Un verano caliente - 1

El verano en que descubrí mi faceta exhibicionista, mi afición por el sexo y el placer con otro hombre que no era mi marido.

EN LA DISCOTECA

Estoy casada y tengo un hijo de cuatro años. No tenemos ningún problema ni afectivo ni económico y nuestro matrimonio se desenvuelve sin ninguna preocupación digna de resaltar. Mi marido es buena persona y cariñoso, tanto conmigo como con nuestro hijo.

Mi caso, como descubrí este día que relataré a continuación, es mas bien que me excito muy fácilmente, un toque, una caricia determinada, una situación, y mis buenos deseos se esfuman ante otro deseo mas perentorio.

Nunca había dejado tocarme por un chico hasta que apareció el que ahora es mi marido. Era compañero de trabajo de uno de la pandilla y nos conocimos en la boda del hermano de este. No se separó de mí en toda la fiesta y su educación y galantería me atrajeron de forma irresistible. Seguimos viéndonos hasta que nos casamos.

Como todos los veranos, ese mes de Julio me iba con mi hijo a casa de mis padres, para hacerles compañía y que el crío pudiera correr y disfrutar, sin tener que estar los dos encerrados en casa mientras mi marido trabajaba.

Después de pasar el fin de semana y cuando se iba para estar al día siguiente en el trabajo, me dijo como siempre que me lo pasara bien y aprovechara que los abuelos se quedaban encantados con el crío, para pasear o salir con mi prima, soltera y de mi misma edad, que trabajaba en un hospital y vivía en su propia casa, independiente de sus padres.

Al segundo o tercer día, me acordé de llamarla para charlar un rato, vernos y contarnos cosas, como siempre: somos casi como hermanas, incluso en el parecido físico. Quedamos en un pub-discoteca, que en fin de semana estaba siempre a tope, pero los laborables era mas bien un bar, con la música mas suave y bajita, aunque con las luces tenues, habituales de estos sitios y al que solíamos ir con frecuencia.

Pedimos al camarero un par de combinados y empezamos a contarnos nuestras cosas. Siempre hay mil chismes en una ciudad pequeña y entre dos mujeres es raro que falte tema de conversación. Llevábamos ya un buen rato, nos habíamos contado casi todo, cuando se acercaron dos chicos, algo mas jóvenes que nosotras y nos invitaron a bailar. Yo dije que no, pero mi prima  salió a la pista con uno de ellos y empezaron a bailar muy pegados, con una melodía lenta y casi íntima.

El otro chico se sentó a mi lado y empezamos a hablar. Casi ya no me acordaba de esas conversaciones medio tontas con que los chicos se lanzaban a ligar, y me hizo gracia; me divertía la situación.

Con los asientos tan bajos y aunque llevaba una falda justo por encima de la rodilla, esta se había quedado algo recogida, pareciendo una minifalda pues dejaba ver los muslos por completo y es posible que desde la barra, donde ellos llevaban un buen rato mirando y decidiendo si acercarse, se me vieran las braguitas perfectamente.

Me di cuenta de ese detalle, porque en su charla acompañaba gestos con la mano, que de vez en cuando posaba encima de mi pierna y aunque yo no prestaba demasiada atención ni a su conversación ni a sus gestos, en un momento dado me vi con su mano acariciando mi pierna izquierda bastante arriba, en el límite de la falda, que empujaba disimuladamente, y con su vista fija, con mas frecuencia de lo normal, en el interior de mis piernas.

Yo no soy exhibicionista, pero tampoco le doy mas importancia a lo que se pueda ver si por casualidad enseño algo, no obstante cerré un poco las piernas, para no parecer que le incitaba aposta, pero dejé que siguiera el juego con su mano porque me parecía algo inocente y a él parecía gustarle como si fuera el no va más.

Me acordaba de aquellos juegos de novietes, pero ahora yo tenía la seguridad y la madurez de una mujer casada y madre de un niño, sin embargo sentí una especie de excitación que me sorprendió.

Ely y su pareja se sentaron a descansar y beber un poco, con lo cual mi acompañante se moderó un poco. Como les pareció que podía haber plan, nos invitaron a otra bebida y mi prima sin darme tiempo a decir nada otra vez, accedió.

