Un tratado imperfecto sobre el amor, 16

Grietas, esperanza y ajedrez

CAPÍTULO XV

VIVIR EN LA GRIETA

Viernes, 29 de Septiembre

8:00

Le llamo el “Dr. Muerte”. Tengo una habilidad innata para “bautizar” a la gente. Dame quince segundos y encontraré el mote adecuado para cualquiera. El “Dr. Muerte”, claro está, no tenía nada que ver con el infalible Víctor Von Doom, enemigo acérrimo de los Cuatro Fantásticos, era Carlos un médico forense adscrito a un juzgado de instrucción de la capital que, por razones más que evidentes no voy a citar.

Carlos era una persona de confianza, es decir, si le pagas bien te podrá ayudar o facilitar la dirección de médicos, clínicas y farmacias clandestinas y no tan clandestinas donde poder hacer casi cualquier cosa siempre que estuviera dentro de la legalidad. Simplemente no tenías que esperar las interminables colas de la seguridad social.

-Quiero hacerme un escáner de la cabeza, Carlos.

-No soporto estas migrañas. Prácticamente me dejan casi inconsciente del dolor. Tuve un aneurisma pero reventó, imaginé que los dolores venían de ahí.

-No es mi especialidad, Alberto, pero vete a este médico y dile que vas de mi parte. En un par de días te da los resultados.

-Muchas gracias, de veras.

-¿Algo más, Alberto?

-Bueno, sí pero ya te lo contaré.

-Cuando quieras. Por cierto, dale recuerdos a Patricia.

-¿A Patricia? ¿Ha estado ella aquí?

  • Sí, ja, ja. Esa chica es magnífica. Vaya fichaje que has hecho. Se plantó aquí hará unos diez días. Buscaba una clínica para hacer una inseminación artificial.

-¿Una inseminación? Joder qué raro. ¿Y a qué clínica fue?

-Ah, Alberto, eso no. Yo protejo la privacidad de mis clientes.

-Vale, vale, caballero. Gracias por todo. Hablamos.

-Claro que sí Alberto. Hablamos. Cuídate mucho, hombre.

-Siempre lo hago.

Eso es lo que yo llamo “vivir en la grieta”. Vivo en las grietas del sistema, no soy poderoso pero tampoco soy débil. No tengo la fuerza suficiente como para hacer daño a esta élite que está arriba pero soy lo bastante importante como para que no resulte fácil o interesante que desaparezca. Toda mi vida ha sido dirigida para conseguir los suficientes contactos, hacer los favores precisos para que se me deje en paz.

No paso desapercibido pero tampoco molesto. Vivo en la grieta, no se me puede tocar. O, al menos, eso creía. Pero hace poco me demostraron que la grieta se estaba cerrando y que yo podría acabar siendo aplastado. Siempre he asumido que eso podría ocurrir y no me asusta, pero también tengo muy claro que no caeré solo.

ESPERANZA

22:00

-Que no, Abogado, que te equivocas, no fuimos nosotros, dijo ese armario de tres puertas que regentaba el local “ESPERANZA”, un Bar de Copas con ambiente “ultra”, “Nunca te daríamos una paliza, nunca pero, además hombre, ¿cordones negros?. Mira lo que te digo, nosotros siempre llevamos cordones blancos sobre las botas negras. No cambiamos eso nunca. Los cordones deben ser siempre blancos porque queremos simbolizar la supremacía blanca. ¿Tú nos ves escondiéndonos?”

-“No digo que hayas sido tú” intenté calmarle “Joder, Perico, pero cualquiera que tú conozcas. No te miento, me llamaron “rojo”.

-Y yo te digo que no. Tú para nosotros no eres “rojo”, eres un patriota. No serás de los nuestros pero tampoco eres rojo aunque tú creas que sí. Tienes que buscar entre los tuyos. Tiene toda la pinta de que sean ”Sharp”. Nosotros ya  no nos rapamos el pelo, es demasiado evidente, es como ir con un cartel. Te están engañando, Abogado. Alguien te está vacilando y ese “alguien” tiene algo contra ti. Se lo dije al Joya y te lo digo a ti es alguien que te la tiene jurada.

Lo que decía Perico tenía sentido pero me costaba pensar que fuera así. ¿Podría ser que se tratara de una “acción” contra Fran? ¿Por qué? ¿Por negarse a votar a favor de Juan?

