Un verano calentito IV... [Confesiones de Susi]
El desenlace
Cuando nos despertamos, serían cerca de las cuatro de la tarde, y para nuestra sorpresa tenemos poca resaca, dentro de lo que cabe, para toda la fiesta que habíamos apurado la noche anterior. Comentamos de broma que quizás el “ejercicio físico” que hicimos antes de echarnos a dormir hiciera que expulsásemos parte del alcohol por el sudor, lo mismo que cuando la gente va a las saunas para eliminar toxinas, y bromeamos que si ese era el secreto de un despertar sin resaca, nos íbamos a quedar en los huesos, porque vale que estábamos despejados de malestares, pero también es verdad que estábamos agotados físicamente, y hambrientos, hambrientos como hienas después de una dieta a base de lechuguita. Marcos pasó a ducharse primero, pero antes se acercó a la cocina, desde donde llegaba un ruido de cacerolas que indicaba que Dany estaba preparando algo para comer. Al poco comencé a escuchar el sonido de la ducha y yo remoloneé un poco más en la cama, desnuda todavía bajo la fina sábana, con los rayos de luz brillantes colándose entre la persiana bajada, el olor de guiso que llegaba de la cocina y hacía que mi estómago rugiese, los ecos apacibles del sonido del televisor a lo lejos, sin duda emitiendo la típica programación anodina de un sábado de verano a las cuatro de la tarde, todo era tan cotidiano pero vacacional, tan relajante, que hacía que mis preocupaciones acerca de cómo reaccionaríamos los tres en cuanto a lo que había ocurrido se disiparan. Con lo a gusto que estaba yo enredándome entre las sábanas, Marcos tardó poco en acabar de ducharse y tras venir a vestirse a la habitación y darme un beso, se fue a la cocina con Dany a ayudarle a acabar de preparar la comida.
Yo haciendo un acto de fe en mis propias fuerzas me levanté, y desde la puerta asomé la cabeza para ver si podía colarme al baño sin vestirme. No es que no pudiera, o me diera vergüenza; era más bien un volver a la normalidad, o yo lo sentía así.
Como el pasillo de casa de Dany hace un requiebro a la altura de la otra habitación, y ellos seguían a lo suyo en la cocina, me metí en el baño con la ropa en la mano. Me duché con deliciosa agua templada, casi fresca, y me hizo gracia el olor del gel de baño, como a fresa, que tenía Dany: por un momento me transportó como a otro lugar, me recordaba como a mi adolescencia, me trajo también recuerdos como a algún hotel, oníricamente me sentí transportada por unos instantes a un lugar lejano, y pensé que quizá coincidiera con el gel de baño de algún hotel en el que estuviera unos cuantos años atrás en algún alocado viaje de estudios. París, o quien sabe. En los bordes de la bañera vi que tenía unas cuantas cuchillas de afeitar desechables, lo que me dio la idea de repasar los laterales de mi franja de vello púbico, que ya tenían un poco de “barba” asomando y empezaban a pinchar. Le cogí una cuchilla nueva y tras aplicarme generosamente gel de baño a modo de espuma de afeitar en mi pubis, rasuré lo mejor que pude mis ingles, dejando, a base de ir igualando, un rectángulo de pelo un poco más estrecho de lo que suelo llevarlo adornando mi moreno coñito. Me encanta el tacto que tiene esa piel tan tierna recién afeitada, tan suave, que siempre pienso que es una pena que luego tarde tan poco en volver a nacer, así que repasé otra vez la zona hasta que quedó tan suave como mis mejillas. Una vez completada la operación, me pareció poco, y con unas tijeritas que encontré en el lavabo, con mucho cuidado me quité todos los pelitos de los labios y recovecos más delicados, laboriosa y lentamente, hasta que quedó todo despejado y recorté el largo del rectángulo de vello que dejo sin afeitar, a modo de pequeño felpudo o moqueta de pelo corto perfectamente dibujado en medio de la piel rasurada. No se, pero me hizo sentir como cuando te cortas el pelo (de la cabeza me refiero) y te notas como liberado, como nuevo, como estrenando algo, más despejada, más limpia, a mi por lo menos me pasa. Y como además ahora mi nuevo “corte de pelo íntimo” no iba a quedar en algo privado, quiero decir que iba a poder estrenar y lucirlo en público (haciendo nudismo, no estoy diciendo que una vez abierta la veda me fuera a dedicar a las orgías multitudinarias), pues me hacía más ilusión. Y me hacía también ilusión ver la cara que pondría Marcos, al que todos estos cambios siempre el gustan. Así que cuando terminé dejé las tijeritas donde estaban y reí por dentro al pensar que Dany nunca sabría que las utilicé para cortarme los pelos del coño. Quizás si un día se dejaba bigote, al acercárselas para retocarse el mostacho experimentaba una especie de regresión como la mía ante el olor del gel.
Obviamente estoy de broma, es imposible que distinguiera tal olor en las tijeras, a menos que fuera mitad hombre mitad sabueso…
La ducha me sentó de maravilla, me sentía renovada, limpia, fresca, despejada, como si hubiese renacido. Lo malo era la ropa, que era la del día anterior, ya no estaba fresca, olía a tabaco y a humo, a bar. Como no tenía más remedio, me fui vistiendo con lo que tenía: me acomodé las tetas en las copas del sujetador y lo abroché, me puse la camisa, luego la falda y recogí del suelo las bragas: estaban arrugadas, y los flujos resecos que tenían dibujaban manchas en la tela y les daba un tacto acartonado. A mi mente vino la imagen de Marcos amasando mi chochito por encima de esa fina tela, restregando estas mismas bragas contra mi rajita empapada ante la mirada lujuriosa y sorprendida de Dany, y pensé dos cosas: que no me extrañaba que estuviesen como estaban, y que ¡vaya vergüenza!. La verdad es que olían a sexo a metros de distancia, y tras dudarlo pensé que lo mejor era que no me las pusiera. Las guardaría en el bolso, y yo iría sin ellas, no tenía por qué saberlo nadie. Cuando me acerqué a la cocina vi que ya no estaban allí, y al llegar al salón comprobé que ya tenían puesta la mesa y esperaban por mi para comer. Dany me riñó mientras sonreía con cara de pillo: - ¡venga Susi, que llevamos aquí una hora, esto se está quedando frío ostia! -. Vale, todo volvía a la normalidad. Yo le contraataqué y sin querer saqué el tema indirectamente en clave de broma: - ¡Joder tío, si ni siquiera hoy estás relajado, tienes que ir a mirártelo! -. Devoramos la carne guisada que había preparado como fieras hambrientas y ya con los yogures en el postre y sin tener que hablarlo directamente estaba claro que los tres estábamos bien, normales, y que no se lo íbamos a contar a nadie, que iba a quedar en nuestro pequeño (o gran) secreto. La verdad es que fue todo incluso más natural de lo que esperaba, ya que tampoco escondimos ni negamos lo que había ocurrido, quiero decir, que no lo convertimos en un tema tabú. Por ejemplo, ya después de comer, con el cigarro de la sobremesa empezando a pesar entre los dedos, Dany saltó de cachondeo: - Bueno, qué, ¿echamos el polvete de la siesta o qué? – Y tras reírnos todos un rato (es que una cosa es contarlo, y otra estar ahí; además el cabrón es de esta gente que tiene gracia, no sabes por qué pero la tiene) yo le contesté: - Vas a tener que currártelo mucho para poder volver a catar esta carne morena amigo mío, así que ya sabes, a hacerme la pelota… -. – Ufff que vagancia, paso; para eso ya tienes a éste (señalando a Marcos), yo ya sabéis dónde vivo y por donde paro, si otro día estas tan “desaforada” como ayer pues me buscáis y ya está. – Nos quedamos mirando la tele un rato, y al cabo de un rato, Marcos propuso ir a darnos un baño a la playa para despejar y no perder el día tan bueno que hacía. Yo estaba cansada, pero también es verdad que me daba pena dejar pasar un día así, así que sobreponiéndome voté a favor. Dany nos miró con cara de “estáis locos” y dijo precisamente lo que en su cara se leía. Él había salido también el jueves, así que estaba más destrozado que nosotros, arrastraba ya demasiadas horas de falta de sueño. Lo hablamos, y no le pareció mal que nos fuéramos, es más, yo creo que le gustó la idea de quedarse solo y dejarse caer en el sofá entero para él hasta que le diera la gana.
Pedimos un taxi para ir hasta nuestra casa, atravesamos la ciudad desierta, con todo el mundo en la hora de la siesta o en la playa, y en asiento del taxi, el aire acondicionado, al colárseme entre las rodillas me recordó que no llevaba bragas y que quizá tenía que tener cuidado de juntar un poco las piernas si no queríamos que el taxista se “distrajese” demasiado y acabáramos estampados contra alguna farola despistada. Los buenos de los taxistas, a veces tienen que ver cosas terribles y jugarse la vida, alguna vez tendrán que ver algo que les agrade, así que pensando en esto y esperando poder formar parte de esa especie de justicia universal, me despreocupé y relajé mis piernas, dejando de juntarlas, y miré por la ventanilla mientras sospechaba que aquel buen hombre recolocaba su retrovisor y era el primero en contemplar mi recién estrenado estilismo púbico.
Debía de estar un poco colocada todavía de la noche anterior, porque no suelo actuar así, pero bueno, tampoco me arrepiento.
En casa paramos lo imprescindible, no me acordé ni de sacar las perfumadas bragas del bolso, agarramos sin detenernos toallas y demás, bañador incluido, supongo que como por costumbre y nos marchamos. Le pedí a Marcos que condujera él, y cuando llegamos a la playa, al ser sábado y ser ya las cinco y pico de la tarde, había poco sitio para aparcar. Según plantamos las toallas en medio de la gente, nos quitamos la ropa: Marcos se quitó la camiseta y se bajó los pantalones y ropa interior todo junto, yo me desabroché el sujetador y me lo quité junto con la camisa y cuando él me miraba me desabroché el cinturón de la falda y la dejé caer, mostrando que no llevaba nada debajo y divirtiéndome con la cara que él ponía mientras miraba mi coño más depilado que de costumbre. El hecho de desnudarme de esa manera, quiero decir, pasar de estar vestida de calle a estar desnuda del todo sin paso intermedio, y el hecho de haberme depilado tan “a fondo”, con tan solo ese felpudo de pelo corto rectangular a modo de adorno encima de mi ranura, de mi rajita totalmente despejada y a la vista como nunca antes, hacía que me sintiese como más desnuda que las otras veces, lo cual era en cierta manera cierto: ya no había nada que imaginarse, no había ningún tipo de vello velando recoveco o pliegue de piel alguno, mis labios mayores y menores, toda mi “entrada”, mis genitales enteros quedaban expuestos a la luz del sol sin sombra en la que disimularse. Me dio un cierto respingo y empecé a pensar que quizá me estuviera volviendo a excitar en cierta manera otra vez, miré a Marcos y por su expresión comprendí que tenía en él un cómplice, que podía contar con él para aliviarnos si la cosa no había llegado todavía a su fin. Sin detenernos a echarnos crema siquiera fuimos a darnos un baño. El agua muy fría nos dolía casi en los pies, y Marcos y yo empezamos a hacer el tonto, salpicándonos, primero un poco, sufriendo por el contraste y riendo por la guerra que se había iniciado, hasta acabar corriendo uno de otro y salpicándonos a lo bestia, molestando a lo mejor a alguien pero pasándolo en grande como críos. Cuando ya nos dispusimos a bañarnos como dos personas normales estábamos empapados pero sudando por el esfuerzo así que no nos costo nada zambullirnos. Una vez dentro, con el agua por la cintura, Marcos me abrazó y me dijo: - ¿Te arrepientes de algo? – y yo recuerdo que le contesté, mientras por debajo del agua le rozaba la polla con la mano como sin pretenderlo: - Sí, de no haberte conocido antes, tonto… - y él me sonrió aliviado. Seguimos jugando con las olas un rato, y al poco se me acercó y me dijo al oído: - una curiosidad: ¿y ese cambio de “look” ahí abajo? – yo me reí por el secretismo con el que me interrogaba, y le dije: - No se, me apeteció, ¿no te gusta? – y él con cara de decir la verdad: - me vuelve loco cariño, lo que yo te diga, ¡tu te has propuesto acabar conmigo y ya no sabes cómo! – con lo que me lo puso en bandeja: - Te equivocas, si que se cómo, ¡a polvos! – En ese momento me olvidé de dónde estaba y al exclamar vivamente mis intenciones una pareja como de unos cincuenta años que se acercaban por un lado escucharon mi grito de guerra y se sonrieron, sobretodo al ver que yo me ponía colorada como un tomate. Marcos el cabrito se moría de risa, y yo me zambullí bajo una ola haciendo “mutis por el foro”. Por fin salimos del agua, y yo por lo menos sentí como si todo el peso del cansancio y el calor se hubiera aliviado, no del todo, pero si lo suficiente como para quedarse en un llevadero y dulce aturdimiento. Una vez en la toalla, según nos tumbamos y encendemos un cigarrillo, escucho desde muy cerca una voz conocida:- ¡Oiga, que hace usted, aquí está prohibido fumar! – Cuando me giro la sorpresa es total al ver las toallas que teníamos al lado y que estaban vacías cuando llegamos eran por casualidad las de Lucinda y Laura, que es precisamente la que dice esa broma para que repare en ellas.
