Un tratado imperfecto sobre el amor, 15

Estudio sobre la integración de diferentes universos y el examen del origen de una obsesión

CAPÍTULO XIII

Jueves, 28 de septiembre

UNA VISTA, VARIOS HOMENAJES Y MUCHA TESTOSTERONA

11:45

Alberto.-

-“Queda visto para sentencia”

Con esas palabras el juez daba por terminada la vista y, a efectos prácticos, el procedimiento. Faltaría un mes o mes y medio para que notificaran la sentencia a los procuradores de los tribunales y, a la vista de la resolución, se estudiaría la posibilidad de interponer un recurso de  apelación o de aquietarnos al fallo.

Por mi parte lo tenía claro, si la sentencia no era favorable iríamos a la Audiencia Provincial. No podíamos plantearnos otra cosa, no había otro camino.

Nos levantamos los tres abogados. El letrado de la parte demandante, Diego, un fino abogado de verbo fácil y con un manejo exquisito del derecho civil, Alex abogado de la parte codemandada, joven, inteligente, atractivo y también ducho en la materia y yo, el “Puertas”, bastante más mayor, bastante más feo pero con un nada despreciable conocimiento de la legislación civil.

Fue Diego quien se acercó a nosotros para darnos la mano en una clara señal de que la primera instancia se había acabado. Hasta hace dos minutos éramos enemigos irreconciliables pero una vez que todo se acaba éramos compañeros.

-Bueno, ya se ha acabado todo ¿no?,  dijo Diego

-No te creas, repuse. Pienso apelar si el Fallo no es favorable, señalé

-“Dependerá de lo que diga la sentencia” dijo Alex, “si es razonada y nos convence es posible que no apelemos, la cosa está muy equilibrada”

-“En todo caso, ha sido un placer, compañeros”, comentó Diego “rara vez me he encontrado con un tema tan interesante y con unas exposiciones tan variadas sobe el mismo tema”

-Eso es cierto, me ha gustado mucho tu exposición sobre la interpretación contractual, esto, ¿cómo te llamas, compañero?

-“Alberto” dije

-Eso, Alberto. Yo soy Alex, encantado de haber compartido contigo este caso.

-“Lo mismo digo, Alex y tú ¿cómo te llamas?” pregunté aun sabiendo la respuesta.

-Diego, soy Diego.

-Mirad, lo mismo estoy metiendo la pata y rompo alguna especie de regla no escrita pero ¿no os apetece tomar una caña en algún bar cercano? No siempre podemos tener la oportunidad de coincidir en un juicio, y la verdad es que ha sido agotador, sugerí a mis dos compañeros

-Yo no tengo mayor inconveniente, respondió Diego

-Yo tampoco, añadió Alex

-“ Pues no se hable más, vayamos a alguna cafetería a tomar una cervecita que bien nos la hemos ganado, letrados” dicho lo cual, salimos del Juzgado y nos encaminamos a un bar no muy alejado del edificio judicial.

-“¡Jefe!” requerí al camarero “pónganos tres cañitas”

Si algo me gusta de Madrid es la velocidad en la que los camareros te sirven unas cañas de cerveza y su correspondiente pincho, es un ritual, un inicio, un primer paso para poder entablar una conversación. Por supuesto hablamos de derecho, y de deportes ellos del Madrid yo, del Atleti, y otra ronda más, y con las rondas, algunas risas hasta que llega la pregunta que sabía iba a llegar tarde o temprano.

-“Perdona”, dijo tímidamente Diego mientras me miraba “¿puedo preguntarte qué te ha pasado?”

-”¿Esto?, si yo te contra no te lo creerías” respondí

-Albert, yo ya me creo todo, inténtalo y a lo mejor el que te sorprende soy yo.

-Está bien” contesté “aunque no te lo creas, estoy así porque descubrí a mi esposa haciéndole una paja a su compañero de trabajo en un Starbucks.

-No jodas.

-Que me caiga muerto ahora mismo si te miento, compañero. Una cosa llevó a la otra y me pegaron una paliza, estuve clínicamente muerto durante 10 minutos. Encima me explotó en aneurisma en la cabeza. Solo te digo una cosa, me hice unas pruebas médicas y ni siquiera conozco los resultados, supongo que después de una operación todo estará arreglado.

-“Joder, Albert, ya sé quién eres. Salió tu caso en la tele, el abogado al que le pegaron una paliza entre tres skin heads” exclamó Diego mientras Alex seguía la conversación atentamente pero sin hablar.

-“Sí, la vida puede ser extraña a veces, aunque tú también has tenido lo tuyo” le dejé a caer a mi contertulio.

-“¿Conoces mi caso? Preguntó extrañado Diego

-Como para no conocerlo. Fuiste el  que consiguió que la viuda de un inventor vendiera la patente a una empresa que representabas. Fue una auténtica bomba en Wall Street, creo que las acciones se ¿triplicaron? pero además, creo  recordar que salvaste a tu esposa de ser atropellada por un coche poniéndote delante, ¿no?

-Sí que te acuerdas, sí.

-Pues claro que sí, hombre, permíteme que te diga que ha sido una de las cosas más valientes que he visto hacer a nadie y es un honor poder decírtelo a la cara, tu mujer debió estar muy orgullosa de ti.

-Sí, claro, tan orgullosa que me puso los cuernos con su compañero de trabajo, mientras yo trabajaba como un idiota para poder regalarle un coche, para poder hacer mi trabajo como dios manda, ella se acostaba con un hijoputa que luego la violó en nuestra propia vivienda. Es que hay que joderse.

