Un verano caliente - 2

Una aventura agridulce con dos hombres con los que tuve sexo y diversión.

PISCINA

Ese fin de semana de mitad de mes, vino mi marido a pasarlo con nosotros, y luego no volvería hasta finales, para recogernos y empezar las vacaciones. Estábamos acostados en la cama y mientras él me tocaba con sus manos, me pregunta.

  • ¿Qué tal te lo estás pasando?

  • pues aburrido, sobre todo por las noches. Quiero que estemos juntos pronto, te echo de menos.

  • ¿no llamaste a Ely? Sal algún día, ya queda poco hasta final de mes.

  • si, la llamé y estuvimos una noche por ahí de juerga y todo.

  • eso está bien. No te quedes en casa, diviértete lo que puedas, y cuenta...¿qué tal fue?.

Su primera reacción fue apretarme más la teta con su mano y acercarse a mí para que le contase detalles.

  • dos chicos nos sacaron a bailar, ya sabes, acercándose como cuando éramos jóvenes, con preguntas tontas, miradas, toqueteos y esas cosas.

Al sentir su pene endurecerse, decidí contarle un poco más.

  • escucha, te cuento todo. Durante el baile me tocó el culo por encima de la falda, incluso me sobó un poco la teta. Yo le quité la mano un par de veces, por supuesto, y pensé que no estaba bien en una mujer casada y además me podía ver cualquier conocido. No sabía si dejarle un poco porque me excité ligeramente al sentir su mano.

  • ¿te lo estás inventando? ¿Ocurrió así de verdad?

  • me levantó la falda para tocar mis bragas, ya sabes que yo en verano uso faldas muy cortas, y entonces le paré y le dije a Ely que nos fuéramos.

  • pero hombre, cuando estábamos en lo mejor, ¿Cómo no seguiste para ver hasta donde llegaba?

Sentí el pene de mi marido pegar un brinco de excitación y su mano introduciéndose entre mi culo, pero se me ocurrió que no debía contarle mas detalles, con eso era suficiente por hoy.

  • ¿a lo mejor querías que me hubiera dejado?

  • no, no creo. Pero me excito cuando me cuentas esas cosas.

  • o sea, que te ha provoca lo que te contaba

  • es que ha sido como una novela erótica, pero no sé si ha sido excitación o celos o qué. Casi me alegro que no pasaras de unas caricias o besos.

Yo sabía de sobra que él pensaba así y realmente no me sentía tan culpable como hace unos días, pero quería oírselo decir con claridad, porque lo que me preocupaba no era lo que había hecho con ese chico, sino que no fui capaz de pararlo, cuando iba viendo, por momentos, lo que iba a ocurrir.

Pasaron dos días sin ver a mi prima y una tarde me llamó. Quedamos en una terraza, cuando ella acabara el trabajo. Al ratito de sentarme llegó, nos dimos un beso y después de contarnos los últimos chismes me preguntó directamente:

  • ¿de verdad te gustó lo del otro día? ¿No tienes remordimientos? ¿Y si se entera José?

  • sí, tranquila, fue genial, y no me remuerde nada, y cuando pienso que no estuvo bien, me digo que en realidad fue solo sexo y lo disfruté, gocé el momento y me quedé tan a gusto, fue incluso bonito; y en cuanto a tu pareja, el pobre, casi me alegro que no se fuera a su casa con dolor de pito.

  • eres tremenda. ¿Y lo último?

  • Ah… bueno, él no es celoso, pero vamos, no tiene por que enterarse y yo no pienso contárselo; de momento…

  • ¿tú crees que no le importaría?

No quise decirle que le había contado una historia descafeinada de lo ocurrido, podía pensar cualquier cosa de nosotros o de nuestra relación. Preferí esperar a ver qué pensaba ella de todo antes de tomar alguna decisión al respecto.

  • bueno, en realidad, es él el que me induce a hacer algunas cosas. En la playa insiste en que me quite la parte de arriba, quiere que me ponga morena toda y no le importa que la gente me mire.

