Un trío en la oficina
Una noche estaba trabajando hasta tarde en la oficina, cuando me encontré una de las sorpresas más agradables, proporcionada por dos ardientes asistentes de la empresa.
A lo largo de los aún relativamente pocos años que he vivido pero que gracias al cielo han estado llenos de experiencias con el sexo femenino-, he podido hacer algunas observaciones que me han llevado a conclusiones interesantes en cuanto al atractivo de las mujeres. Hay algunas las menos- que son terriblemente feas y que no despiertan ningún tipo de deseo, ni siquiera en caso de necesidad extrema. En el polo opuesto están aquellas que han sido dotadas de una belleza inigualable: son verdaderos monumentos cuya existencia parece casi un milagro. Pero la especie que más me ha llamado la atención hasta este momento de mi vida es el de las mujeres que, entre los 18 y los 30 años, presentan ese tipo de belleza que yo llamaría "común", que no son exageradamente hermosas ni esculturales pero que tienen lo suyo, y que a la vez transmiten una sensualidad difícil de explicar con palabras pero definitivamente palpable a través de los sentidos.
A esta última categoría, sin duda, pertenece Mayela. Es quizás, hasta ahora, la representante por antonomasia de este grupo en lo que a mis experiencias concierne. La conocí cuando entró a trabajar como asistente en la empresa donde presto mis servicios. Me llamó la atención desde la primera vez que la vi. De estatura media, morena clara, con el cabello oscuro y liso, los ojos del mismo color, grandes y expresivos, facciones finas. Veintidós años. Muy educada y de buena familia. Delgada, bonitas piernas... Tetas que se ven agradables pero no superiores al promedio... Culo y caderas un poco escasos, pero que no traicionan el conjunto... Lo importante en ella es ese "yo no se qué" que transmite con su actitud, con su andar... No vayan a creer que es que se comporta como una puta vulgar... Nada más lejos de la verdad. Se trata de una sensualidad felina, elegante, que se ve realzada por su voz ronca pero exquisitamente femenina.
Otra representante de esta tipología es Karin, aunque sus cualidades son distintas. Menos elegante que Mayela, su carácter transmite más la idea de una muchacha un tanto insignificante y mosquita muerta. Veintiún años. Estudia en la misma universidad que Mayela y también es asistente. Son amigas. De menor estatura, tiene, sin embargo, un cuerpo muy gracil, cuyo fuerte es un culito, muy, muy rico. Rubia, aunque teñida, de piel morena, más oscura que la de su amiga. No había reparado mucho en ella hasta que una tarde fui a la cocina de la empresa y encontré una figura femenina un poco agachada frente al surtidor de agua. No reconocí al principio quién era, sólo advertí que el pantalón blanco que llevaba permitía apreciar un culo muy apetitoso. Luego me dí cuenta, con sorpresa, que era Karin. Vaya, vaya, me dije. No está nada mal.
Yo las conocía muy superficialmente. Nos saludábamos en los pasillos y había tenido alguna conversación amable e informal con ambas, pero nada más allá de eso. De las dos, Karin era la que mostraba más cortesía y, a veces, me parecía adivinar cierto interés hacia mí, pero tampoco era algo demasiado evidente.
Hace algunos días tuve que quedarme hasta muy tarde en la oficina. Una cantidad de asuntos por resolver me tenía bastante agobiado y ya eran más de las 9:30 de la noche. Salí de mi despacho hacia el baño de hombres y encontré que estaba todo oscuro. No debe quedar nadie, me dije a mi mismo. No importaba. Yo tenía llaves y podría irme a la hora que necesitara. "Me toca cerrar la oficina hoy", lo cual me fastidiaba porque había que poner un montón de alarmas de seguridad. Cuando salí del baño, entre aquella oscuridad, me sorprendí cuando me pareció escuchar un gemido apagado que aparentemente provenía de una oficina que estaba lejos de la mía pero que daba hacia el pasillo por el que debía atravesar para regresar del baño a mi despacho. Estuve a punto de descartar el ruido como una alucinación sonora, cuando se repitió con mayor intensidad.