-“Ya te digo, Diego” dije a modo de sorna “ja, ja, ja, ja, perdona, ha sido sin querer”

-“Si lo peor es que luego te dicen siempre lo mismo: “Perdóname he sido una hija de puta” dijo haciendo burla mientras se suponía que imitaba la voz de su mujer.

-“Podemos intentarlo, cariño. El amor triunfará” hice mi pequeña aportación al sarcasmo.

-“A él no le amo, mi amor verdadero eres tú” soltó repentinamente Alex “Amor verdadero, y una mierda”

-“¿Et tu Alex?” imité a Julio César mirando fijamente a Alex y provocando cierta sonrisa en Diego.

-“Al final todos nos hemos juntado” añadió nuestro valiente y trágico héroe

-“Lo mío fue peor, chicos, creedme. Nos íbamos a casar, estaba todo preparado, hasta las invitaciones, y tuvo que joderlo todo. Aún no lo he superado” empezó a confesarse Alex.

-“¿Pero qué pasó?” pregunté realmente interesado en el tono que estaba tomando la conversación. Sé que ibais a casaros, uno de los mejores y más prometedores abogados de Madrid con una modelo pero, inesperadamente, desapareciste durante dos meses, ¿qué te pasó?

-Que vi demasiadas cosas, había algo oculto en Marta y supe que aquello no iba a funcionar nunca. Estuve perdido dos meses y cuando vuelvo me la encuentro en mi casa. Había montado el despacho en mi ausencia, captado a los clientes, contratado hasta a la secretaria y me dice: “recuerda que tú eres el jefe y el que sabe de verdad, así que ¡ponte las pilas!”, la muy cínica. No sé cómo puedo seguir viviendo con ella. La tendría que haber mandado a la mierda.

-“No te machaques, compañero” intentó animar Diego.

-“Todo pasa, Alex” dije yo “Cuando menos te le esperes, todo habrá pasado”

-No en mi caso, ahora no sé qué hacer, me siento como si viviera entre el cielo y el infierno, sin dolor pero también sin amor. No me quiero arriesgar a volver a amar. A veces siento como si mi historia no estuviera todavía contada, como si faltara una segunda parte en mi historia con Marta, no sé, algo que me libere, que me saque de esta zona templada, que haga que pueda volver a enamorarme de ella o que me dé el valor para irme a otro sitio. De verdad que no se lo deseo a nadie.

-“Pero estamos hechos para amar, Alex” expuse yo, “nos merecemos amar y nos merecemos que nos amen. He pensado tanto en eso estos últimos días que casi me vuelvo loco. Al principio pensamos que es culpa nuestra, que hemos defraudado a nuestra pareja y que por eso nos pasa lo que nos pasa. Nos sentimos casi obligados a justificar a quien nos ha engañado. Y luego, luego te acostumbras, no lo superas en absoluto, te acostumbras a ser cornudo y parece que duele menos pero no es así, nunca es así. Siempre duele, siempre hiere, siempre mata. Poco a poco, casi imperceptiblemente, pero siempre está ahí, el dolor.

Brindo por el dolor, por nosotros, porque somos de una pasta especial, el cornudo que sigue amando a pesar de todo, pero deberíamos poder darnos la oportunidad de iniciar una nueva vida. De verdad que nos lo merecemos. Hagamos algo especial, algo significativo, un brindis : “·Porque nuestras mujeres nunca enviuden”

Y los tres reímos, fuerte, alegremente, compadeciéndonos los unos de los otros,

“¡PORQUE NUESTRAS MUJERES NUNCA ENVIUDEN!” y añadí muy bajito, casi susurrando… “las muy putas”.

Y volvimos a reír…

Se hacía tarde y los tres teníamos que volver a nuestros quehaceres, cuando salimos del Bar me di la vuelta y leí el cartel del establecimiento y empecé a reír, y a reír de una manera totalmente desquiciada.

-¿De qué te ríes?, reguntó Diego

-“Ja, ja, ja, ja, ja” empezó a reírse Alex.

-“Joder, ¿cuál es el chiste? Insistió nuestro compañero.

Le señalé el cartel y tras verlo comenzó a reírse él también. Ahí estábamos los tres abogados riéndonos, totalmente fuera de nosotros, a la puerta del bar “LOS TRES CIERVOS”.

CAPÍTULO XIV

17:00

Patricia.-

No había recibido ninguna señal de vida de Albert durante todo lo que llevábamos de jueves. Ninguna llamada, ningún whasap, nada. El hecho de no saber cómo había transcurrido el juicio, que no hubiera quedado conmigo para ir juntos a esa vista tan importante me preocupaba y me enfurecía por igual.

Desconocía los motivos por los que no me llamó, si bien es cierto que la noche anterior se fue corriendo del despacho después de lo que para cualquier hombre hubiera sido una noche memorable. No todos pueden alardear de haberse beneficiado a dos abogadas imponentes en una misma sesión.

No me acabó de gustar del todo que Esther se hubiera autoinvitado a lo que yo consideraba mi “noche especial”. La noche que debería ser la de conquista absoluta del corazón y del cuerpo de hombre que yo amaba. Sí, amaba, lo digo bien, porque si algo me quedó claro después de esa noche es que amo a ese hombre. Si me quedaba algún atisbo de duda sobre lo que Albert me podía proporcionar en la cama, puedo decir que quedó totalmente despejada esa noche.

El número de orgasmos que alcancé, la ternura con la que me tomó, la predisposición que mostró a hacerme gozar, la habilidad que tuvo también para hacer que Esther llegara al extremo de correrse de esa manera, prácticamente enloquecida de placer me convenció que Albert, desde luego, era la persona que tanto tardé en encontrar.