  • ¿haces siempre topless?

  • no siempre, es una playa un poco familiar y hay veces que da corte. El no dice nada entonces. Pero el año pasado, en Lanzarote, se empeñó en que tomara el sol desnuda.

  • ¿y lo hiciste? ¿Desnuda del todo?

  • del todo. Había ya mucha gente así, de modo que cerré los ojos y me quité todo. Se estaba bien, nadie miraba a los demás y acabé con un moreno de película. Ya te enseñaré algunas fotos, porque me hizo un buen montón; a mí y a todas las que estaban cerca.

  • bueno, pues de eso precisamente quería hablarte ¿te apetece venir a la piscina de unos amigos a tomar el sol por las tardes?

  • hombre, pues así ya iba cogiendo color. Cuéntame qué de amigos son.

  • pues verás: a veces salgo con uno de los médicos del hospital. No es de aquí, está haciendo las prácticas. El y un compañero han alquilado un chalecito en las afueras, con piscina, y vamos algunas tardes.

  • ¿y qué pinto yo en eso?

  • ayer me dijo que si tenía alguna amiga para acompañarnos, porque su compañero de piso parece que va siempre de carabina.

  • ¿y vas en serio con él?

  • pues en principio me gusta, no me importaría, pero lo mismo al terminar las practicas se va, sin mas, y prefiero no hacerme ilusiones. ¿Qué me dices?

  • bien, de acuerdo pero hay un problema: como no lo tenía proyectado, no tengo ningún bañador.

  • eso está resuelto ya. Vamos a casa un momento y te pruebas los míos a ver cuál te gusta.

Ya en su casa, tiró de un cajón y sacó un montón, todos bikinis; mejor, yo los prefiero a los bañadores enteros, por lo menos mientras siga teniendo buena figura. Me desnudé y empecé a probármelos mientras ella me ayudaba. Casi todos me venían un poco grandes de braga y pequeños de sujetador, pero tapaban lo que había que tapar y tampoco me quedaban tan mal. Solamente al agacharme, a veces se abría un poco por debajo y se me veía algo de pelillo. Pensé que tendría que recortármelo un poco.

Quedamos en que ella pasaría a recogerme nada mas salir del trabajo, sin pasar por casa, y nos iríamos en su coche directamente a la piscina y justo al día siguiente estaba a la puerta de la calle con total puntualidad, me subí al coche y nos dirigimos a casa de sus amigos. Estaba a unos cinco kilómetros, en mitad del campo, en una parcela muy grande y llena de árboles.

Nos estaban esperando y se presentaron: Mario, el amigo de Ely y Juan, su compañero de piso. Estaban ya en bañador y sus músculos resaltaban, sin exagerar, pero bien puestos. Los dos eran muy fuertes.

Fuimos hacia la piscina: era preciosa, casi de fantasía, con cascadas y un espacio verde al lado, perfecto para tomar el sol. Extendimos las toallas y pusimos las bolsas al lado, dejándoles sitio a ellos. Ely entró en el vestuario que estaba a un lado, para cambiarse y yo, como ya venía preparada de casa, me saqué el vestido por arriba, me ajusté un poco el bikini y me senté en la toalla.

Mientras, uno de ellos puso música bajita en un equipo que tenían en el vestuario y el otro traía una neverilla con unas latas de refrescos para que nos sirviéramos cuando quisiéramos. Al tiempo, salía Ely también y nos tumbamos los cuatro, nosotras dos en medio.

Llevábamos casi media hora quietos y se notaba el sol, de modo que me incorporé para echarme algo de crema protectora. Ely, al verme coger el tubo me dijo que la echase a ella por la espalda primero y luego me ponía ella a mi.

