Un último repaso en casa de su madre

Rafa va a casa de su madre con el fin de estar un rato tranquilo y poder dar un último repaso al examen que tiene en menos de dos horas.

Aquella mañana de enero, Rafa se dirigía con paso rápido hacia la casa de su madre. Era el único sitio que se le había ocurrido al que podía ir para dar un último repaso al examen que tenía en apenas dos horas. Se jugaba mucho, ya que era la última asignatura que le faltaba por aprobar para terminar su carrera universitaria. Hubiera preferido ir a una biblioteca, pero la huelga del personal de las bibliotecas había provocado que el ambiente en ellas no fuera el más propicio para estudiar, así que Rafa optó por ir a casa de Ana, que así se llamaba su madre. Allí seguro que podría estar un rato tranquilo y sosegado sin que nadie le molestara y dar ese último repaso que le vendría de perlas.

Hacía bastante tiempo que Rafa no visitaba a su mamá, Ana, una mujer de cincuenta y tantos años, muy bien conservada, que vivía sola desde hacía tiempo. Rafa llegó al portal, llamó al telefonillo y rápidamente reconoció la voz de su madre:

-¿Quién es? –preguntó Ana.

-Soy Rafa, mamá.

-Hijo, ¡qué sorpresa!, sube.

Rafa subió apresurado la escalera y llamó al timbre. Ana tardó un par de minutos en abrir la puerta, lo que hizo pensar a Rafa que quizás no había venido en un buen momento. De repente se abrió la puerta y allí estaba su madre.

-Pasa hijo, disculpa que tardara en abrir, estaba limpiando un poco la casa y he estado recogiendo todo esto un poco… ¡Cuánto tiempo hacía que no venías por aquí, Rafa! Te he dicho muchas veces que deberías venir más a verme. Seguro que desde que vives solo tienes todo hecho un caos… Yo podría lavarte la ropa, incluso hacerte alguna comida…

Al oir esto, Rafa no pudo evitar malinterpretar la última frase pronunciada por su madre: Hacerte alguna “comida”. Rafa se fijó en su madre, que llevaba puesta una bata de estar por casa muy corta, unas medias blancas que le llegaban apenas por encima de la rodilla y unos zapatos de tacón. Llevaba el pelo suelto y el escote de la pequeña bata dejaba intuir los generosos pechos de Ana que, a pesar de sus años, aún seguían firmes y redondeados. Se sintió culpable por haber imaginado que su madre estaba insinuando que quería hacerle alguna comida, una buena comida de polla.

-Mamá, venía porque tengo un examen en apenas dos horas y quería dar un último repaso. Todas las bibliotecas están cerradas y necesito un lugar tranquilo… Se me ocurrió que aquí podría estar bien.

-Cariño, ¡pues claro!, aquí podrás dar un repaso a tu examen, y estarás mejor que en cualquier otro sitio. Puedes pasar ahí, estarás cómodo –dijo abriéndole una puerta a una habitación-. Yo voy a acabar de barrer un poco la casa, y luego si quieres… te puedo hacer la comida. –Ana se quedó mirando fijamente a su hijo unos segundos que a Rafa se le hicieron eternos.

Salió de la habitación contoneándose y cerró la puerta. Rafa se puso cómodo, se descalzó, abrió su mochila y sacó los apuntes dispuesto a repasar los temas del examen recostado sobre la cama. Solo tenía media hora y tenía que aprovechar el tiempo. Fuera, a través de la puerta cerrada, podía escucharse el taconeo de su madre por el pasillo, pasando la escoba. Rafa, por más que lo intentaba, no podía quitarse de la cabeza la comida, la comida, la comida. Se estaba empezando a excitar porque estaba casi seguro de que su madre le estaba proponiendo hacerle una mamada, pero no podía terminar de creérselo.

–Tienen que ser imaginaciones mías, no puede ser que mi madre me esté lanzando esta indirecta –pensaba mientras notaba cómo su polla empezaba a crecer. El mero hecho de imaginar que su propia madre deseaba comerle la polla le volvía loco y a la vez le hacía sentir mal. Era una especie de morbo prohibido que estaba oculto en él desde hacía tiempo y que ahora salía a flote en esta inesperada situación.

De repente, la puerta de la habitación se abrió y entró Ana, escoba en mano.

-Hijo, voy a dar un barrido a esta habitación, no te preocupes, que no haré ruido, tú sigue repasando.

Ana empezó a barrer la estancia, agachándose bastante y Rafa no podía dejar de observarla, miraba su escote cuando estaba frente a él, y miraba su culo cuando le daba la espalda. Podía ver las braguitas blancas que llevaba puestas bajo la corta bata. La polla de Rafa crecía y crecía y así era imposible estudiar. Mientras Ana barría de espaldas a Rafa, éste ya no pudo resistirse más y, dejando los apuntes sobre la cama, se levantó, se puso tras su madre y disimuladamente empezó a acariciarla por detrás, metiendo las manos bajo la bata para tocarle el culo.

-Mamá, lo he estado pensando y me gustaría mucho que me hicieras hoy la comida. –Mientras le decía esto le iba bajando despacio las braguitas a Ana, la cual, se dejaba hacer y le dijo a su hijo:

-De acuerdo cariño, te haré la comida. Hace tiempo que lo deseo.

Rafa acabó de quitarle del todo las bragas a su mamá y estuvo un buen rato manoseando su precioso culo por debajo de la bata. Estaba caliente como una cafetera y estaba deseando que su madre se diese la vuelta para poder abrirle la bata y agarrarse a ese par de tetas que hacía tanto tiempo que deseaba.