Ellos fueron a la barra, sospecho que además de encargar los tragos a preparar su plan de ataque. Mi prima venia un poco acalorada, supongo que por eso aceptó tan rápido la bebida, pero también por otras razones:

  • no veas cómo se pega, casi me deja las tetas planas

  • sí, ya lo estaba viendo y además te ha dibujado bien el culo, tiene las manos bien largas.

  • pues tú no te has quedado corta, te ha recorrido bien todo el muslo, de arriba abajo y si no llego a venir a tiempo te hubiera dejado la falda casi en la cintura.

  • que exagerada, solo me rozaba de vez en cuando. Vamos, ni me he enterado que me tocase.

  • pero que dices, si yo creo que mi pareja se estaba excitando, más que de pegarse a mí, de ver el magreo que te estaba pegando su amigo; y además desde la pista se veía como te miraba las bragas, y encima negras. Es como si no llevases.

  • Tú crees…

En eso llegaron con las bebidas, se sentaron y empezaron a contarnos su vida: eran de Madrid y estaban veraneando en un pueblo cercano con sus padres. Les habían dejado su coche y después de ver la ciudad habían decidido tomar algo antes de volver.

Nos preguntaron por nosotras, les vacilamos, y en fin, se fue animando la conversación. La verdad es que eran agradables y correctos, aunque desde luego no perdían la oportunidad de tocar lo que podían. Supongo que con 18 o 19 años que parecían tener era lo más normal, y nosotras, aunque teníamos unos cuantos mas, aparentábamos poco más que ellos; bajitas las dos, cara juvenil y con la ropa corta y ligera de verano parecíamos más jóvenes aun.

Nos invitaron de nuevo a bailar, mi prima me animó y yo pensando que si me quedaba sentada iba a ser peor, me levanté también. Supongo que las dos copas se notaban un poco, y su alegría animaba. Parecía que ya se nos habían repartido antes de acercarse a nosotras porque continuamos cada una con el mismo chico.

La música seguía siendo lenta, de ambiente, así que nos juntamos para bailar, él con sus manos en mi cintura y yo en su pecho; así parecía que manteníamos un poco la distancia, porque lo que me había dicho mi prima me dio la impresión de que le había provocado, al dejarle hacer, sin separar sus manos de mí.

Yo realmente no había visto maldad en él, parecía natural en sus ademanes, y desde luego no me había fijado, más que al final, que me estaba viendo todo. No me apuraba por ello, me daba igual que se me viera algo o no, pero no era lo mismo si yo era consciente de ello.

Como era de esperar, el fue bajando poco a poco su mano, acariciándome el culo por la parte de arriba, con movimientos suaves y apenas sin apretar, como si tratara de no violentarme y que no me viera obligada a separarle.

Un suave calor me iba invadiendo y acerqué mi cara a su pecho, me gustaba como me llevaba y subí mis manos a su cuello, sin abrazarle, pero dejando libre el camino para que se acercara mas a mí.

Sentía una sensación rara, como ansiedad y un poco de rubor; me estaba dejando tocar por un chico, como una adolescente. Era como estar de nuevo en aquella edad en que el sexo contrario era un misterio y estabas descubriendo cosas nuevas cada día.

Sentía que debía separarme de él, coger mi bolso e irme a mi casa, pero no era capaz de decidirme. Él se juntó un poco más, al ver que no le rechazaba y, al rozar mis pechos con sus manos, sentí mis pezones endurecer y ese gustirrinin en mi cabeza que hizo que mi piel se erizara también. Era una sensación agradable, y me dejé llevar por la música suave y sus caricias, que relajaban y distendían, sin que en ningún momento diese la sensación de brusquedad o imposición por su parte, lo que hubiera ocasionado terminar en ese mismo instante el baile.

En un descanso, nos sentamos con la otra pareja, que también acababa de dejar la pista, para terminar las bebidas y descansar un poco. Después de un rato de charla ellos propusieron ir a otro sitio. No nos apetecía, no habíamos ido allí a ligar, sino a hablar entre nosotras, pero ellos insistieron: lo estaban pasando muy bien, éramos muy amables y guapas y no querían que nos fuéramos tan pronto, sin poder disfrutar un rato más de nuestra compañía.

