Un Trío
...Ella excitada recibía el masaje mientras acariciaba el miembro erecto de uno de los dos amigos invitados. Extendió su mano libre para tocar el pene del otro y comenzó a masturbarlo, se desprendió suavemente de su esposo, se inclinó hacia las piernas de los jóvenes y comenzó a besarlas.
Carlos solícito aplicó el aceite a su esposa en sus partes íntimas, acarició sus pechos, los besó y también su boca, lamió luego su sexo y su trasero, la masturbó por delante y por detrás. Ella excitada recibía el masaje mientras acariciaba el miembro erecto de uno de los dos amigos invitados. Extendió su mano libre para tocar el pene del otro y comenzó a masturbarlo, se desprendió suavemente de su esposo, se inclinó hacia las piernas de los jóvenes y comenzó a besarlas, recorrió luego con su lengua ansiosa la largura de uno y otro pene y alternativamente los disfrutó en su boca. Lamió sus glandes, sus cabezas y gimió, gimió con la respiración entrecortada, los introdujo completamente en su boca hasta el fondo, chupó y lamió con deleite y mientras lo hacía dirigió la mirada febril hacia su esposo que miraba complacido y excitado como ella disfrutaba.
Levantó su grupa e invitó a Carlos a que metiera la lengua en su trasero, él comenzó a hacerlo y ella gozosa chupaba con aún mayor deleite. Se incorporó, dio la vuelta y se sentó en el pene de uno de ellos, joven moreno bien dotado, introduciéndolo completamente en su sexo mientras chupaba al otro que estremecido en movimientos suaves llegaba al fondo de su garganta.
Carlos se ocupó de la filmadora instalándola en el trípode, lo que le permitiría participar de manera activa de vez en cuando y si lo deseaba en la fiesta que allí transcurría, aunque él prefería observar. Le gustaba ser voyeur y propiciar el placer de su mujer y a ella le gustaba ser mirada por él mientras amaba y disfrutarían después los dos solos haciéndose el amor intensamente, mirando el registro filmado. La perversión de ambos los hacía felices, se complementaban a perfección. Después de años juntos aún eran cómplices causando asombro y no poca envidia de parte de otros matrimonios ya heridos por la monotonía y el aburrimiento.
El corazón de Ana latía a reventar, su piel erizada, sus sentidos exacerbados, era todo placer, toda locura. Sus manos recorrían ansiosamente los cuerpos de sus amantes. Aferrada a los glúteos del que lo tenía en su boca lo atraía hacia sí, mientras empujaba su cuerpo hacia abajo para hacer más profunda la penetración que recibía, luego se dio la vuelta, quedó boca abajo y abrió su trasero deseoso.
Carlos excitado miraba como Ana cabalgaba estremecida, sin que el ser penetrada por atrás le perturbara, al contrario, parecía disfrutarlo de manera total sin que significara ningún problema. En un momento se acercó y puso su pene en la boca de ella aumentando su goce, después de algunos momentos lo retiró permitiéndole abstraerse en el disfrute de sus dos hermosos compañeros. Ella gimió desesperada, y fue siendo estremecida por multitud de orgasmos mientras transcurría el maravilloso momento.
Se intercambiaron los amantes, cada uno disfrutó a su turno de la boca, ano y vagina de Ana que gritaba y se quejaba en el placer más absoluto que nunca antes pudo imaginar. Su corazón reventaba. Carlos entre tanto filmaba cada detalle excitado hasta el paroxismo, gozando intensamente de lo que veía. Su fantasía mas querida era por fin realidad, lo estaba viviendo, lo estaba gozando.
Los jóvenes amantes disfrutaban de Ana, de la maestría con que hacía la felatio, las caricias de su lengua ardiente en sus miembros los enloquecían, seguían afiebrados los movimientos voluptuosos de sus caderas cuando era penetrada por atrás por cada uno alternativamente. Al cabo de un tiempo delicioso y prolongado, Gabriel, el más moreno, ya incapaz de resistir tanta lujuria introdujo su pene aceleradamente en la boca de Ana y acabó copiosamente, ella saboreó su semen, luego el otro hizo lo mismo llegando al fondo de su garganta. Ana absorbió y con voz enronquecida mirando a Carlos decía; que rico mi amor, que rico , que feliz me siento, como me gusta, mientras recorría una y otra vez con su boca delirante la dimensión completa de los dos miembros húmedos y turgentes.
Posteriormente, exhaustos descansaron, se acariciaron dulcemente los cuatro, se besaron y Carlos luego rescató la cinta de la cámara pensando en el festín futuro que Ana y él tendrían después en la intimidad mirando aquella fiesta mágica. Se prolongaría por mucho tiempo aquella noche de placer, se reproduciría en la pasión de los dos innumerables veces. Su ardiente complicidad los hacía muy felices.
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