Un verano caliente - 4

En mi casa de la sierra me muestro y sigo encontrando sexo, siempre hay oportunidades que no se deben desaprovechar.

EN EL CHALET - 1

Al regreso de las pequeñas vacaciones en la playa, nos fuimos todos a la casita de la sierra y mi marido regresó el domingo por la noche para estar en el trabajo el lunes, y nos quedamos solos mi hijo y yo.

Nos levantábamos tarde y después de arreglar un poco la casa, íbamos a la piscina, él a nadar y tirarse, salpicando a todos los lados, y yo a tomar el sol. Normalmente me quitaba la parte de arriba del bikini, mi hijo está acostumbrado a verme así, pero a veces venían los nietos del vecino a jugar con él y me lo tenía que volver a poner. Me daba tiempo de sobra para vestirme mientras los chicos subían, había 50 ó 60 metros de cuesta desde la puerta de la calle hasta casa.

Cuando mi hijo iba a su piscina a pasar la mañana, me quitaba todo, para que no se me notaran las marcas del bikini y al regresar, si venía solo, me encontraba desnuda tomando el sol, pero si estaba acompañado, tocaba el timbre de la bici para avisarme desde la puerta. Por las tardes mi hijo se quedaba viendo la tele o leyendo, hasta la hora de merendar y entonces también me quitaba el bikini. Me había visto desnuda mas de una vez, pero estaba más cómoda y prefería hacerlo cuando él no estaba delante.

Una tarde, cuando estaba colocando la toalla en la tumbona, me pareció ver movimiento en la parte exterior, así que me demoré un poco en quitarme el sujetador  y cogí una revista para disimular y poder observar si había alguien mirando.

Efectivamente, al cabo de un rato pude ver a los dos chicos de al lado, detrás de unas piedras, intentando verme las tetas, aunque a la distancia que estaban poco podían apreciar. Cuando me pareció que se iban, esperé un poco y me quité lo de abajo. Así estuvimos varios días, aunque pienso que no se iban cuando yo pensaba, porque una vez, estando desnuda, me levanté para refrescarme y les vi claramente detrás de unas piedras, intentando esconderse.

No me iba a pasar todas las tardes del verano pendiente de unos críos, el mayor tendría trece años, así que dejé de preocuparme y todos los días me desnudaba nada mas llegar.

Creo que mi marido también se dio cuenta uno de los fines de semana que vino, porque me preguntó si sabía que tenía espectadores. Me hice un poco la sorprendida y le expliqué quien pensaba que eran, los críos tenían más curiosidad que malicia.

Un día que estaba dentro del agua, relajándome en el borde, les oigo de pronto a mi lado, se conoce que querían ver con más detalle y no habían hecho el más mínimo ruido:

  • hola, venimos a despedirnos, nos vamos mañana

  • pasar a casa, está dentro viendo la tele.

Me sumergí como pude, mas que nada para cubrir las apariencias, porque no tengo ni idea el tiempo que podían haber estado allí sin que me percatara de su presencia.

Mi hijo, sin los vecinos, empezó a aburrirse y me pidió que le llevara con los abuelos unos días, para ver a sus amigos de allí. Me pareció que podía estar con ellos en lo que quedaba de mes, así que lo hice y después estuve unos días con mi marido y arreglando un poco la casa y el jueves nos fuimos los dos al chalet, hasta el lunes que volvía al trabajo.

El viernes, antes de irse, pasamos los dos a saludar a los vecinos. Tienen cerca de sesenta años; ella es del lugar y se notaba muy de pueblo, pero él, Pablo, es muy sociable y hablador, le gustaba ejercer de anfitrión. Tiene una bodega con varias tinajas de barro, se hace su propio vino y siempre que íbamos a verle volvíamos cargados de botellas.

Mi marido dice que todas las veces que le visitaba intentaba emborracharle. Cuando nos despedimos le dijo que no se preocupase, que cuidarían de mí.

El sábado por la tarde, cuando ya abandonaba la piscina oí bastante movimiento y jaleo al lado. Solían hacer fiestas con bastante gente, amigos del pueblo y de su peña, demasiado estruendosas y duraban a veces casi hasta la madrugada.

Me llamó por teléfono para que bajara a tomar algo con ellos y pasar un rato y aunque le dije cien veces que no, al final tuve que ir.

Había quince ó veinte personas, pero iban apareciendo más. Llegamos a juntarnos cerca de cuarenta y circulaba el vino como si fuera agua. Yo agarré un vaso y me senté donde la vecina y otras señoras, porque no conocía a nadie. Intenté no beber mucho, pero Pablo estaba todo el tiempo con la jarra en la mano, de un lado para otro, persiguiendo vasos vacíos.

