Un verano caliente - 10

Acabo en la cama con el único chico que me agradaba de todo aquel grupo y hacemos y disfrutamos del amor.

ITALIA – 3

Nos fuimos despertando las dos paulatinamente. Ella seguía boca arriba y yo la abrazaba. Me di cuenta que me gustaba estar así, sentir su cuerpo cálido y suave y su cara junto a la mía, y demoré lo que pude el momento de levantarme.

Cuando le pregunté, mientras nos lavábamos un poco, que ropa había que ponerse para la fiesta, me dice:

  • una que sea fácil de quitar.

No necesité más explicaciones. El local estaba muy cerca del hotel, poco mas de cien metros y habían preferido esperar un día por esa razón, así no se necesitaría ir en autobús o taxi. Era muy discreto, no había barra, sino una especie de mostrador cortito, donde había que hacer cola para las bebidas y donde el camarero también se encargaba de cambiar las cintas de una música a todo volumen.

Fuimos todos juntos desde el hotel, para luego cerrar y que no entrase nadie extraño, y enseguida empezamos a beber y a gritar. El ambiente se empezó a calentar con el ya típico concurso y exhibición de bragas igual que en la fiesta anterior y a partir de ahí los chicos fueron haciendo gala de una gran imaginación para subir la temperatura gradualmente. Debían haber dedicado bastante tiempo para prepararlo todo, porque cuando alguno proponía algo todos lo jaleaban y tenían premios para dar en cada uno de  los concursos.

Algún grupo o parejas no participaban, se apartaban un poco y bailaban o iban a lo suyo. Si surgía alguna situación cachonda se incorporaban a la juerga y si no, nadie se metía con ellos.

No me acuerdo de todos las ocurrencias de aquella noche, porque cuando había alguna que me parecía un poco fuerte, me dirigía a por una bebida o me escaqueaba un rato. Las había inocentes, mas o menos, claro, como el de sacarse las tetas por encima de la camisa o del niky, la del concurso de bragas, la de besitos, y algún otro. Yo intenté participar  en todo, porque quería entrar en la juerga, en algo que jamás había experimentado al no salir nunca durante el curso con ellos, pero también, aparte de la carga erótica que pudiera tener, era porque me parecían solamente algo atrevidos.

Pero a poco, con los tragos y el jolgorio empezaron a subir el nivel. El de besos era un morreo en toda regla, en el de tetas había que quitarse todo lo de arriba, que iba a parar a un montón de ropa revuelta. Al rato estábamos la mayoría medio desnudos, aunque recuperábamos alguna prenda de vez en cuando y nos la poníamos.

El de tetas masculinas era una tontería pero servía para ir desnudándose ellos a su vez. El de besos con lengua ya era un principio de orgía, porque lo hacían larguísimo, te asfixiabas y aprovechando te quitaban las bragas a las pocas que todavía llevábamos, para poder tocar mientras besábamos. Yo, la verdad es que o no puse mucho entusiasmo o no sabía cómo hacerlo, porque no gané nada.

Poco después, ya casi todos desnudos, pasaron a otro nivel. El concurso de reconocer chico o chica. A mi no me acababa de convencer, pero cuando me llegó el turno de posar, lo hice para ver que se sentía.

Consistía en tumbarse en un sillón, con las piernas abiertas y colgando, una chica te sujetaba, colocándose delante para que no vieras lo que pasaba por abajo, y se iban acercando sin tocarte más que con la lengua. Te chupaban un ratito o te la metían jugando y tú tenías que adivinar si había sido una chica o un chico.

Algunos alargaban la maniobra más de lo que debían y otro iban a buscar directamente tu punto débil. En ese caso era fácil adivinar que debía ser un chico, aunque no siempre. Lo hice muy mal, pero me dejaron en tal estado, que si dura diez segundos mas exploto allí mismo, delante de todo el mundo.

A veces notabas que la que se encargaba de sujetarnos no quería dar ese espectáculo a los chicos, porque cuando notó que un par de compañeras empezaron a agitarse y o a gemir un poco, ella la soltaba y ayudaba a levantar.

