Un verano calentito I ... [Confesiones de Susi]

Aventuras de un verano inolvidable

Lo primero es aclarar que este relato NO es mío. Lo encontré hace unos años; escrito por alguien llamado "kohd". Me pareció un relato de gran calidad así que he querido rescatarlo y, de alguna manera, "guardarlo" en esta web en la que creo que nunca se ha publicado.


Hola, me llamo Susana y lo que os voy a contar ocurrió el verano pasado. Para hacer honor a la verdad, yo no me llamo Susana en realidad, ni el resto de gente que aparece en mi historia se llama en la realidad como aquí aparecen, lo hago para mantener el anonimato. Y con todo y con eso, no creáis, que sigue dando apuro, porque aparte de eso, el resto es totalmente cierto, el que no se lo crea peor para él. Tampoco es que vaya a contar hechos extraordinarios, la mayoría son simplemente impresiones subjetivas mías. Pero bueno, quizás sea eso precisamente lo que lo hace emocionante…prometo sinceridad absoluta y contaros hasta el último detalle…porque aunque sea desde el anonimato me pone a mil compartirlo con quien quiera escucharme…

Pues bien, empecemos por el principio.

Entraba el mes de Junio y los días empezaban a ser esplendidos, largos y luminosos, lo que por lo menos en mí provoca como un despertar en el ánimo y unas ganas de disfrutar de todo que en otras épocas del año quedan como un poco aletargadas. No sé, quizás ayudara el hecho de que tenia unos cuantos días de vacaciones seguidos, sí, seguro que eso ayudaba. La cuestión es que un día entre semana me llamó mi amiga Lucinda, diciendo que si me animaba a ir a comer a la playa y luego a tomar algo. Yo todavía no era consciente de que ya era tiempo de ir a darse un chapuzón, pero como mi novio no había podido coger vacaciones todavía y yo andaba un poco aburrida por casa los días de diario, no me hice de rogar y tras depilarme las piernas (si, las chicas de carne y hueso nos depilamos las piernas, ya puestos a contarlo todo…) pase a recoger a Lucinda con el coche y compramos algo para comer.

Lucinda es un encanto, que voy a decir de una de mis mejores amigas, pero es que es verdad: siempre cariñosa con los que la rodean y poseedora de esa comicidad que te hace cómplice de todas las absurdas situaciones en las que suele verse envuelta. Ella es morenita por naturaleza, me refiero a que en enero no está pálida como una nube como nos ocurre a muchos, ella siempre tiene buen color, lo que es la genética. Tiene veintiocho años, los mismos que yo, ¡y esta como una regadera! (en el buen sentido se entiende…). Pues como iba diciendo, apenas salíamos de la ciudad cuando me comenta que la ha llamado Laura, la del Bar de Toni, que le ha comentado el plan y que se apunta también. Yo no tengo demasiado trato con Laura, no por nada, es de esta gente que pasa el tiempo y no ves, que te mueves en círculos diferentes y todo eso, por lo demás es muy simpática, a veces muy bestia, lo que siempre da para echarte unas buenas risas con su desparpajo y su particular manera de entender el mundo, a trompicones, para lo bueno y para lo malo. Cuando pasamos a recogerla esta también su hermana pequeña Sandra (pequeña en relación a su hermana, en realidad tiene un año menos que yo), que es todo lo que no es ella. Bueno, no exactamente; a diferencia de Laura, Sandra es totalmente silenciosa, con lo suyo y con los demás, le podrías contar lo que fuera sin miedo por tu secreto. Y de ella te podrías creer cualquier cosa que te contase, tiene ese hermetismo de quien no necesita alardear de las cosas que hace porque a lo mejor son tan increíbles que pensarías que fanfarronea. En fin, que ahí íbamos nosotras cuatro rumbo a las ardientes arenas y al agua tibia de la playa en Junio.

A medio camino de viaje, a Laura se le ocurrió proponernos ir a otra playa en vez de a la de siempre, a una un poquito mas lejos pero menos concurrida para distanciarnos mentalmente un poco más de la agobiante ciudad.

Yo ya sabía que playa decía, había estado de pequeña con mis tíos, y creía recordar que era una playa un poco sin ley, sin socorristas, con gente haciendo nudismo y con gente paseando, y con gente en la playa como en cualquier otra. No nos pareció mala idea, y aunque nos lo hubiera parecido hubiera dado igual, ¡buena es Laura cuando se le mete algo en la cabeza!

Desembarcamos y plantamos nuestras toallas cerca de la arena mojada ya que estaba la marea baja y el sol pegaba de lo lindo, así que buscamos un poco de brisa para aliviar el calorazo. Había todavía poca gente ya que era bastante pronto, y algo alejados de nosotros pude ver una familia con su sombrilla, una pareja haciendo nudismo, y gente de diferentes edades paseando a diferentes distancias. Yo me quite el vestido que llevaba y decidí hacer topless para inaugurar la primera quemada del verano por lo menos sin marcas del bikini en las tetas. Cuando me acomode en la toalla con mi cigarrito me di cuenta que Laura y Sandra se había quitado también las braguitas del bikini, y estaban con total naturalidad de pie guardando sus monederos en el bolso de una de ellas. Ya veis que tontería, pero en aquel momento me dio como una pizca de pudor por ellas, todo el que ellas parecían no sentir. Pero es cierto que entre nosotras no había esa “malicia envidiosa” que hay muchas veces entre las chicas, de cuando nos escaneamos unas otras inconscientemente buscando los defectos de nuestra rival. Que no se ofenda nadie, vale, es en cierta manera un tópico y no todas las chicas son así, pero negar esto es como negar que el sol sale por el este, o como que los tíos son mas simples que el mecanismo de una tijera, ya esta, ¡hay para todos! A lo que iba, que entre nosotras no existía esa rivalidad femenina o por lo menos en ese momento en ese contexto. Así que las envidie un poquito, vale, pero para bien: tan seguras de si mismas ahí desnudas, tan guapas, delgaditas. Yo no soy lesbiana, pero no pude evitar mirarles el coño, ya digo que como curiosidad o como morbo de algo que suele estar escondido y ser tabú y un día te es mostrado. Seguro que entre los tíos se miran también furtivamente, ya digo, como curiosidad sin más. Laura tenia el coño depilado dejando solo la parte de los labios con vello, como un triangulito chiquitín y rizoso que le quedaba simpático y supongo que muy sexy. Sandra llevaba el coño al natural (quiero decir sin recortar) y le quedaba muy bien, por un momento pensé que no me hubiera esperado otra cosa de ella, que era lo que más le pegaba con su forma de ser, ¡fíjate que tonterías se le pueden llegar a pasan a una por la cabeza mientras le mira el chichi a sus amigas! La verdad es que estaban las dos muy buenas las jodías, se notaba que eran hermanas a parte de todo en sus pezones respingones y enormes sobre unas tetitas tiesas y cortadas por el mismo patrón.

Mientras tanto Lucinda tomaba el sol ya boca abajo como si nada, no sé si disimulando muy bien, o es que ya había venido mas veces con ellas. Quizás animada por el destape reinante, se había arremangado la braguita del bikini, ya de por si medio tanga, convirtiéndolo en un estrecho trozo de tela azul muy clarito que resaltaba brillante entre sus nalgas blandas y morenas, que parecían un helado de chocolate que seguro que muchos tíos darían lo que fuera por morder. Así se nos fue pasando el rato, y a mi no sé por qué se me metió en la cabeza que por que no me quitaba también la parte de abajo del bikini; la idea rondaba mi mente aunque sabía que no tendría valor en el ultimo momento. Poco a poco me fui auto convenciendo, pensaba: “qué más da, la gente esta muy lejos, muchos también están desnudos, es decir, en igualdad de condiciones. Venga Susana, ¿cuánto hace que no haces algo un poco emocionante?”. No sé, me apetecía probar, el ambiente era muy propicio y empecé a pensar que quizá sí que me atrevería, comencé a verlo como algo posible, y a lo mejor pensáis que exagero, pero al verlo tan posible, tan real, se me aceleraba el pulso. Así que se convirtió casi en un reto personal. No quería rendirme, no quería dejar pasar la oportunidad. Y sobretodo, no quería que Lucinda también se desnudase en un momento dado y quedar yo como la tímida que siempre dicen que soy. No os lo voy a negar, me estaba empezando a poner bastante nerviosa, nervios que me provocaba yo misma, ya que podía haber dejado de pensar en ello y dejarlo pasar, pero ya estaba decidida, me dije que por una vez no iba a arrepentirme de no haber hecho algo que pude hacer. Encendí otro cigarro y dije – Uy, me esta quedando marca - como para justificarme, y echada y como pude me baje y quite las bragas del bikini. Obviamente a nadie le importo un pimiento, ni vino un helicóptero lleno de paparazzis a hacerme fotos, pero yo me sentí… no se como explicarlo, emocionada por haber ganado una batalla contra los complejos que todos al final tenemos, feliz de sentir el sol y el aire corriendo entre mis muslos y mi sexo, no sé, en paz, y también, no lo negaré, un poco excitada de saber que estaba desnuda en el mundo, a la vista de cualquiera que pasase y me viese ahí echada, fumando, tal cual.