Nos propusieron ir a su pueblo, a una disco muy buena que ellos conocían o a su casa, tenían muy buena música, bebidas y sus padres no llegarían hasta muy tarde. No estábamos por ir a un sitio desconocido, lejano y con dos chicos que, aunque parecían buena gente, acabábamos de conocer.

Ely volvió a salir a la pista, dejando que me convenciera, pero él, en vez de insistir, volvió a poner su mano en mi pierna, acariciándola mientras me decía algo que no conseguía escuchar, porque el bombeo de la sangre en mi cabeza me tenía aturdida. No me acordaba de una confusión así desde que estaba de novia con mi marido.

Estaba a punto de levantarme al notar su mano casi en mis bragas. Vi las miradas de algunos chicos en la barra mirar fijamente mi entrepierna. No solo enseñaba los muslos, brillantes por la luz ambiente, en mi excitación tenía las piernas mas abiertas de lo que sería decente, y se debía notar la piel clarita de mi vientre transparentándose entre el encaje de la tela.

Me levanté, ya decidida, para decirle a Ely que me iba, pero me pidió que esperase a acabar:

  • espera un poquito, por favor; cuando acabe está pieza nos sentamos y lo hablamos.

Les dejé acabar y el chico debió darse cuenta de que sus prisas tenían la culpa de mi enfado y deseo de irme y me pidió perdón, poniendo sus manos bien lejos de mí. Esto me relajó un poco, y al tranquilizarme, fui retomando la conversación. Mi sonrojo o vergüenza fueron calmándose y me sentí un poco cría por no haber sido capaz de dominar mis sensaciones.

Bailamos un poco más y al acabar se acercaron a nosotros. Me encontró un poco mas distendida y entonces, para mi sorpresa, mi prima nos invitó a ir a su piso: allí había de todo también y además no tenía unos padres que pudieran llegar en cualquier momento. Por supuesto que aceptaron de inmediato.

Mi prima me cogió de la mano para hablar conmigo y ellos se separaron un poco, discretamente, pues les parecía que era mejor dejarle a ella que me convenciera.

  • por favor, ven con nosotros. No me dejes sola, me da apuro y además nos lo estamos pasando tan bien.

  • no puedo, tú no tienes obligaciones como yo, tengo que volver a casa

  • pero llama un momento a tus padres por teléfono y les dices que llegarás mas tarde. Ellos saben que estás conmigo y se encargarán de todo con tu hijo.

  • que no, además ¿por qué has tenido que invitarles sin consultar conmigo…?

  • sí, ya lo sé, pero se me ocurrió… y como parecía que lo estábamos pasando tan bien. Se te veía tan a gusto bailando con tu pareja que pensé que querías seguir un rato más.

  • sí que estaba a gusto y me estoy divirtiendo, de verdad, de buena gana seguía, pero no puedo.

  • ¿es por lo osado que se ha puesto tocándote las piernas? Pero eso es una tontería de críos.

  • no es por eso. Estoy cansada y no me voy a ir por ahí hasta las tantas. Mis padres se preocuparían.

Como le iba a decir que los avances de ese chico, un joven casi sin barba, me habían puesto en un estado tan raro de excitación, deseo de ver qué pasaba, el ansia de lo prohibido, que sé yo; pero estaba segura de que en algún momento estuve a punto de perder el control. Si esto ocurría no sería capaz de rechazarle y conforme solicitase mas, cedería. En realidad tenía miedo de mí, de no ser capaz de decir que no y de ser yo la que pidiera mas.

Bueno, al fin desde el teléfono de la barra llamé y les dije que había dejado a Ely en el bar esperando, pero que no sabía si volver o no, porque ya era algo tarde. Enseguida replicaron que me fuera con ella, que como la había dejado sola, que ellos ya se iban a acostar y que yo tenía llave, que volviera cuando quisiera y aprovechara un día de salir por ahí. Casi coincidía con lo que me había dicho mi prima y lo que me dijo mi marido antes de irse, disfruta lo que puedas.

La verdad es que me apetecía estar un rato mas con los chicos, me recordaban mis tiempos de soltera, las pandillas de amigos y los buenos ratos, sin las complicaciones de la vida de casada, cuidar la casa, el niño y aunque me lo pasaba muy bien con mi marido y nunca había estado mejor, esto rompía un poco la rutina, y si veía que la cosa se ponía mas seria, me volvía para casa y en paz.

