Un trato
El profesor de inglés y mi primer oral
Un trato
El profesor de inglés y mi primer oral
La manera en cómo supe qué era “sexo” quizás les suene familiar: por accidente, vi a mis padres haciéndolo. Desde entonces cuento aquella anécdota cuando gente cercana a mí me pregunta sobre sexo. Y aunque, en aquella temprana edad, podía jurar que mis padres se amaban y su amor duraría hasta el fin de los tiempos, la escena que presencié no fue tan distinta como la muestran en la pornografía. Eso lo descubrí cuando vi porno por primera vez, y también como muchos y muchas: por curiosidad, lo vi por internet.
Cursaba el último año de la secundaria (hará cosa de tres años) cuando sucedió lo que vengo a contarles. Estudiaba por la tarde, las mañanas las dedicaba al negocio que atendía mi familia. Aunque para algunos de mis compañeros el ir por la mañana les permitía dormir tarde y levantarse hasta medio día, mi caso no era el mismo. Yo debía de hacer labores con mi familia, ayudar en el quehacer y hacer la tarea. El ritmo de vida que llevaba, en comparación con una alumna de secundaria promedio, era más difícil. Y eso, a la larga, me complicó con algunas materias. Entre aquellas: inglés.
Si de por sí nunca me ha gustado la idea de tener que aprender inglés por obligación, mucho menos me agradaba la idea de tener que tomarla aún en secundaria. Suficiente tuve con las canciones en inglés que nos ponían y repetían hasta el hartazgo en la primaria para darme cuenta que una no se pierde de mucho. Claro, hay sus excepciones (amo los Beatles), pero si iba a aprender inglés quería que fuera, por lo menos, entretenido. Por si fuera poco, el profesor de inglés, que se llama Rubén, no era un maestro como tal, nunca dio una clase de inglés y se conformaba con que, clase tras clase, completaramos la lección siguiente del libro que nos pidió comprar a principio de año. Además, hasta donde supe, él era familiar de la directora (creo que su primo).
El escenario era el siguiente: Yo con muchas cosas que hacer (escuela, casa, trabajo), situación que repercutió en varias materias (matemáticas, historia e inglés), mismas que estaba a punto de reprobar y no podía darme el lujo de ello. Estaba pronta a elegir el bachillerato que más se adecuara a lo que quería en la vida y se venía a la vuelta de la esquina el examen único de ingreso. Algo más en qué pensar -por si no fuera suficiente. Con algo más de tiempo libre (que logré negociar con mis papás, para que no tuviera tantas responsabilidades en el negocio), me dediqué a estudiar y sacar las máterias más fáciles. Para la siguiente evaluación había aprobado con un ocho en matemáticas y un diez en historia, números que (sumados con los del resto del ciclo escolar) me salvaban de reprobar ambas asignaturas. Sin embargo, el examen de inglés estuvo insufrible y un seis no bastaba para pasar la materia.
No quería quedarme un año más sólo por una materia, eso era un hecho. Me daba miedo irme a final o a extraordinario y no poder aprobar los exámenes. Tenía que asegurar, de alguna manera, que aprobaría la materia y con ello poder enfocarme en el examen para ingresar a la preparatoria que quería. No quise contarles a mis papás cómo me había ido en inglés (al contrario de matemáticas e historia donde incluso les enseñé mi examen), les decía que el profesor se estaba tardando mucho en entregar las calificaciones. Eso me daba tiempo pero no podía ser por siempre. En los recreos platicaba con mi amiga Ximena (obvio no se llama así), sobre el problema que tenía y lo agobiada que estaba por ello. Entre bromas ella me dijo: “Pues insinúatele al profe”. En ese momento lo tomé a broma y le respondí: “Uy sí, ahorita le negocio con cuerpomático”. Bromeamos al respecto aunque, ya en la noche, me pasó por la mente: ¿y si le ruego que me pase?
