Un trio sorprendente

Un buen amigo me invitó a cenar y algo más para después de la sobremesa, pero inesperadamente me sorprendió con una presencia inaudita.

UN TRIO SORPRENDENTE

Le conocí en un foro de Internet a través de una serie de comunicaciones sobre temas de sexualidad morbosa. Después de algunos intercambios de opinión, nos pusimos en contacto directo por medio del Chat y teníamos frecuentes conversaciones sobre temas calientes, especialmente la zoofilia y otras particularidades de tipo íntimo. Después de cierto tiempo así, llegamos a compenetrarnos bastante en el aspecto personal. Su nombre era Omar y me contó que era un hombre de 40 años, separado, que vivía un poco solitario. Desde el primer momento, noté que sentía cierta atracción hacía mí, además de asegurarme que se sentía muy a gusto conversando conmigo de cualquier tema.

Por esas fechas, unos amigos que iban a realizar un viaje turístico al otro lado del Atlántico, precisamente al país donde él vivía, me preguntaron si me interesaba ir con ellos. Como coincidía con mis vacaciones, me pareció buena idea, pero antes de decidirlo le hablé de esta oportunidad, para ver cual era su reacción. Sin duda alguna mi compañero de morbo y lejano amigo, se mostró fascinado con la idea de que aprovechara la escapada turística como una ocasión única y excepcional para conocernos personalmente. Según él, mi posible visita era una sorpresa fabulosa, algo como un sueño, pero realizable. No me lo pensé dos veces, y les dije a mis amigos que contaran conmigo en la organización del viaje. Más adelante, llegó el día y me embarqué en un largo vuelo, hasta mi destino turístico y quien podía saber que más.

Nada más llegar, me puse en contacto con Omar, él se tomó un par de días libres en su trabajo y nos citamos para encontrarnos al día siguiente en el bar del hotel donde yo me alojaba. Nuestro primer encuentro, el de nuestro conocimiento físico, fue emotivo, presidido por un ligero estrés, propio de los primeros momentos, pero pronto comprobamos que estábamos favorablemente impresionados sobre la idea previa que teníamos el uno del otro.

Aunque yo aparecía en los foros y chat con un alias, mi nombre verdadero es Roxana, soy una chica de 29 años, físicamente agraciada, de pelo castaño con mechas rubias, ojos café de mirada dulce y pícara, estatura media, con una figura tirando a delgada, unos muslos bien torneados y una cola maciza y muy notable. Unos pechos firmes y exuberantes completan mi atractivo sobre los hombres. Llevo unos tres años separada.

Omar, se me apareció físicamente como un tipo de considerable altura, y complexión normal. Su cara cubierta de una barba poblada y bien definida, enmarcaba una mirada sostenida e inquisitiva. Parecía un tío de carácter resuelto, de ideas persistentes, egocéntrico, de maneras toscas aunque respetuosas, sensualidad fuerte e insatisfecha. Su trato como hombre, parecía de un estilo viril, directo y dominador.

Habíamos llegado ya tan lejos en nuestras confidencias íntimas, que me había contagiado su intenso deseo y casi sin darme cuenta estaba participando pasivamente en su vertiginosa carrera por conseguirme, no cabía duda que estaba preparando cuidadosamente mi caza, con el sigilo y la astucia de un felino. Sentía una agradable curiosidad por conocer al amigo imposible y dejarme llevar por los acontecimientos, pero, al mismo tiempo, una ligera angustia me oprimía al pensar en el incierto final de esta aventura. En cualquier caso, como aún quedaban algunos detalles de su persona por conocer, si surgía alguna incompatibilidad que aconsejaba no entregarme por completo, confiaba en poder echar mano de alguna maniobra escapista de última hora.

En realidad, el origen de nuestro conocimiento se remontaba a un pasado no muy lejano, que él conocía muy bien por confesión mía. Los hechos sucedieron a causa de la convivencia diaria con la mascota de mis padres, un precioso pastor alemán de 6 años, me encariñé con él, pasábamos muchos ratos a solas, lo llevaba a pasear cada día, siempre jugando y retozando, hasta que un buen día comencé a interesarme por la sexualidad del animal.