Esther se sorprendió cuando Albert huyó, por decirlo de algún modo, del despacho. Me miraba fijamente mientras se vestía, colocándose, el tanga, la falda, el sujetador y abotonándose la camisa.

-“No sé qué me ha pasado, Patri”, me dijo, “pero no he podido evitarlo. Madre mía, he tenido que empaparle de lo mojada que estaba. ¿Crees que se habrá enfadado conmigo?”

-No creo, Esther, pero te has pasado un poco metiéndote en lo que estábamos haciendo Albert y yo ¿no crees?

-Sí, es verdad, pero es que os ví, y llevaba tanto tiempo sin follar, y, no sé, me entró la calentura, y le ví así, tan indefenso, que tuve que ir a correrme dentro de su boca. Es como si me llamara. Además, tú también disfrutaste, no me lo niegues.

-No te lo voy a negar, pero no va a volver a suceder. Me he entregado mucho y no lo pienso compartir.

-Pues espero que no te moleste la competencia, porque la vas a tener en mí. Aunque ya te digo que no me molestaría compartirlo contigo, Patri. Me parece que nuestro compañero es bastante para las dos.

-Ja, ja, ja, cariño, eso lo dices porque no sabes cómo pienso exprimirlo en cuanto sea mío. No le va a quedar para las dos.

-Entonces, ya veremos, compañera. En todo caso, esto no debe afectar al despacho ¿vale?

-Por mí, bien

Y ahí estábamos las dos en el despacho cuando llegó Albert.

-Buenas tardes, Esther, Patri.

-¿Qué tal el juicio?¿Ha ido bien?, me interesé.

-Sí, sí, perfecto y además hemos tomado los compañeros unas cañas, que eso siempre se agradece. Ha sido todo muy distendido, muy agradable, de verdad. Me hacía falta un día así. ¿Puedo hablar con vosotras un momentito?

-Si es por lo de anoche, empezó a hablar Esther, te pido perdón, Albert. De verdad que no sé qué es lo que me pasó. Perdí la compostura. Me da vergüenza mirarte a la cara, y comenzó a llorar.

“Qué perra” pensé, “Se las sabe todas”. Pude observar como Albert se dirigía a ella para abrazarla, dándome la espalda y cómo Esther desde el hombro de Albert me miraba a la cara y me sacaba la lengua.

“Anda, la hijalagranputa” me dije para mis adentros mientras sonreía la ocurrencia de Esther. La miré y vocalicé en silencio “Qué puta eres” a lo que ella me respondió de la misma manera con un  “jódete”.

Una crack, eso era mi compañera, una auténtica crack.

-No pasa nada, Esther, soy yo el que tiene que disculparse. Esto es un lugar de trabajo, de estudio y no debería servir para que yo me desfogue. Acepta mis disculpas, compañera y tú también, Patricia, perdóname. Os he faltado al respeto a las dos.

Una vez más sonreí ,“Si tú supieras, cielo mío, lo que te haríamos ahora mismo mi querida compi y yo, te ibas a enterar de lo que vale un peine”

-“Está bien, no pasa nada. Tampoco es que nos hubieras violado, leñe” intenté desviar la conversación antes de que este estúpido inocente se hiciera el hara-kiri por su complejo de culpabilidad.

Y es que hay personas que no las entiendo. De verdad, qué difícil se ha puesto esto de follar con la persona que te gusta. La mayoría de los tíos son escoria que solo quieren echarte un polvo. Algunos de ellos se preocupan un poquito de que te corras debidamente y el resto son tan tímidos que parece que los tengas que desnudar, cogerles la polla, meterla en el chochito y agarrarles del culo para que te dejen satisfecha como dios manda.

Ayer disfrutamos como locos los tres, y me desespera que este hombre siga con su complejo de culpabilidad. “Que si soy feo”, “que si mi mujer me ha dejado”, “que en el despacho no se folla”, tonterías. Has echado el polvo de tu vida, chaval, disfrútalo. Tienes tus cositas, nosotras tenemos las nuestras, nos quitamos los nervios y las ganas de paso y ya está. Cero complicaciones. Por lo menos hasta que seamos pareja, porque desde ese momento, le arranco los ojos a la pelandusca que se te acerque, querido Albert.

-Entonces ¿dónde fuiste anoche?, porque huiste como alma que persiguiera el diablo”, pregunté, esta vez con un auténtico interés personal.

-Fui a una pensión, por supuesto.

-¿Una pensión?. No me lo puedo creer. O, sea ¿te vas a una pensión de mierda en lugar de venirte a mi casa?. A veces pienso que eres más tonto que el asa de un cubo.

-Bueno, bueno, no vayamos a discutir ahora por una fruslería.

-¿Sabes una cosa, Albert?, me molesta mucho cuando te pones técnico. Es como si te burlaras de mí.

-“Joder, Patri”  intervino Esther

-Es que es verdad, ¿a qué viene lo de la pensión? ¿y eso de “una fruslería”? ¿Qué quieres?,¿marcar distancia, conmigo? ¿con nosotras?,  declaré con un tono bastante ofendido

-Patricia, ahora no es el momento, me reconvino Albert

-Precisamente el momento es ahora, repliqué, aquí, ahora, no cuando te salga a ti de las narices. Las cosas se discuten en el mismo instante. ¿Qué pasa? Te has tirado a tus compañeras y ahora te piras ¿no? Como todos. En lugar de afrontar las consecuencias, huyes.