¿Por qué un sindicato de izquierdas iba a autorizar una acción contra Fran? Además, ¿Jose  iba a enviar un binomio para amenazar a mi esposa? No tenía ningún sentido. De acuerdo que Fran pertenecía a un sindicato diferente al del tal Felipe y que aquel mamón militaba en mi antiguo sindicato pero, precisamente por eso, tenía la seguridad de que no podía ser, me resultaba imposible concebir que Jose autorizara eso.

Pensé en la famosa frase de Sherlock Holmes “cuando hayas descartado lo imposible, lo que quede, aunque sea improbable, debe ser la verdad”.

Tendría que volver a reformular todo.

Mis sospechas recaían, fundamentalmente, en Felipe o Juan. Tenía que ser alguno de ellos. Juan tenía razones para encargar aquel trabajo. Una amenaza hacia Fran para que retirara la denuncia, pero se encuentran conmigo. La cosa se desmadra y pago los platos rotos. ¿Felipe? La verdad es que pudo llegar a la conclusión que el destrozo de su casa y la moto quemada fuer orquestada por mí perro, ¿tenía los suficientes huevos para venirse a por mí? ¿simuló una acción contra Fran para pegarme una paliza?.

El problema es que Jose tendría que saberlo y dejar que me dieran esa paliza, lo que me llevaba a otro callejón sin salida ¿mi mejor amigo permitió que me mataran? Si eso era verdad iba a tener que hablar muy seriamente con él y no me iba a gustar esa conversación.

-Te creo, Perico, tranquilicé al dueño del local, te pido perdón si he dudado de ti. Solo quería estar seguro. Ya sabes, descartar posibilidades. Esto me está volviendo un poco loco, pero ya me has tranquilizado, colega.

-No pasa nada, Abogado, no te lo tengo en cuenta. Para mí y para mi gente eres intocable.

-Lo sé, socio, lo sé. Es un honor para mi que me digas eso, amigo.

-Ya. Abogado ¿te has traído el machete?

-Sí, Perico. Lo llevo encima, por la cuenta que me trae, no te ofendas.

-No me ofendo, pero deberías tener más cuidado y pensar más las cosas. Tú con el machete tienes mucho peligro.

-Eso, querido Perico, es lo que no sabía quién me ha hecho esto, pero lo va a saber.

-Cuídate, Abogado, no te veo bien.

-Eso es porque mis demonios ya han despertado . Ya queda menos, Perico, ya queda bastante menos.

-¿Para qué?

-Para soltar a los demonios.

Me dirigí a la pensión. Me apetecía tomarme unas cervezas, alternar un poco, ir al “Juli” pero sabía que la Subinspectora Velasco estaría rondando cerca. Me costó un huevo y parte del otro poder deshacerme de ellos la noche anterior. Aproveché un descuido y salí por la puerta de atrás del local. Justo detrás de las cajas de cerveza, esa salida extra que solo Lara y yo conocíamos. Bueno, y el Juli, claro.

Joder, el Juli. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de él y, de repente, me vino a la memoria…

CIEN AÑOS ANTES O CIEN AÑOS DESPUÉS

Sábado, 17 de julio de 2004

-Juli, hazme el favor, pásame el bate de béisbol.

-¿Para qué,  Puertas?

-No sé, esos cuatro que van por ahí no me dan buena espina. Para mí que van detrás de esa pareja. Son esos que han tenido un altercado con el grandullón y su piba.

-Bah, tío, pasa de ellos. Tu puesto está aquí, controlando el bar no jugando a ser el justiciero enmascarado, a ver si ahora vas a ser el Steven Seagal. Si piensas que algo malo va a pasar llama a la madera. Mándala al Polígono Industrial, si quieren hacer algo malo será allí.

-Si los llamo, sabes perfectamente que no irán hasta dentro de dos o tres horas. Es fin de semana y estarán liados del copón, Dame el bate, Juli, que solo voy a echar un vistazo.

Los seguí a una prudente distancia. Sin que se dieran cuenta. Juli tenía razón, si iban a hacer algo malo tendría que ser forzosamente en el Poligono Industrial. Aquello era el lugar ideal para una emboscada, para hacer lo que quisieran y que no se enterara nadie. Decidí adelantarle por el descampado y esperarlos allí.

En efecto, los muy hijos de puta golpearon al marido y los metieron a ambos en una nave. Sabía perfectamente lo que iba a pasar y el mero pensamiento hacía que mi mente ardiese y me invadiera una ira que no podía ni quería detener.