Mi corazón dio un salto. Por un momento pensé que un ladrón se habría escabullido dentro de la oficina. Pero sin meditarlo mucho, abrí la puerta de aquella oficina, la de mi compañero Luis Eduardo, y me encontré con una sorpresa escalofriante.
El lugar estaba iluminado únicamente por la tenue luz de una lámpara de mesa que mi amigo tenía en su escritorio. En un sofá de cuero estilo inglés estaba acostada Mayela, desnuda de la cintura para abajo, con la piernas bien abiertas. Karin, vestida, tenía la cabeza metida en la entrepierna de Mayela. Le estaba propinando una soberbia sesión de sexo oral. Justo en el momento en que entré Mayela estaba con la espalda arqueada, gimiendo y contorsionándose. Obviamente estaba llegando a un maravilloso orgasmo cuando yo abrí la puerta, interrumpiéndolas.
Yo estaba boquiabierto y no daba crédito a mis ojos. Creo que estaba más cortado que ellas. Mayela ni siquiera hizo el intento de cubrirse. Se quedó acostada, mirándome con ojos pérdidas y una cara de satisfacción por el orgasmo que había alcanzado. Karin se volteó hacia mí y sólo atinó a decir, un poco nerviosamente:
Hola!
Yo estaba a punto de cerrar la puerta y retirarme como si nada hubiese pasado. Pero respondí mecánicamente:
Hola...
Qué haces por aquí a esta hora? preguntó Mayela, con normalidad.
Eh... eh... estaba trabajando en el asunto de la compañía eléctrica.
Lo divertido es que el que contestaba con nerviosismo era yo, como si ellas fueran las que me hubiesen pillado haciendo algo fuera de lo normal.
Y ustedes que hacen? Me di cuenta que mi pregunta era estúpida. Era obvio lo que estaban haciendo.
En ese momento Mayela pareció percatarse finalmente- de que había algo que no estaba bien sobre el hecho de que yo las hubiera agarrado con las manos en la masa y dijo, con tono de explicación:
Mira Alberto, estábamos trabajando en un caso que nos dejó Luis Eduardo y bueno... lo que pasa es que tenía un calentón tremendo porque hace seis meses que terminé con mi novio y de aquello, nada de nada...
Yo la miré incrédulo. La expresión de mi rostro le decía, sin tener que emitir palabra, que cómo era eso posible, habiendo tantos hombres dispuestos a hacerle el favor, y que yo podría ser uno de ellos. Ella pareció leerme la mente y extendió una invitación en los siguiente términos:
Ahora, si quieres, puedes unirte a nuestra fiesta...
Yo no sé si lo dijo porque realmente le provocaba o para asegurar mi silencio y con mi silencio, los trabajos de cada una-. Lo cierto es que fue una jugada muy arriesgada, porque si yo hubiese salido con moralismos, sus carreras en la empresa habrían terminado al día siguiente. Pero lo cierto es que la visión de las magníficas piernas de Mayela y la idea de cogerme a dos mujeres en una sola sesión fantasía de casi todos los hombres- me hizo temblar por dentro y aceptar, sin reparos, su sugerencia de unirme al festín.
Segundos después, luego de cerrar la puerta de la oficina, ambas me estaban quitando los pantalones y despojándome de mi ropa interior. Yo estaba parado en medio del despacho, con el pene duro como una roca. Mayela exclamó:
Upa Alberto, que pipisote! Si hubiera sabido que lo tenías tan rico hace tiempo que lo hubiésemos hecho...
