puso a horcajadas sobre su hermano y bajó la ingle húmeda hasta su cara. Cuando hizo contacto con la boca de Richi, jadeó.

El chico debía haber hecho los deberes con el porno adecuado porque Marta no tardó en jadear profundamente con las caricias de la lengua de su hermano. Este sorbía, chupaba y relamía el sexo turgente de su hermana. Después de un rato, levantó los brazos y se agarró a sus pechos, masajeándole los pezones erguidos.

A Sonia no sabía qué la excitaba más, si la cubana de campeonato que practicaba su amiga del alma, lo mojado que tenía el sexo o la escena incestuosa que le ofrecían los hermanos. De pronto, se imaginó a Carlos participando en aquella orgía desenfrenada, metiendo aquella dura polla ahí donde ahora se recreaban sus dedos. Ese pensamiento la hizo correrse.

—¡Me corro, cerdi, hostia, tía!

—¡No pares, me falta poco!

Los bamboleos de caderas de Marta indicaban que estaba también a un paso. Con los ojos cerrados, la cara apuntando al techo, la boca abierta en un grito mudo, los pechos bailando entre las manos de su hermano, era la viva imagen del éxtasis.

Éste, sin embargo, se anticipó. Pegó un último culazo y el semen se vertió, sin tanta potencia como la vez anterior, sobre los cremosos pechos de Lucía. Eso desencadenó el orgasmo de su amiga, que aún mojó más los dedos que la llenaban. Marta les siguió, ahora sí gritando cuatro imprecaciones en arameo.

Igual que vino, la ola se retiró. Sonia se abrazó a las dos chicas y les besó los labios alternativamente. Marta no mostró ningún reparo, la entrepierna aún situada sobre la cara de su hermano, que debía haber aprendido también en internet a no respirar.

Tras un rato de besuqueos, se tendieron uno al lado del otro, Richi entre sus dos musas y Sonia observándolos de lado, como una maestra orgullosa a sus estudiantes tras superar un examen.

Ya en la calle, duchadas, vestidas y relajadas, Sonia y Lucía, cogidas de la mano, volvieron al bar. Se tomaron dos aguas bien frescas y parlotearon con menos discreción de la debida sobre lo que acababa de pasar.

—Estos dos acabarán follando, fijo.

—No sé, no he visto a Marta muy convencida. Para mí que no van a pasar de lo que hemos visto hoy. Cómo mucho, un 69.

—Bah, ya veremos. La verdad es que me ha puesto a tope provocarlos. ¿No te gustaría hacerlo con más gente?

—¡Cómo te gusta provocar! ¿En quién estás pensando, puti? ¿En tu hermano?

—¿Y Paula? Su hermano no está mal.

—¿Y los padres? La madre está un poco gorda, pero es guapa. Y el padre tiene un barrigón pero Paula es muy cariñosa con él. Siempre se están tocando.

—¡Ay, tía, ya me estoy volviendo a calentar!

—Sonia, ¿no estaremos un poco locas?

—De atar. Pero no cambio este morbo por nada en el mundo. Y no renuncio a volver a jugar con tus padres.

—Lástima que durante el curso no tendremos tanto tiempo para liarla.

—Tiempo habrá, Luci. Si se busca, se encuentra.

Para mi musa, allá donde se esconda

A mis ya antiguos lectores, siento haber tardado tantísimo. Acháquenlo a falta de inspiración y lío en el trabajo (todo hay que decirlo, más lo primero que lo segundo). No estaba seguro de por donde continuar y empecé a escribir esta parte ni más ni menos que en abril. Lo dejé porque no me convencía; luego, este verano volví a ella y me divirtió. Pensé que si me divertía a mí, no debía estar mal, así que he acabado por volver a la piscina. Vosotros diréis si está a la altura o esto empieza a parecer una de esas series de la tele que ya no saben cómo continuar (que, en parte, es verdad).

Lo que sí diré es que con este final más o menos abierto, casi prefiero dejarlo aquí. Me gustaría probar algo parecido pero con personajes diferentes. O historias sueltas. O personajes reales o de ficción (que no sea otro Harry Potter, que ya hay un montón). El tema de esto que llaman por aquí amor filial (¡tan fácil que es decir insecto, jeje!) no lo abandonaré porque es lo que más me pone y me gusta escribir sobre lo que me pone (aunque a veces me obliga escribir a plazos, que uno no es de piedra).

Bueno, no me enrollo más. Espero que os haya gustado y como siempre podéis criticar y sugerir, aunque también como siempre os haré un caso relativo. Gracias por dedicar vuestro tiempo y calentura a un servidor. ¡Y hasta la próxima! (¡que no tarde tanto!)