Lo que empezó por ser mera curiosidad, me fue llenando la cabeza de fantasías, que al principio me parecieron extravagantes, como una transgresión de los dogmas y caminos que me habían enseñado en la vida. Poco tiempo pasó hasta que la tentación se apoderó de mis aprensiones y caí en el pozo de un profundo y morboso deseo. Lo que eran cuidados exquisitos de mi protegido canino, se tornó primero en un vínculo libidinoso, secreto y furtivo, para más tarde llegar a ser un juego excitante de lujuria contenida.

Aprovechaba nuestros momentos de soledad y me entregaba a las prácticas sexuales con el perro; llegamos a realizar todos los actos que se pueden hacer entre un macho y una hembra, sin forzar la voluntad de ninguno de los dos, todo sucedió sin abuso, fruto del apego y la excitación que nos producíamos. Ello, nos abrió un mundo sensual distinto, donde yo recorría caminos de extraordinaria voluptuosidad, disfrutando de nuevas sensaciones de placer hasta entonces desconocidas para mí. Por circunstancias que no vienen al caso, llegó un momento que aquel castillo lúbrico se vino abajo y tuve que poner fin a mi aventura canina.

Ya desde el primer día de mi estancia, Omar estuvo muy solícito y acogedor conmigo, me trataba con un afecto posesivo muy declarado, en sus gestos y en su mirada. Como era buen conocedor de su ciudad, me llevó a ver algunos lugares de interés.

Al mediodía, para compensarle del esfuerzo de estar todo el día de cicerone conmigo, le invité a almorzar en el restaurante de mi hotel. Luego de la comida, tuvimos una cálida sobremesa, en la que me propuso olvidarnos de los atractivos turísticos, dedicarnos la tarde a nosotros mismos, ir a alguna sala de baile y después visitar su casa para cenar allí mismo, pues tenía una sorpresa preparada para mí y estaba impaciente por dármela a conocer.

Así, decidimos ir a una sala de baile, para acabar la tarde. Ocupamos una mesa cerca de la pista, en el centro de un local amplio, con iluminación nebulosa, de baja intensidad. Yo me sentía a gusto y confortada en aquella atmósfera de ensueño y sensualidad, nos la pasábamos maravillosamente. Omar encandilado, y pegadizo, se sentía en las nubes, entregado a la contagiosa euforia del ambiente, unas veces romántico y otras animado y jaranero. Especialmente, cada vez que la orquesta interpretaba alguna melodía o canción de compases lentos, se adhería a mi cuerpo con indisimulado ardor, atenazándome con sus fuertes brazos, con descarada vehemencia, acabando siempre la pieza con su bulto endurecido contra mi vientre y sus labios mariposeando voluptuosamente sobre mi cuello.

Al abandonar la sala, íbamos los dos claramente encendidos camino de su casa; al llegar, Omar llamó por teléfono y enseguida nos trajeron la cena que tenía encargada, unos entrantes más un buen asado de carne y una botella de vino tinto. Tenía la mesa preparada con exquisita puesta en escena, con luz tamizada de dos velas, que le daban al salón una atmósfera íntima y de sensaciones subliminales. Durante la cena, nuestras miradas se encontraban atraídas por una tensa lujuria. Al introducir los trozos de carne y la fruta en nuestras bocas, anticipábamos el un gesto de deleite sexual en nuestros labios, con intención y parsimonia. Una vez dimos cuenta de la sabrosa carne y demás agregados junto con el vino, comenzamos a notar cierto efecto euforizante, que aún completamos con una copa de licor de whisky.

Omar sacó una cinta de vídeo del aparador, la insertó en el TV y me indicó sentarnos en un sofá que tenía frente al aparato.

-Esta película es parte de la sorpresa de que te hablé. -Me anunció, mientras se sentaba a mi lado.

-Pero… de qué va esto? –Inquirí intrigada.

