Un Ultimo Suspiro - 3
Ultima parte de este pequeño relato.
Me parece que las lié un poco con lo de los 3 capitulos y el final del primero, no supe explicarme bien. No son tres historias diferentes, transcurridas el mismo día. Es la misma historia dividida en tres partes, y la que les traigo ahora es la última, el desenlace.
Ya sé que han sido un poco tristes, pero dado el contexto en el que ocurre, era lo que debía suceder. Sin embargo, les pido que se dejen sorprender... ;)
Otra cosa que quería aclarar; es bastante obvio que el relato está basado en la canción "Jueves". Y el primer capitulo cuenta basicamente, la historia de la canción. Si no lo advertí en un principio, fue porque me pareció algo obvio. y realmente, solo está inspirado, porque el resto del contenido es producto de mi mente. De hecho, todas las historias que suelo escribir, nacen de algún lugar clave que la inspira; canciones, peliculas, vivencias, pero obviamente desarrollandolo a mi manera.
Así que espero que la disfruten igualmente y muchisimas gracias a tod@s por los comentarios y valoraciones. Me encanta saber lo que piensan y siempre que así lo quieren, les traeré otra historia.
Besos desde España hasta Mexico, Adi. Amo tu país!! Les dejo con la última parte de esta romantica y triste historia. Un saludo a todas.
Jackie.
Final del Capitulo Anterior:
─Sabía que no me abandonarías…
─Nunca te abandonaré… ─Susurró una dulce voz junto a su oído.
Entonces se volteó para encontrarse de frente con su mirada… esa mirada color miel que había amado durante años, y la descubrió sonriendo… Eternamente sonriendo.
─¿Me lo prometes?
─Solo si tú me prometes algo antes ─Añadió con un misterio que la derretía
─¿Qué cosa?
─Prométeme que pase lo que pase, siempre vas a ser feliz… Y que serás una mujer fuerte, capaz de afrontar cualquier desafío… Pero también prométeme que nunca vas a cambiar, que nada de lo que ocurra podrá arrebatarte esa sensibilidad e ilusión con la que ves la vida… Prométeme que cumplirás tu sueño de ayudar al mundo… y que nada podrá detenerte.
─Te lo prometo ─Confirmó con una sonrisa ─Pero ahora promételo tú.
─Te prometo que siempre estaré contigo ─Acarició su mejilla ─Nunca vas a sentirte sola, porque yo te estaré cuidando pase lo que pase.
─No me gusta cómo suena ese “pase lo que pase”…
El miedo en la mirada de Anahí, hizo que Dulce sonriera tratando de tranquilizarla, pues su sonrisa era lo único capaz de otorgarle paz.
─Si existe otra vida… ─Fue lo último que susurró ─Te amaré más allá…
Y antes de que Anahí pudiera responder, sus ojos se abrieron, llevándose la imagen de aquella chica y devolviendo la vista de esa habitación casi vacía, en la que solo se escuchaban sonidos de ambulancias que corrían en el exterior.
Tardó unos segundos en recordar dónde se encontraba y en acomodar su mente… Fue entonces cuando unas nuevas lágrimas brotaron de sus ojos al darse cuenta que todo había sido un sueño… Un sueño que sintió tan real, que aún podía oler el aroma a bebé que desprendía… sabía que ese olor se había quedado para siempre en su interior y que probablemente la perseguiría a todas partes a partir de ahora…
─Yo también te amaré más allá ─Susurró entre lágrimas para sí misma.
◊◊
Al día siguiente, Anahí se despertó sobresaltada, encontrándose de nuevo entre aquellas cuatro paredes de hospital. Continuaba despertando con la esperanza de que al abrir los ojos, todo hubiera sido un sueño. Pero el ruido de las ambulancias y los continuos gritos de dolor le confirmaban que estaba viviendo una trágica y dolorosa realidad… Una realidad que azotaba al país entero y con la cual sentía que ya no podía quedarse de brazos cruzados.
El dolor de su corazón era infinitamente mayor al que sentía su cuerpo. Las magulladuras y quemadas no significaban nada cada vez que a su mente venía el recuerdo de lo sucedido.
