Un trayecto muy placentero

El hombre, en vez de intentar apartarse, comenzó a moverse hacia mí, y pude notar, con total nitidez, su polla, presionando mi culo a través del ajustado pantalón. Me empecé a poner nerviosa, no podía moverme y no sabía que hacer. Unos segundos después noté su mano, disimuladamente, posarse sobre mi nalga derecha y, sin ningún tipo de miramiento, comenzó a sobarme.

Este relato es completamente real.

Vivo en Madrid, la capital de España, desde hace un año. Me ha costado trabajo adaptarme al ritmo de esta ciudad, ya que soy de una pequeña provincia del norte.

Lo que peor llevo son las distancias y el metro. No me acostumbro a ir en el vagón, rodeada de gente extraña que ni siquiera se atreven a mirarte a la cara, y donde nadie parece prestarle atención a lo que le ocurre al de al lado.

Esto que voy a contar me ocurrió hace unos días.

Había quedado con una amiga en el centro, para hacer unas compras y tomar algo para felicitarnos la navidad. Vivo a las afueras y, para llegar a la boca de metro en la que nos habíamos citado, debería hacer varios trasbordos. Para complicarlo más, salí tarde de casa, con lo que iba bastante agobiada.

Tengo 32 años. Soy una chica que no paso desapercibida, la verdad. Soy muy alta, rubia, de ojos claros y con muchas curvas. Tengo bastante pecho, una cintura estrecha y, según dicen, un buen culo.

Para la ocasión me puse unos pantalones bien ajustados con botas altas de tacón. Todo en negro. Por arriba, una capita corta con cinturón que resaltaba mi cintura. Sin duda, iba guapa y me sentía guapa.

Por fin llegué a Sol, a varias paradas de metro y un último trasbordo, y mi sorpresa fue cuando al entrar en el andén lo encontré repleto de gente. Pronto lo atribuí a las fechas. Estamos cerca de la Navidad y parece que, a pesar de la crisis, la gente no piensa en otra cosa más que en comprar regalos. Pero enseguida me di cuenta de que la razón era otra… Por el altavoz comenzaron a informarnos de un retraso de 15 minutos en el metro, por una avería. "Sería raro"-pensé.

Cuando finalmente, llegó el metro, mi pesar aumentó, porque venía hasta los topes. Me di cuenta de que, muy probablemente, llegaría tarde porque me iba a ser difícil entrar.

Decidí intentarlo, además, pensé que, al ser una parada céntrica, también se apearía mucha gente. Así fue, pero no los suficientes como para que el vagón dejase de estar lleno de gente. Me tocaba empujar.

En eso pensaba cuando precisamente fue eso lo que sentí, que me empujaban desde atrás, con fuerza hacia el interior, justo cuando estaba atravesando la puerta. Miré cabreada hacia atrás. "Una cosa es que vayamos apretados, y otra es que te empujen a lo bestia" – pensé. Me encontré con la cara de un hombre amable, de más de 50 años, unos 55, algo más alto que yo, calvo, y con cara de no haber roto un plato y que, rápidamente, se disculpó por el empujón.

Cuando por fin nos ubicamos todos en el interior del vagón, me di cuenta de que el elemento en cuestión se había quedado justo detrás de mí. No le di importancia en principio, pero pronto me di cuenta de que estaba equivocada.

Ya he dicho que era algo más alto que yo, no mucho. Y, como yo llevaba tacones, mi culo quedaba justo a la altura de su miembro. El hombre, en vez de intentar apartarse, comenzó a moverse hacia mí, y pude notar, con total nitidez, su polla, presionando mi culo a través del ajustado pantalón. Me empecé a poner nerviosa, no podía moverme y no sabía que hacer. Unos segundos después noté su mano, disimuladamente, posarse sobre mi nalga derecha y, sin ningún tipo de miramiento, comenzó a sobarme. Me puse de todos los colores porque, si bien estaba indignada, lo cierto es que la situación me estaba excitando. Estaba por gritar, poniendo al sujeto en cuestión, en evidencia, o dejarle hacer, porque me estaba dando gusto. Mientras mis pensamientos iban por esos derroteros, él, no perdía el tiempo, su mano se iba deslizando hacia el interior de la parte trasera de mis muslos. Noté como me enrojecía… nadie parecía darse cuenta de nada, y el hombre se estaba dando un festín a mi costa.

A la par que me trabajaba con su mano, su miembro no se separaba de mi culo, y aprovechaba cada lance del metro para empujar su polla hacia él. Estaba excitadísima. Y decidí dejarme hacer. Él, a estas alturas, supongo que se había dado cuenta de mi consentimiento, porque sus movimientos hacía rato que habían dejado de ser disimulados… En un momento dado, subió la mano y noté como la introducía entre mi ropa y mi piel, por la parte superior del pantalón. Un escalofrío me envolvió cuando el desconocido tocó directamente mi culo con su mano. Estaba disfrutando de lo lindo con la situación… o debería decir que estábamos disfrutando. Su mano bajó rápidamente hacia la entrada de mi culo y comenzó a trabajarlo… Tenía ganas de gemir, tal era el grado de excitación que recorría mi cuerpo, pero no me atrevía, por no hacer saltar la alarma en el vagón. Un dedo comenzó a presionar la entrada de mi ano, mientras otro hacía lo propio con mi raja… Cuando se encontró con mi coño, tan mojadito a estas alturas, me correspondió con un buen empujón de su polla… No podía soportarlo más… estaba a punto de correrme, de la manera más tonta y a manos de un desconocido, rodeada por decenas de personas, y sin que nadie se diera cuenta de ello.

Me metió dos dedos de golpe en el coño, mientras su pulgar seguía trabajando mi ano, y, sin poder remediarlo ya, me corrí. De golpe. Y de la manera más intensa. Tuve que esconder la cabeza y morder mi abrigo para disimular el jadeo. Él, debió notar mis flujos porque su mano comenzó a moverse con rapidez en mi raja… mientras sus dedos entraban y salían con la mayor facilidad.

En eso estábamos cuando, tras 3 paradas de metro, llegamos a otra muy concurrida, y mucha gente se bajó. En el movimiento sacó su mano de "mi interior" y se apartó levemente para disimular. Yo, me moví hacia la puerta cerrada del vagón, apoyándome en ella. Él, quedó frente a mí, mirándome a los ojos, mientras llevaba su mano derecha hacia la nariz y olía mis flujos con deleite.

Se bajó en la siguiente parada sin haberme dicho ni una palabra. Sólo me hizo una seña con la mirada para que le siguiera fuera. Supongo que para acabar la fiesta en su casa. No me atreví. Las puertas se cerraron y el tren arrancó.

No le he vuelto a ver. Pero esa noche le recordé vivamente, nada más llegar a casa, imaginándome, lo que hubiera pasado si me hubiera atrevido a salir del metro con él.

Dedicado a ese extraño del metro Línea 1- Sol- Dirección Pinar de Chamartín. El jueves 14 de diciembre, a las 17.15 de la tarde.