Un tratado imperfecto sobre el amor, 13

De donde se habla sobre las mentiras, las personas crédulas y un diario

VIII

21:18

Francis.-

Me tuve que ir de la habitación. Jose me acompañó durante todo el trayecto desde el hospital al bar más cercano. Allí pedí una coca-cola zero y juntos estuvimos hablando durante bastante tiempo. Jose alternó un tercio con una coca-cola normal, “la coca-cola zero es de mariconas”, dijo, “si bebo coca-cola, bebo coca-cola, no chorradas de esas”.

-¿Qué tal estás, Fran?

-“ Bien, Jose” respondí

-Ha sido duro, pero no se lo tengas en cuenta a Albert. Él te quiere, estoy seguro, pero ahora mismo acaba de despertar, debe estar muy confuso y se ha agarrado a su compañera de despacho.

-Lo sé, lo sé, Jose, pero aun así, duele. Aunque lo que más me duele es cómo le han dejado. Todavía no sé qué le pasó.

-Fue el miércoles 6, Fran, sobre las 22:30 u 23:00, Albert salía del portal de casa cuando le abordaron tres tipos enmascarados. Al parecer, intentó defenderse y golpeó a uno de ellos pero los otros dos salieron en defensa de su compañero y con una barra y un puño americano le dieron fuerte. Lo suficiente para que entrara en parada cardiorrespiratoria. Estuvo diez minutos clínicamente muerto, la operación se agravó con aneurisma que le explotó y entró en coma.

-Dios mío, Jose, yo lo vi. Oí la ambulancia en la puerta de mi portal desde arriba, vi a Patricia entrar en la ambulancia. Pensé que era alguna pareja que había sido atacada. Jamás pensé que se trataba de Albert. Jamás lo imaginé. Debes creerme, Jose, debes creerme.

-Te creo, Fran, te creo. No te  preocupes por eso. Esos tres sinvergüenzas huyeron en un coche y, aunque Patricia les tomó la matrícula, hice mis averiguaciones y resultó que era de un coche robado. Jamás sabremos la verdad de esa paliza, Fran, y no sabes cómo me  jode eso.

-Creo que sé quién pudo planear ese asalto, Jose. Verás esos días había puesto una denuncia al director de mi Centro de Estudios, él necesitaba mi voto y me amenazó con publicar unos vídeos comprometidos que tenía. Pero por lo que pude averiguar el viernes siguiente, parece ser que Albert eliminó esos vídeos de su móvil y de los ordenadores del Centro y de su casa. Por aquél entonces yo ya había decidido retirar la denuncia. Iba a votar que sí y retirarme pro no lo hice hasta el jueves. Debió mandar a esos tres para que me amenazaran o para darme un escarmiento dándole una paliza de muerte a Albert. Dios, qué horror. Ha sido todo tan ... innecesario.

-¿Tú piensas que los envió el director?

-Es posible, sí.

-Lo digo, porque si es así, podría volver a intentarlo. Ten en cuenta que puede llegar a la conclusión de que tú puedas denunciarle por el intento de homicidio

-¿Tú crees?

-Será mejor que vengas a casa a dormir, Fran. No me quedo tranquilo pensando que te quedas en casa, sola

-Sí, es posible que tengas razón, pero creo que sé cómo mantenerme a salvo

-¿Ah, sí? ¿Cómo?

-Bueno, Juan es un chanchullero. Tiene todas las cuentas del centro falseadas. Ha metido a la empresa de su cuñado para gestionar los desayunos y las comidas del Centro. Si lo pillaran podrían meterle en un buen lío. Ya sabes, prevaricación, cohecho, estafa, perdería todo por lo que ha luchado y yo sé dónde guarda todos esos papeles. Si alguien pudiera entrar en el centro y coger esos papeles, podría estar protegida contra ´l siempre.

-¿Dónde quieres llegar, Fran?

-Sabes perfectamente dónde quiero llegar. Albert y tú hacíais esas cosas antes ¿no?, ¿Cómo lo llamabais? ¿acciones?

-¿Cómo sabes eso?

-¿Importa, eso Jose?. Lo descubrí hace mucho tiempo, entre los papeles de Albert, había un folio con una especie de organigrama del sindicato dibujado en él y, dentro de esa descripción gráfica, aparecía la palabra “acciones” y tu nombre y el suyo vinculado a ella, marcado en un círculo rojo.