Pensaba en mi miedo de unos momentos antes y de pronto me parecieron absurdos. Por supuesto que era capaz de cortar cuando yo quisiera, mi mente siempre ha sido muy clara y era ridículo pensar que no sería capaz de manejar a un chico diez años mas joven que yo.

Cinco minutos después, estaba de nuevo con ellos, ante la alegría de los tres, que me estaban esperando. Se levantaron y nos fuimos andando a casa de Ely, que estaba a unos 50 metros de la de mis padres, casi enfrente.

Más que un piso propiamente dicho, era un apartamento: un salón grande con un diván que se podía convertir en cama, dos sillones y el mueble bar con la tele encima. Una puerta corredera dejaba paso a la única habitación dormitorio y las otras dos puertas daban al baño y la cocina, casi minúsculos.

Nos sentamos en el diván y Ely fue dejando encima de la mesa las latas de coca cola y una botella de güisqui, nos dijo donde estaban los vasos y el hielo y fue a poner música. Yo me metí en el baño, y cuando volví ya estaba todo preparado y Ely y su chico se habían levantado a bailar.

Yo me quedé sentada con mi acompañante, y seguimos casi con la misma charla que un rato antes en el bar. Me hacía reír y me encantaba estar allí sin pensar en nada mas, pero estaba bien atenta a que no se repitiera su juego de manos con mis piernas. Solo lo probó una vez y cuando vio que le apartaba la mano con suavidad, pero firme, no lo intentó más.

Nos levantamos a bailar también, porque la música era movida y así no se pegaría a mí como antes, y no tendría ocasión de sobarme. Yo procuraba sentarme cuando era lenta o beber, o hacer cualquier otra cosa. Beber, también procuraba que fuera lo menos posible porque, aunque le echaba poco alcohol, entre el calor y el baile estábamos casi todo el tiempo con el vaso en la mano.

Al rato estábamos sudando y riendo, y mientras íbamos a poner otro disco ellos nos preguntaron si nos importaba que se quitaran la camisa, porque hacía un calor tremendo.

  • Bueno, dijo mi prima, ir buscando otro disco mientras nosotras nos refrescamos un poco.

Nos dirigimos al baño, nos mojamos un poco la cara y Ely se abrió la camisa para humedecerse un poco el pecho, que lo tenía con gotitas de sudor.

Ellos bailaban solos, en el salón, pero aunque no podían oírnos, me di cuenta que estando las dos dentro era casi imposible cerrar la puerta, así que decidí no imitarla, y solo me mojé un poco la cara y me peiné, mientras ella se arreglaba un poco

  • La verdad es que hace calor.

  • Si, podías haber instalado aire acondicionado en tu casa

  • Va…para un mes al año que se nota el calor y lo poco que yo paro en casa, no vale la pena

  • Si, eso es verdad

  • Estoy por salir así, total, ellos ya están sin camisa, tan frescos

  • No creo que sea una buena idea.

  • ¿Por que no? Con el calor que hace se está tan a gusto, y es como estar en bikini en la playa.

Bueno, estaba claro que eso no era cierto, cualquier mujer sabe que estar en ropa interior no es como estar en bikini. La tela es mas fina, mas sugerente y sobre todo, para la imaginación masculina es algo completamente diferente.

La veía muy lanzada, con la mirada ansiosa, como queriendo que pasara algo.

  • ¿hasta dónde piensas llegar?

  • no lo sé. Me gusta ese chico y hoy tengo ganas de juerga.

  • pues como salgas así, enseñando las tetas, seguro que lo consigues, pero conmigo no cuentes.

  • esto no es enseñar nada, y además quiero que se lance un poco.

  • no sé qué decirte. El mío parece que se ha sosegado un poco y la verdad es que prefiero que siga así.

  • Venga, anímate, ábretela también.

  • Ni loca. No pienso enseñarles las tetas a esos dos.

  • Pero que dices…Mírate. Si tienes la mitad de los botones sueltos. Hace ya un buen rato que te lo están viendo.

Era verdad; con el movimiento del baile y supongo que ayudado por sus dedos, tenía la camisa bien abierta y desde luego no había que esforzarse en absoluto para ver todo mi pecho, casi saliéndose del sujetador. Me quité la camisa y me recompuse un poco, tapándome algo. Me la volví a poner.

