Un tratado imperfecto sobre el amor, 5

Tres historias en cuatro canciones

IX

Alberto.-

Nunca me he acostumbrado a los avances tecnológicos. De alguna manera siempre he sentido que me desconectaba de mi mundo. La tecnología introducía nuevas reglas en las relaciones entre las personas, reglas que no estaba muy seguro  que me gustaran.

Twitter, facebook, instagram, podcast, telegram, todas esas palabras extranjeras, ajenas a mí, sinónimos de control, todo un mundo de datos a servicio del estado. De un estado que te agrede, que te investiga  y que sabe todo lo que tienes, todo lo que vas a tener.

Consecuencia de mis reservas era que procuraba no utilizar todo este avance, esta nueva forma de relacionarse vía APP no iba conmigo.

Puede uno imaginarse lo mucho que me costó localizar el puñetero archivo de fotos en mi cuenta de gmail, pero lo encontré para mi pesar.

El archivo guardaba las fotos hechas por Francis del año actual y los cuatro anteriores. Allí se encontraban las fotografías que se hizo con Felipe en Irlanda, las fotos eróticas que le envió a su compañero de sindicato, desnuda frente a un espejo, de sus pechos, de su sexo (ese sexo que para mí ya era desconocido) de su sonrisa, de su mirada, algún vídeo masturbándose.

Masturbándose para él, para ese mamón” pensé “Joder Fran, has triunfado” me oí decir y maldije mi debilidad, me reprendí “Fran, no, Albert, Francis

Pero entre tanta humillación, encontré cierto archivo representado en forma de dos fotos de Felipe junto a su moto. Una de ellas reflejaba nítidamente la matrícula de la moto. “Te pillé” me dije,  procedí a llamar al “Joya” para facilitarle la matrícula y, cuando terminé mi tarea,  llamé a Jose,

-“Tío, me apetecen unas birras, ¿hace?

-Hace. ¿Me paso por el despacho?

-No, ya voy a cerrar, ¿Nos vemos donde “El Juli”?

-¿Al Juli?, ya veo, a recordar viejos tiempos, ¿eh?

-Sep. A los jodidos viejos tiempos

-Nos vemos en una hora

INTERLUDIO

Un EP (Extended Play) es un disco de vinilo de reproducción extendida, La duración de un EP es muy larga para considerarse como sencillo, y muy corta para considerarse como álbum. ​ El lanzamiento de un EP puede constar de un mínimo de tres temas y un máximo de 5 temas, sin embargo el tamaño del disco es idéntico al Single.

UNA NOCHE DE FARRA. Cara A

Tema 1

Jose.- El mundo según un autodidacta

La vida en la calle no es agradable. A pesar de ello no tengo queja de mi recorrido vital. Mentiría si dijera que vengo de una familia desestructurada. Muy al contrario, mis padres intentaron darme todo tipo de facilidades para que estudiara. Mi padre hacía las consabidas horas extra ahorrando dinero para pagar mi carrera en la universidad. Hizo todo lo posible, pero lo mío no era estudiar, lo mío era la curiosidad y eso fue lo que me mató, supongo.

Tanto esperaban mis padres de mí, que me obcequé en hacer todo lo contrario, y así, comencé un camino de autodestrucción que me llevó a un alcoholismo incipiente, para continuar con una adicción a las drogas duras no una, sino dos veces.

Caí. No puedo decirlo de otra manera.

Pero tuve la suerte de tener un amigo a mi lado. La gente no sabe cuál es el verdadero significado de la amistad. Los amigos de verdad valoran el tiempo que pasan juntos, siempre tienen espacio para ti y guardan cada instante, cada quedada como una aventura muy preciada. En mi caso, mi amigo es Albert.

Yo he aprendido a base de darme de bruces contra la realidad. Un muro enorme, duro, infranqueable que se empeña en ponerse delante de mí. Una pared que no cede ante las embestidas que, una y otra vez, he propinado.

Albert siempre me ha dicho que lo que más valora en mí es que siempre me levanto, y mencionando a Winston Churchill me decía “El éxito no es definitivo. El fracaso no es fatal, lo que cuenta es el valor para continuar”.

Algunos dirán que menuda tontería pero os puedo garantizar que cuando tienes un síndrome de abstinencia de cojones, cuando lo único que quieres es morirte, esa frase se te mete en el alma. Tengo grabada esa imagen de Albert en mi memoria. De pie, delante de mí, extendiendo la mano y diciéndome: “Espabila hostia, es hora de despertarse. Tenemos mucho trabajo por delante”

No sé cómo, pero lo conseguí, dejé atrás cualquier tipo de adicción y poco a poco, me levanté e inicié una nueva vida. Con 18 años era un despojo, con 23 años ya tenía un buen trabajo en una empresa de transporte.

