Un trabajo muy especial

Al cumplir 26 me di cuaenta que todo podia pasar hasta conocer a una mujer, si esa mujer que todos llevamos dentro.

Tenía 26 años cuando logré el empleo. Era mi primer empleo formal, con un buen sueldo, cierta responsabilidad y trabajo continuado. Había entrado como aprendiz de ventas en una importante empresa multinacional de componentes electrónicos. En la entrevista previa, ya me informaron que, tras unos cursos que debía tomar en la misma oficina, acudiría durante algún tiempo como secretario de una jefa de departamento a ayudarle en lo que fuera posible y, sobretodo, aprender el oficio plenamente.

Tras un mes en el cual me formé en el curso, el director me llamó a su despacho:

  • Te presento a Ines, nuestra jefe de exportación. A partir de ahora, serás su secretario y ayudante. La semana que viene viajareis a Alemania para asistir a la Feria de Frankfurt. Con élla aprenderás mucho.

Ines es de esa clase de mujeres que te intimida por su presencia. Recién tenia unos 33 años, desbordaba belleza y confianza en cada movimiento que hacía. Delgada, bien formada, atractiva segura que muchas de las chicas de la empresa querían ser como ella bella, elegante.

Yo soy más bien delgadito. Nunca he desarrollado músculo y siempre me he sentido cohibidos ante mujeres así. Me veo tan lejos de ellas, de esa feminidad tan envolvente que se desborda cada vez que mira a Inés, me hace sentir inferior a ella. Inés me saludó y quedamos para vernos la semana que viene en el aeropuerto para ir camino a Frankfurt.

El lunes siguiente por la mañana, me encontré con élla y juntos tomamos el avión. Es una mujer de trato muy agradable, de las que no cuesta nada dejarse seducir. Mantuvimos una charla movida durante todo el trayecto. A menudo, me hacía reír con sus gracias. Cuando pasaba la azafata, élla se dejaba querer. La llenaba de cumplidos y la azafata esbozaba una sonrisa entre picarona e indefensa ante el poder de atracción que ella le regalaba. Al llegar a Frankfurt, fuimos directamente a la feria, pues teníamos algunas reuniones de trabajo. Al final, cenamos allí mismo alguna cosa rápida y llegamos al hotel sobre las 10 de la noche. La sorpresa fue cuando la habitación doble que la empresa nos había conseguido disponía únicamente de una cama de matrimonio. Obviamente, la cama era lo suficientemente grande para dormir los dos cómodamente. Ines se contrarió. Bajó a recepción pero no había ninguna otra habitación disponible debido a la feria.

  • Bien, supongo que vamos a tener que dormir juntos. Espero que no te importe –me dijo Ines, no se preocupe si quiere yo me duermo en el sofa

No seas tonto hace mucho frio y es muy incomodo duerme conmigo o te da miedo ?

  • Está bien, no pasa nada –contesté.

Ines saco su ropa y la expandio por toda la cama entre vestidos y blusas había lencería fina muy bonita que me llamo la atención

Ella lo noto y se ruborizo fue entonces cuando tomo su toalla y se fue a tomar una ducha rápidamente mientras yo desempaquetaba mis cosas y ver con detenimiento sus pequeñas ropas que traía para la ocasión

  • Te espero abajo para tomar algo. No tardes –me dijo, y bajó al bar de la recepción.

Yo bajé poco después, me sentía fresco y limpio, después de un día duro de trabajo.

Al llegar, la chica encargada nos ofreció una bebida. Era una chica muy mona, afeminada hasta más no poder, con una voz muy dulce y rasgos delicados. Nos preguntó en inglés qué queríamos. Ines se pidió un Wisky y yo un refresco. Me quedé observando a la camarera como se iba a la barra, la bandeja apoyada contra su pecho y moviendo sus nalgas de forma graciosa.

  • Vaya princesita, eh? Te gusta?

  • Cómo? –le dije

  • Que si te gusta esa camarera. Te has quedado mirándola...

  • No, sólo me hizo gracia.

  • Ya.

Aquella noche tomamos algo y fuimos pronto de vuelta a la habitación, pues ambos estábamos cansados. Yo me puse una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos. Era otoño y hacía bastante buen tiempo. Cuando me metí en la cama, vi a Ines que se había quedado en ropa interior, una braga negra ajustada que mostraba cada centímetro de su cuerpo. Un brassiere negro bien sexy, y una blusita muy ligerita que dejaba ver todo su estupendo cuerpo. Ines parecía una atleta. Tenia unos senos bien torneados y un culo endemoniado que no creo queme iba a dejar dormir de solo pensar en él.