  • Bueno, no me abrocharé, pero tampoco me la quitaré.

  • Pues yo estoy pensando en quitarme el pantalón también

  • Pues se pondrán tan contentos.

Al final salimos las dos, ella con la camisa abierta y yo sin abrocharme los botones que llevaba sueltos, nada más. Ellos seguían bailando solos en el centro de la salita con el pecho descubierto y al vernos sonrieron complacidos.

  • Bien… esto se va animando.

Nosotras sonreímos también y nos pusimos a bailar a su lado. La camisa abierta estorbaba los movimientos y se enredaba, seguía haciendo calor a pesar de ser cerca de las once de la noche. Ely entonces se quitó la camisa y la dejó encima de un sillón.

Yo no la imité, estaba muy acalorada, pero ella siguió bailando así y vi como su pareja le tocaba la espalda desnuda y trataba de introducir su mano por dentro del pantalón. Le costaba mucho por ser muy ajustado. Seguimos bailando un rato mas, con música lenta. Mi pareja estaba mas tranquilo pero fue poquito a poco sacándome los faldones de la camisa.

Sin pegarse mucho a mí y aparentando por lo menos no estar muy ansioso, me tocaba el pecho por encima del sujetador. Acerqué mi cara a su pecho y su mano quedó presa entre su pecho y el mío. Me notaba un poco achispada pero totalmente consciente.

Deduje que me gustaba sentirlo, pero nada mas. Le retiré la mano otra vez y el no protestó. No quería que siguiera adelante porque me pareció notar otra vez esa sensación de sonrojo y deseo, y ya empezaba a no estar muy segura.

Para desconcertarme más vi que Ely estaba ya con el pantalón medio bajado, las bragas al aire y la mano del chico bien agarrada a una de sus redondeces, haciendo círculos sobre el culito sobresaliente.

Me acaloré más aun cuando vi que se desabrocha el pantalón y se lo empieza a bajar. Paramos de bailar para ver el espectáculo, un strep tease en toda regla. Lo dejó junto a la camisa y acercándose a mí me soltó el cierre de la falda, me la bajó y la dejó junto a su pantalón.

Yo me dejé hacer, la verdad es que casi estorbaba y así no desentonaba de ella y no quería parecer una ñoña. Los chicos seguían a lo suyo, bailando o moviéndose, como si no nos vieran, pero al acabar y acercarnos para seguir bailando, se hicieron a un lado, se quitaron también los pantalones y los zapatos y regresaron con nosotras.

Yo veía a Ely sonrojada, con los ojos brillantes, muy pegada a su pareja, que ya le estaba desabrochando el sujetador torpemente con una mano mientras la otra reposaba bien abierta sobre sus bragas, pasando de un cachete a otro de su culo, disfrutando del tacto suave y de la curva sensual, metiendo las bragas entre ambos.

El mío iba mas tranquilo, me daba besitos en la cara y recorría mi espalda con su mano, lentamente, mientras la otra reposaba un poco por debajo de la cintura, pero ambos nos estábamos excitando con lo que veíamos. Era eróticamente contagioso. Mi cara debía de estar roja, sentía el calor en mis mejillas y la frente sudorosa. Mi respiración se aceleraba y no me acordaba de mis inhibiciones anteriores.

Vimos a Ely separarse un poco de su pareja, con el sujetador desabrochado, y los tirantes caídos, a punto de despegarse de sus pechos y soltarse. Las bragas, bajadas hasta la mitad del culo, mostraban el nacimiento del pelo, de color clarito, que poblaba su pubis. Nunca había visto una mujer tan entregada y una imagen más erótica. Sentí otro golpe de calor, preludio del deseo, está vez desde mi sexo al cerebro. La vista de mi prima, casi desnuda, me había transformado en un instante y me di cuenta de que yo dentro de un rato estaría igual que ella. Entonces le agarró de la mano y se lo llevó al dormitorio, cerrando la puerta.

Yo también me separé y me senté en el borde del diván. Mi amigo se arrodilló en el suelo, junto a mí y cogiéndome de los hombros me acercó a él con delicadeza y juntó sus labios a los míos. Yo no me retiré. Hasta hace solo dos minutos había pensado que podría controlarlo, pero ya no estaba tan segura. La bebida me había disminuido un poco la capacidad de pensar lo que hacía, y mis reflejos eran más lentos; pero además el calorcillo interior que sentía me empujaba a no parar ahora, me notaba casi transportada.