Después de esto pararon un poco los concursos, para bailar y beber; algunas chicas aprovechamos para buscar algunas prendas y vestirnos un poco. Yo me puse las braguitas y el top que traía en vez del sujetador; tardé un poco en encontrar el resto y cuando lo hice lo puse en una mesita en un rincón, bien doblado y donde me sería más fácil encontrarlo cuando me fuera.

Estuve bailando un rato y con el sudor y la bebida que te echaban encima me vi con el top casi empapado y pegándose a mi pecho, pero me parecía mejor que ir sin él, porque entonces te sobaban mucho y además si te movías rápido, las tetas se iban para todos los lados. Problemas de la edad.

Empezó otro concurso, también de que se tumbaba una chica y otra la sujetaba, igual que el anterior. Yo seguí bailando porque me pareció que iban a empezar con el sobe otra vez y ya antes casi me corro en público, así que ni me acerqué.

Se oía mucho jaleo y un corro de espectadores bastante numeroso; gritos de – no, carne no – si, si, goma – venga, este es fácil –  y jaleo, aplausos y risas. Total que me acerqué a ver, y cuando llegué a primera fila me pareció demasiado.

La chica estaba reclinada igual que antes, con la conchita bien abierta por otra chica además de la que sujetaba. Los chicos se acercaban con el pene en ristre y lo metían por la mitad, mas o menos, sin moverse.

Otras veces era un consolador, con idéntica maniobra, y ellas tenían que decir carne o goma. Los chicos no abusaban mucho, nunca la metían mas de lo convenido; contaban hasta diez y la sacaban y para no dar pistas no podían tocar ni acercarse demasiado. El de plástico lo manejaba un chico o una chica, daba igual y hacían todo el teatro como si fuera de verdad.

Ya estaba acabando, cuando alguien dijo:

  • eh, faltas tú, venga, te toca.

Y me vi arrojada al diván pese a que intenté por todos los medios zafarme de aquellas manos que me empujaban. Cuando me quise dar cuenta estaba en posición, desnuda y unas manos me habrían el coñito ante todo el mundo.

Ya era la segunda vez esa noche que me encontraba así y volví a dejarme hacer, no me atreví a levantarme y pasar por rara y además me pareció que ninguno se había pasado, en lo que yo pude ver.

Empezó el desfile de pitos, de los buenos y de los falsos, y de momento acertaba casi todos. Se estaba haciendo un poco largo, supongo que alguno de los que no habían participado antes se apuntó al ver quien posaba esta vez, por la novedad de una concursante no habitual en sus juergas, pero estaba siendo excitante de verdad, era como un mete y saca a cámara lenta.

Me estaba gustando, tal vez efecto de la bebida, pero sentía pollas de todos los tamaños y calidad, todas jóvenes y en forma, entraban despacito, permanecían unos segundos y salían lentamente de nuevo, para dar paso a otra y a otra…

El placer era enorme, sin acabar en un grado de excitación excesivo, pero sintiendo en tu interior y en tu mente toda la calentura de lo que estabas haciendo, del hecho de encontrarte desnuda delante de un montón de hombres, de que todos podían ver en tu interior y que casi todos ellos habían metido su polla en tu agujerito y disfrutado con eso.

Diez segundos parece que no son nada cuando estás fuera, pero cuando tienes algo metido dentro, te parece larguísimo, no se acaba nunca. Gané casi por goleada; yo era algo veterana ya, y sabía distinguir cuando lo que tienes dentro tiene vida o no.

Mi tarjeta de premio llevaba atrás la dudosa inscripción de: “Mas experta en pollas”. Fui izada por unos cuantos, jaleándome.

Entonces me di cuenta de la malicia que el juego tenía: cuando te la meten y te la sacan, para ellos es una vez, pero para ti son quince o veinte y creo que en mi caso alguno más. Estaba raramente excitada, con mi vagina dando avisos de que quería guerra, totalmente encharcada y sintiendo contracciones dentro como si todavía estuviese ocupada.

No solo a mí me había hecho efecto, por supuesto. Varias parejas en sillones o en el suelo, ya sin disimulo ninguno, se dedicaban a algo más que tocar y aquello estaba degenerando en orgía. Unos miraban o esperaban su turno; otros, principalmente chicas se habían retirado a un rincón para no participar y se habían vestido algo. Algunos chicos se acercaban a ellas, para ver si las convencían o solo para charlar y escabullirse también, pero no parecía que obligasen a nadie, cada uno hacía lo que quería, aunque yo pensaba que alguna ya no era muy dueña de sus actos.