Es la primera vez que duermes con una jefa ? Y se ríe

Pues sí – respondí, y sin saber por qué, rápidamente me tapé con la sábana y me puse de lado.

Aquella noche dormí profundamente. Al día siguiente, era la inauguración de la feria. Otra vez, tuvimos un largo día de trabajo en la que Ines me presentó a varios clientes y representantes. Una de ellas, una española de origen que vivía ahora en Alemania, insistió en invitarnos a cenar. A pesar del largo día y el esfuerzo de nuevo realizado, Ines aceptó la invitación. Yo hubiera preferido ir a descansar pero acudí con ellos. Al restaurante nos esperaba Giselle, la representante, con otra mujer Claudia, una alemana de treinta y pocos años que hablaba muy bien castellano. Claudia era una mujer muy bella y elegante. Al presentarnos, ella me preguntó:

Tú eres su secretaria?

El comentario nos hizo reír a todos. A pesar de su dominio de nuestra lengua, todavía fallaba en la concordancia de géneros. La noche transcurrió apaciblemente. Claudia decidió hablar más conmigo, mientras Giselle e Ines se encaminaban a temas de trabajo. Al acabar, nos acompañaron al hotel. Yo procedí de nuevo a ponerme mi ropa de cama.

Qué te ha parecido Claudia? –me preguntó Ines.

Muy simpática.

Parecía que fuerais las dos mujeres hablando de sus cosas, mientras sus jefas hablan de negocios.

Aquel comentario me dejó un poco fuera de juego. Qué quiso decir? Mientras pensaba esto, Ines volvió a quedar desnudo sólo en Lenceria . Y fue entonces cuando comprobé que el vino de la cena empezaba a hacer su efecto, tanto a mí como a élla. Élla se metió en la cama y metió un brazo por debajo de la sábana hasta tocar mi cintura.

Estás incómoda? Perdon incomodo

No.

No sé cómo pudo salir aquella frase de mi boca. Ines rodeó mi cintura con su brazo.

He notado cómo eres. Ayer, cuando mirabas a la camarera pensé que te gustaba, pero no. Creo que te sentías identificado.

Yo permanecía inmóvil sin saber qué hacer o qué decir. Simplemente notaba que la cabeza me empezaba a dar vuelta, lo mismo que su brazo hacía en mi cuerpo.

Hoy te he visto con Claudia, parecíais dos mujeres. Creo que eres un chico... especial.

No sé qué me pasaba, pero su mano meneándose por mi pecho y abdomen, su timbre de voz cada vez más cerca de mi oreja y su aliento, que ya notaba en mi cuello, me hacían sentir un escalofrío y una sensación que había soñado pero no había sentido nunca en realidad. Su senos tocaban mi espalda y sus pies frios tocaban los mios alcanzaba a sentir el encaje de sus pantys sobre mi trasero

Tienes una piel muy fina y suave. Como la de una chica...

Entonces metió su otro brazo por debajo de mi cuerpo para amarrarme con los dos. Noté como sus labios se posaban en mi espalda y reseguían mi piel provocándome un escalofrío y, a la vez, una increíble sensación de placer. La piel se me puso de gallina de repente.

No te gustaría ser mi chica?

Y entonces me empezó a besar el cuello, la mejilla, el hombro... Yo seguía inmóvil. Ella me abrazó muy fuerte y quedamos unidos en una amorosa postura hasta que quedamos dormidos.

Me desperté en la misma postura. Había dormido tremendamente bien y sin dar ninguna vuelta.

Cuando nos estábamos vistiendo yo me quise ir para darle privacidad fue entonces cuando me dijo - a donde vas no quieres ver como me visto con la ropa que te gusta -

Me quede ahí parado sin saber que hacer, mientras ella se cambiaba y se iba poniendo las medias los ligueros y el bra fue fabuloso mas que morbo fue excitación acompañada de envidia ya que me hubiera gustado probarme sus ropas fue entonces cuando me señalo que le pasara sus pantys blancas que estaban a un lado mio al tocarlas senti un escalofrio que me recorrio todo el cuerpo se las di y ella se acerco y me dijo en la noche te las presto.

