Un trío insuperable
Una experiencia que definitivamente me marco, sucedió durante mis primeros tiempos de Universidad.
Un trío insuperable
Pero la experiencia que definitivamente me marco sucedió durante mis primeros tiempos de Universidad. Esa vez habíamos ido de vacaciones de fiestas patrias, con unos amigos de la universidad a un lugar paradisiaco de la costa. Era una playa muy solitaria, en la que solo se divisaba nuestro campamento en kilómetros a la redonda.
Rodeando la playa, había un extraordinario bosque de arboles nativos, y un par de kilómetros más allá, un río que desembocaba al mar en un espectáculo maravilloso. Entre los muchachos ahí presente habían un par de tipos que estaban realmente de miedo. Se trataban de Alberto, un rubio tostado de sol que parecía un modelo de televisión y Francisco un trigueño de ojos muy verdes, que cortaban la respiración al mirarlos. Cualquiera de los dos podían volver loca a cualquier mujer, con una mirada solamente.
Durante los dos primeros días yo me fui convenciendo cada vez más que no podía terminar mis vacaciones sin tirarme a alguno de ellos. Durante esas noches me había masturbado fantaseando que uno primero y luego el otro, me penetraban de manera interminable.
Yo sé que no soy ninguna belleza espectacular, pero sin ninguna duda tengo lo mío. No soy muy alta, tengo el pelo castaño claro, mi rostro es de rasgos suaves y delicados, que se pudiera definir como bonito pero sobre todo exótico. Mis senos son redondos y protuberantes, mi cintura esbelta y fina, las caderas amplias y bien formadas. Mis piernas son largas y curvilíneas.
Siempre y en todo lugar que andaba había sentido las miradas de los hombres, resbalando y escudriñando mi anatomía, sinceramente eso me agradaba mucho, me hacia sentir hembra de verdad y por ese motivo usaba unos bikinis pequeñisimos, que la verdad dejaban bastante poco a la imaginación.
Una tarde en que habíamos salido todos a excursionar por el bosque, el cielo comenzó a cubrirse rápidamente con negras nubes, alguien comento que se iba a largar a llover y que era mejor que regresáramos pronto al campamento. Yo por supuesto andaba al lado de ellos, ya que como eran muy amigos siempre andaban juntos.
Cuando empezó el aguacero, quedo el desbande y todos corrieron por su cuenta, nos perdimos de los demás y en un instante solo estabamos los tres, Francisco recordó que cerca de ahí había una cabaña que casi nunca estaba ocupada. Y por ultimo si había gente en ese momento, era obvio que nos dejarían estar ahí hasta que terminara la tormenta. Nos fuimos casi corriendo, hacia el lugar que Francisco recordaba. Yo deseaba llegar lo más pronto posible, porque estaba totalmente empapada, la violencia de la lluvia era infernal y yo tiritaba como una hoja.
Por fin llegamos y nos dimos cuenta al instante de que no había ninguna persona que estuviera alojando ahí. Francisco forzó una ventana y se metió a la casa, abriendo por fin la puerta para dejarnos pasar. La cabaña era una típica construcción veraniega y se notaba que desde hacia varios meses no había sido ocupada. Alberto reparo que había una chimenea y aún tenia leña a su lado. Entre ambos se dieron a la tarea de encender fuego, cosa que no fue nada fácil, pero finalmente lo lograron.
Estabamos todos congelados y al sentir el calor de la chimenea, comenzamos a revivir. Ellos muy pronto se desprendieron de sus ropas y las acercaron al fuego con el afán de secarlas. Solo en ese momento repare que estaba a solas en una cabaña, con fuego en la chimenea y con dos maravillosos machos semidesnudos, ya que solo tenían puestos sus calzoncillos.
Alberto después de intrusear un poco por las habitaciones logro conseguir una toallas. Ellos se secaron y se cubrieron de la cintura para abajo, mientras se desprendían de sus slip. Me pasaron la toalla más grande y Alberto me dijo:
-Anda sácate la ropa mojada que te vas a agarrar un tremendo resfriado!
Tímidamente me retire a uno de los dormitorios y me desnude, secándome con la toalla. Al sentirme más aliviada inmediatamente vinieron a mi cabeza las ganas de encatrarme con alguno de ellos, me daba lo mismo cual de los fuera, aunque hilando muy fino, quizás prefería que fuera Francisco, ya que sus ojos verdes realmente me mataban.
