Un trío infructuoso
Ambas gemían casi en un susurro, pero era evidente que lo hacían con fuerza, pese a ser tan calladas. Mi calentura era increíble y a cada furioso envite sentía que iba a terminar.
Un relato breve, pero normalón, para mis gustos… aunque no le quita lo morboso…
Me explicaré durante unas líneas. Como saben si han leído mis anteriores relatos, mis preferencias son poco usuales. Me calienta y me fascina una mujer masoca, sumisa y guarra. De esas que son difíciles de encontrar… extraño el conocer o coincidir con una mujer así… ya no he tenido tanta suerte… (y he desaprovechado una que otra oportunidad que se ha presentado, en aras de la fidelidad y monogamia...)
Y ahí estaba yo, con 17 años y recién había terminado con Gabriela (se había ido al norte del país), la mujer que me quitó la virginidad y me inclinó por esta senda del sadismo, la sumisión y el masoquismo. Y fue hasta esa noche, en aquella fiesta, que fui plenamente consciente de muchas cosas.
No era virgen. Había perdido la virginidad hacía poco más de un año y me la había pasado cogiendo con una mujer que se declaró mi esclava y puta personal. Incluso había hecho un trío con ella y una de mis mejores amigas (hasta la fecha). El sexo con Ga nunca fue normal. A ella le encantaba ser maltratada, abusada, vejada y humillada. Ella disfrutaba con ello y yo me encontré disfrutando con hacerla sufrir. Se volvió tan normal y hasta esa noche no había conocido otra manera de tener sexo más que esa. Pero no sabía cómo estar con otra persona… ni cómo interactuar en la intimidad con esa otra persona… Y fue ahí, donde tuve un tropezón… un tropezón feliz, pero tropezón al fin…
Debido a nuestra reciente ruptura, cada viernes optaba por ahogar mis penas en alcohol y marihuana, en un intento fútil de olvidarme de ella. Varias mujeres (y con varias me refiero a más de 3) intentaron liarse conmigo en cuanto supieron de mi ruptura con Ga… Sobra decir, que las rechacé amablemente.
Particularmente, ese viernes estaba en una situación un poco incómoda, pues recién había rechazado a una amiga cercana en ese momento. Era guapa y, si en condiciones diferentes hubiera coincidido con ella, sin duda alguna la habría hecho mía. Estábamos en la fiesta y mi grupo de amigos, estaba algo dividido.
Traté de no darle importancia y no pensar, ni en Ga ni en Laura, quien era la mujer que acababa de rechazar. Comencé a beber lo que siempre bebía en ese entonces: Tonayan combinado con agua de horchata, mejor conocido entre los del CCH como aguas locas. La fiesta iba bien y, pese a que mi humor era umbrío en un inicio, poco a poco fui sonriendo y el tema con Laura se venía suavizando, gracias al bendito alcohol. Yo estaba a la mitad de mi velada, cuando un conocido se me acercó y, después de las formalidades propias de la juventud, me llevó aparte.
- ¿Qué pedo, pasa algo? – le pregunté
- Verás, no sé cómo decirte… - comenzó con nerviosismo evidente
- Dilo wey, mientras no sea que te gusto o una onda de esas – dije en broma y en serio… uno no sabe lo que pasa en cada pantalón… - diría “Don Ramón”: yo le voy al Necaxa…
- Jajajajaja – rio mientras volteaba a ver constantemente hacia uno de los grupillos de la fiesta – No, no mames, no soy de esos…
- ¿Tons que pues? – le pregunté de nuevo
- ¿Ves a esas viejas de allá? – me preguntó después de unos momentos, mientras me señalaba a dos mujeres de muy buen ver, que para mí grata sorpresa eran gemelas.
- Ajá – respondí confundido
- Me mandaron decir lo siguiente… - me dijo y no le pude creer.
Aquellas dos mujeres, querían coger conmigo. Simple y llanamente me lo plantearon así. En esas épocas estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, pero hoy me doy cuenta de lo raro que es que en realidad suceda algo así. Lo rememoro y lo ataño al alcohol, las hormonas y las pasiones juveniles.
En un principio no le creí nada al tipo y pensé que era una broma. Pero, al final me confesó que, le habían prometido que, si lo hacía, alguna de ellas le daría una buena mamada el lunes siguiente. Aun así, no le creí.
- Si es neta, que venga una, me agarre la verga y me dé un buen beso – le reté un tanto en broma y un tanto en serio.