Por eso cuando me llamó Albert para decirme que necesitaba una casa no pregunté. Simplemente acondicioné una habitación para mi amigo.

Tratándose de Albert uno no pregunta. No tiene sentido, va a tener razón, no va a haber ninguna complicación, ninguna manipulación para qué preocuparse entonces.

Y por eso estuve esa noche con mi amigo, tomándome unas birras en “El Juli”

Tema 2

Lara.- Mensaje en una botella

Cuando vi entrar por la puerta del local a “Puertas” y a Jose, sonreí. Hacía por lo menos dos o tres años que no paraban por el Bar de Copas.  Abrí la cámara frigorífica y saqué dos tercios Mahou, eran ya muchos años desde que los conocía y sabía perfectamente lo que iban a pedir. Joder, “Puertas” y Jose, siempre estos dos, siempre juntos, eran inseparables.

El garito estaba bastante concurrido para ser Martes y muchos se acercaron para saludarlos, de esa manera tan fraternal que tienen los rockeros.

-          “Hostia puta, “Puertas”. Tú por aquí

-          “Abogadooooo, cabrón, cuánto tiempo

-          “Ese chico, abrazo hermano”

“Puertas”, “Alberto”, “Abogado” eran la misma persona. Y ahí estaba yo, esperando que se acercaran a la barra, abriendo los tercios bien fríos y poniéndolos ante ellos.

Conocía a “Puertas” desde hacía 15 años. Los mismos que llevo trabajando de camarera en este Bar de Copas. Me encanta este garito, buena gente, buena música, y buen trabajo.

Cero complicaciones, dinero a fin de mes que, al fin y al cabo, es lo que quieres y muchos recuerdos. A veces me siento como si trabajara en casa.

Tenía 18 años cuando conocí a Alberto. Sé que mucha gente le llama Alberto o Abogado pero para mí siempre será “Puertas”.

Con 18 años una está en esa etapa de la vida en la que quieres experimentar, te comes el mundo y lo único que quieres es demostrar lo sexy y osada que eres. Me gustaban los hombres … mucho. Por supuesto, los que más me gustaban eran los “malotes” este tipo de chico canalla, vacilón, golfo y ligón. Con desparpajo, de los que te agarran de la cintura y te besan sin pedirte permiso, valientes y empotradores.

Me encantaba que me vieran como la novia del macho alfa y, claro, eso siempre trae problemas. Me enamoré del más salvaje, el más canalla y eso conlleva alguna que otra hostia, celos, rabia e impotencia.

Una noche de juerga, regada con alcohol y alguna que otra raya propició que mi “príncipe encantador” me abofeteara delante de mis amigas llamándome “zorra calientapollas” cosa que era mentira porque yo vestiría como una puta pero siempre he sido fiel a mis hombres.

Por supuesto, me cagué en su puta madre provocando que me agarrara de la cabellera y me tirara al suelo “te voy a matar, zorra, a mi madre la respetas” me levantó del suelo cogiéndome nuevamente de los pelos y comencé a llorar pero haciendo un esfuerzo conseguí desasirme y corrí hacia el local más cercano, hacia “El Juli”.

Llegué sangrando con la idea de esconderme en el local y ahí estaba el portero del Bar de Copas más macarra y chungo de la zona. “El Puertas”, así llamaban a Alberto por aquél entonces. Me acerqué para entrar cuando mire hacia atrás  para observar como venía ese malnacido corriendo con la idea de cumplir su amenaza.

“Puertas” me miró detenidamente, abrió la puerta del local y me dejó pasar.

Y cuando llegó el chuloputas que me golpeó se puso delante de él y le dijo

-¿Dónde vas socio?

-Voy con ella

-Qué va, colega. No vas con ella. Ibas con ella, pero ya no

-Que me dejes pasar, payaso

-Que no

-¿ A que paso gilipollas? ¿Qué pasa me vas a pegar?

-“No, te voy a denunciar. Voy a llamar a la policía, te detendrán, te llevarán a la comisaría mientras yo llevaré a esa chica a Urgencias para que le hagan un parte de lesiones. Estarás toooda la noche durmiendo en el calabozo y, mañana, cuando llamen a tus padres y les digan dónde está el tonto la polla de su hijo, cuando ya se te pase todo el pedal que llevas encima, se lo explicas y les dices lo hijo de la gran puta que eres. ¿Ves, tío? ¿A que ya no tienes tantas ganas de entrar, niñato de mierda?”