Me acerqué a donde había guardado mi ropa, y me senté cerca, hasta que se me acercó un chico y se sentó a mi lado. Me agarró una teta y comenzó a chuparla y darle mordisquitos, recostándome con el peso de su cuerpo. Presentí como iba a acabar aquello, porque todavía mi sexo le enviaba señales al cerebro diciéndole que quería su parte de juerga, así que le sujeté con una mano y le dije

  • espera.

Salí de debajo de él y me puse en pie; se colocó bien y se sujetó el pene, esperando a que yo me montase encima y empezar la juerga. Cuando me incliné sobre él fue para recoger mi ropa y dirigirme a la puerta. No me acuerdo de él, pero si la cara de frustración que se le quedó.

Antes de salir a la calle me puse la falda y el top, pero ya fuera se sentía el fresquillo de la noche, de modo que me vestí también la camiseta, pero preferí llevar las bragas de la mano; todavía sentía mucho calor ahí abajo.

Aunque el frescor en mi cara me despejó algo, me notaba bebida y mareada; menos mal que el hotel quedaba cerca y la calle estaba vacía porque presentía que no iba precisamente por el camino más recto.

No sé qué pensaría el conserje cuando me vio pasar ante él, por segunda vez ese día, con las bragas en la mano, ni como abrí la puerta, después de probar con la tarjeta todas las posibilidades, pero sin encender la luz mas que un segundo, me quité la ropa y caí en la cama de cualquier manera.

Me molestó la luz en los ojos cuando regresó Mónica, pero enseguida la apagaron y encendieron otra más chica. Se escuchaba más gente, parece que siempre viene acompañada, y entreabrí un poco los ojos. Tres chicos estaban desnudándola y la metieron en el cuarto de baño, uno se quedó con ella, debía ser David, y los otros dos se sentaron en la cama más cercana, la mía, a esperar.

Estaba demasiado dormida y atontada como para hacerles caso y además, no estaban viendo mas de lo que ya les había enseñado un rato antes, así que seguí en mi sueño. David y Mónica salieron del baño y se metieron en su cama y entonces los otros dos se metieron en el baño y cerraron la puerta.

Estaba casi dormida de nuevo, cuando se vuelve a abrir la puerta del baño y salen los dos, acostándose en mi cama. En vez de dormir se dedicaron a jugar conmigo.

Uno de ellos bajó a los pies de la cama y acariciaba mis muslos con torpeza, restregando su cara contra mi sexo. Se retiró un poco, poniendo la mano en mi vientre y entonces me deslumbraron un par de fogonazos.

Habían encontrado mi cámara y, supongo que pensando que era de Mónica o David, me estaban haciendo fotos. Se iban turnando y haciendo poses: me metían un par de dedos, ponían la lengua como chupando, uno puso mi mano en su polla, y sentí su cuerpo desnudo. Toda la calentura con la que había estado aguantando en la sala de baile, regresó de golpe, y deseé que siguieran y que hicieran conmigo lo que quisieran. Estaba deseando ser follada de una vez, sentir una polla jugando en mi interior, y acabar con ese ardor que me consumía.

Se tumbaron uno a cada lado y mientras uno me besaba la boca y los pechos, acariciándome con sus manos, el otro, desde abajo, se dedicó a mis piernas y sexo, consiguió meter un par de dedos, buscando mis partes sensibles y cuando, por mi reacción, vio que lo había encontrado, se concentró ahí.

Creo que a partir de ese momento me sentí despierta y consciente de lo que pasaba, porque notaba sus hábiles dedos moverse, humedecidos como señal de mi excitación.

Él lo notó y cambió sus dedos por su lengua, que empezó a pasear por todos mis rincones. Mi ardor era evidente porque, sin poderlo evitar, bajé mis manos para sujetar su cabeza. Siguió hasta que el otro le apartó ligeramente, y acercándose por abajo, casi sin darle tiempo a sacar la lengua, me la fue metiendo despacito, sin ningún impedimento, hasta el fondo.