Pasado el rato empezó a llegar más gente, y en contra de lo que hubiera pensado, me gustaba la idea de que se pusiesen cada vez mas cerca. Como es lógico en una playa de esas características, la gente no se inmutaba, pero si acaso algún despistado parecía incomodarse, a mi no me daba vergüenza alguna, era a ellos; ocurría como un fenómeno extraño. Como si la desnudez te diera un cierto poder, no sé, quizás a veces mi mente desvaría mucho, pero si le ha pasado a alguien alguna vez sabrá a lo que me refiero. Me sentí, tan plena, perdón por la cursilada, pero no se explicarlo mejor; tan animalín en el mundo, me pareció tan natural la desnudez humana, algo tan inocente, sin rincones oscuros ni culpabilidades, bajo el sol, a la luz del día, que me acorde de mi novio y de lo mucho que le quiero, y ya en ese momento empecé a fantasear con el polvo que le iba a echar esa misma tarde, ¡me lo iba a comer entero!

Me estaba poniendo como una moto yo sola cuando Lucinda propuso ir a darnos un baño. Todas estuvimos de acuerdo, nos levantamos y cuando di por hecho que nos íbamos a poner la parte de abajo del bikini, todas echaron a andar hacia la orilla quejándose de cuánto quemaba la arena. Por una décima de segundo me quedé parada pero al final seguí sin más tras ellas, y empecé a arrepentirme porque una cosa era estar tumbada en mi territorio conquistado y otra muy distinta darme un paseo con el culito al aire para el deleite (eso espero) de todo el que quisiera verlo. Así que me empezó a dar vergüenza, era en cierta manera como estos sueños en que vas desnudo por la calle y piensas: - Joder, ¡pero si estoy desnudo!- pero en plena vigilia y en el mundo real. Vale, en el contexto adecuado, no estaba en mitad de un centro comercial, pero bueno, sí que me dio cosa. También un poco la risa nerviosa de cuando haces algo emocionante, ¡qué lista es la mente!, así que me dije: -vale Susana, esto es como en un sueño, ¿qué te puede pasar?, disfrútalo, no seas tonta- y así llegamos al agua. Estaba mas fría de lo esperado, y con bastante gente pasándolo en grande, para entonces mi vergüenza se convirtió en exhibicionismo, o algo así, ya que en el fondo disfrutaba de estar allí desnuda a la vista de todos, sobre todo si me cruzaba con algún tío, me atrajese o no, la cuestión era pensar que me podía mirar y desearme; sí, creo que era eso, que me ofrecía a la vista de todo aquel que me quisiera ver, no era tan sexual como parece, era mas bien la sensación de todo, el agua, la gente, el sol, mi mente hirviendo…

Había unos cuantos tipos en el agua que no estaban nada mal, y aunque tengo novio y como ya dije le quiero mucho, una sigue estando viva, lo mismo que él, que seguro que también mirará a otras chicas cuando son llamativas, lo tenemos grabado a fuego en nuestro ADN (tanto ellos como nosotras) queramos o no admitirlo. Otra cosa es que jamás le engañaría “de hecho” quiero decir, lo mismo que sé que él a mi tampoco. Me divertía y de vez en cuando se me escapaba la vista y les miraba sus colitas, unas mas grandes, otras sin piel alrededor del glande, con pelo, mucho pelo, alguno afeitado (no pensé que les diera por ahí la verdad) y todos con los testículos duros y encogidos por el frío. En una de éstas va Laura y suelta: - mirad aquel treintañero que polvo tiene, madre mía, me lo follaba vivo detrás de esas rocas- lo que nos hizo a todas estallar en carcajadas, y yo pensé- lo dices en broma pero lo pensamos todas hija mía- a lo que Lucinda añadió- tiene cara de comerte el coño hasta despacharse a gusto, que morboso el tío- tan seria que nos reímos del dramatismo que le puso. Es cierto que Lucinda y yo no solemos hacer ese tipo de bromas, ni tampoco nos contamos con detalle nuestros encuentros sexuales, sí que lo hacíamos en los primeros tiempos en la adolescencia, y un poco más mayores también, la verdad, pero a estas alturas ya no tendría sentido supongo; pero con estas dos hermanas chifladas era muy divertido bromear como quinceañeras salidas, te hacía sentir como una cría otra vez, quitarle hierro a todo y hacer un poco el tonto. Yo me reí mucho con el comentario de Lucinda, sobretodo porque no me lo esperaba de ella y me recordaba viejos tiempos; pero es que pasado el rato no podía dejar de recrear la imagen en mi cabeza:

Bajo aquel sol reflejando en el agua, detrás de unas rocas, en peligro de ser descubiertos en cualquier momento, yo con las piernas abiertas tumbada encima de una roca plana y un poco elevada y aquel treintañero interesante arrodillado delante mía besando mi coñito palpitante, sacando la lengua y lamiéndolo con esmero, llenándomelo de saliva, babándose con la mezcla de esta y mis fluidos llenos de feromonas gritando quiero tu polla, hasta que ya no aguantara mas… En aquel momento di gracias a dios o al creador o a quien fuera por ser una chica, y que mi excitación no fuera visible, por que el equivalente en masculino hubiera sido un tío con la polla como el hierro, y al pensar en esto pensé en ese tío con la polla empinada y desafiante y me entraron muchas ganas de…de… chupársela. Sí, aunque no se suela confesar a muchas chicas nos vuelve locas hacer felaciones, saborear lo que nos vamos a meter dentro y hacer sufrir de placer al afortunado de turno. Una vez leí en el típico consultorio sexual de una revista de estas para “mujeres de hoy” que hay chicas a las que no les gusta nada hacer sexo oral, a las que no les estimula pero lo hacen porque saben que les gusta a su pareja, y las que, como yo, ya dije que iba a ser sincera, les encanta hacerle una buena mamada a su chico, ponérsela bien dura a base de chuparla y sentir como se nos empapan las bragas solo de pensar en sentarnos encima de eso y notarlo entrar en nuestros chochitos. El peligro de decir esto en voz alta es que todavía hay mucho gilipollas retrógrado que por admitirlo te tacharan de guarra o puta, de mamones que sostienen que cuando una mujer disfruta del sexo es una puta, dios mío, menos mal que hay un porcentaje (espero que muy alto) de gente que ya tiene superada esa tara masoquista-cristiana-atávica-machistademierda. Y en cuanto a que una chica fantasee con otros chicos, seamos sinceros, que es gratis y en este caso anónimo, que levante la mano el tío que cuando ve a una tía buena en minifalda no fantasea aunque sea por un segundo con levantarle la falda y follársela a cuatro patas. Digo también tíos con novia paseando de la mano. ¿O no? Pues nosotras igual. La mente va por libre, y si la intentas encerrar peor. Si no mira a los curas o a las monjas. Otra cosa son tus actos. Ya avise que a veces me disperso, al lío. Bueno pues el baño fue una delicia en todos los aspectos, aquel que nunca se ha bañado desnudo en el mar no sabe lo que es sentir el agua, la brisa, las olas en su cuerpo entero, sentir el vaivén del agua empujando las zonas que suelen estar vedadas, parece mentira cómo el hecho de llevar puesto o no un bañador, bikini o lo que sea, a fin de cuentas un trapito, puede cambiar tanto la percepción sensorial de darte un baño. No exagero, de hecho a mucha gente le pasa lo mismo.

Así que regresamos a nuestras toallas mas refrescadas (bueno, yo por lo menos no) y nos echamos otro ratito a secarnos. Había subido la marea un buen trozo y ya se notaba que era mas tarde porque había bastante más gente asentada alrededor nuestra, y mas gente paseando por la orilla, que nos quedaba ya muy cerca. Yo así, empapada de agua de mar, brillante por la humedad, con un poco de color que había cogido, me sentí tan en forma, tan saludable, tan guapa que deseaba que todo el mundo me viera, porque me gustaba, me aceptaba a mi misma, era feliz de verdad. Me tumbe boca abajo y me dispuse a dormitar casi ronroneando como una gata disfrutando del calor. Como mi mente no es capaz de descansar ni un segundo (no lo hago a posta, lo juro) empecé a imaginar lo que pensarían los tíos que paseaban por la orilla a escasos metros de nosotras al vernos. Pensé que más de uno nos miraría disimuladamente pero fantaseando con nosotras, y no me pareció mal, me refiero a que no pensé en que eso fuera cosa de degenerados, sino que me pareció normal e inevitable, y también divertido. Estos pensamientos hicieron que me recorriera un estremecimiento por la espina dorsal cada vez que una brisa de aire me hacia cosquillas entre mis nalgas y soplaba entre mis piernas , y me empecé a poner cada vez peor pensando que detrás de mi pasaba gente que miraba mi culito ofrecido a los cuatro vientos, que algunos escudriñarían con su mirada mis recovecos mas íntimos intentando adivinar algo más entre los oscuros pliegues y redondeces de la piel de mi culo echado en pompa, y yo notaba el aire otra vez por entre mis piernas, entre la rajita de mis nalgas, acariciándome sin permiso, soplando mi ano… creo que empecé a mojarme y quise alejar esos pensamientos de mí, pero no sé si os pasara que a veces cuanto más quieres parar la excitación más caliente te pones… bueno pues a mí me pasa. Como buscando una posición más cómoda abrí un poco las piernas, así que pensé que todo el que pasara por la orilla y quisiera ya no tendría problemas en ver mi sexo todavía mojado del agua del mar asomando en medio de mi culo, ahí estaba para el disfrute (visual fantasioso) de todo el que quisiera. Éstas estaban leyendo una revista también echadas boca abajo, cuando yo vislumbre al treintañero interesante paseando por la orilla con un amigo (supongo, o su novio, ¿por qué no?) acercándose. Hablaban entre ellos e iban mirando al frente, pero pude ver como a ambos se les escapaban de vez en cuando miradas casuales hacia nosotras, como quien mira por mirar, por curiosidad. Pero yo estoy segura que no era tanta casualidad, y que en realidad no podían evitar llevar la vista hacia aquellos cuerpos desnudos de cuatro chicas con sus culitos redondos y brillantes mostrados al sol. Yo en un arrebato de exhibicionismo pensé que si querían de verdad alegrase la vista se iban a quedar a gusto. Pero primero les mire acercarse, haciendo que miraba simplemente la novedad del que se acerca, y no me importó que se dieran cuenta de ello, que les miraba sus paquetitos bambolearse al paso de sus zancadas, con la gracia que tienen los penes cuando en estado de flacidez rebotan a un lado y a otro, a un lado y a otro con cada paso. Puse cara de no pasa nada, pero no aparté la mirada cuando ellos la dirigieron a mí, y entonces me incorpore a cuatro patas haciendo que buscaba algo en mi bolso de playa que tenía a la cabecera de mi toalla. Si nos iban a mirar el trasero, quería que se quedaran con la imagen del mío en pompa, con las piernas ligeramente separadas, de modo que pudieran ver los labios de mi coñito entre el rizoso vello púbico e incluso si se esforzaban el cerco de mi otro “agujerito” en medio de la hendidura de mis nalgas levantadas por encima de mi espalda. Pasaron a escasos metros y nunca sabré si realmente se fijaron tanto en mí como para percibir tantos detalles, o si disimularon tanto que luego se arrepintieron de no haberse atrevido a indagar allí donde el placer se hace carne, o si es que en realidad yo les importaba un carajo. Vete tu a saber, pero en el fondo era lo de menos. Yo tampoco quería ligármelos ni nada parecido, no me interesaban realmente lo más mínimo, lo que hacía era fantasear con “turbar” su mente siquiera por unos segundos, o a lo mejor tanto como para que no pudieran evitar derramar su denso semen esa noche en su casa, con la imagen mi espalda arqueada y mi chochito ofrecido, para que se lo follasen, comiesen, o quizás no quisieran metérmela por ahí precisamente, lo que les diera por imaginar… Era toda una espiral de pensamientos erótico- fantasiosos en la que yo me calentaba imaginando lo que quizás ellos se deleitarían recreando en su cabeza sobre mí. Como un fantasía reflejada; así que al final yo me excitaba con migo misma, (es una forma de hablar, que eso ha sonado muy narcisista, y de verdad creo que no lo soy) con la idea del sexo en abstracto, con la idea de ser apetecible.