Primero me dirigí hacia el vigilante quien, por supuesto, en lugar de vigilar estaba mirando lo que sus tres compañeros estaban haciendo a la pareja. Ahí estaba el muy cabrón, tocándose la polla. Incluso hoy, estoy seguro de que su hubiera hecho una paja con lo que estaba viendo.

La verdad, me vino de perlas que “Pajoski” se acariciara el nabo en lugar de vigilar. Le agarré desde atrás y le apliqué una llave “mata león”. Ni lo vio venir, a los 8 segundos estaba  jaque. No me extraña que prohibieran esa llave en el wrestling, con ella el espectáculo ¿qué podía durar? ¿un minuto?.

Agradecí que me enseñaran en la mili ese recurso y más que me entrenaran para ir siempre por la sombra, y no hacer ruido. Despacio, despacio dejando que mi furia guiara mis pasos, liberando mis demonios. Rápido ahora, hacia el que obligaba al apalizado esposo a ver la felación que estaba practicando su pobre esposa el canalla aquél, al jefe de esos animales. Directo a las costillas, otro más a la espalda y un último a la cabeza. Saqué mi machete y corté las ligaduras del pobre hombre.

Ahora sería el turno del que sujetaba a la pobre mujer. Frente, nariz rodilla, en ese orden. “Te vas a quedar cojo, hijo de puta” pensé, o más bien, disfruté, porque dentro de mi estaba disfrutando como un loco.

Ya solo quedaba el jefe.

Sorprendentemente, se quedó paralizado. Menudo líder cobarde, violador, asqueroso. “Y ahora vas tú, hijo de puta, te voy a aplicar el tratamiento especial, cabrón” le dije. Arrojé lejos el bate y saqué mi machete. No le iba a matar, eso seguro, pero una marquita en su puta cara. Algo que se le grabara en la mente. Eso es, una buena marcha de mi machete en su mejilla izquierda, atravesando su ojo.

Esperé a la policía, tranquilamente, sin miedo. La propia pareja contó su versión y los agresores no denunciaron nada. Tampoco es que la policía preguntara mucho. Me conocían desde hacía mucho tiempo y, tras las preguntas rutinarias pude irme. El jefe quedó libre y los otros tres acusados de una falta de lesiones. El marido dijo que había sido él el que les zurró y se le eximió completamente de cualquier responsabilidad al actuar en legítima defensa.

La tarde siguiente Juli me montó el correspondiente pollo.

-No sé a qué vienes, Alberto.

-Coño, pues a currar.

-No, tío a currar no. Porque tu curro era vigilar mi garito no ir a jugar a los Warriors al Polígono industrial, gilipollas.

-Joder Juli, la iban a violar.

-“s que no es tu puto problema, joder. Es que eran cuatro, es que no piensas que estás casado y que eres abogado, coño. Esto es para que te saques unas perras que llevar a tu casa, idiota. Que no te enteras.

-¿No lo ves, Juli? Tenemos que ser buenos para compensar todo lo malo que hace la gentuza como esa. No podemos mirar a otro lado. Tenemos que ser mejores que ellos. Tenemos que compensar todo el mal que hacen.

-Tío, estás perdido. ¿Qué coño pasa con tu mente?. Joder, a veces pienso que no estás en la época correcta. Tendrías que haber nacido cien años antes o cien años después, pero no ahora. No entiendes de qué va el tema.

-A lo mejor es que no quiero entenderlo, jefe. No me voy a apartar ni me pienso esconder. Mira, es como ese malnacido. Llevo semanas viendo como zumba a su chica cada dos por tres. ¿Crees que no me entran ganas de ir a por él y partirle el alma? Pero me contengo, Juli. Me contengo.

Mírale ya está otra vez con la pobre muchacha.

-Te lo advierto, Puertas, no te metas. Esa Lara es medio tonta.

-No me voy a meter. Pero, mira, la está pegando. Me cago en dios, y esta el idiota ese.

-Como cojas el bate te despido, Alberto. Te juro por dios que te despido.

-Se ha soltado, Juli, la chica se ha soltado. Eso es con un par. Viene hacia aquí.

-Alberto, cabrón… no te metas.

-Pasa, pasa Lara- ¿Dónde vas socio?...