-No, joder, no es eso. ¿Es que no lo ves, Patri? No te convengo, no os convengo. Ni a ti, ni a Esther. Tengo 48 años, la cara destrozada, unas migrañas que me matan, ¿sigues sin verlo? Soy mercancía dañada. No rijo, no rijo en absoluto. Mi vida cae y cae, hostia. En estas condiciones no puedo irme con nadie. Solo quiero que esto acabe, quiero entender, y no puedo, estoy paralizado y todo a mi alrededor se mueve.

Y vosotras sois jóvenes, tenéis toda la vida por delante, un futuro profesional, y no voy a consentir que lo tiréis por la borda. ¿lo entiendes Patri?. No lo voy a permitir. No cometeréis los mismos errores que yo. Seréis las abogadas que tenéis que ser y me redimiréis, porque todo esto no vale una mierda si lo uso para mi beneficio, no tiene sentido continuar una lucha que se me antoja cada vez más ardua, más cuesta arriba. El único estímulo que tengo ahora mismo es poder veros crecer profesionalmente y sentir que parte de lo que sois viene de mí.

Y, Patri, Esther, no os enfadéis pero, hablo como me sale de los santísimos cojones. Si quiero utilizar palabras que no son usuales lo haré porque me sale de los huevos, ni tú, ni nadie me va a decir cómo tengo que hablar. Ya me lo dijeron, ya cedí y no me sirvió de nada. No volveré a dejar que nadie me diga lo que tengo que hacer.

Dejó las cosas claras, Albert. Yo sé que habló el desconcierto que le embargaba, sé que estaba hundido y que le tenía que dar tiempo y espacio. Por eso no seguí discutiendo, por esa razón hice lo único que podía hacer. Acercarme a él, acariciarle su cara y besarle en los labios.

-No me voy a rendir, Albert, le dije, no me voy a rendir contigo.

Esther, se acercó y, abrazándonos, susurró

-No me voy a rendir, Albert.

Una vez más, tal y como hizo el día anterior, se alejó de nosotras. Nos dio un par de palmadas en la espalda a cada una y se introdujo en su despacho a enfrentar quién sabe qué demonios personales.

17:35

UN DIARIO PARA “PUERTAS”

Albert.-

Entrada 3.-

ETAPAS DE LA INVESTIGACIÓN

(Reflexiones del “Puertas” en su paja mental vespertina)

Una investigación se divide en una serie de etapas que, supuestamente, deben llevar a la resolución del problema. El mío radica en que, por alguna extraña razón, tres tipos me habían golpeado con la suficiente saña como para matarme . La investigación debería establecer la realidad de los hechos y la responsabilidad de los mismos.

Tras un estudio pormenorizado de mi situación he podido constatar que,

-No tengo ni puta idea de lo que había pasado

-No tengo ni putas ganas de investigar

-Me jode reconocer las dos anteriores

Está claro que necesito reformular la cuestión , un nuevo enfoque y cierto distanciamiento del problema. Por eso, he decidido utilizar el diario a modo de documento que recopile mis reflexiones.

Veamos, según San Google una investigación se divide en

1.- Observación

En ese sentido, debo manifestar que mi objetivo principal es saber qué es lo que pasó en realidad. El objetivo es tener la suficiente información que impida que me vuelvan a pasar cosas así ( en realidad, lo que quiero es una revancha).

2.- Descripción

El “quid” de la cuestión. El meollo del asunto. Por alguna  razón toda mi vida se torció a partir del día en que fui testigo de cómo Fran pajeó al tal Felipe. Desde ese instante todo ha sido caos.

Debo mostrar especial interés en el desarrollo de esos días. Veamos,

a-      Paja en el Starbucks.- Pues eso. No hay más preguntas, señoría.

b-      Repliegue de efectivos a casa de Jose. No creo que eso afectara en lo más mínimo a lo que me ha pasado.

c-      Chantaje a Fran por parte de Juan y de Felipe.

d-     Eliminación de archivos y ¿quema de la moto de Felipe y vandalismo de su casa?

e-      Visita a Fran. Nada que comentar, nada que resolver. Todo por hablar, todo por solucionar. Si es queeeee …

f-       Mi particular Dunkerque.

Tres tíos enmascarados pero sin pasamontañas, con cordones negros en sus botas, me asaltan para decirme que le diga a mi mujer  que retire la denuncia. No me cuadra, demasiado evidente y, a la vez, demasiado confuso.

g-      Resurrección

¿Por qué Lara estaba tan enfadada con Jose? Apunte: Hablar con Lara

4.- Probabilidad

Aquí está el problema. Toqué los cojones a Juan o a Felipe, ya puestos, toqué los cojones a los dos. Cualquiera de ellos, o ambos, pudo haber decidido presionar a Fran y se cruzó conmigo.

Juan necesitaba el voto de Fran. Había convencido a Felipe quien, a su vez, se acostaba con Fran. Llego yo y jodo el invento. No estaría de más hablar con Fran (joder, Francis) para ver qué pasó. El problema es que si lo comento con ella va a saber que he sido el que se cargó los archivos. De momento no me interesa que lo sepa, aquí hay terceros afectados. Terceros que me importan demasiado.

5.-Descripción el contexto.

No pienso hacer nada al respecto hasta que haga mis averiguaciones pero básicamente estoy jodido. El contexto es una mierda pinchada en un palo y lo peor de todo es que no veo el beneficio por ningún lado, si descubro algo que no me guste no sé cómo voy a reaccionar y eso me preocupa. Tengo que empezar a moverme.

Nota al margen: No llamarla Fran. Llamarla Francis. Tengo que acostumbrarme a eso.

Nota al margen 2: O mucho me equivoco o tengo a la Sargento Slaughter detrás de mí,  juraría que me han estado siguiendo desde esta mañana.