Cuando le dije que prefería sangría o un refresco porque hacía demasiado calor, todas las señoras del corro me dieron la razón y empezaron a hablar del tiempo, pero él las interrumpió diciendo que si teníamos calor, lo que teníamos que hacer era quedarnos en braguitas.

  • sí, que mas quisieras vernos en bragas a todas. Además a nuestra edad no vale la pena.

  • si acaso a tu vecina o a fulanita – dijo una de ellas, a la que, efectivamente, no creo que fuese muy agradable verla de esa manera.

  • a la vecina la veo en bragas todos los días en la piscina, animaros alguna otra.

Era una tontería y un farol. Desde su casa no se veía mi piscina, y encima, si de verdad me hubiera visto, habría sido con bastante menos ropa.

Uno de los hombres que estaba a su lado va y dice entonces:

  • en realidad no hace falta ir a su piscina para verle las bragas, de hecho…

Y se agachó un pelín, ladeando la cabeza hacia mi falda abierta. Otros dos o tres hombres que estaban cerca hicieron lo mismo, hasta que un rato después me di cuenta de qué iba la cosa y cerré las piernas, estirando como pude la faldita, tal vez demasiado corta.

Acabó la broma y continuamos con nuestros temas, aunque de vez en cuando descubría alguno con su mirada entre mis piernas, que no podía estar tapando toda la noche.

Eran más de la doce cuando me acerqué a mi vecino para despedirme y pedirle una linterna, porque me daba miedo volver por el camino de tierra y sin luz hasta mi casa y además, creo que el vino se me iba ya subiendo a la cabeza. Estaba hablando con dos hombres y me entretuvo un poco porque yo le había comentado que quería hacer algunas chapuzas en casa y ellos eran albañiles. Les conté más o menos lo que quería hacer y se comprometieron a venir a verlo entre semana, cuando tuvieran un rato.

Cuando volvió Pablo con la linterna, ellos dijeron que ya se iban también, pero que antes me acompañarían a casa, por si salía algún bicho. Me notaba algo mareada y la verdad es que también algo asustada, nunca había ido por ese camino de noche y todo era monte alrededor, de modo que acepté reconocida.

Son casi 100 metros hasta mi casa, de forma que agradecí mucho ir acompañada, y no estuve tranquila hasta que abrí la puerta de casa y encendí una luz en la terraza. Esperaron fuera mientras yo iba iluminando dentro por si acaso les necesitaba y luego salí a despedirme y darle las gracias.

Estaban sentados, admirando la vista nocturna. Era una noche ardiente, pero preciosa: las luces del pueblo se veían abajo y, abarcando casi todo el horizonte, las de Madrid y los pueblos de alrededor.

Comentaron la paz del lugar y lo bien que se estaba allí sentados, disfrutando del silencio.

Como parecía que no se querían ir, les ofrecí una bebida. Saqué unas cervezas y me senté en otra silla a  su lado, y nos quedamos mirando los tres, sin hablar y así me quedé casi dormida.

Tuve un sueño erótico, en el que mi marido iniciaba los preliminares para una buena sesión de sexo. Pero era demasiado real y desperté sobresaltada al sentir unas manos introduciéndose en mi rajita, alguien había apartado mis bragas, mientras el otro me había quitado la camiseta y chupaba y mordisqueaba mis tetas.

  • pero que hacéis. No, por favor…

  • solo un ratito, es que estas muy buena…

No me hicieron caso y me acabaron de quitar la camiseta y las bragas. Pasaban de arriba a abajo de mi cuerpo y, en una de esas, uno se bajó los pantalones y se acercó a mí, con el miembro rígido y dispuesto. Como no estaba mi marido, no tomaba precauciones y se lo dije, cerrando las piernas.

Se permitieron el lujo de chorrearme por mi falta de previsión, pero me tranquilizaron que no se correrían en mi interior, abriéndome las piernas, mientras el otro me sujetaba por detrás, agarrado a mis tetas. Fue entrando poco a poco, así que me recosté hacia atrás y me dispuse a disfrutarlo.

El otro me soltó cuando vio que ya la tenía dentro, acercó su pene a mi cara y se lo chupé un poco hasta que se la puse dura, luego lo agarré con la mano y me dedique a masturbarlo. No tenía yo el cuerpo para muchas juergas y pensé que lo mejor era acabar cuanto antes.

Según se la movía, iba engordando, acabando por coger un grosor considerable, aunque era mas corta que otras que había tenido antes en mis manos.

No aguantó mucho mis manejos y empezó a escupir y soltar chorros por mi cara y mi pecho. El otro se contagió al verlo, la sacó precipitadamente, y acabó por ensuciarme el resto del cuerpo.

Mientras se ponían los pantalones me volvieron a chorrear por mi falta de previsión, diciéndome que me había perdido la noche de mi vida, y que había que estar siempre dispuesto que nunca se sabe lo que puede pasar. No creo que hubieran podido hacer más de lo que hicieron, porque si yo estaba bebida, ellos, aunque se les notase menos, estaban algo peor.