Mientras Mayela decía esto, Karin no pedría el tiempo y ya estaba arrodillada frente a mí y metiéndose mi falo en su boca. Comenzó a hacerme una mamada de película. Se introducía el pene completico y jugaba con su lengua, pasándola por el glande y por todo el tronco. Era una verdadera profesional. Con razón Mayela había disfrutado tanto cuando esta carajita le chupaba la totona. Por su parte, Mayela también se arrodilló y se colocó al lado de Karin. Le dijo: "No seas egoísta, déjame a mi también". Y empezaron a alternarse las mamadas. Un rato lo tenía en la boca una y al momento siguiente la otra. La verdad es que la situación era demasiado fuerte. Dos mujeres en celo para mí solo, tragándose mi polla. De pronto no aguanté más y les eyaculé a las dos en la cara, esparciendo un chorro en el rostro de Mayela y otro en el de Karin, quienes se relamían de gusto con mi semen.
Mientras me recuperaba de tan delicioso orgasmo, comencé a desvestirlas y a gozar con el cuerpo de cada una de ellas. A Mayela sólo tuve que quitarle la blusa, pues como recordarán, cuando entré ya estaba desnuda de la cintura para abajo. Llevaba un sujetador negro que prácticamente arranqué, dejando libres dos tetas de tamaño mediano, pero bastante firmes y de piel suave al tacto, que comencé a acariciar y luego a estrujar con fruición con la mano derecha, mientras que mi mano izquierda gozaba tocando sus piernas, sus nalgas y por último, su raja húmeda y caliente, al tiempo que la besaba en la boca.
Sin embargo, no podía quedarme todo el tiempo con una sola. Con dos mujeres no se puede ser egoísta. Así que me dirigí a Karin. Comencé a besarla en el cuello parándome detrás de ella y le iba desabrochando el pantalón blanco que llevaba. Le metí una mano entre sus pantaletas y acaricié su chochito húmedo, lo cual hizo que emitiera un gemido. Con la otra mano le sobaba las tetas por encima de la camisa, la cual segundos después salió volando y la dejó al descubierto de la cintura para arriba. Luego le bajé los pantalones y pude apreciar su culo... Dos nalgas firmes y morenas entre las cuales se hundía el hilo dental blanco. Yo alcancé a decir: "Uy, que culito tan rico, mami!" y empecé a bajarle las pantaletas con los dientes. Luego le quité el sostén y empecé a chuparle los pezones, lo cual hizo que ella se calentara aún más.
En eso, se me ocurrió una idea para que las dos pudieran participar. Me senté en el suelo, apoyando mi espalda en la parte de abajo del sofá. Le pedí a Karin que se parara frente a mí y que apoyara las rodillas en el sofá, lo cual hizo que quedase como semisentada en el sofá pero de frente al respaldar. Su sexo estaba justo a la altura de mi boca y yo tenía que sostenerla un poco. Le dije a Mayela que me mamara la polla, lo cual empezó a hacer con gran maestría, chupando lenta y profundamente.
Empecé a concentrarme en la cuquita de Karin, la cual estaba completamente depilada. Durante unos segundos estuve reconociendo el área con mi nariz, dejando que sintiera mi aliento cálido impregnando su entrepierna. Una de las cosas que más gozo es sentir el rico olor de una totona bien mojada. La de Karin olía muy bien. Luego empecé a juguetear con mi lengua en el área que une las piernas con la vulva. Ella se estremeció cuando hice esto. Después fui un poco más audaz y comencé a lamerle los labios mayores y a meter mi lengua en su raja. Minutos más tarde fui directo a su clítoris. No tardo mucho en acabar y en soltar una apreciable cantidad de líquidos sobre mi cara. Gemía diciendo "ay, ay, que rico... sí, dale así... ahhahaaaaaaaahahaa, sí Alberto, que sabroso!".
En eso sentí la voz sensual de Mayela en mi oido diciéndome:
Bueno, ahora ha llegado la hora de que me quites el calentón...