-Sí, hacíamos determinadas acciones en asuntos muy, muy específicos, pero de eso hace mucho, Fran. Ya hace tiempo que no funcionamos así. Ya no hacemos esas cosas.

-Ya veo. Pero no se trata de algo malo, Jose. Se trata de salvaguardar también la vida de Albert. Jun debe estar asustadísimo ahora mismo y puede pretender matar a Albert. Con esos documentos tendríamos algo para negociar con él.

-Interesante, Fran. Déjame que le dé  una vuelta y ya veremos qué puedo hacer. ¿Podrías decirme la ubicación exacta de los documentos?

-Sí, claro. Están en el despacho del director, una carpeta amarilla metida en un armario sin cierre ni nada que se le asemeje.  Juan siempre ha sostenido que la mejor manera de esconder algo es dejarlo “a plena vista”.

-Joder, pues le va a salir rana esa manera de pensar. Anda, vamos a casa que tenemos mucho que planificar.

IX

ACCIONES

23:00

Jose.-

Conseguí convencer a Fran para que viniera a dormir a mi casa. Me resultó curioso que, después de tanto tiempo, consiguiera que esa dama entrara en mi domicilio, mi hogar, y pensé en qué diferente hubiera sido mi vida si esa mujer hubiera salido conmigo en lugar de elegir a Albert. Por un instante le odié, era mi “hermano”, sí, pero me había quitado a la mujer de mi vida, la persona que podía haber iluminado mi alma y suavizado toda esa amargura que anidaba en mi corazón.

Albert, mi amigo Albert, le debo mucho a ese hombre y tengo que empezar a nivelar la balanza, está muy descompensada. Es hora de actuar y de dejarlo todo muy bien atado. Demasiado bien sabía que yo no tenía la capacidad de planificación de mi amigo pero estuve mucho tiempo con él y algo aprendí.

El Centro de Enseñanza no es que fuera un castillo inexpugnable dotado de cámaras láser, guardianes infernales y terminators armados hasta los dientes, no debía ser muy difícil entrar ahí.

Fran y yo estuvimos estudiando la situación, la manera de entrar sin que se sospechara. Por supuesto ella tenía llaves para entrar en el edificio y de abrir casi todas las puertas salvo, claro está, el despacho del director. Si hubiera seguido siendo Jefa de Estudios podría haberme facilitado una copia de la llave, pero eso ya no era posible. Por otra parte, si no se forzaba la puerta del despacho sería demasiado evidente ¿no?. Limitaría el número de personas de quien sospechar.

Había que hilar fino, el más pequeño descuido podría estropearlo todo, calcular, improvisar, definir, todo en un perfecto estado de construcción, en un magnífico y grandioso plan que llevara todo a la perfección, tal y como lo hacía Albert. Ahora me tocaba a mí, podía demostrar que era tan bueno como él, y creo que no lo hacía mal, siempre he llevado bien ser su sustituto, nadie se ha quejado, podría hacerlo, estaba seguro.

-Dúchate, Fran, sé que estás cansada, son muchas horas.

-Gracias, pero no hace falta

-Vamos a ver, Fran. Dúchate, joder. Ya somos mayorcitos, no va a pasar nada, no quiero intentarlo, dúchate, relájate, descansa, elige un pijama, ahí, al fondo del armario, y no te preocupes. Esta noche toca descansar, dormir, estamos pensando en Albert.