Nota al margen 3: Utilizar el transporte público. Pilla, Sargento Slaughter.

Nota al margen 4: Hablar con el Dr. Muerte.

Tengo que empezar a investigar. Mañana iniciaré mis pesquisas pero hoy me gustaría hacer algo especial.Saldré un poco antes del despacho y me tomaré unas cervecitas en “El Juli” .

20:00

Esther.-

Que extraño me resultó que Albert se fuera a las 19:00 horas cuando solía  irse bastante después de las 20:00. Estaba claro que algo  tramaba. Había  algo que le preocupaba pero, claro, si a mí me hubiera pasado lo mismo que a él, también estaría preocupada.

Por otra parte, para mí era evidente que quería marcar distancia con nosotras. Hubo algo de la noche anterior que le desconcertó. Quizás yo tuve la culpa, no debí haberme metido entre ellos, pero no supe contenerme y ahora no sabía cómo iba a salir todo. Solo podía esperar a ver qué pasaba y actuar conforme a lo que sucediera.

Patricia.-

¿A las 19:00?  Planeaba algo, estaba segura. Ponía la mano en el fuego y no me quemaba, ya estaba con su rollo de “planeador maestro”. Pero yo sabía dónde iba  a estar. Con toda seguridad iría a “El Juli”.

Pero si él tenía planes, yo también. En cuanto cerramos el despacho le propuse a Esther ir al bar de Lara.

Al principio, Esther me miró con escepticismo, ¿Y qué vamos a hacer allí, Patri?, me preguntó.

-Pues tomar unas copas, Esther. Te digo yo que Albert se ha ido allí.

-Nosotras no pintamos nada en ese garito, no podemos espiarle.

-No es espiarle, es ir a tomarse unas copas a un bar rockero. A pasárnoslo bien y si, casualmente, nuestro compañero está allí, pues nos lo pasaremos bien los tres.

-Pues tenemos unas pintas de rockeras que ya me dirás tú, opuso Esther

-Bah, eso es lo de menos, vamos de chaqueta y falda. Ni dios se va a dar cuenta.

-Te digo yo que de ésta nos manda a la mierda, ya lo verás, ya.

-Tienes más miedo que vergüenza, compañera. Además ¿a ti no te gustaba el heavy-metal?.

-Sí, pero no es lo mismo, Patri.

-A callar, Esther, ahora mismo nos vamos a ese bar.

-Y tú, ¿de qué conoces ese local?.

  • “¿Qué más da?” joder con la compañera, hilaba fino, ya había metido la pata hasta el fondo. No debí haberle dicho nada. “No hagas preguntas tontas y no recibirás respuestas tontas” respondí. “Prepárate que esta noche vamos a arrasar tú y yo”.

NOCHE DE ROCK´N´ROLL

Lara.-

Sobre las 19:30 apareció Alberto por el local. Era la primera vez que le veía desde su intento de suicidio y no sabía cómo reaccionar ante él. Destacaba entre todos los que estaban allí, cosa lógica, si me ponía a pensarlo, dado que venía trajeado. Entre un mar de aguerridos rockeros con vaqueros y chupas de cuero, con camisas de grupos heavies y chicas de pantalones estrechos (con independencia de la edad, ojo) lo normal es que resaltara.

Como siempre, todos le saludaron y algunas se le quedaron mirando. Se acercó a la barra y yo empecé a temblar. Me puse nerviosa porque no sabía cómo comportarme ante él. ¿Se enteró de lo que pasó con el Joya y con el Jose? ¿Debía decirle algo? ¿le besaba?. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no sabía cómo reaccionar, toda una acumulación de nubes negras sobre mi cabeza que se disipó en el mismo instante en que, sonriendo, me dijo:

-Hola, Larita, ¿me pones un tercio?

-Claro que sí, Puertas, eso está hecho, y le serví su bebida favorita, su tercio de Mahou fresco, como a él le gustaba.

-Dime qué te debo, cielo.

-Esta es gratis… por tu recuperación y le planté dos besos en ambas mejillas, te he echado de menos, Alberto, he estado muy preocupada por ti.

-Créeme que lo siento. De verdad que no era mi intención asustaros pero supongo que la situación me sobrepasó. No supe estar a la altura y lamento muchísimo el mal trago que os he hecho pasar.

La conversación era impersonal, como si no recordara nada de lo que hubo entre nosotros y por un momento pensé que averiguó lo que pasó sobre esta misma barra, pero no hubo ningún cambio de actitud en él, ni una mala palabra, ni un gesto agresivo.

Muy al contrario, me miraba y sonreía mientras le daba otro trago a su cerveza y yo me derretía pensando en él, me temblaban las piernas, y los brazos y las manos al sentirme observada. Me costaba servir las consumiciones, pinchar la música, porque todo lo que deseaba era cogerle de la mano, abrazarle, apoyar mi cabeza sobre su hombro y llorar. Decirle “Te quiero, vida mía”, “no te separes de mí”, “soy tuya, sé mío” y todas esas cosas que una quiere decir, no, que una quiere oír cuando eres una niña, antes de que esta vida de mierda te haga meter la pata, antes de tirar todo por la borda tras una espera de años por tener una mala noche, por no saber controlar la calentura y por hacerlo, además, con dos idiotas.

Terminó su tercio y me pidió otro. Repetí la operación y le indiqué que esa noche todo era gratis para él. Pero negó rotundamente con la cabeza y me dejó bien claro que, de ninguna manera, que una cerveza vale pero que dos era abusivo mientras me cogía de la mano.

