Un último baño (Parte 2)

Última parte de mi primer relato titulado "Un último baño". El protagonista decide afrontar sus miedos y entrar de nuevo al vestuario, ese encuentro le quedará tatuado para siempre.

Volví a entrar al vestuario, esta vez fui directamente a los baños.

Ahí seguía él, frente al espejo. Ahora vestido con un polo blanco que dejaba ver sus musculosos brazos tatuados y unos tejanos sujetados por un cinturón negro que hacían que marcase un enorme paquete. Justo en ese momento me percaté de que llevaba un anillo de compromiso en el

dedo anular izquierdo. “Está casado, joder.”, pensé. ¿y si todo habían sido imaginaciones mías?.

Pensé en huir, pero en cuestión de segundos se giró y empezó a desabrocharse la bragueta poco a poco, dejando salir de golpe el objeto de mi deseo. Sin pensarlo dos veces cerró el puño agarrando su enorme polla y empezó a pajearse mirándome fijamente a la cara. Ese cabrón me había pillado mirándole el rabo en las duchas y sabía lo que me gustaba.

No me moví y él tampoco se acercó en ningún momento, se mantuvo enfrente mío pajeándose.

Hubo un momento en el que me susurró: ponte de rodillas.

No entendía lo que estaba pasando ni lo que quería, pero mi polla había crecido tanto en mis calzoncillos que no pude esconder lo cachondo que estaba. Hice lo que él me pedía.

Por ello, me dejé caer de rodillas al suelo, inmóvil. Viendo como ese hombre se pajeaba solo para mí.

Al poco rato vuelve a hablar, esta vez en un tono normal: ¿te gusta la leche?

No respondí. Tenía una voz grave que intimidaba. Así que me quedé callado mirando ese movimiento hipnótico: en serio, ese rabo se veía enorme dentro de su mano.

El hombre tatuado cerró su otra mano alrededor del glande, con las dos manos agarrando su polla y completamente vestido se acercó hacia mí sonriendo.

Joder, ahora estaba tan cerca mío que podía oler su perfume de hombre. Me acarició la nariz con el puño cerrado y volvió a preguntar: ¿te gusta la leche? Miré hacia el suelo y respondí: “No lo sé”, tímidamente.

Soltó una de las manos que agarraban su rabo con la que me levantó la barbilla, obligándome a mirarle fijamente. Verle los ojos tan cerca me asustó, pero mi entrepierna se tensó aún más todavía, recordando lo cerdo que me estaba poniendo ese cabrón.

“A ver esa lengüita”, dijo. Obedecí. Él seguía agarrándose el glande con la otra mano y al apretar un poco empezó a babear encima de mi lengua. Se restregó varias veces juntando mi saliva con la de su verga.

¿Quieres darte un último baño?, me preguntó. Tragué saliva y le miré desde abajo desconcertado. Al ver mi reacción, aclaró: “Voy muy cargado, tío. Te voy a bañar entero con mi leche.”

Algo en mí se activó. Todos mis sentidos estaban en alerta, todo estaba pasando muy rápido y no tuve tiempo a pensar. En el fondo sabía lo que tenía que hacer: agarré su rabo con firmeza y empecé a pajearlo lentamente. Sorprendido, él empezó a jadear mirando hacia el techo. De vez en cuando apretaba su glande y pasaba la lengua por la punta para que su líquido preseminal se derramara en mi boca.

Subí el ritmo y por su cara noté que le gustaba. Cada vez notaba más presión en mi mano y sus jadeos de placer aumentaban también. Ese tío tan rudo acariciaba mi cabeza con sus manos enormes y me miraba desde arriba poniendo carita de tierno pidiéndome que no parara.

Os lo juro, mi pantalón iba a reventar. Me fui quitando toda la ropa hasta quedar desnudo y llené toda mi boca con su polla hasta lo más hondo que supe.Esa nueva sensación de poder acariciar ese rabazo con toda mi saliva me estaba volviendo loco.