-No es eso, Jose, es que le sigo sintiendo dentro de mí. Y pienso que voy a seguir fundida a esa sensación, creo que lo  voy a querer siempre,  y que me volveré loca si no estoy a su lado, que me moriré si no puedo acompañarle. Es una mierda, lo sé. Y le he fallado, pero es lo que hay, esas son mis cartas, ese es mi dolor. Repentinamente me encuentro jugando una partida y mis naipes son de papel, no dan el pego, me juego el amor de mi vida con unas cartas que no son las mías, con un cuchillo de plástico y la partida es de pistolas. Voy a perder, Jose, voy a perder, no le recuperaré jamás. ¿Has visto a Patricia? ¿Y a Lara?, No voy a ganar nunca. Daría lo que fuera por retroceder en el tiempo y defenderle. Porque ahora sé lo que es querer, lo que es amar, darlo todo sin esperar nada a cambio. Siento envidia por Albert porque lo ha dado todo, mientras que yo no soy más que una puta. Y todo por un gilipollas que me pilló en un momento de debilidad, porque quise ser la más lista del mundo. La más espabilada. Yo, que nunca le dejé comerme el coño, que estaba tan obsesionada en dar mi coño,   mi boca y mi culo a quien nunca se lo mereció. Y que lo di, lo disfruté, lo gocé, mierda, mierda, mierda, mierda, una jodida imbécil. Ya no quiero más, no necesito más, solo quiero que Albert viva, que sea feliz, que me tenga a su lado, poder decirle lo mucho que le quiero, que me equivoqué, que no puedo dormir si no está a mi lado, mil vueltas doy en la cama, enjugando mi almohada, llorando, sufriendo, y sé que una caricia me puede calmar. Y se lo daría todo, a él, a mi esposo, a mi amante, con tal de tenerlo a mi lado.

-Dúchate, Fran. Te hace falta, nos hace falta.

-Nunca supe valorar esa situación y la cagué, Jose, la cagué. Todo estos años pensando que ser una mujer era sentirse empoderada y olvidé que se puede ser empoderada siendo femenina.

-Que te duches, hostia. Relájate, descansa, estás muy cansada.

-Está bien.. voy, perdona, Jose. No soy yo.

-Tranquila, no te preocupes.

Las pibas … ese misterio oculto en una caja pequeña, dentro de una caja y envuelta en un papel, con un lacito. Como esas muñequitas rusas. Ningún hombre las entiende, nos está vedado entenderlas, solo podemos aceptar lo que nos digan ¿verdad?

“Haz esa transferencia a favor de mis padres”, “Vamos a comprar ese piso”, “Cari, hay que arreglar los enchufes”, “Cielo, hay que llevar los niños al cole”, “Me duele la cabeza”, “Hoy tampoco”, “Ainsss, es que no me apetece”, “Está bien, hoy sí, pero no te acostumbres”.

Y nos apuntamos nuestras pequeñas victorias a paja el día. Visitamos youporn, pornhube y, los  más frikis, visitando páginas de comics porno gratis. Mientras nos pelamos nuestras pollas y nuestras manos a base de pajas gratuitas, sin IVA, sin retenciones, el último grito de independencia con un sube-baja. Ateísmo a base de masturbación. Tres pajas y te quedas ciego… qué coño… ponme un puesto de la Once pero deja que me corra. Amor higiénico, con el papel al lado. Calcular la potencia de una polla a base del esperma que llenamos en un calcetín. Amor a destiempo, amor a contratiempo, amor a deshora, amor a destajo, amor al tiempo es oro, amor… ¿qué tiempo hace hoy?. Y me gustaría perderme, saber que hay algo más, que si traspaso cierta línea encontraré la felicidad, el bienestar espiritual condensado en dos labios y un clítoris, para poder frotarlo, besarlo, chuparlo, pasar mi lengua entre ese limbo de felicidad, impregnado de líquido, de crema, de miel femenina, decilitros de amor, salados, calientes, húmedos, para comer, para chupar, para pasar mi lengua, rápido, fugaz, como si fuera un puching-ball, flota como un lepidóptero pica como un himenóptero, golpear ese botón, sonsacar el líquido, para beberlo, para absorberlo, hacerme uno con su caldo, con el universo, el universo limitado a los rojos límites de sus labios vaginales, el coño como finalidad de la existencia.

Patéticos instantes de realidad, cinco minutos de placer para alcanzar un breve resplandor de gozo, para obtener  una razón más que nos permita aguantar un día más en la maquinaria, 8, 10, 12 horas de trabajo, 6 horas más de adaptación en la barra de un bar, atentos a los anuncios del programa de televisión (en seis minutos volvemos) y todo para echar un polvo a destiempo y poder dormir 5:55 minutos. ¿Cómo no nos van a dejar las pibas?