Me agaché a su lado, se desató el sujetador y se estiró para que se lo pudiera hacer bien. Luego yo me tumbé, me desaté también el lazo de la espalda y estiré mis brazos hacia abajo. Ely se incorporó, sin abrocharse el sujetador, con lo que sus tetas y las tiras sueltas me rozaban de vez en cuando; después se tumbó, colocó la tela en su sitio y nos dispusimos a tomar otra ración de sol.

Ellos, mientras, habían callado, y nos observaban hacer atentamente. No me dio la impresión de que estuvieran demasiado pendientes de nosotras. Ely hablaba con Mario, y Juan y yo permanecíamos largos ratos en silencio.

Nos metimos en el agua, charlábamos de vez en cuando, y así pasó la tarde muy agradablemente. Antes de irnos, nos tomamos algunas latas y sacaron algo para picar; después Ely pasó a cambiarse, yo entré con ella pero solo me volví a poner el vestido por encima.

Nos agradecieron la compañía y nuestra bella presencia, les tuvimos que prometer que volveríamos todos los días. No nos costó mucho hacerlo, nos dimos unos besos de despedida y nos fuimos. En el coche, camino de casa hablamos del sitio, de los chicos, comparamos nuestro, todavía, escaso moreno y le dije que por mi parte estaba dispuesta a volver todos los días que quedaban del mes. Al bajar del coche noté que tenía el culo mojado, lo sentí fresquillo; no se me había secado del todo la braguita y me dirigí al portal corriendo.

El día siguiente fue casi igual, pero más previsora, metí una muda en la bolsa, y al acabar el día nos metimos las dos en el vestuario, nos quitamos el bikini húmedo, nos pusimos las bragas y el vestido y nos despedimos de ellos con los dos besos de rigor.

Fue al cuarto o quinto día, cuando íbamos a echarnos la crema bronceadora, que ellos nos pidieron que no nos moviéramos, que se encargaban ellos de hacerlo. Bueno, más cómodo así. Nos tumbamos boca abajo, nos soltamos las tiras y nos dejamos extender la crema. A nosotras nos gustó, pero supongo que a ellos más todavía.

En uno de los momentos de la conversación, Mario dijo:

  • ¿por qué no tomáis el sol sin la parte de arriba? Es más sano y bonito.

  • no se…

  • Ely, tu lo hacías antes, cuando venias sola.

  • ya, pero no quiero imponer a mi prima, ni obligarla, solo porque a mí me guste.

  • no te sientas coaccionada por mi – le dije – tu ponte a gusto.

  • y tú, ¿no decías que en la playa lo hacías?

  • esto no es la playa

  • bueno, no hay arena, pero por lo demás hay agua, sol y poca gente.

  • ya.

Seguimos así, pero cuando me di la vuelta para tomar el sol de cara ya me había decidido: dejé el sujetador a un lado y me quedé con las tetas al aire. Ely se sonrió y me imitó.

Al rato, cuando me estaba incorporando para echarme el bronceador, Juan se adelantó, cogió el tubo, me echó un buen chorro por encima y me lo fue extendiendo meticulosamente por todo el cuerpo. Lógicamente se preocupó de que a mis tetas no les faltara una buena ración y no dejó ni una parte de mis muslos sin cubrir.

Por supuesto que me gustó; mi marido lo hacía siempre, aunque yo me enfadaba si me echaba demasiado por el pecho. No le importaba, aunque fuera sin crema me las tocaba bien. Mario dijo:

  • mañana me toca a mí.

Nos reímos los cuatro. Esa tarde, los besos de despedida me pareció que se habían acercado algo mas a la boca…

Al día siguiente, ya directamente, en cuanto nos tumbamos, esta vez sin la parte de arriba, cogieron cada uno el frasco de crema y se dedicaron a cubrirnos bien. Cada vez que nos dábamos la vuelta ellos estaban listos con el frasco en la mano.