Entré y cerré la puerta, antes de irme a dormir. Durante la noche me sorprendí pensando en que podía haber estado bien si llegan a estar mas serenos y hubiéramos tenido oportunidad de hacerlo adecuadamente. Estaban bien armados y aunque olían muy mal, les podía obligar a lavarse un poco antes de empezar.

A lo mejor tenían razón y debía de estar siempre preparada, al fin y al cabo, después de lo sucedido el mes anterior en la playa, la sensación de engañar a mi marido no era apenas perceptible en mi conciencia, en la poca conciencia que todavía me quedaba.

Volvieron el jueves, supongo que pensando en rematar la faena, porque capté su cara de decepción cuando se encontraron con mi marido que regresaba para el fin de semana y se había adelantado un día.

Les dijimos lo que queríamos y acordamos el precio. En dos o tres días, después del trabajo, lo harían, y además quedaron muy bien diciendo que intentarían venir el sábado, aprovechando que estaría él, y si no, el lunes sin falta. Mi marido picó, diciéndoles que podían venir cuando quisieran porque entre semana estaría yo, aunque él se fuera el domingo.

No hace falta decir que el sábado no aparecieron, pero si el lunes, a media tarde. El martes volvieron a la misma hora y lo dejaron casi acabado.

Ese horario me venía muy bien, porque podía tomar el sol todo el día y estar arreglada cuando llegaran, por eso cuando el miércoles aparecieron a media mañana, me pillaron en la piscina totalmente en pelotas; apenas me dio tiempo para ponerme algo por encima mientras aparcaban la furgoneta.

-no se preocupe señora, solo hemos venido a rematar unas cosas a limpiar un poco y a cobrar

Según le estaba pagando al mayor, el más joven me preguntó si podía ducharse en la piscina, habían venido nada mas acabar el otro trabajo y no les dio tiempo para asearse en casa. Se lo concedí, claro, y él se fue para allá.

El jefe guardó el dinero y después de recoger las herramientas, se desnudó completamente, sin importarle que estuviera yo delante, y se fue también a la ducha.

Ese día yo si había tomado precauciones y sabía que venían a algo mas que cobrar, y se confirmó cuando se desnudaron del todo para ducharse, así que me tumbé en la hamaca y esperé acontecimientos.

El chico, sin secarse, se acercó a mí y empezó a acariciarme por encima de la ropa, mientras el otro se enjabonaba debajo del agua. Cuando terminó y se acercó a mí, me levanté y me quité la camiseta y las bragas y me quedé quieta, esperando de nuevo.

Se quedaron un poco cortados, aunque les duró poco. Enseguida se echaron sobre mí y empezaron a manosearme. Verme allí, desnuda a la luz del día, les puso a tono muy rápido y pronto me tumbaron en la hamaca.

Sin preocuparse de si yo estaba dispuesta, el mayor me abrió bien las piernas, sin dudarlo, y de golpe la metió y rápidamente comenzó un mete y saca violento, golpeando sus muslos contra mi culo, moviendo todo mi cuerpo con sus empujones.

Debía de salir humo porque yo me sentía arder. Noté los primeros brotes de placer, pero no me podía concentrar, porque estaba más pendiente de no caerme al suelo que de otra cosa. Al final se salió y me lo echó todo por encima, mientras se la sujetaba con la mano, respirando fuerte y agitándose.

Mientras se sentaba en el borde de la piscina para coger aire, el otro me dio la vuelta para no mancharse y desde atrás la dirigió decidido hacia mi entrada, antes de que se enfriara. Me agarró el culo con una mano, y con la otra me abrió un poco para apuntar mejor, luego fue empujando despacio, sintiendo como entraba, hasta que quedó bien pegado a mi trasero.

Entonces fue moviéndola poco a poco, apreciando con su pene cada parte de mi interior como si fuera un pincel, explorando y jugando dentro.

Pasaba sus manos por mi culo, me apretaba contra él y cogía mi cintura estrecha, resbalando sus manos hacia atrás para abarcar toda la redondez de mi trasero. Era delicado y me gustaba, notaba en las paredes de mi vagina el roce de su pene; me daban escalofríos y temblores a pequeños intervalos. Pensaba que con lo rápido que fue el otro a lo mejor con este conseguía algo más que un polvo rápido y mal echado.

Siguió así un buen rato, hasta que de pronto empezó a bufar y se recostó sobre mi espalda para cogerme con fuerza las tetas. Fue acelerando el movimiento dentro de mí y yo iba notando como me volvía loca de placer.

Apretó mis pezones y empujó mas fuerte hacia dentro, chocando con mi culo en golpes secos que se fueron espaciando, poco a poco, hasta que sintió como me vino el orgasmo, que me duró hasta que él se salió, igual que el otro, y me cubrió el culo y la espalda con su semen.