Así que, dificultosamente y aprovechando que en este momento no había nadie que pudiera impedírselo, se levantó de aquella cama, tratando de no forzar su brazo roto y despegando con cuidado las vías que la atravesaban. El pequeño mareo que sintió al ponerse en pie casi la hizo desistir de la idea, pero en cambio, simplemente se regaló unos minutos para poder estabilizarse y continuó con su hazaña.
Por primera vez, abandonó aquella habitación bajo su propio pie, aunque lamentablemente sintió que quizás no había sido buena idea en cuanto vio todo lo que había tras aquella puerta.
Un caos desesperante, personas corriendo de un lado a otro, padres abrazados y llorando en el suelo, madres que la observaban con tristeza, mientras caminaba con aquella bata, probablemente pensando en sus hijos… Lágrimas, gritos y desesperación.
Doctores y enfermeros tan llenos de trabajo que ni siquiera se percataban de su presencia. Entonces, observó a una mujer que lloraba desconsoladamente, arrodillada en el piso… Se encontraba completamente sola y nadie era capaz de detenerse para preguntarle que le ocurría, pero Anahí no pudo seguir adelante y se arrodilló a su lado.
─¿Necesita ayuda? ─Preguntó pensando que ni siquiera recibiría respuesta.
La mujer alzó la mirada dejando que Anahí observara como tenía los ojos bañados en lágrimas y completamente enrojecidos.
─No encuentro a mi hija ─Dijo entre lágrimas ─La he buscado en todos los hospitales y nadie sabe nada de ella… Esta era mi última opción… ¿Sabe usted lo que es perder a la persona que más ama en el mundo?
Al escuchar esa pregunta, los ojos de Anahí se humedecieron y su corazón se encogió aún más si era posible.
─Si… ─Respondió en un susurro ─Sé lo que es…
─Entonces ayúdeme ─Suplicó agarrándola por los brazos ─Por favor ayúdeme a encontrar a mi pequeña.
─¿Cómo se llama su hija?
─¡Camila! Tiene cinco años y el cabello claro, por los hombros, rizado y la piel muy blanquita… Por favor, ayúdeme a encontrar a mi princesa.
─No se preocupe… la buscaré por cada rincón de este hospital.
Dicho esto, y absolutamente convencida de lo que acababa de decidir, Anahí se abrió camino entre las miles de personas, comenzando la búsqueda de la pequeña Camila.
Destapó cada cortina que encontró a su paso, descubriendo tras ella a diferentes personas. El hospital estaba completamente abarrotado y algunos de los heridos eran separados por simples cortinas…
Llamó a la pequeña en numerosas ocasiones, descubriendo que era tal el caos y el terror de todo el mundo, que ni siquiera se detenían a preguntarse qué demonios estaba gritando. Cada uno buscaba desesperado a sus propios familiares y nadie tenía ánimo para ayudar a otra persona.
Transcurrió aproximadamente una hora. Una hora en la que recorrió minuciosamente cada espacio de aquel hospital de la ciudad de Madrid, sin encontrar rastro de la pequeña y tampoco de Dulce… Pues a pesar de aquel sueño en el que sintió que se despedía, su corazón jamás dejaría de buscarla.
Entonces, cuando sus ánimos comenzaban a desfallecer y su vista cansada veía cada vez más borroso… observó a lo lejos, como una pequeña se encontraba sentada a los pies de una camilla, abrazando sus propias rodillas y mirando aterrorizada a su alrededor.
La pequeña tenía el cabello claro, completamente rizado y la tez blanca, tal y como la mujer había descrito a su hija… Así que Anahí no pudo evitar el impulso de correr hasta ella y arrodillarse a su lado.
─¿Camila? ─Preguntó consiguiendo que la pequeña la mirara asustada ─No tengas miedo mi amor ─Pidió secando las lágrimas de la pequeña ─¿Cómo te llamas?