Fue en una de esas, cuando estaba boca abajo y Juan me iba dando crema, que sentí sus manos tocándome el culo en toda su redondez. Pensé que se me habían soltado las bragas, pero no: sentía la goma en mi cintura. Entonces me di cuenta de que el bikini que me había puesto hoy me venía un poco mas grande que los anteriores y el borde de las piernas estaba levantado, dejando totalmente a la vista mis cachetes. Le miré con un gesto como simulando enfado, pero él se rió, se puso un dedo en los labios y siguió por mis piernas.

Era agradable sentir sus manos. Notaba como los pezones se ponían de punta, como cuando entrábamos en el agua. A mí me daba vergüenza si en ese momento me miraban, porque se quedaban muy pequeñitos y arrugados y notaba un cosquilleo que siempre pensaba que se tenía que notar en mi cara.

A mi prima también le pasaba, empecé a fijarme, y aunque ellos miraban nuestros pechos, era irremediable, no eran insistentes ni demasiado incomodo.

Llevábamos un rato chapoteando en la piscina  y yo fui la primera en salir. No utilicé la escalerilla, me apoyé con las palmas en el bordillo y cogiendo impulso me icé de un salto sobre el bordillo. Esa decisión fue desastrosa, porque según yo ascendía, mis bragas, deslizándose por mis piernas, se quedaban abajo, cayendo lentamente hasta el fondo. Estaba en una posición ridícula, quieta, con el culo al aire, de espaldas al agua y viendo cómo caía el bikini sin atreverme a bajar a por él.

Era consciente de que los tres me miraban, miraban mi culo redondito, brillante al sol, y así medio agachada estaba claro que se apreciaría totalmente mi coño sobresaliente entre los muslos, y yo horrorizada sin atreverme ni a salir ni a volver a entrar

Risas y gritos de – por fin esto se anima – y yo, colorada, salí al césped, me senté y recogí las piernas hacia mí, para evitar que vieran mas. Siguieron con las bromas, y los chicos buceaban para intentar recuperar mis bragas, que al fin rescataron. Me las dieron entre risas, intentando levantarme para ponérmelas entre todos; yo me resistía, no quería que se aprovechasen, hasta que me dejaron al decir Mario:

  • tienes razón. Venga, todos iguales.

Y se quitó el bañador. Los otros dos le imitaron rápidamente y después de brincar un rato en bolas por el césped, se tumbaron a tomar el sol.

No me quedó mas remedio que levantarme y así, desnuda también, tumbarme a su lado.

Ese día, apenas me volví boca arriba. Ellos se daban la vuelta, y observé un par de aparatos, que en estado flácido, se veían de buen tamaño. No me atrevía a mirar, lógicamente, pero al hablar con ellos se me iba la vista sin querer, pero ninguno de los dos hizo el menor gesto de que advirtiese mi mirada.

Ely se volvía y enseñaba todo. Parecía bastante natural y me imaginé que no era la primera vez que lo hacia delante de ellos. Lo normal, conociéndose desde hace tiempo y viéndose todos los días, es que tuviera la suficiente confianza para hacerlo, pero al ir yo, me imagino que por un poco de respeto hacia mí, se pusieron el bañador.

Mi incidente fue la excusa para quedarse como habitualmente estaban. Ya le preguntaría a Ely, que me volvió a sorprender, al acabar la tarde, cuando recogíamos para irnos.

Siempre se metía en el vestuario y allí se cambiaba y colocaba la ropa de calle, sin embargo ese día no lo hizo así, y me volvió a dejar un poco fuera de juego.

Como estaba desnuda, se secó con la toalla, se puso de pie y empezó a recoger. Después se puso las bragas, allí, delante de ellos que no perdían detalle, se puso el pantalón y la blusa y se peinó un poco.

Bueno, a mi me daba todavía un poco de corte vestirme en su presencia, pero tuve que hacer mas o menos como ella, solo que me puse el vestido primero y a continuación, sentada, las bragas, procurando que apenas se viera la operación. Estuvieron un rato boca abajo mientras acabábamos de asearnos y no me extraña porque yo me sentía más excitada que violenta. Los besos sí fueron, esta vez sin disimulo, en los labios.