Estamos a escasos metros de ellas, que están tumbadas boca abajo, desnuda también Lucinda. Empezamos a hablar en la relativa distancia pero no nos escuchamos bien, así que Laura se levanta, y arrastra su toalla hasta colocarse a nuestro lado, seguida de Lucinda que hace lo mismo. Creo notar que a Marcos le da bastante corte (el mismo que yo sentí cuando nos encontramos con Dany en estas circunstancias pero por partida doble) pero intenta disimularlo. Ellas se han colocado de forma que Marcos queda en medio, es decir, yo a un lado de él y ellas dos al otro lado. A Lucinda también parece darle bastante corte, también debe ser la primera vez que se encuentra con alguien conocido en tal tesitura, y no se la nota natural del todo. La que está en su salsa es Laura, que le da igual ocho que ochenta y habla sin parar. Nos pregunta: - ¿Qué, dónde acabasteis ayer? – y Marcos contesta: - Nada, luego fuimos para casa. – queriendo decir que no habíamos seguido de bares, y yo añado: - si, bueno, para casa de Dany, que todavía nos hizo tomar la última. – Marcos conoce tanto a Lucinda como a Laura, claro está que más a Lucinda, que es con la que yo siempre anduve, pero me refiero a que nos conocíamos todos como para que la conversación fuera fluida y nadie hiciera sentir incómodo a nadie por quedarse aislado, dejando aparte claro está el hecho de que ahí estaba Marcos en pelota picada justo en medio de nosotras, con gotitas de agua todavía brillando entre su rizoso vello púbico como si fueran diamantes y su generoso pene todavía mojado sintiéndose observado en una distancia más que corta. Seguro que más tarde comentarían entre ellas algo acerca de aquello, sí, siendo sincera, seguro que yo también lo haría, aunque fuese en clave de broma. Él intentaba mirar al horizonte o a sus pies, pero cuando hablaba con alguna no podía evitar pasar su mirada por algún punto clave de las anatomías que le rodeaban, y curiosear en los diferentes estilos de vello púbico que tenía ante sus ojos: Lucinda con su franjita muy estrecha y alargada, Laura, lo mismo que la última vez, con un triangulito chiquitín que empezaba muy abajo, justo en la zona de los labios, justo lo contrario que yo. Supongo que haría esfuerzos por no mirar, primero porque si lo hiciera descaradamente iba a quedar muy mal, y segundo porque si a causa de esas miradas “curiosas” se le iba a desencadenar una erección la situación podía tornarse intensamente embarazosa, para él el primero. Un rato de charla después, Laura comentó que en poco tiempo tenía que volver al bar a ayudar a Toni, y dijo que se iba a dar un último baño, que si alguien se apuntaba. Marcos y yo acabábamos de bañarnos como quien dice, así que sólo se el sumó Lucinda. Noté como Marcos las miraba alejarse, viendo sus culitos pequeños, morenitos y firmes bambolearse hasta que desparecían entre la gente, y hasta que se dio cuenta de que quizá yo me estuviera dando cuenta a su vez de la jugada. “Qué tonto” pensé, “igual se cree que no se que es un tío”. Y para pincharlo, no a mal, ya que lo entiendo, o lo asumo, le dije: - ¡Están bien buenas, eh!. ¿Cuál te parece que está más rica?, venga, que no me enfado… - y el contesta: - Estás tu mucho más buena cariño. – Respuesta correcta. Yo sigo intentándolo, a ver hasta que punto está bien entrenado e insisto: - venga, en serio que no me enfado, sólo por curiosidad, si tuvieras que elegir a una, ¿con cuál te quedarías? – A lo que él contesta: - No se, me da igual, me da igual una que otra… quiero decir que a mi me gustas tú y me dan igual… - Respuesta correcta otra vez, una mentira como un campano pero respuesta correcta. Yo le sonrío pícaramente y el no puede evitar sonreír también, delatando que trata de escapar como puede. Lo dejo en paz y empiezo a pensar en quién elegiría yo. No tengo que pensarlo mucho, aunque Laura tiene también un cuerpazo y una cara muy bonita, me quedaría siempre con Lucinda y su carita mucho más suave, sus trencitas morenas y su cuerpecito menudo y proporcionado. De pronto me doy cuenta de lo que estoy pensando y casi me da la risa a mi sola. En fin, ya me conoceréis un poco: la mente va por libre, blah blah blah…
Me tumbo boca abajo y Marcos enciende otro cigarrillo, fuma más que de costumbre, se nota que no está relajado del todo. Él se queda medio echado boca arriba, apoyado en sus codos, fumando; pienso que no se si lo hace a posta, pero parece que va a esperar a que vuelvan del agua para verlas llegar de frente, para tener una vista privilegiada y “casual” de ellas dos en un desnudo frontal integral hasta que se tumben con nosotros otra vez. Yo, tumbada boca abajo, pienso que por mi no se va a tener que cortar, que yo estoy muy a gusto así echada, y que si quiere mirar, pues que mire. ¿Acaso no me acabo yo de tirar a un amigo suyo hace unas horas? Uf, que crudo suena eso así. Racionalmente lo pienso así, aunque siendo sincera como desde el principio dije que iba a serlo, no puedo evitar que me produzca un cierto “resquemor”. Sacudo las nubes oscuras de mi cabeza y dejo que el sol me achicharre sin ofrecer resistencia, imagino que soy una lagartija y mi mente desvaría felizmente otra vez. Al poco Lucinda y Laura están de vuelta, de pié a nuestras cabezas, goteando y comentando lo que cuesta entrar al agua pero lo bien que se queda uno después. Laura mira el reloj de su mochila y exclama: - ¡ooooostias, me tengo que ir pitando, que no me acordaba que hoy venía el del camión de los refrescos!- y acto seguido se empieza a vestir, con mucha prisa, todavía empapada, se pone las bragas del bikini, un pantalón de tela que enseguida se empieza a mojar y a transparentar el estampado de las braguitas y por arriba una camiseta de tirantes sin nada más, que hace que se le marquen los pezones descaradamente la mojarse con su piel húmeda. Lucinda está parada, y cuando Laura ya casi está lista, se da cuenta de que han venido en el coche de Laura y de pronto reacciona.
Yo le digo que no se preocupe, que si no tiene prisa que se quede con nosotros, que nosotros lógicamente la llevamos luego. Por momentos la pobre no sabe que hacer; si se pone a vestirse va a hacer llegar más tarde a Laura, pero por otro lado yo creo que le da como apuro quedarse con nosotros dos solos, como si fuese a molestar o algo. Marcos también le insiste para que se sienta cómoda: - venga tía, si no tienes prisa por nada que vas a hacer en casa con este día, no seas tonta… - Al final la convencemos y vemos cómo Laura marcha escopetada. Por fin nos echamos otra vez todos y yo le ofrezco un cigarro a Lucinda, que fuma sólo muy de vez en cuando, y esta vez lo acepta. Nosotras nos ponemos boca abajo, y Marcos que sigue en medio, sigue como estaba, recostado en sus codos mirando al mar. De esta forma, nosotras iniciamos una conversación viéndonos las caras por detrás de la espalda de él, que está en esos momentos a su bola. De vez en cuando mira hacia los lados, y estoy casi segura que en esas panorámicas alguna vez se “entretiene” contemplando nuestros culitos respingones, redonditos y desnudos al alcance de su mano, tan de cerca y tan “reales” que puede apreciar hasta el mapa de nuestros lunares e nuestras bóvedas de carne blanda e incluso apreciar la textura de nuestra piel y cada poro, todo con la tranquilidad de saber que no hay posibilidad de ser descubierto tal y como estamos colocados ahora. De una extraña manera me empieza a parecer divertida la situación. Por un rato nosotras seguimos hablando de lo nuestro y él sigue a lo suyo, hasta que notamos la espalda empezando a quemar y nos damos la vuelta. Marcos se integra en la conversación y la tarde va pasando agradablemente. Finalmente el calor puede con nosotros y por unanimidad volvemos a bañarnos. De camino a la orilla, Lucinda y yo nos adelantamos unos pasos respecto a Marcos para hablar de nuestras cosas, y estoy segura que nos mira el culo a las dos, seguro que se va poniendo malo mientras contempla nuestros traseros en movimiento, observando desde cerca ese pliegue simpático que se forma entre el final de la redondita nalga y la parte trasera del muslo, una vez a cada lado en cada paso, y que a mi siempre me recuerda como a una sonrisa de carne; y es curioso porque no siento celos en absoluto de no ser el único y exclusivo centro de su atención.
Con otra “rival” seguramente que sí, me hubiera “preocupado” aunque fuera irracionalmente de que le gustase más la otra (o alguna parte de ella) que yo, pero con Lucinda me daba cuenta que era casi al contrario, sentía que extrañamente me producía algo parecido a la excitación el pensar en torturar, poner cahondo a Marcos con la ayuda de mi preciosa amiga, me daba como morbo que entre las dos le estuviésemos encendiendo su motor, como si fuésemos dos quinceañeras muy apetecibles dando falsas esperanzas a un tío por el que nunca nos enfadaríamos, pero que nos encanta que babee por nosotras porque eso nos hace sentir deseadas y sexys, seguras de nosotras mismas. Además, el hecho de darme cuenta que Marcos también podía mirar y desear a Lucinda, aunque sólo fuera físicamente (otra cosa ya me hubiera dolido) me recordaba, o mejor dicho, me traía al primer plano el lado mas sexual en abstracto de él: me refiero a que cuando estás con alguien, el paso del tiempo, el roce que hace el cariño, la confianza, etc., hace que poco a poco el sexo se vista con un motón de sentimientos más, muy agradables por supuesto, pero que a veces nos hacen perder de vista ese lado mas puramente sexual o físico que en un principio nos atrajo de esa persona. Entonces desde este nuevo prisma, era como si por un momento pudiera ver a Marcos desde fuera, desde fuera de la pareja que somos, como si casi no lo conociera. Y bajo ese prisma era como si sintiera en pequeña escala algo parecido a lo que él sentía cuando añadimos a Dany a nuestra juerga de placer de esa misma mañana: disfrutar viendo a la otra persona dejar aflorar toda su sexualidad, a borbotones, y sin miedo a nada, y de esta forma recuperar esa visión más erótica y universalmente sexual de ella. No se como explicarlo muy bien, ni siquiera soy capaz de articularlo en mi cabeza del todo, pero espero que se sepa más o menos a que me refiero. Creo que el resumen es que el hecho de que nos mirase me hacía recordar o tener presente que Marcos es un tío, no en el mal sentido, me refiero a un chico, un chico cualquiera, con sus fantasías, deseos ocultos y miles de mecanismos erótico-mentales como los de cualquier otro, como poder verlo dejando a un lado nuestro afecto, recuerdos y cariño y extraer solo su faceta más instintiva, simple si se quiere, su lado más físico, ver en él todo lo que me atrae del género masculino, lo que hacía que a su vez se estimulasen mis instintos más básicos, porque a fin de cuentas yo le quiero muchísimo, pero aunque no lo conociese de nada me atraería físicamente tanto como para desear follármelo desesperadamente, ya sabéis, esa adrenalina y libertad que te da tirarte a alguien con quien todavía (o nunca) no tienes lazos afectivos profundos. Y el hecho de que no solo me mirase a mi, sino también a Lucinda, hacía que pensase que quizá me gustaría que él también estuviera teniendo esa visión o punto de vista “simplificada” de mi. Era como si me apeteciese decirle: “ey, lo mismo que te atrae el culito de Lucinda, quiero que recuerdes que yo también soy una chica, tu novia, pero antes de eso una chica, también estoy desnuda y quiero que me mires de la misma forma que a ella, porque me gusta saber que además de todo lo que sientes por mi, te pongo caliente, te excitas mirándome el culo, porque al saberlo me haces sentir segura y me pones cahonda…”.
Al llegar a la orilla Lucinda descubrió una enorme y preciosa concha que estaba semienterrada entre la arena; al principio no se veía bien lo que era, así que por un momento nos inclinamos hacia delante, con nuestras manos apoyadas en las rodillas, las piernas ligeramente flexionadas y el torso inclinado hacia delante para observar desde un poco más de cerca que era aquello que brillaba en la arena. No hará falta explicar que estoy segura que Marcos no perdió detalle de la escena de nuestra posturita: tenía que estar viéndonos incluso nuestros coñitos, desde atrás, asomar como bocas de carne o como otra ranura o rajita dentro de esa cavidad que se forma entre las piernas, justo debajo de la rajita del culo, la última entrada a nuestros cuerpos enseñada en esa postura como de ofrecimiento, y a mi me encantaba que lo hiciese. Tras ver que lo que brillaba era una preciosa concha de algún molusco y no cualquier otra cosa sin interés, no pusimos de cuclillas para recogerla y lavarla, y entonces escuchamos a Marcos, que ya nos había alcanzado y se interesaba por nuestros movimientos: - ¿Qué pasa, qué habéis visto? – Al girarnos para contestarle no reparamos en que él permanecía de pié, y en el lugar dónde esperábamos encontrar el rostro de nuestro interlocutor nos encontramos con su abundante, oscuro y rizoso vello púbico, sus testículos redonditos y apretados y su polla sudorosa, (yo creo que un poco crecida), con la piel del glande retirada hacia atrás de modo que éste brillaba como un chupachups ya lamido. Lo teníamos tan cerca y tan a la luz que Lucinda tuvo que ver hasta el último requiebro de sus venas a lo largo de su pene a la misma altura y a escasísimos centímetros de su carita sorprendida. Ella desvió la mirada hacia arriba tras unos instantes, como nerviosa, como si pensase que se había notado que se había quedado por un momento ensimismada en una situación embarazosa, y Marcos creo que se sonrojo también un poco porque no creo que se lo esperase. Dejamos la concha donde estaba tras unos segundos un poco incómodos (para ellos, yo ya dije que me estaba empezando a divertir) y nos fuimos adentrando en el agua. Marcos, haciéndose el machito, de broma, nos decía que éramos unas exageradas, que el agua estaba buenísima, y se fue adelantando mientras nosotras aclimatábamos nuestra temperatura con el agua por los tobillos. Entonces me contó que había hablado con Nacho por teléfono, y que éste le había dicho que iba a tener muchísimo trabajo en la próxima temporada, que el único compañero que estaba en su departamento había tenido un accidente de coche y lógicamente estaría de baja una buena temporada, con lo que él tendría que hacer el trabajo de los dos, sin posibilidad de tomarse unos días de descanso. Ni siquiera breves fines de semana porque tenía que quedarse de guardia por si surgía algo y tenía que presentarse inmediatamente. Pero que eso no fue todo, que también le dijo que no podían seguir así, que mantener su relación en la distancia tal y como se había pretendido era muy difícil, y que le preguntaba qué pensaba ella acerca de “abrir” su relación, como al principio, y no preguntarse nada acerca de los largos periodos en que estaban separados. – Vamos, que se está tirando a otras y se siente culpable – sentenció Lucinda sin más adornos. Yo le pregunté que cómo se lo había tomado, y la verdad es que me sorprendió la objetividad de la que hizo gala, aunque fuera un poco fingida: - Pues según me lo dijo fue como un jarro de agua fría, no es muy agradable oír eso, pero según lo pensaba sabía que en el fondo tenía parte de razón, porque la verdad es que lo nuestro está un poco complicado, y aunque sea duro de afrontar, lo cierto es que yo tampoco quiero pasarme la vida esperando a que le den unos días libres para poder hacer durante un fin de semana como si fuéramos una pareja normal, cuando hay veces que no sabemos muy bien ni qué tenemos en común.