Se quedó mirándome, con asombro y timidez. Lo único que pensé en ese instante era si le gustaría mi ropa interior que casi hubiera parecido que me la había puesto expresamente para estar más deseable en este momento.

El, todavía de rodillas, pasaba su mano por mi cuerpo, lo tocaba y se recreaba. Me sentía llena de deseo y quería entregarme ya. A veces, cuando tocaba mi pecho o mi sexo por encima de las bragas, era consciente de que iba a engañar a mi marido, que iba a cometer mi primera infidelidad.

No me sentía culpable, sin embargo. Un poco avergonzada, sí. Nunca las manos de otro hombre me habían tocado en esos sitios, ni me habían dado el placer que sentía ahora. Solo mi marido conocía mis debilidades, las partes de mi cuerpo que se excitaban con sus caricias y la forma de aumentar mi deseo, preparándome para el acto sexual. Mi vagina estaba húmeda y yo solo quería que me hiciera suya y acabar con esa ansia de sexo que cada vez sentía más fuerte.

Fue reclinándome suavemente contra el respaldo, me bajó las tiras del sujetador y, desabrochándolo por detrás, me lo quitó. Yo permanecía quieta, mirándole a los ojos, la boca entreabierta y las mejillas arreboladas. Me daba vergüenza que me viera así, pero se me pasó cuando vi la expresión de su cara. Debía ser la primera vez que veía unos senos desnudos porque miraba extasiado. Empezó a acariciarlos con dulzura, con las dos manos y cuando llegó a mis pezones sentí como se ponían duros y se contraían.

El seguía con sus caricias, se separaba, me miraba y continuaba por todo el cuerpo. Descubría la suavidad de mi piel con sus manos y con sus ojos. Me acariciaba con delicadeza y me miraba con ternura. No veía deseo en su rostro, más bien felicidad. La verdad es que, sin él proponérselo, había conseguido que me relajara y me abandonase. Si en algún momento hubiese actuado con brusquedad o intentado forzar o acelerar las cosas, yo lo hubiese rechazado, de eso estaba segura, no se lo permitía ni a mi marido.

Por eso, cuando me cogió los laterales de la braguita y empezó a bajarlas, yo le deje hacer, elevándome un poco para ayudarle. Se quedó un rato mirando mi sexo, el pelo sin depilar, pero cortito y rizado; lo acariciaba, y agachándose me empezó a dar besitos, a recorrer con sus labios mi sexo, mis muslos, mis pechos.

Comencé a sentir mi excitación y deseé sentirlo junto a mí, le cogí la cabeza y acercándolo a mi cara puse mis labios en los suyos, abriendo y cerrándolos, sintiendo su olor y su calor.

Entonces él se apartó un momento, se quitó los calzoncillos y subiéndome las piernas al diván me recostó en él. Me miró desnuda ante sus ojos y luego se subió junto a mí, poniendo sus rodillas a ambos lados de las mías y fue descendiendo lentamente. Quedamos pegados, sintiendo cada uno la piel desnuda del otro y nuestros labios juntos. Su pene, sobre mi vientre, se notaba duro y listo, con la punta húmeda.

Parecía que no se atreviera a seguir. No quería pedirle que lo metiera ya, mis prejuicios podían mas que mis deseos, y él no se daba cuenta de que lo necesitaba dentro, que estaba entregada. No me importaba que no fuera delicado ni suave, solo quería sentirlo dentro de mí de una vez.

Sin separarse apenas, lo colocó entre mis piernas, bien pegado a mi sexo. Lo notaba palpitante, rígido; me desesperaba y no pude resistir más: bajé mi mano, se lo agarré y lo dirigí hacia mi entrada; me abrí los labios un poco con la mano y quedó justo a la puerta. Mi placer era tan grande que no pensé en nada más, coloqué las dos manos en su culo y fui apretándole contra mí, sintiendo como entraba totalmente en mi interior.