En el camino, Ely me comentó que ella pensaba que lo mejor ya, era tomar el sol en pelotas, total, ya lo habíamos hecho hoy y no se había hundido el mundo, y era verdad que se estaba más a gusto así. Yo, como siempre, no estaba muy conforme, y dudaba si debía imitarla, pero la única opción entonces sería dejar de acompañarla, o hacer el ridículo, la única en bañador de los cuatro. Bueno, me lo pensaría por la noche

Por eso, cuando al día siguiente, nada mas llegar se desnudaron totalmente los tres y se tumbaron, yo todavía me dejé la braguita puesta. Nadie hizo ningún comentario, ni tampoco cuando me decidí y me la quité un poco después, pero la tarea de extender el bronceador me pareció ese día un poco más atrevida y excitante. El resto del día siguió también un poco más loco: sin darnos ya vergüenza, nos tirábamos desnudos al agua, el cambiar de postura no iba seguido de una comprobación de que no se viera más o menos, y todo transcurría con naturalidad.

Una de las veces, al acabar de ponernos el bronceador, se me ocurrió que podíamos echárselo nosotras a ellos, así que ni corta ni perezosa me puse al lado de Juan y empecé. Me agradaba tocar su cuerpo, sus músculos. Mi marido es más bien delgado. Como tengo las manos pequeñas tardé mucho. No me importaba, me gustaba tocarle, pero cuando llegué a su vientre vi que a él también le gustaba que le tocase: su pene ya no estaba flácido, iba adquiriendo un tamaño mas que regular y se levantaba despacito, conforme yo lo rozaba sin querer, al darle crema en las piernas.

  • perdona – me dijo – pero llevas tanto tiempo tocándome que no puedo evitarlo.

Lo dejé inmediatamente y me disculpé

  • lo siento, Juan, pero es que eres tan grande.

  • ¿a ti te lo parece? – Se sonrió – no creo que sea tanto

  • por lo menos el doble que yo.

Siguieron unos días normales. Había veces que nos poníamos las braguitas del bikini, o porque era necesario o por ver que se excitaban más de lo debido.

Una mañana llama Ely para decirme que Mario y ella saldrían algo más tarde, pero que ya había arreglado para que pasara Juan a recogerme a la hora de siempre. Efectivamente, apareció con su coche  y nos fuimos, comentando en el camino que ellos tenían que rellenar unos papeles, algo administrativo, pero que a eso de las seis estarían con nosotros.

Me puse ese día una braguita, de las pequeñas que siempre llevábamos en el bolso por si acaso, porque al estar solos, me daba apuro quedarme desnuda. Cuando empezó a darme crema como siempre, lo convirtió en una especie de masaje sensual, que hizo saltar en mi cabeza esas chispitas de placer tan agradables.

Nos dimos un chapuzón, pero al ir a salir, me dio la vuelta hacia él, me pegó a la pared y comenzó a besarme en la boca sin separarse de mí. Sus manos continuaron con el masaje de un momento antes, recorriendo mi cuerpo por dentro del agua y noté como su pene quedaba entre mis muslos. Prolongó sus caricias y besos durante un tiempo larguísimo. Me abracé a él y abrí más las piernas para sentir su sexo más cerca de mí.

A punto de asfixiarnos se separó un poco y yo me dirigí a la escalerilla y salí al césped, tumbándome boca arriba con las piernas un poco abiertas. Se acercó a mí sin hablar y, de rodillas entre mis piernas, me bajó el bikini, acercó su pene y me lo fue introduciendo lentamente. Casi me hacía daño cuando llegó al final y al empezar a moverlo dentro de mí, entrando y saliendo con calma, pero hasta el fondo; hice un gesto de dolor que notó enseguida. Entonces lo sacó un poco, lo dejo casi a la entrada y en esa zona tan sensible continuó con su movimiento.