La distancia se hace insalvable, no para meterte en la cama, eso es fácil, pero si para estar con alguien con el que quieras contar, con el que quieras que esté ahí cuando las cosas se tuercen, para lo que sea. Y que creo que todavía soy muy joven como para estar como una monja de clausura el noventa y ocho por ciento de mis días, viendo pasar la vida desde la ventana, intentando apartar de mi cabeza las ideas que me hacen sentir culpable cuando tras meses de abstinencia fantaseo con algún tío que me atrae, que una es de carne y hueso, ya me entiendes… - Yo le contesto: - Bueno cariño (que se me escapa, tengo un lápsus porque es como si estuviera hablando con Marcos, pero incluso me queda bien porque le da calidez al tono) tú no te preocupes, lo que tenga que ser, será; y aunque ya sabes que yo opino que cada pareja es un mundo, y que no soy amiga de opinar sobre ello porque nunca se tienen los suficientes datos , sí es verdad que a mi lo de las relaciones a distancia siempre me ha parecido una “jodienda”, yo no creo que fuera capaz. No se, ya se que es fácil decirlo, pero piensa que lo único que cambia es que en las largas temporadas en que estáis separados, que es prácticamente todo el tiempo, tú vas a poder hacer lo que te plazca, y que cuando venga por España, si a ti te sigue apeteciendo, pues estás con él. Y no pienses nada más, lo que haga él allí, ya no importa, ya no existe, ojos que no ven… pero lo mismo lo digo por él, porque me imagino que tú no esperas quedarte de “piernas cruzadas”, digo, de brazos cruzados… – esto último se lo digo poniendo cara de pilla y consigo hacerle gracia, y ella contesta con cara maliciosa (con toda la malicia que consigue expresar su cara de niña buena): - Noooooo, creo que nooooo, ya es mucho tiempo… creo que haré caso a la sabiduría popular en eso de que un clavo se saca con otro clavo… -.
Ahora ya en serio, le digo: - Y como siempre, ya sabes que yo puedo ser un desastre a veces como amiga, pero en lo importante y para lo que sea quiero que cuentes conmigo, de verdad. – Y para despejar el aire melodramático de mi última frase, digo, señalando con la cabeza: - Mira aquel, tan decidido como entraba, saltando como una niña – me refiero a Marcos, que está unos cuantos metros más adelante, con el agua por los muslos ya, de espaldas al mar, es decir, cara a nosotras, saltando cada vez que llega una ola, que le estalla en el culo y la espalda haciendo que ponga unas caras de sufrimiento de lo más graciosas. Nos reímos un poco con él (bueno, de él, pero sin maldad), y a mi todavía me da para hacer una reflexión absurda de las mías: - ¡pero mira por favor que pinta tiene! Dios, o el que sea que haya diseñado a los tíos tenía un sentido de la estética muy extraño:
Hacerlos así, con esas pelotitas fuera del cuerpo, y esa trompita, ese pitorrín colgando, mira qué gracioso como se le mueve, se le levanta y rebota cuando él salta las olas, no me digas que no es gracioso, es casi absurdo… - Lucinda le mira, luego me mira mí y nos reímos. Ella lleva más allá la observación: - y se te olvida decir que para hacer más surrealista el tema todavía, esa trompita como tu dices, en determinadas circunstancias, que por cierto provocamos nosotras, les crece considerablemente, se les pone dura y se les empina; incluso en un momento dado llega a expulsar una cremita blanca; ¡eso si que es tener imaginación a la hora de crear algo! – Nos reímos otra vez mientras empezamos a avanzar hacia él, lo que hace que las olas nos golpeen cada vez más arriba, y nosotras también empecemos a dar saltitos absurdamente para evitar en la medida de lo posible el estremecimiento del frío del agua contra nuestro cuerpo recalentado. Ahora era a nosotras a quien los saltitos hacían que partes de nuestra anatomía botasen y rebotasen con cada impulso y aterrizaje. Obviamente ya no eran trompitas de carne entre las piernas, sino nuestros pechos liberados de movimientos, bamboleantes en su inercia. Miré de soslayo a Lucinda, y vi cómo las grandes aureolas de sus pezones, más oscuros que los míos, como suele ocurrir en gente con piel más morena, se habían contraído, reducido en favor de que esa piel se erizase, poniéndose como carne de gallina haciendo que la punta del pezón se redondease, endureciese y sobresaliese, erecta, enfocando casi hacia arriba en medio de sus pechos medianos, turgentes, de aspecto muy suave y firmes, un poco puntiagudos, bien formados y femeninos.
Con cada salto se elevaban por un instante y al caer en la arena ella otra vez rebotaban un poco, como un temblor, y volvían a su posición natural, dejando claro que los tiene firmes y erguidos por naturaleza. Noté como Marcos atendía al espectáculo, tanto el que ella proporcionaba como al mío propio, con mis pechos más grandes y más redondeados, pero también erguidos, y que cuyo movimiento, a causa del mayor tamaño, era más exagerado y necesitaban de más tiempo para detener su inercia hasta volver a su posición. Al rato ya estábamos los tres metidos del todo en el agua, dejándonos flotar aunque el agua nos llegase un poco más arriba de la cintura. Marcos estaba como un metro más adentro que nosotras, de cara a las suaves olas que de vez en cuando llegaban todavía sin romper, como suaves ondulaciones de agua que nos elevaban por un instante. Entonces yo le hice un gesto a Lucinda, sin que él nos viera, indicándole que a mi señal nos abalanzáramos sobre él para sumergirlo en el agua a modo de broma gamberra adolescente. A la de tres saltamos sobre él, que fue muy rápido y reacciono con cara de sorpresa pero lo bastante ágil como para agarrarnos por un brazo a cada una, intentando no hundirse, o por lo menos intentando arrastrarnos a nosotras también en nuestra propia broma. Los tres nos hundimos en el agua, retozando y salpicando, entre risas y aspavientos simpáticos y torpes tratando inútilmente de dejar la cabeza fuera del agua. Bajo el agua, una maraña de brazos, piernas y cuerpos chocaban todos contra todos sin poder diferenciar a quién pertenecía cada miembro. Marcos finalmente emergió del agua abriéndose paso con su cara entre nuestras tetas, con los ojos cerrados y probablemente sin darse cuenta del todo de qué era aquello contra lo que restregaba su cara mientras buscaba una vía para escapar y tomar aire. Estuvimos un buen rato jugando, jugando como niños, pasándolo en grande. Caminando de regreso a la toalla, esta vez ya los tres juntos, Lucinda nos preguntó, en plan indirecta, si íbamos a hacer algo esa noche, si saldríamos por ahí a tomar algo. Estaba claro que ella no tenía ni idea de todo lo que nosotros llevábamos ya encima de nuestros cuerpos; sabía que habíamos quedado a dormir en casa de Dany, pero no se imaginaba (supongo) que la fiesta había continuado con otra botella de ron y no poco “ejercicio físico” hasta casi ese mismo mediodía. Así que, por lo menos yo, y estaba segura que Marcos también, estaba cansadísima como para ni siquiera plantearme salir por ahí de fiesta otra vez. Pero a la vez no quería dejar tirada a Lucinda otra vez, y más ahora que me había contado todo aquello de Nacho y que seguro que quería salir y despejarse la mente con un par de copas en vez de quedarse en casa una noche de verano como aquella comiéndose la cabeza. Con lo que, a riesgo de que mis fuerzas no dieran para tanto, dije: - Bueno, no se, no teníamos planeado nada, la verdad es que estamos destrozados, pero se me ocurre que si te apetece podrías venir hasta casa y cenamos algo. Luego podemos tomarnos algo allí mismo en casa, charlar, y si la cosa se anima salir por ahí, y si no, pues como si te quieres quedar a dormir, no se, un plan así improvisado y diferente, ¿no?- Marcos a pesar de su cansancio me apoya, sabiendo que a Lucinda probablemente le de apuro lo de ir a nuestra casa a cenar, como si pensara que pudiera molestar o algo, así que antes de que ella diga nada él ya sentencia: - Oye pues no está nada mal, no aceptamos un no por respuesta, así que vete pensando qué prefieres para cenar: un poco de pasta en ensalada o unas pizzas que sólo se hacer yo al horno, con sus aceitunitas y queso fundido.- Aunque a Marcos no le hubiera contado prácticamente nada de los últimos acontecimientos de Lucinda con Nacho, no es tonto, y por sí solo se daba cuenta de que ella se había quedado un poco colgada de un tiempo para atrás. Así que apoyándome incondicionalmente una vez más para ayudar a una amiga mía, a pesar de estar muerto de cansancio, me recordaba que es el mejor novio del mundo, que lo da todo por mí sin dudarlo ni un segundo (os he dicho que le quiero?).
Lucinda sonrió, y empezó a hacerse de rogar un poco, (lo normal en estos casos), hasta que aceptó la invitación. Pasado un rato de charla en las toallas, empezó a entrar un poco de bruma, como una ligera niebla que llegaba del mar y decidimos en vista de las circunstancias ir recogiendo y poner rumbo a casa. Cuando llegamos a nuestra calle nos dimos cuenta de que no habíamos pasado por casa de Lucinda, pero era tal la vagancia de volver a meterse con el coche por el centro de la ciudad que yo le prometí que podía elegir entre toda mi ropa la que más le gustase y que se la regalaba si quería con tal de no seguir conduciendo más. Así que la pobre, con tal de no causar más molestias aceptó, y nos reímos comentando que iba a ser la noche de la improvisación. Ya en casa, Marcos se pidió el primer turno para darse un agua y así poder luego ir preparando la cena mientras nosotras nos duchábamos. Como según lo dijo parecía que se refería a que nos íbamos a duchar juntas, bromeamos sobre ello, diciendo que así ahorraríamos agua, una tontería. Mientras él se duchaba nosotras nos quedamos viendo la tele y bromeando acerca de lo bien que se vive con un esclavo que te hace la cena mientras una, con las pierna estiradas encima de la mesa echa un cigarrito. Al poco salió él, en chanclas, unos bóxer a rayas que se apretaban contra sus “atributos” y una camiseta de tirantes negra que dejaba a la vista sus hombros bien formados, no musculados, pero si proporcionados y morenos. Cuando se acercó a recoger el cenicero que teníamos al lado de nuestros pies que descansaban encima de la mesa llegó hasta donde estábamos una suave ola en el aire que olía de maravilla, a gel y a desodorante masculino. Con su pelo mojado que tenía que apartarse de la cara de vez en cuando, esos hombros en esa camiseta, esa manera de marcar lo que dios le ha dado, ese olor, lo bien que se estaba portando conmigo… me estaba poniendo cachonda… y me dio por pensar que nunca se ponía tan provocativo para andar por casa: casi nunca se ponía camiseta de tirantes, si bien es verdad que hacía mucho calor todavía; tampoco solía andar en chanclas por casa, aunque supongo que le daría vergüenza enseñar sus zapatillas con agujeros. Pero de todos modos algo me decía que la visita hacía que se hubiera puesto lo más favorecedor posible, aunque fuera en plan cómodo para andar por casa. Y no es que quisiera dar envidia a Lucinda, pero me hacía sentir orgullosa, de lo bueno que era, y de lo bueno que estaba. Nos dejó en el salón y se fue a la cocina a hacer la cena, que por unanimidad iban a ser pizzas especialidad de la casa. Lucinda insistió en que pasara yo primero a la ducha, y mientras estaba bajo el chorro de agua me dio por pensar en que en esa misma bañera donde dentro de un momento se iba a duchar ella, yo me había tocado hasta marearme, imaginando escenas lujuriosas en las que ella aparecía. Pensé que si las paredes hablasen… pero menos mal que no lo hacen. Me extendí un spray aceitoso para hidratar la piel después de tomar el sol por todo el cuerpo, y quedé brillante y resbaladiza, refrescada y en la gloria.