Estuvimos un rato más tumbadas secándonos cuando Lucinda sacó de su mochila unas palas y una pelota de tenis y preguntó quién quería jugar un poco. Laura estaba medio dormida de gusto y Sandra estaba leyendo uno de sus libros de ciencia ficción así que Lucinda me hizo un gesto con la cabeza para invitarme a jugar a mí. Hacia mil años que no jugaba y pensé que sería divertido. Nos pusimos de pie y nos acercamos lo poco que nos separaba de la orilla. Aunque ella llevaba puesto las bragas del bikini (era la única que no se las había quitado en todo el día), yo ya tenia decidido que no pensaba vestirme hasta la hora de marchar, por lo que empezamos la pelotear una en frente de la otra comprobando lo difícil que era dar a la pelotita mas de cinco veces seguidas. Enseguida vi a un chaval como de unos quince años junto a una sombrilla con sus padres, tenia la típica pinta de estar allí enfadado, contra su voluntad, quiero decir, obligado por sus papás, en vez de estar con otros chavales de su edad molestando con el balón, riéndose estrepitosamente y mirando ya no tan inocentes a las chicas bonitas que se les cruzasen, en otra playa, alejados de la autoridad y el aburrimiento de la compañía sobre protectora de sus progenitores. Pero pronto quizás empezó a pensar que no estaba tan mal aquel plan, aquella playa donde había sido castigado a venir, por la forma en que nos miraba a Lucinda y a mi. Desde donde el estaba veía desde detrás a Lucinda agacharse cada vez que tenía que recoger la pelota, le miraba su culito moreno tragarse las braguitas del bikini azul claritas en medio de esa carne suave, blanda y apetecible, observaba los temblores de sus nalgas cada vez que saltaba y aterrizaba en el suelo. Y a mí, con más disimulo, como si yo no estuviera viendo la escena perfectamente, o como si le pareciese más violento que yo pudiera verle a su vez, además del hecho de que yo estuviese totalmente desnuda, me miraba más de vez en cuando, como si estuviera simplemente viendo una partida de tenis, con interés puramente deportivo, cuando no creo que Lucinda y yo juguemos tan bien a las palas como para entretenerse uno mirando más de diez segundos seguidos, a no ser que lo que mires sea otra cosa… La gente que paseaba pasaba muy cerca nuestra, y en alguna ocasión nos entregan la pelota en la mano cuando nos pasábamos de fuerza y esta caía lejos de nosotras y cerca de ellos. Estábamos volviendo a sudar con el ejercicio, ya le cogíamos un poco el punto, y yo notaba mis tetas botar y bambolearse libremente al ritmo de los golpes de la partida, a veces caía hacia atrás intentando devolver algún smash imposible y me embadurnaba de arena que se pegaba a mi piel pegajosa por la crema solar resistente al agua. Entonces yo me sacudía, o me daba palmaditas en el culo para que cayera, y ponía una mano en cada nalga y me las abría un poco, aunque lo cierto es que nunca me ha molestado mucho la arena. A fin de cuentas, si vas a la playa ¿qué esperas?

Llegado un punto nos cansamos, literalmente, y fuimos a dejar las palas en las toallas y a sondear los ánimos para otro chapuzón. Laura estaba definitivamente dormida, como el que está en su cama, se había dado la vuelta y estaba tumbada boca arriba, con el sostén del bikini sobre los ojos para que no le molestase la luz, un brazo por detrás de la cabeza a modo de almohada, y una pierna estirada y otra flexionada e inclinada hacia fuera, apoyando la planta el pie a la altura de la rodilla de la otra. En esa posición la luz del sol incidía directamente sobre todo su cuerpo, sin ninguna sombra oscureciendo rincón alguno, y la pierna que tenia flexionada y abierta tiraba de la piel afeitada de su ingle, pudiéndose ver incluso los característicos puntitos negros del incipiente vello renaciente, y tiraba también un poco su femenina almejita, separando un poquito los alrededores sus labios mayores, dejando ver dentro de estos y detrás de un delicado vello púbico otros labios mas finitos, de un color mas rosado y brillante quizás por esa pequeña humedad que siempre tienen. Sus tetitas, aplanadas ligeramente por la gravedad, se mantenían como sendos flanes de carne blandita en las que flotaban unos pezones grandes casi como galletas que miraban al cielo. Y así tan despreocupada, natural y plácida la chiquilla la verdad es que estaba para comérsela, no por mí, que como ya dije sabía que no me van las mujeres, pero eso no quitaba que dejara de ver la belleza de un cuerpo joven, estilizado y desnudo, incluso diré que como instantánea visual me parece mas interesante y bonito un cuerpo desnudo femenino que uno masculino, digo en abstracto, imaginando que yo fuera una artista en busca de modelos que retratar. Mientras, Sandra seguía enfrascada en su lectura, echada boca abajo y con las piernas dobladas a la altura de las rodillas (¿a que altura si no?), moviendo los pies en alto, dibujando sombras en su espalda y su culo, que se veía perfectamente redondito y duro, quizás precisamente por tener los glúteos en tensión al estar moviendo las piernas. No pude dejar de fijarme (por curiosidad empírica, ya se sabe) en que el vello de su entrepierna le escalaba por el valle de la raja de su culito, no tanto como en la encrucijada donde se escondía su coño, pero si lo suficiente como para ser visible (también es verdad que bajo los fulminantes rayos de un sol meridiano), lo que le daba un aire como retro que recordaba a las chicas de los postres eróticos de los setenta (cuando no se estilaba la depilación de los pubis), y también un aspecto como naturista o hippy, muy animal humano de genero hembra, (si, esa es la palabra que me venia a la cabeza, hembra) perfecto tal cual es, y que a muchos tíos (o por lo menos a algunos) sé de buena tinta que les vuelve locos. El caso es que pensé que no le quedaba para nada mal, otra vez pensé que ese punto despreocupado casaba perfectamente bien con su carácter, que en la variedad esta el gusto y que cada cual estaba mas hermoso cuanto más fiel es a si mismo, todos con nuestras diferencias, si no qué aburrimiento… Aunque no lo creáis, todo esto me dio tiempo a pensar en los segundos en que se percató de nuestra presencia, entonces levantó la vista de su libro, nos sonrió al vernos como dos croquetas de arena y nos dijo: - antes que digáis nada, conmigo no contéis para ir a bañarnos otra vez, que yo hasta que no lo acabe soy incapaz de levantarme de aquí- y allí se quedaron las dos remolonas mientras Lucinda y yo caminamos hacia la orilla.