Y se fue. No dijo más. No volví a saber nada de él. Desde ese día supe que no iba a conocer a otro hombre como Alberto. Lo malo, claro, es que estaba casado no es que eso me importara nada, claro. Lo peor, que a él si le importaba estar casado.

Todos los fines de semana, me iba a “El Juli” y con el tiempo, “Puertas” me consiguió un puesto de camarera en el bar. Durante un año y medio curramos juntos. Él era el portero, yo una de las camareras y Julián, el dueño, alternaba de camarero y pincha.

La verdad es que echo de menos esos tiempos. Había veces que nos tocaba compartir el mismo turno entre semana y ejercíamos funciones de camarero y pincha los dos. Era una pasada trabajar con él.

Descubrí que era abogado, que ya llevaba casi nueve años ejerciendo y alternaba su profesión de abogado entre semana con la de portero los fines de semana. Cinco años llevaba en esta situación “provisional” decía él hasta que despegara el despacho que había montado con Isabel y con Álvaro.

Todos sabían que Puertas era abogado porque nunca lo ocultó. Yo diría que al negocio le iba bien que el portero fuera abogado porque, de repente, ese local se convertía en un bastión. Puertas ejercía su función de portero sin violencia. Hablaba con la clientela, si ibas de mal rollo simplemente no entrabas. Llamaba a la policía y se personaban en un plisplas.

-Joder, Lara, para eso están. Si algo aprendí de guarda de seguridad es que nosotros no estamos para pegar hostias sino para avisar a la policía. Si todos los locales hicieran lo mismo, no habría tanta violencia. Nuestra función no es reactiva sino preventiva.

Y, de repente, surgió la idea de que se unieran los porteros de esa calle. Convinieron en hacer lo mismo que nosotros y la verdad es que funcionó. Un mes después no había bronca en esa calle y decir eso en la primera década del siglo veintiuno era decir mucho.

La tranquilidad se instaló en la calle e hizo que viniera más gente de fuera. Todo un negocio, cuando Puertas dejó el garito dos años después, la calle era un remanso de paz y buen rollo.

“Puertas” se convirtió en “El Abogado” y el despacho empezó a funcionar bien, lo suficiente para que no tuviera que trabajar de camarero/portero. Nunca dejé de verle, llevó los papeles de todos los garitos de esa calle. Recogía las facturas, tramitaba las licencias de aperturas, las licencias de terraza, los cambios de titularidad y, de vez en cuando, resolvía algún que otro problema extraño que afectaba a gente chunga.

Sí, todos querían a Puertas.Yo también.

He estado con muchos hombres, con la mayoría solo he durado hasta el día siguiente, con algunos conseguí formar algo parecido a un hogar pero nunca olvidé a “Puertas”, siempre albergué un deseo oculto hacia él.

-“Buenas noches, Lara ¿qué tal?

-“Puertas” cuánto tiempo. ¿Qué trae por aquí?”

-Nada, cielo solo recordar viejos tiempos, y me está gustando cómo va la noche. Ya solo verte merece la pena.

-Eres un zalamero, Puertas

-Y tú eres un bombón, preciosa. Cada vez que te veo estás más guapa y yo más feo.

-Eso es verdad, ja, ja, ja

-Sí , eso,  soy feo pero bajito. Para compensar. Ya sabes, Dios aprieta pero no ahoga, buajajajajaja

-Joder, tío, siempre sacas una sonrisa

-Coño, Lara para eso vengo, para sacarte una sonrisa. Te queda muy bien el dibujo de una risa en tu cara.

Cómo no, Jose habló para cortar toda la magia.

-¿Cómo te va, Lara?

-Pues muy bien, chicos. Hace dos años se retiró Julián y me cedió el garito. No va tan boyante como antes pero vamos tirando.

-¿Te pidió traspaso Julián?

-Para nada. Me lo dejó por la patilla. Estaba harto de la noche

-Joder, pues qué bien, Lara

-Ya te digo, Jose. Me da para vivir, ya he terminado la hipoteca de mi segundo piso y con lo que saco de aquí, y el alquiler del otro piso, vivo de lujo

Intervino “Puertas”

  • ¿Y te has casado, Lara, tienes novio?

-Qué va, paso. Llevo un par de años que estoy a dos velas, pero no me importa

-Mejor, Lara. No te cases nunca, ja, ja, ja. Que no me entere yo

-¿Y tú qué tal Puertas? ¿Cómo te va? ¿y los niños?