Pasé a vestirme a la habitación enrollada en la toalla, y mientras miraba en el caos del armario le indiqué en voz alta a Lucinda, que seguía en el salón, que la ducha estaba libre (que no libre de pecado). Mientras escuchaba el ruido del agua, el ruido del chorro de agua romper contra el cuerpo desnudo de Lucinda, tras una puerta entreabierta y una fina cortina de ducha, en mi propia casa, en el baño de mi propia habitación, en la bañera que era el último rincón de mi intimidad, donde tantas veces Marcos y yo lo habíamos hecho, y otras tantas yo sola había desahogado mis fantasías eróticas más inconfesables aplicando ese maravilloso y enérgico, incansable chorro de agua entre mis piernas, mientras escuchaba ese sonido me descubrí a mi misma regocijándome en un sentimiento parecido a la excitación, pero en el sentido más amplio de la palabra: era como si nuestra invitada hiciese que estuviera agradablemente nerviosa, emocionada, y hacía que quisiera buscar algo para ponerme que estuviera a la altura, no se como explicarlo mejor, supongo que hay sensaciones que son imposibles, por su naturaleza ambigua, inasible, etérea o contradictoria, de explicar con palabras, o por lo menos lo son para mí, no lo se para un maestro de la literatura, pero por lo menos yo soy incapaz de explicarlo mejor. El caso es que encontré una camiseta de tirantes que tenía desde hacía mucho pero que ya no me ponía hacía años ni para dormir, ya que me quedaba un poco pequeña y me la puse: tenía una especie de dibujo playero en la parte delantera sobre el fondo blanco del resto de la camiseta, y el sol y las sombrillas que tenían dibujadas se deformaban por las curvas y volúmenes que mis pechos obligaban; y mis pezones, en aquella tela gastada se marcaban sin disimular y se rozaban gustosos contra el tejido. Era una camiseta muy corta que me llegaba justo por debajo del ombligo. Elegí unas braguitas blancas que parecían muy inocentes, pero en las que sobretodo por la parte de atrás, el tejido se volvía muy fino y se transparentaba todo bastante. Pensé en ponerme unos pantaloncitos cortos pero decidí quedarme tal y como estaba, a fin de cuentas estaba en mi casa y tampoco era tan exagerado. Cuando estaba buscando debajo de la cama las chanclas baratas de andar por casa, entró Lucinda, que me dijo riendo: - ¿pero qué haces?- Yo estaba de rodillas, de espaldas a la puerta, con la cabeza casi metida debajo de la cama, estirando el brazo para llegar a un bulto que parecía lo que buscaba, totalmente inclinada, con mi culo levantado como punto más alto de mi silueta y estaba tan concentrada que cuando oí su voz me pegó un susto de muerte. Me pegué con la cabeza en el borde de la cama por el susto y nos reímos un buen rato.
Lucinda estaba enrollada en la toalla con su pelo muy mojado, como si no se lo hubiese secado a penas. Le ofrecí el spray “after sun” y me rechazó el ofrecimiento. Yo le insistí en que aliviaba mucho la piel después de tomar el sol y tras dudarlo aceptó. Así que sin más, se desprendió de la toalla y se quedó desnuda delante mía mientras se disparaba el spray vaporizado sobre su piel, por el cuello, brazos, pechos, vientre, piernas… mientras se extendía el líquido aceitoso me llegó el olor de mi propio desodorante, que seguramente se habría echado ya que no tenía el suyo, y con la mezcla del spray after sun ese aroma me pareció como de la familia, como cercano, de dentro del círculo, una vez más no se como explicarlo… su piel ya morena de nacimiento se había barnizado un poco más con el sol de esa tarde, y con el efecto del brillo aceitoso del spray (como cuando los culturistas se embadurnan para marcar más sus volúmenes) sus curvas se dibujaban mejor que nunca, como definiendo cada músculo, cada pliegue, sus tetitas erectas y redondeadas parecían las de una escultura mojada, su vientre plano, el pubis liso y del mismo color que el resto de su cuerpo, con esa línea muy fina de vello púbico negro y todavía húmedo de la ducha, sus piernas largas y bonitas, parecía una diosa, o por lo menos a mi me lo parecía. Yo buscaba en el armario algo para ella, obviamente no estaba mirándola fijamente con la boca abierta, y le ofrecí una especie de camisola parecida a un camisón, blanca con algún bordado, de tirantes. Le pareció bien, que de momento para andar por casa era perfecto. Le acerqué unas bragas blancas también para ir a juego y se las puso. Curiosamente le quedaban más pequeñas que a mi, su culito se desbordaba de la goma y por delante casi asomaban los últimos pelitos de su línea de vello púbico, pero no le dio importancia. Pensé que en el fondo era normal, ya que ella es un poco más alta que yo, y su cadera es más ancha que la mía aunque no lo parezca en el conjunto de su proporcionado cuerpecito. Se puso la camisola y el blanco de la tela resaltaba en su piel, sus hombros chiquitos, sus pechos erguidos levantando la tela, el vuelo de la camisola que era ancho, y que le llegaba a mitad de las bragas, sus piernas perfectas… sentí un poco de envidia sana, para que os voy a engañar…
Desde la cocina se escuchó la voz de Marcos que decía que ya estaba lista la cena: cuando llegó a la habitación para repetirnos lo que ya habíamos oído a voces pude ver en su mirada que nuestra presencia, aceitosas y tan ligeras de ropa, le había sorprendido agradablemente. Recogimos la mesa del salón y disfrutamos de las pizzas mientras charlábamos y teníamos la tele de fondo. Después de cenar, fue Lucinda quien dijo en seguida de sacar un poco de bebida, y Marcos sacó del armario una botella de Martín y nos sirvió a los tres. Estábamos hablando muy animadamente, pero el cansancio también hacía mella, y en la calle una niebla pegajosa hacía que todo fuera como más irreal, más onírico, parecía que mi mente, ya que no iba a dejarla dormir de momento, se estuviese dedicando a mezclar mi subconsciente con mi consciente para darle al menos un poco de respiro. Al tercer martín parecía que me estuviese subiendo todo el globo de la noche anterior, pero en plan sosegado, el alcohol me estaba dando falsas energías para mi cuerpo, que lo sentía ya más ligero, pero mi mente tranquilamente desvariaba, todo era como irreal, divertido, pero sosegado, era como el efecto de alguna otra droga, y por la expresión en la cara de Marcos supuse que le estaba ocurriendo tres cuartos de lo mismo. Lucinda estaba empezando a animarse, pero más en plan locuacidad y diversión fiestera, y entre las tonterías que decíamos a ratos, y la complicidad que se respiraba en aquella pequeña y extraña fiesta privada nos lo estábamos pasando realmente bien, sacando fuerzas de flaqueza pero pasándolo bien. Lucinda se había sentado en una butaca que estaba un poco ladeada, casi en frente nuestra (que seguíamos en el sofá grande), con la mesa con las bebidas en el centro, y a ratos apoyaba sus pies en el borde: la camisola se le levantaba y en medio de sus muslos se veía la tela de las braguitas apretada contra su coño, que por uno de los lados no llegaba a caber del todo, así que se veía parte asomando, con ese característico tono de color un poco más oscuro y la carne abultada de un labio mayor presionado por la goma de unas braguitas que se le quedaban pequeñas a poco que se removiese en su asiento, tal y como estábamos comprobando. Digo “estábamos”, porque si yo lo estaba viendo, estoy segura de que a Marcos tampoco se le había pasado desapercibido tal detalle, y no le culpo: en mi mundo de delirio, de niebla, desfallecimiento y vapores de alcohol esa visión me estaba pareciendo de lo más sugerente, de lo más incitador, y sí, de alguna manera espectacularmente morboso…
Como Marcos y yo fumamos como chimeneas cuando bebemos (le pasa a mucha gente, que lo se yo), y aquella especie de fiesta no había estado prevista, se nos había olvidado aprovisionarnos de tabaco, así que al ir a coger otro cigarro me di cuenta de que sólo quedaba uno. Y como se suele hacer en estos casos, pues me puse a pedirle a Marcos, con voz de niña buena, que por favor bajara en un momento al bar a por un par de cajetillas. Lucinda también estaba fumando bastante (para lo que ella suele fumar), y se notaba que ya estaba bastante suelta porque se sumó a mis plegarias de broma, cosa que demostraba que había cogido mucha confianza, diciendo con un tono de voz parecido al mío: - Anda… se bueno… hazlo por Susana y por mí… venga porfa… que te lo agradeceremos…- a lo que Marcos, que ya tenía asumido que iba a acabar bajando, contestó de broma: - ¿ah si?... ¿y como me lo vais a agradecer? – yo me sumé a la broma y dije: - venga cariño… sólo ese favor… y luego puedes pedirnos lo que quieras… - el tono de voz sonó más lascivo de lo que esperaba, y la broma estaba empezando a adquirir tintes marcadamente erótico festivos. Nos estaba dando la risa a los tres, y me sorprendió que fuera Lucinda quien llevara el juego un poco más lejos: - no seas así, anda… ¿o vas a dejarnos sin nada que llevarnos a la boca?...- se refería obviamente al tabaco, pero llegado a este punto los tres reímos dejando claro que todos habíamos entendido la metáfora. Lucinda apuntó: - eso sí, el tabaco lo pago yo, y no admito discusión en este punto.- y se levantó de la butaca y fue a por su bolsa de playa, donde tenía el monedero, que estaba en el suelo del salón, al lado de la tele, en el mismo sitio que había dejado según llegamos. Se agachó a buscar en la bolsa, y la camisola se le levantó al inclinarse, quedando ella de espaldas a nosotros, con su culito redondeado y moreno levantado, y mis bragas que ahora llevaba ella puestas siendo tragadas por sus nalgas que se resistían a ser encerradas en ese escaso triángulo de tela blanca. Marcos, que ya se había enfundado un pantalón, esperaba por ella para que le diese el dinero, pero ella parecía no encontrarlo, y él se quedó como embobado a un escaso metro de ella, con la mirada puesta en esas bragas que naufragaban entre dos olas de carne firme pero blanda, redondeada y tersa, donde se llegaba a apreciar un finísimo vello corporal de color muy claro, como rubio, que en el tono moreno de la piel le daba un aspecto todavía más apetecible. De pronto Marcos salió de su encantamiento y me miró, quizá queriendo averiguar si yo me había dado cuenta de lo que estaba mirando. Y todo lo que hice fue arquear las cejas, y poner una expresión como de asentimiento, como si en vez de ser yo, fuera otro tío que con la mirada le dijese: “si colega, yo también lo estoy viendo, madre mía vaya culazo…”, con lo que Marcos se quedó un poco extrañado (no me extraña, valga la redundancia), y me sonrió, quizá aliviado de que no me estuviera enfadando. Pero es que no me salía enfadarme, de verdad, no le culpaba por estar embobado con esa instantánea porque yo misma me sentía como bajo el efecto de un hechizo, un hechizo que hacía en el que fuera altamente agradable contemplar esa belleza femenina en medio de la niebla que había en mi cabeza, y pensar que esas bragas, que otras veces habían estado pegadas a mí, ahora lo estaban al sexo de ella, como si de alguna forma fueran un vehículo transmisor en el que en cierta manera nos juntáramos, y al pensarlo me sentía conmovida, rara, puede que un poco excitada…
Finalmente encontró el dinero y Marcos bajó a ver si había suerte y había algún bar abierto por los alrededores, porque ya era la una y media y debían de estar muchos cerrando. Otra vez sentadas con un Martini delante, se me fue la lengua y dije algo que hizo que no hubiera marcha atrás, y tuviera que confesarle a Lucinda lo que había ocurrido en casa de Dany. No se por qué, dije: - madre mía, que temporada, si yo te contara a lo mejor ni me creerías. – eso despertó la curiosidad de Lucinda, y me interrogó: -¿por qué, a qué te refieres? Venga cuenta tía, que ya sabes que yo nunca cuento un secreto… - en el estado de falsa lucidez en el que me encontraba, a mi mente no le costó encontrar fácilmente una justificación para romper el pacto de silencio y contarle lo ocurrido. A fin de cuentas es mi mejor amiga, y sí que es verdad que sabe guardar secretos (no como otras…). Así que me puse a contarle: - Pues vas a flipar tía, o a lo mejor me dejas de hablar porque creerás que soy una golfa…o yo que sé… - y ella haciendo de psicóloga para tirarme de la lengua: - Venga Susana, ¿quién crees que soy? Yo nuca te juzgaría, además que nosotras lo hemos compartido todo desde siempre, y cuando digo todo sabes que es todo, ¿a que sí?, pues no te preocupes tía… sea lo que sea no pasa nada, todos tenemos secretitos – la verdad es que me estaba descolocando un poco, eso de compartirlo “todo”, del modo en que lo dijo, lo de que todos tenemos “secretitos”, la verdad es que parecía que estuviera preparando el terreno para que le confesara que en ciertos momentos me sentía atraída por ella, como si hubiese notado algo, o como si con lo de los secretitos se refería a que ella también sentía algo “diferente”… no sabía, me había dejado jaque mate, así que pensé que no podía fiarme de mi raciocinio esa noche, con lo que pensé que todas esas impresiones que me habían causado su respuesta eran eso, impresiones subjetivas de alguien sugestionado. Sacudí mi cabeza (no literalmente) y empecé a contarle: - pues verás, esta mañana, cuando acabamos en casa de Dany para tomar la última… pues una cosa llevó a la otra… que si una tontería…que si nos ponemos Marcos y yo a enrollarnos delante de Dany…que la cosa se nos va de las manos…y… eso… - ella me miraba con una sonrisa pícara: - ¿pues eso?, ¿qué quieres dec…aaaaaahhhhhhhhhhh!!!!.... ¡pues eso, que te lo montaste con los dos a la vez! ¿No?!!!!, joder, qué tía, eres mi ídolo!!!! Vaya huevos que le echas, si señor! Y yo aquí a pan y agua, y la otra de dos en dos… madre mía… pero bueno, y qué pensabas, ¿que me iba a parecer mal, o que te iba a tachar de guarra o algo? Joder Susi, por quién me tomas, yo lo único que tengo que decir es “un brindis por ti”, bueno, eso, y que la próxima me avises, ¡que yo me aburro mucho! – nos reímos y yo sentí por un lado liberación, y por otro me sentí un poco culpable, culpable por haber roto el silencio tan pronto. Pero bueno, tampoco me torturé, no os voy a engañar.