Si te viene un rapaz, con su ultra polla, con sus 20 centímetros de poder inconmensurable, sin nada que hacer, simplemente manejando el rabo, “No Future”, “No limits” “No doubts”, solo introducir el manubrio en el coño de tu esposa y empujar, empujar, empujar, hasta que ella se corra, derrame todos sus flujos vaginales en la boca de ese sinvergüenza que, siendo generosos, usará el guantelete del infinito simbolizado en un condón, tiempo, realidad, espacio, alma, poder y mente dentro de una polla joven, limitados por un preservativo a 9,53 €.- el paquete de a doce mientras  te fijas en la camarera que te pone el café a 1,35 €.-, con leche y calentito y no, no ,gracias, no quiero la puta tostada con tomate y jamón por solo 65, céntimos de euro más. “Hostia puta, métetelas por el coño y, si lo consigues, méteme la rodajita por la boca. Mira el lado bueno, zorrona, no necesitarás ni sal ni aceite, tu chochito lo pondrá”.

Y luego, traga cornudo. Traga con esos cuernos, traga todas esas mentiras que te va a decir: “Solo te quiero a ti”, “Es contigo con quien quiero estar”, “No sé qué me ha pasado”, como si eso fuera un excusa, como si eso disculpara toda la miseria, todo el dolor, toda esa sensación de ridículo. “Cari, necesitaba sentirlo” y ya está. No creas que se complican más, ja, ja, ja, qué puta concepción de la vida. Se consideran un premio. No basta con que se follen a otro, noooooo, necesitan decirte que tienes suerte, que eres afortunado, ja, ja, ja, joder … y dicen que Kafka está muerto. En todas las acciones que ejercitamos Albert y yo se daba esa premisa. El típico mamón que lo único que hacía era follarse a todo lo que se meneaba, pero “Puertas” no concebía eso, siempre pensaba que había algo que obligaba a las chicas a actuar así, el eterno caballero blanco. Como si la mujer no fuera frugal por naturaleza, “Fragilidad, tu nombre es mujer” dijo Shakespeare y no olvidemos a Medea en la versión de los clásicos griegos que tanto se esforzó Albert por enseñarme.

No. Esto se trataba de follar y, si tu objetivo es follarte a la mujer que siempre te ha gustado, las apuestas se duplican y todo vale en el amor y en la guerra. Con esos principios por bandera, qué fácil resulta trazar un plan. Un plan. Algo en contra de mi hermano de armas. Sin compasión, sin misericordia, me la iba a follar, sí o sí y el primer paso sería la desacreditación.

Bajo esa premisa, si te das cuenta, es muy fácil valorar, tomar decisiones, alejarte un poco y ver la perspectiva. Un par de palabras amables y un buen físico, te pueden llevar al centro del placer de cualquier persona. Me esforzaré un poco más, solo un poquito, tampoco es que quiera extralimitarme, solo una pequeña comprobación.

Fran se duchó en mi baño y pensé que quizás luego podría recoger algunos pelos de su coño para llevarme a la boca, para colocarlos en mi mano y poder masturbarme, un breve simulacro de felicidad en este mundo absurdo (luego averiguaría que se había depilado el chochito, la muy guarra).

Salió del baño, vistiendo un pijama mío,

-“·Perdona, Jose” no había encontrado nada más.

Qué guapa estaba, joder.

-No te preocupes, Fran, te queda espectacular

-Jose, ¿te puedo hacer una pregunta?

-Claro, por supuesto, dime,

-¿Qué era una “acción”? Quiero decir, ¿qué se suponía que hacíais Albert y tú en una acción?”

-Uff, Fran, acabas de abrir una lata de gusanos con esa pregunta. Verás, Albert ascendió en el sindicato a base de llevar juicios. Al principio eran juicios laborales, no muy difíciles, pero luego llevó la organización de piquetes de huelga para controlar que la misma se respetaba por todos, tanto trabajadores como empresarios, autónomos, etc. El éxito de una huelga general radica en que el seguimiento de la misma sea máximo, es decir, había que presionar a los que boicoteaban y para eso se creaban algunos piquetes informativos que no eran tales. Se crearon grupos de seguimiento, algunos de ellos muy conflictivos y dentro de estos grupos violentos se elegían pequeños grupos de acción. Siempre estaban constituidos por dos personas. Los llamábamos “Unidades de acción”, auténticos binomios de acción ejecutiva.