Sentí el calor de su mano sobre la mía, le miré a la cara y pude percibir la tristeza que tenía dentro de su alma. No por su rostro, entendedme, lo tenía destrozado, y esa cicatriz que recorría de manera vertical su lado izquierdo  y que parecía atravesar su ojo le daba un aspecto siniestro, pero el dolor se reflejaba claramente en sus ojos.

El azul de sus ojos se apagaba y su mirada se perdía dios sabe en qué oscuros pensamientos, estaba allí, pero no era él. Normalmente ya habría hecho algunas bromas o me habría pedido algunas canciones pero ahí estaba, sentado, mirándome fijamente y cuando le devolvía la mirada, giraba la cabeza, evitando el contacto directo, rehuía la visión de mi figura.

Me pidió uno más y me dio la espalda. Se apoyó contra la barra y se quedó quieto,  observando, mirando a todos, luego se giró otra vez y me dijo:

-Larita, es muy posible, que se acerque una chica. Lleva vaqueros rotos y deportivas, la camisa que lleva es negra y el pelo lo tiene recogido en una coleta. Notarás por el acento que es canaria. Cuando entre, cualquier consumición que te pida corre a cargo de mi cuenta, dile que está invitada y cuando te pregunte quién va a pagar esa consumición le dices que va a cargo de “El Puertas”. Es importante esto, Larita. No digas “El Abogado” ni “Albert” dile que la invita “El Puertas”.

-Está, bien, haré lo que me dices, asentí

Comencé a pinchar rock español, ya sabéis, Cucharada (Quiero bailar Rock´n´roll), Mermelada (Marta), Leño (Sorprendente), Moris (Rock del Portal), Tequila (Necesito un Trago), Loquillo (Rock´n´roll Star), Ramoncín (Felisín el vacilón), Los Ronaldos (Si, si), Alarma (No estás preparado para el rock´n´roll) toda esa música de finales de los 70 y hasta los ochenta. Sabía que le iba a encantar y que no tardaría en salir a bailar.

A las 20:30 aparecieron sus dos compañeras del despacho, Patricia y Esther. A esta última la conocía menos pero a Patricia la consideraba una amiga, le había confesado que estaba embarazada de Albert y ella no dijo nada a nadie, guardó mi secreto y siempre  estaré agradecida por eso.

-Lara cariño, ponme una coca-cola light y  un trina de naranja para Esther.

-Ahora mismo, Patri, ¿qué hacéis por aquí?

-La verdad es que hacía tiempo que quería pasarme a tomarme algo por aquí y me he dicho: vamos  a ver a Lara.

-Ja, ja, ja, rió Esther, hemos venido a ver si estaba Albert, Lara. ¿Le has visto?

-Joder, cómo eres tía, como para ir de incógnito contigo, lo sueltas todo, observó Patricia ligeramente fastidiada

-Pero si es verdad, Patri. Hemos venido para tomarnos algo con él, no hay que mosquearse por eso, ¿por qué ocultarlo?

-Está en la pista, bailando, les indiqué a las dos chicas. Ahora voy a poner unas cuantas canciones que le encantan.

Había grabado un CD con 17 canciones para estos momentos en los que no puedo dar abasto y me toca echar una mano en la barra, puse el CD y dediqué todos mis esfuerzos a poner copas.

Fue entonces cuando la vi entrar. En efecto, Albert la había descrito a la perfección, vaqueros estrechos para remarcar sus preciosas piernas y su culo, una camisa negra y el pelo recogido, lo único que no dijo es que llevaría puesta una cazadora vaquera y que vendría acompañada de un hombre, muy guapo, fuerte, atractivo y más joven que ella.

Alzó la mano para llamar mi atención, me acerqué a ella y le pregunté

-”Buenas, ¿Qué va a ser?

-Una Coca-Cola Zero estará bien, dijo la policía, y para mi amigo una cerveza.

-Estupendo, dije mientras les puse las consumiciones,

-¿Qué te debo?

  • Estás invitada.

-Vaya, ¿y eso?

-Te ha invitado el Puertas.

-No sé si aceptar esa invitación, cielo, parece que está envenenada.

-Acéptala, sugirió desde el final de la barra Patricia, Albert no invita a nadie a quien no respete o tenga aprecio y no es de los de segundas intenciones. ¿Podemos tomarnos algo con vosotros?

-Por supuesto que sí, letrada, dijo aquella joven

-Yo no tengo ningún inconveniente, añadió con una sonrisa aquél guapetón que la acompañaba.

Y, mientras se acercaron Patricia y Esther pensé, “Aquí va a haber lío”

Esther.-

Era más que evidente el motivo por el que habían venido esos dos policías. Tenía claro que el acompañante de Tania era también agente pero por preguntar no iba a pasar nada.

-Qué casualidad, ¿no?,  encontrarnos en este local.

-De casualidad, nada, abogada. He venido aquí siguiendo a tu socio. He estado esperando en la calle desde las 19:30, haciendo tiempo para que pudiera venir mi compañero.

-Que se llama…, dejé caer

-Sergio, mi nombre es Sergio.

-Mira, lo ha dicho como James Bond, se burló Patricia

-No estamos empezando bien la conversación, niña.

-Una niña que te puede poner una denuncia, querida Subinspectora, entró al trapo Patri.

-Vaya, hablas como tu jefe.

-“

He tenido buen maestro.

-¿Maestro… ese?, ese no es maestro de nada, no es más que un muerto de hambre que tiene mucha suerte. ¿Sabías que tu maestro estuvo acusado de pegarles una paliza a cuatro personas? ¿Sabías que casi mató a una de ellas y a otro le rompió las dos rodillas? ¿Ese es tu maestro? No me hagas reír, abogada, se soltó definitivamente Tania, el expediente ha desaparecido, fue hace 15 años y me parece que se tapó todo porque tu querido socio tiene muchos contactos en las altas esferas. No es más que un matón salvaje y traicionero, pero ya encontraré ese expediente. Y, cuando lo encuentre, veremos quién ríe el último, ¿qué dirás entonces, Patricia?.