Marcos tardaba, no debía de encontrar bares abiertos cerca, y nosotros seguíamos bebiendo (y animándonos). Lucinda me guiñó un ojo y dijo: - Bueno, y que tal… cuenta, cuenta… a ver, qué hicisteis… - y yo, un poco cortada, ya ves tú: - pues no se, lo normal, digo yo, ¿qué íbamos a hacer? – pero ella seguía sin conformarse: - de eso nada… detalles, detalles… a ver, te tuviste que poner morada, venga a ver, cuéntame aunque sea solo una escena, venga… - y yo, que sé que no va a parar hasta que lo consiga, empiezo: - bueno, pues al final, por ejemplo, estábamos en la cama, porque en realidad empezamos a lo tonto en el salón, pues eso, en la cama… joder, me da vergüenza… pues estaba yo en medio, a cuatro patas, y mientras yo le hacía… una mamada a Marcos, Dany me follaba desde atrás… me corrí varias veces, pero esa me corrí como una perra, imagínate… - A Lucinda le cambia ligeramente la expresión de la cara: está divertida, pero se nota que lo que dice a continuación es cierto: - UUUUfffff, no me extraña, si me estoy poniendo cachonda yo sólo de imaginármelo, de verte ahí gozando desde todos los lados, Dios de mi vida… - Lucinda se pone un poco más seria y continúa hablando, ahora en voz un poco más baja, como si alguien pudiera escucharnos: - pues mira, puestos a contar secretos, te voy a contar yo uno, que también me da mucho corte confesarte. Ya sabes que últimamente salgo mucho por ahí con Sandra, la hermana pequeña de Laura, del bar de Toni, ¿no? Pues Sandra se mueve a veces por ambientes un poco… raros, digamos, no se como decirte, y tiene algunas amigas bastante desfasadas… Pues hará un par de meses o tres que salí con ellas, y acabamos en una disco del centro a las tantas, con un ciego que ni te cuento; la verdad es que el sitio estaba bien, pero no se si lo encontraría otra vez. Pues una de las amigas de Sandra, que la verdad ni me acuerdo como se llama, se puso a bailar conmigo una canción de estas tecno en plan morboso, y se pegaba a mí, hacíamos el tonto, nos abrazábamos y tal, hasta que me di cuenta de que ella no estaba haciendo tanto el tonto, sabes a lo que me refiero, cuando me quise dar cuenta me estaba metiendo mano, primero muy sutilmente, me tocaba las tetas por encima de la camisa como de risas, me agarraba el culo, y luego ya…por dentro del pantalón, pero yo no pude decir nada… porque la verdad es que me estaba gustando… me miraba, era muy guapa, y como vio que yo la miraba fijamente y no la paraba, metió su mano dentro de las bragas y me empezó a acariciar, ahí en medio, la verdad es que no creo que se diera cuenta nadie, y si alguien lo hacía no creo que se fuera a escandalizar… yo me dejaba llevar y le metí una mano por dentro de la camiseta, y empecé a tocarle un pecho, notaba su pezón ponerse duro con mis caricias …y descubrí que eso me estaba poniendo más todavía, ella se pegó a mí y empezó a morrearme, y de verdad Susana, me dio tal morbazo que me corrí allí mismo, en su mano que me toqueteaba dentro de las bragas… luego la fiesta continuó, pero a ella no la vi más, ni esa noche ni después… el caso es que de un tiempo apara aquí yo ya había fantaseado, pero bueno, en plan pura fantasía, no me digas por qué, con alguna chica… no se, pero como algo que nunca iba a llegar a ser real, no se si me explico… así que bueno, esa chica tenía el terreno un poco abonado ya… aunque de todos modos, eso no quita para que me sigan gustando los tíos como a la que más, entiéndeme… - ahora si que me había dejado con la boca abierta (incluso sentía algo parecido a…¿celos? de aquella chica), y tuve que esforzarme para seguir con la conversión con normalidad: - bueno, no es tan raro, el caso es cómo te lo tomes tú, porque el hecho no tiene nada de malo, por supuesto…- y queriendo seguir con el tema dándole normalidad, sin pensar en lo que le decía añadí: - mira, yo misma tengo en ocasiones fantasías con alguna chica, no se, es como curiosidad, ¿verdad?, como el morbillo de lo diferente que es a la vez lo mismo, sabes, y seguro que muchas chicas lo sienten, aunque no lo reconozcan en la vida, y otras muchísimas que no, que ni por asomo, lo mismo que los tíos, ¡anda qué no!, pero bueno, si algo tiene de bueno vivir en este siglo ¡es que no nos van a quemar en la hoguera por esto! – Lucinda me mira y asiente sonriendo, y a lo mejor para sacarse de encima el corte de lo que acaba de contarme, me pregunta acerca de lo que acabo de confesarle: - anda… nunca lo hubiera imaginado… no por nada… pero nunca pensé que pudieras tener fantasías así… ya ves tú, como todos tenemos secretitos…-
En ese momento sonó la puerta y llegó Marcos con el tabaco, el pobre tuvo que ir tres calles más arriba a por él; y nosotros, con nuestra animada charla, ni siquiera nos habíamos fumado el cigarro que quedaba. Llegó sudando y comentando que en la calle hacía más calor todavía, que la niebla era pegajosa hasta agobiar. Dijo de broma, (pero bien que se acordaba el truhán): - bueno, pues aquí está, ahora me dijisteis que podía pediros lo que quisiera… - y mientras lo decía se iba quitando el pantalón para quedarse como estaba antes de marchar, pero al hacerlo se le enganchó el cinturón en el bóxer mientras se lo bajaba y por un momento se le vio todo el pelo oscuro de su vientre e incluso el principio de la base de su pene en medio. Hizo “UUUPS” y en seguida se lo volvió a subir, y nosotras reímos diciéndole: - pues sí que vienes emocionado con lo de que te debemos un favor, que llegas ya despelotándote! – Nosotras reímos, y él dice un poco sonrojado: - que no… que lo que voy a pediros es un Martín con mucho hielo… mal pensadas… - y es Lucinda la que dice en broma: - oohhhh… pues qué pena…nosotras ya nos habíamos hecho ilusiones… y mira que somos muy agradecidas…- los tres reímos y Marcos se sienta en la butaca que Lucinda ha dejado libre cuando nos hemos puesto de pié para recibirle. Entre las dos le servimos una copa como recompensa y yo digo: - mira, para que no te quejes, lo hacemos las dos juntas para que tú disfrutes… - no quería que sonara a lo que sonó, pero Marcos sonrió y Lucinda también, que me miró un poco raro. Marcos siguió con la broma, sin imaginarse dónde se metía: - ya me gustaría a mí ver eso… - yo le tiré de la lengua, por ver hasta dónde se atrevía a confesar ahora que estaba un poco borracho y que estábamos de broma, así que le dije: - ¿que te gustaría ver el qué?... ¿a dos tías enrollándose?... yo pensé que era un tópico, pero ya veo que es verdad, pero ¿por qué?.... es curiosidad, no te asustes, que no me va a parecer mal… venga contesta…que esto se pone interesante… - y Marcos, que se bebe la copa casi de trago de la sed que traía, o por armarse de valor, contesta: - pues si te digo la verdad no se muy bien por qué… tampoco a todos los tíos les pone… a mi… la verdad es que creo que si… pero por qué, no lo se, nunca lo pensé… supongo que por la sutileza de ver a dos chicas haciéndolo… y que en la fantasía de los hombres siempre es como que están calentando motores, como si estuvieran tan calientes que no se resisten y van empezando entre ellas…y que se enrollen entre ellas demuestra que son muy abiertas, muy calientes, pero que en el fondo lo que desean es que un tío se sume a la fiesta y les den lo suyo… pero bueno, eso es pura fantasía masculina, porque dos tías que se enrollan supongo que lo último que querrán es que venga un hombre peludo a meterse en medio… a no ser que sean bisexuales, ¿no? ¡Digo yo!... – yo me bebo mi copa de trago y como me está pareciendo tan divertido torturar a Marcos así, digo: - entonces te pone, ¿no?... si yo ahora cogiera, y le diera un beso a Lucinda, a ti eso te pondría caliente, ¿no? – y cojo y le doy a Lucinda un beso en la mejilla, que está sentada al lado mía en el sofá grande, pierna contra pierna. Lucinda se ríe, y Marcos contesta: - hombre, así tampoco… tendría que haber un poco más de yo qué sé, mas pasión , toqueteo… - entonces yo le agarro desapasionadamente una teta a Lucinda, la aprieto un par de veces como quien comprueba si un melón está maduro y se la suelto. Lucinda se descacharra de risa y yo digo: - bueno, pues así sí…¿o no?... con toqueteo y todo, ¿ya estás cachondo?... – los tres reímos y Marcos dice: - ¡no, me parece que no!- Ahora es Lucinda la que sigue la tontería, y la que empieza a llevar las cosas ya un poco más lejos: - a ver si yo lo voy entendiendo, ¿así mejor? – y se gira hacia mi lado, me da un beso con los labios muy mojados en mi cuello, justo detrás de mi oreja, a la vez que su mano se posa en un pecho y me roza el pezón por encima de la camiseta.
Yo me estremezco, porque no lo esperaba, porque en esa parte del cuello tengo muchísima sensibilidad, porque eran los labios de una chica los que me habían provocado ese escalofrío, porque para ser de broma Lucinda le había puesto mucho sentimiento, así que disimulo como puedo mientras se me erizan la piel y los pezones y miro a Marcos que también intenta disimular y sonríe, y dice como sin darle importancia: - bueno, bueno… eso ya va mejor, por ahí van los tiros, algo así sería, no os voy a engañar…- la situación se vuelve extraña, el martín que acabo de apurar me sube de golpe, y para no quedarnos callados en un incómodo silencio, soy yo la que estira los límites un poco más y digo: - ah, vale, yo también lo voy pillando, para que a un tío le ponga ver a dos chicas enrollándose tiene que ser más así, ¿no?- y acto seguido poso una mano en la rodilla de Lucinda y acerco mi cara a la suya; mi intención es darle un beso cerca de la boca…bueno, no se muy bien cuál es mi intención pero como es ella la que a su vez busca con su boca la mía, nuestros labios se juntan y noto su suave humedad en los míos, y mientras ella coge mi mano que tenía apoyada en su rodilla y me la dirige muslo arriba nuestras bocas se abren y noto su lengua deslizarse despacio y deliciosamente dentro de mi boca, sabiendo a Martín y a su saliva, mientras noto en mis dedos la tela caliente y apretada de las bragas de Lucinda, y presiono un poco y ella respira un poco más fuerte dentro de mi boca hasta que esos segundos de paraíso se desvanecen y nos separamos. Miramos a Marcos, que está encendiendo un cigarro como para esconderse aunque sea sólo por un momento, y Lucinda y yo nos miramos pícaramente al ver el bulto indisimulable que levanta la tela de su bóxer. Como parece que la situación es a Marcos a quien más corte le está dando, eso parece que libera nuestros reparos, como si él fuera el que absorbiera toda la vergüenza de la habitación y nosotras quedáramos liberadas de todo complejo. Por otro lado, era evidente que él decía la verdad, que en su entrepierna la situación le estaba gustando. Así que las reglas del juego quedaron establecidas. Sin que Marcos dijera nada, le tocó el turno de nuevo a Lucinda: - bueno, parece que vamos bien… a ver si seguimos por el buen camino… a ver que te parece…- y dicho esto, ella busca otra vez mi boca con la suya, yo se la acerco y cierro los ojos, los cierro pero en realidad es como si los abriera en otra dimensión, la música se distorsiona en mi cabeza, suena casi como a cantos de pájaros, veo niebla resplandeciente que se va disipando en medio de la cual van apareciendo como destellos de rayos de sol cuando se reflejan ondulantes en el agua, nuestras bocas se funden la una en la otra, noto su lengua resbalar enroscándose en la mía, nuestras salivas se funden y diluyen como néctar, yo le paso un brazo por detrás de la espalda y le acaricio el cuello, ella se acomoda en mi hombro y noto como su mano me roza el vientre, la mete dentro de mi camiseta y me acaricia por un segundo mi pecho ya desnudo para ella, y acto seguido noto esa misma mano deslizarse en sentido contrario, pasa de nuevo rozando mi vientre, se pega a mi piel y se desliza bajo la goma de mis bragas, sus dedos juegan con el vello púbico un instante y sigue su recorrido descendente hasta que hunde su dedo corazón entre los labios y presiona justo donde mi carne palpita, yo emito un ligero gemido dentro de su boca, por un instante siento miedo, siento miedo de estar enamorándome de ella, de haber estado en realidad enamorada de ella desde siempre, pero en el fondo se que es imposible, que todo es producto de esta niebla que hay en la calle y en mi cabeza, que es como estar bajo el efecto de algún alucinógeno, pero que mañana todo volverá a su cauce, así que me tranquilizo y dejo de sentir miedo, solo quiero sentir el cariño y el deseo, que eso es lo que hay entre nosotras, por lo menos en ese preciso instante, cariño y deseo… me voy mojando cada vez más y ella aprovecha mis flujos para hacer resbalar su dedo delicadamente sobre mi clítoris, que se va hinchando y excitando cada vez más, yo bebo de su boca y me excito al pensar en lo que deseo desnudarla y besarla por todo su cuerpo, entonces nos detenemos, nuestras bocas se separan y ya sin recomponer nuestras posturas, quedándonos tal y como estamos, ella acurrucada bajo mi brazo, miramos a Marcos, que fuma y nos mira, con una erección completa levantando la tela de su ropa interior.
