Un trío inesperado

Uno tiene que ver de todo

Casi como siempre, había coincidido con Jesús; un onubense la mar de simpático y dicharachero; en Don Simón, “mi” piano-bar aparte de Tony2.

La única pega que se le podía poner a mi amigo es que siempre andaba loco por ligar, y la verdad es que con frecuencia lo conseguía.

Esa noche estaba yo cantando y él dedicado a su deporte favorito con dos mujeres muy atractivas sentadas al final del piano. Cuando terminé la canción me fui a sentar al taburete, al lado de ellas y de él, donde tenía mi copa.

En esa ocasión Jesús no tuvo mucha suerte, pues escuché que una de las chicas le decía:

-Venga ya hombre, no seas pesado y déjanos en paz.

Como además de ligón es respetuoso, de inmediato cogió su copa y se dirigió hacia la barra. Como pensé que necesitaba “consuelo” tras el fracaso, cogí también la mía e hice intención de seguirle. Pero la misma mujer que se había dirigido a él me retuvo al decirme:

-Oye, que tu amigo sea un poco plasta no quiere decir que tú también tengas que irte.

-Ya pero… No me parece bien dejarle solo.

-¿Por qué? ¿Habéis venido juntos, o lo hacéis todo juntos?

-La verdad es que no.

-Pues entonces siéntate aquí con nosotras.

Pensándolo bien, las tías estaban muy buenas y yo no tenía por qué desperdiciar la oportunidad que se me podía presentar. De forma que me senté. Se presentaron como Manoli y Cecilia; la que había hablado. Manoli se levantó para ir al servicio y al regresar se sentó de forma que me dejaron a mí en medio de las dos.

Al poco tenía una mano de cada una sobre mis piernas y acercándose insinuantes a mi bragueta.

-¿Por qué no nos vamos a otro sitio? –Dijo Cecilia-, esto es muy serio.

-¿Y dónde queréis ir? –Pregunté.

-¿Vamos a lo de Alfonso? –Preguntó Manoli.

-Venga.

Me despedí con la mano de Jesús, que seguía en la barra, y le dije a Ricky, el pianista, que me marchaba. Me respondió con un guiño cómplice.

Como nunca saco el coche por las noches, por aquello de las copas, y ellas tampoco tenían, tuvimos que tomar un taxi.

“Lo de Alfonso” era una especie de pub, y desde luego poco “serio”, pues las parejitas se metían mano descaradamente en los pequeños sofás que hacían las veces de sillas con una mesa baja delante, aunque eso sí, el local era más bien oscurito y las ventanas al exterior estaban totalmente cubiertas.

Nos sentamos en uno de ellos y pedimos las copas. Sin beber ni un sorbo las chicas me dejaron solo para ir al servicio. Cuando volvieron me plantearon una cuestión:

-Verás –Dijo Cecilia-, las dos queremos follarte, pero no nos gustan los tríos, de forma que hemos decidido jugarnos a los chinos quien te lleva esta noche a la cama. Eso sí, la que pierda te puede dejar el teléfono para quedar otro día. ¿Te importa?

La verdad es que me sentí un poco raro. Era la primera vez que dos mujeres se me jugaban; a los chinos o a lo que fuese; pero la verdad es que ellas y el ambiente me habían puesto cachondo y necesitaba metérsela a alguna, de forma que acepté.

Tras muchas bromas y vueltas atrás, el juego lo ganó Manoli. Poco después Cecilia me dejaba su teléfono, tomábamos otro taxi, la dejábamos en su casa y Manoli le daba al taxista la dirección de la suya. Estaba algo lejos, en una de las nuevas zonas residenciales de la carretera de Valencia.

-¿Quieres otra copa? –Me ofreció cuando estuvimos acomodados.

-Bueno, esperemos que el alcohol no me afecte las erecciones.

-De eso espero encargarme yo.

Salió y volvió con las bebidas, y completamente desnuda.

-Me he puesto cómoda. ¿Por qué no lo haces tú también?

-Claro.

Me desnudé a mi vez, se sentó a mi lado y tras servir las bebidas, empezó a acariciarme la polla. Yo hice lo propio con su coño. Fue entonces cuando me soltó la sorpresa del siglo:

-Oye, quería decirte una cosa que no sé si vas a entender.

-Prueba.

-Tú me gustas mucho, y me pones cachonda, pero verás, yo es que necesito algo para estar completamente excitada y disfrutar del sexo a tope.

Pensé en algún tipo de sadomasoquismo o algo así, y aunque no es algo que me entusiasme ya estaba dispuesto a todo.

-Tú dirás.

-Verás, para súper excitarme necesito que me lama el coño… mi perro.

Si me pinchan en ese momento seguro que no me sale ni gota de sangre.

-¿¡Tú perro!?

  • Sí, me vuelve loca sentir esa lengua áspera recorrer mi chocho y mi clítoris.

Yo alucinaba en tecnicolor.

-¿Y dónde cojones está tu perro?

-Le tengo encerrado, pero si estás de acuerdo lo dejo salir.

Ya no sabía con lo que estaba de acuerdo o no.

-¿Pero también te folla?

Encogió levemente los hombros.

-Lo hizo una vez, pero no me gustó demasiado y ya no le dejo, sólo que me lo lama.

¡Pues por mí que estallara el mundo!

-Venga, déjalo salir.

Se levantó, salió y sentí que abría una puerta. Volvió acompañada de un perro negro, bastante grande; no entiendo de razas de perros; que caminaba pegado a ella. Vi que se tumbaba en el sofá, que se untaba algo en el coño que llevaba en la mano, y que abría bien las piernas.

-Chispa ven aquí, come.

El animal saltó sobre el sofá y como si supiese lo que se esperaba de él, se puso entre sus muslos y empezó a pasar la lengua por el coño de la mujer que, casi al momento empezaba a gemir y a retorcerse.

-¡Ay que rico es mi Chispita! ¡Como me hace gozar mi perrito!

Aunque ni yo mismo me lo podía creer, ver aquello me estaba poniendo a mil y me pajeaba con el espectáculo.

Aquello duró casi media hora. No sé si Manoli se corrió, pero por sus gritos y meneos parecía que lo hacía constantemente. Cuando estuvo satisfecha se levantó del sofá y dijo:

-Voy a encerrar a Chispa, a lavarme y nos vamos a la cama, que ahora te toca a ti.

No sé si sería por el perro o por qué, pero la tía follaba como una loca Me la mamó, se la metió por todos los agujeros, en todas las posturas. Sus gritos y gemidos debieron despertar a todo el vecindario. Logró que yo me corriese cuatro veces, en su coño, en sus tetas, en su boca…

Serían las cinco de la madrugada cuando nos quedamos dormidos, pero su despertador sonó a las ocho.

-Tengo que ir a trabajar –me dijo-. Si quieres te acerco. Y esto tenemos que repetirlo, he disfrutado como una cerda.

Afortunadamente trabajaba en una gestoría no demasiado lejos de mi casa.

FIN

(La historia con Cecilia la contaré en otro momento).