Durante unos segundos tuve a los dos encima y luego solo sentí al último, que  me agarró fuertemente por las caderas y empezó a moverse, mientras el desalojado buscaba la cámara de fotos. Cuando sintió que entraba y salía fácil se entregó a un bombeo rápido y con fuerza, corriéndose en unos instantes.

El de la cámara la dejó a un lado, le empujó para que se quitara y me montó también con ganas. Me había quedado a medias y muy caliente, así que colaboré un poco, a ver si conseguía yo también algo. Puse las piernas a sus costados, apretándole un poco.

Se movía rápido pero muy mal, de modo que me aferré con las manos a su cintura, porque veía que se iba salir, y logré un orgasmo poco después de sentir el suyo y coincidiendo con el fogonazo del flash.

Fue cortito, ya que se salió casi enseguida, estaban demasiado bebidos y tenían prisa, no sabían si yo era consciente o no de lo que estaban haciendo, en ningún momento abrí los ojos, pero fue bastante intenso. Cuando su compañero vio como me corría volvió a intentarlo de nuevo, pero no consiguió que se le pusiera dura lo suficiente como para que entrase y se quedase, y además yo estaba escurriendo y no la sujetaba; al final desistió.

Nos quedamos los tres dormidos así, con la luz encendida. Yo los sentía muy cerca de mí, y a veces intentaban meterla otra vez; debió quedar frustrado, pero acabó por dormirse.

De madrugada volví a sentir a alguno de los dos intentarlo, pero yo ya no tenía ganas y mas así, en frio de modo que apretaba los muslos hasta que se cansaban. En algún momento debió cogerme desprevenida o dormida y me separó los muslos, levantando una pierna. Eso fue lo me despejó un poco, pero esta vez la tenía dura y ya estaba dentro hasta la mitad. Paró un poco para coger impulso y según empujaba, el sonido estridente del teléfono, sonando sin parar, le sobresaltó y se paró, quedándose a medias.

Mónica lo cogió, era la guía que previendo los efectos de la juerga estaba llamando a todas las habitaciones. Se levantó estirándose y vio la escena en mi cama: yo medio dormida y uno de ellos metiéndomela por detrás.

Se lió a zapatazos con los dos, recogió la ropa y, arrojándosela al pasillo, los echó junto con David, desnudos, afuera. Se volvió a meter en la cama y me dijo que la avisara cuando quedase media hora para bajar.

No teníamos ni siquiera media hora, era tardísimo y menos mal que habíamos dejado la maleta hecha antes de la fiesta, pero nos tuvimos que duchar al mismo tiempo las dos, y desayunamos en un tiempo record.

Conseguimos salir con solo una hora de retraso, que recuperaríamos suprimiendo una de las visitas del camino. En algún momento que hablé con la guía solo me hizo un comentario respecto a lo ocurrido en la sauna, algo así como: les dije que se estaban precipitando. Y nada más.

Paramos en un sitio precioso, con una plaza enorme y muy bonita, creo que era Siena, pero daba igual porque salimos del bus y nos sentamos en la primera escalera que encontramos por allí. La mayoría siguió durmiendo, casi en equilibrio. Antes de partir me tomé un rato para hacer unas fotos y comprar un bocadillo.

No nos alojábamos en Roma, porque al parecer los hoteles o eran muy caros o muy malos; el nuestro quedaba a unos diez kilómetros, entre la ciudad y la playa, muy bien comunicado con autobús y cerca de la autopista.

La gente estaba ya mas despierta, de modo que nos fuimos a cenar por ahí, el pueblo no era muy grande pero estaba animado y encontramos varias pizzerías y terrazas con gente. Cuando regresábamos al hotel, Mónica ya había vuelto a hacer planes.

  • oye, te importa dejarme la habitación un par de horas.

  • pues no se… Y que hago yo mientras.

  • mira, ya lo he arreglado, (como siempre, pensé yo) Raúl, el compañero de David te espera en la suya y podéis ver la tele allí un rato.

  • está bien, pero esta vez al revés, no quiero estar paseando de acá para allá todas las noches. Tú te vas con David y me envías a Raúl, a la nuestra hasta que tú vuelvas

  • vale, espera que les informo del cambio.