Nos esperaba otro día de trabajo. Pero esta vez era diferente. Me sorprendí a mí mismo varias veces mirando a Ines cuando trataba con clientes, en una mezcla entre admiración y sentirme identificado con ella y de tenerla como jefa, una sensación difícil de describir porque nunca la había sentido antes. Esa noche tomamos un taxi para volver al hotel. En el trayecto yo apoyé mi cabeza en el respaldo, muerto como estaba. Élla me rodeó con el brazo y me hizo apoyar contra sus pechos mientras con la mano acariciaba mi mejilla. Subiendo a la habitación me agarró por la cintura. Y nada más entrar en ella, me volteó y agarrándome suavemente de las mejillas, me dio un dulce beso en la boca. Yo seguí inmóvil, sintiendo, aprendiendo... Pasé mis brazos por su cintura y apoyé mi cara en su pecho. Instantes después estábamos estirados en la cama, élla encima mío, besándome con dulzura. Yo ya no me limitaba a dejarme hacer, sino que correspondía sus caricias y sus besos. Acabamos los dos desnudos. Élla me miraba y decía:

Realmente, no te falta mucho para ser una chica...

Y me volvía a besar. Ya tenía asumido pasar las noches en sus brazos, despertarme apoyando mi cabeza en sus pechos y darnos un gran beso de buenos días. Al levantarnos ella me miro con cierta complicidad, fue entonces cuando se acerca a mi y me dice al oido – quieres probarte mis pantis para ver si te quedan - me quede inmóvil solo asenti con mi movimiento hacia aquellas prendas; y mientras me las colocaba ella me miraba.

La feria acabó y el último día, el sábado, volvimos a quedar con Giselle y Claudia para cenar y salir un rato después. Ines me dio la tarde libre como premio para que pudiera dar una vuelta por la ciudad. Giselle me invitó a que llamara a Claudia. Ella podría enseñarme la ciudad y luego nos juntaríamos todos para cenar. Quedé con Claudia y estuvimos dando vueltas, pasamos por varios monumentos y al final acabamos en un centro comercial. Fue entonces cuando Claudia me dijo:

Mira, yo en seguida vi en ti a una chica. Sólo hacía falta que saliera. Se lo comenté a Ines y según me ha dicho, creo que ya ha sacado casi todo de chica que hay en ti.

Me ruboricé al sentirla.

No te avergüences cielo. Estoy seguro que te encanta ser tratada como la chica de la jefa, como la primera vez que cenamos. Te dije secretaria con toda la intención y noté que te gustó. Ines me ha pedido que te ayude en sacar el resto de mujer que hay en ti. Vamos y dime la ropa que más te guste. Iremos a mi casa a transformarte y dejarte preciosa para la cena.

Yo no podía creer lo que oía. Ines había estado hablando de nuestras cosas, pero además, había incitado a Claudia a que me transformara en chica! Pero a pesar de eso, no asomó indignación en mí, sino excitación. Realmente, ahora comprendía esa nueva sensación que había sentido a lo largo de la semana. Era una sensación de feminidad, la misma que sentí de pequeño cuando me vistieron de princesa para una fiesta del colegio. Parecía que lo había olvidado, pero Ines se encargó de sacármelo otra vez.

Creo que elegiré yo por ti –dijo Claudia.

Y eligió un sensacional vestido negro de lycra sin mangas, unas medias a juego y un conjunto de ropa interior también negro. En su casa me transformó. Después de ducharme y ponerme la ropa interior, me maquilló, arregló mi pelo y me dejó convertida en una increíble mujer, tan guapa, sexy, femenina y elegante como ella misma. A continuación, fuimos al restaurante, donde estaban Ines y Giselle esperando. Al verme, Ines puso una cara de entusiasmo:

Si no llegas a venir acompañada de Claudia, no te hubiera conocido.

Me dio un beso en la boca y me acompañó la silla para que me sentara. Yo estuve hablando con Claudia toda la noche, y cada cierto tiempo, mi mano acariciaba la de Ines. Al acabar, nos obsequiaron con flores a mí y a Claudia. Al llegar al hotel, nos fundimos en un abrazo y nos dimos cálido beso. Ines bajó mi vestido y después de admirar mi ropa interior se dispuso a quitármela. Yo hice lo mismo y me dejo quitarle su panty y poco a poco toda su vestimenta que la hacia ver tan hermosa como yo. Yo comprendí que es lo que admiraba de esa clase de mujeres . Su feminidad las sensaciones que causaban en mi y la feminidad que, en contrapunto, sentía yo en mí misma. Aquella noche, Ines me hizo el amor por primera vez.