-Te gustará, seguro que te hará revivir buenos momentos pasados. –Me contestó evasivo.

En cosa de segundos se disiparon mis dudas; se trataba de una serie de escenas donde un perro gran danés era sometido a toda clase de tocamientos por dos chicas desnudas, una rubia y otra mulata. Se alternaban masturbando al perro y haciéndole tímidas felaciones, hasta que el pene del animal salió de su funda y alcanzó un tamaño impresionante. Seguidamente, una de las mujeres, la rubia, se ponía a cuatro y con la ayuda de la otra el gran danés la montaba con soltura y eficacia. La penetración se produjo sin problemas, el animal al sentir el tacto blando y cálido de la vulva, se apuntaló contra sus nalgas y le endosó un puyazo que le enterró todo su sexo dentro de la concha. Se puso como loco al sentir su pija enfundada en carne caliente y comenzó a culear vertiginosamente a su hembra.

La visión de aquellas secuencias era algo demasiado incitante para mi, me sentía enajenada, después de la tarde en el baile, el efecto de la carne y la bebida y ahora lo que estábamos viendo era una mezcla tan explosiva que me desbordaba. Omar, sentado junto a mí, observaba emocionado lo que estaba pasando en la pantalla, los dos en silencio tragando saliva y con las pulsaciones descontroladas.

-Fíjate, Roxana…..le ha metido hasta el bulbo!!- Comentó Omar, extasiado.

Yo asentí, sin decir palabra, para disimular mi exaltación. A esas alturas notaba una clara sensación de humedad en mi sexo. Él notó mi estado de ánimo y pensó que había llegado el momento de rematar el trabajo. Me clavó una intensa mirada que abrasaba mi piel, produciéndome un ligero escalofrío. Ya no estaba flotando en una fantasía, no, estaba sumida en una atmósfera de morbo y desenfreno, abocada a vivir una gran dosis de locura. Para mí era una situación incitante, prometedora de que íbamos a salirnos del camino, desbordados por la inevitable e intensa estimulación del sexo, provocada por las tórridas imágenes de la cinta.

Él, apartó su atención de lo que sucedía en la película, se inclinó sobre mí y me puso el brazo por encima de los hombros, mientras comenzaba a besarme el cuello y a chuparme los lóbulos de las orejas. Como un macho salido, incontenible, exhalaba su aliento lascivo sobre mi piel y su mano libre amasaba mis pechos por encima del vestido, se introducía en mi canalillo intentando modelar el contorno de los senos con sus dedos.

-Oye Omar…..qué haces? No vemos la película? Porfa….!

No me dejó terminar la frase y con una mano amordazó mi boca. Antes de que intentará pararle y averiguar adonde íbamos a llegar, sin hacer caso de mis débiles reparos, se abalanzó sobre mí, me derribó sobre el sofá y se me vino encima, sujetándome por los brazos y estampándome un beso en la boca, atornillado, incuestionable, con su lengua profusa y ardiente, al que correspondí con pasión. Me tomó una mano y la llevó encima de su paquete, me hizo comprobar con tacto anhelante la declarada erección que cubrían sus pantalones. Le así el duro tallo entre mis dedos estrujándolo con decisión y firme presión. Esto terminó por desintegrar la escasa resistencia que me quedaba, más mental que otra cosa. Ya no pude distinguir si me entregué o me tomó, pero en un santiamén nos encontrábamos los dos desnudos sobre el sofá.

Omar, como un lobo hambriento bajaba por mi cuello y hombros con besos salaces hasta mis pechos desnudos y me susurraba algo ininteligible. Chupaba mis pezones, uno tras otro, largos y duros, succionándolos en su boca y procurando abarcar entre sus labios mis tensos pechos. Luego bajó una mano hasta mi pulcro monte de Venus, masajeándolo con la palma, gozando de su suave tacto, hasta que sus dedos descendieron aún más siguiendo la silueta de mis labios y cubrir con la mano mi húmedo coño. Al mismo tiempo se adosaba a mi cuerpo y me dejaba notar como su verga tiesa y candente apuntillaba mi costado. Nuestros cuerpos de piel caliente extendían las zonas de contacto de arriba abajo, estábamos revueltos como una sola figura, él seguía ahogando mis suspiros con mordiscos en los labios y susurros obscenos.