Lo disfruté tanto que antes de que me diese cuenta sus ojos se abrieron de par en par y solo escuché: “¡Joder!”.

Acto seguido el hombre tatuado se sacó de mi garganta, agarró mi cabeza apoyándola contra la pared del baño y colocó su rabo justo encima de mí mientras se masturbaba gimiendo de placer.

Sentado en el suelo desnudo ante ese hombre completamente vestido y todo el grosor de esa entrepierna asomando bajo la hebilla de su cinturón me di cuenta de lo lejos que había llegado. Lejos de sentir miedo o querer salir corriendo solo me nació hacer una cosa: abrir la boca.

Sabía lo que iba a pasar. Él dejó de pajearse en seco , agarró mi cabeza aún con más dureza y acercó su polla a mí.

(Se hizo el silencio.)

Noté los dos o tres primeros chorros de leche caliente explotando en mi lengua y el resto salpicaron mi cara, inundandolo todo.

Su polla empezó a escupir hacia mí sin parar.

Mi pelo, mi frente, mi nariz y mi boca quedaron cubiertos de él en su totalidad. Quise tragar saliva y sin poder evitarlo su leche blanca empezó a precipitarse a borbotones por los lados, chorreando por mi barbilla hasta el pecho. Mi polla y el suelo se llenaron de gotas de su espeso semen.

Sacudió las últimas gotas encima de mí y restregó suavemente su polla por mi rostro, evitando que su leche se derramara en mis ojos.

Se quiso apartar para limpiarse y le pedí que no lo hiciera. “Espera”, le dije.

Me incorporé para ponerme de rodillas, le agarré de la hebilla del cinturón y lo empujé hacia mí volviéndome a meter su rabo entero hasta la garganta.. Estuve unos minutos mamando sin parar hasta haber limpiado bien su rabo. Aquello me hacía disfrutar como un enano.

Unos instantes después acabó, metió su verga dentro del pantalón, subió la cremallera y se despidió.

“Cuídate chavalín”, me dijo mientras oía sus pasos alejarse. “Si quieres, nos volveremos a ver”

Me quedé sentado en el suelo apoyado contra la pared, cubierto de lefa de arriba a abajo y mi polla no podía más, iba a explotar literalmente.

No sé cuánto rato pasó hasta que me levanté, pero no podía creérmelo. Al volver a la realidad recogí mi ropa del suelo y me asomé para asegurarme de que no quedaba nadie en el vestuario.

Lo reconozco, me sentí culpable. Encendí rápido el grifo para que esa ducha hiciese desaparecer todo lo sucedido. Al ver cómo el semen iba goteando contra el suelo al entrar en contacto con el agua me di cuenta de lo cachondo que estaba, así que apoyé una mano en la pared y con la otra me empecé a pajear jadeando sin reprimirme sabiendo que nadie me iba a escuchar. No tardé más que un par de minutos en llenar la pared de la ducha de lefa transparente que caía a chorros.

Para acabar limpie todo, recogí y me fui. Recuerdo salir y esconderse para fumar un cigarro y calmarme antes de que vinieran mis padres a cenar, estaba temblando como un flan.

Finalmente, ¿pueden gustarme las chicas pero a la vez querer que un macho con un monstruo entre las piernas haga lo que se le antoje conmigo?, me preguntaba en ese entonces.

Pues esa misma noche al llegar a casa pensé en las últimas palabras del hombre tatuado: “Si quieres, nos volveremos a ver”. Estaba claro: todo indicaba que tenía que volver a esa hora para repetirlo. Pero no podía esperar más.

Encendí el ordenador y entré en el primer chat gay que encontré. Mi nick: Chavalin18

Había encontrado un canal de mi zona y escribí un mensaje explicando lo que me estaba pasando. Tardé pocos minutos en recibir varios mensajes: de entre todos ellos, uno llamó mi atención.

[23:54:08 Casado-Dotado] dice: ¿Que pasa, chavalin?! ;)

CONTINUARÁ...

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Firmado,

Soccer94

Un tío ya no tan chavalín y algo menos confundido.