Me daba igual estar en una habitación o en otra, pero ya quería acostarme y no estar en vela dos horas, en un sillón incomodo. Hoy le tocaba a otro.

Lo hicimos así, entramos los cuatro en la habitación, ellos cogieron un par de cosas y se fueron. Busqué mi camisón en el desastre de maleta y unas braguitas limpias y me metí en el cuarto de baño para ducharme un poco antes de irme a dormir.

Se me quedó mirando al regresar, olía a limpia, y el camisón era algo abierto por delante, según andaba dejaba a la vista mis bragas y las tetas quedaban mas o menos medio tapadas por la puntilla del borde.

Me metí en la cama, dejando una luz pequeña y la tele bajita. Estuvimos mirándola un rato hasta que me entró sueño y cuando me di la vuelta para dormir le veo dando cabezadas, así que le aconsejé que se quitase los zapatos y algo de ropa y se metiese en la cama de Mónica a dormir un rato hasta que llegase ésta, que lo mismo tardaba una hora que dos, y eso hizo. Cuando apagamos la luz para dormir me saqué el camisón, que me molestaba y caí dormida en el acto.

Sonó el despertador y me levanté como siempre, sin prisas, para dejar luego el baño libre a Mónica. Una ducha con calma, peinarme y maquillarme un poco y salir.

Yo, desde el primer día que Mónica se desnudó con toda naturalidad, y se paseaba por la habitación así, sin importarle que estuviera delante, me había habituado a hacerlo también, y como acostumbraba acostarme desnuda o solo con las bragas, según me levantaba me iba directa a la ducha.

A veces salía secándome con la toalla, pero sin ponérmela alrededor, o me iba directamente a la silla donde había colocado la ropa el día anterior y me vestía mientras ella se levantaba, así que enciendo la luz para vestirme y que se vaya despertando y me encuentro frente a mí a Raúl, en uno de los despertares más felices de su vida con toda seguridad, mirándome totalmente desnuda y sin perder un detalle.

Me di la vuelta para vestirme, como si fuera la situación más normal del mundo, hablando de lo que pensábamos podía haber pasado con esos dos, mientras él se iba levantando. Se metió en el baño para ducharse y salió ya vestido, bajando juntos a desayunar.

Ya en el autobús, Mónica me aclaró que se habían quedado dormidos, pero al regreso de la excursión del día, ya en la habitación, pensamos que lo mejor era que cogiera su maleta y se fuera a la de David, enviándome a cambio a Raúl que, aparte de mirar mucho,  parecía buen chico y por lo menos me dejaba dormir.

Volví pronto esa noche al hotel y me acosté enseguida. Al ratito llegó Raúl, entró casi sin hacer ruido, se acercó a mi cama, me pasó la mano por la cadera desnuda y me tapó con la sabana que, como siempre, estaba a los pies. Me sentí reconfortada por este gesto tan tierno, y decidí que realmente había ganado con el cambio de pareja.

Me levanté y como siempre lo primero fue ir al baño y ducharme y regresé al dormitorio para secarme y dejarlo libre para Raúl esta vez. No hice mucho por taparme, la verdad, pero es que a estas alturas ya casi me daba igual, casi parecíamos una pareja y él seguía siendo correcto en todo momento. Supongo que se quedaría mirando como siempre, pero no hizo el más mínimo comentario, y pasó al baño mientras yo me acababa de arreglar.

El sábado estuvimos todo el día en Roma, nos dejaron libre a media tarde y ya de noche volvió el autobús a recoger a los que decidimos volver.

Raúl no era de los juerguistas y me acompañó. Subimos a la habitación y mientras yo estaba en el baño él se acostó. Cuando salí, como estaba de espaldas, me desnudé menos la braguita y tomé la sabana para subirla, estirándome para apagar la luz. En ese momento se da la vuelta y me pide que no la apague y le permita mirarme un poco antes de dormirse.

Me di la vuelta sonriendo y me eché; creí notar al poco rato que apagó la luz, pero yo ya debía estar dormida, apenas me enteré de cuánto tiempo pudo estar mirando.