La película seguía reproduciendo su carrusel de imágenes, ignorada completamente por nosotros.

Después de acariciarnos con ansia, su mano prosiguió el masaje lento y circular sobre mi vulva, con el dedo corazón hundido a medias entre los labios verticales. Después, Omar hizo una maniobra, se inclinó sobre mi bajo vientre y me dejó sentir el puñal de su lengua, caliente y furiosa hurgando en mi coño. Lentamente, había bajado presionando con la barbilla, los dientes, con la lengua, con los labios, recreándose en los puntos que me hacían estremecer. Yo me movía rendida, a su ritmo, ondulando las caderas. Después se inclinó y abriéndome el chochito con los dedos, como si fuera una flor, lamió su interior de abajo a arriba con la punta de la lengua. Tuve que tensar las piernas, suspirando con un sonido silbante y hondo. Me saboreaba con devoción y ternura, y me dijo que mi coño sabía a mar.

Al verme tan febril y entregada, se apartó y se quedó parado junto a mí, para mostrarme su grueso pene erecto y oscilante, invitándome a disfrutarlo; lo tomé tímidamente en mi mano, estaba enrojecido, casi lívido. Lo exprimí con mimo, sorprendida de como seguía creciendo igual que si tuviera vida propia.

Los dos estábamos abrasados, extasiados, él gruñía cerca del paroxismo. Al acercar mi cara a su miembro, éste se empinó apuntando a mi boca, lo jalé con mis labios, lo succioné, y tragué adentro tanteando el tamaño de su glande dentro de mi boca y picoteándolo con la punta de la lengua. Se inflaba tanto que me ocupaba toda, apenas me dejaba respirar, lo tuve que sacar y mantenerlo duro con una serie de lamidas rápidas por todo el tronco, hasta llegar a sus huevos, repletos, que parecen hervir por dentro, los acogí entre mis labios mordisqueándolos suavemente.

Mi excitación iba en aumento, seguí con su verga, me la engullí hasta la garganta e instintivamente él empezó a mover su pelvis como cogiéndome por la boca. Su capullo estaba ya como un hierro candente, se notaba muy jugoso.

-Sigue, amor mío…sigue! Exclamaba Omar.

De pronto, me pareció escuchar unos golpes huecos, como raspados en la puerta que daba a un pequeño patio exterior. Inquieta y alarmada, saqué el miembro de mi boca, viendo como al quedarse al aire, de la punta pendía un hilito de viscoso presemen. Mi boca, ya liberada, se había quedado irritada, probablemente estaría enrojecida alrededor de los labios.

Con gran asombro, le pregunté que podía ser aquello.

-No te preocupes, Roxy, cariño!. Voy a ver….

Omar se desplazó hasta la puerta, mientras yo quede sentada en el sofá con toda mi desnudez a la vista. Oí como abría la puerta, y hablaba con alguien en un tono afectivo. Sentí una ola de duda e incertidumbre….¿quién podía ser….? ¿qué estaba pasando? Después de las voces de Omar, llegaron hasta mí una especie de aullidos muy agudos, atenuados por las voces del hombre. Solo tardé unos segundos en salir de dudas, porque apareció enseguida llevando un hermoso ejemplar de pastor alemán, de pelo color anaranjado y abundante.

-Mira, mi amor, te presento a "Cochelo", la sorpresa que te había prometido…!-Me dijo luciendo una sonrisa de sátiro.

El perro nos miraba con aire sorprendido, quizás por mi presencia desconocida, o por vernos a los dos completamente desnudos. Lo acercó hasta mí para que pudiera admirarlo y me dijo:

  • Tiene 6 años, está virgen, lo he adquirido por ti, pensando que te gustará hacerle los primeros honores.

-Ohh! Pero…..no creerás que voy a coger ahora con él…! -Musité totalmente confundida.