Con el calor del ejercicio recién hecho, el agua muy fresca era una bendición según nos iba cubriendo y avanzando rodillas arriba, luego pantorrillas, muslos, y al llegar a la altura de la pelvis noté como la piel que rodea mi coño se encogía y se endurecía un poco, pensé que por acción del frío que hace que la sangre se retire, el mismo fenómeno que hace que a los hombres se les encojan las pollitas y se les pongan los testículos duros y subidos. Por fin nos zambullimos armándonos de valor, y cuando me seque los ojos vi a Lucinda con la parte de abajo de su bikini en la mano, su pelo largo moreno cayéndole azaroso por sus hombros, sus tetas redonditas con los pezones endurecidos hasta parecer piedras, un ombligo adornado con un pendiente de plata encaramando la loma de una tripita muy femenina, y justo por debajo de la línea de flotación (a veces saliendo a la superficie el inicio según las oscilaciones) , una línea de vello púbico muy fina que se distorsionaba por el fenómeno de la luz a través de los vaivenes del agua. Antes de que yo dijera nada ella dijo: - uff, de tanto retozar yo creo que se me metió arena hasta en el culo, a ver si así consigo sacarla- y sumergía la mano por detrás de su espalda y se la metía entre las nalgas, supongo que intentando despegarse la arena de sus recovecos mas íntimos, y sin decir nada mas seguimos con nuestros chapoteos. Después de un rato se me acerco y dijo: - oye, ¿sabes que esto de bañarse así tiene su punto? El agua hace como cosquillas y parece mentira que se note tanta diferencia, ¿a que sí?- a lo que yo le contesté: - vaya que sí, creí que era yo sola, pero ya veo…- y ella volvió a hablar: - y no sé, esto de estar aquí completamente desnudas entre la gente, no sé, tiene su puntito también, a lo mejor crees que estoy muy salida pero me esta dando como morbo, aunque nadie se este fijando, ni aunque haya nadie que me gustara que se fijara, pero…- y yo le dije: - pues entonces yo también debo de estar muy salida porque me pasa exactamente lo mismo, pero no, debe ser la novedad, y el movimiento del agua…- dije dándome vergüenza. Ella me contesto ya mas en plan de broma: - no sé, tu dirás lo que quieras pero mira ese nórdico que viene por ahí-. En ese momento entraba al agua una pareja de un chico y una chica muy rubios los dos, con ese aire (a parte del aspecto) que tienen los turistas del norte de Europa cuando viajan a lo tienda de campaña en plan naturista civilizado y experimentado. Ella era guapísima, y aunque tendría treintaytantos tenia los típicos rasgos aniñados de las europeas del este, muy rubia pero también muy moreno todo su cuerpo, me la imaginaba en un camping nudista o algo así, desnuda hasta para ir a comprar el pan, con un tipo súper estilizado, tetitas medianas tirando a pequeñas pero muy respingonas, casi mirando hacia arriba, y un vello sin arreglar en el chichi que de tan rubio como era destacaba sobre el fondo de su piel morena. Es cierto que era muy llamativa, algo casi exótica que a la mayoría atraía su atención, imagino que a mas de uno despertó también su…imaginación, pero ella lo llevaba con normalidad, no era para nada la típica tía buena creída que pudiera haber sido. Y él, con esa pinta también de viajero curtido en mil despelotes, te lo imaginarías también como el perfecto compañero de sexo esporádico, educado y civilizado sexo europeo de rollo ecologista (lo que es un poco plasta, pero como no ibas a entender su idioma…); no tan rubísimo como ella pero si igual de moreno, con media melena de pelo enmarañado y un poco mas oscuro en la raíz; cara muy guapa con sombra de barba poco poblada, con rasgos de vividor (de saber disfrutar de la vida, no de caradura) delgado pero de hombros anchos, alto, con poco pelo en el cuerpo (o muy rubio) y un pene alargado, como un perfecto cilindro de músculo y carne sin arrugas, sin piel rodeando el glande, que quedaba expuesto y se movía como un péndulo hipnotizante que con los reflejos destellaba como un chupachups que quisieras meterte en la boca… - ¡por dios, a este vikingo me entregaba yo completamente, esta como un queso el cabrón! - interrumpió Lucinda, y se tiró al agua de cabeza hacia delante, dejando su culo de chocolate como única parte de su cuerpo fuera del agua, totalmente en pompa, mostrando una rajita de carne completamente desprovista de vello en su entrepierna vista desde atrás. Como otra cosa no, pero imaginación erótica-festiva no me falta, mi mente, en base a su comentario, brindó la fantasía que fabricó a Lucinda y ese guiri; donde entraba yo es que les espiaba mientras lo hacían en el amanecer tras una fiesta en la playa:

Los dos de rodillas, ella colocada delante de él que la agarra con una mano por la cadera; la otra mano metida entre sus piernas, oprimiendo y frotando un clítoris hinchado, resbaladizo y pegajoso de fluidos, mientras la penetra abriéndose paso por su rajita depilada, dilatada de recibir las punzadas de su polla, que desde el ángulo que yo les espío veo salir y entrar despareciendo entre la perspectiva sus nalgas. Él se reclina un poco más sobre ella y los glúteos de Lucinda rebotan y tiemblan rítmicamente al choque contra las caderas de él, lo mismo que sus tetas que cuelgan y se mueven en elipses hacia atrás y hacia delante, llegando con las embestidas mas fuertes a hacer un sonido parecido a una palmada cuando colisionan entre ellas. Yo miro la escena sin pretender participar. Me excita verles mientras follan, lo están pasando en grande, me pone verlo a él a en trance penetrando a mi morena amiga, lo que para él puede que fuese una exótica y arrebatada compañera sexual y me alegro que sea ella quien se lo tire ya que sé que lo deseaba; y yo, aunque instintivamente pero en abstracto la envidio, en realidad sé que no me lo quiero tirar, así que disfruto a través de los gemidos entrecortados y la respiración jadeante de Lucinda , empatizo tanto con ella que me pone cachonda escucharla, su placer es el mío, hasta que emite unos quejidos desesperados como sollozos mientras el sigue imperturbable con el mismo brío sus embestidas, apretando su culo europeo y bonito cuando juntan sus cuerpos y parece que llega al fondo para hacer mas fuerza y así juntar sus testículos con el pubis de ella de lo profundo que la penetra…

En fin, que salimos del agua mientras pensaba que definitivamente yo debía de estar mas salida que Lucinda por lo menos en esos momentos, pero como lo mismo pienso una cosa y me rebato a mí misma con la contraria, también pensé que seguramente uno se sorprendería con todo lo que se le pasa por la cabeza al que tiene al lado y pensé que lo mismo ella también estaba fantaseando con lago parecido o mas caliente todavía, o a lo mejor estaba embobada pensando en los achaques de los pavos reales en la tercera edad, cualquier cosa, cualquiera que nunca sabría, pero que seguro que sería sorprendente. En lo que sí me fijé es en que salió del agua con las bragas del bikini en la mano y que así se unió definitivamente al club de los chichis al aire por lo menos en lo que quedaba de día.

La tarde fue pasando, y nos quedamos charlando sobre las vacaciones de cuando éramos pequeñas hasta que el sol fue siendo cada vez más suave y finalmente la playa quedó prácticamente vacía. Cuando empezamos a recoger me dio un poco la pena que da algo muy bueno que se acaba, pero al vestirme tuve la sensación de seguir desnuda debajo de la ropa (lo que es una tontería, todos debajo de la ropa estamos desnudos, llámalo paradoja o lógica aplastante) y también tuve la impresión de que aquella tarde de sol y desnudez física había producido otra especie de desnudez “espiritual” (odio esa palabra, pero a veces no hay otra) entre nosotras, habiéndonos unido más que cien tardes de cotilleos cafeteros aquellos momentos de silencio compartiendo nuestras presencias desnudas en el mundo sin adornos ni disfraz alguno. Al despojarse uno de toda ropa, todo símbolo (sí, la ropa son muchas veces símbolos de lo que somos, o de lo que queremos transmitir, o herramientas, véase un mono de trabajo, un vestido de noche o una corbata, etc.) todo la gente queda reducida (liberada de peso) a lo que simplemente es, ni más ni menos unos que otros; te puedes parar a hablar con un ministro pero allí, despojados de toda parafernalia, es solo otro hombre con su pene colgando como los demás, ni mas ni menos que nadie, solo un hombre, que incluso podría ser un ciudadano de otra época histórica, sin referencias de nuestro tiempo ni de ninguno , ni de nuestra cultura ni de otra, esta desnudez física yo creo que penetra en nuestro subconsciente e iguala a las personas, recordándoles que hagan lo que hagan y se envuelvan en lo que se envuelvan son todos lo mismo: animales pensantes viviendo en una roca a la deriva en el espacio y en el tiempo, pagando el precio del privilegio de la consciencia intentando sobrellevar el absurdo de la certeza de su muerte y de la que los rodea, luchando por sobrevivir de alguna forma en su descendencia a través del impulso de la reproducción. Lo que comúnmente se conoce como la expresión “a follar que el mundo se acaba”, vamos.

También antes de continuar y de que nosotras nos vayamos de la playa quiero dejar claro un par de cosas: primero, que todas estas cosas que cuento son impresiones, divagaciones y fantasías puramente subjetivas, con lo que quiero decir que en una playa donde se practique el nudismo no es que esté todo el mundo a la que salta, con mirones por todos lados y exhibicionistas en su salsa, todo lo contrario. En realidad, la sexualidad queda apartada una vez que aceptas las reglas del juego, eso no es un escaparate sexual sino lo que comentaba mas arriba, una demolición de prejuicios y tabúes que lo ideal es que ayude a quien lo practica a aceptarse a si mismo tal y como es, tal vez despojarse de complejos o prejuicios y a hacerse a uno sentir por un rato como un ser vivo en la naturaleza con todos los sentidos. Y segundo, que ya no me acuerdo, pero no os preocupéis que en cualquier momento lo recordare y os daré la chapa otro poco.