Albert era el que supervisaba esas unidades de acción. Al principio solo estaban en huelgas pero luego fueron utilizados para ejercer otro tipo de presión. Por ejemplo, romper puertas, quemar coches, contenedores, romper cristales.

Cuando llegaba un aviso de algún trabajador afiliado al sindicato en contra de un empresario concreto se acordaba la ejecución de una “acción” en su contra. Esa acción debía ser autorizada y Albert era el encargado de autorizarlas. Solo que Albert no se conformaba con autorizarla. Él quería planificarla y ejecutarla. Le encantaba. Siempre iba enfundado en su chaqueta de cuero negra, su braga negra y sus guantes de cuero.

Cuando conseguí salir del infierno de las drogas, Albert me introdujo en el sindicato y me destinó a esos grupos de ejecución. Formamos juntos uno de los binomios más comprometidos con la lucha sindical. Prácticamente hacíamos de todo. Desde amenazar a algún trabajador, a destrozar locales. Todo valía con tal de obtener el resultado que se buscaba.

Algunas de esas acciones eran especialmente violentas porque Albert perdía los papeles. Ya sabes que siempre ha tenido esos accesos de ira, simplemente no se podía controlar y tenía que estar yo convenciéndole, parándole los pies. Recuerdo una noche en especial en la que fuimos a por un arquitecto joven que había violado a una de sus trabajadoras con la ayuda del novio.

Al parecer la muchacha había ridiculizado al arquitecto delante del padre y, en venganza, pagó una cantidad al novio de la chica y, durante un fin de semana violó sistemáticamente a la muchacha, usándola para que la follaran perros, y un grupo de seis o siete moros y el último día le dio una droga para que olvidara todo lo ocurrido.

Pero algo falló. La chica no dejaba de tener pesadillas, recuerdos renuentes que la hicieron acudir a un psiquiatra. A partir de la terapia comenzó a recordar lo que le había sucedido y se hundió, la chica cayó en una depresión profunda que la llevó a dos intentos de suicidio. Finalmente puso su caso en manos del sindicato para que se acusara al arquitecto de mobbing dado que era el dueño de la empresa junto a su padre. Pero la chica no acudió al juicio y el novio de ella testificó a favor de la empresa. El juicio se perdió evidentemente.

Albert autorizó una “acción” contra el novio y contra el arquitecto. Esa acción la ejecutamos Albert y yo. Esperamos al arquitecto en las inmediaciones de su casa. Recuerdo que serían alrededor de las 00:30 cuando llegó, borracho como una cuba, Albert le agarró por detrás y le aplicó una llave “mata león”, en seis segundos el hijoputa ese estaba inconsciente. Lo metimos en la furgoneta y lo llevamos a una nave que teníamos localizada en un polígono industrial.

Cuando el fulano despertó… bueno… digamos que no fue agradable. Albert se tomó quince minutos dándole un repaso generalizado por todo el cuerpo. El muchacho se cagó y Albert no dudó en restregarle la mierda por la cara y, con su machete, le marcó el pecho con un corte. Lo peor fue cuando agarró un bidón de gasolina y lo derramó por entero en su cuerpo y encendió su mechero zippo. Te juro, Fran, que nunca tuve tanto miedo como esa noche. Estaba fuera de sí y tuve que golpearle para quitarle el mechero porque estaba seguro de que lo iba a quemar vivo.

Una vez que le golpeé pareció recuperar la cordura y se alejó de allí. Cargué al arquitecto y lo dejé desnudo delante de su casa. Eso sí, su coche y el de su padre ardió por los cuatro costados y, en la empresa, desaparecieron varios de los proyectos que estaban haciendo al igual que en las obras que dirigían empezaron a desaparecer materiales de obra y a aparecer problemas. Pronto las constructoras concluyeron que las obras que llevaba esa empresa tenían problemas. A los seis meses se fueron a pique. En cuanto al novio de la muchacha, eso fue más sencillo, directamente Albert autorizó una acción contra él, se le rompieron las dos piernas y se le quemó la moto que se había comprado con el dinero que le dio el arquitecto.

Al final tuve que ponerme serio con Albert y pedirle que dimitiera de su cargo cosa que hizo sugiriendo que yo heredara el puesto. Dos días después de su dimisión me ofrecieron el cargo y, hasta el día de hoy, lo he llevado con orgullo. Autorizando solo acciones indispensables, sin violencia, algún que otro empujón y poco más. Ya no es necesario ese tipo de lucha sindical. Nunca lo fue y nunca lo será.