Al día siguiente me arreglé más de la cuenta. Aunque tenía que usar el uniforme, busqué lo más limpio que tuviera para ponerme y, como era al final del día, me llevé algo de maquillaje (las normas de la escuela eran muy estrictas y no nos dejaban usar mucho) escondido en la mochila. Le pedí ayuda a mi amiga Ximena para que entretuviera al profesor en el salón mientras me maquillaba rápido en el baño. Me maquillé y subí de inmediato al salón para que nadie se diera cuenta. Cuando llegué el profesor ya iba saliendo con mi amiga y entonces le dije que si podía hablar con él. Rubén se extrañó que tuviera mucho maquillaje, pero aceptó y me pidió que entrara al salón. Nos despedimos de Ximena y entramos. Sin saber de dónde tuve la fuerza para hablar con él (no me agradaba mucho hablar con los mayores), le dije que si podía hacerme un examen extra, le conté sobre mis motivos familiares (le inventé que casi casi era de vida o muerte el que me pasara) y que tenía miedo de quedarme un año más sólo por su materia. El profesor intuyó de inmediato y me dijo: “Mira, ahorita no podemos ver eso porque ya terminó el día, pero te veo el día del examen final y platicamos”. Él se despidió sonriendo y yo sabía que tenía una oportunidad, pero seguía sin saber lo que en realidad me costaría pasar su materia.
Llegó el examen final y estuve ahí con varios compañeros (casi la mitad del grupo). El profesor me veía mientras contestaba el examen, mismo que no tenía duda en reprobar. Al final sólo quedó un par de alumnos y el profesor se acercó a mi examen, no llevaba ni la mitad contestada cuando me escribió algo a lápiz: “espérate al final”, puso y cuando se dio cuenta que lo había leído lo borró de inmediato. Después hizo lo mismo con los compañeros que quedaban, quizá para evitar alguna sospecha. Pasaron diez minutos más y me quedé al último, con una cuarta parte del examen aún por contestar y terminada la hora del examen. Me acerqué a su escritorio y le entregué las hojas, esperando a que me dijera “bueno, por esta vez te paso”, pero aquello era tan ingenuo que no iba a pasar. Me dijo: “Híjole, pequeña, te faltó contestar mucho, se ve difícil que pases”. No le respondí nada, como sabiendo que él me iba a proponer otra cosa, que estudiara para mi extraordinario o que le entregara algo de dinero, pero seguía siendo una simple niña ingenua.
-Te propongo algo -me dijo- pero debe de quedar entre tú y yo. Yo lo hago para que no te quedes otro año.
-¿Y qué es? -pregunté pensando en que se trataba de dinero-.
-No sé, bueno, es que la otra vez que te maquillaste te veías muy bonita y eso me hizo pensar cosas…
-Ni los sueñe -interrumpí- jamás me acostaría por una calificación.
-Tranquila… -me dijo sonriendo- si no te estoy pidiendo eso. No soy tan tonto como para ir a la cárcel si todo se sale de control. Pero, por otro lado, por ahí va el trato...
-¿Qué quiere? -le pregunté algo enfadada, sin mirarlo.
-Sexo oral.
-¿Cómo?
-Eso, y no te hagas que las niñas de tu edad ya saben bien de lo que hablo. Sólo voy a tener a dos alumnos en extraordinario: tú y el último que se fué. Si vienes al extraordinario, que es en ocho días, haré que el compañero se vaya temprano y tengamos tiempo de hacerlo aquí.
-Usted es tan asqueroso, le diré a la directora que…
-Dile lo que quieras -me interrumpió Rubén-, ella me conoce muy bien y no le haría caso a una chica que está desesperada por aprobar y se inventaría cualquier pretexto para culparme por su mala calificación.