El caso es que volvíamos a casa por la carretera y mientras conducía escuchando la música yo solo tenía una idea en mi cabeza. Me iba a follar a Marcos (mi novio). Todavía no sabía cómo ni por qué, pero si cuándo: en cuanto llegara a casa. Me lo imaginaba allí mismo en el coche, arrodillado delante mía clavándose los pedales mientras yo conducía (ya se que es técnicamente imposible, pero por eso se llaman “fantasías”¿no?), subiéndome muy despacio (y sin que nadie se percatase de que él estaba ahí) los bajos de mi vestidito playero de tela, besando y echando su aliento en mis rodillas, muslos, más y más arriba, en el interior de mis muslos a escasos centímetros del coño, obligándome a separar un poco mas las piernas, dando besitos a mis bragas que empezaban a humedecerse solo de pensarlo, mientras yo me quitaba una chancla y con mi pie desnudo todavía con restos de arena le frotaba su paquete, lo masajeaba por encima de su bañador e intentaba agarrar su polla con mis deditos, y se le empezaba a poner dura entre espasmos, y otra vez la fantasía reflejada, me ponía muy caliente el hecho de pensar que a él se le endurecía la polla del deseo que le despertaba besarme el coño por encima de las bragas, siendo el consciente que las estaba mojando de esperar a que en cualquier momento las apretase con una mano y se abriera paso empujando su boca haciendo separarse los labios de mi coño hasta poder sacar la lengua y hacerla resbalar cariñosa y lentamente muy ensalivada sobre mi botoncito palpitante, como un morreo en la boca pero en otra boca mucho mas intima y perfumada de feromonas…Ummmmm…

Habíamos hablado al principio del día de quedar a tomar algo después de la playa, pero después de debatirlo decidimos al menos pasar por casa primero a darnos una ducha, y si acaso después ya salir un rato. Me gusto ese “si acaso” porque yo no quería prometer nada, a lo mejor sí salía con ellas un rato (que sí que me apetecía) pero a lo mejor no podría por estar ocupada en otra cosa más urgente en esos momentos, como, no sé, ¿en tirarme a Marcos por ejemplo? Fui dejando a las chicas en casa una por una, la ultima a Lucinda y comentamos que había que repetirlo. Lucinda vive sola en un pequeño apartamento en una zona bastante céntrica de la ciudad. Anda medio enrollada con un tío que se llama Nacho, pero sin ser nada serio y sin compromisos (en toría); de hecho él llevaba ya dos meses trabajando en Francia, así que más que nada, lo que hacían era follar como locos (imagino) las temporadas que coincidían y él pasaba días en casa de ella, días por ahí, y así. Al verla alejarse del coche hacia el portal pensé que si no me equivocaba, que si estaba tan solo la mitad de caliente que estaba yo, iba a tener una cita con el enérgico chorro del telefonillo de la ducha, aplicado incansable sobre su vulva hinchada, hasta hacerla marearse de gusto entre los vapores del agua caliente. Lo pensé porque se me ocurrió que si por lo que fuera, Marcos no estuviera en casa, yo iba a hacer lo mismo; podía masturbarme en la bañera y más tarde, ya recuperada y duchadita, follármelo a el, meterme por fin su polla tiesa en este coñito mío que tantas ganas de ser rellenado tenia. Ha sonado un poco basto, pero esa era la verdadera sensación que tenía, si voy a ser sincera…

Conseguí aparcar muy cerca de casa y por fin entré en nuestro apartamento. Marcos acababa de llegar (¡bien!) y salió a recibirme al pasillo. Llevamos viviendo juntos ya algunos años, y he de decir que nos llevamos genial, poquísimas veces discutimos (a veces bromeamos con el “asco” que debemos dar), y además él es súper cariñoso, bueno, e inteligente, que no rollo plasta seudo intelectual creído que tanto me aburre. Le di un besazo, me pregunto que qué tal, que dónde me había metido un día tan bueno como aquel, y yo (a propósito para calentarlo, que se que le encantan esas cosas) me levanté el vuelo del vestido y le enseñé las bragas rojas con rayas horizontales blancas del bikini mientras le decía: -¡mira, he inaugurado la temporada de playa 2009!- a lo que él me contestó: -ay mi vida, no hagas esas cosas que ya sabes que me pones a mil y luego pasa lo que pasa…- , así en broma, pero en serio. Marcos para eso es un fetichista, yo sé que le pone a mil mirarme las bragas cuando llevo faldas, como si no me las hubiera visto nunca, y como si no hubiera visto nunca el chochito que se esconde detrás, y se supiera de memoria hasta el último lunar de mi coño. A veces antes de follar (o si a mí me apetece y no sé como esta él de dispuesto) me pongo un vestido corto o una minifalda y me pongo ha hacer teatrillo así de broma, me agacho mucho para que se me vean las bragas desde atrás, recojo algo del suelo poniéndome de cuclillas y abriendo las piernas para que se me vea todo, o me tiro en el sofá como muy cansada y dejo que el vestido se me suba y abro las piernas… Esto le pone a mil, y si lo que me apetece es que me coma, si lo hago sin bragas, dejándole ver (pero sin ver del todo, como en descuidos) tengo la seguridad de que termina por no resistirlo más. No sé, le da por ahí, ¡y yo encantada!

Así que ese día, una vez encendida la mecha de la pasión en la entrepierna de Marcos, no tuve mas que decirle, con voz sugerente (y como siempre hacemos, en broma pero…)- me voy a meter…en la ducha- caminé unos pasos por el pasillo, y según lo hacía me iba subiendo el vestido y mi culo rebosante en aquellas pequeñas bragas iba siendo mostrado como si se fuese subiendo el telón de un escenario andante. – ¿Te vienes?- le dije sin mirar atrás. – Pensaba ir aunque no me lo pidieses- dijo él, que empezó a caminar detrás de mí quitándose la camiseta sudada del trabajo mientras estoy segura que no quitaba ojo a los pliegues de la carne de mis nalgas, un poco morenitas y saladas todavía, saliendo por los laterales de la braguita a un lado y a otro, según el paso. A todo esto sonó su teléfono, y tras maldecir tuvo que ir a contestar, no fuera a ser que fuera algo del trabajo. – Te espero dentro- dije yo, le guiñé un ojo, y me metí en el cuarto de baño. Allí terminé de sacarme el vestido por la cabeza, aparte las chanclas y me desabroché el sujetador del bikini y liberé mis tetas y tiré el sostén a un rincón. Por último, me bajé las bragas y las empujé con un pie a la misma esquina del sujetador. Abrí el agua caliente y también la fría, pero no me metí todavía y me puse delante del espejo a mirarme. Aunque siempre he tenido ciertos complejos (como la gran mayoría) ese día me sentí a gusto conmigo misma, sentí mi cuerpo sano como un motivo por el que dar gracias, y también me sentí guapa, deseable. Miré mi cara y noté que mi pelo castaño oscuro ya se había aclarado un poco como ocurre todos los veranos después de horas de sol; estaba revuelto y más ondulado, casi rizado y apelmazado por el salitre. Media melena con flequillo corto, que muchas veces peinaba hacia un lado. La tez había cogido bastante color, mis pupilas negras resaltaban en el blanco de mis grandes ojos, la nariz pequeña invadida por débiles pecas a cada lado extendiéndose por mis pómulos, mi boca de labios grandes necesitando un poco de crema de cacao para volver a hidratarse. Miré mis pechos, más grandes que la media, redondeados, con los pezones carnosos mirando al frente. Me las agarré con ambas manos y las elevé como si de un sostén se tratase. La verdad es que los escotes me sientan muy bien (como esta mal que yo lo diga, lo digo porque es lo que me lo dice Marcos) con el sujetador realzando y juntándome las tetas, que intentan desbordarse mas redondas todavía por encima del sostén, formando un canalillo largo y profundo. Seguí bajando la mirada, hacia mi cadera, esa a la que tanto gusta Marcos agarrarse para hacer fuerza contra mi cuando me folla desde detrás, y que dice que es muy sexy: cintura estrecha bajo las ultimas costillas y ensanchándose luego dando una forma muy femenina a mi silueta. Luego mi ombliguito, y más abajo el principio de mis piernas con mi pelvis en el centro. Note que no me había quedado la marca de la braga del bikini, aunque la hubiera llevado puesto la primera hora en la playa, que es cuando el sol suele pegar más fuerte.

