Un último baño (Parte 1)
Parte 1 de mi primer relato titulado "Un último baño". El día en la piscina tuvo un final inesperado que puso patas arriba y abrió muchas puertas el mundo del protagonista.
Esto ocurría en el verano que cumplía 18 años. Lo recuerdo como un verano caluroso, justo antes de que empezáramos la pretemporada. La mayoría de mis compañeros del equipo estaban de vacaciones con sus familias y los pocos que nos quedamos en el pueblo solíamos reunirnos para ir a la piscina o jugar algún partido de fútbol por las tardes.
En esa época yo solía experimentar con chicas, a pesar de que pronto empezaría a ser consciente de mis verdaderas fantasías. Nunca me había fijado en mis amigos desnudos como le pasa a algunos chicos, ya sea en los vestuarios o en clase de gimnasia en el instituto. No obstante, en la piscina de verano encontré lo que en ese momento supuso mi verdadero descubrimiento.
Cada día de piscina ocurría de la misma manera: sin querer buscaba alguna excusa para meterme el último en las duchas y poder observar de reojo algunos hombres más mayores con discreción. Algunos eran altos y fuertes, otros más bajitos y entrados en carnes pero todos tenían algo en común: una polla enorme.
Por ello, cada vez sentía más fascinación por observar aquellos semejantes miembros. He de aclarar que nunca me excitaba en el propio momento, pero andar de vuelta a casa con esas imágenes grabadas en mi cabeza para que no se me olvidaran se convirtió en costumbre. Deseaba llegar a mi cama para masturbarme con los ojos cerrados hasta correrme, pensando en todos los detalles.
En esos tiempos ya corrían rumores de que a última hora en la piscina, justo antes de que cerraran el recinto y abran el restaurante, habían pillado a algún tío masturbándose en las duchas de los vestidores. Mis amigos siempre se reían al escuchar esas historias y abrían un debate sobre la de depravados sexuales que andan sueltos por el mundo.
Yo, sin embargo, no podía parar de pensar en ello. Por esta razón empecé a buscar en internet y entre miles de vídeos y páginas web encontré un mapa de la zona donde señalaba varios puntos de zonas de cruising, entre ellos el recinto del que os hablo. Según esta web el nivel de intimidad no es muy alto pero sigue siendo concurrido según la franja horaria.
Pasados unos días mis padres decidieron reservar en el restaurante de la piscina para cenar a eso de las 9 y quedé que les esperaría en la salida del recinto cuando cerrara. Pasé la tarde con mis amigos y a las 7.30 se decidieron ir, yo les dije que mis padres estarían a punto de llegar. Era la primera vez que les mentía.
Me dí un último baño y me quedé un rato en la toalla escuchando música en mi mp3 pero pasada media hora me dirigí hacia los vestuarios.
Primero saqué todas las cosas de mi taquilla y después me detuve un buen rato haciendo tiempo mirando quién había en las duchas. Uff, que pereza. Todavía quedaban algunos niñatos de mi edad haciendo jaleo.
Cuando la puerta se cerró abrí el grifo de la ducha y empecé a enjabonarme, prestando atención a quién tenía cerca.
No muy lejos de mí había un hombre de unos 40 años, muy moreno. Estaba de espaldas y únicamente pude apreciar el tatuaje que llevaba alrededor de la pierna con un dragón.
Cuando me di cuenta estábamos los 2 solos, él se giró para alcanzar su toalla y quedó de frente a mí a unos cuantos metros de distancia mientras se secaba.
Miré un segundo mientras me enjuagaba la espalda con tal mala pata que me pilló. El tío estaba lleno de tatuajes, la mayoría tribales en el pecho y los brazos.
Aparté rápido la mirada y seguí a lo mío pero al poco rato me giré y pude ver de reojo que colgaba de entre sus piernas un voluminoso rabazo, bastante gordo y no estaba descapullado. Quise mirar de nuevo pero de golpe entró en las duchas otro hombre bastante mayor y me cortó todo el rollo.
Cuando me di cuenta solo éramos dos personas en las duchas y el hombre había desaparecido. “Joder, para un día que me quedo a esta hora” pensé. Esperé un rato y al ver que no venía nadie más cogí mi toalla, me la enrollé a la cintura y fui a cambiarme.
Di unos cuantos pasos hacia el banco donde se encontraban mis cosas y a la derecha al hombre tatuado. Estaba sentado, solo llevaba puesta la toalla.
Me siguió con la mirada todo el rato, seguidamente me empecé a poner nervioso y me vestí lo más rápido posible. Miré el reloj, todavía quedaba media hora para que llegasen mis padres. Me empecé a sentir culpable y pensé que qué cojones estaba haciendo allí pudiendo estar en mi casa jugando a la play.
Acto seguido me senté a ponerme las bambas y me colgué mi bolsa de deportes al hombro dirigiéndome hacia la puerta del vestidor. Empecé a andar con la mirada fija concentrándose en no mirar hacia él, pero ahí seguía al lado de la puerta. Al ver que yo me acercaba se levantó, mirándome fijamente con una sonrisa burlona y dejó caer la toalla.
Me quedé paralizado. No pude evitar mirar ese rabazo súper grueso.
Él parecía tranquilo, incluso bajó la vista hacia su rabo y volvió a mirarme sonriendo. Unos segundos después me hizo un gesto sutil con la cabeza hacia el lado para que le siguiera, pero salió el otro hombre que se estaba duchando y me puse muy nervioso. Así que hice como si no pasara nada y salí por la puerta.
Una vez fuera me quedé a solas en el pasillo que lleva a la salida del recinto pensando en lo que acababa de ocurrir. Cuando me di cuenta tenía el rabo durísimo, encontrarme en esa situación me había excitado hasta más no poder. Me metí la mano en el calzoncillo y me coloqué la polla como pude para que no se notara demasiado.
Salí a que me diese el aire y a los 10 minutos vi como pasaba por la puerta el abuelete que había interrumpido mi fantasía en las duchas. Eso solo significaba una cosa: tenía el vestuario y ese rabo gigante sólo para mí. Miré el reloj de nuevo: faltaban 20 minutos para que llegasen mis padres.
Me lo pensé unos momentos y finalmente volví a entrar… esta vez fui directamente a los baños.
Nota: Si has llegado hasta aquí y te ha dejado calentito puedes leer la segunda parte del relato en la siguiente entrada… ;)