Sinceramente había que haber sido muy guevona o muy cínica, para no sentir ningún deseo erótico, al estar ahí solos en la cabaña y todos prácticamente en pelotas.
Regrese a donde se encontraban ellos y puse mi ropa que estilaba frente al fuego. Estuvimos conversando un montón de intrascendias. El aguacero no aminoraba sino que parecía tomar más fuerza. Nos reímos mucho imaginando como se encontrarían nuestros compañeros, en el campamento, metidos en las estrechas carpas, empapados y con frío, mientras nosotros nos encontrábamos, a todo dar frente a un exquisito fuego.
Incluso Francisco que había estado registrando la cocina, regreso con aire triunfal, traía dos cajas de vino entre sus manos. Era justo el toque que faltaba. Comenzamos a servirnos el vino y continuamos con nuestra conversación.
Alberto para no quedarse atrás, trajo unas frazadas y las tendió sobre el piso, entonces nos acomodamos los tres ahí, justo frente al fuego. El ambiente nos fue embriagando, y comenzamos a hablar de sexo para variar. En un instante Alberto rozó con sus dedos uno de mis hombros suavemente, yo no dije nada solo lo mire con deseos a los ojos, él se me acercó y aplasto sus labios contra los míos. En seguida me abrazó y sus manos se desplazaron por mi espalda.
Francisco no hizo ni dijo nada, solo no observaba, mientras con Alberto nos besábamos. El calor fue subiendo de tono y muy pronto note que sus manos se desplazaban por mis piernas. En ese instante la toalla que cubría mi cuerpo, se soltó y resbalo por mi cuerpo.
Cuando Alberto se apartó de mi cuerpo para observarme, olas de vergüenza y pudor vinieron a mi cabeza, así que me senté con las piernas muy apretadas y con un brazo cubrí mis tetitas, mientras mi otra mano intentaba tomar la toalla para cubrir mi excitada gruta.
En ese momento Alberto me miro y me dijo:
-¡Relájate, déjame admirarte!
-¡Tienes un cuerpo maravilloso!
Miro a Francisco y le pregunto:
-¡No es verdad que luce realmente maravillosa!
Francisco respondió:
-¡Es una verdadera diosa!
Sinceramente al tono y las aduladoras palabras, terminaron por calentarme y me relaje. Al fin y al cabo yo había estado fantaseando con tirarme a alguno de los dos. Porque me iba a privar de tener relaciones con los dos.
Nuevamente bese a Alberto, comunicándoles que podía continuar haciendo lo él que deseara. Reanudamos nuestro besos y toqueteos, las manos de Alberto comenzaron a recorrer mi cuerpo.
En ese instante y temiendo que Francisco no se atreviera a tomar ninguna iniciativa, estire una de mis manos hacia donde él se encontraba, totalmente inmóvil observándonos y lo acaricié. El entendió el mensaje en forma inmediata y sentí que sus manos también se posaron sobre mi cuerpo.
Alberto de frente a mi y Francisco acomodado a mis espaldas, se dedicaron a recorrer mi cuerpo por completo, mis labios estaban ocupados en succionar deliciosamente la lengua de Alberto, mientras Francisco deslizaba la suya por mi cuello y por mis hombros.
Sentía que sus manos me cubrían desde la cabeza hasta los pies. Una intensa marejada de excitación nos consumió y nos dejamos envolver en la aventura. Muy pronto las toallas que aún cubrían sus erectos miembros también, quedaron arrumbadas en el suelo.
Sentí la presión que ejercían sus miembros sobre mi vientre y sobre mis nalgas. Mi calentura y deseo habían traspasado todos los limites, creo que nunca antes me había sentido tan excitada. Sus manos y sus bocas recorrían cada centímetro de piel a su alcancé, haciéndome estremecer con deliciosos estallidos eléctricos.
Sentí como la dura estaca de Alberto se acomodaba entre mis muslos, refregándose a la entrada de mi vulva. Francisco a su vez fascinada y obsesionado me trajinaba el culo con su verga apretándola contra mis nalgas incesantemente, rozando y estimulando mis glúteos y mi ano.
Alberto comenzó a descender por mi cuerpo, lamiendo los lugares más sensibles de mis pechos. Se detenía con su boca en un pezón y luego me chupaba el otro. No pude más y acomodándome de espaldas abrí mis piernas, él siguió bajando por mi vientre, hasta que comenzó a explorar mis femeninos secretos, hurgueteo mi clítoris e introdujo su lengua en mi lubricada abertura.