Permanecí tumbada unos minutos, en los que sentía resbalar por mi cuerpo goterones espesos y mi barriga pringosa sobre la toalla, luego me levanté y en la ducha de la piscina me lo fui quitando; estaba pringosa y sudando y me tuve que restregar un buen rato para sentirme limpia

Los observaba nadando dentro de la piscina, se lavaban sus partes y reían, ignorando que yo estaba allí fuera viéndolos, como si fuera algún adorno. Lo mejor era quitarse toda la porquería, que ya se estaba secando, y meterme dentro de casa a vestirme.

Les vi mirando hacia mí, como me frotaba el pecho y el vientre y mi piel brillaba, mojada por el agua de la ducha mientras recibía los rayos del sol. Metí la mano por abajo, para restregarme y refrescarme donde ellos estuvieron un momento antes, todavía estaba un poco sensible y preferí no tocarme demasiado para no darles un espectáculo.

Al acabar me fui hacia la casa, a por una toalla nueva. Estaba secándome en el salón y aparecen los dos, desnudos y mirando mi cuerpo, otra vez con ganas.

  • bueno, señora, va usted a quedarse bien satisfecha con nuestro trabajo; ya lo verá.

  • ¿pero es que no han tenido suficiente? Yo estoy cansada, váyanse.

  • Que dice… lo de antes ha sido un precalentamiento, para ir conociéndonos.

  • si señora, ya verá, ahora es cuando usted va a disfrutar de verdad…

Lo cierto es que si disfruté. Abrieron una caja de preservativos y cuando se fueron, cerca de dos horas mas tarde, no quedaba ni uno. Empezamos en el tresillo, me tumbaron y uno se dedicó a comerme la almejita mientras el otro me chupaba las tetas, intentado metérselas enteras en la boca.

Luego, por turnos, fueron introduciéndomela, para irse calentando y a mí me pusieron a tope, hasta que uno se quedó fijo y no se cambió hasta que se corrió.

Luego le tocó el turno al más viejo, que primero me chupó bien a fondo todo mi agujerito, metiendo bien la lengua por dentro y luego se tumbó y me dijo que me tocaba chupar a mí.

No le hice caso y me senté encima de él, se la cogí con la mano y me la fui metiendo despacio, subiendo y bajando, sin dejarle que me agarrase con sus manos, ni se moviera como antes en la piscina, y fui yo la que se lo fue follando. Hasta que no sentí el orgasmo no le permití que me tocara.

El joven ya se había recuperado algo y me lo volvió a hacer, pero esta vez por delante, con mis piernas en su cintura. Duró mucho tiempo, le costaba recobrarse, de modo que yo volví a calentarme otra vez.

No creí que pudiera sentir deseo de nuevo, después de tres o cuatro orgasmos que ya había tenido esa tarde, pero así era. Como le veía cansado hice lo mismo que con el otro: le tumbé y me puse encima. Sentí un pequeño orgasmo y el debió correrse también, pero se desinfló en seguida: tuvo un par de espasmos y cayó sin fuerzas.

Estuvimos cinco o diez minutos, cada uno en un sillón, sin movernos, hasta que al fin me levanté, me enrollé la toalla y les largué fuera, para que se vistieran en la terraza, sin permitirles ni lavarse. Me puse un bikini y me fui a tomar el sol hasta que se hizo de noche.

Cuando llegó mi marido el viernes, como supuse que le gustaría un poco de picante, le dije que el último día me habían pillado desnuda en la piscina y les había dejado tocarme. Me hizo que le contara detalles, mientras tocaba mi cuerpo desnudo, tumbados ambos en la piscina. Mientras le relataba lo que se me iba ocurriendo, simulando con mis manos lo que pasó, no apartaba la vista de mi cuerpo ni de mis gestos. Al acabar, me dijo que era imposible que no hubiera pasado nada más.

  • bueno, les dejé que la metieran un poquito, pero enseguida les mandé a trabajar.

  • ¿no lo intentaron ninguna otra vez?

  • se acercaron a la piscina un par de veces, pero yo ya me había puesto el bikini.

  • pues yo no me hubiera ido sin echarte un buen polvo.

  • ya ves…se tuvieron que conformar con tocarme un poco las tetas antes de irse.

  • me imagino que se irían bien calientes entonces, se follarían lo primero que encontraran por el camino.

  • no te preocupes, la próxima obra que tengamos que hacer, ya procuraré que se vayan bien satisfechos.

  • entonces me veo que los tenemos aquí todo el día haciendo arreglos.

Por la noche, después de una buena sesión de sexo, me salta, medio dormido:

  • oye, explícame cómo es eso de meterla un poquito, no lo entiendo.

Creí que se había olvidado de ese detalle; la verdad es que no se lo supe explicar.