Era la primera vez que no tenia marca, y aunque no fuese algo que me quitara el sueño, sí que me hacía sentir sexy ver esa parte de mi cuerpo moreno, sin el color blanco contrastando con el moreno de la cintura. Yo tengo el vello pubico poco rizado, lo que lo hace parecer menos denso, y lo suelo llevar (ya que Marcos me confesó que le vuelve loco) como un bigotito de pelo ancho vertical, depilado a sus lados. Hacía unos días que no lo repasaba, así que tenia un poco de vello incipiente, como puntitos de barba de dos días, en los laterales depilados. Luego me puse de tres cuartos delante del espejo, y giré la cadera intentando dejar el tronco recto, para mirar el avance del color moreno en mi trasero. Marcos dice que tengo el culo más sexy que ha visto nunca, está claro que es un cumplido y que es lo mismo que decir lo de “eres la mujer más bonita que he visto nunca”, lo cual es técnicamente imposible, pero aun sabiéndolo, pues se agradece. Lo cierto es que tengo un trasero muy bien formado, redondeado, no es el culito chiquitín que tienen algunas (como el de las modelos al borde de la anorexia), yo soy mas bien tirando (que no tanto ni mucho menos) a culo latino, de esos a los que no les falta volumen en los ligares precisos: firmes y respingones, pero menudo. Me estaba mirando los pies embobada pensando no me acuerdo muy bien que tontería cuando entró Marcos. Ya se había quitado antes la camiseta del trabajo en el pasillo, y ahora se bajaba el pantalón baquero junto con los calzoncillos quedándose completamente desnudito para mí. Más alto que yo, con pelo moreno corto pero largo, me refiero, con forma de pelo corto, no de melena, siempre lo tiene un punto alborotado que le queda muy bien. Muy guapo (que voy ya decir yo, pero es verdad) de belleza única, ojos vivos, facciones fuertes, una boca de labios muy bien dibujados y dientes descolocados de manera graciosa, haciéndole como decía único. No aparenta los treinta que ya tiene y que le sientan muy bien, pero aun sin aparentarlos le dan como un grado de masculinidad extra, como si fuera todavía un chico pero también ya un “hombre”. Delgado, espada ancha, sin apenas pelo en el pecho, un vientre con abdominales marcados lo justo, al final de los cuales le empieza una línea de pelo (desde el ombligo) que baja como una señal que seguir hasta su vello pubico, oscuro, rizoso y masculino. Esa línea de pelo a mi me vuelve loca, no me preguntéis por qué, pero me parece lo mas sexy del mundo en un tío. Su polla grande y apetitosa, más oscura que el resto del cuerpo cuelga despreocupada delante de sus testículos redonditos siempre a punto. No se si será impresión subjetiva mía, pero es como si en sus genitales se le notase más los treinta años, con un paquete como más de hombre, de adulto, mmmmmm.

Nos abrazamos y le pregunté que qué tal el día, y según me contestaba yo casi no filtraba lo que decía. Así abrazados, mi cabeza se apoyaba ladeada en su pecho, y de su axila me llegaba su olor personal, que después de un largo día de trabajo con aquel calor era un cóctel de sudor, desodorante y feromonas, que hacía que me olvidase del mundo y mojase mi entrepierna. Después de un poco, nos metimos en la ducha. Nos turnamos para ponernos debajo del chorro de agua tibia y luego uno enfrente del otro empezamos a enjabonarnos. Le espuma blanca contrastaba un montón sobre mi piel, a veces pienso que uno no se da cuenta del moreno que ha cogido hasta que ya en casa, con otra luz, se ducha y observa este efecto, y Marcos no dejó de fijarse: -vaya cariño, si que has tomado el sol hoy, como se te nota- -¿te gusta?- respondí - claro mi vida, tu me gustas de cualquier color- -pues mira- y diciendo ésto me di la vuelta y me puse de espaldas a él señalando mi trasero. – anda, pero si tienes el culín moreno entero, ¿pero como lo has hecho, pelandusca?- le contesté: - estuve con Lucinda y con Laura y su hermana en una playa medio nudista, y ya ves…- según lo dije sentí un poco como de celos; según la cara que se le quedó seguro que no solo me estaba imaginando a mi sola desnuda bajo el sol, pero en seguida se me pasó viendo como reaccionaba intentando disimularlo, me pareció tierno e inevitable y no le culpé por ello. – Bueno, ¿y qué tal?- - pues muy bien, ojala hubieses estado-. No era exactamente lo que quería decir, yo me refería a que me encantaría ir un día los dos juntos, pero viendo como se estaba poniendo de nervioso con la idea de estar allí con nosotras cuatro en pelotas me pareció divertido y no me arrepentí de haberlo dicho. Como creo que no supo qué responder, se giró para coger más shampoo. Yo me abrace a su espalda, lo rodee con mis brazos y empecé a acariciar su pecho, mientras le torturaba: - tenias que haberme visto, ahí desnudita, a la vista de todos…- y empecé a acariciarle delicadamente un pezón, cosa que sé que le encanta (¿Por qué parece que eso solo nos gusta a las mujeres?). Le di un beso en la nuca poniéndome un poco de puntillas, y metí mi otra mano por debajo de su culo, entre sus piernas, hasta llegar a agarrar sus testículos, que sujeté firmemente. Yo sé que eso le vuelve loco, alguna vez me ha confesado que le hace sentir como vulnerable, como a mi merced, ya que siente en mis manos lo mas delicado (y simbólica y literalmente masculino) de su cuerpo, que es como depositar toda su confianza en mis manos y que también le despierta sensaciones de ternura, al sentir que esa mano que tendría el poder de inflingirle mucho dolor nunca lo haría, porque le quiere, así que lo que hace es darle caricias con cariño. Para poder llegar bien, tenia que estirar mucho la mano, y mi antebrazo se metía entre su culo, oprimiendo con mi muñeca toda la zona de su ano, con lo que la sensación de indefensión se acentuaba, y yo me excitaba según él se iba poniendo ansioso, con la polla ya creciendo de deseo, con esa ansiedad que te entra cuando te tocan un rato largo los pezones, cuando te acaricia una mano experta que te tortura rodeando, esquivando, pasando muy cerca de allí donde quieres que te toquen, en el epicentro de tus instintos sexuales desencadenados y sobreexcitados… -mmmmmm Susana, ni te imaginas lo caliente que me estas poniendo… - sí que me lo imagino porque yo también me estoy poniendo a mil – le dije con voz golosa, y al momento baje la mano que tenia en su pecho, rodee con mi manita su pene y la deslice lubricada por el shampoo lentamente hacia atrás a lo largo de toda su polla, retirando la piel hacia atrás, dejando al descubierto su glande ya bastante hinchado. Como quería seguir matándolo poco a poco, mientras empezaba a masturbarle muy despacio pero con mucha presión, le dije casi susurrado como contando un secreto – ¿sabes lo cachonda que me puse bañándome desnuda con el agua del mar lamiendo mi cuerpo entero? ¿Harías eso tú por mí, me lamerías tú ahora?- a lo que contestó costándole trabajo concentrarse: -me muero de ganas por comerte mi vida, y que me lo pidas me pone todavía más cachondo – - pero primero déjame tocarte un poquito mas, quiero sentir un ratito más tu polla tiesa y tus huevos en mi mano- contesté mientras hacía más presión en sus pelotas y empujaba más mi antebrazo dentro de su culo. Mi mente hervía casi tanto como mi coño, que por casualidad presioné contra el mismo brazo que tenía agarrándole los testículos , y noté un escalofrío de placer que hizo que no pudiera demorarlo más, así que le dije con voz de nenita suplicando: -andaaaaa, cómeme el coooñooooo, por faaaaa, un poquitooooo, lámemelooooo… - a lo que él se dio la vuelta, y con aquella firme polla entre nosotros, me besó la boca, siguió por mi cuelo, donde aprovechó al pasar cerca a mi oreja para provocarme: -te voy a comer ese coñito delicioso que tienes cariño, y si tú quieres hasta que te corras en mi boca, yo no tengo ninguna prisa, como si tengo que estar chupándotelo dos horas seguidas, hasta donde te apetezca mi vida… - yo noté que el interior de mi chichi se mojaba un poco más y solo pude gemir como contestación afirmativa. Siguió bajando, y me besó suavemente los pezones, ya respingados de excitación y según iba bajando y se arrodillaba delante mía iba pasando su lengua caliente por mi vientre, jugando un momentito con mi ombligo, arrodillándose definitivamente mientras yo me inclinaba hacia atrás y apoyaba la espalda en la pared, levantaba abriendo una pierna y la apoyaba en el borde de la bañera para ofrecerle mi coño lo más accesible posible. Acercó la cara, y me besó en la parte depilada de mi coño, después en el bigotito, luego en el arco que se forma en la unión de la parte interior de mis muslos y mi entrepierna, y finalmente rozó con su lengua húmeda entre los labios, una vez, dos veces, tres, yo notaba mi vulva hincharse de excitación y mi clítoris abultarse con cada lamida, me estaba matando, quería mas, quien a hierro mata a hierro muere pensé y en una de estas con un movimiento reflejo empuje mi cadera hacia delante de forma que su lengua ejerciera mas presión sobre mi coño, lo que me dio un gran placer y morbo. Él se quedó quieto lamiendo y yo empecé a moverme de forma que yo misma colocaba aquella lengua juguetona donde más me apetecía, arriba y abajo, a la altura de mi botoncito palpitante, o en la entrada de mi coñito empapado, donde introducía la punta de la lengua en el inicio de mi vagina y yo enloquecía. Pronto aceleré un poco mis movimientos y arqueé más la espalda, frotándome desesperada contra su boca perdiendo el sentido del tiempo y del espacio; el coño me ardía y me temblaban las piernas, él emitía gemidos muy graves que resonaban en mi chochito y lo hacia vibrar, empezaba a necesitar una polla dentro de mi, una polla que se abriera paso enérgicamente entre el estrecho túnel de carne lubricada de mi coño, cuando Marcos me introdujo un dedo y yo emití un quejido de placer y creo que tuve como un mini orgasmo, de esos que te dejan mas cachonda que antes todavía. Lo movía adentro y afuera despacio al mismo tiempo que hacia círculos con su lengua presionando mi clítoris, y yo, yo moría de gusto. Al poco lo sacó de dentro de mi, pero fue solo para cambiar de postura la mano, ahora me metía otro dedo mas gordo, debía de ser el pulgar, que al ser mas ancho forzaba más las paredes de mi coño mi me hacía gemir más y más; además noté cómo con otro dedo, que debía ser el índice o el corazón, empezaba a acariciar y empujar como tanteando intermitentemente mi otro agujerito, yo enloquecía en un sentimiento de entrega total de mi cuerpo, estimulado a la vez desde diferentes y muy íntimos puntos cardinales, hasta que en uno de esos tanteos íntimos introdujo su dedo en mi ano. Mmmmmm. Lo noté deslizarse dentro del estrecho agujerito y me dio tanto morbo sentirme tan “invadida” que llegué a otro nivel de excitación, ése en el que sientes una especie de cosquilleo en la boca del estomago, como en una caída libre, como si fuera la primera vez que lo haces, en el que sientes tal morbo que ya es un punto de no retorno… Desde muy atrás, muy adentro, empecé a notar que me iba a correr, que me estaba corriendo, en un “in creschendo” que no paraba de acelerar, note una especie de hormigueo en toda la zona, un hormigueo insoportablemente placentero, en mi botoncito sobre-estimulado a lengüetazos, el túnel de mi chocho chorreante de mis fluidos y su saliva penetrado por su duro pulgar, y aquel dedo largo moviéndose dentro de mi culito que hacía que mi ano lo apretase a cada espasmo del orgasmo, me estaba corriendo como una perra, con toda la electricidad de las sensaciones morbosas acumuladas a lo largo del día, que ahora me atravesaba, de verdad que no se podía soportar, pero aquello no parecía tener techo, me corrí del todo pero Marcos no paraba, entré en esa parte del trance en que pides clemencia, pero él seguía, y todavía tuve una última sacudida que me arrancó un chillido que yo creo que tuvo que escuchar más de un vecino. Bueno, un montón de gente desconocida me había visto desnuda durante el día, ahora quizás más gente desconocida me había escuchado correrme…pues a su salud!