En tanto Francisco se había puesto de rodillas a mi lado y me pasaba el carnoso miembro por mi rostro. Lamiéndoselo con mi lengua logre a los pocos instantes, que el lo profundizara entre mis labios, acto seguido comencé a degustándoselo con mi boca y mi lengua.
En ese momento yo era penetrada por la inquieta y lujuriosa lengua de Alberto, que me hacia disfrutar casi hasta el delirio, mientras absorbía mis zumos, en tanto Francisco poseído por una especie de locura erótica, refregaba su inmenso aparato en mi rostro y en mis labios, mientras con su mano se masturbaba.
Hasta que Francisco lanzó un profundo suspiro, al tiempo que derramaba sus espesos chorros en mi garganta. En breves instantes, él entre bramidos dejó escapar incesantes explosiones de esperma caliente. Su fluido era muy espeso, caliente y abundante, y estuvo bombeando semen hasta rebalsar mi cavidad bucal, corriendo por mi garganta y recubriendo mi lengua de su áspero y picante sabor.
Fue delicioso ver saltar la esperma con fuerza, yo soy una tarada por ver eyacular a los hombres abundante y con fuerza.
Sabiendo que Alberto nos miraba, exageré aún más los jadeos. El fuera de si me dijo:
-¡Déjame metértela que no aguanto más!
Recogí al máximo las piernas, y levante mis rodillas y con mis manos separe los labios de mi vulva en una lasciva invitación dejando mi abertura lista para que Alberto que me estaba esperando desesperado me la enterrara en la concha.
Cuando se acomodo entre mis piernas pude divisar su miembro, era el más impresionante de los dos, muy gruesa y bastante larga. Se acomodo encima mío y con su mano guío la penetración de su poderoso pene a mi vulva. Yo jadeaba y culeaba como si por primera vez en mi vida, estuviera teniendo sexo, no pude respirar hasta que la tuve toda adentro.
Sus manos abarcaban mis senos, jugando con mis pezoncitos entre sus dedos, él con su miembro totalmente adentro mío se refregaba y se movía salvajemente. Mientras Francisco metía sus manos por debajo de mis nalgas manoseándome y dirigía en todo momento a su amigo, sin perder ni un detalle de la cacha. Lamentablemente estaba tan caliente por la experiencia del calentón polvo, que no demoro mucho en eyacular y pronto comenzó a correrme dentro de mi caliente conchita.
A cada arremetida él vertía más y más semen; cada vez que él retrocedía para volver a profundizar, invariablemente, abundantes porciones de su cremoso liquido, corría hacia el exterior de mi vulva.
Los espasmos de su aparato, hicieron escurrir hasta la ultima reserva de sus prolíficos testículos. En esos instantes nuestros gemidos fueron aplacados, por el chapoteo sensual de su lechosa corrida. Nos quedamos unos instantes abrazados, luego mientras él me lo sacaba de mi interior, yo observé su cara radiante y su cuerpo totalmente relajado descansando al lado mío.
Descansamos reponiéndonos, mientras teníamos un chispeante dialogo de tipo sexual, hasta que en medio de la conversación, salió el tema de la doble penetración, ellos parecieron muy entusiasmados con la idea y yo estuve de acuerdo a someterme a esta variante. Total que le hace el agua al pescado.
Nos pusimos de pie, y empezaron a meterme mano por todos lados, mientras Francisco me besaba, Alberto se puso a chuparme las tetas, Yo mientras tanto le agarraba sus miembros con mis manos y se los empecé a amasar.
Cuando separé las piernas ambos pudieron apreciar en todo su esplendor, los sonrosados bordes de mi bien ajustada rendija vaginal. Alberto se fue deslizando por mi cuerpo sin dejar de pasarme la lengua en un excitante recorrido, hasta quedar arrodillado delante mío. Se metió entre mis piernas, comenzando a juguetear con su lengua en mi vagina, mientras Francisco puso la gruesa cabeza de su miembro entre mis dispuestos glúteos, y ayudado con su mano comenzó a deslizarla por entre la separación de mis nalgas..
Abrí aún más mis piernas y ambos buscaron con sus lenguas mis zonas secretas. Alberto lamía desaforado mi concha, mientras Francisco que también se había arrodillado detrás mio, me introducía la suya en mi ano, mientras con sus manos mantenía entreabiertas mis nalgas.