─¡¿Camila?! ─Escucharon como una voz gritaba desde atrás y rápidamente la niña se abalanzó sobre los brazos de su madre ─¡¡Oh dios mío!! ¡¡Mi pequeña estás bien!! ─Decía entre lágrimas ─¡¡Gracias al cielo!! ¡¡No te vuelvas a separar de mi nunca más ¿Entiendes?!! Por favor no vuelvas a hacerme esto…
Anahí observó la escena conmovida, unas pequeñas lágrimas hicieron brillar sus ojos mientras veía a esa madre llorar de felicidad por haber encontrado por fin a la persona que más ama en el mundo. En ese momento, una mezcla de alegría y también tristeza invadieron su corazón… Se alegraba por el reencuentro entre aquella madre luchadora y su pequeña princesa perdida… pero deseaba con todas sus fuerzas poder encontrar también a la persona que ella más ama en el mundo y sentir lo que en ese momento debía sentir esa mujer que comenzó a acercarse a ella, con la pequeña en brazos.
─Jamás podré pagarte lo que acabas de hacer ─Dijo la mujer acariciando la mejilla de Anahí ─Eres un ángel…
─Anahí ─Interrumpió aclarando su propio nombre.
─…Anahí, la vida debe compensarte por esto. Te estaré eternamente agradecida.
La chica simplemente sonrió. No tenía nada más que decirle a aquella mujer que ahora debía disfrutar la felicidad por haber encontrado a su pequeña… Así que respondiendo de igual forma, aquella madre le ofreció una última sonrisa antes de alejarse con su hija en brazos.
Ella las observó por unos minutos, asegurándose de que estaban bien y vio como se dirigían hacia uno de los doctores para ser atendidas. El hombre cargó en brazos a la pequeña y le indicó a la madre que lo siguiera, ella, antes de alejarse, volvió su vista hacia Anahí y una sonrisa fue su último agradecimiento y despedida.
Entonces, poco antes de emprender su camino de vuelta, escuchó unos ligeros murmullos que la sacaron de sus pensamientos. Murmullos que provenían de atrás, donde se encontraba aquella camilla a la que había dado la espalda.
Volteó, tratando de averiguar si alguien más necesitaba ayuda, pero su corazón se detuvo súbitamente al ver la imagen que tenía frente a ella.
Ese mismo, ese mismo órgano, comenzó a latir desenfrenado en cuanto los labios de esa mujer que se encontraba recostada y con los ojos cerrados, volvieron a emitir algún apagado sonido…
─Dulce…
El susurro que emitió la propia voz de Anahí fue solo una manera de asegurarse que no estaba soñando, pues la parálisis de su cuerpo le impedía hacer otra cosa.
─¿Dulce…? ─Volvió a repetir para sí misma, mientras unas lágrimas comenzaban a caer, descongelando cada centímetro de piel a su paso.
Se acercó despacio a su lado, tan despacio que ni ella misma se lo creía, pues en otra ocasión hubiera corrido como una loca. Pero en este instante, algo la detenía… quizás aún sintiera miedo de volver a estar soñando, despertar en unos minutos y haberla vuelto a perder.
Llegó a su lado y observó detenidamente cada magulladura de su rostro, cada quemadura que cubría sus brazos al aire libre y los sollozos que emitía a causa del dolor…
Trató de acariciarla… deslizó su mano por la superficie de su piel quemada sin llegar a rozarla y fue entonces cuando se dio cuenta de que todo era real, cuando sintió su energía desgastada, el calor de su piel… fue entonces cuando las lágrimas volvieron a brotar, está vez más incontrolables que nunca.
─Mi amor… ─Lloró sobre su rostro ─¿Estás aquí…? Estás aquí Dul…
La chica encamada, comenzó a hacer ligeros movimientos con los ojos, indicando que estaba escuchando, que podía sentirla. Poco a poco consiguió ir abriéndolos mientras trataba de murmurar algo.
Entonces… volvieron a encontrarse. Esas miradas que se amaron durante tres años, volvieron a unirse, sintiendo como todo desaparecía a su alrededor… Los ojos color miel de aquella muchacha se humedecieron mientras observaba las lágrimas correr por el rostro de su amor. Trató de alcanzarla con su mano, pero le resultó completamente imposible mover ni un centímetro de sus dedos.