Solo acierta a decir: - si… creo que definitivamente ver a dos chicas enrollándose me pone muy muy cachondo…. – y se acerca la copa a la boca y bebe. Yo estiro un brazo y acerco la copa a Lucinda y luego cojo la mía. Bebemos, y digo: - bueno, pues ya que estamos, veamos hasta que punto te pone cachondo… - supuse que se daba cuenta de que nos ponía como motos también el hecho de que nos estuviese mirando, para mi era súper morboso, y si pensaba en como se sentiría Lucinda me excitaba todavía más, seguro que sentía esa vergüenza que es como vértigo lo mismo que yo, pero seguro que un poco más amplificada ya que a fin de cuentas, Marcos para ella era simplemente un buen conocido, pero no tenía obviamente la confianza con él como tenía yo, lógicamente ya que él era mi novio, no se si me explico. Así que le miré y acto seguido volví a besar a Lucinda, otro beso delicioso con sabor a martín y a trasgresión, y nuestras manos se cruzaron por un instante en el camino que las llevaba a la entrepierna de la otra, primero noté su mano volver a deslizarse dentro de mis bragas y yo alcancé con la mía las suyas, que me detuve a manosear por encima, hasta que se las aparté a un lado, y lo mismo que hiciera Marcos conmigo la mañana anterior delante de Dany, yo aparté la tela a un lado y dejé a la vista su coñito depilado salvo por una fina línea de pelo, y comencé a toqueteárselo atendiendo a las sensaciones que aquello me despertaba: era curioso, porque era como tocarme a mí misma: sabía donde ejercer la presión justa en según qué sitio, cómo mojar un poco el dedo en el interior de los labios para que la fricción fuera resbaladiza y placentera, y como a su vez ella me tocaba a mí también muy delicadamente, acabamos sin darnos cuenta acompasando nuestras fricciones y gimiendo la una en la otra…yo notaba el olor de su pelo, su pierna suave contra la mía, su mano manoseando mi amoroso coño, su lengua mojada en nuestro sabor, y mi interior se iba mojando cada vez más, el deseo era inaguantable, era todo mucho mejor que en cualquier fantasía, porque era “real”, y porque realmente era mejor de lo que hubiera imaginado… De pronto noté que ella se detenía, me estaba quitando las bragas, levanté un poco la cadera para colaborar en lo que me parecía una idea muy buena y me deslizó las braguitas piernas abajo hasta que me quedaron por los tobillos… me gustaba notarlas ahí, saber que las tenía bajadas, que ella me las había bajado, así que hice lo mismo con ella, tuvo que colaborar también levantando la cadera y finalmente se las bajé por las piernas hasta el suelo. Nos volvimos a acomodar, pero entonces Lucinda me empezó a besar la barbilla, fue bajando por mis pechos, que besaba con la camiseta en medio, llegó a mi vientre desnudo de nuevo y entonces empujó un poco la mesa y se acomodó en el suelo delante de mí, sin para de besarme y de pasar su lengua por mis rodillas, mis muslos, poco a poco hasta que noté como tras unos segundos su lengua empezó tímidamente a lamerme los labios mayores, rodeando los puntos clave y haciendo que enloqueciera de morbo…cuando su lengua se abrió paso por fin entre ellos casi me corro al pensar que ella era también la primera vez que lo hacía, y que pronto yo también descubriría a qué sabe ella, si, deseaba darle besos en esa otra boca carnosa lo mismo que ella me los estaba dando a mi, que me derretía, me estremecía, me mojaba y deliraba. Yo levanté las piernas y las puse encima de la mesa, y me di cuenta de que estirando un poco mi pierna derecha llegaba con el pie a tocar la polla empinada de Marcos, así que empecé a masturbarle con mi pié por encima de su ropa interior… cómo me gustaba sentir ese músculo duro en los dedos de mis pies… mientras Lucinda me comía cariñosamente el coño, besando, lamiendo, succionando de mis labios como en un festín de placer… yo liberé la polla de Marcos bajándole un poco el bóxer con el pié… el nos miraba, una gota de sudor le corría por la frente…
Lucinda se recolocó poniéndose de rodillas, la camisola se le subió a modo de vestido ridículamente corto, la línea del contorno de su culito perfecto asomaba por encima de la mesa, desde el ángulo de Marcos se tenían que ver perfectamente todos sus “recovecos”, y así hacía, él miraba mi cara de placer y también miraba el culito de Lucinda que se le ofrecía, yo le hice un gesto con la mirada, diciéndole: “vamos, no te quedes ahí, no pensarías que no te íbamos a dejar participar…” a lo que él respondió con una sonrisa de complicidad y comenzó a acariciar la espalda de Lucinda que no pareció sorprenderse, retirando un poco más arriba el final de la camisola. Marcos pasaba su mano delicadamente por sus glúteos hasta que por la respiración y los gemidos de Lucinda imaginé que su mano había ido a dar con su coñito: la estaba masturbando desde atrás, y a ella parecía que le gustaba mucho, lo que hacía que su deseo aumentase y me devorase a mí con más ansias… vi como Marcos apartaba la mesa a un lado con cuidado de no tirar las copas ni las botellas, y como se sentaba detrás de Lucinda y acercaba su cabeza al trasero de ella… empezó por besar y sus glúteos, y luego vi como su cabeza desaparecía detrás de ella…Lucinda gemía y me ponía cachonda… Marcos le lamía la almeja desde atrás, y seguro que estaba más salido que un mono, con otra chica que no era yo…pero con mi beneplácito… a veces veía aparecer su cabeza detrás de ella, le estaba pasando la lengua desde el clítoris hasta más allá de su otro agujerito, yo se lo que le gusta juguetear “por ahí”, Lucinda emitía quejiditos muy sexys con la boca ocupada, yo ya estaba cerca de correrme, su lengua no cesaba ni un segundo de jugar conmigo.
Me retiré un poco hacia atrás y ellos detuvieron sus “actividades”. Tomé a Lucinda de los brazos y la incorporé, y le dije que era la hora de mis besos: intercambiamos nuestros sitios, y en un momento tuve a Lucinda recostada en el sofá con las piernas abiertas a la altura de mi cara… le fui besando los muslos y en el momento final cerré los ojos y la besé entre las piernas, sus labios carnosos estaban blanditos y mojados, fui dándole besos cada vez con más fuerza hasta que con la presión de mi boca se los separé y sacando mi lengua comencé a lamer su botoncito caliente y mojado, su sabor, el sabor definitivo a chica llenaba mi boca por primera vez en mi vida, mientras pensaba en esto, mientras pensaba “te estás comiendo un coño, ¿serás pervertida…?” y ese pensamiento hacía que me excitase hasta límites insospechados, noté como Marcos empezaba a pasar su lengua por mi rajita desde atrás, lo mismo que hiciera con Lucinda hacía un momento, así que todo junto hacía que enloqueciera… ese tacto en mi boca… ese sabor… bajé mi boca unos centímetros y mi lengua se hundió en la entrada de su vagina, mi nariz se apoyaba su clítoris mientras mi lengua jugaba a entrar y salir de esa cueva mojada, de esa flor que se abría, que sabía a mujer y que me encantaba comer… era muy diferente a hacer una felación, no era meterse algo en la boca, esto era chupar, lamer, morder con los labios, besar otros sabores, en el otro lado del sexo… y lo estaba haciendo, yo, comiéndole el coño a otra chica, mmm…
Marcos me chupeteaba en todas las direcciones y cada uno de mis rincones, Lucinda gemía dulcemente y a mi me ponía a mil que lo hiciera, quería que gozara, porque yo estaba gozando…entonces noto como Marcos se detiene por un momento, noto algo duro que se restriega contra mi coño, abro un poco más las piernas, de rodillas tal y como estoy, y noto como él empuja su polla dentro de mí, mi interior se amolda a su forma, se desliza y me llena del todo, yo gimo fuertemente y miro a Lucinda, que tiene los ojos entrecerrados de placer y que a su vez mira como Marcos empieza a follarme, seguro que le gusta verlo, seguro que desea que se la meta a ella también, seguro que quiere follárselo también ella, entonces me mira y me dedica un gemido un poco más escandaloso que coincide con un mordisquito que le he dado en su perlita, con la presión justa para no hacerla daño, pero sí como para que desespere… aparta su mirada de mi y mira como Marcos me folla, me agarra de las caderas y me la mete sin prisas pero hasta el fondo, despacio pero empujándome, lo que hace que mi cuerpo, mi cabeza y por extensión, mi boca se desplace arriba y abajo del coñito delicioso de Lucinda, marcando el ritmo de los espasmos de las dos, seguimos así un buen rato, el placer es inmenso y el morbo indescriptible, soy el centro de un triángulo de sexo que se mueve en dos direcciones, recibo gustosa el pene erecto de la virilidad desde atrás y saboreo el jugoso néctar de la delicadeza femenina en mi boca, las embestidas de Marcos dentro de mí repercuten en mis chupetones en el sexo de Lucinda, soy un canal conductor de energía sexual, un transformador que traduce el ímpetu masculino de penetración en ternura lasciva en el chochito de Lucinda a través de mi boca, entonces le digo a Marcos que por favor pare, que me va a dar algo… necesito una tregua, así que cojo a Marcos de la mano que se pone de pié y le dirijo hacia Lucinda, que al permanecer sentada tiene la cara a la altura de la polla empalmada de Marcos.