Ana entonces se dio la vuelta y abriéndose la bata le dijo a Rafa:

-De aperitivo te ofrezco este par de melones, están en su punto, prueba.

Rafa no lo dudó y se agarró a las enormes tetas de su madre, manoseándolas, lamiéndolas y chupando aquellos pezones como si se fuera a acabar el mundo.

-Oh mamá, no puedo creérmelo, hacía tanto tiempo que deseaba comerte las tetas… Parece mentira que esto esté sucediendo. –Mientras lamía esas enormes tetas, con sus manos no dejaba de acariciar el hermoso culo de Ana, redondo y suave.

Rafa se iba desnudando sin perder de vista las tetas y esperando la ansiada comida.

-Vamos hijo, disfruta del aperitivo, y piensa que aún te queda la comida y el postre –dijo Ana inmersa ella también en este inesperado éxtasis.

Rafa tenía claro lo de la comida, pero estaba ansioso por averiguar cuál sería el postre del que su madre hablaba. Mientras se imaginaba todos los posibles postres, Ana se puso de rodillas y agarrando la tiesa polla de su hijo, no dudo en metérsela en la boca y empezó a lamerla y a chuparla con deleite.

-Ahhh, siii mamá! –Exclamaba Rafa con placer-. Me encanta esta comida que me haces. Sé que esto no está bien, eres mi madre, pero tenía unas ganas de tenerte ahí enganchada que no te lo puedes ni imaginar… Ahhh, qué bien la chupas mami!

Ana siguió un buen rato mamando aquella verga tiesa que le ofrecía su hijo, y estaba cada vez más excitada. Le comía la polla despacio, deprisa, suave, fuerte, bien ensalivada, notaba cómo se derretía en su boca. Tras un buen rato de mamoneo, se levantó y le comió la boca a su hijo. Sus lenguas se fundieron en un apasionado y húmedo beso que parecía no tener fin. Rafa mientras tanto se agarraba a las tetazas de su madre, que asomaban a través de su bata abierta y de vez en cuando se centraba también en magrear su hermoso culo, liberado ya de las braguitas. Ana, por su parte, pajeaba suavemente a su hijo, ya desnudo, mientras le seguía metiendo la lengua hasta la garganta.

Entonces Ana se separó un metro hacia atrás, suspiró, y observando a su hijo frente a ella, totalmente empalmado, se puso lentamente de rodillas en la cama, de espaldas a Rafa y dijo:

-Hijo mío, llevo deseando este momento muchos años, éste es el postre que quiero ofrecerte.

Rafa se acercó a ella por detrás, separó las suaves piernas de Ana muy despacio, levantó levemente la bata y observó aquella maravilla.

-Fóllame, hijo.

Rafa se agarró la verga y la colocó delicadamente en la entrada del coño de su madre. Estaba muy húmedo y caliente. Empujó suavemente y aquella polla se incrustó de lleno en la empapada vagina de Ana, que gimió silenciosamente, conteniendo la respiración. Rafa tembló de placer ante aquella primera envestida. No podía creer lo que estaba viviendo. Se estaba follando a su madre, de manera primorosa, le metía y sacaba la polla como si se la hubiera follado toda la vida. Y en parte, al menos en su imaginación, así había sido, se había pajeado en innumerables ocasiones pensando en las tetas de su madre y en qué se sentiría al follársela. Pero ahora era real, notaba su calor, su sudor, sus temblores al correrse, era un sueño hecho realidad. Follaron de todas las maneras posibles, la cabalgada que dio Ana a su hijo fue especialmente memorable. Ambos desnudos galopaban al unísono. Ana saltaba como loca sobre la polla de su hijo que estaba dura como una piedra.

La guinda a este postre la iba a poner Rafa sobre su madre.

-Mamá, ponte de rodillas ante mí. –Dijo Rafa agarrándose la polla.

Ana se colocó frente a su hijo sujetándose sus enormes tetas con las manos y ofreciéndoselas a Rafa como una bandeja dispuesta a recoger el semen que de un momento a otro iba a salir de aquel cilindro incandescente. Rafa se pajeaba despacio, frente a su madre, que no le quitaba ojo, y a escasos centímetros de ese par de enormes tetas. Se la meneaba muy suave notando como la leche iba subiendo por su polla, dura como el acero, hasta que no aguantó más.

-Ahhhhhhhhh!!, mamaaaaaá!!, ahhhhhhhh!!, todo esto es para ti!!

Rafa disparó un primer chorro de semen que salió disparado sin control por encima de Ana. El segundo chorro fue directamente a la boca de su madre, que lo recibió con una inmensa alegría, se relamió y lo tragó sin desaprovechar nada. Varios chorros más fueron saliendo y fueron a parar a las tetas de Ana, la cual al recibirlos, no dudó en separar sus dos enormes pechos y abrazar con ellos el pollón de Rafa para acabar de meneársela con unas buenas fricciones y sacar así hasta la última gota de semen de su extasiado hijo.

Ambos quedaron exhaustos, desnudos, empapados en sudor y fluidos. Rafa no pudo evitar confesarle a su madre el secreto que llevó dentro durante muchos años.

-Mamá, hoy se ha hecho realidad un sueño que siempre había tenido. Siempre he deseado follarte, me he hecho mil pajas pensando en ti, pero hoy al fin he podido follarte bien follada, cono siempre soñé.

-Yo también he de confesarte que hoy cuando llamaste a la puerta, tenía muy claro que de hoy no pasaba. Tenía que cabalgar esa polla que siempre he deseado. Y por fin lo he hecho. Y no será la última vez.