─M…mi… ─Balbuceó con dificultad ─mi…p…per…fecta.
Al escuchar su voz, Anahí llevó ambas manos a su propia boca, mientras la visión de sus ojos se tornaba borrosa a causa de las lágrimas…Dulce la miraba, la miraba tratando de sonreír en medio del sufrimiento y esta volvió a extender sus manos hasta la superficie del rostro de la chica inmovilizada… pero no podía tocarla, sentía que cualquier roce en esas quemaduras y heridas podrían hacerle mucho daño. Por ello, se limitó a arrodillarse junto a aquella camilla, sintiendo que su llanto no podía parar y colocando su rostro lo más cerca posible de la mejilla de Dulce. Necesitaba sentirla cerca aunque no pudiera tocarla… necesitaba su presencia, necesitaba su olor…
─Te amo… ─Susurró entre lágrimas junto a su oído ─Por favor…no me dejes… no me vuelvas a dejar nunca, mi amor…
Dulce ladeó su cabeza, hasta encontrarse nuevamente con esa mirada azul que le robaba el corazón cada día desde la primera vez que la vio. Trató de pronunciar alguna palabra… Anahí observó como abría sus labios intentando volver a hablar, pero esta posicionó su dedo índice sobre esos doloridos labios, sin llegar a rozarlos, indicándole que no era necesario un sobreesfuerzo. Ella lo entendía, lo veía en sus ojos… también la amaba.
De esta forma, ambas rieron… Rieron mientras las lágrimas corrían rebeldes por sus mejillas… Rieron a causa de la felicidad que les producía haberse encontrado… Y rieron porque su corazón, antes encogido, había encontrado su motivo para latir desenfrenado, descontrolado, vivo.
─¡¡¡Anahí!!! ─Escuchó una voz gritando desde la lejanía que la hizo voltear descubriendo al doctor que corría en su dirección junto a su madre.
Volvió su vista a Dulce, dándose cuenta de que la observaba confundida.
─No te preocupes, cariño… ─Susurró muy cerca de sus labios ─Pronto te pondrás bien…saldremos de esta…te prometo que saldremos de esta.
─¡Anahí ¿Se puede saber dónde te metiste?! ─Interrumpió de nuevo la voz del doctor ─¡Llevamos horas buscándote! ¿No ves el caos que hay aquí formado? No deberías salir de tu habitación y menos aún sola, sigues demasiado débil.
─Dul… ─Respondió ignorando al doctor y observando a su madre ─Es Dulce, mamá… la encontré.
El Doctor Herrera, al escuchar las palabras de Anahí y ver las lagrimas en sus ojos, se acercó rápidamente a la camilla y agarró la ficha que colgaba de ella, leyendo al instante la descripción de la paciente.
─No hay datos personales ─Informó ─Solo el informe médico. Debe haber llegado sin documentación… ¿Estás segura de qué es tu amiga?
Anahí, volvió a mirar a esa chica que aguardaba en silencio y solamente la miraba a ella, únicamente a ella, eternamente a ella… como cada mañana de los últimos tres años, a bordo de aquel tren que sin saberlo, cambiaría sus vidas para siempre.
─No… ─Respondió sonriéndole ─Ella es… mi amor.
◊◊
11 de Marzo de 2005.
Parque del Retiro, Madrid, España.
Cinco minutos de silencio, en los que no puedo evitar observar al cielo. Hoy es un día soleado, un hecho bastante extraño para la época del año en la que nos encontramos. Quizás hoy el sol decidió salir para homenajear a todas las victimas de aquel día, de aquella mañana de la cual ha transcurrido un año.
Un año y aún lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo. Mi mente recuerda todo lo sucedido aquella mañana… El olor a fresa que me invadió cuando subí al tren, indicándome que ella estaba ahí. Esa sensación de que iba a ser un día diferente, una mañana distinta, que cambiaría para siempre el rumbo de mi vida.