-Tu déjalo hacer y ya verás como te gusta.-Insistió Omar.

No me dio tiempo a pensar si aquello era una pícara encerrona. No tenía además otra opción. Los rescoldos de nuestra reciente refriega aún permanecían en mis zonas cálidas y de allí emanaba un tufillo de feromonas femeninas que no pasó desapercibido para el perro. Mientras le estuve acariciando el cuello y la cabeza se fue inclinando entre mis piernas abiertas y puso su olfato junto a mi pubis. Primero noté los dos chorritos de aire caliente que me devolvía su nariz, después se volteó mirando a su dueño y volvió junto a mi levantando las dos patas delanteras como queriendo retozar conmigo.

Conforme estaba sentada, de mi concha febril fluía mi humedad, lo cual hizo que "Cochelo" volviera a la carga de su olfateo y buscara el origen del manantial, empujando su hocico contra mis labios. Había desenfundado parte de su lengua ancha y blanda y la estaba aplicando a mi anegado coño, dándome unas lamidas insistentes, irresistibles, le había gustado el saborcito de mis jugos y cada vez la movía con más rapidez y destreza. Le tomé por la cabeza, sujetándola con instinto lascivo entre mis piernas abiertas.

La tensión que sentía en mi cuerpo me hizo inclinarme hacia atrás y estirar mis piernas sobre el suelo. Omar ya recobrada su excitación, comenzó a besarme las tetas, un placer increíble invadía mi sexo, nos besamos en la boca con un interminable cruce de lenguas, uniéndose en una sola corriente de lujuria, después dejaba mi boca para volver a mis pechos, haciéndome gemir de gusto infinito. Me sentía entre dos fuegos, el hombre por arriba y "Cochelo" abajo con su habilidosa lengua., merodeando por mi clítoris.

Yo entregada al completo, sentía los latidos de mis pulsaciones a más de ciento y pico, mi respiración fatigosa, se mezclaba con apagados gemidos de placer.

Fue ver a Omar sobre el sofá, arrodillado junto a mí, con su verga erguida, incitante, y no pude reprimir mi deseo de agarrarla con mi mano derecha, la sostengo, la pajeo brevemente, terminando por introducirme su capullo en la boca y mamarlo con fruición, casi vorazmente hasta que la verga se le tornó pringosa. Él, alternaba entretanto, los tocamientos, con ardorosas succiones en mis pezones, me besuqueaba como si quisiera aspirarme a través de cada uno de los poros de mi piel.

Estaba tan en su punto que se olvidó del pobre can, se sentó en el sofá, con la polla apuntando al techo, me tomó por la cintura y me sobre él, de espaldas, con su mástil clavándose al completo en mi lubricada almeja.

Era una acometida cuerpo a cuerpo con el hombre, mientras el perro se apartó desconcertado, viendo como Omar me perforaba, sujetándome por los pechos, agarrándome también por las caderas para darle su propio ritmo a mi galope sobre su sexo. Yo me movía voluptuosamente encima de sus piernas, con la boca semiabierta como si me faltará aire para respirar. Me pedía que acelerase mis movimientos, para sentir más las paredes de mi coño. Al aumentar la intensidad de mis culeos sobre su verga, me fui precipitando en el pozo del éxtasis, de tal manera, que no se hizo esperar un primer orgasmo delicioso.

Todo aquel aquelarre obsceno componía una figura alucinante, que se rompió al apearme de las rodillas de Omar, y sentarme a su lado, ya algo más calmada. Yo influida por una atmósfera tan cachonda, alargué mi mano hacía la funda genital de "Cochelo", y comencé a masajearla suavemente, provocando que a los pocos segundos asomara buena parte de su pija encarnada, goteando su líquido.

En esos momentos, era tal mi calentura que no podía resistir más sin tener bien rellenos

mis huecos erógenos. "Cochelo" volvía a explorar el interior de mis muslos, la ingle, elevando sus patas delanteras sobre mis rodillas, buscando donde alojar su verga crecida, empinada en el aire, hasta que Omar viendo que el perro no paraba de mover sus caderas, me pidió que me colocara de rodillas sobre una almohada, en el suelo, permaneciendo él sentado en el sofá, para que yo apoyara mi cabeza sobre su entrepierna.