-Pues que no tienes no sabes nada, Tania. Eso diré.

-No sé el contenido de ese expediente pero lo sabré. Sergio es subinspector de delitos informáticos, no se le escapa nada y encontrará el archivo.

-No hace falta, subinspectora, yo te puedo decir lo que hay en ese archivo.

Patricia.-

Hace 15 años, un matrimonio maduro formado por un hombre de 43 años llamado Antonio y una mujer de 41 llamada Vanesa acudieron al Bar “El Juli”. Habían pasado muchos años desde la última vez que pudieron salir a tomar unas copas y, dejando a su hija de 12 años al cuidado de la hermana de su esposa, Antonio propuso a Vanesa ir a un bar que estaba un poco alejado del barrio y del que se decía que pinchaban buena música y no había movidas.

Antonio y Vanesa lo pasaron estupendamente. Disfrutaron de la música, del ambiente, del camarero, un tipo simpático y atento que ponía música rockera como un auténtico erudito, de la tranquilidad y buen ambiente del local, salvo por la excepción de dos tipos que no hacían más que acercarse a Vanesa, rodeándola, lanzándole besitos e insinuándose continuamente.

Antonio pensó que era normal porque su Vanesa, a pesar de la edad, estaba guapísima esa noche. Su pelo rizado, negro, su minifalda de cuero y su camiseta de Iron Maiden con Eddy y su sable, qué magnífica idea habían tenido, tomarse un respiro, una noche de libertad, ellos dos solos, como cuando eran novios.

Aquéllos dos siguieron con las provocaciones hacia Vanesa hasta que uno de ellos, el más mal encarado, le tocó el  culo y la tomó de la cintura. Antonio decidió que ya había tenido bastante. Acercándose a ambos, los empujó y separó a su mujer del acoso de los idiotas. Uno de ellos agarró su botella de tercio y la rompió contra la barra para intentar agredir al marido ofendido.

Antonio no tuvo miedo, su 1,90 de estatura y su envergadura daba suficiente para esos dos pringados, pero no hizo falta porque intervino el portero del local arrebatando la botella de la mano del aprendiz de agresor y empujándole hasta la barra donde lo inmovilizó.

El compañero intentó atacar a “Puertas” con una navaja pero Antonio propinó dos golpes contundentes y la pelea acabó antes de empezar. La magia se había roto, una noche perfecta se convirtió en algo triste y gris. No tenía mucho sentido seguir en ese local. Agradecieron al portero su colaboración y se marcharon a casa.

Siendo una noche de verano decidieron volver caminando a casa. Después de todo no estaban tan lejos y Vanesa deseaba andar de la mano de su Antonio, orgullosa y enamorada de ese hombre.

Para llegar a casa tenían que pasar por un polígono industrial, tomar un atajo por una calle en la que, a ambos lados, no había más que naves, algunas de ellas, totalmente inutilizadas, pintadas de grafitis que certificaban el estado total de abandono de las mismas.

Apenas se dio cuenta Antonio del golpe cuando le cayeron otros tres más. Eran los dos babosos de antes pero acompañados de otros dos amigos suyos. Antonio nunca tuvo una oportunidad, Vanesa tampoco.

Dejaron inconsciente a Antonio y metieron a ambos en una de esas naves abandonadas. Vanesa no paraba de gritar, de llorar, de suplicar y, por ello, recibió dos golpes fuertes en la cara. “Te vamos a follar, puta” dijo el mal encarado, “te vamos a dejar el culo como un bebedero de patos”… “y tu marido lo va a ver todo, pero no te preocupes porque cuando acabemos te habrás corrido tres o cuatro veces, golfa”

Envió a uno de ellos a vigilar que nadie entrara. Amordazaron a Antonio y, mientras uno de ellos, obligaba al esposo a mirar todo, los otros dos se cebaron con Vanesa.

Uno de ellos le arrancó la falda, la camiseta, el sujetador, las bragas mientras el que parecía que era el jefe se bajó los pantalones y los slips. Ordenó a su amigo que obligara a Vanesa a ponerse de rodillas y cuando lo consiguió le abrió la boca con el pulgar y el índice momento en el que ese malnacido introdujo su pene diciéndole, “chúpamela, zorra, chúpamela y trágate mi leche y, quizás, perdonemos la vida a tu marido el gigantón”.

¿Qué podía hacer Vanesa? Nada. ¿Dónde estaba el glorioso Cuerpo Nacional de Policía? … En una galaxia muy lejana.

Vanesa rezó, por la vida de su esposo, por poder superar esa noche. Pensó en su niña, en su hermana, en sus padres. Rezó como el día antes de celebrar la primera comunión y pidió a Dios salir viva de ésta mientras comenzó la felación de aquél delincuente. ¿Y sabes qué? Vanesa no mojó su coño, no se excitó, no vio ningún morbo especial, solo sintió miedo, un terror frío y oscuro y solo deseó que todo pasara rápido.

El violador se las prometió muy felices, sus compañeros también.

-Qué bien la chupa la madurita, se nota que se come el nabo de su marido todos los días. Ya lo verás cuando te toque a ti, colega, tú vigila que no venga nadie y verás qué coñito tan mojado te vas a follar.