Y así fue… También recuerdo el pánico que sentí al observar el miedo en sus ojos. Entonces lo único que pude hacer fue protegerla con mi abrazo, no podía permitir que nada le ocurriera. A pesar de no saber lo que estaba pasando, no iba a dejar que nada malo la alcanzase, aunque tuviera que dejarme la vida en ello… Mi cuerpo tiembla al recordarlo y siento mis ojos humedecerse momentos antes de que alguien roce mi mano, entrelazando nuestros dedos al instante.
Miro a mi derecha y ahí la encuentro, tan hermosa como siempre, con esos ojos azules que transmiten vida a cualquiera que los observe. Siempre ha estado aquí, todo este tiempo ha estado a mi lado… Y sé que no necesito interrumpir esos minutos de silencio en homenaje, para decirle lo que siento… porque ella lo sabe perfectamente.
─Y así, queda inaugurado este “Bosque de los Ausentes”, donde 192 árboles fueron plantados en honor a cada uno de los fallecidos de aquel fatídico día, que aún hoy, un año después, está grabado en la memoria de cada español y de cada ciudadano del mundo. Porque los árboles simbolizan la vida… y ellos, siempre estarán vivos en nuestros corazones. Gracias.
De esta forma, el Rey, junto a su esposa, reciben aplausos tras haber inaugurado este bosque, homenaje a cada una de las 192 víctimas que fallecieron aquel 11 de Marzo y a los más de 2000 heridos que a pesar de lo vivido, tuvimos la suerte de que ese día cambiara nuestra vida para siempre.
Agarrando su mano, decido comenzar a andar con la intención de alejarnos de la multitud y adentrarnos en ese bosque de olivos, que a pesar de lo que simboliza, trasmite paz, tranquilidad.
Pero justo antes de que eso ocurra, transitamos junto a una periodista, que acompañada de una cámara de televisión, parecía estar entrevistando a un hombre, alto y fuerte, vestido con un traje negro en señal de luto y elegancia. Nos fue imposible sentirnos atraídas por el rumbo de la conversación, cuando una de las preguntas captó por completo nuestra atención:
─Usted es uno de los bomberos que puso en peligro su vida para rescatar a las víctimas que aun se encontraban atrapadas en la explosión ─Informó mientras aquel fornido hombre asentía ─¿Hay algo…? ¿Recuerda algún hecho que le haya llamado poderosamente la atención? ¿Algo que no podrá olvidar jamás?
El hombre se regaló unos segundos de pensamiento, aparentemente no trataba de recordar aquella anécdota, sino más bien cómo contarla.
─Sin duda ─Respondió muy seguro ─Cuando logramos entrar a uno de los trenes, tratando de rescatar a los heridos, hubo algo que… me hizo detenerme y emocionarme como probablemente nada lo haya conseguido en mi vida. Había dos chicas en medio de los escombros… con sus cuerpos completamente aferrados el uno al de la otra, se habían quedado inconscientes mientras se abrazaban… Era como si se estuvieran protegiendo o como si su último deseo fuera sentirse la una a la otra. No tengo la más mínima idea de cuál sería su relación; hermanas, amigas, pareja… o simples desconocidas. Pero ellas, lejos de correr, saltar por las ventanas o intentar salvar sus vidas, decidieron pasar juntas los que probablemente pensaran que eran sus últimos minutos… Y eso me parece un gesto tan generoso, en medio de tanto caos, que a pesar de lo vivido aquellos días, tuve que volver a creer en el ser humano y en un tipo de amor que no entiende de egoísmo.
─Impresionante… ─Murmuró la periodista ─¿Qué fue de ellas?
─Cuando conseguimos rescatarlas, aún vivían, aunque su estado, en especial el de uno de ellas, era bastante grave debido a las quemaduras que presentaba… Sin embargo, lo que pasó después, lo desconozco, lamentablemente. Pero sin duda, aquella imagen es una de las que seguramente nunca se irá de mi memoria.
Una vez escuchado todo el relato, las siguientes preguntas comenzaron a alejarse para nuestros oídos, pues solo pude dirigir mis ojos hacia Anahí, mientras apretaba su mano y con una sonrisa ambas pensamos que quizás… y solo quizás… esas chicas, fuéramos nosotras.