Acariciaba su cuerpo, quería sentir su piel; me había entregado, ya no había vuelta atrás, la infidelidad estaba consumada, daba igual lo que hiciera a partir de ahora: el pene de otro hombre había violado ese espacio que solo pertenecía a mi marido, y yo lo había hecho sabiendo que era así. Me estaba entregando a él por mi propia voluntad.

Sin dejar de besarme, empezó a mover su cuerpo de arriba abajo. El movimiento de su pene en mi interior era lento, excitante, mis paredes estaban ardiendo, sentí los primeros espasmos y ya me derretí.

Fue un orgasmo largo, deseado y muy fuerte; perdí la noción del tiempo, de la realidad, de todo. El goce era casi irresistible; sentí como se ponía rígido, el temblor de su pene en mi sexo y su esperma salir con fuerza en mi interior.

Mi respiración se fue calmando y por fin quedé a gusto y satisfecha. Caímos los dos rendidos, extenuados, sin movernos ni separarnos, como para alargar un poco más el placer.

Noté como él también empezó a respirar con mas normalidad y su cuerpo se relajaba. Su pene iba perdiendo tamaño, hasta que de pronto, se salió de mí. Entonces se levantó, me besó en los labios y se dirigió al baño, a lavarse un poco y yo cerré los ojos, somnolienta y feliz.

No estaba muy segura de si me había sabido a poco, tal vez fue un poco rápido, pero mi calentura estaba sosegada y podía empezar a pensar con un poco mas de claridad. Permanecí así tumbada boca arriba, completamente desnuda y aplacada, los ojos cerrados y una especie de somnolencia que agradecí para no pensar en ninguna otra cosa de momento.

No me dio tiempo a recapacitar; cuando estaba empezando a pensar en lo que había hecho lo sentí de nuevo junto a mí. Se tumbó con cuidado encima y noté que su miembro estaba duro otra vez. No estaba muy segura de desearlo otra vez, estaba en la fase de remordimientos, pero pensé que el necesitaba más; para él también debió ser un poco rápido y querría sentirlo mejor.

Lo colocó en mi entrada penetrándome completamente, para enseguida comenzar un mete y saca rápido y nervioso, como si tuviese prisa por gozar de nuevo.

Yo lo sentía, adormilada, pero ya no estaba tan excitada, así que me quedé quieta, levantando un poco el culo para colaborar a su placer de alguna manera, pero sabía que ya no iba a sentirlo como hace un rato.

No me tocaba, ni me acariciaba, solo me sujetaba una pierna para forzarme a abrirlas y que le fuera mas fácil y con una mano me tocaba el pecho o la pierna que tenia levantada.

Sentí que me empezaba a gustar ese movimiento, aunque ahora era un poco brusco, me venía de nuevo el deseo, lentamente. Su pene estaba ahora mas grueso, me llenaba por completo y estallé de nuevo en un orgasmo violento, que me hizo temblar toda, y de pronto se pegó a mí, apoyó su cara sobre mi hombro y con grandes espasmos y gemidos se corrió en mi interior, aplastándome con su cuerpo desfallecido.

Entorné los ojos, extrañada, y vi a mi prima en el hueco de la puerta, con las manos sobre la cara y los ojos húmedos. Miré al otro lado y reparé en mi compañero, con cara de pasmo y ya con los pantalones puestos. No había sido él, por lo tanto, esta segunda vez. Mientras estaba en el baño, su amigo había salido del dormitorio, me vio tendida, desnuda sobre el diván, con cara de estar medio dormida, las piernas abiertas, como ofreciéndome y echándose encima de mí, me había violado.

Cerré los ojos y me quedé quieta, horrorizada, hasta me había gustado, pero ya no tenía solución. Tampoco podía pensar en esos momentos. Sentí como tiraban de él, se separaba de mí, y al rato oí la puerta de la calle cerrarse.

Mi prima se acercó a mí, me acarició la cara y me dijo:

  • Lo siento. No pensé que pudiera pasar. Cuando le oí y salí ya estaba acabando encima de ti. Ha sido horrible.

  • No te preocupes. Deja que me lave un poco y me voy a casa.

Fui al baño y me lavé lo mejor que pude. Me habían puesto perdida entre los dos. Cuando salí, desnuda, a coger mi ropa, mi prima insistió en que no me podía ir así a casa: tenía que descansar y relajarme un poco. Nos tumbamos en su cama y cerré los ojos, recapacité en todo lo que acababa de hacer: nunca había pensado en otro hombre que no fuera mi marido, ni siquiera había tenido fantasías o ideas extrañas con otro.