UN DIARIO PARA “PUERTAS”

Alberto.-

Entrada 4.-

Cada vez me cuesta más escribir en este diario. No le veo el menor sentido a pensar en lo que voy a escribir y no se lo veo porque no hago más que machacarme. Cada vez que pienso en todo lo que he hecho durante el día pienso en lo extraño que me resulta todo.

Casi todas las personas que conozco piensan que ser inteligente es lo mejor, que tener una gran memoria es una virtud pero yo pienso que se equivocan porque el pack no tiene solo cosas buenas, en absoluto. Para empezar no olvidas nada, cualquier agravio, cualquier mala experiencia está en tu mente continuamente.

Todavía no he encendido el móvil porque si Fran (ya he desistido de llamarla Francis por total imposibilidad de conseguirlo) me ha mandado un mensaje voy a tener en mi mente esa imagen de su boca con restos de semen de otro.

Si paso cerca de nuestra casa, la imagen que tengo es la de mi cara destrozada. Si voy al despacho la sensación que tengo es mi boca atragantada con el sexo de Esther.

Y no olvidemos esa sensación de cámara lenta que me rodea. El poder absorber información y analizarla más rápidamente  lo único que me produce es la previsibilidad de la respuesta de los demás. Pero lo peor no es eso, qué va.

Lo verdaderamente horrible es que cuando la gente actúa de una manera diferente a lo que uno tiene por “normal” simplemente no lo entiendo. Y no entender el mundo que te rodea es grave porque te aislas, al menos en mi caso.

No sé por qué mi esposa dejo de hacer el amor conmigo hace ya casi tres  años, curiosamente cuando empezaron mis migrañas, esos dolores de cabeza que surgieron durante el mes de octubre y que no me han abandonado desde entonces, no sé qué hice para que me alejara de su lado. Solo sé que, desde entonces, he estado cayendo. Ya no recuerdo un día en el que mi alma haya sonreído a una caricia suya, ya no recuerdo haber abandonado el frío al que me dejó abandonado.

Solo puedo recordar algún que otro atisbo de esperanza mientras sabía, porque eso lo sabía, que dejaba de amarme, que ya no había remedio para nuestro matrimonio ni, por tanto, para mí.

Y todo este caer, todo este precipicio que recorro vertiginosamente en vertical y hacia abajo, solo puede llevar a un final abrupto, una súbita parada en suelo firme, un golpe seco y un fundido en negro.

Y, de alguna manera, me alegro. Qué perspectiva tan triste saber que no vas a levantar el vuelo, cuando has volado tanto tiempo y has vivido en el paraíso y que lo que te queda es reptar, vivir en el infierno, el infierno que es mi vida sin ella, tener la absoluta certeza de que ya no me ama, de que ya no voy a sentir más su aliento, su mirada y qué lento es este transitar entre tinieblas, este no saber en qué he fallado, qué es lo que he hecho mal.

Basta de reflexiones cutres, basta de terapia, es hora de apagar las luces, de dormir. Mañana será otro día.

CAPÍTULO XVI

Sábado 30 de septiembre

EL GAMBITO GEPPETO

Jose.-

Ya tengo la famosa carpeta en mi poder. Todas las piezas están dispuestas y mi jugada magistral pondrá en jaque mate a Albert. No he tenido que arriesgar nada solo renunciar a ciertos principios que me limitaban.

Qué extraña es la vida, recuerdo el día que vino Felipe a la sede sindical para pedir una autorización contra una profesora que le estaba extorsionando y que ponía en peligro la presencia de nuestro delegado sindical en la dirección de un Centro de Enseñanza tan renombrado. Nada menos que el I.E.S. GUILLERMO MARCONI.

-Solo será una leve amenaza, camarada, me aseguró, Acercarse a ella o quizás dos empujones a su marido. Nada de violencia extrema, simplemente asegurarnos el voto.

-Solo un par de empujones” le advertí, “no te sobrepases, Felipe, no podemos permitirnos el lujo de que nos relaciones con la violencia de algunos radicales. Mira cómo está la cosa en Italia y lo mal que estamos vistos en otras ciudades.

-Descuida, se hará sin llamar la atención. Yo mismo formaré parte del binomio.

¿Cómo iba a saber que se trataba de Francis? Era totalmente imposible de prever. Que Albert los enfrentara, que el binomio, inesperadamente, se transformara en tres tíos, Felipe, un camarada más y un agente del cuerpo nacional de policía que se sacaba un sobresueldo de matón. ¿Cómo podía yo adivinar que el verdadero objetivo de Felipe era Albert?