Al tipo se le iluminó la cara y fue corriendo a entregar mi respuesta. Habló con ellas unos momentos y una de las gemelas, me miró directamente. Le sonreí, mientras mis amigos intentaban dilucidar qué estaba pasando. Sin apartar su vista de mí, caminó resueltamente hacia donde me encontraba. Cuando hubo llegado, me tomó discretamente del paquete y me plantó uno de los besos más mojados que he tenido en mi vida.
Entre música y conversaciones, casi puedo jurar que escuché una exclamación ahogada de Laura. No lo sé con certeza, porque el beso se prolongó y cuando abrí los ojos, sólo me concentré en la mujer que tenía delante de mí. Cabello rubio y rizado. Ojos verdes y una pinta de hippie que siempre me ha vuelto loco. Delgada, rasgos finos y una sonrisa bella. No tenía mucho pecho y sus nalgas eran casi inexistentes… y aun así era el centro de todas las miradas. Su hermana, era idéntica a ella, incluso en el estilo hippie, que… no sé si ya lo dije, pero me vuelve loco. Eran canadienses, hablaban un inglés con acento de Francia muy sensual y muy poco español. No tuve problema en comunicarme con ellas.
La casa donde tenía lugar la fiesta, era del tipo que me había transmitido la propuesta de aquellas extranjeras y de inmediato me condujo a un cuarto al fondo de la misma. Era pequeño y sólo había una cama individual. Apenas entrar, me volvió a besar y yo, sin reparo alguno me apoderé de sus pequeñas nalgas. Ella dio un respingo y sonrió, mientras mi lengua taladraba su boca.
Le quité la blusa multicolor que llevaba para descubrir unos pechos normales, tirándole a chicos, con un pezón grande. Algo que me llamó la atención fue que no se rasuraba las axilas. Detalle que, lejos de molestarme, me excitó un poco más. También me percaté de que la mujer no llevaba bra, por lo que sus pezones estaban duros. Mi boca los succionó al instante mientras mis manos seguían magreando su inexistente trasero. Volví a su boca mientras ella me desnudaba a mí.
- ¿Cómo te llamas? – le pregunté en un momento, mientras la tenía abrazada a mí.
- Antoniette – me dijo con un acento francés muy sensual.
- Je m'apelle Pablo – le dije en mi limitado francés.
- Parles français ? – me preguntó sorprendida con una sonrisa que se ha quedado grabada en mi mente.
- Je parle très peu – le respondí con un terrible acento y sin saber si había dicho lo correcto, pero al instante le pregunté : – Parles espagnol?
- Très peu – respondió sonriendo – Speak English ?
En ese momento entró su hermana, quien sonrió al ver nuestro estado. Antoniette ni siquiera se inmutó. Su hermana cerró la puerta con llave y se dirigió hacia mí, apartando a su hermana de un empujón, plantándome un beso de antología. Su hermana, rio y murmuró algo que no alcancé a distinguir en un fluido francés. Cuando terminó el beso, Antoniette nos presentó
- Ma sœur, Gabrielle – dijo mientras ella misma se quitaba su roto pantalón de mezclilla.
- Et vous êtes... – me preguntó a mi
- Pablo – le respondí.
Ella se alzó de hombros y me volvió a besar, acariciándome la verga por encima del pantalón. Mientras, la seguía besando, Antoniette se acercó a mí y se deshizo de mi pantalón y mi bóxer, quedando expuesto mi instrumento, el cual se metió a la boca casi al instante. Mientras tanto, yo seguía mezclando mi saliva con su hermana. Eran idénticas. Sin nalgas ni chichis, pero el morbo de la situación me puso a mil. Le quité la playera a su hermana y ella se apartó para desnudarse frente a mí, cosa que hizo rápido, pero de una manera muy sensual.
Ya desnuda, se contoneó dirigiéndose a la cama. Su hermana detuvo la mamada que me estaba haciendo, se desnudó completamente y me tomó de la mano para colocarme frente al coño de Gabrielle, mientras ella se subía en su hermana y comenzaban a besarse.
Yo, pleno conocedor de mi labor, me puse a ello. La tipa estaba casi chorreando y también tenía a mi disposición el coño de su hermana. Los estuve alternando un buen rato. Presa de la excitación, también me recreé en el ojete de Antoniette, cosa que pareció agradarle en gran manera. Suspiró algo que logré traducir como que era muy guarro y que le encantaba. Gabrielle se recorrió un poco al filo de la cama para que pudiera hacerle lo mismo, cosa que me alegró. Estuvimos así como unos 10 minutos, hasta que, Antoniette se separó de su hermana, quien se quedó abierta de piernas, me besó y colocó su vagina en la boca de Gabrielle, a la que yo penetré de un solo empujón.