Y eso es todo. ¿Queda satisfecha tu curiosidad?”

-Joder, Jose. No doy crédito. Es como si me estuvieras hablando de alguien que no conozco. Ese no es Albert.

-Fran, entiéndelo. Albert estaba sometido a mucha presión y siempre se comprometió con el sindicato. Cuando vio que se estaba volviendo loco decidió abandonar el sindicato y dedicarse enteramente a su despacho.

-Pero es que no me puedo creer que Albert hiciera esas cosas que me cuentas. Eso lo hacen los animales, los psicópatas, lo que me estás diciendo es que Albert era un delincuente violento. Un proyecto de asesino.

-Albert, es Albert. Tiene su lado oscuro, como todos. Pero supo retirarse a tiempo.

-Qué engañada me tenía, qué engañada. Y yo como una tonta intentando recuperarle, queriendo protegerle de Juan.

-No te preocupes por eso, Fran. Voy a conseguir esos documentos, cielo, pero no por Albert, sino por ti.

-¿Harías eso por mí, Jose?

-Haría lo que fuera por ti, Fran. Lo que fuera. Anda, acuéstate, es tarde y mañana hay que madrugar. Buenas noches Fran

-Buenas noches, José. Aunque no sé si voy a poder dormir, tengo demasiadas cosas que ponderar, demasiadas dudas.

Sabía perfectamente que no iba a conseguir nada esa noche. Si me precipitaba podía perder el premio. Lo mejor era dejarla dormir. Jamás se enteraría de la mentira que le había contado. Albert un matón, ja, ja, ja. Un pacifista convencido como él. Eso era imposible y no porque no tuviera habilidades para eso, yo le vi en algunas peleas y es verdad que era un maestro usando ese tipo de llave, pero jamás perdió los nervios, siempre me decía “No puedo perderme, Jose, está en juego mi título de abogado”. Y lo mejor de todo es que Fran tenía que saber que eso era imposible, pero si algo he aprendido en esta vida es que la gente cree  lo que quiere creer. Lo que le interesa. Y después de lo que había ocurrido en la habitación 207, lo que le interesaba a Fran era olvidarse de Albert igual que lo que me interesaba a mí, era que Fran se alejara de su esposo, de mi amigo. Si quería follármela tenía que alejarse de la imagen idealizada que tenía de su esposo. Probablemente ella se sentía sucia por serle infiel, pero es más difícil reconocer la culpa cuando se comete un error que echarle la culpa a otro.

Si Albert era un monstruo, Fran se autoconvencería para justificar su infidelidad y, al final, si sabía mover bien mis piezas, caería en mis brazos. Sí señor, había sido una buena jornada. Incluso llegué a pensar que  así es como la mosca se mete en la tela de la araña.

-“Por cierto, Jose” dijo Fran desde el quicio de la puerta de la habitación de invitados, “¿a qué ha venido la bronca que te ha montado Lara?, parecía muy enfadada”

-Ah, eso. Verás, Fran, como muy bien sabes, Lara tiene la boca muy grande y se la tuve que tapar.

-¿Discutisteis?

-Algo así, sí. Digamos que cerré su boca y se tuvo que tragar algunas cosas, pero no te preocupes, ya se le pasará… después de todo, Lara tiene muy buenas tragaderas.

-Nunca me ha caído bien esa chica, Jose. Me parece que es una listilla.

-No te preocupes por eso, Fran. Después de ese episodio estoy seguro que Lara sabrá mantener bien cerrada su boca.

X

Martes, 26 de septiembre

UN DIARIO PARA “PUERTAS”

Alberto.-

Entrada 1.-

Estooo, hola y esas cosas.

No sé cómo empezar este diario. Quizás lo primero que tenga que explicar es que inicio esta revisión de recuerdos, esta expresión gráfica de mis reflexiones por orden de la Psiquiatra del Hospital.

Por tanto, lo primero que tengo que decir es que esta mañana me han dado de alta. Lo segundo, que estoy escribiendo escuchando “Heart shaped box” de Nirvana. Me relaja escuchar música, quizás es la única vía de escape que me queda, ese mínimo que nadie me puede quitar. Ya empiezo a enrollarme y lo que tengo que hacer es ir al lío.