El tema no necesita mucha explicación, y en seguida veo como se acercan el uno al otro, veo como Lucinda se la lleva a la boca con una mano, le besa el glande hinchado y mojado de mis fluidos, lo lame un poco como si estuviera lamiendo un helado que se empieza a derretir, desde la base hasta la punta y por fin se la empieza a chupar… Marcos mira como su polla aparece y desaparece en la boca de ella, que la engulle profundamente sin pestañear y succiona haciendo que se le marquen los pómulos del esfuerzo cuando retrocede, mientras yo reanudo mi festín de carne húmeda y blanda entre mis labios… recorro con mi lengua toda su abertura, de su interior chorrean fluidos que me son familiares, escucho el sonido de su boca haciendo ventosa cuando saca de su boca la polla de Marcos ¡mpp!, él ronronea de gusto y alzo la vista con mi boca pegada a su sexo: Lucinda tiene agarrada su polla con una mano y se la restriega contra sus labios mientras pone “morritos”, el roce de sus labios blandos, carnosos y humedecidos hacen enloquecer a Marcos, que desliza una mano por el escote de la camisola de ella y le manosea un pecho a su antojo, la imagen me excita mucho, pero me excita más todavía ver como ella hace resbalar el tirante de la camisola por su hombro de forma muy sexy, el escote se le baja de ese lado y deja al descubierto ese pecho con el que Marcos se recrea… en ese momento Lucinda vuelve a meterse la polla de Marcos en la boca, y ya sin ayuda de su mano la chupa golosamente, en la habitación se oye el sonido chasqueante de la saliva y el aire haciendo ruido en ocasiones en la garganta de ella, veo entrar y salir la polla de su boca chorreando saliva, que se derrama en pequeñas gotas que se descuelgan elásticas, estirándose antes de caer sobre el moreno y precioso hombro de Lucinda, veo a Marcos que recoge el líquido de su hombro y se lleva la mano mojada de nuevo al pecho desnudo de Lucinda, haciendo resbalar su lubricada palma de la mano en círculos sobre el pezón ya erecto de ella, hasta que aprieta todo su pecho con un poco más de fuerza, lo estruja y palpa, lo aprisiona contra ella y éste rebosa por encima de su mano, como dentro de la copa de un sujetador que apretara demasiado, ella gime más fuerte, está atrapada, atrapada entre nosotros dos, que hacemos con ella lo que queremos, que la devoramos sin compasión, que le llenamos la boca, que la manoseamos, besamos, aprisionamos desde dos frentes de distinto género, entonces yo sin dejar de lamerla le introduzco un dedo en su chochito, meto un dedo en su cuerpo a través de esa entrada carnosa, húmeda y dulzona, y me regocijo en la sensación de ser yo quien por una vez sea quien abre y separa la carne, quien se introduce, quien invade… y al instante ella toma aire muy fuerte por la nariz y lo expulsa en una ráfaga más fuerte todavía que no es uniforme de intensidad, sigue chupándosela mientras la respiración se le entrecorta, Marcos gime ronco de placer y yo, en ese dedo que le acabo de deslizar dentro noto unas contracciones que hacen que las paredes de su interior se reduzcan por breves impulsos y me agarren el dedo, intermitentemente, como tragándoselo hacia dentro, se está corriendo, noto también el temblor en sus piernas, el interior de sus muslos están sudorosos, sus gemidos de nenita caliente con la boca llena me parecen lo más morboso del mundo, yo contribuyo a arrancárselos, yo se tocar la tecla exacta que la derrite, se lo que siente, empatizo tanto con ella que podría pensar que soy yo quien se está corriendo, lo disfruto y sufro con ella, sufro ese desasosiego de placer que hace que pierdas la cabeza, succiono su perla incandescente e introduzco un poco más dentro mi dedo, ella lo quiere absorber con su vagina y yo quiero llegar al fondo de ella, que emite un quejido ahogado pero agudo: sigue corriéndose, realmente tenía muchísima energía acumulada así que la tormenta está siendo tremenda, dos o tres espasmos indican que está llegando el momento de la liberación, el exorcismo va concluyendo con éxito y las nubes de tormenta se disipan, el cielo se abre y los primeros rayos de sol de la primera mañana de los tiempos caen sobre un paisaje todavía mojado … yo me voy deteniendo poco a poco, con mi dedo aún dentro de ella reduzco la intensidad de mis lamidas hasta que se convierten en besos cariñosos en sus labios empapados, mientras tanto miro hacia ellos y veo como ella sigue con la polla de Marcos en su boca, pero sus movimientos son ahora totalmente distintos y su impulso de otro signo: ahora parece que “mamara” de él literalmente, como una cría de su madre, despacio, tiernamente, con cariño, con cara de niña buena y satisfecha, como de un biberón que nunca se acaba, como relajada, a punto de dormirse… en esa actitud ella está realmente como para comérsela, me conmueve ver con que ternura la chupa, es casi angelical, no se como Marcos aguanta, porque si yo fuera un tío creo que me correría sin remedio en esa boca que es todo amor y devoción, él me mira y estira un brazo para acariciarme la cara mientras respira hondo y sigue dándole el “biberón” a Lucinda, finalmente ella se va deteniendo y él se separa delicadamente como la ocasión requiere… su pene está hinchado pero ya un poco blando, se curva un poco, no está erecto del todo, entonces me fijo en la comisura de los labios de Lucinda y aprecio una fina espumilla de color blanco que le resbala, y así caigo en la cuenta de que Marcos no ha podido evitar correrse también, no ha podido evitar deshacerse en su boquita, Lucinda en su trance de sexo a dos bandas se ha tragado hasta la última gota de ese “biberón”, que efectivamente, venía cargado de leche calentita…
Yo me incorporo en mis rodillas y acerco mi cuerpo al de Lucinda, que me rodea y abraza con sus piernas abiertas. Marcos se sienta en la butaca individual a descansar un instante, y mientras le acaricio una pierna a él, acerco mi cara a la de Lucinda y le miro la boca, quiero besarla, quiero saber cómo sabe el semen de Marcos en su boca, me acerco más y nuestras bocas se juntan, nuestras lenguas se enroscan y juegan degustando el sabor del triunfo, como dos perritas en celo compartiendo las migas que quedan de un festín de lujuria…ella me sostiene la cara con ambas manos, me encanta que haga eso…que sea tan dulce, tan bonita, tan tierna… de pronto tira de mi camiseta hacia arriba y me la saca con cuidado con la cabeza, dejándome completamente desnuda en sus brazos… yo ronroneo… ella parece que no quiere hacer una tregua, y yo quiero que me den lo mío, que no me he vaciado como ellos todavía, así que estoy en un estado de súper-excitación sostenido y cualquier roce que me hace me provoca estremecimientos… yo se que ellos saben que me deben una, así que mi chochito loco se remueve de imaginar lo que pueden llegar a hacerme para recompensarme… le subo la camisola a Lucinda y colabora conmigo para quitársela, una vez desnuda como yo, nos tumbamos en el sofá a la larga, con la cabeza hacia el lado contrario en que está Marcos en la butaca, que está dando un sorbo al martín y enciende un cigarro de descanso. Yo me echo boca arriba y ella encima mía pero un poco de lado, yo la rodeo con un brazo y una de sus piernas se coloca entre las mías, y noto su muslo caliente presionarme suavemente el pubis, es una sensación muy agradable… nuestros pechos se acomodan unos a otros, estamos cuerpo contra cuerpo, desnudas, sudorosas y Lucinda aprovecha la postura para besarme en la oreja, muy tímidamente, noto su aliento en mi cuello, me besa y me chupetea el lóbulo de la oreja, me enloquece, yo con la mano que me queda libre le acaricio un pecho… pienso que es la primera vez que lo hago, ya he lamido lo más íntimo de su anatomía pero todavía no le había acariciado un pecho, y es muy agradable, suave, terso, blandito, tierno… jugueteo con su pezón que vuelve a hinchársele, lo toco, rozo y hasta pellizco como me gustaría que me hiciesen a mí, y las caricias surgen su efecto, ella emite casi imperceptibles gimoteos mientras me chupetea la oreja, así que yo la escucho perfectamente, e incluso noto la presión del aire en mi oreja al emitirlos, y eso me pone cachondísima, hace que me moje un poco más, ella también empieza a juguetear con un pezón mío entre sus dedos, hace que me sienta entregada, hace que me ponga nerviosa, que me impaciente, que mi deseo crezca, miro a Marcos que parece que disfruta intensamente de su posición de voyeur, desde donde está contempla nuestros cuerpos desnudos en perspectiva, desde los pies, con el culito de Lucinda ladeado totalmente a la vista y nuestros pechos toqueteados la una por la otra como en un juego torturador entre chicas… me mira feliz y lascivo… tiene a dos nenitas desnudas, sudorosas, calientes, metiéndose mano tiernamente, poniéndose como motos pero sin prisa, lascivas, con su sexualidad abierta de par en par, dispuestas a todo en el sofá de su casa…
Yo bajo mi mano por el torso de Lucinda, rozándola con la yema de mis dedos, la recorro hasta la cadera, y la sigo deslizando por la curva de su culito…es muy suave… y mirando a Marcos le aprieto el culo y tiro de su nalga hacia arriba, haciendo que se separen, que se abran, imagino cómo hará que se sienta esto a Lucinda, abierta, enseñada, ofrecida…porque ella sabe que ahí detrás está Marcos que la observa, que clava su mirada en sus recovecos más íntimos, en cada uno de sus agujeritos que quedan completamente a la vista…
Ella abandona mi cuello y su cabeza desciende hasta mi pecho, se mete el pezón en la boca y succiona, lo rodea con su lengua y a la vez hace más presión con su pierna entre las mías, yo gimo de deseo y ella toma la iniciativa: me levanta del sofá de la mano, coge también de la mano a Marcos y nos lleva a la habitación. El salón está al lado y la música sigue sonando desde allí, así que ponemos la luz de las mesillas y el ambiente es perfecto. Tiramos la ropa de encima de la cama por ahí y nos acomodamos en la cama. Esta vez es Marcos quien toma la iniciativa, se ve que ya está otra vez como una moto de vernos y quiere participar. Me coloca a mí en el centro de la cama, me tiende de costado, Lucinda se echa de costado cara a mí, y él se coloca a su vez de costado pegado a mí desde atrás. Nuestros cuerpos se van pegando, y mientras Lucinda y yo volvemos a enviciarnos con nuestros besos, Marcos recorre mi nuca y mi cuello con su boca, notar su barba de dos días en esa zona tan sensible me excita muchísimo, me hace sentir que estoy en medio del remolino, que tengo la suavidad y las blandas caricias de una chica enfrente mía y para mí, pero también la rudeza innata, la testosterona, la virilidad, una polla poniéndose dura en mi culo por mí, así que la combinación es explosiva, me dejo llevar, son ellos quienes van a pervertirme, a hacer conmigo lo que quieran, yo estoy abierta a todo… pronto sus manos recorren mi cuerpo, me van tanteando, rozando, acariciando, cada vez se aventuran más, noto mis tetas ser manoseadas, Lucinda mete su mano entre mis piernas y la sube por mi vientre, Marcos me agarra desde atrás y me separa las piernas, tengo la de abajo estirada y la otra flexionada para que puedan acceder mejor a mí, yo estiro un brazo y pongo mi mano entre las piernas de Lucinda, la subo hasta que agarro su coñito y empiezo a frotárselo despacio, ella me pellizca los pezones y dirige su mano a mi entrepierna, pero ahí está ya la mano de Marcos acariciándome; sin embargo no la retira, la coloca encima de la de él y le dirige los movimientos, luego la separa de la de él, y mientras él sigue frotándome deliciosamente ella busca mi entrada, noto su dedito acariciarme la zona, hasta que me lo mete muy despacio y yo muero de gusto, él retira la mano y me manosea el culo, toda mi entrepierna está pringosa y acerca sus dedos desde atrás, noto como mientras Lucinda mete y saca su dedito de mi vagina, él empieza a presionarme el ano con un dedo, es demasiado, de pronto y sin haber tanteado mucho lo introduce en el estrecho orificio y yo me siento más lasciva que nunca, son muchas percepciones distintas a la vez, muchas connotaciones intensas al mismo tiempo, bisexualidad, estimulación anal, mi primera vez…mi mente se desborda y me acerco un poco más al borde del precipicio… soy suya, de él y de ella, sus besos en mi cuello, en mi boca la boca de Lucinda, sus cuerpos desnudos pegados al mío, mis pechos pellizcados, un dedito fino que se hunde en mi coño pringoso y otro masculino que se ha metido en mi culito, los minutos pasan deliciosos entre débiles jadeos y ronroneos, pero en un momento en que Lucinda y yo separamos nuestras bocas y nos miramos excitadas mientras nos tocamos la una a la otra pienso en lo mucho que me pone ver su carita de nena buena tensa de placer y deseo, y se me ocurre que me encantaría ver cómo es esa expresión de placer y de instinto en su cara al ser penetrada por un tío, ver cómo esa delicadeza y sensualidad que es ella funde en su interior el ataque de un pene duro e incisivo, así que me remuevo, ellos retiran sus dedos de dentro de mí, paran, y me dejan colocarlos según mis caprichos: indico a Marcos que se eche boca arriba en el centro de la cama, yo me coloco de rodillas encima de él, a la altura de su pecho, con una pierna a cada lado de su cuerpo y mirando hacia sus pies, e indico a Lucinda que se coloque igual que yo, sólo que mirando hacia mí, y a la altura del vientre de Marcos, que va a ser nuestro juguete…