Me salí del salón sin más. No podía seguir aguantando aquella humillación. Llegué a casa y me encerré en mi cuarto. Puse la música a todo volúmen y me puse a llorar. No quería hacerlo, pero tampoco quería quedarme otro año más. Así pasó la semana, pensé en todas las probabilidades y todas conducían al mismo camino. Mis padres me dieron la sorpresa, esa misma semana, de que me inscribieron en un curso para prepararme al examen único, que ellos se encargarían del negocio familiar para que yo pudiera ir por las mañanas y no preocuparme por hacer mis deberes o los del negocio. Lloré porque me ponían entre la espada y la pared, aunque ellos creyeron que era por gratitud. También platiqué con Ximena por Facebook lo que me estaba pasando. Ella es muy buena, ha sido mi confidente desde que entré a la secundaria y somos las mejores amigas. Pero, por increíble que resultara, ella no tenía nada que decirme. Bueno, sí dijo algo: “Yo ya se lo hice a mi novio. No es nada del otro mundo. No te está pidiendo otra cosa. Sólo es una vez y ya”. La noche anterior al examen extraordinario me fui temprano a la cama. Les dije a mis padres que me pondría a repasar para el examen, me acosté y estuve conectada en internet escuchando música con los audífonos. Ximena no estaba conectada y fue en ese momento cuando me pregunté qué tan malo sería. Ella me platicó cómo lo había hecho y lo que hizo antes para no verse como si fuera su primera vez. Aunque ya había visto porno, sólo había sido momentáneo. Busqué una página porno y ahí estaba, con la palabra que me dijo Ximena (
blowjob
, en inglés, para variar) ante mis ojos, lo que me pedía el profesor. Nunca había hecho sexo oral, pero tampoco se veía como la gran cosa. No me atraía la idea de meterme una verga en la boca. Después de algunas horas más, me quedé dormida con la laptop encendida...
Desperté convencida de que era la última oportunidad, que no había marcha atrás. De nuevo guardé mi maquillaje en la mochila y me llevé el uniforme más nuevo que tenía. Me peiné con una diadema y me llevé la pasta de dientes y mi cepillo como previniendo lo inevitable. Al final del día, en la última hora, estaba en el salón junto con el otro compañero y el profesor de inglés. Rubén dejó que pasarán veinte minutos para el examen, después se levantó del escritorio y fue con mi compañero Juan, le escribió algo en el examen (después me enteré que le propuso ponerle ocho) y minutos después sólo quedamos él y yo. Para esto, como era temporada de extraordinarios, no habían muchos alumnos ni gente en la escuela. Los prefectos estaban en la planta baja, atendiendo otras actividades y sólo estábamos los alumnos y profesores que presentaríamos extraordinario. Además, el salón de inglés quedaba al fondo y desde la puerta, donde estaba ubicado el escritorio del profesor podía verse muy bien si alguien se acercaba desde las escaleras. Rubén fue a su escritorio, tomó asiento y me dijo: ¿Entonces, ya lo pensaste? No tenía ni la mitad del examen contestado, aunque quisiera, ya no había nada que pensar.
Me acerqué a su escritorio mientras el sonreía con inocencia, con miedo. Me pidió que me abriera la blusa y le enseñara mis tetas. “Ese no fe el trato”, le dije con la voz entrecortada y el sonrió no con morbo sino como idea de que no iba a tener más de lo que me pidió… pero iba a conseguir lo prometido. Cuando estuve cerca, él hizo la silla un poco para atrás y me dijo: “métete”. Me agaché como pude dentro del escritorio, con las rodillas pegadas al piso, y él me tocaba el rostro con su mano: “Que bonita te ves maquillada, hermosa”. Acto seguido me pidió que le sacara la verga. Seguía con miedo, pensé que aquel bulto me iba a atravesar la garganta, que me dolería y hasta al hospital terminaría por dar. Pero no fue así. Bajé el cierre y él sacó del bóxer, con una mano, su verga. Era la primera que tenía tan cerca de mí. Me llegó un olor que no me agradó mucho, pero me sorprendió más que no fuera tan grande como en los videos porno que había visto la noche anterior. “Qué esperas, el tiempo corre”, me dijo y yo cerré los ojos mientras tomaba con una mano su verga. Comencé a tallarla entre mis dedos lentamente, Rubén dio un suspiro y levantó la mirada al techo, al parecer había deseado esto hace mucho tiempo. Su verga comenzó a hacerse más dura, más gruesa, en tanto yo abría los ojos. La sensación dejaba de ser desagradable.