Me lo ocultó en todo momento. Cuando salí del hospital con el móvil de Albert en mis manos y usé sus contactos para  verificar la matrícula del coche pude constatar el nombre y dirección de la propietaria, una profesora de Educación Física llamada Ana.

Qué sorpresa me llevé cuando observé a Felipe entrar en esa casa. Todo era una venganza, un penoso ajuste de cuentas que se fue de las manos.

-Me quemó la moto” sostuvo el muy idiota, no iba a consentir que se saliera con la suya.

-No te bastó con follarte a su mujer ¿verdad? Tenías que matarle, le recriminé

-Yo no quería matarle. Fueron el policía y el otro. El policía se ensañó porque le rompió la nariz. ¿Qué podía hacer yo?

-Desaparece de mi vista, no quiero saber nada de ti. No tienes ni idea de lo que has hecho, joder. Verás cuando se entere el Joya, no vas a tener tierra para correr.

-Si caigo yo, caes tú.

-¿Perdona?

-Lo que oyes “camarada”, tú fuiste quien autorizó la “acción”, ¿recuerdas?. O sea que ya te estás buscando la vida para protegerme.

Tenía razón el muy desgraciado. Si Albert sobrevivía e investigaba o si el Joya movía sus hilos descubrirían tarde o temprano que yo había metido la pata y no tenía tan claro que fueran comprensivos con mi conducta. Conocía al Joya y era peligroso pero conocía mucho mejor a mi amigo y Albert desatado era mucho peor todavía.

Fue una suerte que Patricia mediera el móvil de Albert, pude desviar toda la atención sobre la matrícula del coche. Le informé al Joya de que se trataba de un coche robado y, sorprendentemente, coló. Supongo que esa noche de sexo con Lara nos unió como amigos a ese animal y a mí. Ahora que lo pienso parecía que todo estaba destinado a que pasara así.

El hecho de apropiarme de los contactos de Albert simplemente fue un añadido y ahora tenía la carpeta que me permitiría, con un poco de suerte, acostarme con Fran y separarla definitivamente de mi “hermano”. Bien alejaditos los dos sería muy difícil que pudieran contrastar información.

Y de paso, liberaba a Albert de su esposa. Una mujer infiel que siempre limitó a mi amigo, que le humilló con otro menda, que le minimizó delante de tantos compañeros y amigos comunes. Albert podría salir de este bache con mayor fuerza que nunca, yo equilibraba mi balanza con él y Fran ¿a quién le importaba Fran?

Contacté con Felipe y le encargué que consiguiera la carpeta. Fue coser y cantar porque disponía del acceso total al despacho del director. No puso mayores objeciones, sabía que me debía una y, además, eso le podría beneficiar. Si saltaba algún escándalo referente a las cuentas del Centro de Enseñanza el gran beneficiado sería Felipe.

Todos ganábamos… salvo Albert, claro … y Juan, por supuesto.

Llamé a  Fran para comunicarle la gran noticia.

-Está hecho, Fran.

-¿De verdad, la tienes?

-Sí, Fran, está hecho. Me ha costado un montón acceder al interior pero lo he conseguido. No he perdido mis habilidades.

-Dios, Jose, no me lo puedo creer. No sé qué decir, me acabas de hacer la mujer más feliz del mundo. No sé cómo agradecértelo, Jose, de verdad. Me acabas de salvar el futuro, mi trabajo, mi vida con mis hijos, mi traslado a Estados Unidos. Ahora tengo cartas para poder jugar esta partida, cariño. No sé cómo darte las gracias.

-No te preocupes, cielo. Ya improvisaremos algo mañana. ¿Te parece que quedemos en mi casa a las 19:00?

-Perfecto, Jose, allí estaré.

-Fran, ponte guapa.

-Me pondré lo más guapa que pueda, Jose, verás lo agradecida que puedo llegar a ser.

-No me digas eso, Fran, que luego me hago ilusiones.

-Jose, lo que tú has hecho es tremendo, mañana pienso pasar página en mi vida e iniciar un nuevo rumbo, ya lo verás.

-Nos vemos entonces mañana, cielo.

-A las 19:00, Jose.

Y colgué. “Un gambito para el amo de las marionetas”, pensé. Un peón a sacrificar en este absurdo ajedrez en el que me metí sin comerlo ni beberlo y ese peón sería Fran.

En cuanto a Felipe … a  Felipe ya le llegaría su turno.