No pude aguantar mucho mas, lo deseaba con todas mis ganas, tenía una niebla en la cabeza en la que solo había sexo y deseo; le agarré por la cintura y tiré de él hacia mí. El resistió la presión hasta que empecé a gemir y tiritar de placer en una serie de orgasmos sin fin, entonces se dejó caer sobre mí, hasta que, entre convulsiones, se derramó en mi interior.

Quedamos en esa posición. Su pene aunque más pequeño, todavía quedó en mi interior. El, consciente de su peso se echó a un lado, pero poniendo su mano en mi cadera hizo que girase con él, para no salirse de mí y me retuvo pegado a su cuerpo, acariciándome el pelo y besándome la cara.

Cuando sentí que algo se escurría entre mis piernas, fui a la ducha y me lavé por dentro. Todavía lo sentía ardiendo y un gran calor por el resto del cuerpo. Me refresqué un poco en la piscina y me senté en el borde. El hizo lo mismo que yo, y al salir se sentó a mi lado, me cogió la mano y fue besando mi cara acercándose a mí. Así estábamos cuando llegaron Mario y Ely.

El resto del día continuó un poco tenso, incluso para Ely y Mario, con grandes silencios. Pensando en ese detalle le pregunté a mi prima, cuando volvíamos en el coche, si era tan urgente el trabajo que no había podido esperar a la mañana, y le confesé mis sospechas de que habían preparado una especie de encerrona.

Empezó a decir que no era muy frecuente, pero que a veces lo hacían; de pronto comprendió lo que insinuaba, se salió con el coche a un lado y parando el motor me miró fijamente.

  • no me digas que lo habéis hecho.

  • si

  • pero bueno, otra vez

  • mira, todo el día en pelotas, tocándonos, tan atentos siempre con nosotras, cariñosos… ¿no me digas que tu no estabas segura de que acabaría así? ¿Es que tú no has hecho todavía nada con Mario?

  • sí, anoche mismo, en casa. El estaba muy excitado, más que lo habitual, acaso pensando en lo que te tenían preparado

  • seguro; en fin, ha vuelto a pasar y me ha gustado otra vez, además con esto ya aguanto en lo que queda de mes.

Se rió, y poniendo el coche en marcha continuamos hasta casa.

Los días fueron pasando sin más sorpresas, hasta que una vez, cuando íbamos hacia la piscina, me dice Ely

  • ¿tu lo harías con Mario?

  • no. ¿Por quién me tomas? ¿A qué viene eso?

  • bueno, la otra noche me comentó que le gustaría hacerlo contigo

  • pues no me apetece precisamente, pero ¿a ti no te importaría?

  • como dijiste tu, es solo sexo. Divirtámonos un poco.

  • no, no lo haré; además esas cosas yo no las preparo anticipadamente, cuando vienen, disfruto y ya está.

Pero aquella tarde Mario se encargó de repartirme la crema. Algunas veces habían cambiado y no me extrañó. Dedicó la mayor parte de su atención a mi vientre, puso su mano entre mis muslos y subía y rozaba mis labios húmedos, un dedo llegó a mi clítoris, casi sin darse cuenta y sentí la primera ráfaga de deseo.

Sentí su pene creciendo sobre mis piernas. Me estaba excitando y se lo estaba transmitiendo a él, que notaba mi respiración entrecortada y los pequeños jadeos que no podía contener. Mi respiración se aceleraba por momentos y acercándose a mi cara comenzó a besarme por toda ella, sin separar sus labios de mí.

Su pene apuntó  a mi entrada, que ya estaba abriendo con un par de dedos, y encogiéndose un poco lo colocó un par de centímetros dentro. Lo sentía palpitar dentro de mí, pero él no hacía nada, así que fui yo la que empezó a mover el culo hasta que entró todo. Podía decir que él no me había obligado, pero sabía perfectamente que me forzó de alguna manera, provocando mis sensaciones, a un punto en que o bien se lo pedía yo o haría lo que hice, al no poder resistir más.