Yo tenía la verga como un hierro incandescente. Karin se sentó en una silla a mirar, mientras se acariciaba el chochete. Mayela se colocó en cuatro patas sobre la alfombra y me dijo:
Ahora si, papito, enchúfamela completa...
Yo me pusé detrás de ella, me coloqué un preservativo y lentamente le fui metiendo el guevo en su cuca. No estaba depilada como la de Karin, pero sí bien cuidada. Además, era bien apretadita y caliente. Muy mojada. La sensación era exquisita. Empecé a bombearla muy lentamente, haciéndola gozar cada segundo. Ella decía muy suavecito: "Mmmmm... sí... sí... sí... dale...". A medida que se ponía más húmeda iba incrementando la velocidad de la penetración, pero a veces volvía a bajar el ritmo para luego subirlo otra vez. Ella empezó a gemir más fuerte y de pronto gritó:
Ahora dale duro, durooooooo papáaa!
Sus deseos eran órdenes y comencé a embestirla salvajemente. Podía escuchar el "clap, clap, clap" que se producía cuando mi pelvis chocaba con sus nalgas, al tiempo que la sujetaba muy fuertemente por la cintura. Ella contorsionaba la cabeza como una loca y gemía y gritaba "Coñoooo... que vaina más ricaaaaa!" y de pronto pareció quedarse sin aire para luego exhalar dos gritos que parecieron salir del fondo de alma y que me indicaron que había llegado a un orgasmo bestial:
AHHHHHHHHGHHHHHHHHHHHHHHHHH!
Yo djé que ella se recuperara un poco y retiré mi herramienta de su cochofla. Ella se incorporó. Era el turno de Karin, quien estaba sentada con las piernas abiertas haciéndose un dedo en la silla. Yo me acerqué a Mayela y le dije algo al oído (ya el lector verá de qué se trata), que hizo que sonriera con picardía y dijera: "seguro, cuenta con eso".
Me senté en el sofá y le dije a Karin que se pusiera frente a mi y se colocará a horcajadas sobre mi pene, ya enfundado con otro preservativo. Se lo empezó a meter despacito... Y es que la muy desgraciada, a pesar de que seguro había tirado muchas veces, tenía un coñito que parecía virgen de lo apretado que estaba, cosa que me volvía loco. Mientras le entraba iba pegando unos grititos agudos.
Mientras tanto, Mayela buscó un pote de aceite para niños que tenía en la cartera y se puso detrás de Karin. Al tiempo que yo le iba dando duro por la chucha a Karin, Mayela empezó a besarle el ano, lo cual hizo que Karin empezara a moverse como una posesa. Luego Mayela se impregnó los dedos de aceite y empezó a dilatarle el culo a su amiga, metiéndole primero uno y luego dos dedos en el orificio. Karin tuvo un orgasmo de película mientras yo todavía le perforaba la totona.
Ya no quedaba mucho tiempo antes de mi eyaculación, así que tenía que actuar rápido. Me arranqué el condón, coloqué a Karin en cuatro sobre el sofá y le clavé la polla en el culo sin contemplaciones. La pobre gritaba en una mezcla de dolor y placer... Tenía los ojos llenos de lágrimas. Al principio decía: "ya por favor, no aguanto", pero minutos después empezó a rogar que le partiera el culo, que no tuviera piedad. La estaba follando por el culo con mucha violencia, pero ella también estaba gozando. Es que ese culo estaba demasiado rico.
En eso, Mayela se colocó detrás de mí y empezó a pasar su lengua por mi ano. Nunca me habían hecho eso y me volví loco y comencé a acabar con furia dentro del culo de Karin. Cuatro chorros de leche caliente fueron expulsados dentro de aquel culito sabroso.
Después de darle un beso a Karin en la boca, nos empezamos a vestir, pues era hora de irnos. Yo las dejé en sus casas y hemos quedado en que uno de estos días tenemos que repetir la aventura en un lugar más cómodo. Estoy ansioso esperando que llegue la oportunidad.