Pero no hubo respuesta, solo silencio. Giró la cabeza y vio una sombra que portaba un bate de beisbol. Vanesa se sorprendió de la rapidez y del silencio del portador del bate, pero lo que más distinguió fueron unos ojos rojos de ira en la oscuridad. Rápidamente se acercó al que sujetaba a Antonio y golpeó duramente a las costillas, un golpe, dos golpes, luego a la espalda y, finalmente, a la cabeza.

Se dirigió al que sujetaba a Vanesa y, con la punta roma del bate, le golpeó la frente, le destrozó la nariz y, después, le rompió la rodilla, no dos rodillas como dice tu perdido informe, Subinspectora. Durante todo ese tiempo ese personaje no dijo nada, no emitió ningún sonido, había tumbado a dos, el de la puerta no se sabía dónde estaba aunque Vanesa creyó ver un bulto tirado a la puerta de la nave, pero tras dar cuenta de ese tercero, se giró y le dijo al jefe: “Y ahora vas tú, hijo de puta, te voy a aplicar el tratamiento especial, cabrón” y tiró el bate de beisbol lejos.

Intentó huir, el muy mierda, pero ese extraño hombre no lo consintió, se pasó la mano por la espalda y sacó un machete. Aquello superó los nervios del que quedaba y empezó a llorar, suplicando que no le hiciera nada, que un fallo lo tenía cualquiera, que pedía perdón, que no volvería a hacerlo más, que no quería morir.

Ese hombre misterioso se acercó despacio, paso a paso, esgrimiendo su machete en su mano derecha hasta que, agarrando la cara de ese simulacro de persona, pasó el filo por su mejilla izquierda.

Estás de enhorabuena, mamón, he cubierto mi cupo de sangre hoy, pero mañana te vigilaré. Te vigilaré pasado mañana, la semana que bien, el mes que bien, te voy a vigilar siempre. Y si le pasa algo a esta pareja, lo que sea, me da lo mismo, te abriré en canal. Hoy vuelves a nacer, hoy se te ha presentado la virgen, hoy has tenido suerte. Aprovéchalo. Dile a tus colegas que tengo sus carnets de identidad, diles que iré a por ellos. Hoy me siento indulgente. Te juro que estaré cerca y la próxima vez no verán la luz del sol, solo el agujero donde pienso enterrarlos.

Dale la chupa a la dama, y pírate de aquí. Llévate a tus amigos. Dentro de poco vendrá la policía, tus amigos se van a entregar pero tú, no. Tú te vas a quedar libre y no dirás nada de lo que ha pasado hoy. ¿Me has entendido?

No respondió. Se quedó callado, la mejilla izquierda sangrando.

El hombre arropó a Vanesa, liberó a Antonio, lo abrazó mientras lloraba. Se quedó en la nave hasta que llegó la policía. Ese día hubo tres detenciones que desembocaron en un Juicio de Faltas por lesiones. Un puto Juicio de Faltas. Vanesa no quiso denunciar, daba gracias a Dios porque su marido estaba vivo y solo quería olvidar.

¿Sabes quién fue ese hombre extraño que detuvo una violación y salvó la vida de una persona?

Lo tienes ahí delante. Bailando, como un loco, como un poseso, como alguien que no tiene nada que perder. Baila ¿y sabes para quién baila, Subinspectora Velasco?

Baila para la tribu.

Ya no hay hombres así. No quedan. Nos encargamos de matarlos, de destruirlos, los pasamos por la trituradora.

Tú bailas para exhibirte, tu baile es sensual, el suyo es un canto a la irreductibilidad. Tú baile homenajea la vida, el suyo la muerte.

Y ahora, repite eso de que Alberto no es mi maestro.

-Di lo que quieras”, expresó tranquilamente Tania, pero la historia que me estás contando, aparte de que puede ser totalmente inventada, tiene un fallo, Patricia, me hablas de una persona que se toma la justicia por su mano. Alguien incontrolable para quien la ley no es más que algo que se puede saltar. Y eso no es así. Es más, lo sabes. Eres abogada, tienes que saberlo. Lay ley es para todos. El sistema no es perfecto y se cometen errores pero el principio básico es el respeto a la ley.

-Ya, díselo a esa pareja, verás qué te responden.

-Si los viera, se lo diría, dame la dirección y podré hablar con ellos.

-¿Para qué, Tania? ¿Qué pretendes?

-Si tienes información debes compartirla con los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado.

-¿Quieres decir, como hiciste tú con Luis? . No seamos hipócritas. No te voy a dar nada, Tania.

-Pues claro que no me vas a dar nada, porque no tienes nada, ninguna prueba que demuestre el cuento chino que me has contado. Toma mi número de teléfono, cuando estés dispuesta a hablar o cuando me necesites, llámame. Sabes que él no es buena influencia para ti, mi niña, extendió una tarjeta que cogí y guardé en mi chaqueta.

-No necesito pruebas para saber que es verdad. Puedes creerlo ó no, me es indiferente, pero esa historia es cierta.

-¿Y cómo lo sabes, Patricia?

-Porque Antonio y Vanesa son mis padres. Y ahora, si me disculpas voy a por ese hombre, a bailar con él y, si tengo suerte, esta noche me acostaré con él.

Y me fui hacia la pista de baile. Sonaba Black Magic Woman de Santana y habría sido una gran salida de escenario si no fuera porque Albert había desaparecido.

Busqué por todos lados, al igual que Tania y Sergio, pero Albert no estaba.

Nos había dado esquinazo mientras nos envolvía On a Plain de Nirvana

Todas nos quedamos sorprendidas, todas … salvo Lara. Pude fijarme en la sonrisa que se dibujaba en la cara de Lara y tuve la seguridad de que ella sí sabía dónde estaba Albert.