La lengua de Alberto se movía con tal maestría en mi vagina, que olvidándome de todo me dedique a gozar y a gozarla muy concentradamente. Pero no era una tarea fácil, ya que Francisco, intruseaba mi ano con sus dedos y lo lamía exquisitamente. El tratamiento me fue insoportable, y en un arranque de lujuria les dije:
-¡Quiero chuparles sus penes!
-¡Pónganse de pie, ahora me toca a mí!
Ellos se incorporaron y me exhibieron majestuosos sus aparatos, me arrodille y deje sus viriles instrumentos de placer frente a mi rostro. Con mis dos manos tomé los dos penes y juntándolos los lleve a mi boca. No pude, aunque lo intente, meterlos dentro de mi boca al mismo tiempo, así que tuve que lamerlos y chuparlos alternativamente, deteniéndome por instantes para frotar sus glandes uno contra el otro, justo frente a mis ojos.
Nunca en mi vida me he podido resistir a la exhibición de un pene en estado de erección, pero en esta ocasión eran dos vergas enhiestas la que tenia a mi disposición y mi libidinosidad aumento proporcionalmente al doble.
Lamí, chupe y masturbe sus vergas con mis labios y con mi lengua, era notorio por el tamaño que iban adquiriendo sus miembros, que las ganas de culear se acrecentaban, para suerte de mis golosos acompañantes.
Acordándome de una famosa escena de la película Emannuel, en que la protagonista es culeada de pie al mismo tiempo por sus acompañantes, les propuse que intentásemos repetirla entre los tres. Me puse de pie en medio de ellos y Francisco se acomodo frente a mí, tomo su pene con la mano y comenzó a refregármelo sobre mi clítoris.
Ellos fueron coordinando sus movimientos con la inteligencia instintiva del sexo. Pude apreciar como sus miembros se balanceaban entre sus muslos, mientras buscaban entrar en mis aberturas.
Francisco se acomodo entre mis piernas y flextando sus rodillas comenzó a intentar metérmelo por delante. Lo ayude abriendo con mis dedos la vulva y me lo introdujo desesperadamente. Me la metió hasta el fondo de un solo empujón, mi vulva recientemente inundada con la eyaculación anterior de Alberto, recibió sin problemas su endurecido miembro.
En un acto de total lujuria, sentí que necesitaba tener sus penes al mismo tiempo, y así se los hice saber. Cuando tuve a Francisco firmemente encajado en mi concha, mire a Alberto y le dije:
-¡Hacemelo por detrás, ahora mismo!
Debido a mi estatura, la postura resultaba realmente complicada. Pero de pronto Francisco se ilumino y me agarro de los muslos levantándome en vilo, siempre con su miembro firmemente encajado en mi vulva. Me cargo entre sus brazos, afirmándome con sus manos desde mis nalgas. Que totalmente empalada en su estaca, cruce mis piernas a su espalda y me afirme con mis brazos a sus hombros.
Así de lapa arriba suyo, mi culo quedo expuesto, para que Alberto iniciara su ataque a mi retaguardia. El noto de inmediato que la ruta estaba libre de obstáculos e inicio la carga. Alberto lubrico su tremendo aparato con saliva y la acomodo entre mis nalgas, ajustándolo directamente en mi culo. Entre Francisco que me la tenia totalmente insertada y yo que estaba en un estado de total enajenación sexual, le ayudamos a que lograba nuestro propósito.
Alberto detrás mío, me separo mis nalgas y puso la cabeza de su tieso miembro en el arrugado orificio situado entre los cachetes de mi goloso culo. Con calma y sin apurarse intento enfilar su gruesa vara lentamente, en mi recto.
Lentamente pero sin retroceder un centímetro, su miembro comenzó a instalarse en mi dilatado ano, mientras trataba de profundizar me decía acercándose al oído:
-¡Estas estrecha!
-¡La pichula de Francisco no me deja entrar!
Al borde del orgasmo redije exasperada:
-¡Empuja, empuja fuerte, métemelo todo!
Por fin mi culo le cedió espacio y le permitió el brioso paso, me la comenzó a meter sin pausa hasta que sentí que reventaba por dentro. Cuando tuve sus miembros totalmente incrustados en mi cuerpo, comencé a menearme, gozando y saboreando sus vergas simultáneamente, moviéndome hacia los lados. Sincronizamos el placer, alternando nuestras potencias, cuando uno aceleraba el movimiento, el otro se detenía, cuando uno me destrozaba el culo, el otro descansaba en mi vulva.