Me había entregado, presa de la excitación, tal vez debida a la situación creada y al morbo de lo prohibido, que no fui capaz de controlar. No me negué a sus caricias, ni frené sus avances, cuando vi que me gustaba lo que me hacía y lo que sentía. No sé en qué momento de darle vueltas a estos razonamientos y la confusión de ideas y de contradicciones en mi mente, me quedé adormilada.

En algún instante empecé a recuperar la conciencia y note que Ely estaba pegada a mi, con su muslo sobre mi sexo y el pelo suave del suyo rozando mi piel. Me puse de lado, frente a ella e intenté hablar:

  • mmm…

  • vete despertando

  • ¿que hora es?

  • cerca de las dos

  • mmm…

  • no sabes cuánto siento lo que ha ocurrido, no me imaginé que fuera capaz de una cosa así.

  • no te preocupes. La verdad es que casi ni me he enterado. Estaba adormilada y creí que era mi pareja. Solo me ha molestado su acción, pero no ha sido brusco, solo rápido.

  • me tranquilizas. Aparte de eso, ¿qué tal te lo has pasado?

  • bueno… ha sido increíble. No creí que fuera a hacerlo, pero me ha llevado de tal manera que al final lo estaba deseando. ¿Y tú?

  • pues veras, yo estaba muy caliente, así que nos fuimos a la cama, nos desnudamos y comenzó a sobarme y estrujarme. Empezó bien, me gustaba, pero solo pensaba en él, quería meterla a toda costa, así que me cansé y le dije que se fuera…

  • ¿te quiso forzar?

  • pues casi. Le dije que todavía no estaba preparada, que fuéramos un poco mas despacio para que mi sexo se dispusiera a recibirle, pero no me escuchaba, la colocó en mi entrada y empujó, haciéndome daño, me sentí utilizada y sucia, objeto para su placer, como se dice. Le di un empujón y le tiré de la cama

  • vaya, ahora me lo explico – sonreí – le dejaste tan caliente que en cuanto me vio desnuda, al salir, no le quedó mas remedio al pobre.

Al ver que me lo tomaba así, ella sonrió también. No había querido que me fuera sin tener una explicación conmigo. Me abrazó con alivio y me acarició la cara.

  • ¿y tú? ¿Qué pasará ahora? ¿Lo habías hecho alguna vez con otro que no fuera tu marido?

  • no, nunca, ni pensaba que lo fuera a hacer en la vida. No sé si se lo contaré o no, tengo que madurarlo. No me imagino su reacción ni quiero siquiera pensarlo.

  • ha sido por mi culpa. No tenía que haberte insistido, pero pensé que una alegría no nos vendría mal.

  • y no ha venido mal. Yo he tenido sexo del bueno y he vivido una experiencia nueva y rarísima, y hasta ayer impensable. Ha sido una situación más allá de lo permitido, de lo atrevido.

  • te llamaré para vernos algún otro rato.

  • sí, avísame el primer día que tengas libre, pero dame un poco de tiempo para pensar y lo hablamos con un poco de perspectiva.

Nos levantamos, abrazadas y desnudas todavía. Antes de vestirme, sentí su olor y me acordé de la imagen antes de entrar en su habitación medio desnuda, con la cara desfigurada por la excitación. Me abracé a ella, era mi mejor amiga, junté mis labios a su cara y dándole un beso en la mejilla, se lo dije:

  • te quiero. Eres la única amiga que tengo

  • gracias, yo también te quiero mucho y sabes que no deseaba que esto acabara así.

-  Ya lo hablaremos otro día.

Me fui vistiendo la ropa que estaba esparcida por toda la casa. Busqué las bragas, que aparecieron arrugadas en un rincón y ella me encontró el sujetador,  ayudándome a abrocharlo. Me coloqué lo demás rápidamente y me dirigí hacia la puerta.

Antes de abrir  me dio otro abrazo, me acerqué a su cara y le di un besito corto y ligero en la boca. Su cuerpo estaba todavía caliente, y la ordené casi que se volviera a la cama.

  • llámame.