Seis días en la unidad de psiquiatría, totalmente drogado. Sesiones de terapia con una psiquiatra que no hacía más que bombardearme con los peligros de caer en la autoinculpación.  Hasta quitaron los espejos del cuarto de baño, como si eso fuera a ayudar en algo.

“Un nuevo comienzo, una nueva vida, una nueva oportunidad” me explicaba,  ah, y la tontería esa de que en China el último ideograma de “ crisis ” es el primero para “oportunidad” y concluye, la muy lerda, diciendo que “en cada crisis hay una oportunidad”. Y yo no puedo más que flipar con esos razonamientos. Fijo mi vista en el infinito y luego dirijo mi mirada a sus ojos y le digo: “Fascinante”.  Es un truco que he aprendido, así parece que presto atención.

Todo un puñetero dolor de muelas, la psiquiatra esa. Y lo intenta, de veras que lo intenta, pero me temo que lo mío es algo más complejo porque ¿cómo espera que pueda creerla si cada vez que me dice que todo va a ir mejor noto como intenta apartar su mirada de mis ojos? Al menos las drogas me han relajado lo suficiente para olvidar mi situación.

No es que tenga mucha importancia. He tomado la decisión de que tengo que salir de este pozo.  A mi manera, con mis métodos, brutos, paletos pero totalmente funcionales. En cuanto he salido me he metido en un bar y me he tomado un tercio. Qué coño, los monstruos también tenemos derecho a la vida. El camarero ni ha preguntado. Es lo que me gusta de Madrid. No hay preguntas más allá del “jefe ¿qué se debe?”.

¿Qué más daba que fueran las 9:00 de la mañana?, mejor, así me da más tiempo para tomarme otra.

El primer trago es amargo. “Qué diferencia, copón”. En cuanto uno deja de beber cerveza pierde el gustillo. El segundo trago ya es otra cosa. El cuerpo es inteligente y tiene memoria, sabe lo que le gusta. Entonces me dirigí al lavabo. Quería verme en espejo.

“No está tan mal”, me dije mientras pasé mi mano derecha por mis ojos, más que nada para evitar que se cayera alguna lágrima. No iba a llorar, desde luego que no.

Los labios han cerrado bien, la cara esta cuarteada pero, bueno, no está mal del todo, excepto esa cicatriz que me cruza la cara pero, en fin, hay que pasar el trago.

“Lo superarás” dijo la tal Susana, “y una mierda” digo yo, lo único que haré será acostumbrarme a este nuevo careto. A todo se acostumbra uno.

Supongo que me dejaré la barba y llevaré gafas de sol o, mejor, me pongo una careta de Guy Fawkes con el sello del Colegio de Abogados, ja, ja, ja.

Tendré que trabajar en la sombra. Bajar el tono de la luz del despacho. Si lo pienso detenidamente siempre he trabajado en la noche. Es como si fuera premonitorio.

No puedo evitar pensar en ese aforismo de Nietzsche “hay que tener cuidado cuando se lucha con monstruos, si miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada” o algo así. Lo buscaré luego.

No he tenido contacto con nadie. Y no sé si quiero tenerlo. Francis, Lara, Patricia, Esther, Jose, Lara, Joya, Ignacio solo son nombres, una sucesión de letras que no consigue arrancarme un mínimo sentimiento de alegría. Noto una oscuridad dentro de mí. Y tengo que proseguir con mi plan.

Porque tengo un plan. Hay algo que no me cuadra en toda esta historia. La paliza, los skin y los cordones negros. Sí, joder, los cordones negros de sus botas. Pero ya pensaré en ello.

Después de ver mi estado físico me tomé otro tercio y decidí que ya era bastante. Así que fui directamente al despacho, después de todo no tengo casa donde ir. No pienso molestar a Jose y volver a casa con Francis no es una opción.

En el despacho tengo dinero, tengo medios y encontraré alguna pensión y, de paso, veré a mis compañeras.

En fín, no ha estado mal para ser mi primera impresión. Dos tercios de cerveza en el bar, media hora para escribir y ahora toca enfrentar el día.