Seguidamente, continuamos nuestro camino hasta que la multitud desapareció por completo y nos sentamos en un banco, a la sombra de uno de esos árboles.
─Es curioso… ─Dice cobijándose entre mis brazos.
Beso su frente y entrelazo mis dedos con los suyos, observando esas manos de princesa que siempre me encantaron.
─¿Qué cosa?
─Cómo el día más terrible de toda mi vida ─Explicó mirándome fijamente ─me dio lo más importante que he tenido en ella…
─Si… ─Confirmé sonriendo ─Es curioso… Dicen que hasta de la peor de las tragedias, se puede extraer una lección.
─¿Cuál fue la tuya?
Con una sonrisa, abrí mi bolso y rebusqué un pequeño sobre que había en él, ofreciéndoselo al instante, para que ella misma lo descubriera. Pero la expresión de confusión que había en sus ojos me obligó a comenzar una explicación.
─Aprendí, que cualquier día, por aparentemente normal que pueda parecer, está destinado a cambiar el rumbo de tu vida en cualquier momento. Una sencilla decisión, como elegir entre tomar un tren directo o dejarlo pasar, puede hacer que conozcas o no, al amor de tu vida… Mi vida no sólo cambió ese 11 de Marzo, mi vida cambió aquel día en el que tú perdiste tu tren y me hiciste conocerte… Durante tres años, el miedo, la timidez o lo que quiera que fuese, me impidió acercarme a ti. Pero hoy, después de un año de médicos, psicólogos, cirugías y rehabilitación, entendí que aquel día lo único de mí que murió, fue el miedo… Porque la vida nos dio una segunda oportunidad, una oportunidad que 192 personas no tuvieron… y la única forma que tenemos de pagarle, es viviendo… Así que ahí tenemos dos pasajes a Perú para este verano ─Señalé el sobre ─donde realizaremos un viaje solidario de dos meses, ayudando a esos niños, como siempre soñaste… “Tú loca aventura” ¿Recuerdas? Yo escribiré cada una de nuestras hazañas… y me da igual si el mundo está o no preparado para ello, ya es hora de que este mundo también pierda el miedo ¿No crees?... ─Pregunté recibiendo una sonrisa mezcla entre sorpresa y alucinación ─Es hora de vivir, mi amor…
Su mirada se intercalaba entre mis ojos y mis labios, esbozando una ligera sonrisa y expresando en sus ojos un brillo de admiración.
─¿Quieres saber lo que aprendí yo? ─Preguntó misteriosa, sin responder a mis preguntas.
Asentí con una sonrisa, esperando intrigada esa explicación.
─Aprendí que para amar, no hacen falta años, confianza o conocimiento… Aprendí que existe un amor, uno que ocurre desde el primer instante en que tus ojos se cruzan con los de otra persona… Y sí, puede que con el paso de los años crezca, pero es ese instante el que lo cambia todo… Y es en esa mirada, cuando los corazones se encuentran. Entonces ya no importa que el mundo crea que estás loco, porque tú sabes que ese amor te acompañará siempre… incluso cuando creas haberlo perdido. Ese amor llega en cualquier momento, cuando menos te lo esperes… y durará más allá de todas las vidas que puedan existir.
─¿Hasta el último suspiro? ─Pregunto sonriendo.
─Más allá… de un último suspiro.
Con una sonrisa, que en ningún caso era la última, sino más bien la primera, del resto de nuestras vidas… Me acerqué a ella y atrapé sus labios con mucha dulzura… Nos besamos bajo la sombra de aquel olivo, en el Bosque de los Ausentes, donde cientos de árboles fueron testigos de que aquel día, no solo había sido el final de muchas vidas, también fue el comienzo de algunas otras… Esas, que renacieron después de haber exhalado… un último suspiro.
FIN
“Esta pequeña historia, no es más que un homenaje, escrito desde el más absoluto respeto,
para todas las vidas, que lejos de terminar, comenzaron aquel Jueves, 11 de Marzo de 2004.”
Jackie B.Sanchez