Nos inclinamos la una hacia la otra y nos besamos, y enseguida nuestras manos buscan la una a la otra, nos tocamos el torso, los pechos, mientras que vamos arqueando la espalda y reculando nuestra cadera hacia atrás, me excita saber que en segundos estaré sentada en la cara de Marcos, deseo que me coma, deseo aprisionarlo bajo mi culito y frotarme contra su boca y cara áspera con barba de dos días, abro un poco más las piernas y hago descender mi cadera hasta que noto el calor de su boca entre mis piernas, es muy morboso, creo que nunca me lo había comido en esa postura y me encanta, lo tengo atrapado debajo de mí y en esa postura mi almejita se abre en su boca, noto sus cosquillas en mi entrada y me excito mucho, me excito mucho de ver como Lucinda, al retirar su cadera hacia atrás se ha encontrado con una polla dura y empinada que le impide el paso, levanta su cadera un poco y se coloca encima del obstáculo, entonces yo agarro el miembro tenso de Marcos y comienzo a frotárselo contra el coño pegajoso de Lucinda, como si esa polla fuera mía, torturándolos a los dos en el placer del roce de su glande hinchado contra unos labios que se abren, la muevo de adelante a atrás, se la paso separando sus labios y haciendo que acaricie su perla escondida, la mirada de Lucinda revela que se muere de ganas de metérsela, que ya no aguanta más, que por favor deje de torturarla así, pero yo continuo con el juego, que es como poner dos potentísimos imanes a un centímetro pero no dejar que se adhieran, me pone muchísimo ver el deseo llevado al extremo en su cara, ver la necesidad de satisfacción de su instinto en sus cejas arqueadas, hasta que me apiado de ellos y yo misma sujeto ese pene que es mío con determinación y lo dirijo enhiesto un poco hacia abajo, buscando la pequeña brecha en la carne por la que abrirse paso hacia el paraíso… con la otra mano apoyada en el hombro de ella, la empujo hacia abajo haciendo que se le vaya clavando esa daga en su sexo… noto una exhalación profunda de Marcos en mi coño y veo como Lucinda se muerde un labio de gusto y gime como una “putita” encantadora, no es peyorativo, es más, es un halago, es el sueño de cualquiera, hombre o mujer, ya que la escena, su gesto, es de tal erotismo que creo que podría poner cachondo a cualquier ser vivo del universo, yo retiro mi mano del miembro y la empujo a ella hacia abajo más todavía, hasta que la polla una vez que ha encontrado el camino se desliza inequívocamente hacia su interior y llega hasta el fondo…permanecemos inmóviles unos instantes, nos miramos y yo le acaricio la cara, entonces empezamos a jugar despacio moviendo nuestras caderas ligeramente alante y atrás, el vaivén es realmente delicioso, como una danza hipnótica, sacamos el vientre hacia delante y echamos los hombros hacia atrás, nuestros pechos se izan orgullosos, entonces retrocedemos, metemos el vientre y nuestros hombros s adelantan, esto hace que nuestras caderas avancen y retrocedan rítmicamente, eso hace que la boca estática de Marcos vaya sorbiendo cada centímetro de mi sexo empapado, la noto en mi clítoris, la noto en mis labios abiertos, la noto en mi ano y me desespera… y en Lucinda veo como este movimiento provoca que esa culebra que tiene dentro se retuerza y se remueva en su interior, hace que presione contra las paredes de su vagina y se le clave en lo más hondo… nos miramos quejicosas de placer, del placer que nosotras mismas nos provocamos, yo le acaricio otra vez la cara a Lucinda, me apetece hacerlo, como consolándola del exceso de placer, le acaricio las mejillas, los pómulos, su boquita entreabierta, y de pronto ella busca mis dedos con su boca, la abre y me empieza a chupar el pulgar… no tengo tiempo para pensar en nada pero si lo hiciera me sorprendería muchísimo de ver a mi tímida amiga haciendo algo así, aunque si lo pensara también me sorprendería de mí misma, así que simplemente disfruto… y compruebo cómo me excita que lo haga, lo succiona entre sus labios calientes y dentro de su boca noto su espesa saliva rodearlo, y su lengua jugar con él, Dios, lo está haciendo otra vez, esta mamando del biberón que es mi pulgar, me vuelve loca el gesto que se le pone en la cara, me vuelve loca todo lo que ese dedo en su boca simboliza, lo succiona como diciendo “eh, mira lo que siente una polla dentro de mi boca, mira como la mimaría, como la chuparía morbosamente, si tú tuvieras polla también te la chuparía así, porque detrás de esta cara de niña buena hay una auténtica viciosa, una zorrita caliente dispuesta a todo…”
yo estoy que me muero, Marcos me devora y Lucinda me retuerce suavemente un pezón, y ella sigue mamando mi dedo en su boca, ese dedo simboliza un pene que ella me chupa así que me siento como en medio de los dos sexos, no se muy bien como explicarlo, me siento un ser sexual sin definición, la paradoja de ser a la vez cara y cruz de la misma moneda al mismo tiempo, como de estar al sol y a la sombra al mismo tiempo, felizmente extrañada, y completa, y excitada como nunca, y entonces Marcos me separa las nalgas aún más con sus manos, separa mi carne como Moisés las aguas y lame intensamente ese valle que se forma, hace que se estire mi ano y entonces su boca se desliza encima de él, juega con él, su lengua hace círculos y lo presiona, yo gimo de gusto y entonces él desliza su boca unos centímetros hacia los sensibles pétalos que son mis labios menores, me penetra con la lengua hasta donde llega, y de pronto mete uno de sus dedos en mi culito blando, perfectamente lubricado de saliva y de mis propios fluidos que él ha ido esparciendo con su boca, yo gimo otra vez pero más fuerte, después de sus besos ahí, estaba deseosa de que lo hiciera, quiero abrirme y recibirle en todos y cada uno de mis orificios, y la ecuación se complica otra vez un poco más, me hace imaginar qué sentirá un chico gay al que le meten algo por detrás, a fin de cuentas la sensación física es la misma que yo experimento ahora, sólo cambiarían las connotaciones subjetivas, y en mi estado mental de disociación no me cuesta imaginarlo, el morbo de un chico contra chico, por qué no?, en el camino hacia el placer todo vale, y pensando en todo esto veo como Lucinda no ha podido resistir más y ha abandonado su danza del vientre, y ahora se folla a Marcos subiendo y bajando a saltitos, gime en mi dedo cada vez que aterriza y se la mete del todo, veo aparecer la polla de Marcos durante décimas de segundo hasta que ella se deja caer y la hace desaparecer dentro de su templo, sus tetitas puntiagudas tiemblan como flanes de chocolate y rebotan morbosamente delante mía, gotas de sudor le recorren la sien, suenan como palmadas cuando sus cuerpos chocan, la cama se empieza a mover y yo siento la necesidad, o más bien siento el morbo de hacer saber a Lucinda lo que está ocurriendo en mi puerta de atrás, quiero que lo sepa, me da morbo pensar que seguro que a ella le da morbo saberlo, así que dirijo mis palabras a Marcos pero en realidad son para que las escuchen los dos: “oooooohhhh mi vida, como me gusta…por favor no pares…méteme otro dedo en el culito… ooohhh sí…folla mi culito con dos dedos cariño, estoy muy abierta, me gusta mucho, métemelos por el culo mi amor, tú sabes cómo me gusta…” Marcos emite un sonido ronco debajo de mí, sin duda mis palabras le han puesto cachondo perdido (más aún si cabe, dada la situación), y al instante noto como retira su dedo de mi interior para abrirse paso con dos a la vez…presiona con la punta de dos dedos…y aunque mi ano está ya lubricado y ya ha tenido visita no dejo de notar la diferencia cuantitativa…los desliza sin detenerse, mi culito sin otro remedio se aprieta contra ellos según me los va metiendo… no me duele pero sí que noto intensamente la presión… y me encanta, me pone a cien mil, cada vez los introduce más y cada vez la forma que tienen es más ancha… yo emito un gemido desesperado mientras miro a Lucinda a los ojos, que mientras succiona mi dedo refleja en su cara un gesto parecido al que supongo que sería el mío, como si ella también lo notara, como si nos identificásemos tanto en ese instante que llegara a sentir lo mismo que yo metiéndosela por detrás… ella sigue follándose a Marcos rítmicamente, por la cara interna de sus inquietas tetitas corren gotas de sudor, Marcos gime profundo debajo de mí, y yo gozo por él, por el polvo que Lucinda le está echando, por lo que sé que le gusta, el morbo que le da aunque tantas veces se abstenga de jugar conmigo por detrás, gozo por ella, cabalgando hacia la gloria una polla que yo se que hace maravillas, gozo por mí, por mi estado disasociado en que soy pura energía sexual desatada, gozo por los tres, por este magnífico polvo que estamos echando que ni en la mejor de nuestras fantasías imaginaríamos mejor… saco mi dedo pulgar de la boca de Lucinda, le esparzo su saliva por la comisura de los labios, y le ofrezco mi dedo índice y corazón a cambio, que enseguida noto como los rodea con los labios lascivamente y los empieza a chupar… pero no le dejo que lo haga, en cuanto están mojados los saco de su boca y mi mano busca su sexo, que sube y baja delante mía, así que acompaso mi mano a su movimiento y con mis dedos mojados de su saliva le presiono el clítoris que está muy abultado, lo restriego con mis dedos y esto hace que ella enloquezca, se nota que le gusta mucho, gime muy agudo como las chicas en los dibujos manga japoneses, y pone cara de desesperación, a mí también se me escapa un gemido quejoso cuando Marcos saca sus dedos de mi culito y los vuelve a meter de golpe sin contemplaciones, hace que me remueva, que restriegue mi coñito chorreante contra su cara, y que al empujar hacia atrás sea yo misma quien se clave profundamente sus dedos en el ano, gimo fuertemente otra vez, y beso a Lucinda por un instante, luego retiro mi mano de su sexo y se la vuelvo a llevar a la boca… ella chupa los dedos impregnados de sus flujos mientras sigue arriba y abajo, arriba y abajo, por momentos creo que va a matar a Marcos de placer, es una folladora imperturbable, los tíos que se acuesten con ella deben de alucinar, porque no sólo es que sea muy bonita, que esté muy buena, sino que además folla como una amazona dispuesta a dejar seco a cualquiera, da gusto verla…a mi me da gusto verla… y escucharla… y sentirla… noto como empapa mis dedos de saliva, mucho más que antes, y yo los retiro de su boca para volver a torturarla en ese punto clave, pero ella intercepta mi mano en su descenso a su epicentro, me la coge de la muñeca y la dirige hacia su culo, que sube y baja y tiembla firme y suave, y continua hasta que coloca mi mano en la rajita de su culo que está separada por su postura, y aprieta mi mano contra esa zona… yo ya he captado el mensaje… me parece otra perversión nueva y deliciosamente morbosa…quiere sentir lo mismo que yo por detrás… mis dedos se deslizan por esa piel estirada hasta que en la yema noto como un anillo de carne más blanda en una hendidura… al presionar noto los bordes de ese anillo contraerse involuntariamente, pero insisto con un poco más de fuerza y consigo introducir la punta de mi dedo, que es apretado he intentado ser expulsado… ella me mira jadeante, suplicante, lujuriosa, gime al notar mi dedo deslizarse milímetro a milímetro, su agujerito está realmente estrecho pero mi dedo resbala cada vez mejor, hasta que sin pretenderlo se escurre hacia su interior de golpe y ella emite un “uh” muy agudo y breve que parece más como de un animal, como de una mona en pleno apareamiento, en pleno desahogo de sus instintos, y a mí me desarma, me mata del morbo, porque ese sí que era el último tabú que quedaba por derribar desde que empezara esta locura, era como el último rincón privado que quedaba y ahora estaba siendo también invadido, conquistado, pervertido… ya estamos las dos equiparadas también en esto, ella lo deseó, deseó que yo entrara donde casi nunca entra nadie, y mientras Marcos me lo hacía a mí, yo imitaba los movimientos en ella, cómo jugando a los médicos…
Marcos acelera el ritmo de sus lamidas en mi clítoris y me penetra el culito con los dedos cada vez más impetuosamente, yo reacciono metiéndole y sacándole el dedito a Lucinda sin tanto miramiento, y ella se desespera saltando cada vez más alto y dejándose caer más fuerte y más rápido sobre la polla de Marcos, que empieza también a colaborar en la penetración levantando rítmicamente su pelvis en el momento oportuno, ya solo se escuchan los sonidos del golpe de las pieles sudorosas, el crujir de la cama y nuestros gemidos de desesperación, la música hace rato que se ha parado, y en el silencio de las tres de la mañana suena únicamente esta sinfonía maravillosa, Lucinda empieza a respirar mucho más rápido, cabalga desaforada y sus cabellos sudados se mueven en el aire, le resbalan gotas por la frente y frunce el ceño, me mira fijamente entre sus quejidos, su culito empieza a apretar mi dedo, se está tensando del insoportable placer que precede al orgasmo, respira muy hondo y empieza a correrse, salta y chilla, se clava en esa polla erguida y mi dedo nota sus contracciones en su ano, se lo meto hasta el fondo y dejo que me lo agarre, notarlo me pone tan indescriptiblemente caliente que se me empieza a cortar la respiración, mi interior empieza a arder, yo también empiezo a gemir casi en chillidos y a moverme más enérgicamente encima de la boca de Marcos, noto como sus dedos me atraviesan y profanan haciéndome delirar, cómo su lengua incansablemente lame mi órgano sobre-excitado, fijo mi mirada en ella que parece que solloza, y sus mejillas se ponen rojas, su ano aprieta mi dedo fuertemente en un último impulso y Lucinda se corre mientras me mira, y yo que ya estoy en ello no lo soporto y me deshago del todo, una descarga de electricidad se desata en mi sexo y en mi ano, sube por todo mi cuerpo, y parece como si viajara por mi brazo hasta transmitírsela a Lucinda por su culito, las dos jadeamos y convulsionamos de placer, como dos amigas que se cogen de la mano en mitad de un terremoto del que no saben si van a salir con vida, y por fin se obra el milagro y la desesperanza se empieza a transformar en éxtasis, en un liberador éxtasis que parece que detiene el tiempo, los movimientos se van haciendo más pesados, las necesidades se cubren de placer, los cerebros liberan sustancias calmantes, poco a poco nos detenemos, más que nada, porque no podemos más… nos sonreímos y nos besamos, yo retiro mi mano con cuidado del trasero de Lucinda, ella se levanta un poco y se saca la polla todavía dura de Marcos, yo me aparto un poco a un lado y así liberamos a nuestro pobre rehén sexual que por un momento pienso si no se habrá muerto de verdad, ya que no sé como aguantó aquello sin derretirse él también, pero no, está bien gracias a dios, con su cara mojada de mí y empapada de sudor, y su polla empalmada y un poco enrojecida de tanto frote, se ha quedado como catatónico el pobre, con la polla tiesa y la mirada perdida, nosotras nos miramos y Lucinda me dice: - míralo…no podemos dejarlo así, pobrecito… - como nuestro colocón de endorfinas todavía nos dura, tenemos fuerzas todavía para un último acto, liberar a Marcos de su “tensión”… de rodillas en la cama nos acercamos hacia él, como dos sensuales vampiresas que fueran a morder a su incauta víctima, ella se coloca entre sus piernas abiertas y yo desde un lado, de rodillas, inclinamos nuestras cabezas y comenzamos el festín… yo le sujeto la polla con la mano y la dirijo hacia Lucinda, que empieza a chuparla, mojada de su propia lubricación, y yo le agarro los testículos, se los aprieto y amaso, Marcos gime ronco, Lucinda se retira y me la meto yo en la boca, dejo que la saliva me chorree, la tiene un poco enrojecida así que quiero que sea resbaladiza, esta va a ser la mamada más húmeda de su vida, con dos bocas a las que alimentar… nos turnamos para chupársela húmedamente, mientras las dos le tocamos el vientre, los testículos, los muslos…
Marcos empieza a resoplar, parece que no va a durar mucho, se pasa un brazo por detrás de la cabeza a modo de almohada para mirarnos, eso hace que el proceso se acelere… yo le masturbo contra los labios goteantes de saliva de Lucinda, ella le mete mano entre las piernas y su mano se escabulle más debajo de sus testículos, Marcos pone una cara sorprendida pero de gusto, y yo comprendo lo que Lucinda está haciendo, le está devolviendo su propio juego… Marcos se revuelve, Lucinda mueve su mano y Marcos emite un quejido, sin duda le está metiendo un dedito en el culo, ella mueve su mano y él empieza a jadear y a gemir más fuerte, nosotras acercamos nuestras caras y nos damos un último beso antes de la explosión final, nos quedamos con las caras muy cerca como si quisiéramos verlo muy de cerca… yo masturbo cada vez con más intensidad a Marcos mientras Lucinda remueve su mano adelante y atrás, de pronto Marcos exhala y su glande a punto de explotar empieza a expulsar por los aires la milagrosa sustancia, que sale a borbotones, intermitentemente salta por el aire y en cualquier dirección, parte nos da a nosotras en la cara, en el pelo, tan en primera fila como estábamos era inevitable pero no nos importa, otra parte se derrama en el vientre de Marcos, otra resbala densa por mi mano, es el final de fiesta perfecto, como descorchar una botella de Champagne, como celebrando con ello esa maravillosa experiencia que acabábamos de compartir, Lucinda juega con sus dedos en los charquitos de semen que hay en el vientre de Marcos, coge un poco entre sus dedos y me los lleva a la boca, yo se los lamo sin dudar y hago lo mismo, recojo otro poco y se lo acerco a sus labios, ella se lo esparce un poco por ellos y luego lame también mis dedos, a modo de ceremonia final, de última comunión…