Cuando estuvo bien dentro, quiso acomodarse un poco y agachándose un poco sobre sus rodillas, sin permitir que me saliera, abrió mis piernas y comenzó a empujar.

Apoyé las palmas en el suelo, jadeando desesperadamente, sintiendo que me venía el placer y ya sin freno comencé a moverme a su ritmo para sentirlo más cerca.  Sentí como Juan acariciaba mis pechos a un lado. Estiré la mano para apoyarme en su brazo y me encontré con su pene, que estaba como nunca lo había visto. Lo agarré como pude, presa ya de una enorme excitación, y así pudo sentir en su miembro mi tremendo orgasmo.

Mario se fue retirando después de unos minutos pegado a mí. Yo no me moví. Juan me tenia cogida con una  mano y con la otra me acariciaba el pelo.

Me di cuenta que me estaba deseando, pero no quería aprovechar  mi abandono, así que le atraje hacia mí,  agarrándole por la cintura. Me penetró despacio, parando un poco cada vez que advertía en mi cara un gesto de dolor. Todavía lo tenía muy sensible de la sesión anterior. Cuando entró del todo, se quedó quieto; lo contraía como en breves pulsaciones.

La punta rebotaba en el fondo de mi sexo. Me di cuenta de que me venía de nuevo el gusto, me abracé a él y empezamos a movernos para aumentar el placer y volvimos a estallar en otro maravilloso orgasmo.

Se echó a un lado, sin salirse y se lo agradecí porque lo tenía en carne viva y no habría resistido que me rozase más. Los otros dos flotaban en la piscina.

  • te quiero- me dijo.

  • y yo a ti también

  • no, en serio

  • ¿es que no te dijo Ely que estoy casada?

  • no… ¿es broma?

  • pues lo siento, pero no es broma, es  la verdad.

  • ¿y entonces esto?

  • esto es que yo venía aquí solamente a tomar el sol, y a lo mejor la culpa es mía, pero empezasteis a subir el tono, supongo que para llegar a esto, y llegó.

  • ¿entonces no hay nada que hacer?

  • pues no.

  • no sabes cuánto lo siento.

No volví más a la piscina. Lo estaba deseando pero estaba segura de que se me notaría en cuanto Juan me tocase, o simplemente, me echase la crema protectora y me tocase con sus manos.

Ely volvió algún día y no me quiso contar si lo hizo o no, pero creo que tuvo alguna diferencia con Mario, aunque aun tuvimos ocasión de vernos un par de veces más los cuatro.

En una de ellas bailé dos veces con Juan, y me pareció algo distante o tal vez respetuoso. Me atreví a preguntarle si no se sentía a gusto a mi lado.

  • no, pero un poco abochornado sí. Cuando te dije que te quería era cierto. Voy sacándote de mi cabeza, me gustaría verte como mi mejor amiga, pero todavía te deseo.

  • perdona, no sabía que te afectara tanto. Me gustó hacerlo contigo pero yo no busqué lo que pasó. Y creo que tú tampoco querías que las cosas ocurrieran de aquella manera, como en una orgía.

La siguiente vez que nos vimos, ya faltaba Mario. Estuvimos tomando cervezas en una terraza y se le notaba mas distendido. Yo actué con toda naturalidad, incluso nos dábamos la mano alguna vez durante la conversación y ya no había la tensión de la vez anterior.

Cuando Ely se fue al lavabo un momento, me dijo:

  • ¿sabes que me gustaría? Vernos una vez mas

  • ya no estamos viendo…

  • no, tu sabes a que me refiero.

Fui a la piscina una vez más con él, sin decírselo a nadie, y allí volvimos a hacer el amor como la primera vez, sin prisas, gozando los dos, pero a partir de ahí, evité verle ni pasar por los sitios que frecuentábamos. Se había acabado, solo fue una aventura ese verano.

El viernes vino mi marido y el domingo volvimos a casa. Intenté convencer a mi prima de que pasara unos días con nosotros, en la playa, teníamos sitio de sobra. Ya veríamos si podía…