Cuando por fin paró, se incorporó y sonrió, satisfecho el muy carbón de haberme llevado al borde de un ataque de yo qué se qué. Yo lo veía todo como nublado, y me metí debajo del agua tibia, abrí un poco mas la fría, y poco a poco parece que regresé a mi cuerpo, a la realidad, a el “aquí y ahora” (que sería el allí y entonces). Y la realidad era que tenía a Marcos en frente mía, con mis jugos todavía en la barbilla, empalmado como un mono y caliente a más no poder de haberme provocado tal erótico trance. Pensé que no iba a dejarle así al pobrecillo, que o se la cascaba él, se la cascaba yo, o iba a tener un dolor de huevos de los que hacen época. Me acerque, le bese en la boca, y note el sabor de mi sexo en su lengua. Yo que me creía ya satisfecha por completo, me sorprendí excitándome con ese sabor en mi boca, era el sabor de un coño, el sabor de unos genitales de mi mismo género; era el sabor de mi propio coño, vale, pero así como sabe el mió saben parecidos el de todas las chicas, supuse, y eso hizo que me sintiera un poco, no se como definirlo, supongo que auto-lesbiana, o muy guarra directamente, quitándole las connotaciones peyorativas al adjetivo. (Woody Allen decía algo así como que el sexo si no es sucio es que no se ha hecho bien… pues a eso me refiero). De forma que con los motores arrancando otra vez, y con la ligereza con que uno actúa cuando ya ha saltado las primeras barreras, le dije: - voy a hacer que no te quedes con toda esa leche que tienes preparada para mí, no voy a parar hasta que no te quede ni una gota…- Como es sabido, estos diálogos a lo porno les ponen como motos a los tíos, y por la cara que puso Marcos supe que no iba a costarme mucho hacerle brotar el semen, sacárselo como se saca el veneno de una picadura de serpiente, chupando y aspirando hasta que la herida queda limpia… Me arrodillé en la bañera, y su polla hinchada y nerviosa quedó a la altura de mi cara. Entonces le dije zalameramente (mientras me daba un poco de vergüenza) – quiero ver como te tocas, por favor, quiero ver como te masturbas para mi, y por mi, ver como te haces una paja y me salpicas entera, estoy loca por ti, tu me has vuelto loca y ya no puedo parar… - Y noté como le daba también a él un poco de corte. Es curioso como a veces da más apuro verbalizar las cosas que hacerlas, pero a fin de cuentas ese toque de vergüenza es lo que mantiene el picante en la cama en una relación, o eso creo. Le da ese punto de emoción que hace que te pongas en guardia, nervioso, excitado. Es la trasgresión de lo prohibido, del tabú, gracias al cual cuando lo rompes hace que se te acelere el corazón y te domine el lado irracional e instintivo que es el que prevalece en el sexo. Marcos no se echó atrás, y poniéndole ese “corte” más caliente que cualquier cosa, se agarro la polla con una mano y se empezó a masturbar a escasísimos centímetros de mi cara. Yo le miraba a los ojos y luego a su polla, él me miraba fijamente y a veces se le escapaba la vista a mi culo, que desde su perspectiva vertical sobresalía detrás de mi cabeza. Yo ya me había fijado otras muchas veces (y de hecho él ya me lo había dicho charlando en broma, yo creo que estaba hasta un poco obsesionado) que muchas veces espiaba mi culo mientras lo hacíamos, pero hoy yo quería además hablar sobre ello, provocarle, así que le dije: - ¿te gusta mi culito, cariño?- y él – muchísimo, ya lo sabes Susana, que yo me muero por tu culo – a lo que yo contesté mientras arqueaba la espalda y exageraba la postura de mi cuerpo – pues mi culo también se muere por ti, ¿sabes?, y le encanta sentirse deseado, y es todo para ti, puedes agarrarlo, morderlo , besarlo, follártelo, o lo que quieras, y cuando quieras…- El gimió de la excitación que le producían mis palabras, al final iba a ser verdad que el órgano mas sexual es el cerebro. Él estaba allí, y yo realmente no le tocaba ni un centímetro de piel, pero la situación, el morbo de lo diferente, mis palabras, le estaban poniendo a mil, pero era otra vez yo quien no aguantaba más sin pasar a la acción., Le miré lasciva, pasé la lengua por la comisura de mi boca, puse “morritos” y acerque mi boca a su polla hasta que su glande se empezó a restregar contra mis labios mientras se masturbaba. Tras unos instantes le dije: – Mmmmmm, que rica, ¿me dejarás metérmela en la boca un poco?- y engullí aquel glande goloso mientras el seguía moviendo su mano, masturbándose ya con parte de su polla dentro de mi boca. -A ver, déjame a mí- y le quité la mano con que se la cascaba y rodeé su glande con mis labios, estiré mi cuello hacia delante y muy despacio me la tragué prácticamente entera, haciendo que le temblaran las piernas y provocando un húmedo cosquilleo en mi entrepierna. Se la seguí chupando con ritmo lento e igual profundidad, notaba su transparente liquido pre seminal en mi garganta, y por mi boca chorreaba hasta mi barbilla y garganta la saliva que hacía que la mamada fuese dulce, húmeda, suave y lubricada, como sé que le vuelven loco (a él y a cualquier tío…). Él miraba mi boca atento, embobado, viendo como su polla desaparecía entre mis labios y estoy segura que imaginaba que la saliva que se desbordaba por la comisura de mis labios pronto se convertiría en un espeso fluido blanco, que no haría mas que hacer más resbaladizo el deslizamiento de su polla en mi boquita, o al menos eso imaginaba yo… Me quedé quieta un momento, le agarré el culo con las dos manos, y empujé su cadera hacia delante, de forma que ahora ya no era yo quien se la estaba chupando, era él quien me follaba la boca. Ufff, a él se le notaba que le estaba gustando mucho, pero a mí me estaba poniendo cachondísima. Le apretaba el culo y se lo empujaba, y eso hacia que su polla entrara en mi boca como hubiera entrado en mi coño, se escuchaba un sonido de chapotear y chupar, tenia el sabor de su polla en mi garganta, le miraba ese reguero de pelo que le baja desde el ombligo hasta la pelvis acercarse y alejarse, notaba cada estría del músculo de su pene erecto deslizarse por mi lengua, tenia todos los sentidos ocupados y receptivos a una sola cosa: el sexo, su polla, follar, chupar, estar desnuda, recibir, dar, salpicar, gemir, mamar, querer… noté como una sacudida en su polla, pareció que por medio segundo se hinchaba más todavía, y empezó a descargar chorretones de semen, denso y caliente semen dentro de mi boca; yo tragaba parte, su característico delicioso regusto como agrio se instalaba en mi garganta y el resto me desbordaba efectivamente por los labios, barbilla, incluso goteaba en mis tetas, tanta era la cantidad de saliva y fluido eyaculado… Yo gemía de gusto, por el mió y por el suyo, y él seguía follándose mi boca hasta que no pudo mas, hasta que yo volví a moverme y seguí tragándomela casi entera con deleite para no dejar ni una gota de leche sin expulsar, tal y como le había prometido…