-Bien cielo, todo va bien. Ponnos otras dos birritas, anda

UNA NOCHE DE FARRA. Cara B

Tema 3

Alberto.- A veces ganamos, a veces aprendemos

No hay nada como el primer trago que le das a una Mahou bien fresca. Soy un auténtico fetichista de esa cerveza. Sentir cómo se desliza por la garganta, dejando tras de sí ese regusto ácido al ingerirla y como alargas el trago. Es mi pasión.

Las personas tienen diferentes pasiones, el fútbol, el deporte, el porno, la lectura, el coleccionismo, los animales. Una pasión requiere esfuerzo y dedicación, precisa entrega, disciplina y fuerza de voluntad. Mi pasión es la Mahou en un bar. Soy así de simple, así de básico.

Soy rata de bar. Me encanta estar sentado o de pie, conversar con las personas que me encuentro, contar mis batallitas, mis chistes, hablar de historia, de cine, de libros, de deportes, sentir el trato humano, la cercanía y cariño que te ofrece el contertulio de bareto. Sentirse acompañado cuando estás solo.

Llevo años parando en bares aunque los últimos siete han sido prácticamente de secano. Control es la palabra, controlar tus apetencias, dominar tu pasión antes de que la pasión te domine a ti. El bar como templo, como santuario, como terapia, como concepto, como ilusión y como refugio. Nunca me  he sentido solo en un bar, melancolía, sí, tristeza también, pero soledad, no, esa emoción se difumina con los dos primeros tragos de un tercio.

Nada te calma mejor que un amigo en un bar. Mi amigo es Jose, mi bar “El Juli” y mi camarera, Lara.

El camarero es importante en un local. Tiene que saber escuchar, servir, aguantar, y hacerte saber de una manera delicada cuándo te estás pasando. Pues bien, nada de eso se prodiga en Lara. Es borde, intransigente, borde, inflexible, borde, y, se me olvida algo, eso es, borde.

Pero es extremadamente fiel y noble. No hay falsedad en ella, ni un ápice. Puede decirte la verdad en dos frases y joderte el día, pero, un momento después, tienes su hombro a tu disposición para llorar sobre él. Tengo un afecto especial por Lara y con lo que estaba pasando, necesitaba desconectar.

Lara, uf, qué mujer. Sin duda la chica más sexy y apetecible que haya podido encontrar jamás. 1,70cm. pelo castaño, rizado, más allá de la media melena, unos ojos marrones, afilados y unos pechos hermosos, no muy grandes, lo suficiente para poder tener la tentación de poner las manos sobre ellos, un hermoso culo, yo diría que perfecto para los 33 años que tiene.

Lara, simplemente, está por encima de mis posibilidades, aunque mentiría si dijera que alguna vez me haya planteado algo con ella. Ni por asomo. Con ella no, demasiada intimidad hemos compartido, demasiadas luchas en demasiados frentes de combate. Nunca estropearía mi amistad con ella proponiendo una estupidez.

Entonces ¿qué hago aquí?, en este bar con mi mejor amigo.

Sencillo. Hoy he descubierto la infidelidad de mi mujer durante, al menos, tres años. Soy un cornudo de mierda. Diría que he sido humillado si me permitiera sentir esa sensación. Pero el destino no se ha contentado con eso, en absoluto. Encima he descubierto que el menda que se la está tirando la chantajea junto con el jefe de ella, un jefe al que asesoré durante bastante tiempo ante cualquier problema que surgiera en su Centro de Enseñanza.

“Another perfect day” diría yo. Por eso estoy aquí. Porque necesito un poco de alcohol, una pequeña pizca de amistad, una mínima dosis de descontrol para encontrarle un poco de sentido a mi vida. Hoy necesito dejarme llevar, averiguar dónde me lleva esta noche.

-¿Cómo lo estás llevando, tronko?

-¿Cómo llevo el qué, Jose?

  • Vamos, Albert, no me vaciles. Te vienes a mi casa con ropa en bolsas de basura, de repente, sin previo aviso ¿qué ha pasado con Fran?

-Joder, tío, qué brasas. ¿No podemos tomarnos unas copas y ya está?

-No. Dime qué ha pasado, Albert

-Está bien, está bien. He pillado a Francis haciéndole una gayola a un compañero suyo en el Starbucks del Centro Comercial.

Me mira, le da un trago a su tercio y me dice

-Joder. ¿Y qué has hecho?

-¿Qué voy a hacer, le di 20 pavos a la camarera para que dijera mi nombre bien alto por el micrófono

-¿Eso hiciste?