Ambas gemían casi en un susurro, pero era evidente que lo hacían con fuerza, pese a ser tan calladas. Mi calentura era increíble y a cada furioso envite sentía que iba a terminar.
Cogía frenéticamente a Gabrielle, mientras jugaba con los pechos de Antoniette al mismo tiempo que su hermana le comía el coño. De vez en cuando, Antoniette volteaba y me besaba. Y diez minutos después de aquello fue que comenzó mi bonita decadencia.
Totalmente presa de mi excitación y completamente fuera de mí, en un arrebato, le pellizqué los pezones de manera brutal a Antoniette. Al principio, gritó, entre placer y dolor, pero al instante me quitó las manos de sus pechos y me volteó a ver, confundida. Aminoré un poco la marcha y Antoniette se bajó de su hermana, quien (no recuerdo bien, pues estaba un poco… muy tomado en aquella ocasión) creo ya había tenido un pequeño orgasmo. Gabrielle me hizo apartarme de ella con una sonrisa, tomó mi verga, la sobó unos instantes y le dio un buen lametón. Antoniette, me tumbó sobre la cama y se clavó ella misma mi verga. Gabrielle, se puso también encima de mí para que le chupara el coño y el culo, lo cual hice gustoso. Ellas se besaban mientras yo taladraba a Antoniette.
Honestamente y, como supongo, a muchos hombres les habría pasado lo mismo, estaba como una moto. Estaba viviendo un sueño, una fantasía que muchos tienen y, tristemente, lo tuve que arruinar. No sirve de nada mentir y me encantaría ofrecer un buen relato, disfrazando los hechos reales con la fantasía, pero me apetece ser honesto.
Como dije, estaba muy caliente por la misma situación que estaba viviendo. No sé por qué me dejé llevar, pero, en mi calentura y, presa de los recuerdos vividos con Ga, tomé con mis manos las nalgas de Antoniette y le solté tres brutales y firmes nalgadas con ambas manos.
Al instante, las dos hermanas se separaron y tuve una lluvia de golpes e improperios en francés que no alcancé a distinguir. Antoniette me soltó una cachetada que recuerdo vivamente, mientras su hermana intentaba calmarla. Me siguieron insultando en francés (más Antoniette que Gabrielle) hasta que intenté calmar el asunto movimiento mis manos en una señal inequívoca que intentaba decir: cálmense.
Propiamente, había roto el momento y cualquier calentón que tuvieran ellas en ese instante, se esfumó. Antoniette, iba de un lado a otro y en un momento, tomó sus cosas, se vistió y salió de nuevo a la fiesta echa una furia. Gabrielle me miró entre contra airada y divertida y me dijo en inglés: “no le gusta que le peguen… a mí un poco, pero no siempre y depende de la persona. Lamento lo ocurrido”.
Todo esto transcurrió mientras yo me quedé clavado en la cama, sin saber qué hacer. Apenado por mis acciones, confundido, arrepentido y completamente impotente.
Se quedó en silencio, esperando alguna reacción, pero me quedé mudo. Ella, volteó los ojos y murmuró un inteligible “hombres” en un acentuado franco español, se vistió y cuando estaba por salir le solté el conocido “excusé mua” (no sé si era adecuado decir eso, pero no sabía, ni sé, mucho francés… era la única manera que conocía de pedir disculpas). Ella, se detuvo, me miró y probablemente mi cara era un poema. Se acercó a mí, se arrodilló y me hizo una mamada simple y llana.
Hasta ese momento, no sabía lo doloroso que puede resultar la lástima. Porque eso fue lo que hizo Gabrielle. Su mamada fue por lástima… su mirada era de lastima. Sus acciones eran las de la más triste lástima por un chico que la había cagado y me estaba haciendo un favor. Me dolió profundamente en el orgullo.
Poco después terminé y ella, sin reparo se tragó mi semen. Se levantó y me soltó otra cachetada mientras sonreía. Fue fuerte, dura y me dejó la cara roja. Salió del cuarto. Yo me vestí como un bólido y me fui de ahí sin tener contacto con nadie. Mis amigos intentaron alcanzarme, pero afortunadamente logré tomar un taxi rápidamente y me dirigí a mi casa completamente confundido y lastimado.
A partir de esa noche fue cuando me di cuenta de que, cada mujer es diferente. A cada mujer le excitan diferentes cosas y, sobre todo, no se puede actuar igual con todas. Cada una tiene sus puntos y sus pensamientos y es el hombre quien debe amoldarse a su gusto, a menos que sean… como Ga…
Les agradezco de antemano las lecturas y sus calificaciones.
Saludos y felices pajas.