Después de cenar algo ligero y de ver un rato la tele, Marcos se fue a la cama, cansado del trabajo de todo el día y del calor que no daba tregua ni a esas horas de la noche. Yo recuerdo que me quedé un poco más, mirando para la tele pero sin apenas prestarle atención, simplemente no quería que se acabara el día. Recreaba en mi mente el día en la playa, el momento en que me armé de valor y me quité las bragas del bikini, los rayos de sol en la totalidad de mi cuerpo, los baños desnuda en medio de la gente, y también volví a pensar en Marcos, en cómo me devoraba el coño hacía unas horas en la ducha… hasta que me quedé dulcemente dormida entre soleados delirios y ensoñaciones guarritas. Por fin me fui a la cama, Marcos dormía acostado de lado, solo con los gayumbos puestos y bajo una sabana que le tapaba hasta un poco mas arriba de la cintura. Yo me quité el pantaloncito de andar por casa, y me tumbé a su lado en bragas y con una camiseta de tirantes que me suelo poner para dormir lo mas fresca posible. Dando vueltas en la cama, quizás buscando las zonas menos calientes, acabe recostada también de lado, de forma que en un movimiento involuntario (lo prometo), junte mi culito con el cuerpo de Marcos, que seguía durmiendo (o eso parecía). Yo ya medio dormitaba, pero mis movimientos apretando mi culo contra su pelvis, con los cuerpos formando dos “eses” que encajan una dentro de la otra, empezaron a hacer efecto en la polla de Marcos, que empezaba a crecer, y que yo notaba como dándome empujoncitos en mi culo a medida que luchaba por ponerse tiesa. De todos es sabido que los penes tienen vida propia, y aunque yo nunca sabré en que punto su “dueño” empezó a ser consciente esa noche, si estoy segura que su polla, con su inteligencia autónoma, se apunto a la juerga antes de que él supiera que estaba pasando. En un momento dado, y puede que todavía más involuntario que otra cosa, pasó su brazo por encima de mi hombro de forma que su mano caía encima mis tetas, a lo que yo respondí para reacomodarme empujando mi cadera hacia atrás presionando su polla ya casi empalmada por completo. Así estuvimos un buen rato, en un duermevela súper agradable, en el que sin decir ni una palabra, y completamente a oscuras, nos íbamos poniendo cachondos perdidos sin premeditación alguna. De verdad que fue así, y eso puede que fuera lo morboso de la situación: sin hablar, a oscuras, podríamos haber sido dos perfectos desconocidos, que con el casual roce de sus cuerpos encienden una mecha que no son capaces de controlar, sin saber donde esta el limite al que el otro le va a permitir llegar, así que se tantean con dulzura, llegando un poquito mas lejos cada vez, sin pretender llegar a ningún puerto pero irremediablemente en marcha…

Para cuando me quise dar cuenta, Marcos metió la mano por debajo de mi camiseta y me empezó a acariciar un pezón muy suavemente, casi sin tocarlo, pero que en la lentitud del progresivo acercamiento era como un gran atrevimiento, y en el contexto me pareció la caricia más sexual que me habían hecho nunca. Un buen rato después, y como si hubiésemos estado durmiendo entre tanto (que bien pudiera haber ocurrido, y que hubiese quedado ahí la cosa), note su otra mano que se pegaba plana a mi vientre para poder deslizarse bajo la goma de la cadera de mis bragas. La note bajar unos centímetros y la dejo metida dentro de mis bragas, dejando descansar sus dedos encima de mi vello pubico, mientras que con la otra mano, y sin yo haberme percatado de la transición, sus leves caricias en mi pezón empezaron a ser ya casi pellizcos en mi chupete de carne estremecida. Yo le agarre cariñosamente la polla, la libere por encima de su ropa interior y empecé a masajearla remolona, haciéndole una paja onírica contra la suave tela de mis bragas blancas poseedoras de mi tierno y sudoroso culito. La cosa se iba poniendo cada vez mas caliente, el contraatacó estirando su mano y oprimiendo con su dedo corazón en medio de mi monte de Venus, hasta que se abrió paso entre el pelo y la piel de mi rajita y alcanzó a oprimir pudorosamente mi botoncito hinchado, que con el placer que me estaba dando hacia que me mojara otra vez… Nuestros cuerpos estaban ardiendo, y sudábamos por el calor pero sobre todo por la excitación, yo recuerdo que pensé que me iba a correr de un momento a otro, y pensé que seguro que él también, que en seguida notaría a través de las bragas la humedad de su semen disparado, lo que hizo que me mojara más todavía…me excitaba la espera, esperar a notar cómo su viscoso esperma mancharía mis braguitas, como en una furtiva paja adolescente en un campamento de verano…Aceleré el ritmo de las sacudidas en su polla y me abandoné al placer que me estaba dando Marcos, envolviéndome con todo su cuerpo, como protegiéndome, y a la vez pervirtiéndome, manoseada bajo la ropa para su disfrute (y el mió, por supuesto), esperando sus chorretones de semen y mi propio orgasmo, mientras todo el mundo duerme, sin hacer ruido… Pero Marcos no pareció conformarse con eso, y con ayuda de sus dos manos me bajó las bragas hasta las rodillas, se agarró la polla para dirigirla firmemente y me la metió en el coño de una sola vez, no bruscamente pero si sin dubitaciones, lo que me cortó la respiración por un segundo y me llevó al séptimo cielo del placer humano. Yo no me lo esperaba, (se puede pensar que se veía venir, pero yo qué sé, muchas veces simplemente nos masturbamos el uno al otro hasta morir, como harán todas las parejas, ¿no?) y pensé que no sé como podía haber aguantado tanto, primero en la ducha, y luego en la cama, sin metérmela dentro, sin comérmela con el coño, sin follar tal cual. Él empujaba y yo me apretaba contra él, notaba su polla entrar en mi coño, que por la postura estaba muy angosto y cerrado, pero que debido a la firmeza de su polla y a la lubricación natural de mi sexo se dejaba penetrar orgulloso, engullendo su pene y apretándolo con fuerza, mientras seguíamos en silencio, apenas emitiendo algún gemido ahogado, como si nos pudiese descubrir alguien o fuera pecado mortal estar echando un polvo a esas horas de la noche. Marcos respiraba entrecortado justo en mi nuca, y a veces rozaba su nariz o su boca contra mi oreja. Yo no podía hacer nada más que como mucho empujar mi cadera hacia él para hacer más profunda la penetración, por lo demás era simplemente una muñequita sumisa que estaba siendo follada a conciencia. Me estuvo dando despacio y profundamente un buen rato, me agarraba una teta con toda su mano, a forma de copa de sujetador acariciándome el pezón duro con el pulgar, y aprovechaba esta mano para hacer más tracción y atraerme hacia él coincidiendo con sus empujones. Me estaba echando un polvo de los de no parar hasta estallar, sin detenerse en recuperar el control cuando ves que te llega el orgasmo, sin importar quién se corre antes o después, solo meter y meter y follar y empujar… Cuando comenzó a acelerar las culeadas, el golpe de su pelvis contra mi culo empezó a hacer un ruido de piel mojada en su choque ……….

Marcos estaba haciendo todo el esfuerzo, sudaba, y el precio del placer que le daba metérmela a su gusto y tener el mando era el cansancio de tener que culear; yo sin embargo, era el objeto y el recipiente de su deseo, y acurrucada cómodamente de lado recibía pasivamente las punzadas de su polla entre mis piernas, como una culebra tensa que entraba y salía de mi deleitándome. Era un follar ya desesperado, como la búsqueda de la satisfacción de una necesidad, sin florituras ni refinamientos, él estaba satisfaciendo sus necesidades conmigo, sus instintos, y de paso satisfacía los míos. Me dio tanto morbo estar siendo follada así, con las bragas por las rodillas, a medio desvestir, sin consultar (que no hacía falta), por un treintañero sudoroso de polla dura y embestidas imperturbables, que me abraza y me manosea, que queriendo alargarlo un poco más no pude evitarlo y empecé a correrme como una perrina desesperada. Se me tensaron las piernas, en la misma postura que estaban pero en tensión, lo mismo que mis glúteos. Mi chocho empezó a contraerse involuntariamente con los calambres del orgasmo, lo que no hacía más que poner mas estrecho el orificio por donde aquella polla me atravesaba, además de que la apretaba intermitentemente, como si le estuviera haciendo una paja con mi coñito. El orgasmo iba todavía en subida, y yo, con el cuerpo rígido de placer inaguantable, con convulsiones, y la respiración casi cortada alcancé esas sensaciones tan difíciles de explicar con palabras. Pasó el momento álgido y el orgasmo empezó a ser más una liberación, en la que esa polla que me atravesaba desde atrás iba exorcizando mi cuerpo a cada embestida, ya solo me quedaba recibirla gustosamente, totalmente entregada, todo el tiempo que me llevara correrme hasta el final, lo que fue un largo rato de placer y trance sexual que me nublaba la mente. Yo ya estaba casi en la fase de desmayo final y él seguía follándome enérgicamente, hasta un momento en que sus empujones se hicieron mas intensos y me apretó con más fuerza contra él, hasta que finalmente empecé a notar su semen inundando mi coño, su polla palpitante chapoteando en la mezcla de mis fluidos y su leche caliente dentro de mí, mientras esforzadamente me la metía desesperado y me manejaba como a una muñequita de trapo que felizmente recibía sus estocadas y su esperma escupido con devoción. Estaba desatado y no paró de empujar hasta que expulsó todo lo que tenía dentro e incluso siguió un poco más, casi como por inercia, hasta que agotado, y ya con la polla empezando a destensarse, se detuvo como un tren que se detiene poco a poco y respiró profundamente. Entonces me dio un beso muy cálido en el cuello, justo debajo de mi oreja, y me dijo en voz susurrada: - buenas noches nenita – que yo solo conseguí contestar con un “mmmmmmm” que se entendía que le deseaba lo mismo. Nos fuimos quedando de verdad dormidos así, en la misma postura en que estábamos desde un principio, y enganchados todavía. Yo notaba su polla ir haciendo su retirada según iba decreciendo, y notaba también toda su leche bajar por mi vagina, incluso parte se escapaba hacia fuera y mojaba dejando pringosos el principio de mis muslos. Me sentí feliz, de vacaciones, con una nueva era de disfrute nudista veraniego ante mi, bien follada y contenta de estar con Marcos. Ni que decir tiene que dormimos los dos como angelitos esa noche.