-Sep

-¿Y qué pasó?

  • Pues que Francis se echó mano a la boca y se llenó la mano de semen

-Vaya, un café con leche

-Mira que eres hijoputa, tío

-Ja, ja, ja, ja. Perdona colega, pero es que, ya te vale. Joder menudo ridículo han tenido que pasar, ja, ja, ja, ja. ¿Y luego que has hecho?

-Pues irme coño, ¿qué voy a hacer?, salir de ahí. Joder, hasta se me olvidó comprarme el CD del éxitos de David Lee Roth

-Hostia, ¿estaba el de David Lee Roth?

-“Ya te digo, a 6,95, aunque también había visto el éxitos de DeffLeppard también a 6,95. Su puta madre, no sé qué es lo que más me jode, que me haya puesto los cuernos o que se me haya olvidado comprar los CD

-Joder tío, está claro…. Ja ja,ja ja, ja, no haber comprado los CD, ja, ja, ja, ja. Lara, ponnos otros dos

-La vida es rara, tío. No consigo entenderla, cuando parece que todo está controlado de repente se te escapa de las manos

-¿No estás enfadado, Albert?’

  • Sí, no, no sé. Claro que estoy jodido pero ¿de qué me sirve?. Estas son las cartas que tengo. No voy a poder odiar a Francis, son muchos años juntos, tampoco voy a poder olvidarla y en cuanto a perdonarla, dudo mucho que Francis quiera ser perdonada, o sea que lo mejor que puedo hacer, es continuar con mi vida y tirar para adelante. Al menos los niños no saldrán perjudicados

-Joder, Albert, y pensar que llegué a estar enamorado de Fran

  • Sí, lo sé, la vida a veces es una puta

-Algo habrá pasado, Albert, no es normal, ella no es así

-No me jodas, Jose. Lo que no es normal es hacerle una pera en un Starbucks, no me vengas ahora con gilipolleces.

  • Que sí, tío, que no te digo que no, pero es que no me la imagino.

-¿Sabes qué es lo que más jode? La sensación que tengo de que jamás tuve una oportunidad. Llevábamos tres años sin follar, tres años tío y me la encuentro pajeando a su colega el sindicalista

-¿Sindicalista? ¿De qué sindicato?

-Anarquista

-Joder, tío qué palo. Me pregunto cómo reaccionará cuando se dé cuenta.

-¿Se dé cuenta de qué, Jose?

-“Pues tío, cuando se dé cuenta de que se ha acostado con un tío que era como tú cuando os conocisteis.

-No había caído en eso, hermano. ¿Tú crees que eso es lo que ha pasado, que me ha buscado a mí para sustituirme? Demasiado rebuscado.

-Pues yo lo veo así ¿qué quieres que te diga?. Lara, otras dos y pon algo de la Creedence.

“Pondré lo que  quiera, listillo, no empecemos a tocar las narices, pureta” saltó Lara con su habitual elegancia.

-El Bad Moon Rising, Lara

-Déjala, Jose, no empieces con tu rollito de DJ plasta

-Sabes que lo hago para cabrearla”. Dio otro trago a la cerveza y continuó “Estooo, Albert ¿Qué piensas hacer? En mi casa puedes estar todo el tiempo que precises pero supongo que te buscarás algo ¿no?

-Sí, hombre, es provisional. El jueves me pongo a buscar casa

-Vaya, vaya, Albert, el gran Albert, cornudo ¿quién te lo iba a decir?

-No parece que te moleste mucho

-“No, joder, no me malinterpretes, no te lo deseo pero, no sé, parecía que todo lo llevabas muy encaminado.

-Eso parecía, sí, pero ya ves. Toca empezar de cero.

-En fin, ¿Nos vamos? Mañana tengo que madrugar.

-Si no te importa, Jose, me quedo aquí un poco. No creo que pueda dormir nada hoy-

-¿Te quedas?, está bien. Toma. Te he hecho un juego de llaves, procura no hacer ruido y ten cuidado con el paragüero que está en la entrada.

-Vale, vale, tendré cuidado. Gracias, tío, eres el mejor.

-Lo sé, tío, lo sé.

Jose se marchó a su casa y yo me quedé en el bar. Necesitaba pensar, relajarme un poco. Lo que dije era verdad. No podía odiar a mi mujer, tampoco podía olvidar lo que hizo, lo único que cabía era adaptarme a esta nueva situación.