-Eso, preciosa, ahora lámela despacio...
Atendí su petición, aunque el olor me seguía incomodando, acerqué lentamente mi lengua a la punta de su verga, para esto su glande ya se había levantado por sobre el prepucio del pene, lo que dejaba ver una cabeza más gruesa que el resto del tallo. Al primer lenguetazo una de sus manos fue directo a mi cabeza. Otro suspiro de Rubén. Dejé de mover su verga con mi mano para mantenerla firme mientras seguía dándole lenguetazos a la punta del pene.
-Métela en tu boquita sabrosa.
Tenía que seguir sus peticiones. Respiré hondo para poder soportar el olor y fui introduciendo en mi boca poco a poco su verga. Su otra mano la llevó al respaldo de la silla, en tanto intentaba contener un grito de placer que pudiera delatarnos. No sé si de verdad lo estaba haciendo bien o lo estaba lastimando, pero la idea de verlo así, tan desesperado porque metiera su verga en mi boca me hizo sentir deseada. Sin darme cuenta, con su mano sobre mi cabeza hizo que su verga entrara más profundo en mi boca, para después sacarla y volverla a meter. Dejé que me condujera por varios minutos con ese movimiento de entrar profundo y sacar de mi boca su verga que ya estaba, más que dura, ensalivada.
-Eso niña, gánate tu calificación, así, chúpala rico…
Por momentos cerraba los ojos, no pensaba en otra cosa. Recordé lo que me dijo Ximena. Sólo era una vez y ya lo estaba haciendo. Aunque no le encontraba mayor placer, pues lo único que me gustaba era saberme ansiada por un profesor, no me parecía del todo excitante. En esas estaba cuando Rubén sacó de nuevo su verga de mi boca y la tomó con su mano derecha, comenzó a jalar su pene: se masturbaba mientras me tenía ahí, mirándolo con la boca abierta. Por momentos dejaba de masturbarse para tomar su verga con una mano y darme pequeños golpes en la cara. Eso, al parecer, lo ponía a mil. Seguía metiendo su verga en mi boca, jalándosea y pidiendo que le tocara los huevos con la mano cuando me dijo:
-Te voy a dar tu lechita en esa carita encantadora…
Entonces comenzó a masturbarse más rápido. Por los videos porno sabía lo que venía, así que abrí la boca lo más que pude.
-No no, cierra, no te la vas a comer, te la quiero echar toda en esa carita de modelo.
Cerré la boca y me le quedé mirando. Tardó como un par de minutos más hasta que, de pronto, en una explosión que no logró contener, soltando un breve gemido, sacó una sustancia blanquecina, viscosa y de un sabor salado. Apenas pude cerrar los ojos por intuición y sentí cómo me llenó toda una mejilla. Me pidió, ahora sí, que con un dedo de mi mano me limpiara el semen de mi cara y me lo comiera mientras lo veía. Pero no pude comerme su semen, el sabor no me gustó desde que probé un poco de lo que cayó en mis labios. Me levanté y salí de escritorio para tomar mi mochila e irme al baño. Antes de salir, Rubén me dijo:
-Un trato es un trato. Ahora te podrás ir a putear a la prepa.
Aquello me enfadó, no era para que me dijera eso. Me lavé en el baño y ahí me di cuenta que mi braga estaba húmeda. Aunque no había sido del todo satisfactorio, me gustó aquella primera experiencia de sexo oral. Los días siguientes transcurrieron con normalidad. El profesor me aprobó con nueve y yo tomé el curso y presenté mi examen. Me quedé en la preparatoria que quería y jamás nadie supo de lo que pasó entre el profesor y yo, excepto Ximena, a quien le platiqué todo por internet aquella misma noche.
Hoy pasé por la secundaria y los alumnos regresaban de vacaciones. En la entrada estaba el profesor de inglés recibiendo a los alumnos, quien se veía más viejo que de costumbre. Pasé cerca con toda la intención de que me reconociera y así fue. Jamás olvidará esta cara, la misma en la que se vino hace tres años y que hoy le sonríe, como sellando el trato.
Viany