Mi vulva se debió quedar completamente expuesta desde atrás, ya que puse la colita lo más arriba posible, con las piernas bien abiertas. En ese momento, Omar tomó al perro, lo empujó, dejándolo montado sobre mí, acopló con sus manos la verga del perro entre mis nalgas, le ubicó la punta entre mis labios para que "Cochelo" al sentir el contacto suave y cálido de mi sexo, me diera una serie de furiosas embestidas y en una de ellas me envainó su miembro hasta el fondo. Noté que el animal se hundía en mis entrañas, culeándome frenéticamente, excitado por el dulce cobijo que había encontrado para su abultada y ardiente pija. De un impulso, me penetró aun más, introduciendo en mi vagina su dilatado bulbo, a lo que yo reaccioné con un gritito de dolor. Pronto sentí que en su movimiento de mete saca prodigioso, iba apretándose cada vez más contra mí.

Omar preso de fuerte excitación tenía su verga nuevamente parada, gruesa y dura como a punto de correrse. La tenía tan cerca de mi boca que no me costó nada sujetar su capullo entre mis labios y prodigarle una intensa mamada, mientras "Cochelo" seguía bombeando tan rico. De pronto, noté unas convulsiones que me eran muy familiares, que sacudían el vientre de Omar hasta la punta de su polla y cuando quiso avisarme de que se corría, ya era tarde para evitar que su primera eyaculación inundara mi garganta con su leche.

-Aaaachhs! –Casi me asfixié al recibir el empuje de su polla inflada y el derramamiento inesperado de su lecha en mi boca. Al sacar su pene, aun escupió, en sus últimos latidos, un borbotón de esperma sobre mi barbilla.

En esto, Omar se levantó del sofá, quedándose parado junto a nosotros, "Cochelo" y yo, que seguimos apareados cogiendo, encendidos y anhelantes. El hombre se inclinaba curioso para comprobar como el perro, a base de empujar como un loco, había ingresado su bola en mi coño. Yo ya la sentía, metida en el portal de mi vagina dándome infinito placer con sus latidos, cuando alcanzaba a rozar mi punto G. En el momento, "Cochelo se quedó quieto, dejó de mover sus caderas, y su verga entre gozosas convulsiones expulsó unos chorretones intermitentes de esperma, que me inundaron hasta el mismo útero, arrancándome unos quejidos de gusto. Otro orgasmo glorioso sacudió mi cuerpo con un estremecimiento.

"Cochelo" una vez terminada su cópula, como novicio en estas batallas, intentó extraer toda su verga hinchada aun, produciéndome tal dolor que tuve que retenerlo agarrado por las piernas para evitar un desgarro en mi tubo genital. Omar al ver la situación se fue a la cocina y vino con una bolsita de hielo para colocarla junto a los testículos del perro y acelerar la distensión del pene que se había quedado abotonado dentro de mi cuca.

El efecto fue casi inmediato y por fin se desprende todo su instrumento, produciendo un chasquido líquido, vertiendo un caudal de leche entre mis nalgas, mis muslos y el sofá.

Omar, con todo esto, se ha empalmado de nuevo y está con la verga tiesa, pidiéndome que le calme.

-Estoy loco por cogerte de nuevo, Roxy! -Exclamó Omar.

-Ay! Cielo mío, yo también te deseo, pero espera…. porque Cochelo me ha dejado la conchita irritada.

-Pues te pido tu culito. -Insistió él.

-Si, pero me llevas al baño y nos metemos en la tina. Mira como me pusieron de esperma, entre los dos!

Como estaba en las últimas, solo consintió en tomar una ducha y llevarme seguidamente a la cama. Nos desentendimos del perro, que se quedó tumbado sobre el suelo lamiéndose el sexo a modo de limpieza.