Planear, intentar evitar la encerrona que le habían preparado a la adúltera de mi esposa. Sacarle las castañas del fuego parecía lo apropiado. Uno no puede olvidar sus principios y permitir injusticias solo porque tu mujer haya tenido un calentón con otro hombre.

Nunca me he considerado del tipo ganador, tampoco es que me desprecie, pero no soy un macho alfa, ni soy guapo, ni alto, ni fuerte, solo tengo palique y mucho orgullo, mucho amor propio. Por experiencia sé que eso no basta, ni de lejos, pero así es esta vida, a veces ganamos y otras aprendemos, ahora me tocaba aprender. Eso es, resistir y aprender.

Y, de repente sonó en el local “Nobody but you” de The Animals con Sonny Boy Williamson. Sonreí con los primeros acordes de esa canción, miré hacia la barra y dije:

-Lara, ponme un tercio

Tema 4.-

Lara.- Una noche de amor desesperada

-Toma, aquí tienes pero es el último, “Puertas”

Como camarera puedo decir que lo que distingue a un buen barman de un chapucero es el anticiparte al borracho pesado y “Puertas” venía con el rol de borracho llorón. Para evitar la muy probable discusión, lo mejor es ponerle esa consumición que te pide y decirle que será la última.

Una vez servida la copa, cobrarla, con mala cara, desconfiando, sin decir nada pero sin perder la mirada de sus movimientos, incomodando, en suma. Que esa copa se haga desagradable. Normalmente, el borracho pesado surge cuando falta poco para cerrar, cuando todo el pescado está vendido. Por tanto, enciende las luces, baja el volumen de la música y empieza a recoger.

El perdedor, porque todos los borrachos son perdedores, se verá solo porque la luz espanta muchos demonios y despierta al demonio de la soledad. Es lo normal. Salvo con “Puertas”, claro. Qué hombre.

Siempre bebe lo justo, sin molestar, sin insultar, ni un piropo, ni una mala palabra. Si la luz está apagada y suena la música en un tono baja, bailará. Tendrá su tercio colgando de su mano derecho, apenas sujetándolo con tres dedos y bailará. De esa forma tan extraña, tan suya, sin apenas moverse por la pista, contoneándose sin mover los pies, mirando hacia arriba, como si pudiera ver más allá del techo, o moverá los pies, casi imperceptiblemente, pero su cuerpo se mece al son de la canción que suene.

Si conoce la canción y prestas atención, podrás notar que conoce cada acorde, cada punteo de guitarra, cada golpe del bajo, cada grito del cantante. Por eso no puedes echarle bajando el volumen, porque desconecta. Desconecta de su alrededor, de la realidad que le rodea y se sumerge en la canción. En ese momento no hay nadie más que él, la canción y su tristeza. El baile de “Puertas” siempre ha sido triste o feroz.

En cambio, si enciendes la luz y comienzas a recoger, te ayudará. Limpiará el suelo con la escoba, barrerá el serrín, subirá las sillas a la barra, recogerá los vasos de  mini, y los de tubo, limpiará el futbolín y, cuando todo esté recogido y limpio, dará un último trago a su cerveza, la pondrá encima de la barra, pagará sus consumiciones y dejará un billete que cubrirá lo que se debe y una propina. Siempre ha odiado las monedas pequeñas.

Estaba a punto de cerrar. Jose acababa de marchar y “Puertas” se quedó en el local, me miró y sonrió. Le puse su tercio, y empezó a sonar “Creep” de Radiohead. No me miró, se dirigió al centro del local, a oscuras y se puso bajo la luz del techo, pero no miraba al techo, miraba al suelo, apenas bailaba y, al reflejo de esa luz, pude observar un brillo que bajaba vertical desde sus ojos por las mejillas. Estaba llorando.

Había puesto un CD grabado con canciones que sabía que le gustaban. Un CD tranquilo, relajante, para calmar a las bestias. Siempre tenía dos o tres Cd´s preparados para poner en el reproductor, ya sabéis, por si no da tiempo a servir copas y poner música a la vez, para poder cubrir los dos aspectos principales de un bar de copas rockero.

Y ahí seguía, bailando, con la cabeza gacha, como si sufriera, como si quisiera desconectar y no pudiera, lo intentaba pero no podía. Nunca me pareció tan sexy.

Me acerqué a él, para acariciarle, para comprobar que estaba llorando, para secarle las lágrimas y sonó la siguiente canción, “Si te vas” de Extremoduro.

-Lara, cielo” me dijo “Sé que has escuchado toda la conversación

-¿Qué conversación, “Puertas”?  No he oído nada.