Con sus manos guiaban los movimientos, apretaban mis nalgas, y hacían retroceder mi culo contra el grueso instrumento que tenia insertado entre mis nalgas. Cuando notaba que su verga no podía penetrar ni un milímetro más, me guiaban hacia el frente logrando que el miembro de Francisco se insertara profundamente en mi concha.
Sus dos miembros eran solo míos, me revolqué como nunca antes, la doble penetración, los jadeos, las palabras y gemidos, me llevaron al desquiciamiento. Ellos me sostenían con sus brazos bajo mis muslos y mis nalgas, mientras empujaban sus miembros al unísono en mis agujeros de placer.
No puedo explicar con palabras lo que sentí en ese momento, pero si puedo recordar que me sobrevinieron unos grandes orgasmos seguidos, sin distinción uno del otro. Me sentí como si me hubieran chupado todas las energías de un solo envión. Mis piernas se aflojaron y una dulce debilidad se instalo en mi cuerpo.
Ellos también concordaron conmigo, que no había nada comparable a una penetración simultanea, ya que además del roce natural de mis interiores, se sumaba el frotamiento y la presión del otro pene.
Alberto empezó a revolcarse desesperadamente en mi recto, hasta que el fuego de su éxtasis lo inundo por completo, haciendo que él se derramara en un infinito éxtasis, sentí como la cabeza de su pene se enterraba por completo en mi trasero, aceleró sus movimientos hasta que consiguió derramarse en un intenso clímax, su pene reventó y comenzó a eyacular profusamente, recorriendo mi recto, empapando mis nalgas y chorreando por mi orificio anal.
En ese preciso momento, me alcanzó un profundo y consecutivo orgasmo, cuando escuche que Francisco me anunciaba su acabada, me deje revolcar por sus miembros que se enterraron al mismo tiempo, hasta más no poder y se desencadenaron sus pasiones simultáneamente. Francisco se movía tan intensamente en mi hendidura, que yo más que moverme brincaba arriba de su deliciosa verga.
Soltó sus espesos fluidos casi al mismo tiempo que su amigo, llenando al mismo tiempo mis dos cavidades. Los tres estabamos como fusionados, llegaron a la cima del placer en un concierto de ahogados gemidos. Mis aberturas recibieron grandes porciones de semen ardiente, mientras sentía dentro de mi vagina, como Francisco derramaba su emulsión espesa y caliente, llenando mi útero de fluidos eróticos. Alberto derramaba su abundante y cremosa descarga en lo más profundo de mis entrañas.
Nos quedamos sobre las colchas que habían en el suelo, recuperando nuestras conciencias. Mis pensamientos cavilaban, sobre como era posible sentir tal nivel de placer. Los minutos transcurrieron tranquilos, quietos, solo jadeábamos no decíamos ni una palabra.
La lluvia había amainado y ya oscurecía. Ellos deseaban insistentemente darme otra pasada. Pero esa tarde yo ya había tenido dos cachas por mi vagina y una por el culo. Eso sin contar la chorreada que Francisco se había pegado entre mis labios. Y por si fuera poco, había probado por primera vez, dos miembros al mismo tiempo.
La verdad es que yo también me encontraba excitada, pero bastante maltrecha, por lo que tuve que pedirles que lo dejáramos para el otro día. Pero por supuesto que para no herir sus "sentimientos", les hice una mamada simultanea a sus rozagantes penes, los que me dejaron literalmente bañada en moco.
Seguí fascinada tratando de estimularlos al máximo esparciendo con mis manos sus abundantes y espesos grumos moco, por mis senos, mi cuello, mi cara, mi vientre, dejándome totalmente cubierta por sus prolíficas descargas.
Luego regresamos al campamento. Esa noche dormí como una roca, no tuve necesidad de hacerme la acostumbrada pajita nocturna. Todo lo que deseaba en ese momento, era descansar y esperar que pronto llegara un nuevo día, para regresar con mis amigos a la cabaña.
Durante los siguientes días pasamos más en la cabaña culeando, que en el campamento. Por supuesto me había convertido en la envidia de todas las chicas. Y esto continuo por largo tiempo, ya que con Francisco y Alberto seguimos siendo amantes a nuestro regreso.
Les quiero decir a todas las mujeres, que no hay nada en el sexo que pueda siquiera compararse a una doble penetrada, es un placer insuperable que acaba por otorgar orgasmo intensisimos, como jamas se pueden lograr con un solo hombre.
Jacqueline - Chile