Los dos bajo el chorro refrescante del agua nos hemos lavado mutuamente, recorriéndonos con las manos deslizantes por el gel y la espuma por todos los valles y montes de nuestros cuerpos. Él atenazaba mis pechos, sorbía mis pezones, mientras yo le agarraba frenéticamente su verga y así era imposible que el agua calmara la implacable erección de Omar, punzando entre mis muslos e incrustándola entre mis nalgas mientras me abrazaba por detrás. Con estas maniobras me había vuelto a provocar una súbita excitación. Apenas tuvimos tiempo de secarnos….me tomó en sus brazos y me depósito en la cama que había en su dormitorio.

-Ahora, mi amor, te colocas como una perrita para mí. Así podré lamerte y lubricarte.

-Si, vida mía….haz de mí lo que quieras. Ahora soy tuya!

Sus manos suaves y expertas, junto con el agua tibia habían sido un sedante para mis mucosas, mi vulva descongestionada había recuperado su dilatación normal, la sentía accesible. También mi colita, penetrada suavemente por sus dedos se notaba distendida.

Sentí una dichosa sensación según él iba restregando su pene en la puerta de mi cuca y en mi esfínter, como dudando donde introducirlo. Yo me sentía limpia y relajada dispuesta a recibirle una vez más, sin saber porque puerta me entraría.

No tardé nada en salir de dudas, su glande hinchado y lubricado empujó en mi culito, se metió con cierta dificultad hasta la mitad del tronco, mientras con su mano me acariciaba en la zona del clítoris.

-Cuidado…! Espera…un poco asiii…! –Le guiaba yo entre gemidos de placer.

-Humm! Ahora ya lo siento rico….puedes meterlo todo!

Una mezcla fortuita de sensaciones me invadió desde el sexo hasta la nuca. Era un dolor con final placentero, mi trasero comenzó a ondear y presionar la verga de mi amigo, que abrasado por el ansia de adentrarse en mi, se agitaba metiéndome los restantes centímetros que faltaban.

-Aaa….uuuuggg! ¡aaaaa….uuugggg! -Suspiraba yo enardecida.

-Toma, todo para ti, amorcito…! -Rugía Omar.

-Huuuu… que bien me lo haces, cariño! -Respondía yo al bombeo rítmico, lento y firme que me prodigaba.

Con todo el miembro tieso dentro de mi ano, Omar me tomó por las caderas, me levantó, sentándose en el sofá conmigo ensartada, abrazándome por detrás agarrado a mis pechos, haciendo que me retorciera de gusto, sentada a sus piernas.

En esta posición, mi chocho se mostraba medio abierto, inflamado e incitante a los ojos de Cochelo que seguía sentado contemplando nuestro festín. A una voz de Omar, se acercó a nosotros y comenzó a lamerme la conchita con obediente regusto.

-Aaahh! Aaaahh! Aaaaahh! – Chillaba yo, fuertemente excitada.

En unos instantes me invadieron unos espasmos, estiré las dos piernas, moví mis caderas y noté como la gruesa herramienta de Omar abría mis glúteos, y descargó su líquido de amor dentro de mi tubo intestinal. En ese instante, sentí como si me deshiciera por dentro y transportada a la gloria, al abismo de los sentidos, otro mundo.

Después, extrajo su pene de mi cuca, y me quedé sentada sobre sus rodillas abrazados con aflojo, exhaustos y cómodos, con mi cabeza inclinada sobre su hombro y él besando mis cabellos delicadamente. Se había hecho tarde y nos dejamos llevar por la inercia de lo que acabábamos de experimentar, mecidos en la cuna del apego carnal que daba a esos instantes un sabor de bienestar y eternidad. Renuncié a la confortable habitación de mi hotel y me quedé a dormir arrullada entre los brazos de Omar.

Entretanto, "Cochelo" nos miraba apacible y satisfecho, parecía estar relamiéndose de su reciente cópula y pensando que su descubrimiento de la hembra era algo sensacional, que se repetiría en lo sucesivo con la nueva residente.