-Lara, no digas nada, por favor

-“Puertas”, de verdad no sé a qué te refieres.

-Por favor, Lara … no digas nada, no creo que pudiera soportarlo

  • No diré nada, “Puertas”, te lo prometo

Y me acerqué a él, mirándole a esos preciosos ojos azules que tenía, acariciando su cara, corroborando que, efectivamente, estaba llorando.

La canción sonaba,

Me miró a los ojos, sonrió y comenzó ese baile idiota alrededor de mi

Se me acercaba y me decía. “Shhhhhhh, calla, no los vayas a despertar”

Y dando otra vuelta, se acercaba a mi oído y notaba su aliento. Si giraba hacia él, desaparecía, para volver otra vez a la carga. “Shhhhhh, Lara, déjalos dormir”

Se puso delante de mí, apoyó su frente en la mía y me miró, ni siquiera amagó con cogerme de la cintura, directamente acerqué mis labios a los suyos, más cerca, más cerca. Y lo besé, con ternura, con cariño, con amor. Le miré a otra vez y pensé “Eres mío, por fin, eres mío y ya no me separaré de ti”.

Nuestras lenguas se cruzaron, jugaron, húmedas, calientes pero reposadas, sin prisas, recreándonos, sonriendo, disfrutando cada breve instante mientras dirigía mis dedos a su camisa, desabotonando, quitando su corbata, tirándola al suelo, pasando mi mano por su pecho. Se dejaba hacer, en ningún momento sentí un desenfreno por parte de él. Muy despacio, muy solemne, siguió besándome cuando, repentinamente, me sentó sobre la barra, se sentó sobre un taburete y empezó a quitarme los vaqueros, botón a botón, para detenerse y quitarme las deportivas, continuó bajándome el pantalón hasta quitármelo. Ahí estaba yo, abierta de piernas, con mis braguitas negras, totalmente expuesta a su boca.

No se lo pensó dos veces, acercó sus labios a mi muslo interior derecho, para besarlo, subiendo hasta la ingle, chupando, lamiendo, pero siempre despacito. Su lengua se acercó a mis labios exteriores, apartó la tela de mis braguitas y empezó a lamerme por los pliegues de mis labios. Le ayudé con mis dedos, separé mis labios y siguió comiendo. Comiéndome el coño, hasta que encontró mi clítoris, y lo absorbió, unió sus labios a mi botón de encendido y empezó a chupar, como si fuera un bebé, mamando, mientras mi espita se abría e iniciaba un proceso de mojar mi coño. Pensé lo hermoso que era emitir caldo para que acabara en el estómago de este hombre tan singular. Diez minutos, chupando, comiendo coño y lo único que se escuchaba era mi voz, “Come, come”, guiándole con mi mano sobre mi cabeza, “come, come” y él insistía, comía, chupaba y tragaba, dios, como tragaba.

Era inevitable, me iba a correr, dejé de masturbarme para que pudiera explotar con toda la intensidad que pudiera, intenté apartar su cabeza de mi entrepierna, pero era imposible, “Puertas” estaba decidido a tragarse todo lo que le diera y yo, yo estaba encantada de dárselo, “Toma cabrón, trágatelo todo” “Toma, ufffff, toma, ya, ya, ya, ya, yaaaaaaaa” y exploté, me derramé sobre su boca, le impregné totalmente los labios, la boca, la lengua.

-Joderrrrrr,qué comida, “Puertas”, qué rico

-¿Te ha gustado Lara?

-Me ha encantado, ufffff

-Quiero más, Lara

-Tranquilo “Puertas” tenemos toda la noche.

-No me entiendes, Larita, quiero más leche de tu coño, quiero saciarme, quiero ahogarme en tus flujos, quiero que te corras, que me des todo ese caldo, y que me lo des a mí.

Dios, si con la comida que me había hecho no tuviera suficiente aquello me calentó para toda la noche.

Y lo hicimos, vaya si lo hicimos. Me comió el culo, el muy canalla. No le importó si estaba limpio o sucio, quería meterme la lengua en el culo y lo consiguió, me sacó otros dos orgasmos devorándome otra vez mi sexo, ya sensible del todo, tan excitado que cualquier roce originaba una excitación más y entonces, cuando logró que me corriera entonces, me la metió, despacio, cariñosamente, poco a poco. No tenía condón, tampoco es que yo lo quisiera.

Quería follarme a ese hombre, quería sentir su miembro dentro de mí, su calor, la paciencia que mostraba follando, poco a poco, mientras me pellizcaba los pezones para después meter mis dedos en la boca. Chupaba esos dedos cuando empezó a correrse, quería separarse de mí, pero crucé mis piernas por su espalda y no lo permití, quería su semen dentro de mí y lo iba a conseguir. Intenté que nos corriéramos a la vez pero no lo conseguí, ya llevaba tres orgasmos casi seguidos, iba servida. Cuando sacó su polla de mi coñito pude notar el brillo que tenía, producto de su lefa y de mi flujo, agarré mis braguitas, limpié su pene con ellas y me las puse. Él me miró extasiado, me besó profundamente, otra vez y, colocando su mano sobre mis braguitas comenzó a masturbarme con las bragas puestas, frotando mi chochito, cada vez más deprisa, más fuerte mientras me chupaba el lóbulo de mi oreja, de esa manera, tan jodidamente excitante y no paró, el muy bestia no se detuvo hasta que obtuvo mi cuarto orgasmo.

Sé que su mano tuvo que quedar impregnada de mi nueva corrida, mezclada con su leche, lo sé. Pero no  le importó.

Estaba extasiada, totalmente rendida, respiraba aceleradamente y me puse en posición fetal sobre la barra, le miré y le dije.

-Alberto… ¿a quién no tengo que despertar, cariño?

-A los demonios, Larita, a los demonios

X

Francis.-

Sorprendentemente pude dormir bien toda la noche. Supongo que fue el agotamiento. Nada más despertar, lo primero que noté fue la ausencia de Albert en la cama, me giré hacia el lado donde solía dormir mi esposo para ver ese lado de la cama sin revolver.

Él no estaba y supe que no era un sueño, que la realidad esperaba ahí, inevitable, esperando pacientemente a que repasara toda la cadena de hechos que me había llevado a esa situación.

Decidí no atender móviles. Llamé al Centro y avisé de que no iría hasta el viernes. Tenía decidido votar SÍ al proyecto pero al menos no iba a permitir a Juan ufanarse de su victoria. No podría soportar una mirada condescendiente de ese chantajista.

Acudí a consulta médica para pedir la baja. No hubo ningún problema, alegué vómitos y gastroenteritis, imagino que mi piel, totalmente pálida, y las ojeras de mis ojos dieron la capa de verosimilitud que precisaba el doctor para creerse mi excusa.

El miércoles retiraría la denuncia, el jueves retiraría el justificante y el viernes acudiría al Centro, pactaría con Juan y votaría SÍ a su plan, fijaría mis condiciones. Traslado de centro al año siguiente, apoyo incondicional para viajar a Estados Unidos y presentación de mi dimisión irrevocable como Jefa de Estudios Suplente. “Que le den. A ver cómo se apaña”

A media mañana ya había obtenido la baja y elaborado el curso de acción que iba a tomar mi vida.

Resultó ser un día largo, eterno, por alguna extraña razón echaba de menos a mi hombre y no me refiero a Felipe, me refiero a Albert.

Tantos años juntos supongo que pesan pero la verdad es que no sé porqué fui infiel a mi marido. Aún hoy no consigo encontrar una explicación medianamente razonable. Albert era atractivo, no era un hombre por el que una mujer giraría la cabeza, 1,75 cm de altura, 80 kg, de peso, castaño, pelo corto y unos ojos azules que podías perderte en ellos. A sus 48 años no estaba nada mal. Mantenía su cuerpo en forma, su espalda era ancha y sus hombros y brazos fuertes, fibrosos más que musculados, producto de las sesiones de natación que practicaba durante dos horas los jueves, sábados y domingos que completaba con una tabla de ejercicios que se había creado él y que metódicamente seguía seis días a la semana.

Sí, mi Albert era muy sugerente. Podías mantener una conversación con él prácticamente de cualquier tema, su dialéctica era amena, su charla interesante, siempre salpicada de citas clásicas o de guiones de cine, fragmentos de canciones e, incluso, de comics de super héroes. Le encantaban esos malditos comics de super héroes, Marvel, DC, Image, de lo que fuera, los devoraba.

Y, sin embargo, lo más auténtico que tenía era su sentido del humor, plagado siempre de autocrítica, una alegría que explotaba siempre en una risa franca que contagiaba a quien le acompañara. Una risa, comprendí, que yo había perdido. Sospeché  que no habría más sonrisas suyas para mí y me sentí como un ángel que había perdido la gracia.

Todo me recordaba a él y, sumida en mi dolor, contemplé la posibilidad de recuperarle, de luchar por su amor. Quizás ahora no, pero en un par de meses ¿quién sabe? Tenía toda la tarde para soñar con ese deseo.